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Transcript
LA IGLESIA CAT~LICA
Y LA CUESTION RACIAL
el Rvdo. P. Yves M.-J. CONGAR,O.P.
UNESCO
PARIS
LA CUESTION RACIAL Y EL PENSAMIENTO MODERNO
i
Acabóse de imprimir el 22 de junio de 1953
en la i m renta Union Ty ographique
de f)illeneuve-Saint-6eorges
por la Orgmiizuci8n de las Naciones Unidas
para la Edacaci6n, la Ciencia y la Cultiira, Paris
ss. 53.
IX. 1
s.
NOTA
PRELTMINAR
Los opúsculos publicados por la Unesco en la colección
«La cuestión racial ante la ciencia moderna» tenlían
por objeto presentar, en forma breve, un resumen del
estado de la cuestión racial frente a la antropologia, la
genética y la sociologici, en los tiempos actuales.
Mas los problemas creados por los prejuicios y la
discriminación racial no atañen solamente a la ciencia.
Seria dar pruebas de un optimismo cándido creer que
basta llevar al concocimiento del público 10s resultados
obtenidos por los hombres de ciencia de nuestra época,
para resolver los conflictos raciales y poner fin a los
dramas que suscitan. La cuestión racial interesa tam4
bièn fundamentalmente a la conciencia humana y , desde
hace tiempo, las religiones y las filosofias han tratado
de ella y han adoptado una actitud frente a tan importante problema.
Ha llegado el momento de conocer esa actitud de las
grandes religiones y de los sistemas filosóficos frente a
la diversidad de tipos humanos.
Iniciamos nuestra nueva colección «La cuestión racial
y el pensamiento moderno» con el presente opúsculo del
Rudo. Padre Congar, de la Orden de los Dominicos, cuyo
manuscrito ha recibido la aprobación eclesiástica.
INDICE
Introducción
. . . . .
.
.
+
. .
La Iglesia contra el racismo en el terreno de los
principios . ,
. . . . . . . . .
Afirmaciones cristianas sobre la unidad de la
naturaleza humana . . .
,
. . . .
Afirmaciones cristianas sobre la dignidad de la
naturaleza humana . . . .
. . . .
El racismo niega el espiritualismo cristiano . .
El racismo es una pseudorreligión . . . .
El racismo tiene consecuencias desastrosas para
el cristianismo . . . . .
. . . .
Racismo y eugenesia.
. . . . . .
La negación del amor al prójimo . . .
El antisemitismo . . . .
. . . .
¿La Biblia es acaso racista?
. . . . .
,
Actitudes concretas de la Iglesia ante los hechos
raciales
. . . . . . . . . . .
El punto de vista racial se opone a la tradición
católica . . . . . . .
. . . .
La Iglesia frente al racismo actual . . . .
La Iglesia y las razas desde el punto de vista
.
de la misión evangelizadora de la Iglesia.
La Iglesia y los problemas de convivencia entre
blancos y hombres de color .
. .
La Iglesia frente al racismo nazi y al antisemitismo moderno.
. . . . .
.
I
Conclusión.
.
. .
.
.
.
Bibliografia
,
,
,
.
-
.
. . . .
. . . .
9
12
12
14
17
21
21
22
24
25
28
33
33
38
38
42
5'1
57
60
INTRODUCCION
LOS lectores de nuestros anteriores opúsculos sobre «La
cuestión racial ante la ciencia moderna» se verán quizá
sorprendidos por el tono y el método del presente estudio.
Les debemos, por tanto, algunas palabras de explicación.
Las afirmaciones de la ciencia o de la filosofia pueden
reducirse, en Último término, a hechos demostrables o a
datos y razonamientos de evidencia universal: se basan
en métodos de comprobación o de verificación racional.
La teología, expresión orgánica y sistematizada de la
doctrina de la Iglesia, se sirve también de razonamientos
y puede utilizar datos concretos, pero la verdad de sus
afirmaciones es comprobada por otras que le sirven de
base : las de la Revelación y de la tradición, interpretadas
por la Iglesia. La teologia es una ciencia, con un objeto
y un método propios; formula razonamientos y, en cas0
necesario, demuestra; pero todo eso lo hace basándose
en premisas establecidas por una autoridad y admitidas
únicamente por los creyentes como punto de partida
absoluto.
Con un método distinto del que gobierna las disciplinas
de la razón, la teología se distingue igualmente de ellas
por su objeto o su contenido. Las ciencias se ocupan de
las cosas en sí mismas, en su estructura interna, y
buscan una explicación de todo lo que comprende la
experiencia del hombre. La filosofía, en cuanto sabiduría,
sin renunciar a la búsqueda de explicaciones más generales (la definición del conocimiento, la definición de la
vida..,) inquiere sobre la significación de las cosas para
el hombre. Las consideraciones de este orden han adquirido particular amplitud en lo que se ha llamado la
filosofia de los valores, que no tiene por objeto los
hechos en sí, sino la apreciación acerca de éstos. La
teologia no aporta nada de positivo sobre los aspectos
técnicos de la cuestión racial; con excepción de lo que
pudiera decirnos la Biblia-ya hablaremos de ello más
adelante-no
puede explicarnos lo que es una raza,
cuhntas razas existen, ni cuàles son las relaciones pasadas
o presentes entre ellas, cuestiones a las que procuran
contestar las ciencias. En cambio, basàndose en la
palabra de Dios enseñada por la Iglesia, la teología
puede decirnos cuál es la significación de las razas y
qué es el racismo para el hombre del cual nos habla la
Revelación, es decir, para el hombre creado a la imagen
de Dios y llamado a la comunión del Padre en Jesucristo. No debe buscarse otra cosa en el presente
opúsculo.
La cuestión no es tan sencilla como parece. Hay el
racismo y hay los hechos raciales. El racismo es en
último término una posición doctrinal, una sistematización y una justificación teóricas de los prejuicios de
raza; en la práctica se traduce por ciertas discriminaciones de mayor o menor violencia. Pero, por debajo de
esa doctrina existen verdaderos hechos raciales confundidos en un proceso histórico de extrema complejidad.
En ciertos casos es casi imposible percibir grados y
matices entre esos factores concretos y las medidas de
discriminación de menor gravedad. Con toda evidencia,
un juicio sobre las formas extremas del racismo es fácil
y axiomático, mientras que la actitud que ha de adoptarse ante tal o cual hecho racial es mucho menos
definida. Entramos aquí en el dominio de lo que se ha
llamado con frecuencia -usando una expresión justa
y equívoca a la vez- «la doctrina social de la Iglesia).
Esta doctrina presupone en su infraestructura un conjunto de principios inmutables, expresión que traducen
las afirmaciones explícitas o las consecuencias necesarias
e inmediatas de la Revelación. Pero supone también
aplicaciones que sólo pueden manifestarse en el curso
de los hechos históricos, sociológicos, económicos y culturales. Muchos son en este terreno los factores variables
que determinan las declaraciones o las actitudes en las
cuales se manifiesta la inspiración de los principios y en
las que de hecho adquieren éstos carácter explícito.
Incluso la misma sensibilidad de los hombres está
sometida a variaciones y, en consecuencia, varía la de
los cristianos, que no se hallan fuera de la historia,
como entre cieIo y tierra, sino que se esfuerzan por dar
vida, dentro del terreno histórico, a su fidelidad a Jesucristo. Es innegable, por ejemplo, que la libertad del
acto de fe, la del consentimiento necesario para el
10
matrimonio o la de la profesión religiosa no se sienten
ni se conciben en nuestros días como en tiempos de
San Benito o de Carlomagno, ni aÚn.como en la época
de Luis XIV. Tenemos sobre la libertad de los actos
personales y sobre la influencia social opiniones que no
existían en esas épocas. El mismo derecho canónico
excluye en la actualidad procedimientos que antiguamente admitía. La doctrina no ha cambiado en sus principios, pero han variado sus aplicaciones; incluso puede
decirse que se ha producido una evolucih, porque
ciertas exigencias o aplicaciones contenidas ya inicialmente en los principios del Evangelio han encontrado
con la ayuda del tiempo y de las circunstancias la
posibilidad de manifestarse con carácter explícito. Análogamente, la psicología de un individuo se afirma según
las ocasiones y posibilidades de la existencia.
No es de extrañar, por ello, que nuestro estudio tenga
dos partes: la primera se desarrolla en el terreno de los
principios, para formular una condenación absoluta del
racismo; y la segunda en el dominio de los hechos
raciales y de la historia, para examinar la conducta del
cristianismo y sus actitudes concretas frente a esos
hechos.
11
LA IGLESIA CONTRA EL RACISMO F:N EL TERRENO
DE LOS PRINCIPIOS
El racismo consiste en establecer distinciones y jerarquias entre grupos humanos y en practicar una discriminación contra algunos de ellos, alegando que SUS
cualidades o caracteristicas se encuentran determinadas
por la herencia biológica. El racismo se niega a considerar
al hombre fuera de un sistema de categorias fundado en
la aceptación de factores genéticos (reales o supuestos).
Estos factores, en electo, según la doctrina racista,
diferencian, unen o separan a los hombres de modo
radical y definitivo.
Esta actitud es incompatible con las afirmaciones de
la fe cristiana sobre 1." la unidad y 2." la dignidad de
la naturaleza humana, asi como con el espiritualismo
cristiano. El racismo es una pseudorreligión y tiene
consecuencias desastrosas por la esencia misma del
cristianismo.
AFIRMACIONES CRISTIANAS SOBRE LA UNIDAD DE LA NATURALEZA HUMANA
El cristianismo -podriamos decir, el judeo-cristianismo,
porque la Revelaci6n es judeo-cristianaafirma la
unidad total como principio y término de la naturaleza
humana. Porque ese principio y término residen en Dios,
que es uno. Siempre que San Pablo habla de la unidad
y de la universalidad de la salvación, alude a la unidad
de Dios 1 . Un racismo consecuente entrañaria la negación
práctica de Dios y de su omnipotencia y significaria
retroceder a una época anterior a los profetas de Israel
que afirmaron la supremacia universal y absoluta de
Dios, o sea, hasta los tiempos de las religiones étnicas
con su pluralidad de dioses, de los cuales cada uno estaba
vinculado a un lugar. Los Padres de la Iglesia se han
1. Hechos de los Apóstoles, XVII, 34 y s . ; Epístolas Ef., IV, 4-6; 1 Tim.,
II, 1-5; Rom., III, 29-30 y X, 12.
i2
complacido en comentar en repetidas ocasiones el relato
de los orígenes, en el Génesis, dando a entender la
unidad de todos los hombres. Efrén, Ambrosio, Teodoreto observan incluso que ése es el verdadero sentido
del relato que muestra a Eva formada de una costilla
de Adán y que no debe buscarse en ello necesariamente
una afirmación de orden anatómico, sino más bien una
afirmación religiosapara ilustrar y confirmar el principio de la unidad de origen y de la homogeneidad
absoluta de la naturaleza en el hombre, en la mujer y
en toda su descendencia. Esto es también lo que Dios
ha querido dar a entender al decir: «Hagamos al hombre
a nuestra imagen y semejanza». Sabemos que hay en
Dios tres personas distintas, pero una sola divinidad:
las tres personas poseen en común la misma naturaleza
divina, la misma bondad, la misma omnipotencia, etc.
Así, el hombre es a la vez uno y varios: varios si se
consideran las personas, pero uno solamente si se atiende
a la naturaleza, o sea al conjunto de determinaciones
congénitas en virtud de las cuales todos y cada uno
pueden denominarse hombres.
El cristianismo no muestra la unidad tan sólo en el
origen, sino también al final, como término al que tiende
el mundo. Un filósofo cristiano como Vladimir Soloviev
ha expresado esta idea en una fórmula profunda, perfectamente ajustada al espíritu de los Padres de la Iglesia,
al hablar de la «unitotalidad» como intención del plan
de Dios. El hombre fué creado como unidad originariamente, pero como unidad de soledad. El plan de Dios,
cuyo medio de realización se llama Jesucristo, consiste
en pasar de esa unidad de soledad a la unidad de plenitud atravesando por etapas de desarrollo plural y
multiforme de las virtualidades casi infinitas que
encierra la criatura humana. Es, por consiguiente, normal y bueno que la humanidad exista y se desarrolle en
multitud de razas, pueblos, culturas y creaciones de toda
suerte. Así lo quiere el programa del cristianismo, que
es un proprama de catolicidad y de unidad a l mismo
tiempo. Pero, sin arraigarse de ninguna manera en el
neoplatonismo, y para interpretar meramente el plan de
Dios como nos lo ha dado a conocer la Revelación, podemos decir que ese plan consiste en ir de la unidad a la
unidad por el camino de la multiplicidad: de la unidad
de soledad a la unidad de plenitud, pasando por un
13
amplio despliegue de variedades. El hombre f ué creado,
en un principio, conio ser unico; pero s610 cuando, al
final, después de transcurrido el proceso completo de la
historia, todos los pueblos y todas las razas hayan
llegado a unificarse en Cristo, podrá decirse en verdad:
ha sido creado el hombre. Ésta es la idea que, después
de San Gregorio de Nicea (y, en el fondo, después del
mismo San Pablo con sus nociones de recapitulación,
pleroma, cuerpo de Cristo) expresaba el poeta inglés
Tennyson cuando decía:
Man as yet being made, and ere the crowning Age of ages,
Shall not aeon after aeon pass and touch him into shape ?
All about him shadow still, but, while the races flower and
[fade,
Prophet-eyes may catch a glory slowly gaining on the shade,
Till the peoples all are one, and all their voices blend in
[choric
Hallelujah to the Maker '' It is finish'd. Man is made ''1.
Como vemos, el cristianismo puede compaginar la afirmación más radical de la unidad de la naturaleza
humana con el reconocimiento explícito del hecho de la
diversidad de razas y de pueblos (hecho que acepta la
ciencia). Es más : el cristianismo atribuye un verdadero
valor, no sólo humano o terrenal, sino cristiano y providencialmente establecido, a la existencia de pueblos
distintos, y eventualmente de razas diversas. Así lo
exige la evolución que va de la soledad a la plenitud de
la unidad, que es el sentido de la historia. Infortunadamente, el egoísmo y el orgullo humanos -de los que
nadie queda indemne, porque todos los hombres reciben
desde su origen una naturaleza inclinada al mal-, transforma sin cesar las diferencias en oposiciones y las diversidades en motivos de discordia y de querellas fratricidas
(véase, más adelante, el episodio de la Torre de Babel).
AFIRMACIONES CRISTIANAS SOBRE LA DIGNIDAD D E LA NATURALEZA HUMANA
Si la naturaleza humana es una sola, su dignidad también es la misma en todos los hombres. Igualdad y
1. In Memoriam, CVI, y The Making of Man en The Death of Oenome and
other Poems.
14
fraternidad son valores inherentes a esa naturaleza. En
realidad, la filosofía antigua, en la doctrina estoica,
estuvo muy cerca de reconocer esos valores. Pero el
cristianismo les dió una base, una fuerza, una delicadeza, un alcance que sin él nunca hubieran tenido. No
solamente afirm6, sino que hizo prácticamente sensible
ia idea de que todos los hombres tienen el mismo Creador
y el mismo Padre, el mismo Redentor, la misma vocación, la misma esperanza final y el mismo hogar que es
la Iglesia.
El cristiano que, ai decir «Padre Nuestro», excluyera
de entre sus hermanos, aunque sólo fuera de modo
meramente implícito y práctico, a algún negro o algún
judío, no invocaría verdaderamente al Padre que está
en los Cielos y no sería oído. Precisamente porque hay
só10 un Dios, a cuya imagen hemos sido creados, y u n
solo Padre, del que todos somos igualmente hijos, todos
los hombres son hermanos y esta fraternidad no puede
ser destruida por ninguna potencia humana. El Único
modo de oponerse a esta fraternidad es colocándose
fuera de la paternidad de Dios. De este modo, lo repetimos, todo racismo consecuente implica una apostasía
del cristianismo.
Nuestra fraternidad es también una fraternidad en el
pecado, en la necesidad de un mediador que nos reconcilie con Dios nuestro Padre, y en la Redención universal
en Jesucristo, quien murió «no solamente por la nación,
sino también para congregar en un cuerpo a los hijos
de Dios que estaban dispersos I » . Abundan las afirmaciones sobre la catolicidad de la Redención; puede
decirse que no hay un texto que, al referirse a la Redención, no nos hable de su catolicidad. Sería imposible
negar la una sin impugnar la otra.
Asimismo los hombres tienen la misma vocación y la
misma historia profunda en el dominio de la vida inmortal del alma, que es el má; decisivo, aunque no el más
probado. Es verdad que, desde el punto de vista terrestre
podríamos decir, al menos en cierta medida: q q u é
tengo de común con los lapones o con los habitantes de
la Tierra del Fuego? Mi historia no es la de ellos ni su
historia la mia,. Es algo ridículo, indudablemente, poner
en manos de un niño de Indochina manuales escolares
1. an., X I .
&a.
15
.
franceses, donde éste leerá, por ejemplo : <nuestros antepasados los galos...»; pero siempre podremos poner en
sus manos la Biblia y enseñarle a decir, como podría
hacerlo un niño alemán: nuestro padre Abraham.
Porque, como lo ha dicho magnificamente Pio XI, «espiritualmente, somos semitas,. Abraham es nuestro padre,
puesto que es el primero de los «llamados> y de los
creyentes. Tenernos todos en común una historia que
empezó con él y cuyo centro es Jesucristo.
Los Últimos años transcurridos han demostrado que
lo que más une a los hombres es la comunidad de destino y de esperanza. Esta es sin duda una de las razones
por las que el hombre se liga fácilmente con compañeros
de ruta que, sin embargo, acaba de encontrar y que
habrá de abandonar muy pronto. Y, m á s aún, con compañeros de guerra o de evasión, de partido politico o de
lucha social. Compartimos con todos los cristianos
-mejor dicho, con todos los hombres del mundo- la
comunidad del destino más total, la más profunda y
decisiva, la de la salvación, o sea la del sentido divino
del mundo; la comunidad de esperanza más alta, miis
fuerte y más arrebatadora, la del Reino de Dios. NO la
sentimos apenas, porque ella no es perceptible por los
sentidos; pero, sin embargo, existe.
Por esta misma razón debemos hacer y hacemos el
camino juntos: somos una sola y única Iglesia, que es
el cuerpo terrenal de Cristo. No hay una Iglesia para
cada raza o para cada nación, como no hay un Dios
para cada nación o raza; si el cristianismo admite la
realidad de ciertas Iglesias nacionales y llega a reconocer, en una misma ciudad, jurisdicciones y ritos
distintos según la filiación étnica (en Alejandria y en
Jerusalén, por ejemplo), lo hace para respetar lo que
existe de humano en la obra de Dios. Tuvo raz6n San
Pablo al decir que en el Cuerpo místico de Cristo ya no
hay distinción de judio ni griego, de esclavo ni hombre
libre1; y luego aún: de varón ni hembra, palabras que
nos dan el sentido exacto de esta afirmación. Jesús ha
dicho que en el cielo no habria más relaci6n de marido
y mujer 2 ; y ha dicho igualmente a este respecto que
habria en la tierra, entre los cristianos, ciertas antici1. Gal., III, 28.
2. Mt., XXII, 30.
.
,
.
paciones a modo de parábolas de su Reino l. Si la Iglesia
se hallara totalmente desprovista de carácter humano,
no habría en ella distinción alguna entre hombre y
mujer, entre griego y judío; mas en este mundo, no
puede liberarse por completo de ias diferencias humanas. Además, constituye para la Iglesia una manera de
afirmar su trascendencia frente a esta diversidad el
hablar griego en Grecia y habe o copto en Egipto: pero
ella no es en sí misma «ni latina, ni griega, ni eslava, 2 .
La adaptación a los pueblos y a las razas es también para
la Iglesia un medio de realizar su programa de unificar
a todos en Jesucristo y la condición esencial de su catolicidad. Pero en modo alguno significa que existan una
Iglesia o una verdad nórdica o eslava. En ningún caso,
esa adaptacidn a lo humano debe convertirse en sumisión al egoísmo orgulloso y particularista, o sea en una
traición al Evangelio. Por todo lo que el Evangelio nos
dice de Jesucristo, nos parece evidente que, si éste
supiera que en algún lugar existían iglesias de negros,
con prohibición de entrada para los blancos, allá iria a
celebrar la misa, y en Pretoria o en la ciudad del Cabo
subiría a los compartimentos reservados a los indios ...
Sin ninguna duda, la Iglesia católica ha sido generalmente fiel al programa del Evangelio, pues los
profetas del racismo nazi, como H. St. Chamberlain o
Alfred Rosenberg, hubieron de lanzar contra ella, en las
páginas de sus libros, la acusación de haber destruido
todos los organismos nacionales y todas las culturas
originales. EI ideal de la Iglesia, dicen los nazis, es el
de uniformar el universo en el marco unitario de una
euolklose Weltkirche,. ¡Y, en particular se la inculpa de
haberse opuesto siempre al genio nórdico y germánico!
E L RACISMO NIEGA EL ESPIRITUALISMO CRISTIANO
La encíclica Mit brennender Sorge, de 14 de marzo de
1937, acusaba ai racismo nazi de hacer de la sangre la
única base y norma de la conducta del hombres. Es
cierto que los teóricos del racismo nórdico recurrían a
elementos de orden psicoldgico y moral, como el valor,
1. Mt.. XIX. 12.
2. Benedicto XV, Motu proprio Dei proufdentis. de 1.0 de mayo de 1917.
3. A c ~ Q ,1937, 158.
17
el honor, el espíritu de iniciativa, de fidelidad. Es incluso
muy significativo el hecho de que los teóricos del racismo
(Gobineau, Chamberlain, Rosenberg, Darré) no pudieran
nunca definir lo que ellos llamaban raza sin servirse de
esos elementos y sin crear arbitrariamente una especie
de tipo ideal muy alejado de la comprobación positiva
y de los hechos históricos. Asi, un mismo personaje
se incluía ya en un grupo racial ya en otro, invocando
razones que nada tenían que ver con la genética, pues
eran puramente ideológicas: Luis XIV, por ejemplo, era
calificado de antigermánico cuando expulsaba a los protestantes; pero era echter Germane cuando defendía las
prerrogativas de Ia Iglesia galicana ... Sin embargo, el
racismo es materialista al considerar las realidades superiores como el arte, la cultura, el derecho e incluso la
religión, como una expresión de impulsos o exigencias
de la «sangre», es decir de factores genéticos. Todos
recordamos aún estas fórmulas: «el arte es siempre
producto de una sangre determinada) ; «toda cultura
auténtica es la forma que toma, en la conciencia, el
elemento vital vegetativ0 de una raza, (Rosenberg). Y
luego estas abominables blasfemias : «El derecho es
para nosotros Únicamente aquello que sirve al honor
alemán,; «el derecho es lo que sirve al Volk % ; «la fe
depende intimamente de la raza, (W. Hauer, etc.).
Tampoco hemos olvidado las consecüëncias trágicas de
esas ideas: la creación, por el III Reich, de una nueva
forma de jurisdicción, el juicio que se funda sobre la
apreciación instintiva de lo que exige el bien del pueblo
antes que sobre una ley definida (decreto del 28 de junio
de 1935), el intento de definir y de crear una religión
nbrdica, por último, el antisemitismo bárbaro cuya obra
fué Auschwitz, el más grande de los crímenes de la
historia humana.
Ninguno de los paises que admiten en la actualidad
discriminaciones raciales profesa semejantes aberraciones. Más adelante, en nuestro estudio, habremos de
justificar la discriminación en ciertos aspectos; pero no
por motivos de raza. Puede ser legítimo, aun cuando sea
muy discutible y se preste a muchos abusos, que se
aplique en el mismo país un sistema penal a los europeos, entre los cuales se han eliminado desde hace
1. Palabra que signiflca a la vez upueblos y traza».
18
tiempo ciertas penas corporales, y otro a los aborígenes,
entre los que todavía esas penas son de uso corriente.
Pero, 1." en ningún caso un acto puede estimarse como
bueno para un grupo de hombres cuando el conjunto de
la humanidad lo considera criminal para otro; 2." podrá
aceptarse una discriminación invocando una situación
histórica de hecho, pero nunca por motivo de una diferencia puramente racial.
Será permitido, por ejemplo, establecer limitaciones
estrictas en las condiciones de residencia a los gitanos,
porque representan un grupo social determinado, con
un modo de vida o una conducta especiales, pero no
porque tengan un tipo físico diferente o antecedentes
raciales distintos. En ciertas ocasiones, puede ser dificil
establecer esa distinción, pero la diferencia es real y de
la mayor importancia.
Se trata del principio puro que da legitimidad al cabo
a todas las leyes. Si el legislador humano niega algo ante
una conducta determinada o ante la falta de cierta
aptitud -o si el poder eclesiástico, por ejemplo, niega
la comunión a un hombre porque se presenta incorrectamente vestido o por pertenecer a una secta condenada- impide el ejercicio de un derecho que es de su
competencia reglamentar; en cambio, si niega algo a un
hombre por el color de su piel, usurpa la dignidad del
legislador divino atribuyéndose una autoridad que no le
compete. Porque el hombre no puede tener autoridad en
un dominio en el que no es autor; el poder humano
tiene autoridad en los bienes sociales producidos por la
industria humana, cuyo uso común reglamenta, pero no
en lo que atañe a los derechos inherentes a la naturaleza
humana elemental, la que no ha sido creada por el
hombre. Esos derechos corresponden al Creador, y por
eso la Iglesia está encargada de su custodia y, aunque
reconoce al Estado, en su dominio, una competencia
fundada en la voluntad de Dios, la Iglesia ha declarado
siempre nulas en derecho las medidas legislativas que
invaden la jurisdicción del derecho natural, de la personalidad humana o de la familia, más antiguo y más
hondo que el derecho de la sociedadl.
En cuanto a la religión, subordinarla a una raza es
una aberracidn que los teóricos del racismo nórdico sólo
9. Cf. Ylt brennender Sorge, pdgs. 159-1813.
39
pudieron mantener creando, arbitrariamente y en oposición a los documentos más irrefutables, el mito de una
treligión aria,, interior y mística, en contraposición a
una fantasmagórica ereligión semita,, hecha de sumisión exterior y servilismo. El hombre no es mistico o
ateo, moralmente bueno o malo según la sangre que
corra por sus venas, sino por su fidelidad a un instinto
espiritual que Dios ha puesto en su misma naturaleza y
según la respuesta personal que quiera dar a la VOZ de
Dios ya sea en el interior de su conciencia, ya sea en
el exterior, en la predicación apostólica.
En la Biblia aparece repetidas veces la afirmación de
que la religión judeocristiana no viene de la carne
ni de la sangre, sino de una doble iniciativa de Dios:
una, fuera de nosotros, al dirigirnos su Palabra; otra, en
nuestro interior, al inclinarnos hacia esa Palabra por la
obediencia de la fe. Toda esa religión tiene sus comienzos
en la vocación y en la fe de Abraham, llamada a <separarse de su familia y de sus parientes, l . Más adelante
demostraremos que, a pesar de una apariencia superficial
de vinculación a una raza, el Antiguo Testamento se
mantuvo en realidad fiel a esa inspiración. En todo caso,
esto es lo que afirma con la mayor claridad el Nuevo
Testamento. La comunidn con Dios no depende del lugar
de nacimiento ni de ninguna relación carnal, proclama
Jesús, ni siquiera de ia situación, única y bendita entre
todas, de ser su madre2, sino tan sólo de la fe con que
cada hombre acoge en su corazón la palabra que se le
ha dirigido. Así se repite sin cesar esta afirmación de
que no es la sangre ni la carne lo que nos acerca a Dios,
sino la obediencia a su voz en nuestro Fuero internoa.
Esta es la razón por la que cualquier hombre y cualquier
raza pueden entrar, por medio de Cristo, en la cornunibn
de Dios, que es la Iglesia. Y, en efecto, la Iglesia tiene
visiblemente en su seno (que es el seno de Abraham)
hombres de todas las razas: la visión del Apocalipsis
(VII, 9>, que consagra las profecías del Antiguo Testamento, es una visión que puede alegrar ya nuestros ojos
terrenales.
1. Gen., XII, 1.
2. Cf. Le., XI, 27-28; Mt., XII, 46-50.
3. Cf. Jn., I, 13; Mt.. XVI, 17; 1 Cor., XV. 50; Cai., I, 16; EP., VI, 12.
20
EL RACISMO ES UNA
PSEUDORRELIGION
El papa Pío XI ha proclamado con palabras elocuentes
y verdaderamente proféticas que, al reducir a los términos de la raza los grandes principios del cristianismo, el
racismo los desvirtuaba profundamente y se convertía
en una pseudorreligidn en todas las nociones de revelación, fe, inmortalidad, pecado original, redención y cruz,
humildad y gracia 1. Si existe en el cristianismo un
misterio de la sangre y una solidaridad de la sangre, no
son los de una raza opuesta a otras razas, sino de la
totalidad de los hombres unidos en la herencia del
pecado que viene desde nuestros primeros padres y en
la herencia de la Redención ganada por la sangre de
Cristo 2. Cada vez que se proclama la santidad absoluta
de una raza -o de una clase social- se la reviste de
10s atributos de la Iglesia o del Cuerpo místico de Jesucristo. Muy fácilmente se puede probarlo hojeando las
publicaciones racistas o ciertos libros al servicio de una
clase social. Se afirma en ellos que un hombre es justo,
inocente, que se salva y llega a la verdadera libertad,
que hereda los más altos bienes y entra en una especie
de comunión con los santos, por pertenecer a una raza
o a una clase determinadas. Pero esto se realiza siempre
con exclusión de los demás, contra los cuales es permitido y aún laudable hacer la guerra para la que se
consideran buenos todos los medios.
La verdadera Iglesia, el verdadero Cuerpo místico
están abiertos a todos los hombres: su combate es
espiritual y sólo admite armas de luz; su ley es el amor
universal y misericordioso que proviene del corazón de
Dios.
EL RACISMO TIENE CONSECUENCIAS DESASTROSAS PARA EL
CRISTIANISMO
Todos los racismos, no sólo el racismo teórico y absoluto,
sino también el racismo práctico y relativamente moderado, tienen consecuencias desastrosas para el espíritu
y la letra del cristianismo.
1. MI1 brennender Sorge, paga. 156-158.
a. Discurso del cardenal Van Roey, arzobispo de Malinas. 1938.
21
Racismo y eugenesia.
La Iglesia católica no reprueba toda eugenesia, pero ha
adoptado una posición decidida y severa contra las
formas de eugenesia que no respetan el valor absoluto de
la vida humana y tratan al hombre como una simple
especie animal, como un elemento de zootecnia. No seria
del todo leal, ni muy inteligente, presentar sus intervenciones y sus prohibiciones en este dominio sin relacionarlas con los principios generales que las explican.
Sin embargo, así es como procede, por ejemplo, un autor
como Paul Blanshard. La Iglesia no trata de prohibir
de ninguna manera toda investigación y toda práctica
eugenésicas. Tiene una concepción propia, inspirada en
su firme decisión de no tratar las cosas humanas como
meras realidades físicas y de no separarlas de la calidad,
de la vocación y de las facultades espirituales del hombre.
La Iglesia inculca a éste la responsabilidad de sus actos,
la dignidad de la vida sexual y de la procreación, el valor
superior de las virtudes sobrenaturales. Mantiene que,
incluso en lo que posee de animalidad, el hombre no es
un animal; su sensibilidad -uno de sus atributos orgánicos- no es una sensibilidad de animal, sino de hombre,
subordinada a sus fines humanos y espirituales.
Esta verdad es olvidada no sólo por el racismo, sino
también por esa eugenesia inconscientemente materialista inspirada por los sentimientos de raza a una sociedad que, desprovista del valor que suelen conceder una
vitalidad plena y las disciplinas de la salud, siente
amenazado su porvenir.
La oposición de la Iglesia católica frente a la esterilización no se ha afirmado plenamente sino después de
cierto tiempo. Sin duda alguna, éste constituye uno de
los puntos que podrian ilustrar la idea formulada por
un jurisconsulto corno G.R. Renard del «derecho natural
con un contenido progresivoB. También nosotros hemos
dicho anteriormente que la tdoctrina social de la Iglesia,
es de esta índole y que sólo se desarrolla progresivamente, por reacción de un sentido cristiano, basado en
principios permanentes, ante los hechos de la historia,
y en condiciones determinadas. En su etapa actual, esa
doctrina, sancionada por el magisterio ordinario 1, puede
resumirse del modo siguiente :
1. Principales documentos : Enciclica Casti connubii, del 31 de diciembre
22
1. Toda persona no tiene derecho a hacerse practicar
la esterilización sino para salvar su vida y no, por
ejemplo, para poder gozar de los placeres de la carne
evitando la procreación. Por consiguiente, las legislaciones que impusieran la esterilización a reserva únicamente del consentimiento del interesado no cumplirían con lo que exige la Iglesia en nombre de derecho
natural.
2. Toda persona tiene derecho a renunciar libremente
a hacer uso de su poder de procreación y puede
incluso tener el deber moral de hacerlo (profesión de
celibato o de virginidad, deber de limitar el número
de nacimientos, responsabilidad que entraña la transmisión de taras hereditarias).
3. La. sociedad (el Estado) se atribuye el derecho de
practicar esta mutilación como sanción de ciertos
delitos muy graves y quiz5 aún como medida preventiva de reincidencias criminales. La encíclica Casti
connubii no se pronuncia sobre este punto. El progreso de las ideas morales parece eliminar esta práctica, definitivamente, de la legislación de los países
civilizados. Ciertos autores católicos (por ejemplo, el
P. Agapito Marin de Sobradillo) estiman que el Estado podría excluir a ciertos individuos del derecho
al matrimonio y a la procreación, cuando así lo exija
el bien común. Otros se oponen absolutamente a
ello 1.
4. El Esfado no tiene el derecho de privar a un individuo
de su potencia de procreación para obtener simples
bienes materiales eugenésicos, pero tiene el derecho de
aislar a los individuos enfermos que podrían transmitir graves taras a sus descendientes.
5. La verdadera eugenesia es inseparable de la solución
de la cuestión social (problema de la vivienda,
alcoholismo, prostitución, miseria), del respeto gene~-
de 1930 (Acta Ap. Sedis. 1930, págs. 502 y s.), y Decreto del Santo
Oficio, de 21 de marzo de 1931 (Acta A p . Jedis, 1931, págs. 118-119);
Reacciones de los catdlicos alemanes e italianos (cf. Documentation
catholique, París, t. 30 (1933), coi. 683-699, 817-828 y 31 (1934), 430431); Decreto dei Santo Oficio, por el que se prohibe l a esterilización
«directa», es decir, como fin en si misma, y no, por ejemplo, como
medio de salvar l a vida de un hombre, 24 de febrero de 1940 (Acta
A p . Sedis, 32 (1940), pág. 73); Decreto dei Santo Oficio del 2 de
diciembre de 1940, por el que se condena el homicidio por eugenesia
(Acta A p . Sadis, 32 (1940), pág. 533).
1. L'Osseruatore Romano dei 13 de agosto de 1933.
ral de la moral, de la formación de un sentido de
responsabilidad y previsión y de una legislación
sanitaria positiva (especialmente en favor de los hijos
que no han heredado las taras de sus padres, a pesar
de ser éstos degenerados o enfermos) y la difusión
de los deportes. La posición católica es una solución
de conjunto. No impone determinadas prohibiciones
sin ofrecer al mismo tiempo medios positivos de vida
sana. Sin más que observar la Ley de Dios, se
conseguirían muchos de los fines que persigue la
eugenesia.
La negacidn del amor al prdjimo.
Todo racismo, por limitado que sea, se opone a la esencia
misma del cristianismo -que es la caridad- y niega
la noción de *prójimo,, nombre con que se designa a
los demás en el lenguaje cristiano, que es el de la
caridad igualmente.
Bien conocida es la escena en que, después de haber
enunciado la ley del amor, un doctor de la ley, queriendo
justificarse, preguntó a Jesús: aiY quién es mi prójimo?, Jesús respondió: cBajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los salteadores de
caminos, quienes le dejaron medio muerto. Llegó a ese
lugar un sacerdote, y aunque le vi&,pasó de largo. Igual
cosa hizo un levita. Pero un samaritano que pasaba, a su
vez, se inclinó sobre la víctima y vendó sus heridas.
¿Quién de estos tres,. concluyó Jesús, *te parece haber
sido el prbjimo del hombre que cayó en manos de los
salteadores?, El doctor de la ley respondió: aAquél que
ejercitó con él la misericordia 1 , . Infinita es la profundidad de estas palabras. Jescs no quiso decir, naturalmente, que debemos amar a nuestro prójimo porque
haya dado pruebas de bondad hacia nosotros: explicitamente condenó esta actitud como propia de paganos, y
no de los discípulos llamados a imitar al Padre Celestial
que hace alzarse el sol sobre buenos y malosz. Es
indudable que Jesús ha querido enseñarnos, sobre todo,
que nuestro prójimo es el hombre que Dios pone sobre
nuestro camino; no el amigo que hemos elegido: sino el
1. Lc.. X, 25-37.
2. Mt., V, 43-48.
24
desconocido que encontramos y con el que tropezamos
sin poderlo evitar, y que Dios propone a nuestro amor.
Más aún, en su parábola Jesús obliga al doctor de la ley
a reconocer que su.prójimo no es el sacerdote ni el
levita, es decir, un hombre de su grupo o de su clase,
de su mundo o de su raza, sino un samaritano, hombre
de sangre impura al que se despreciaba y con quien se
evitaba tener relación 1. En realidad, el prójimo no es la
persona más cercana a nosotros por la sangre, por las
afinidades o por la pertenencia a un mismo grupo, sino
la que se nos aproxima por un amor puramente misericordioso y desinteresado. He aquí la raz6n por la cual,
en lenguaje cristiano, los demás hombres se llaman uel
próximo, o prójimo.
Por el contrario, el prejuicio racial, y más aún el
racismo transformado en teoria, implica, en vez del
amor, el desprecio a los demás, la desconfianza hacia
ellos. El colonizador, en su aspecto desfavorable, ha
podido ser caracterizado por una falta de comprensión
de los otros hombres2. El racista aplica a todo, llevándola hasta el paroxismo, una mentalidad de colonizador.
Y como nada hay más apasionado ni más irreflexivo que
el prejuicio de un grupo contra otro y como es tan
fácil ligar el desprecio o el prejuicio a cualquier detalle
del aspecto físico o del comportamiento exterior de los
demás, pronto se convierte el racista en esclavo de un
verdado complejo que destruye en él hasta las mismas
raíces de la caridad. San Juan, el apóstol del amor, nos
dice: uQuien odia a su hermano es un homicida3,. Y
ésta es una gran verdad. Es imposible odiar a un
hombre, o simplemente menospreciarlo, sin que lleguemos a pensar un día: useres como éste no deberían
existir,. Ahora bien, el genial Dostoievski nos ha demostrado, en la figura de Smerdiakov de los Hermanos
Karamazof, que un pensamiento de esta índole es el
principio de un asesinato.
Ei antisemitismo.
EI prejuicio racial, y sobre todo el racismo teórico,
conducen casi siempre al antisemitismo. Ésta es la
1. Jn., IV.
2. O. Mannoni, Psychologie de la colonisation. Paris, Ed. du Seuil, 1950.
3. Jn., III, 15.
segunda forma en que se opone a la esencia misma del
cristianismo.
También en este caso los acontecimientos han deparado a la Iglesia y a numerosos cristianos, entre los
cuales nos contamos, la ocasión de precisar, de profundizar y de poner en claro el sentido íntimo y las consecuencias de sus principios doctrinales. N. Berdiaeff decía
ya con razón en 1938: «Las formas que actualmente
adopta la persecución de los judíos conducen, desde el
punto de vista cristiano, a una condenacih definitiva
del antisemitismo. Este hecho es un factor positivo del
racismo nazi.» Los infinitos padecimientos de Israel
parecen haber sido como una misteriosa condición para
llegar a una visión más clara de lo que representa ese
pueblo en la economía providencial y para realizar un
nuevo descubrimiento, fecundo y aclarador, de lo que
significa el Antiguo Testamento para el propio cristianismo. Ya la Iglesia de la antigüedad, tan cercana aún
de sus orígenes, tenía clara conciencia de ser el «Nuevo
Israel» que «realizaba» el Antiguo y no podía renegar
nada de este Último. Hecho aún más notable si se
recuerda que en aquella época la Iglesia cristiana afirmaba sus principios contra la Sinagoga y discutía con
los judíos. Pero cuando Marcio quiso conservar sólo un
Nuevo Testamento del que se hubiera eliminado todo
elemento del Antiguo, la Iglesia le expulsó de su seno,
afirmando así su profunda convicción de que no podría
ser la Iglesia de Cristo sino en la continuidad de la
tradición de Israel. Este es el motivo también por el
cual las tentativas del racismo nórdico para oponer una
religión «aria», interior y mística, a la religión «semita,
de un Dios creador y dominador, no podían ser acogidas
por la Iglesia, sino como una absurda invención.
«Espiritualmente, somos semitas,, dijo Pío XI a un
grupo de peregrinos belgas el 6 de septiembre de 1938.
Para un cristiano, ser antisemita es negar prácticamente que Israel sea un pueblo como los demás y lleve
siempre en sí, como una elección divina, la dolorosa
contradicción de ser todavía el Israel de Dios, pero no
el «verdadero Israel». No se trata en este caso sencillamente de esa falta contra la caridad de que antes hemos
hablado; más bien se trata de un elemento propio de
Israel que se encuentra también en la esencia del
cristianismo. En la segunda parte del presente estudio
26
hemos de ver los problemas concretos, de orden socio16gico y politico, que plantea a las naciones, tanto a las
cristianas como a las demás, la presencia de una comunidad judía en el seno mismo de los países donde los
elepentos de esa comunidad se hallan dispersos. Son
problemas reales, aunque muchas veces exagerados y
complicados por una falta lamentable de serenidad e
incluso de objetividad. Pero sería un error limitarse a
esos problemas y ver en la comunidad hebraica Únicamente a los judios, y no a Israel, como lo exige una
distinción de términos que ya se encuentra en la Biblia *.
Se suele incurrir en dos errores gravísimos, el primero
consiste en no ver el problema espiritual o en ocultarlo
o hacerlo desaparecer totalmente en el problema
humano, sociológico o politico; el segundo, en tratar
incluso ese problema humano desde un punto de vista
puramente físico, es decir no humano y sobre todo no
cristiano. «La existencia de los judíos en un país puede
plantear un problema o diversos problemas. Pero en
ningún caso tiene un cristiano el derecho de enjuiciar
esos problemas con una mentalidad antisemita z . ~
Al limitar el misterio de Israel al problema sociológico
o político del judío (problema ya de por si mal planteado), se expondrían los cristianos a reducir el catolicismo a una doctrina sociológica, a una religión- de
carácter social. Este peligro se ha manifestado con
suficiente claridad en la actitud de Ch. Maurras. Eliminado el «peligro judío,, por un tratamiento puramente
político, resulta que el mismo cristianismo pierde su
*virulencia%. Porque la savia profética que vive en la
Iglesia tiene sus raíces en el pueblo de la espera y de
la promesa, el pueblo del mesianismo y de la escatología,
e1 pueblo «que introdujo en la conciencia humana la
noción de lo hist6ricoD (N. Berdiaeff). Es muy de
lamentar en cierto sentido que Israel, al no corresponder
aHebreo, es un nombre puramente etnol6gico (acaminantes).
aJudio», que viene de aJudea, Judas,, designa al pueblo como entidad
puramente humana y terrestre. Las Escrituras y los textos profanos
emplean esta palabra cuando se habla de los judíos como pueblo
político, o como comerciantes, etc.; en el Evangilio de San Juan, el
ujudio» es el que ha rechazado a Jesús. aIsraelita, designa al
pueblo judio como realidad religiosa, pueblo de la Revelación y de
la Alianza (cf. von Rad y Gutbrod, art. Israel, en el Wörterburch de
Kittel, t. III. especialmente pbgs. 357 y s., 378 y s . ) .
Y. de Montcheuil, en L’EgZisc e t l e monde actuel, diciembre de 1940,
phg. 106.
27
a su elección en Cristo. haya dado -por decirlo asiun sentido laico a su vocación propia, contenida en el
fermento profético. fisa es la razón por la que un Karl
Marx, a pesar de las acerbas críticas que formula contra
el judaismo del dinero, sigue siendo profundamente
judío; y ése también es el motivo por el cual, en la acción
de los judíos hay frecuentemente algo de revolucionario e inquietante. Pero la auténtica vocación de los
judíos es la de sentirse destinados para las naciones
-pars pro toto, aminoria al servicio de una mayoría,
(J. Weill). Aun en el plano humano de la historia, es
imposible comprender a los judíos fuera de esta perspectiva.
Con mayor razón no se puede alcanzar y conservar la
esencia del cristianismo si no respetamos en él sus
raíces judias y si en esos fragmentos infieles de Israel
dispersos ahora en el seno de los demhs pueblos no
vemos los restos del Vaso de elección que nos ha
transmitido los más altos dones de Dios.
/LA BIBLIA ES ACASO RACISTA?
Pero ¿no han sido los mismos judios los primeros
racistas? ¿No encontramos en la Biblia una bendición
para ellos y maldiciones contra las demás razas en
cuanto tales?
Hay que volver asi a examinar las afirmaciones
raciales de las Escrituras y el contenido de racismo
que hay en el hecho de que Israel sea el «pueblo
elegido,. No hay discusión sobre un punto primordial :
se trata, sin duda, de la elección de un pueblo, pero esta
elección no tiene, ni por su contenido ni por su significación, carácter racista. No hay que olvidar, por otra
parte, que la religión de Israel se diferencia profundamente de la de otros pueblos con los cuales, sin embargo,
formaba una sola comunidad racial, y esto reduce a
arbitraria construccibn de ingenio la tesis nazista que
liga estrechamente raza y religión y establece entre
ambas una correspondencia rigurosa. Israel fué elegido
como pueblo porque es designio de Dios congregar a
todos los hombres en un sólo pueblo espiritual, la Iglesia,
para salvarlos y llevarlos a su comunión, no aisladamente los unos de los otros, sino en común. Así, el
28
pueblo de Israel fué elegido en representación de todos
y para todos, pars pro toto. La elección se limita en un
principio a un pueblo porque Dios parece complacerse
en dar primero a uno sólo o a unos pocos lo que destina
a todos, con el fin de integrar en su plan de misericordia
universal los esfuerzos y las aportaciones de los hombres
en el transcurso de la historia. También lo hace así para
proteger la plantación y el primer brote del germen de
la verdadera religi'ón, antes de exponerlo a todos los
vientos de la cultura mundial.
Las Escrituras prueban en la forma más explícita que
la elección no tuvo sentido racista y que el cpueblo
elegido, de que nos habla la Biblia nada tiene que ver
con una raza noble o con un Herrenuolk. Estas Escrituras
nos dicen precisamente que Israel no fué escogido por
sus cualidades superiores -los
griegos lo hubieran
merecido mucho mhs en ese caso- sino, al contrario,
porque no las poseíanl. Este sentido de la elección
divina lo subrayan todos los libros de la Biblia, cuando
nos refieren cómo Dios se complace sin cesar en imprimir
a los acontecimientos una direcci6n inesperada, en
escoger fortuitamente a los hermanos menores en lugar
de los mayores - c o m o en la historia de Caín y Abel,
de Jacob y de Esail, de Efraín y de Manasés, de David-,
o en preferir que las madres de los elegidos de su pueblo,
sean mujeres estériles: Sara; Rebeca, madre de Sans6n;
Ana, madre de Samiel; Isabel, madre del Bautista. De
esta manera nada tiene el (pueblo elegido, de raza
privilegiada ni excepcionalmente dotada : su elección no
tiene sentido racista.
Tampoco lo es el contenido de la elección. Desde un
principio y constantemente, Israel es el pueblo escogido
para la humanidad entera para ser mediador de una
Revelacih destinada a todos. La idea de Dios que se
afirma en la Biblia difiere Profundamente, por un rasgo
característico, de la que encontramos en los demás
pueblos que rodean a Israel: Jehová no es el Dios de
un pueblo determinado, ligado como los dioses particulares a un grupo de hombres. Es el Creador de toda,s
las cosas y no hay más Dios que El. Esta es la raz6n
por la que tampoco está vinculado a un lugar preciso,
a una montaña, por ejemplo, a una fuente o a un
1. Vdase Deut., VII, 7 ; X, 14-15; Ez., XVI, 3-15; 1 Cor., I, 27.
29
santuario particular. Así lo indicaron con toda claridad
San Esteban, en su discurso ante el Sanhedrin, y San
Pablo, en las palabras que pronunció ante el Areópago 1.
Todo eso nos lleva a precisar el sentido de los dos
pasajes de la Biblia en que se habla de la división de las
razas: la descendencia de Noé y la Torre de Babelz.
M. W. Zimmerlis, autor de un reciente estudio sobre el
relato de los orígenes, ha observado que estos dos
episodios se completan mutuamente. Aquel que expone
la diversidad de los pueblos descendientes de Noé presenta el aspecto afortunado y positivo de esta diversidad:
una descendencia numerosa es un bien. La Biblia no
dice nada de los negros como «hijos malditos de Cam, ;
los autores teocráticos que, como Joseph de Maistre, han
pretendido ver en la Biblia lo que Dios pensaba de la
historia de su época, y sobre todo los que, como ciertos
anglosajones de los siglos XVIII y XIX, justificaban la
trata de negros con la Biblia, han incurrido en la más
absurda de las contradicciones, dando al texto sagrado
un sentido que nunca tuvo. No hay en las Escrituras
ninguna maldición contra ninguna raza como tal.
Desde el punto de vista de la Revelación bíblica, lo
normal es la unidad del género humano y, en todo caso,
su armonía pacífica. Si existe entre los hombres una
diversidad que llega a ser oposición, imposibilidad de
entenderse, se trata de una anomalia que es necesario
explicar. La Biblia da la explicacibn en el episodio
etiológico de la Torre de Babel, donde se .presenta un
aspecto nefasto de la diversidad -la cual en si misma
es indiferente y más bien feliz- de razas, pueblos y
lenguas. Según ese relato, la unidad racial, política y
lingüística de la humanidad no tiene nada de censurable.
Dios no se opone a ella sino cuando se halla inspirada
por el propósito orgulloso de sustraerse a su soberania.
E. König, que ha observado este hecho 4, señala también 5
que ninguna otra literatura de la antigüedad proclama
la unidad del género humano con la misma insistencia
que la Biblia. Demuestra este autor que desde el
1. Hechos, VI1 y XVII, 22 y s .
2. Gen., X, 1, XI. 9.
3. I Mose, 1-11. Die Urgeschichte, Zurich, 1943; especialmente t. II, págs.
170-235.
4. Theologie des Alten Testaments (pár. 13, Stuttgart, 1922 págs. 63-54).
5. Ibid., pág. 51.
6 . Zbfd., y p8r. 77, págs. 259-269.
30
momento de la creación de Adán, la Biblia presenta un
plan de Dios y una historia de salvaci'ón pata toda la
humanidad. Incluso después del pecado, Dios se abstiene
de aniquilar al género humano; le da pruebas de su
amor y ciertos medios de conocerlo, y se compromete,
como por una alianza, a asegurarle su benevolencia y
los dones de la naturaleza. Aun cuando el orgullo de los
hombres ha provocado la maldición de Babel, Dios,
transfiriendo su plan de gracia a una familia y a un
pueblo por la elección de Abraham, no deja de proclamar explícitamente, desde un principio, el fin universal
que persigue: tBenditas serán en tí todas las naciones
de la tierra.>
Este plan universalista se halla presente siempre en la
historia de IsraeI. Antes de que los gentiles entraran en
la Iglesia y de que la confusión de Babel quedara reparada por el milagro de Pentecostés, había en Israel como
una anticipación y una promesa de salvación universal
por la que se asimilaron al pueblo de Dios individuos
étnicamente distintos : Rahab, cortesana de Jericó;
Abimelech, hijo de Gedeón y de una cananea; Ruth, la
moabita, que figura entre los ascendientes de Jesíis y
otros que, en gran número y sin gloria, fueron admitidos
a la comuni'ón religiosa de Israel como prosélitos
(palabra que, dicho sea de paso,-es propia de la lengua
bíblica, lo cual no deja de ser significativo) l. ,yC.ómo
podríamos dejar de recordar aquí los magníficos textos
universalistas que abundan en los Salmos y en los Pro€etas después del destierro? Sería imposible citarlos,
pero merecen leerse*. Para la Biblia, todos los pueblos
son culpables, pero todos pueden obtener el perddn de
Dios y todos vendrán a fil.
Pero las Escrituras prescriben también la exterminación de miembros de otras razas, e incluso de otras razas
en gener al... En los mil años que transcurren desde la
orden de exterminar a los madianitas, a los cananeos, etc.
- c o m o puede verse en el Libro de los Números, en el
Deuteronomio o en el Libro de Josué- hasta las medidas similares dictadas por Esdras después del destierro,
fué derramada mucha sangre. Pero es indudable, y los
1. Véase Exodo, XII, 48-49.
2. Véase Isa., XI, 9; XIV, 1-2; XIX, 19-25; XLIX. 18-23; LII, 1 0 y Sig.;
LVI, 1-8; LXVI, 18-21; Sal., 2, 7-8; 22, 27-28; 65, 32; 77, 1-2; 72, 8-11;
86, 6-10; 96, 5, 7, 1 0 ; 98, 8-7; Zac., II, 1 5 ; 8, 20-24; XIV, 20-21; Joel,
III, 1-2; Mal., I, 11, etc.
31
textos sagrados lo dicen explícitamente, que nunca
fueron condenados a la destrucción pueblos o mujeres
extraños a Israel por una discriminación racial propiamente dicha, sino por peligro o actos de idolatria'.
Y no fué tampoco un prejuicio racial lo que di6 origen
a tantas medidas de protección aplicadas a la descendencia de los patriarcas, y más tarde a la de Judá,
sino el cuidado de cumplir fielmente el designio de Dios
que, desde Abraham hasta María, pasando por Judá y
David, trataba de asegurar la realización de las promesas
mesiánicas.
Seria, pues, totalmente falso interpretar el Antiguo
Testamento en términos de razas y sobre todo de
racismo. Incluso después del advenimiento del cristianismo, el judaísmo, disperso y no obstante siempre indivisible, no ha interpretado nunca su posición en términos
de raza. Puede haber en este sentido una tendencia
espontánea y vulgar, que acaso se ha afianzado en la
medida en que los mismos judíos han dado carácter
laico a la idea de su pueblo y, como ya hemos explicado
anteriormente, han demostrado ser más «judíos, que
<israelitas,. Aun en ciertos textos del Talmud, el universalismo desaparece prácticamente en algunos pasajes
y se considera la eleccih de Israel únicamente para ese
pueblo y no para toda la humanidad. Mas esto no llega
a ser un racismo. En efecto, jamás se excluyó definitivamente a nadie de la comunidad de Israel porque no
descendiera físicamente de Abraham. No sólo fueron
acogidos en esta comunidad hombres de origen ario,
sino grupos étnicos enteros (los khazars del Volga inferior, desde el siglo IX al siglo XI, en que fueron aniquilados; los bereberes judaizantes de Africa del Norte).
Pero sucede con frecuencia que un grupo, tratado con
un criterio racial, adquiere una conciencia de raza y
reacciona en consecuencia: se ha observado este fenómeno entre los negros en más de una región de Africa.
Sin duda que los judíos han seguido en ciertas ocasiones
un camino semejante; pero aun así, no se les puede
considerar en todo caso como los primeros racistas.
1. NQmero XXV, 5; Deut. IX, Esdr., 1X. 1 y
32
B.
ACTITUDES CONCRErAS DE LA IGLENSIA
ANTE LOS HECHOS RANCIALES
EL PUNTO DE VISTA
CAT~LICA
.
.
RACIAL
SE OPONE A LA T R A D I C I ~ N
El cristianismo llevaba en sus mismos principios la
negación del prejuicio de raza. Además, surgi6 y se
difundió en sus comienzos en el mundo grecorromano y
dentro de los confines del Imperio, que abarcaba razas
de toda suerte y no profesaba ningún principio racial,
como tantas veces lo han afirmado los racistas nórdicos
modernos. El imperio de Augusto, la pax romana y el
orbis romanus eran en absoluto independientes de la
noción de raza. La filosofía estoica, en la que los latinos
encontraron casi espontáneamente su ideal, proclamaba
la unidad del género humano y una igualdad y una
fraternidad de principio entre todos los hombres. Así,
la Iglesia se mantuvo libre de los prejuicios de raza.
Los Padres de la Iglesia se han complacido en subrayar
ese milagro de la unidad cristiana, que reunia en la
unanimidad a tantos hombres y pueblos diversos.
cAqué1 que está en Roma sabe que los habitantes de la
India son miembros de su Iglesia. qué sociedad podría
compararse con esta? Y todos tienen un solo jefe, que
es Cristo ... 1,
Cuando, al convertirse príncipes y pueblos, el cristianismo comenzó a existir no sólo espiritualmente como
Iglesia, sino bajo la forma políticojurídica de «Republica cristiana,, cuando la autoridad espiritual tuvo
medios de acción social, la oposición de los cristianos
a otros grupos de herejes o de infieles tomó muchas
veces una forma de lucha y en ciertos casos de opresión.
Recordemos las violencias de que fueron objeto los
judíos en varias ocasiones, las guerras contra los árabes,
las cruzadas contra el Islam, las guerras de los Caballeros
Teutónicos contra1 baltos y eslavos, la lucha contra los
1. San Juan Crisdstomo, San
Agustin, etc.
33
turcos ... Pero es sumanente notable que el sentimiento
de raza no apareció nunca en esas luchas. No se establecía la división en ese plano, sino en el plano espiritual
de la fe, oponiendo la creencia verdadera a las creencias
falsas1. No se luchaba contra el moro por ser «árabe»
sino por ser infiel. Conviene recordar con este motivo
que la famosa expresión «perfidia judaica, no tiene
probablemente el sentido moral que sugiere su engañosa
transcripción a las lenguas modernas, sino el sentido
teológico y canónico -muy próximo a su etimologíade falta de fe o de negativa a creer 2.
No hemos de hacer aquí, ni aun sucintamente, una
historia del antisemitisnio cristiano ; baste observar que,
en la medida en que éste ha existido, obedecía a motivos
unas veces económicos o psicológicos, las más de orden
religioso, pero nunca consideraciones racistas.
Tampoco existía el sentimiento racial en la cristiandad
en forma de patriotería nacionalista. Hoy día se precisan
con mayor claridad los rasgos del sentimiento nacional,
que aparecen desde la época de los carlovingios en
Europa, pero se admira el universalismo de una Iglesia
y de una cultura que hicieron del inglés Alexandre de
Hales, del alemán Alberto el Grande y de los italianos
Santo Tomás de Aquino y §an Buenaventura, en el
siglo XIII, glorias de la Universidad de París; ese universalismo que permitió que «en el siglo XII la Sede Episcopal de Canterbury fuera ocupada por un italiano, San
Anselmo; la de Lincoln, por un saboyano, §an Hugo;
la de Chartres por un inglés, Jean de Salisbury 3 » .
Por cierto, tal universalismo tuvo también aspectos
negativos. La universalidad romana ha traído consigo a
veces demasiada uniformidad, sumisión, ignorancia de
legítimas particularidades nacionales. Diversos cismas
encontraron terreno abonado en un sentimiento nacional,
a veces casi racial, ignorado con excesiva frecuencia:
así sucedi6 con los cismas africanos del siglo IV (donatistas, circuncelios) ; más tarde el sentimiento nacional
1. Cf. Fi. F. Bencdict., Hace and R a c i s m . Londres, The Labour Rook
Service, 1943, pág. 107.
2. Tenemos sobre este punto no só10 estudios científicos (E. Peterson,
<perfidia judaica», en Ephemerides Liturgicae, 1936, págs. 296-311 ;
J . 4 . (Esterreicher, uPro períldis Judaeis», en Theological Studies,
marzo 1947, phgs. 80 y s . ) , sino también una declaretión de In Congregación de Ritos que autoriza las traducciones c ~ i i i f i d ~ l i d a dcmegntivd
~,
a creer»: Acta A p . Sedis, 1943, p4g. 342.
3. Mons. Feltain, pastoral, 1952.
34
checo eiieontrb expresión en cl movimiento Hermanos
de Bohemia, en las reivindicaciones de los «utraquistas»
(comunión en ambas especies) y en la acción de Juan
Huss; análogamente, la reforma de Lutero tuvo por
telón de fondo el sentimiento nacional alemán herido
por las exacciones romanas y por la dominación humillante de los italianos. Todo ello nos demuestra que la
Iglesia, al mismo tiempo quc afirma y realiza la unidad
superior, debe tener en cuenta los hechos de nacionalidad y, eventualmente, de raza. La justa medida está en
la armonia entre el principio de universalidad y la
realidad nacional 1. Probablemente, de haber existido
una Iglesia bereber en Africa del Norte, el Islam hubiera
tropezado con una resistencia más eficaz ...
Los pocos historiadores de la idea racista nos dicen
unanimemente que «el prejuicio racista surgió con la
colonización en el siglo XVI... y no es un fenómeno manifestado de una sola vez. Porque no debe olvidarse que,
para los hombres del siglo XVI, la incorporación al cristianismo, es decir, a la forma de civilización predominante, impedía toda discriminación racial, 2. «European
expansion overseas set the stage for racist dogmas and
gave violent early expression to racial antipathies
without propounding racism as a philosophy3.» Parece
indudable que el prejiiicio racial está vinculado, en su
origen y desarrollo, al imperialismo colonialista. Tiene
este aserto una confirmación elocuente en la evolución
de los sentimientos hacia los hombres de color, en
Inglaterra, y especialmente hacia los negros. Hasta el
siglo XVIII los negros vivían en Inglaterra como servidores, sujetos a un régimen paternal, sin suscitar ninguna repulsión. Sólo apareció alli un sentimiento de
desprecio hacia ellos en el siglo XIX, y aún en el
siglo xx, al crecer la soberbia imperialista y el colonialismo 4 .
El prejuicio colonialista se afirmó con toda su violencia entre ciertos españoles después del descubrimiento
y conquista de América. Solórzano refiere, en De Zndin1. Cf. Fr. Dvornik, National Chiirches and the Churrh Universal, Wets-
minster. 1941.
2. Ch.-A. Julien, uLe racisme et l’Union francnise», rn Mondes d’orient,
números 9, 10, 11.
3. R. F. Benedict, o p . cit., p4g. 111.
4. Cf. K. L. Little, Negroes in Britain. A S t u d y of Racial Relations in
English Society. London. Kegan Paul, 194ß.
35
rum jure, que muchos negaron a los indios la calidad
de hombres porque, aun teniendo apariencia humana,
les faltaba la inteligencia. Pedro Mártir de Anghiera,
Francisco López de Cómara, Pedro Cieza de León, el
milanés Girolamo Beiizoni, Antonio de Herrera, SimÓn
Maiolus y el P. Gregorio García - e s t e último, hermano
en religión, sin embargo, del admirable Las Casasrepitieron, durante el siglo XVI, una fórmula que les
permitía mantener a los indios en aencomienda,, es
decir, en una condición similar a la esclavitud. Fué
entonces cuando advertido por el dominico Julio Garcés,
obispo de Tlascala, el papa Paulo III publicó en mayo
y junio de 1537 una serie de bulas que constituyen las
primeras declaraciones del magisterio romano sobre las
cuestiones raciales :
aHa llegado a nuestro conocimiento que nuestro amado
hijo en Cristo, Carlos, emperador de los romanos y rey
de Castilla y de León, ha publicado contra aquéllos que
movidos por la codicia tratan a seres humanos con
espiritu inhumano un edicto que prohibe a sus súbditos
reducir a la esclavitud y privar de sus bienes a los indios
occidentales y meridionales. Considerando que los indios,
aunque se hallan fuera del seno de la Iglesia, no están
privados ni deben ser privados de su libertad o de sus
bienes, puesto que son hombres, y por ello capaces de
fe y de salvación, y no deben ser reducidos a servidumbre, sino i n v i î a b s a 19 -v
vida por la predicación y por el ejemplo ... [a continuación figura una
excomunión, reservada a la Sante Sede, para quienes
reduzcan a los indios a la esclavitud o los despojen de
sus bienes].
cEl enemigo del género humano ha sugerido a algunos
de sus satélites la idea de difundir en el mundo la opini6n de que los habitantes de las Indias occidentales y
de los continentes australes, de cuya existencia no hemos
tenido conocimiento sino en tiempos recientes, deben ser
tratados como animales desprovistos de razón y utilizados exclusivamente para nuestro provecho y servicio,
con el pretexto de que no participan de la fe católica y
son incapaces de aceptarla. Nos vicario indigno de Cristo
Nuestro Señor hemos de consagrar todo nuestro esfuerzo
a guardar el rebaño que Xos fué confiado y salvar las
1. Bula o breve Pastorate offleiurn dirigida al cardenal Juan de Tavern,
arzobispo de Toledo, el 29 de mayo de 1538.
36
ovejas descarriadas, Consideramos a los indios hombres
verdaderos que no sólo pueden aceptar la fe cristiana,
sino que aspiran a ella.
>Y, con el deseo de remediar el mal que se ha causado,
Nos decidimos y declaramos por la presente Carta, cuya
traducción deberá ser legalizada por cada párroco
mediante su sello, que dichos indios, como todas las
demás tribus de que, en el porvenir, tenga conocimiento
la cristiandad, no deberán ser privados, aunque no sean
cristianos, de su libertad ni de sus bienes, no obstante
cualquier disposición que pudiera alegarse en contra y
serán dueños de seguir gozando de éstos.
,Los indios y los demás pueblos que más tarde
puedan aún ser descubiertos deben ser convertidos Únicamente con la palabra de Dios y con el ejemplo de una
conducta buena y santa 1.a
AI año siguiente, en sus lecciones sobre la templanza,
y más tarde en 1539, en su De Indisz, el dominico
Francisco de Vittoria declaraba que los indios eran
hombres y que, por consiguiente, debía aplicárseles el
mismo derecho natural que se aplicaba en España. En
un mundo al que se abrían amplias perspectivas, ante el
hecho nuevo de la convivencia de europeos y hombres
de color, y ante las primeras pretensiones de un colonialismo duro y violento, la actitud de la Iglesia era
muy clara: los indios, lo mismo que los negros o los
amarillos, son hombres como los europeos. El derecho
natural, la fe y la salvación no tienen fronteras de raza.
Por otra parte, la misma noción de «raza, no era
explicita en esa época, sino más bien implícita. En el
idioma francés del siglo XVII la palabra raza no tiene
sino el sentido de <progenie,, de familia considerada en
su continuidad física (Littré). Ha sido necesario, después
de la edad misionera y mercantil de los grandes descubrimientos, llegar a la época de los primeros estudios de
etnología y de ciencia de las religiones y de los trabajos
de zoologia del siglo XVIII para emplear la palabra raza
aplicándola a pueblos enteros. Apenas había hecho su
aparición la idea de raza en el dominio de las ciencias
naturales, cuando ya se apoderaban de ella los filósofos
en espera de que más tarde, después de la época román-
-
1. Bula Sublimis Deus, del 2 de junio de 1537 (según otros, del U de
junio).
2. Edicidn Getino, Madrid, 1034.
37
tica, se sirvieran de ella los políticos. Voltaire la esgrime
ya contra la idea rousseauniana de la unidad natural y
la igualidad primitiva entre les hombres. Kant fué sin
duda el primero en dar una definición precisa del concepto de raza, el cual desde entonces quedó incluido en
el patrimonio de la cultura humanal.
LA' IGLESIA FRENTE AL RACISMO ACTUAL
Habiendo llegado así las ideas a una fase que podríamos llamar de madurez, tres grandes grupos de hechos,
que caracterizaron el siglo XIX, han planteado de una
manera nueva y a veces.verdaderamente aguda la cuestión racial, exigiendo una reacción concreta de la conciencia cristiana: el desarrollo de las misiones; las
conquistas coloniales con la necesaria convivencia priinero de europeos y aborígenes, y después el movimiento
antiesclavista con sus consecuencias; y el romanticismo
que culminó en la creación del mito de una raza nórdica
especialmente dotada y atractiva, mito que remozaron
luego, sobre una base pseudocientífica, los profetas de
la supremacía aria. Así la Iglesia se vi6 obligada a hacer
frente, con una actitud concreta, 1." a los problemas que
suscitaban las misiones; 2." a los que surgían de la
convivencia de blancos y hombres de color, señaladamente en Africa del Sur y en los Estados Unidw de
América, y 3." al racismo nazi y al antisemitismo
moderno.
La Iglesia y las razas desde el punto de vista de la misión
evangelizadora de la Iglesia.
La actividad evangelizadora consiste en incorporar
nuevos fieles a la Iglesia apostólica, en fundar la Iglesia
de los apóstoles en lugares y pueblos donde no existia
anteriormente, dando una presencia activa a sus tres
elementos principales: la fe, los sacramentos de la fe y
los poderes del ministerio (sacerdocio, episcopado). Pero,
tanto en las misiones remotas como en los países de
antigua cristiandad, la Iglesia ejerce necesariamente su
misi,Ón secundaria de civilización cristiana. Los hechos
I . Bestimmung des Begriffs einer Menschenrasse, 1785; Werke, t. IV,
pág. 225.
38
demuestran que jamás ha creído, ni aun remotamente,
en las máximas racistas según las cuales sería una
locura emprender una obra evangelizadora por estar
los pueblos paganos racialmente predestinados a ser
inferiores l . La Iglesia ha llevado a todas partes, con el
Evangelio -como su preparación, su complemento o su
iruto natural-, la instrucción, el cuidado de los cuerpos
enfermos o mal alimentados, la elevación de la niujer, la
moralidad de la familia, el respeto de la infancia y de la
vida humana, la estima y la práctica del trabajo, el establecimiento de normas de justicia y relaciones de paz.. .
En una palabra, las, características primordiales de la
actividad misional católica son una afirmación efectiva
de unidad y una ventaja considerable para los seres
humanos que benefician de ella. La Iglesia es una, pero
su aportación es multiple.
Mas, no olvidemos otros aspectos complementarios : la
realidad de la diversidad y el enriquecimiento de la
Iglesia. La Iglesia recibe mediante las misiones; no se
nutre tan sólo de una fuente de lo alto, Jesucristo,
segundo Adán, lleno de gracia y de verdad, sino también
de una fuente mundanal, la de una humanidad que es
solamente la substancia del primer Adán, multiplicada
y desplegada, en el transcurso de l a historia, a través
de pueblos, culturas y lenguas y que debe ser «recapitulada, en el segundo Adán. En una teología de la catolicidad se encuentra la justificación del papel que puede
desempeñar, en la Iglesia, la diversidad de los pueblos
y, eventualmente, de las razas. Ya hemos explicado este
punto con anterioridad.
El factor esencial en este caso es, sin duda, el pueblo,
realidad perteneciente al mundo de la historia y de la
cultura y no al de la biología. Los autores racistas
incurren constantemente en el paralogismo de pasar de
un terreno a otro, atribuyendo a un concepto más bien
místico, que llaman raza, elementos que son en realidad
producto de circunstancias históricas o geográficas, de
la cultura y de la historia. La noción de raza no es un
concepto de la tradición católica y no se encuentra en
la teología, en las cartas pastorales, en la misionología o
en el derecho canónico. La Iglesia, en este caso, tiene
que limitarse a aceptar, cuando existen, las conclusiones
1. Hitler, M e i n K a m p f , pág. 446.
2. Ciirdtiens désunis, Paris, 1937, cap. 3.
39
de la ciencia. Después de todo, si las almas son iguales,
aunque un individuo no deja de distinguirse de otro, en
inteligencia y en carácter, por un equilibrio y una perfección diferentes de sus facultades corporales -y estas
disposiciones corporales se transmiten parcialmente por
herencia y quedan genéticamente determinadas-,
i por
qué no ha de poseer un grupo de hombres procedentes
de un origen común, más o menos remoto, un temperamento original hereditariamente determinado y, por
consiguiente, de carácter racial? No deja esto de ser
posible; la dificultad reside en que los cruzamientos han
sido en casi todas partes tan numerosos que la realidad
de la raza ha llegado a ser problemática. Decididamente,
no se puede hablar de razas sino de pueblos.
Los problemas que plantea a la misionología (que no
es sino una parte de la eclesiologia) la diversidad de
pueblos y de culturas han sido generalmente tratados
en el capitulo de la «adaptación,. La bibliografía sobre
esta cuestión formaría por sí sola un opósculo como el
presente. Sin embargo, el concepto de adaptación es
inadecuado : implica una condescendencia un tanto
paternalista, que, loable en sí misma, no basta para
expresar plenamente el ideal de catolicidad. En cambio,
nos acercamos a ese ideal cuando hablamos de Iglesia
indígena, clero indígena, arte indígena, e incluso teología indígena. No se trata únicamente, en efecto, de
enviar a los países que hayan de ser evangelizados un
clero «adaptado,, conocedor del idioma y de las costumbres, un arte de formas asimilables, un catecismo
debidamente traducido (lo cual representa ya un inmenso
problema), sino de suscitar y consagrar la vocación de
indios, chinos o africanos y, al mismo tiempo, un arte,
un pensamiento, una expresión del culto del catolicismo
apostólico que sean autenticamente indios, cbiiios o
africanos, como pueden ser franceses, eslavos o españoles.
El esfuerzo más intenso se ha dedicado al más importante de los problemas: el del clero indígena. Tanto los
papas1 como la congregación De propaganda fide2
habían ya indicado desde un principio la necesidad de
un clero autóctono y obispos nacionales, para la expansión de las misiones en países remotos. Esta indicación
1. Piu V, Carta al rey de Portugal, 1571; Urbano VII, bula de 1627.
2. Instrucciones de 1630, etc.
40
ha adquirido carácter imperativo en la época contemporánea : Benedicto XV, encíclica Maximum illud, de
30 de noviembre de 1919; Pío XI, encíclica Rerum
Ecclesiæ, de 18 de febrero de 1926; Pio XII, encícliw
Euangelii præcones, de 2 de junio de 19151. Este Último
documento contiene no sólo declaraciones terminantes
sobre la necesidad de un clero indígena (párrafos 23, 25,
26) sino también las páginas más explícitas sobre el
respeto a las civilizaciones indigenas, a la originalidad
de los diversos pueblos, y a todos los elementos de
verdad que el cristianismo encuentra en ellos (párrafos
5 8-82)).
Al estallar la segunda guerra mundial, conflicto que
había hecho inevitable el racismo nazi, S.S. Pío XII
tradujo en un gesto elocuente el mensaje que la Iglesia
dirige al mundo -mensaje
que afirma la paz y la
unidad por encima de todas las fronteras de razas O de
cultura y reconoce como un hecho la diversidad humana-.
El 29 de octubre de 1939, día de Cristo Rey, el
papa consagró a doce obispos misioneros, y ese nuevo
colegio apostólico comprende un chino, un francés de
las misiones extranjeras, un jesuíta indio, un salesiano
mexicano, un dominico italiano, un sacerdote holandés
del V.D. de Steyl, un norteamericano, un irlandés, un
franciscano alemán, un padre blanco belga, un sacerdote
natural de Madagascar y otro originario del Congo.
i Auténtica catolicidad de la Iglesia ! En los países donde
se desarrolla una actividad misional, los misioneros
nacionales y los extranjeros guardaban en 19,51 las proporciones siguientes l :
Misioneros
nacionales extranjeros
.
.
.
.
.
.
.
.
.
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.
.
.
.
1.096
397
6.751
782
2.113
6.3866
1.2'23
5.84
2014
2.067
Total .
.
.
.
.
.
.
.
11.139
15.701
Africa
Amèrica
Asia.
Europa
Oceania
1. Cifras tomadas de Rythmes du Monde, 1951-1952, phg. 52.
41
Bien claro esta, por tanto, que, doctrinal y prácticamente, la Iglesia reconoce los hechos raciales; pero la
raza no es para ella motivo de discriininación religiosa
ni norma de unidad.
La Iglesia y los problemas de convivencia entre blancos
i~ hombres de color.
Estos problemas se refieren a la vida social en corniin
entre personas de origen étnico diferente y, sobre todo,
de un nivel de cultura diverso y desigual. En ciertos
países, el hecho no presenta extrema gravedad. En el
Brasil, por ejemplo, la ley castiga lo que pudiera ser
discriminación racial por parte de los funcionarios, y
numerosos sacerdotes son hombres de color. La convivencia de indios, negros y blancos procedentes de la
península Ibérica ha encontrado en ese país una solucion armónica 1 . En cambio, subsiste un estado de tensión
en Africa del Sur, donde la solución es muy difícil, y
en los Estados Unidos de Amkrica, donde podria no
serlo. Só10 después de estudiar cada uno de estos dos
casos, será posible comprender las características generales de la actitud católica.
En Africa del Sur, 8.50i0.000 negros y 300.000 indios
conviven con 2.500.0010 blancos y un millón de mestizos.
Los blancos, descendientes de los colonos holandeses, de
hugonotes emigrados de Francia o de ingleses, poseen
el $31 "/o de las tierras y detentan el poder político; sólo
5 % de los negros saben leer y escribir, a pesar de que
se ha realizado un esfuerzo considerable y se han consagrado fondos importantes a la creación de escuelas para
su instrucción. Una legislación draconiana mantiene una
separación total e impide, incluso físicamente, el contacto entre blancos y hombres de color (apartheid);
éstos Ultimos suniinistran a empresas dirigidas y explotadas por los blancos una mano de obra miserable y son
mal alimentados, mal alojados y a veces maltratados.
Esta situación suscita problemas sociales y da lugar a
escándalos e injusticias como los que denuncia Alan
1. Véase la encuesta de ia Unesco, en 1952, cuyos resultados se pubiicaron en Race and Class in Rural Brazil, ed. Ch. Wagley, y que fueron
resumidos por el Sr. A. Métraux en EI Correo, agosto-septiembre
de 1963.
42
Paton en su novela Llora, pais QmQdO,ante la opinión
pública mundial. Las iglesias cristianas no podían permanecer niudas e indiferentes ante semejante situación.
Los protestantes, por su parte, han hecho declaraciones contra las discriminaciones raciales, como la del
Consejo Cristiano de Africa del Sur, en mayo de 1947.
Sin embargo, el informe publicado en 19151 por la Comisión Sindical de la Iglesia reformada holandesa de Africa
del Sur puede interpretarse como una justificación del
apartheid, basada en la Biblia. No nos corresponde
exponer aqui esa actitud, contra la que se han declarado
ya numerosos pastores protestantes sobre todo entre los
j óvenes .
En cambio, debemos resumir la admirable carta pastoral colectiva de los arzobispos y obispos católicos de
Africa del Sur acerca del problema racial y social publicada en mayo de 1952 (véase bibliografia).
Comienzan los obispos por señalar las graves dificultades que suscita la convivencia de hombres de cultura
y nivel de desarrollo humano tan diferentes. No puede
haber, según los prelados, solución fácil ni rápida; por
esta razón no deben ahondarse los antagonismos actuales
ni debe hacerse, de la lentitud inevitable de las soluciones, un arma de subversión politica y social. Y observan después con gran acierto: «Si la actitud de los
europeos fuese la sola causa del problema racial en
Africa del Sur, seria bastante fácil condenarla eomo
injusta y anticristiana, y procurar su eliminación por
una educación adecuada y progresiva. Pero el problema
es mucho más complejo: estriba en que la mayoría de
los no europeos, y especialmente de los africanos, no
han alcanzado todavía el grado de desarrollo que permitiria su integración con los europeos en una sociedad
homogénea. Seria vana ilusión intentar que acepten
totalmente y por fuerza los usos y costumbres de
Europa [...I D «Es preciso tener en cuenta», prosiguen los
obispos, d o s cuatro puntos siguientes : 1." el prejuicio,
profundamente arraigado entre la inayoria de los europeos, contra los no europeos; 2." entre muchos no
europeos una desconfianza y un resentimiento que son
instintivos en los no ilustrados y se vuelven más hondos
en los demás por su experiencia y como resultado de sus
lecturas, hasta el punto de que no creen que los europeos deseen sinceramente ayudarles a progresar; 3." la
43
existencia de un grupo de no europeos de nivel cultiird
diverso, pero que en su mayoría son aún incapaces, en
general, de participar en una vida social y politica del
nivel que suele llamarse occidental; 4." las divisiones y
oposiciones que existen entre los diversos grupos de no
europeos.,
Indican los obispos la manera de llegar a una solución
equitativa y realista, y resumen su programa en tres
palabras: serenidad, amor y justicia. Clon serenidad, se
evitarán las decisiones desesperadas y las medidas
espectaculares, que causan más daño que otra cosa. El
amor debe ser motor y luz de todo, entendiéndose que
lleva consigo un esfuerzo efectivo de justicia. La justicia reconoce los derechos de los demás, sobre todo 10s
que derivan de la misma naturaleza humana: ce1 derecho a la vida, a la dignidad, a la subsistencia, al ejercicio
de la religión, a la integridad, al uso y al ejercicio de las
facultades del individuo, al trabajo y a sus frutos, a la
propiedad privada y al bienestar, a la libertad de permanencia y de movimiento, a casarse, a tener hijos y
a educarlos, a asociarse con sus semejantes). Cada uno
de los términos de esta enumeración alude a restricciones de que los no europeos son prácticamente víctimas
todos los días en Africa del Sur. Los prelados hablan
también de otros derechos, menos esenciales, que se
desprenden de la naturaleza social del hombre: «el
derecho a votar en la elección de cuerpos legislativos, el
derecho a recibir una ayuda del Estado para la educación, socorros para los desocupados, pensiones para la
vejez, etc.,
«El Estado no puede), prosiguen los obispos, adesconocer los derechos esenciales del hombre ni limitar arbitrariamente los del ciudadano; su misión estriba, por el
contrario, en crear O fomentar las condiciones más
favorables para su ejercicio. Mas, no sólo incumben estas
obligaciones al Estado: los patronos y todos los que
desempeñan cargos influyentes comparten con él esa
responsabilidad.» Y los obispos concluyen formulando
los siguientes principios, inspirados en la caridad, en la
justicia y en la prudencia:
~ 1 Una
.
diferencia fundada exclusivamente en el color
de la piel es una injusticia, una ofensa a los derechos y a la dignidad de los no europeos como seres
humanos.
44
$2. Aunque los derechos fundamentales de los no europeos son en su mayoría teóricamente respetados, el
ejercicio de estos derechos se ve impedido por la
situación que crea la legislación racial (por ejemplo,
la ley sobre la admisión a los empleos), por las convenciones sociales, por una administración inadecuada. Puede citarse, como ejemplo, la destrucción
de la vida de familia.
~ 3 La
. justicia exige que se asegure a los no europeos
la posibilidad de acceder paulatinamente a una participación plena y efectiva en la vida política, económica y cultural del pais.
,4. Esta evolución no puede llevarse a cabo sin un
,esfuerzo considerable de los no europeos, quienes
deben prepararse a cumplir con las obligaciones
inherentes a los derechos a que aspiran.,
Hemos querido resumir y citar extensamente este notable
documento, porque es un claro ejemplo de la actitud y
de la acción de la Iglesia católica frente a hechos y problemas raciales concretos.
En los Estados Unidos de América existen, como es
sabido, 1151millones de negros que, en su mayoría, descienden de los esclavos traídos de Africa desde 1619
hasta la guerra civil de 18161-1865. Hay también otras
minorias de color -japoneses, portorriqueños y demásque plantean un problema análogo y a veces más cruel
que el de la minoría negra, y por último una minoría
de indios que, aun cuando reducida a sus reservas, no
ha dejado de preocupar a la administración federal.
Examinaremos aqui sólo el caso de los negros, sobre el
que se han escrito tantos libros que podrían llenar varios
estantes de una biblioteca. La Iglesia católica no cuenta
entre esos negros sino con 350.000 fieles, pero no ha
podido eximirse de fijar su posición, en la teoría y en la
práctica.
Su posición en el plano de los principios es muy clara.
La formuló magistralmente Mons. Ireland, arzobispo de
San Pablo, en un discurso pronunciado el 1." de enero
de 18191, con motivo del aniversario de la Ley de Emancipación de 18163. Después de haber celebrado la abolición de la esclavitud, Mons. Ireland dijo:
dhmplamos plenamente con nuestro deber. Nos queda
aún mucho trabajo por realizar. He dicho que la escla-
45
vitud ha sido abolida en América, pero todavia se ve en
la tierra el rastro de la cola de la serpiente. No concedemos a nuestros hermanos negros todos los derechos
y privilegios de la libertad, patrimonio común de la
humanidad. Esos hermanos nuestros son víctimas de un
ostracismo que no tiene sentido ni justificación. Les
reconocemos el derecho a la vida, pero a condición de
que vivan lejos de nosotros, como una raza separada e
inferior, con la cual un contacto estrecho significa contaminación. Parece que les hemos concedido la emancipación a disgusto, y nos sentimos aún contentos de
mantenerlos en la servidumbre.
»¿Qué es lo que reclamo para los negros? Unicaniente
lo mismo que pido para los blancos, ni más, ni menos.
Yo quisiera suprimir la barrera del color. Los blancos
tienen sus particularidades. Difieren por su riqueza o su
inteligencia, por su cultura o por sus antepasados ...
Pero no debe haber una barrera simplemente contra el
color.
»¿Por qu6 ha de existir esa barrera? ¿En dónde se
halla la raz6n que la justifique? No se la encuentra en
el color. El color es meramente accidental en el hombre
y es el resultado de una diferencia de clima. La piel del
hombre puede tener colores muy diferentes, y no son
pocos los matices que se observan en la raza que llamamos blanca. ¿Por qué hemos de mirar con soberbia
exclusivista todo lo que es negro, aiin en su matiz más
leve, que difícilmente puede distinguirse de la tez bronceada, color de piel tan admirado en todas las naciones
blancas ?
>No se encuentra esa justificación tampoco en la raza.
Todos los hombres son de la misma raza, descendientes
del mismo padre y de la misma madre. Dan testimonio
de ello tanto la etnología como las Sagradas Escrituras.
Las subdivisiones de raza no son más que desviaciones
accidentales del tronco familiar. Las razas vuelven a su
primer modelo de igual manera que se apartaron de él
y en el mismo número de años. Es ilusión de ignorantes
o de sectarios In idea de que Dios, por una disposición
especial, haya establecido subdivisiones en la iamilia
humana y marcado cada grupo con un sello indeleble de
inmutabilidad. Se objeta que los negros son inferiores
a los blancos desde el punto de vista intelectual. Yo
respondo que hay hombres blancos inferiores a otros
46
blancos y, sin embargo, no se alza entre ellos esa barrera
de separación. No he de censurar que se trate a ciertos
negros intelectualmente inferiores a nosotros, como
nosotros tratamos a los blancos inferiores. Pero si se
habla de una inferioridad radical del negro, comparado
con su hermano blanco, la negaremos basándonos en lo
que el negro ha conseguido hacer en el breve período de
tiempo transcurrido desde que se le ha devuelto su
libertad. Si existe alguna inferioridad, podemos atribuirla
a su desventurada condición, durante siglos enteros,
tanto en América conio en su Africa natal.
asomos víctimas de un prejuicio estúpido, y cuanto
antes nos liberemos de él, tanto más pronto habremos
comprendido el verdadero sentido de lo humano. jAcaso
nos honra perseguir a esos hombres a causa de la condici6n social de sus hermanos? No hace aún mucho
tiempo que los pueblos más orgullosos de Europa estaban sumidos en la barbarie. No constituye un honor
para nosotros la práciica de castigar a los hombres para
satisfacer nuestro propio orgullo. El hecho de que los
negros hayan sido un dia nuestros esclavos debería obligarnos a tratarlos con extraordinaria liberalidad, para
compensar en lo posible nuestras malas acciones y
borrar, con una actitud de favor y de clemencia mutua,
el triste recuerdo de los tiempos pasados ...
,YO quisiera suprimir todas las barreras. El negro
debe ser nuestro igual ante la ley. En algunos Estados,
la violación de los derechos personales más sagrados
goza de impunidad ante la ley cuando la víctima es un
negro. En muchos Estados, la ley prohibe el matrimonio
entre blancos y negros, fomentando así la inmoralidad
y el envilecimiento, tanto del blanco al que esa ley pretende elevar como del negro cuya degradación la deja
indiferente. Los negros deben ser nuestros iguales en el
ejercicio de todos los derechos políticos del ciudadano.
La Constitución les reconoce estos derechos : seamos
leales con la Constitución. Si la educación que recibe el
negro no le capacita para votar ni para desempeñar
cargos públicos, apresurémonos a instruirlo por su bien
y por el nuestro.
>Yo quisiera que se abriesen a los negros las puertas
de todas las profesiones y de todos los oficios, estableciendo como único criterio de elevación social sus facultades personales, pero niinca el color. Quisiera que en
47
todas las reuniones y en todos los sitios piiblicos, en
las salas de espectáculos y en los hoteles, se tratara a
los negros como se trata a los blancos. Me apartaré del
hombre grosero, cualquiera que fuere su color, pero
jamás evitaré el encuentro de un caballero, sea blanco
o negro.
niDeben abrirse a los negros las puertas de los hogares
de los blancos, deben encontrarse unos y otros en ed
salón en completa igualdad social? M i respuesta es que
cada cual manda en su casa; nuestro hogar es el lugar
privilegiado en que seguimos nuestras propias inclinaciones y deseos, y nadie, blanco o negro, rico o pobreb
puede franquear su umbral sin nuestra invitación ni
censurar la conducta del dueño de casa.,
Este texto notable ofrece ya numerosos detalles de
aplicación e indicaciones precisas. Sin embargo, entre
los fines u orientaciones y el acto inmediato existen en
la realidad ciertas etapas que es preciso recorrer, obstáculos que es necesario superar; se impone la espera de
una madurez y será preciso tolerar ciertos imposibles
prácticos. Por no decir nada de la resistencia del egoismo,
del orgullo, de la pusilanimidad y del espíritu carnal,
ni de la lamentable inercia a la que está subordinada
toda realidad sociolQgica. <El espiritu está pronto, pero
la carne es flaca ...,
Es un hecho que los negros tropiezan con dificultades
para ser acogidos en los hospitales; en Pensilvania, por
ejemplo, en 1951, sólo se reservaba a los negros, que
constituyen el 11 "/o de la población, el 2 % de las camas.
En ciertos Estados, como sucede por ejemplo en California, la ley no establece ninguna discriminación y
sucede que los blancos acudan a un médico o a un
dentista negro. En otros, como en Misisipi o en Carolina,
dei Sur, por ejemplo, los blancos evitan siempre que
pueden a los negros. Los complejos históricosociales son
los más tenaces y no se liquidan en un siglo; recuérdense los de los protestantes en Francia y de los
católicos en Inglaterra. Los negros tienen sus complejos
que influyen en el problema; pero también los tienen los
blancos y, sobre todo, aunque menos aparentes, las
mujeres blancas. Muchas veces se ha observado entre
ellas un miedo animal del negro como posible agresor.
Se convive dentro de la nación norteamericana, pero
esta convivencia no se realiza espiritualmente y lo
48
menos posible localmente. Después de la emancipación,
el segundo Concilio plenario de Baltimore (1866) plante0
la cuestión de si se debían construir iglesias separadas
para los negros o darles entrada en las iglesias como
a los demhs fieles. El Concilio dejó por Último libertad
a cada obispo para decretar lo que estimara más conveniente sobre este punto 1. De hecho, existen muy pocas
parroquias mixtas. En primer lugar, porque los lugares
de- habitación no son mixtos: los negros tienen SUS
barrios propios y, en algunos casos, aun cuando no son
objeto de discriminación, como sucede en California, se
agrupan según su origen. Pero existen también razones
menos confesables que estriban pura y simplemente en
el prejuicio del color, y no puede dejar de ser motivo de
escándalo, para un francés, ver a los fieles separados
según el color de su piel para celebrar el sacrificio
eucarístico o un congreso diocesanoz. Tanto más
nos complace poder citar la parroquia de Ntra. Sra. del
Rosario en Brooklin, deliberadamente interracial, o la
pequeña parroquia congregacionista de Staff ordville,
cuyos setenta y cinco feligreses son en su mayoría
blancos y cuya dirección ha sido confiada a un pastor
negro.
Durante largo tiempo, hicieron falta sacerdotes de
color, incluso para los negros: sólo 14 sacerdotes negros
recibieron las órdenes entre 18,514 y 1934. En 19150 no
había más que 33. En cambio, en la actualidad son
frecuentes las vocaciones y se prevé que habrá
1.0001 sacerdotes de color en 1960: Como es natural, la
Santa Sede apoya esta tendencia, sobre la que podemos
citar unas palabras de S.S. pio XII al episcopado de los
Estados Unidos de América: «Debemos manifestar que
nos sentimos penetrados de profundo amor paternal,
ciertamente inspirado por el cielo, hacia los negros que
habitan entre vosotros, porque sabemos que, en el
dominio de la religión y de la instrucción, necesitan
especial cuidado y consuelo de los que son merecedores
en verdad ... 3 »
A los católicos norteamericanos les queda, por consiguiente, mucho que hacer todavía en un dominio en que
1. Art IO, decreto 4.
2. Véase la encuesta publicada por el Rvdo. P. J. H. Fichter, S . J.,
Southern Parish, t. I, University of Chicago Press, 1952.
3. Acta A p . Sedis, 1939, págs. 637; texto inglés. pág. 647.
49
se halla comprometido su honor cristiano más que su
honor democrático. Una asociación denominada Catholic
Interracial Council, cuyo principal mentor es el Rvdo. P.
La Farge, S.J., publica una revista mensual, Interracial
Review, a Journal for Christian Democracy que propugna ia idea de la unidad absoluta del cuerpo mistico
y de la celebración del culto litúrgico. Es preciso decir,
además, que el clero comparte plenamente esas convicciones. Los textos teológicos de que éste dispone son
tambiCn terminantes. El Rvdo. P. J.E. Coogon, S.J., ha
sostenido en uno de sus escritos que la discriminación
de los negros en las escuelas y en las iglesias está condenada por los teólogos como ainjusta, impía y escandalosa 2 ~ Un
.
moralista, J.F. Boherty, declara que puede
quizá tenerse en cuenta la diferencia de raza cuando se
trata de contraer matrimonio; pero, si después de todas
las consideraciones se quiere tomar por marido, o por
mujer, a una persona de otra raza, ninguna ley puede
prohibirlo, y la que lo hiciere seria una ley injusta, y
por consiguiente estaría desprovista de obligatoriedad 3.
A estos testimonios, que seria fhcil multiplicar, debería
añadirse el texto completo de la carta dirigida, en marzo
de 1952, por Mons. H. Varin de la Brunelibre, obispo de
Fort-de-France, en la Martinica, a los estudiantes antillanos residentes en Francia. No se limita el prelado a
condenar el prejuicio de raza, sino que exalta las
cualidades de los negros y su aportación positiva a la
civilización y a los países a que pertenecen. Su carta es
un canto de alabanza a los negros, pero también a las
naciones que les sirven de patria: oLa historia de los
negros norteamericanos prueba las aptitudes de la raza.
A pesar de todos los obstáculos, la población negra
norteamericana ha progresado en todos los dominios :
muchos son en la actualidad los negros que ocupan
situaciones envidiables en el mundo de las artes, de la
ciencia o de la industria. ¿Se sabe acaso que los negros
de los Estados Unidos de América dirigen en la
actualidad 14 bancos, 200 establecimientos de crédito,
60.01M empresas comerciales, 20,O compañías de seguros,
poseen aproximadamente 200 periódicos y revistas y son
1 . 20, Vosey Street, Nueva York.
2. aChristlan Intouchables?~,en Reuiew f o r Religious, 1916, pAgs. 107-113.
3. Moral Problems of Interrneinl Marriages, Washington, 1950.
dueños de 5 millones de hectáreas. de tierra, es decir, de
mia expansión más grande que la de los Países Bajos l ) ) .
La Iglesia frente al racismo nazi y al antisemitismo
moderno.
Es tradición de la Iglesia tratar con los regimenes
constituidos, para normalizar el ejercicio de la religión
entre los fieles y de su ministerio entre los sacerdotes.
Roma concluyó un concordato con el III Reich en julio
de 18313. Sii lucha ya iniciada contra el nazismo racista
había de adquirir muy pronto un carácter agudo hasta
llegar a sii paroxismo en 1927 y 1938. gista es una
historia desgraciadamente apenas conocida, aunque es
fácil informarse sobre ella en las revistas o publicaciones
de la Bpoca. Lo único que podemos hacer aqui es recordar algunos episodios particularmente significativos, ya
no de la lucha cotidiana que libraron, en cada localidad,
inillares de hombres adniirables, clérigos y seglares (a
algunos de los cuales hemos conocido personalmente),
sino de la que sostuvieron, cada cual en su diócesis, los
obispos y, desde Roma, la Santa Sede, representada por
el hombre de fe intrépida que fué Pio XI:
Febrero de 1931: carta pastoral del episcopado de
Baviera, por la que se condenan los errores del
racismo ;
23 de enero de 1933: carta pastoral de Mons. Gfoellner,
obispo de Linz, contra el paganismo y el racismo nazi;
Diciembre de 1933: sermones del cardinal Faulhaber, en
10s qu'e se reprueba la persecución contra los judíos;
21 de diciembre de 1933: carta pastoral colec,tiva del
episcopado austríaco ;
9 de febrero de 1934: inclusión en el Indice del libro de
A. Rosenberg Der Mgthus des 20. Jahrhunderts 2 ;
7 de junio de 1934: carta pastoral colectiva de los obispos alemanes;
10 de julio de 1934: inclusión en el Indice del libro
de A. Rosenberg An die Dunkelmcïnner unserer Zeit:
eine Antwort auf die Angriffe gegen den Mythus des
20. Jahrhunderts ? ;
14 de marzo de 1937: encíclica de Pio XI: Mit brenneni. Véase el texto completo en Témofgnuge chrdfien, i 3 de junto de 1942.
2. A c t a A p . S e d f a , 1935, pAgs. 304-305.
51
der Sorge, que condena la doctrina del nazismo1; el
texto, clandestinamente introducido y difundido en
Alemania, es leído en las iglesias;
19 de junio de 19317: inclusión en el Indice del libro de
C. C o p i I l Razzismo2;
13 de abril de 1938: carta de la Sagrada Congregación
de Seminarios y Universidades al cardenal Baudrillart,
por la que se pide que las instituciones científicas
católicas refuten las tesis del racismo, resumidas en
ocho proposiciones 3 (véanse más abajo las circunstancias de la publicación);
19 de abril de 1938: carta pastoral colectiva de los
obispos alemanes;
3 de mayo de 19381: visita de Hitler a Roma. El 30 de
abril, Pio XI había salido del Vaticano para Castel
Gandolfo, declarando que el aire de Roma le parecía
irrespirable, y había ordenado que se cerraran los
museos del Vaticano y que los establecimientos religiosos no izaran la bandera del Reich nazi: «Es
imposible dejar de encontrar inapropiado e inoportuno
el hecho de levantar el día de la Santa Cruz la insignia
de otra cruz que no es la de Cristo», declaró Pío XI.
Además, precisamente el 3 de mayo, L’Osservatore
Romano, órgano oficioso de la Santa Sede, publicó la
carta contra el racismo, fechada en 13 de abril,
guardando al mismo tiempo un silencio absoluto sobre
el viaje de Hitler a Roma;
15 de julio de 19381: Pío XI pronuncia un discurso
contra «el nacionalismo exagerado que levanta barreras entre los pueblos» 4 , cuando un grupo de sabios
1. A c t a A p . Sedis, 1937, p á g . 145-167.
2. Acta A p . Sedis, 1937, pág. 206.
3. Las seis primeras de estas ocho proposiciones son las siguientes:
1.e Las razas humanas, por sus características naturales e inmutables,
son tan diferentes que la m j s humilde de ellas está mas lejos de la
más elevada que de la cspecie animal más alta. 2.a Debe preservarse
y cultivarse, por todos los medios, el vigor de la raza y de l a pureza
de la sangre: todo lo que puede conducir a ese resultado es, en
consecuencia, bucno y licito. 3.R En l a sangre residen los caracteres
raciales y de ella derivan todas las cualidades intelectuales y morales
del hombre, como de una fuente principal. 4.8 La finalidad esencial
de la educación es desarrollar las características de la raza e infundir
en los espíritus un amor ardiente a l a propia raza como a un bien
supremo. 5.’ La religión está subordinada a la ley de la raza y debe
adaptarse a ella. 6.O. El instinto racial es la fuente primera y la norma
suprema de todo el sistema juridico.
4. L’Osservatore Romano, 17 de julio.
fascistas ha publicado la víspera un docuniento en diez
puntos, favorable al racismo y al antisemitismo.
21 de julio de 1938: discurso de Pío XI, que condena el
nacionalismo exagerado y el racismo, y afirma la
unidad universal de la Iglesia l ;
21 de julio de 1938: discurso de Pio XI ante los
alumnos del Colegio de Propaganda, procedentes de
treinta y siete naciones distintas : «Católico significa
universal ... No queremos separar nada de la familia humana... La expresión «género humano» pone de manifiesto la unidad de la raza humana ... No puede negarse,
sin embargo, que en esa raza universal tienen cabida
las razas particulares, como tantas variaciones diversas... Pero cabe preguntarse cómo ha sido desventuradamente posible que Italia haya tenido que seguir
el ejemplo de AIemania ... «Chi mangia il Papa,
muore» ... La dignidad humana estriba en constituir
una sola gran familia, el género humano, la raza
humana ... Ésta es In respuesta die la Iglesia, ése es
para la Iglesia el verdadero racismo ...»
6 de noviembre de 1938: publicacih, por el cardenal
Van Roey, arzobispo de Malinas, de un discurso que
condena el racismo y su mito de la sangre;
17 de noviembre de 1938: carta del cardenal Verdier,
arzobispo de París, en la que se adhiere al texto de
Mons. Van Roey;
13 de noviembre de 1938: discurso del cardenal Schuster,
arzobispo de M i l b , contra el mito racial;
6 de enero de 1939: discurso del cardenal Piazza,
patriarca de Venecia, que condena el antisemitismo
racista y justifica la actitud de la Iglesia ante los
judíos 2 .
No vamos a hablar aquí de una cuestión tan compIeja
corno la del antisemitismo y la posición de la Iglesia
católica frente al «problema judío,. Abundan, por lo
demás, las obras documentadas que pueden consultarse
sobre esta cuestión (véase la bibliografia). Muy clarainente hablan los hechos y los textos más recientes, en
particular, la carta pastoral de Mons. Gfoellner (23 de
enero de 19331, la de los obispos austríacos (21 de
diciembre de 1033), los sermones del cardenal Faulhaber,
1. L’Osseruatore Romano, 23 de julio.
2 . L’Osseruatore Romano, 19 de enero.
53
el discurso del cardenal Piazza (6 de enero de 19.391, y
finalmente las diversas protestas que los obispos franceses elevaron contra el tratamiento de que fueron
victimas los judios en Francia desde julio de 1942 l. La
protesta católica contra el antisemitismo es rotunda,
inonolitica, absoluta, en el terreno religioso 2, como lo
es en el terreno del respeto a la personalidad humana
y al derecho natural inmanente, y excluye con el mismo
yigor la discriminación de los judíos basada en el
racismo. Presenta ciertos matices cuando se refiere a
los aspectos politicos y sociológicos de la cuestión. Por
ejemplo, los obispos católicos de Hungría, que formaban
parte del Parlamento, aceptaron en 19391 el numerus
clausus establecido para la admisión a determinadas
profesiones y en ciertas escuelas. E n este caso 10s
obispos procedían como dirigentes de la nación en un
pais donde la minoría judia (5,3 % de la población)
detentaba, cn diversos dominios (la prensa, el teatro, etc.),
casi todos los puestos, o tenía, en todo caso, una situación superior a su importancia numérica, aun considerando su niJ.el cultural. Éste es sólo un ejemplo, entre
los muchos que cabria citar, de los problemas que
pueden surgir en el dominio politico y social. Los textos
del magisterio pastoral que hemos citado con anterioridad reconocen la existencia de estos problemas. Afirman
que es imposible resolverlos sin cumplir con todas las
exigencias de la justicia y de la dignidad humana, e
iixliiso de la caridad, pero reconocen implícitamente
que una concepción purainente religiosa o mística de la
realidad judia no siiprime ni resuehe ciertos problemas
concretos. Los mismos pensadores católicos que, como
J. Maritain, se preocupan ante toda del misterio sobrenatural de Israel, proclamando por otra parte que todo
antisemitismo se opone a su misma esencia, no dejan
de tener en cuenta, al menos somerainente, los probleinas concretos planteados por el particularismo y el
1. Doeuineiifation catholique, 42, 1945, col. 87 y s., 119 y s . ; P. Guerry,
L’Eglise cafholiqiie en France sous l’occupation, Paris, 1947,
p 4 g s . 33 y s.
2. Citemos un texto del Santo Oflcio, decreto de 25 de marzo de 1928:
«Porque reprueba todos los odios y todas las enemistades entre los
pueblos, [la Santa Sede] condena en sumo grado el odio contra el
pueblo cscogido por Dios en otros tiempos, ese odio que se designa
volgarmente con cl nombre de antiseniitismo)) (Acta A p . Sedis, 1928.
pig. 104).
54
espítitu inquieto y emprendedor propio de los judíos.
Pese a las más sinceras y terminantes declaraciones
contra el antisemitismo religioso, filosófico O racista,
existe en realidad un problema judío; los mismos judíos
lo plantean y no dejan, en el fondo, de pensar en Cl con
gran preocupación.
Los acontecimientos de nuestra época y los espantosos
padecimientos de Israel no han permitido ver mejor,
sin embargo, la nocividad del antisemitismo, y la casi
imposibilidad de resolver con justicia y verdad por lo
inenos los problemas politicos y sociológicos reales, si
admitimos en nuestro fuero interior un asomo de
antisemitismo. En principio, el numerus clausus, que se
aplica en algunos países a ciertas minorías étnicas, no
sería injusto, pero en el terreno de los hechos constituye
ya una medida de discriminación racial: desde el numerus clausus hasta las persecuciones -que todo hombre
digno repruebzel proceso de la discriminación se
desarrolla en forma imperceptible, pero lógica, como un
germen que no lo infecta todo desde un principio, pero
que no deja de ser infeccioso y nocivo desde su origen.
Ese germen es preciso eliminarlo radicalmente. Si hay
cuestiones concretas que plantea el hecho social del
judaísmo es menester abordarlas con el espiritu, el
coraz6n y la imaginación exentos de todo antisemitismo,
es decir, de la aceptación de una discriminación contra
cualquier hombre por su mera condición de judío.
Ademits, partiendo únicamente del punto de vista
sociológico del bien de la comunidad que se trata de
proteger, el antisemitismo es una actitud malsana. No
sólo substituye a una explicación de los verdaderos inales
-por lo que constituye una desviación del sentido politico-,
sino que es un medio perverso que corrompe el
cuerpo mismo al que trata de servir. «Se pretende actuar
en aras del bien común al desencadenar el antisemitismo, pero el resultado es la corrupción y el envilecimiento de cuantos son arrastrados por la corriente, ya
que se hace triunfar en ellos los instintos más bajos
y más inmorales, los mAs opuestos a una vida social
humana. 1 » Los problemas concretos que plantea la
realidad judia deben ser resueltos por cada persona con
arreglo a una línea de conducta que no traicione sus
1. Y. de Montcheuil, diciembre de 1940.
ideales: el cristiano, con arreglo a su filosofía y a su
mistica, el homo politicus o el homo economicus,
mediante una actividad estimulada por la de los judios,
cuya función social es precisamente la de un fermento,
y por inedio de una legislación que se oponga con
eficacia a los factores disolventes, que no son en verdad
exclusivamente judíos.
CONCLUSION
Una conclusión se desprende de la actitud de la Iglesia
frente a los tres grandes problemas concretos que acabamos de esaminar. En todos los casos, la Iglesia niega
siempre el racismo como principio, pero tiene en cuenta
los hechos raciales y las circunstancias históricas concretas en que los problemas de la raza tienden hacia una
solución justa. La Iglesia ha sabido aliar así un sano
realismo al más puro idealismo. Mas, su realismo está
penetrado de ideal, y su idealismo es realista: son como
las dos caras de la misma verdad y, en este caso como
en todos, la verdad es la liberación. Se podría demostrar
fácilmente que no hay mejor manera de oponerse al
racismo o a la discriminación racial que el reconocimiento franco y realista de los hechos raciales y las
desigualdades históricas y culturales. U n conocido investigador sueco, Gunnar Myrdal, sostiene que las consideraciones de orden racial se interponen en los paises
democrbticos que profesan un ideal de igualdad y tratan
de justificar su incapacidad de realizarlol. También en
este caso, un sano realismo en el plano de los hechos es
la mejor salvaguardia del verdadero ideal de igualdad.
La Iglesia no es racista: es la negación misma del
racismo, ya que proclama la unidad de la familia
humana, unidad que no pretende abolir las diferencias,
sino que más bien se establece en función de ellas,
puesto que es «católica». Sin embargo, la Iglesia reconoce que existen, en el dominio temporal, arduos problemas de convivencia entre grupos humanos distintos
en el seno de la misma sociedad; y no porque las razas,
que corresponden en realidad o hipotéticamente a esos
grupos humanos, sean fundamentalmente desiguales
como tales, sino porque cada uno de esos grupos se
halla a distinto nivel cultural, politico, y por tanto
humano. Lo humano, en efecto, no es tan só10 un factor
1. An American Dilemma, Nueva York, 1944.
57
biológico, sino una realidad de cultura. Incluso allí
donde la pertenencia a la comunidad -y no la traza,
o el color de la piel--, como sucede generalmente en
Francia, determina Ia manera de pensar y de vivir, es
evidente que una diferencia demasiado marcada en el
grado de desarrollo humano iinpediría la asimilación
y, si se tratara de todo un grupo, plantearía un grave
problema. Cabe preguntarse : i qué harian los franceses
si, como sucede en Africa del Sur, hubieran de vivir al
lado de todo un pueblo de zulúes?
Tiene primordial importancia dejar perfectamente
aclarado este punto : las desigualdades son auténticas
desigualdades humanas, pero no se deben a una inferioridad hereditaria, genéticainente .fatal. Dependen de
circunstancias históricas, y en ciertos casos, geográficas.
Las situaciones determinadas por el tiempo pueden ser
también modificadas por el tiempo. Los noruegos eran
un pueblo atrasado cuando Bizancio tenía la civilización
más brillante del mundo; los egipcios llegaron a ser,
en cierta época, los maestros de Grecia, y los árabes lo
fueron del Occidente; los chinos han tenido varios siglos
de adelanto sobre los europeos antes de detenerse en
la inmovilidad y quedar rezagados. El porvenir está
quizá reservado a pueblos que se hallan ahora al margen
de la historia. Podemos hablar, por consiguiente, de una
desigualdad de hecho, de orden cultural, social y político
solamente, y no de una desigualdad de principio determinada por factores hereditarios.
Las consecuencias que de ello se siguen son muy
importantes. Por una parte, las desigualdades de desarrollo no implican ninguna desigualdad fundamental;
por otra, la igualdad radical no supone necesariamente
la igualdad de hecho en todos los aspectos de la vida
cultural, social o política. Es indudable que debe aplicarse siempre el principio trascendental al de ia unidad
humana, pero éste no excluye las estructuras culturales.
Todos los hombres son fundamentalmente iguales, y
esta igualdad se traduce en la igualdad de derechos
naturales inmanentes que quedan resumidos en la
expresión «dignidad de la persona humana,. Pero hay
hombres que no saben leer ni escribir, hombres que no
se lavan ... Hay otros que se lavan y saben leer y no
están obligados a asociarse necesariamente y en todo a
los primeros; pero en cambio tienen, por un principio de
58
.
solidaridad que crea la unidad de la familia humana,
el deber de ayudarles a elevarse, a aprender a lavarse
y a leer. A nuestro juicio, en estas ideas se basa la
actitud concreta de la Iglesia. La Iglesia ofrece a las
sociedades humanas un ejemplo de verdad, pues proclama y practica la unidad y la igualdad de todos los
hombres, eleva a los menos adelantados y, eri cuanto se
hallan en condiciones propicias, les confia responsabilidades de dirección. La IgIesia es la unidad, pero encierra
una variedad extraordinaria que incluye la de todas las
razas -en la medida en que éstas existen- y confiere a
esta variedad un sentido positivo y fecundo.
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V E N T A
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ARGENTINA: Editorial Sudamericana S.A., Alsina 500, Buenos Aires. AUSTRALIA: Oxford University Press, 346 Little Collins Street, Melburna.
AUSTRIA: Wilhelm Frick-Verlag, 27 Graben, Viena I. BARBADA: S.P.C.K.
Bookshop, Broad Street, Bridgetown. BÉLGICA: Librairie EncyclopCdique,
7, rue du Luxembourg, Bruselas IV. BOLIVIA: Libreria Selecciones, avenida i 6 de Julio 216, La Paz. BRASIL: Livraria Agir Editora, rua México
98-B, caixa postal 3291, Rio de Janeiro CANADA: University of Toronto
Press, Toronto; Periodica, Inc., Centre de publications internaticiiTlr ,
4234 rue de la Roche, Montreal 34. CEILAN: The Lake House Book&
The Associated Newspapers of Ceylon Ltd., Colombo I. COLOMBIA: Emilio
Royo Martin, Carrera 9a 1791, Bogotá. COSTA RICA: Trejos Hermanos,
Apartado 1313, San José. CUBA: Unesco, Centro Regional en el Hemisferio
Occidental, Calle 5, n.o 306, Vedado, Apartado 1350, La Habana. CHECOESLüVAQUIA: Orbis, Národni 37, Praga I. CHILE: Librería Lope de Vega,
calle Estado 54, Santiago. CHIPRE: M. E. Constantinides, P.O. Box 473,
Nicosia. DINAMARCA: Ejnar Munksgaard Ltd., 6 Nflrregade, Copenhague K.
ECUADOR: Casa de la Cultura Ecuatoriana, av. 6 de Diciembre 332, Q l t o .
EGIPTO: La Renaissanee d’Egypte, 9, rue Adly-Pacha, El Cairo. ESPANA:
Aguilar, S.A. de Ediciones, Juan Bravo 38, Madrid. ESTADOS ASOCIADOS
DE CAMBODIA, LAOS Y VIETNAM: Librairie Nouvelle Albert Portail, B. P.
283, Saigón. Subdepdsito: H. Chantarith, C.C.R., 28, rue Van-Vollenhoven,
Columbia University Press,
Phnom-Penh. ESTADOS UNIDOS DE AMERICA:
2960 Broadway, Nueva York 27. FILIPINAS: Philippine Education Co., Inc.,
1101 Castillejos, Quiapo, Manila. FINLANDIA: Akateeminen Kirgakauppa,
2 Keskuskatu, Helsinki. FOBMOSA: The Work Book Co., Ltd., 99 Chnng
King South Road, Taipeh. FRANCIA: A l por menor, Libreria de la Unesco,
CCP Paris 21-27-90, Société Générale, 45 av. Kléber, Paris 16, Compte
Publications de l’Unesco; al por mayor, Unesco, División de Ventas, 19,
avenue Kléber, Paris 1 6 . GRECIA: Elefthéroudakis, Librairie Internationale, Aienas. GUAYANA HOLANDESA: Radhakishun dt Co., Ltd. (Book
Department), Watermolenstraat 36, Paramaribó. HAITI: Librairie UA la
Caravelle», 36, rue Roux, B.P. III-B, Puerto Principe. HUNGARIA: Kultura, P.O. Box 149. Budapest 62. INDIA: Orient Longmans Ltd., Indian
Mercantile Chamber, Nicol Road, Bombay. 17 Chittaranjan Ave., Calcuta.
36-A Mount Road, Marirás. Subdepdsitos: Oxford Book B Stationery Co.,
Scindia House, Nueva Delhi. Rajkamal Publications Ltd., Himalaya House,
Hornby Road, Bombay I. INDONESIA: G.C.T. van Dorp Co., Djalan Nusantara 22, Djakarta. IRAK: McKenzie’s Bookshop, Bagdad. ISRAEL: Blumstein’s Bookstores, Lrd., 35 Allenby Road, Tel Aviv. ITALIA: G. C. Sansoni, via Gin0 Capponi 26, casella postale 552, Florencia. JAMAICA:
Sangster’s Book Room, 99 Harbour Street, Kingston; Knox Educational
Services, Spaldings. JAPON: Maruzen Co., Inc., 6 Tori-Nichome, Nihonbashi, Tokio. JORDANIA HACHEMITA: Joseph I Bahous & Co., Dar-ulKuiiib, Salt Road, Amman. LIBANO: Librairie Universelle, avenue des
Français, Beirut. LUXEMBURGO: Librairie Paul Bruck, 50, Grande-Rue,
Luxemburgo, MADAGASCAR: La Librairie de Madagascar, Tananarivo.
MALAYA Y SINGAPUR: Peter Chong & Co., P.O. Box 135, Singapur. MALTA:
Sapienza’s Library, 26 Kingsway, La Valette. MEXICû: Difusora de las
Publicaciones de l a Unesco, avenida Ejido 127, Esc. 401, México, D.F.
NIGERIA: C.M.S. Bookshop, P.O. Box 174, Lagos. NORUEGA: A/S Bok-
jØrnet, Stortingsplass 7, Oslo. NUEVA ZELANDIA: Unesco Publications
Centre, 7 De Lacy Street, Dunedin, N.E. 2. PAISES BAJOS: N.V. Martinus
Nijhoff, Lange Voorthout 9, La Haya. PAKISTAN: Ferozsons Ltd., 60 The
Mall, Lahore. McLeod Road, Karachi. 35 The Mall, Peshawar. PANAMA:
Agencia Internacional de hblicaciones, Apartado 2052, plaza de Arango
n.o 3, Panamti, R.P. PERU: Librería Internacional del Perú, S.A., Girón
de la Unión, Lima. PORTUGAL: Publicações Europa-America, Ltda., rua
da Barroca 4, Lisboa. PUERTO RICO: Panamerican Book Co., San Juan 12.
REINO UNIDO: H.M. Stationery Ofûce, P.O. Box 569, Londres S.E. 1.
SENEGAL: Librairie <Tous les Livres», 30, rue de Thiong, Dakar. SIRIA:
Librairie Universelle, Damasco. SUECIA: A/B C.E. Fritzes, Klungl. Hovbokhandel, Fredsgatan 2, Estocolmo. SUIZA: Cantones de lengua alemana,
Europa Verlag, Ramistrasse, Zurich; cantones de lengua francesa. Librairie de l’université, case postale 72. Friburgo. TAILANDIA: Susapan Panit,
Arkarn 9, Raj-Damncrn Avenue, Bangkok. TANGER: Centre International,
54, rue du Statut. TUNEZ: Agence Aghlébite, 20, Grande-Rue, B.P. 2,
Kairuán. TURQUIA: Librairie Hachette, 469, Istiklal Cadessi, Beyoglu.
Estambul. UNION BIRMANA: Burma Educational Bookshop, 551-3, Merchant Street, P.O. Box 222, Rangón. UNION SUDAFRICANA: Van Schaik’s
Bookstore, P.O. Box 724, Pretoria. URUGUAY: Centro de Cooperación Científlca para América Latina, bulevar Artigas 1320, Montevideo. VENEZUELA:
Libreria Villegas Venezolana, Madrices a Marrón 28, Caracas. YUGOESLAVIA: Yugoslavenska Knjiga, Terazije 27/11, Belgrado.
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