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Transcript
MARZO DEL 2014 – Número 2
REVISTA DE
LA DESIGUALDAD
El reto del siglo
Swoboda
Pickett
Wilkinson
Esping-Andersen
Smeeding
Morelli
Thompson
Fitoussi
Saraceno
Salverda
Blanden
Elgar
De Vogli
Gurmai
Schmit
■ Aportaciones preliminares de Kate Pickett, Richard Wilkinson
y Gosta Esping-Andersen
■ El aumento de la desigualdad
■ Los múltiples efectos de la desigualdad
■ Perspectivas políticas sobre la desigualdad
www.progressiveeconomy.eu
La iniciativa Progressive Economy se lanzó en el 2012
y es apoyada por el Grupo de los Socialistas y Demócratas del
Parlamento Europeo.
Editor:
Marcel Mersch, Economía Progresista, Grupo S&D, Parlamento Europeo
Co-editores invitados en esta edición:
Gøsta Esping-Andersen, profesor de Sociología, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, y
Kate Pickett, profesora de Ciencias de la Salud, Universidad de York
Contacto:
[email protected]
Si tiene alguna pregunta sobre esta publicación, por favor póngase en
contacto con James Royston en [email protected]
S&D
Grupo de la Alianza Progresista de los
Socialistas & Demócratas
en el Parlamento Europeo
Rue Wiertz 60, B-1047 Brussels
QUÉ ES...
Progressive Economy
OBJECTIVO
Economía Progresista es una nueva iniciativa
lanzada en el 2012 con el objetivo principal de
generar un verdadero debate público e informado
sobre la política social y económica a nivel nacional y
europeo, así como mundial, y promover activamente
el pensamiento progresista en esas áreas en el entorno
académico y político. Economía Progresista es una
iniciativa a largo plazo con una visión estratégica
sobre la contribución al pensamiento y a las medidas
progresistas; no es un acto único.
Sin un debate público, sin elecciones políticas
claras, no puede existir una verdadera democracia. La
falta de elección engendra frustración, populismo y el
crecimiento de la anti-política. Los progresistas tienen la
obligación de demostrarles a los ciudadanos que tienen
elección y deben hacer lo que haga falta para ganar la
batalla de ideas en esas áreas básicas para el futuro de
nuestras sociedades.
Por eso, el Grupo S&D ha lanzado la iniciativa
Economía Progresista, que creará un nuevo espacio abierto
para llevar a cabo un debate público e informado, y que
contribuirá a crear una economía contemporánea que sea
progresista y una visión social de Europa.
ACTIVIDADES
EN CURSO
facebook.com/
euprogressiveeconomy
twitter.com/ProgressEcon
www.progressiveeconomy.eu
La iniciativa empezó en noviembre del 2012
con el apoyo que se dio a la publicación del primer
Estudio Prospectivo Anual Independiente sobre
el Crecimiento (iAGS, por sus siglas en inglés). Cada
año, varios institutos económicos (OFCE, IMK, y ECLM)
publicarán un iAGS que ofrecerá un análisis, previsiones
y recomendaciones en detalle para la economía
europea. El próximo iAGS se publicará en noviembre
del 2014. Economía Progresista se siente orgullosa de
apoyar este trabajo que, por primera vez, ofrece una
alternativa sólida al Estudio Prospectivo Anual sobre
el Crecimiento de la Comisión, que es la base de la
definición anual de la política económica de Europa a
nivel del Consejo Europeo y de las recomendaciones
específicas para cada país.
La iniciativa se lanzó públicamente en Bruselas en
la primera conferencia anual, el jueves 7 de marzo del
2013; una reunión muy próxima al Consejo Europeo
de Primavera a la que asistieron participantes de alto
nivel de la política, el mundo académico, los medios de
comunicación y la sociedad civil. La iniciativa mantendrá
el concepto de organizar una reunión anual importante,
a la que acudirán las principales personas involucradas
en la iniciativa y donde compartirán los distintos
segmentos de sus actividades. La próxima conferencia
anual tendrá lugar en marzo del 2014 en Bruselas en
forma de un “Foro de Economía Progresista” en
el que se tratará el tema de la “DESIGUALDAD”. El
objetivo de este Foro anual es reunir a un número aún
mayor de personas progresistas del mundo académico,
los sindicatos y la sociedad civil que participan
activamente y están comprometidos con el refuerzo y
la promoción de las ideas progresistas en los ámbitos
sociales y económicos de toda Europa y el mundo.
NUEVAS
ACTIVIDADES
PEAC: El proyecto PEAC pretende fomentar
la investigación académica progresista y la creación
de redes de asuntos económicos y sociales, así como
facilitar la transmisión del conocimiento académico
a los procesos políticos (Proyecto académico de
Economía Progresista, PEAC, por sus siglas en inglés),
concretamente mediante una “solicitud de ponencias”.
PEPA: El proyecto PEPA pretende profundizar
y ampliar la dimensión democrática de la gobernanza
social y económica europea a nivel de la UE, la eurozona
y los estados miembros, y contribuir a un cambio
fundamental y duradero de política en el ámbito
económico y social en línea con los conceptos y los
valores de la política progresista que se han definido
conjuntamente (Alianza parlamentaria de Economía
Progresista, PEPA, por sus siglas en inglés). Incluye una
Asamblea Anual de la PEPA, cuya primera reunión se
celebró el 4 y 5 de diciembre del 2013.
EVENTOS DE ECONOMÍA
PROGRESISTA: Para contribuir a un intercambio
de ideas y experiencias abierto y de inclusión entre los
progresistas de toda Europa, Economía Progresista
organizará un intenso programa de eventos en distintas
partes de Europa. En 2013, ya se celebraron una serie de
programas exitosos y de alto nivel en Lisboa, Brighton,
Burdeos y Budapest.
TEMAS POLÍTICOS: Entre su gama de
actividades, la iniciativa se ocupará, en concreto, de tres
temas políticos: “Crecimiento en crisis”, “Mercados
laborales progresistas” y “Economía Progresista
Mundial”. Además, la iniciativa pretende reforzar tanto
el conocimiento como las respuestas políticas que se
dan en esas áreas con estudios hechos a medida y con
una serie de seminarios.
REVISTA DE ECONOMÍA
PROGRESISTA: Las actividades de la iniciativa
nutrirán una publicación regular de aportaciones de
académicos, legisladores y otras partes interesadas
clave, cuyo objetivo será que el pensamiento progresista
circule y la transmisión de conocimiento e ideas entre los
ámbitos académico y político.
PÁGINA WEB: La nueva página web de
Economía Progresista tendrá un papel activo en el
desarrollo de los proyectos PEAC y PEPA y, en un sentido
más amplio, será una fuente importante de información
e intercambio entre los progresistas sobre retos sociales
y económicos.
Índice
Presentación
09
 Eurodiputado Hannes Swoboda, Grupo S&D
Aportaciones preliminares de
los co-editores
10
 Kate Pickett, profesora de Epidemiología, Universidad de York,
y Richard Wilkinson, profesor emérito de Epidemiología Social,
Universidad de Nottingham
Reducir la desigualdad con democracia económica. Cómo todas las formas
de democracia económica frenan la desigualdad (representación de los empleados,
sindicatos, propiedad de los empleados, etc.) mientras, al mismo tiempo, aumenta la
productividad y el bienestar.
 Gosta Esping-Andersen, profesor de Sociología, Universidad
Pompeu Fabra, Barcelona
Cómo los cambios en la familia y la desigualdad de los ingresos influyen
en las oportunidades de vida de los niños. Cómo los cambios de la demografía
familiar refuerzan las crecientes desigualdades en la oferta de la mano de obra
doméstica y los ingresos, y cómo ello afecta, a su vez, a las oportunidades de vida.
El aumento de la desigualdad
24
 Timothy Smeeding, director, Instituto de Investigación de la
Pobreza, y profesor distinguido de Letras y Ciencias de Asuntos
Públicos, Escuela
La Follette de Asuntos Públicos, Universidad de WisconsinMadison, Salvatore Morelli, profesor asistente del CSEF,
Universidad de Nápoles - Federico II, y Jeffrey Thompson,
economista, Comité de Gobernadores de la Reserva Nacional
Nuevas tendencias de desigualdad de los ingresos en los países desarrollados.
¿Cuáles son sus principales manifestaciones? ¿Hay alguna diferencia significativa entre
países? ¿Se están polarizando las sociedades? ¿Está disminuyendo la tendencia?
 Jean-Paul Fitoussi, profesor de Economía, Universidad LUISS de
Roma, y Francesco Saraceno, economista sénior, OFCE, París
Los factores de la desigualdad: los retos actuales y del pasado de Europa
 Wiemer Salverda, coordinador del proyecto internacional de
investigación Growing Inequalities’ Impacts (“Los efectos del
aumento de las desigualdades”) (GINI) (gini-research.org)
¿Puede la redistribución de ingresos ayudar a que cambie la
creciente desigualdad?
Los múltiples efectos de la
desigualdad
49
 Jo Blanden, profesora de Economía de la Universidad de Surrey e
investigadora asociada del Centro de Resultados Económicos de la
London School of Economics
La desigualdad limita las oportunidades
 Frank Elgar, profesor asociado de Psiquiatría, Universidad McGill,
Montreal
Igualdad, cohesión social y bienestar
 Roberto De Vogli, profesor asociado de Determinantes Sociales
de la Salud Mundial del Departamento de Ciencias de la Salud
Pública de la Universidad de California, en Davis (UCD)
La desigualdad y la crisis medioambiental: es el momento de destronar al
neoliberalismo mundial
Perspectivas políticas sobre
la desigualdad
72
 Eurodiputada Zita Gurmai, presidenta, Mujeres del PSE
¡Que no haya menos igualdad de género, sino más, en 2014 y después!
 Nicolas Schmit, ministro de Trabajo, Empleo e Inmigración,
Luxemburgo, y ministro coordinador de la Red de ministros de
Empleo y Asuntos Sociales del Partido de los Socialistas Europeos
Luchar contra la desigualdad: hacia una combinación eficaz de respuestas
políticas nacionales y europeas
09
Presentación
Bienvenidos a esta segunda edición de la Revista de Economía
Progresista, que se centra en las desigualdades y que ha sido editada
junto a dos pensadores destacados en esta área, Kate Pickett y Gøsta
Esping-Andersen.
Hannes Swoboda,
Eurodiputado, Austria,
presidente del Grupo
S&D del Parlamento
Europeo
La desigualdad es un tema que debe situarse en el centro de la
planificación política, en Europa y el exterior. La relación entre la
desigualdad económica y el bienestar general es claro. Pero el tema
de la desigualdad es mucho más amplio. La desigualdad no es solo
pobreza; es no poder ofrecerles a todos oportunidades, servicios
públicos y un equilibrio entre la vida profesional y personal.
Esta Revista pretende ser una pequeña contribución a ese debate. Al
pedirles a académicos y legisladores que aborden temas tan distintos
como el género y el medio ambiente, esperamos ofrecer elementos de
reflexión para determinar por qué debemos situar la desigualdad en un
primer plano en todas las áreas políticas.
Esos temas se tratarán en nuestro prestigioso Foro Anual, que
tendrá lugar en el Parlamento Europeo de Bruselas, en marzo.
Todo el mundo podrá asistir a este acto que se ofrecerá en directo
a través de la web. Incluirá aportaciones de muchos de los autores
que aparecen en esta revista, así como de otras personalidades
destacadas como Joseph Stiglitz y Martin Schulz. Puede consultar más
detalles sobre el evento en la página web de Economía Progresista:
progressiveeconomy.eu
¡Espero verles allí!
Reducir
la desigualdad con
democracia económica*
Pickett y Wilkinson señalan lo
perjudiciales que pueden ser
las grandes desigualdades en el
bienestar de la amplia mayoría
de la sociedad. En este artículo,
se centran en la forma de lograr
más igualdad con democracia
económica.
Richard Wilkinson,
Profesor emérito de
Epidemiología Social,
Universidad
de Nottingham
Kate Pickett,
Profesora de
Epidemiología,
Universidad de York
Kate y Richard son
co-fundadores de The
Equality Trust (“La
Confianza en igualdad”)
Pocos entienden lo dañinas que pueden ser
las grandes desigualdades. Hay una opinión
habitual de que la desigualdad solo importa si
crea pobreza o si existe una idea generalizada
de que es injusta, que los ricos y los pobres
no se merecen lo que consiguen. Pero esa es
una visión ingenua. En realidad, la desigualdad
tiene efectos profundos y poderosos sobre
el bienestar de la gran mayoría. Nuestra
propia investigación, y las de muchos otros
investigadores del mundo, muestra que casi
todos los problemas sociales y de salud que
tienden a ser comunes en la parte más baja de
la escalera social también tienden a ser peores
en sociedades donde las diferencias de ingresos
entre ricos y pobres son mayores. Como seres
humanos, tenemos respuestas psicológicas
ante la desigualdad que están profundamente
arraigadas, y las mismas se reflejan en peor
bienestar y salud de la población, menos
cohesión social, más violencia y muchos otros
problemas. Los hemos descrito en un artículo
previo de esta revista*; aquí nos enfocamos
en la forma de lograr más igualdad con
democracia económica.
Crear una sociedad más
igualitaria
Existen varios enfoques, bastante distintos
entre sí, sobre el aumento de la igualdad.
Habitualmente, se piensa en términos de una
fiscalidad más progresista y de sistemas de
seguridad social que sean más generosos.
Debemos ocuparnos realmente de la
evasión fiscal, poner fin a los paraísos fiscales y
conseguir que la tributación sea más progresista,
para que los ricos paguen una parte mayor de
impuestos sobre sus ingresos que los menos
pudientes. Sin embargo, este enfoque tiene dos
puntos débiles: en primer lugar, los cambios
de gobierno pueden revertir muy fácilmente
cualquier avance en relación con los impuestos y
los beneficios; y, en segundo lugar, siempre existe
la predisposición de que los ciudadanos piensen
que los impuestos son una especie de robo
legalizado, que el gobierno se está llevando su
dinero. Esto a pesar del hecho de que casi toda
la producción y la creación de riqueza se genera
en un proceso de cooperación. Los ingresos y
las condiciones de vida de todos dependen del
conjunto de la sociedad y de sus infraestructuras.
Los ricos no serían ricos si no fuera por que existe
una población instruida, suministros eléctricos,
sistemas de transporte, conocimiento técnico y
científico acumulado, etc. Los niveles de vida son
producto de los esfuerzos combinados de un
enorme número de personas.
Un enfoque mucho más básico para reducir
la desigualdad es reducir la diferencia entre los
ingresos de las personas antes de aplicar los
impuestos. En nuestra investigación, hemos visto
que algunas de las sociedades más igualitarias
consiguen esa mayor igualdad redistribuyendo;
pero que otras empiezan con diferencias menores
en los ingresos profesionales antes de impuestos1.
Los beneficios sociales de que éxista más
igualdad no parecen depender de cómo se logra
esa mayor igualdad.
* Este artículo se basa en material de Wilkinson RG y Pickett KE, The World We Want (“El mundo que queremos”). International Labour Review, primavera de 2014
Wilkinson RG, Pickett K. The Spirit Level: Why Equality is Better for Everyone (“Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva”, Madrid Turner Publicaciones). Londres. Penguin, 2010.
1
11
Las crecientes diferencias de ingresos
que se observan en muchísimos países son,
principalmente, un reflejo de la tendencia de que
las rentas más altas crezcan más rápido que los
ingresos del resto de la sociedad. En las últimas
décadas, las grandes empresas internacionales
han sido potentes generadoras de desigualdad.
De los años setenta a principios de la década
de los ochenta, a los directores ejecutivos de
las trescientas cincuenta mayores empresas
estadounidenses se les pagó veinte o treinta
veces más que el salario del trabajador medio. En
la primera década del siglo veintiuno, la cifra era
entre doscientas y cuatrocientas veces superior2.
En las cien mayores empresas británicas (según
el índice FTSE 100), el directivo ejecutivo medio
recibió unas trescientas veces más el salario
mínimo3. Aunque las diferencias son mayores
en la mayor parte de los países, han crecido por
lo general más lentamente que en los Estados
Unidos. El salario máximo ha estado vinculado
muy levemente, en el mejor de los casos, a los
resultados de la empresa. Ante la ausencia de
sindicatos fuertes y de un movimiento obrero
eficiente, las tendencias parecen reflejar una
falta de restricción democrática de los ingresos
más altos que sea eficaz. De ser así, parte de la
solución es crear restricciones efectivas llevando la
democracia a nuestras instituciones económicas.
La importancia del movimiento
obrero
Los cambios a largo plazo de la desigualdad
en muchos países desarrollados muestran un
patrón en forma de ‘U’ en el siglo veinte y
principios del siglo veintiuno, con una gran
desigualdad hasta la década de los treinta,
seguida de un declive que llegó hasta algún
momento de los años setenta. Pero, a partir
de 1980 o así, o quizás un poco más tarde, la
desigualdad empiezó a crecer de nuevo hasta
que, a principios del siglo veintiuno, algunos
países han vuelto a niveles de desigualdad que
no se veían desde la década de los años veinte.
Ese patrón refleja el refuerzo y el posterior
debilitamiento del movimiento obrero en el
siglo veinte. Si consideramos la proporción de
la mano de obra presente en los sindicatos
como una medida de fuerza del movimiento
obrero, la relación con la desigualdad está muy
clara. El Gráfico 1 muestra la relación entre
la desigualdad y la proporción de la mano de
obra en los sindicatos en dieciséis países de
la OCDE en distintos momentos entre 1966
y 1994.5 Cada punto representa un país en
una fecha concreta. Conforme la afiliación
sindical decrecía, la desigualdad aumentaba.
La situación se mantiene igual en los datos
más recientes (Gráfico 2). Incluso en Suecia,
el reciente aumento rápido de la desigualdad
se asocia con la disminución de la afiliación
desde principios de la década de los noventa
y, particularmente, a partir de 2006. En países
concretos, la afiliación sindical y la desigualdad
se siguen de cerca mutuamente; véase, por
ejemplo, el caso de los Estados Unidos en
http://www.epi.org/ publication/unions-declineinequality-rises/. [Eisenbray R, Gordon C. As
Unions decline, inequality rises (“Conforme los
sindicatos bajan, la desigualdad sube”). Instituto
de Política Económica 2012]
La conexión entre la afiliación sindical y la
desigualdad no debe considerarse simplemente
un reflejo de lo que los sindicatos logran en
relación con los salarios de sus miembros.
La relación muestra, en cambio, el refuerzo,
y después el debilitamiento, de la influencia
política e ideológica mundial de los movimientos
progresistas. El aumento de la desigualdad
desde, más o menos, 1980 puede atribuirse en
gran parte, casi sin duda, al poder político de la
ideología neoliberal. Para conseguir reducir la
desigualdad sustancialmente en el futuro hará
falta reconstruir un movimiento político que sea
constante.
Mishel L, Sabadish N. Pay and the top 1%: How executive compensation and financial-sector pay have fuelled income inequality (“El salario y el 1% máximo: cómo la remuneración de los
directivos y el salario del sector financiero han avivado la desigualdad de ingresos”). Nota breve: Economic Policy Institute, 2012.
3
One Society. A third of a percent (“Una sociedad. Un tercio de un percentil”). Londres: The Equality Trust, 2012.
4
Pickett, Reducing Inequality: an essential step for development and wellbeing (“Reducir la desigualdad: un paso esencial para el desarrollo y el bienestar”). Revista de Economía Progresista,
Noviembre de 2013.
5
Gustafsson B, Johansson M. In search of smoking guns: What makes income inequality vary over time in different countries? (“Buscando pistolas humeantes. ¿Qué hace que la desigualdad de
los ingresos varíe con el tiempo en distintos países?”) American Sociological Review 1999:585-605.
2
Como seres humanos, tenemos respuestas
psicológicas ante la desigualdad que están
profundamente arraigadas, y las mismas
se reflejan en peor bienestar y salud de la
población, menos cohesión social, más violencia
y muchos otros problemas.
Gráfico 1 Los países que tienen sindicatos más fuertes son menos desiguales
(datos de dieciséis países de la OCDE, 1966-1994)
40
35
30
Desigualdad (Gini)
25
20
15
0
10
20
30
40
50
60
70
80
% de mano de obra afiliada a sindicatos
Fuente: Gustafsson B, Johansson M. In search for a smoking gun: what makes income inequality vary over time in different countries? (“Buscando pistolas
humeantes. ¿Qué hace que la desigualdad de los ingresos varíe con el tiempo en distintos países?”) Documento de trabajo del LIS 172; 1997.
90
13
Gráfico 2 Cobertura sindical y desigualdad salarial en la OCDE
la más reciente (hacia 2007-10 en la mayoría de países)
100
Bélgica
Austria
Suecia
90
Finlandia
Francia
Países Bajos
Dinamarca
80
Italia
70
Cobertura sindical
Noruega
media, cobertura sindical
60
Alemania
Irlanda
50
Suiza
Checoslovaquia
40
Australia
Polonia
Gran Bretaña
Hungría
30
Canadá
20
Nueva Zelanda
Estados Unidos
Japón
10
media, 90/10 ratio salarial
0
1.0
1.5
2.0
2.5
3.0
3.5
4.0
ratio del salario alto respecto al salario bajo (90/10)
Fuente: Colin Gordon, junio del 2012
4.5
5.0
Un informe del Banco Mundial sobre ocho
países (Japón, la República de Corea, Taiwán,
Singapur, Hong Kong, Tailandia, Malasia e
Indonesia), que solían llamarse “las economías
tigre”6, también confirmó el papel de la
política —frente a las fuerzas implacables del
mercado— en la reducción de la desigualdad en
el siglo veinte y, posteriormente, en su aumento.
Describe cómo, con programas ampliamente
difundidos de “crecimiento compartido”, todos
redujeron deliberadamente sus diferenciales de
renta en el periodo 1960- 1980. Las políticas
incluían, de diversas maneras, la reforma
agraria, ayudas para reducir los precios de
los fertilizantes con la finalidad de impulsar
las rentas rurales, programas de reparto de la
riqueza, amplios programas de vivienda pública
y ayudas a las cooperativas de trabajadores. El
informe del Banco Mundial dice que, en todos
los casos, los gobiernos redujeron la desigualdad,
principalmente, porque afrontaron desafíos a
su legitimidad, que solían proceder de rivales
comunistas, y les hacía falta conseguir un apoyo
popular más amplio. Por ejemplo, Corea del Sur
hizo frente a Corea del Norte, Taiwán y Hong
Kong se enfrentaron a las reivindicaciones de
China, y las fuerzas de la guerrilla comunista
actuaron ampliamente. Con lo cual, en este caso,
como sucede en los países ricos desarrollados,
es un error pensar que los principales cambios
en relación con la desigualdad son simplemente
consecuencia de fuerzas impersonales de
mercado, en lugar de procesos políticos e
ideológicos.
Debemos aumentar la representación de
los empleados en los consejos de las empresas
y ensanchar la proporción de la economía
formada por mutualidades, cooperativas,
empresas que son propiedad de los empleados
y empresas sociales. Las empresas más
democráticas suelen tener ratios salariales
mucho menores entre su personal. En el grupo
Mondragon de cooperativas de España (que
tiene ochenta y cuatro mil empleados, y ventas
anuales de trece mil millones de libras esterlinas;
aproximadamente 15.800 millones de euros), la
media de la ratio salarial es de 1:5.
En las grandes organizaciones del sector público,
las ratios están normalmente entre 1:10 y 1:20.
Cerca de la mitad de los países que pertenecen
a la Unión Europea tienen alguna clase de
disposición jurídica relativa a la representación
de los empleados en los consejos de empresa.
Las distintas disposiciones que se aplican en
Europa están en la página web de Eurofound:
http://www.eurofound. europa.eu/
eiro/1998/09/study/tn9809201s.htm. Algunas
de las cláusulas son muy débiles: hay que
reforzarlas sustancialmente y que todos los
países las adopten.
Está claro que el sector de las empresas que
son propiedad de las partes interesadas está
creciendo y es resistente7. Las cooperativas del
Reino Unido obtuvieron claramente mejores
resultados que la economía general en los
cuatro años previos al 2012, el sector de la
empresa social crece y está obteniendo mejores
resultados que el sector comercial privado de
tamaño pequeño y medio, y las empresas que
son propiedad de los empleados han creado
nuevos puestos de trabajo más rápidamente
que las empresas más tradicionales; también
pagan mejores salarios y son igual de rentables.
Al público general le gustan las empresas que
son más democráticas: un estudio sobre las
cooperativas del Reino Unido en 2010 descubrió
que las consideraban honestas y fiables, y una
buena forma de dirigir empresas, mientras que
las empresas privadas se consideraban atroces y
codiciosas.8
Banco Mundial. The East Asian miracle (“El milagro de Asia oriental”). Oxford: Oxford University Press, 1993.
Kerry B. From UK plc to Co-op UK: transforming the private sector (“Del Reino Unido S.A a las cooperativas del Reino Unido: transformar el sector privado”). En: Hattersley R, Hickson K,
editores. The socialist way: social democracy in contemporary Britain (“El camino socialista: la socialdemocracia en la Gran Bretaña contemporánea”). Londres: IB Tauris, 2013.
8
Simon G, Mayo E. Good business? Public perceptions of co-operatives (“¿Buenos negocios? Percepciones públicas de las cooperativas”). Londres: Cooperativas del Reino Unido, 2010.
6
7
15
Aunque en los países desarrollados vivimos con
comodidades y lujos de los que no se tienen
precedentes históricos, estamos, sin embargo,
sumidos en problemas sociales y económicos que
tienen enormes costes humanos. A todos nos
conmueve el impacto de la desigualdad: aumenta
la incidencia de las enfermedades mentales,
la depresión y la ansiedad, debilita la vida
comunitaria e intensifica nuestra preocupación
acerca de cómo somos percibidos y juzgados.
Las cooperativas, las empresas que son
propiedad de los empleados y otras del sector
empresarial de partes interesadas tienen otras
ventajas, además de las pequeñas diferencias
salariales y los buenos resultados económicos. La
vida comunitaria se ha debilitado sustancialmente
en los países ricos en las últimas generaciones;
pero, como afirma Oakeshott, cuando parte de
los empleados compran acciones, un pedazo
de propiedad empresarial puede convertirse en
una comunidad9. ¿Quizás que haya un sentido
más fuerte de comunidad en el trabajo podría
reinstaurar el sentido de comunidad que ha
decaído en las áreas residenciales? También es
probable que unas estructuras laborales menos
jerárquicas pudieran empezar a cambiar la
experiencia de trabajo, posibilitando que más
personas tuvieran un sentimiento de autoestima
porque se valora lo que hacen. Sin duda, el
sentido de falta de control en el trabajo, la
sensación de injusticia y el desequilibrio entre el
esfuerzo y la recompensa están asociados con el
empeoramiento de la salud y el bienestar.10
Las escalas salariales máximas y la evasión
fiscal son dos indicadores de lo problemática que
puede resultar la discordancia entre la búsqueda
de beneficios y el interés público. Otros incluyen
la oposición que financian las empresas ante la
evidencia científica del daño asociado con los
productos empresariales, como el papel que
juegan las empresas de combustibles fósiles que
se oponen a la ciencia del clima, la manipulación
de los órganos reguladores que fijan garantías
para el interés público, y la compra de influencia
política a un nivel tal que supone una amenaza
para el funcionamiento eficaz de las instituciones
democráticas. Freudenberg, en su Letal, pero
legal: corporaciones, consumo y proteger la
salud pública sugiere que el conflicto entre el
interés público y el ánimo de lucro de las grandes
empresas es, en la actualidad, una importante
amenaza para la salud pública.11, 12
Es probable que reflexiones de esta clase
hayan contribuido al resurgimiento del interés
por estructuras institucionales económicas
que sean más democráticas. Pero, al mismo
tiempo, los sistema tradicionales en los que se
comparte la propiedad se han vuelto cada vez
más inadecuados para controlar las empresas
modernas. Un informe titulado Trabajadores en
los Consejos, del British Trade Union Congress
(Congreso de Sindicatos Británicos; TUC, por sus
siglas en inglés), señala que en la década de los
sesenta la mayoría de las acciones eran propiedad
de personas que tenían intereses a largo plazo
en un pequeño número de empresas13. Pero
en muchos países, las instituciones financieras
poseen ahora la gran mayoría de las acciones y
sus inversiones se extienden por cientos, e incluso
miles, de empresas, ganan dinero negociando
acciones a corto plazo y saben poco o nada, o
tienen poco interés o ninguno, en las empresas
con cuyas acciones negocian. El informe del TUC
dice que se ha llegado a un punto en el que una
gran empresa que cotiza en bolsa puede tener
miles o decenas de miles de accionistas e incluso
es complicado conseguir información acerca de
quiénes son.
Al mismo tiempo, la protección moderna
implica cada vez más la integración de
las competencias y los conocimientos de
muchas personas que están muy preparadas;
tanto, que el valor de una empresa tiene
que ver menos ahora con sus edificios y sus
bienes de capital que con el valor del grupo
integrado de empleados con capacidades y
conocimientos. Eso significa que comprar
y vender una empresa equivale a comprar
y vender a un grupo de personas, lo cual
es un proceso espantosamente anacrónico,
especialmente cuando ese grupo de personas
podría estar dirigiendo su propia empresa de
forma democrática.
Oakeshott R. Jobs and fairness: the logic and experience of employee ownership (“Empleo y justicia: la lógica y la experiencia cuando los empleados son propietarios”). Norwich: Michael Russell, 2000.
Bosma H, Marmot MG, Hemingway H, Nicholson AC, Brunner E, Stansfeld SA. Low job control and risk of coronary heart disease in Whitehall II (prospective cohort) study. (“Poca
autonomía laboral y riesgo de enfermedad coronaria en el estudio Whitehall II (de cohortes prospectivo)”). British Medical Journal (Diario Médico Británico) 1997;314(7080):558-65.
11 Freudenberg N. Lethal but Legal: Corporations, Consumption, and Protecting Public Health (“Letal, pero legal: corporaciones, consumo y proteger la salud pública”). Oxford University Press, 2014.
12 Oreskes N, Conway EM. Merchants of Doubt: how a handful of scientists obscured the truth on issues from tobacco smoke to global warming (“Mercaderes de la duda: cómo un
puñado de científicos han ocultado la verdad en temas que van del humo de tabaco al calentamiento global”). Nueva York: Bloomsbury, 2010.
13 J. W. Workers on Board: The case for workers’ voice in corporate governance (“Los trabajadores en los Consejos: el porqué de la voz de los trabajadores en la gobernanza cooperativa”). En:
Congress TU, editor. TUC. Reino Unido, 2013.
9
10 La política progresista ha perdido de vista la
dirección en la que debemos intentar movernos.
En lugar de tener una economía que sirva a las
personas, se ha tenido la sensación de que, en la
práctica, nuestra tarea era servir a la economía y de
que la dirección del cambio económico y social ya
no estaba sujeta al control de los seres humanos.
A algunos lectores quizás les parezca
utópico imaginarse un sector empresarial que
sea propiedad de las partes interesadas y que
pueda competir con grandes corporaciones
multinacionales y con una concentración cada
vez mayor del capital en cada vez menos manos
(véase De Vogli en este tema). Pero, sin duda,
no excede el sentido común del gobierno
crear incentivos fiscales y marcos jurídicos que
expandan la democracia económica.
Desigualdad, consumismo,
sostenibilidad y calidad de vida
Aunque en los países desarrollados vivimos
con comodidades y lujos de los que no se tienen
precedentes históricos, estamos, sin embargo,
sumidos en problemas sociales y económicos que
tienen enormes costes humanos. A todos nos
conmueve el impacto de la desigualdad: aumenta
la incidencia de las enfermedades mentales,
la depresión y la ansiedad, debilita la vida
comunitaria e intensifica nuestra preocupación
acerca de cómo somos percibidos y juzgados.
Como resultado, daña las relaciones sociales y
dificulta que podamos relajarnos y disfrutar de
nuestra mutua compañía, por no mencionar
los problemas muy relacionados de violencia,
drogadicción y personas que se infravaloran y a
las que se les hace sentir inferiores.
Reducir la desigualdad no es solo esencial
para mejorar esos aspectos vitales y el bienestar
social, sino que también es clave para reducir
el consumismo. El consumismo no es un reflejo
de una naturaleza humana básica que es
adquisitiva. Es, en cambio, un indicador del poder
disfuncional de la competencia por el estatus
en las relaciones sociales. El consumismo es en
realidad una forma muy alienada de señalización
social mediante la cual intentamos mantener y
comunicar un sentido de valía personal los unos
a los otros.
Las reducciones de la desigualdad y
las reducciones simultáneas de la presión
por consumir significa que las personas
de las sociedades más ricas estarían más
dispuestas a usar los beneficios de una
mayor productividad para tener más ocio en
lugar de buscar niveles más altos de riqueza
material y consumo. La New Economics
Foundation ha sugerido que una semana
laboral de veintiuna horas debe volverse
la norma de la economía sostenible14. Las
encuestas de bienestar sugieren que el
consumismo implica sacrificar tiempo que
podría pasarse mejor en familia, con los
amigos y la comunidad.15
Las reducciones de los problemas sociales
y de salud que consiguen las sociedades
más igualitarias son grandísimas porque
afectan a la gran mayoría de la sociedad. Es
posible que reduciendo la desigualdad no
reduzcamos solo el consumismo, sino que
también mejoremos la calidad real de vida de
la inmensa mayoría. Si el principal esfuerzo
de reducción de la desigualdad se centrara
en la expansión de la democracia económica
en todas sus formas —representación sindical
y de los empleados en los consejos de las
empresas, mutualidades, empresas que son
propiedad de los empleados y cooperativas—
entonces también habríamos empezado a
transformar la experiencia laboral de las
personas. La vida comunitaria sería más
fuerte y se reducirían las inseguridades
debido al estatus.
El debilitamiento del movimiento
obrero en los últimos veinticinco años del
siglo veinte también ha visto el declive de
cualquier visión progresista común acerca
de cómo mejorar nuestras sociedades. La
política progresista ha perdido de vista
la dirección en la que debemos intentar
movernos.
Coote A, Franklin J, Simms A, Murphy M. 21 Hours: Why a Shorter Working Week Can Help Us All to Flourish in the 21st Century (“21 horas: Por qué una semana laboral más corta
puede ayudarnos a todos nosotros a florecer en el siglo veintiuno”) New Economics Foundation, 2010.
15 Grupo Harwood. Yearning for balance: Views of Americans on consumption, materialism, and the environment (“Ansiando el equilibrio: Opiniones de los estadounidenses sobre el
consumo, el materialismo y el medio ambiente”). Takoma Park, Maryland: Merck Family Fund, 1995.
14 17
En lugar de tener una economía que sirva a
las personas, se ha tenido la sensación de que, en
la práctica, nuestra tarea era servir a la economía
y de que la dirección del cambio económico y
social ya no estaba sujeta al control de los seres
humanos. Como resultado, la política ha perdido
idealismo y cualquier capacidad de inspirar.
Los intentos de reforma se han
fragmentado y les ha faltado sentido de
coherencia y orientación: ya no han podido
percibirse como pasos hacia la visión de un
futuro deseable.
Ahora necesitamos una nueva visión que
pueda inspirarnos a llevar a cabo la transición
no solo hacia la sostenibilidad, sino hacia
una sociedad que sea capaz de mejorar la
calidad de vida de todos. En el último periodo
de política progresista, en las décadas de
los sesenta y los setenta, no se consiguió
conceptualizar ni llevar a cabo los cambios
estructurales que hacían falta para garantizar
más progreso. Como resultado, el progreso
se paralizó y, en algunos aspectos, incluso
retrocedió. Ahora es urgente que realicemos el
trabajo conceptual audaz que hace falta para
crear una visión inspiradora sobre un futuro
que sea sostenible; debatir, desarrollar y fijar
nuestras ideas para garantizar que, en el futuro,
realizamos avances reales para maximizar el
bienestar sostenible de los seres humanos.
Avanzar hacia la sostenibilidad y maximizar
el bienestar implica cambiar algunos de los
aspectos contraproducentes de nuestro sistema
económico y social. La humanidad ya no
puede desarrollar formas sostenibles de vida
apoyándose en desigualdades internacionales
que son enormes y un consumismo
desenfrenado, mientras nuestra vida económica
está dominada por corporaciones que son
sumamente poderosas y que evitan rendir
cuentas de manera efectiva y democrática. ■
Cómo los cambios en la familia
y la desigualdad de los ingresos influyen
en las oportunidades de vida de los niños
Gøsta EspingAndersen,
Profesor de Sociología,
Universidad Pompeu
Fabra, Barcelona
Este artículo de uno de los
miembros de nuestro Consejo
Científico advierte sobre el enorme
impacto que la desigualdad tendrá
en la próxima generación, si no se
toman medidas. En la actualidad,
uno de cada cinco niños vive en la
pobreza en la mayor parte de los
países de la UE. Esping-Andersen
llama la atención sobre la creciente
disparidad entre los padres que
están muy capacitados y los que
tienen poca formación y el tiempo
que se dedica a los hijos. Esas
preocupantes tendencias apuntan
a un futuro sombrío y a niveles
altos de desigualdad en la vida de
nuestros niños.
Los países más avanzados han experimentado
una desigualdad de ingresos en las últimas
décadas que cada vez es mayor; en algunos
países, como el Reino Unido y los Estados Unidos,
ha sucedido de manera bastante dramática.
Existe un amplio consenso en torno al hecho
de que, principalmente, el aumento de la
diferencia salarial entre la parte superior y la
parte inferior está fomentando esa tendencia.
Las remuneraciones por capacidades se han
disparado en la parte más alta mientras que las
personas menos cualificadas se enfrentan con
erosión salarial y más paro.1 Solo este hecho
crea circunstancias de vida y estructuras de
oportunidades más desiguales en la siguiente
generación, que son los niños de hoy. La
capacidad de los padres de invertir en el futuro de
sus hijos se volverá más desigual y eso reducirá, a
su vez, la movilidad intergeneracional.2
Se ha debatido mucho menos cómo la actual
transformación demográfica familiar puede
exacerbar esas tendencias desigualitarias. Hay dos
series de cambios que probablemente polarizarán
o, como dice Sarah McLanahan, producen un
mundo con destinos diversos.
¿Están los cambios en la familia
polarizando?
El primer cambio es un giro repentino,
y bastante inesperado, de ciento ochenta
grados en el comportamiento de la pareja.
En el pasado, era menos probable que las
personas con más formación se casaran y eran
más propensas al divorcio. Ese patrón se está
invirtiendo ahora y, como resultado, asistimos a
una creciente concentración de familias frágiles
entre la población menos formada (y de bajos
ingresos). Citando un ejemplo de nuestra propia
investigación, el índice de divorcio entre los
estadounidenses menos cualificados duplica
al de los que están muy capacitados. Vemos
prácticamente el mismo patrón en toda Europa.3
Del mismo modo, hay una concentración incluso
mayor de familias monoparentales entre madres
poco cualificadas y con bajos ingresos (o que
están inactivas). Ya sea en Suecia o los Estados
Unidos, aproximadamente el ochenta por ciento
de todas las familias monoparentales se sitúan
en la parte baja del quintil de ingresos. El gráfico
presenta los índices más recientes (de mediados y
finales de la década del 2000) de pobreza infantil
en países representativos. Aquí la pobreza se
define cuando se está por debajo del 50% de la
renta media (ajustada).
Para tener una visión de conjunto, véase C. Goldin y L. Katz, The Race between Education and Technology (“La carrera entre la educación y la tecnología”). Belknap Press (2008)
Puede leerse una síntesis excelente de cómo la desigualdad daña la estructura de oportunidades en Miles Corak, Income inequality, equality of opportunity, and intergenerational
mobility (“Desigualdad de los ingresos, igualdad de oportunidades y movilidad intergeneracional”). Documento de reflexión de IZA, número 7520 (2013).
3
Presentado en G. Esping-Andersen (2009), The Incomplete Revolution (“La revolución incompleta”). Cambridge: Polity Press
1
2
19
En los países anglosajones y mediterráneos,
uno de cada cinco niños vive en la pobreza; es
casi la norma en las familias monoparentales.
Y, en algunos casos, la tendencia es realmente
problemática. La pobreza infantil ha aumentado
en el Reino Unido alrededor de un veinticinco
por ciento en las últimas dos décadas, y se
ha duplicado en España. Y lo que es peor, en
los países donde la pobreza infantil está más
extendida también tiende a ser más persistente.
Mis propias estimaciones (que se basan en
el PHCE y las cifras del panel de datos PSID
estadounidense) muestran que casi el sesenta
por ciento de las familias pobres que tienen niños
se mantienen en la misma situación tres años
o más en Estados Unidos. La comparación es
muy desfavorable respecto al tres por ciento de
Dinamarca o el nueve por ciento de Alemania.4
Pero aquí hay una primera lección
importante que aprender. Cuando las
madres trabajan, la pobreza infantil cae
vertiginosamente. En las familias de dos
progenitores, la pobreza virtualmente
desaparece; cuando solo está la madre, el
índice cae bruscamente. Los datos de Suecia
ilustran muy bien el alcance: en las familias
de parejas donde solo una persona trabaja, la
pobreza infantil es del 18,5%, que desciende al
1,4% cuando hay dos sueldos; en las familias
monoparentales sin trabajo, vemos un 54,5%
de índice de pobreza que cae al 11% cuando
la mujer tiene trabajo. A los países nórdicos les
va comparativamente bien en relación con la
pobreza infantil porque tienen un estado fuerte
del bienestar y porque la ocupación de las
madres es prácticamente universal.5
Pobreza infantil.
Todas las familias
Pobreza infantil.
Familias monoparentales
60
50
40
30
20
10
0
Dinamarca
Suecia
Noruega
Países Bajos
Francia
Alemania
Reino Unido
Italia
España
Estados Unidos
Fuente: Datos del LIS (Luxemburg Income Study, Estudio de la renta de Luxemburgo). La pobreza se define como menos del 50% del ingreso medio (ajustado).
G. Esping-Andersen y J. Myles, Economic inequality and the welfare state (“La desigualdad económica y el estado del bienestar”). Capítulo 25 en W. Saverda, B. Nolan y T. Smeeding,
eds. The Oxford Handbook of Economic Inequality (“El manual de Oxford de la desigualdad económica”). Oxford University Press (2009)
5
Esos datos pueden consultarse en la Base de Datos sobre la Familia de la OCDE.
4
Las sociedades que permiten desigualdades
enormes en el bienestar infantil terminarán por
decreto sin invertir lo suficiente en su futuro
potencial productivo.
Lo cual me lleva al segundo conjunto
de cambios demográficos familiares,
principalmente, al repentino aumento del
empleo femenino y, en particular, maternal.
Son obviamente buenas noticias en lo que
respecta a la pobreza infantil; pero puede
decirse que, en general, también exacerba la
desigualdad. ¿Por qué?
En primer lugar, está claro que el aumento
de la oferta de mano de obra femenina
ha sido socialmente muy asimétrico. Las
mujeres que están más capacitadas tienen,
normalmente, índices más altos de empleo que
las que tienen menos formación. Y cuando
estas últimas trabajan es más probable que lo
interrumpan y/u opten por una situación de
media jornada. Cuando el gradiente social de
la oferta de mano de obra femenina tiende
a ser ascendiente podría esperarse un efecto
desigual añadido a nivel familiar.
Ello se debe principalmente a que la
colaboración selectiva es cada vez mayor, en
particular en la parte superior e inferior de
la pirámide social. En la mayor parte de las
sociedades avanzadas, cerca de la mitad de
todas las parejas que trabajan pertenecen al
mismo quintil de renta6. Dos profesionales
duplicarán sus altas ganancias y, por lo tanto,
se distanciarán del resto. Y si el empleo
femenino es especialmente bajo entre las
mujeres menos capacitadas, la parte inferior de
la pirámide se quedará aún más rezagada en
términos de renta relativa.
¿Pero crea el empleo femenino una
polarización mayor de los ingresos?
Lógicamente, es más probable que sea así
cuando las asimetrías educativas de la oferta
de mano de obra femenina son mayores, esto
es, en las primeras etapas de la “revolución”
femenina. Comparando los países,
esperaríamos, por lo tanto, un efecto que crea
desigualdad en países como Italia o España,
pero no en países como Escandinavia donde
prácticamente todas las mujeres trabajan. Sin
embargo, factores adicionales de demografía
familiar pueden perfectamente tener un papel
importante aquí, en particular, la tendencia
a emparejarse. Por ejemplo, en una serie
de países, es mucho más probable que las
mujeres que tengan niveles educativos (muy)
altos se queden solteras, lo cual reduciría,
por supuesto, el efecto de bonificación de
los ingresos que están asociados con ser una
pareja muy cualificada en la que ambos ganan
dinero. Pero aquí, una vez más, observamos un
verdadero giro de ciento ochenta grados (más
visible en los Estados Unidos): el aumento de
los índices de las tasas de nupcialidad entre las
personas más capacitadas discurre en paralelo
al aumento de la soltería entre los menos
capacitados.
Sorprendentemente, este tema se ha
investigado poco y es, por lo tanto, difícil
presentar conclusiones firmes. En uno de los
pocos estudios que se centra directamente en
el efecto que tiene el matrimonio selectivo,
el economista estadounidense Hyslop
concluyó que el empleo femenino aumenta
las desigualdades, principalmente, porque
los que más ganan se casan entre sí. Pero el
peso de la evidencia apunta en la dirección
contraria. Los estudios más recientes concluyen
que el efecto de la renta femenina se está
viendo igualmente en prácticamente todos los
países avanzados, incluyendo los que están
rezagados en cuanto a la revolución femenina7.
O, para ser más preciso, conforme el empleo
femenino es cada vez más universal también
aumenta su potencial de crear igualdad. Lo
cual explica por qué sistemáticamente vemos
Para consultar los datos en detalle, véase el capítulo 5 de Divided We Stand (“Estamos divididos”) de la OCDE (OCDE, 2011)
Quizás el mejor resumen sobre este tema puede encontrarse en Susan Harkness, Women’s employment and household economic inequality (“El empleo de las mujeres y la
desigualdad económica de los hogares”). Capítulo 7 en J. Gornick y M. Jantti, eds. Income Inequality: Economic Disparities and the Middle Class (“La desigualdad de los ingresos: las
disparidades económicas y la clase media”). Stanford University Press (2013). Véase también Divided We Stand (“Estamos divididos”) de la OCDE (2011)
6
7
21
efectos excepcionalmente ecualizadores en
Escandinavia. Es menos evidente por qué
los vemos también en los países que tienen
un perfil de oferta de mano de obra mucho
más sesgado. Una explicación tentadora es el
efecto que tiene la reducción de la pobreza
en el empleo de las madres. Otra es que la
tendencia hacia la polarización salarial se
da, principalmente, entre hombres, y mucho
menos entre mujeres. Y una tercera se debe
a la redistribución que realiza el gobierno:
las familias de bajos ingresos reciben más
transferencias de ingresos mientras que dos
personas que ganen mucho dinero pagan
muchos más impuestos.
Las oportunidades de vida de
los niños pueden efectivamente
estar polarizándose
Puede decirse que la interconexión del
cambio familiar con la creciente desigualdad
económica está empeorando la estructura de
oportunidades de las próximas generaciones.
Cuando los diferenciales entre los niveles de vida
de las familias se amplían, también lo hace la
capacidad de los padres de invertir en sus hijos.
De hecho, investigaciones estadounidenses
recientes revelan que el abismo se hace mayor:
en las últimas décadas, los padres del quintil
de mayores ingresos han triplicado los gastos
Desigualdad de los ingresos y movilidad intergeneracional de los ingresos
Gini
Elasticidad
0,6
0,5
0,4
0,3
0,2
0,1
0
Dinamarca
Noruega
Finlandia
Canadá
Suecia
Alemania
Francia
Italia
España
Fuente: la gráfica se reproduce de G. Esping-Andersen, The Incomplete Revolution (“La revolución incompleta) (Capítulo 4)
Si los dualismos cada vez mayores del bienestar
infantil se producen por el aumento de la renta o
las diferencias de crianza, o peor, por ambas cosas
simultáneamente, es probable que el resultado
neto sea el mismo: menos movilidad entre las
generaciones.
en sus hijos mientras que la tendencia está
estancada en el quintil inferior. El efecto neto
es que las familias de ingresos más altos gastan
ahora siete veces más por niño que las de bajos
ingresos. Ello influirá en la salud de los niños,
en la calidad de su cuidado infantil y en la
experiencia escolar.8
El efecto de la renta es particularmente
fuerte entre las familias pobres, y aún más en
los Estados Unidos que en Europa. Pero se trata
solo de una cuestión de grado. Es más probable
que un niño pobre tenga mucha peor salud y
que termine estudiando, de media, dos años
menos que un niño que no sea pobre. Lo cual
se traduce, en consecuencia, en cursar estudios
superiores y postsecundarios y, después, en la
edad adulta. Es el doble de probable que un niño
de una familia pobre acabe siendo también un
progenitor pobre.9
Sin duda, resulta difícil desenmarañar los
mecanismos causales precisos que producen
dichos resultados: ¿es sencillamente un efecto
de la renta? ¿O los verdaderos motores, que
en gran parte no son observables, están en las
características de los padres, lo cual también
explica por qué de entrada sus ingresos son
bajos? Como afirman los expertos en desarrollo
infantil, y más recientemente James Heckman,
todas las evidencias muestran que las semillas
de las oportunidades de vida de los niños se
siembran muy pronto, en particular, en la edad
pre-escolar. También es así, por supuesto, porque
dependen, sobre todo, de sus padres, no solo
económicamente, sino quizás también, y lo que
es más importante, en términos de aprendizaje y
desarrollo cognitivo.
Y aquí observamos, de nuevo, un escenario
de destinos divergentes. En primer lugar, una
diferencia profunda y cada vez mayor entre los
padres
muy cualificados y los padres poco cualificados en
relación con la cantidad de tiempo que invierten
en los niños y también con su calidad. Las
personas que tienen niveles educativos más altos
dedican al cuidado de sus hijos cerca del doble de
tiempo que las menos cualificadas; es probable
que lean con los niños aproximadamente el
doble de tiempo cada día, y también les darán
un vocabulario mucho más rico, lo cual se
recompensará ampliamente más tarde. Es casi
inevitable que esa tendencia se refuerce debido
a que el divorcio y las familias monoparentales
se concentran cada vez más entre la población
de nivel socioeconómico bajo. En los estudios de
PISA de la OCDE, vemos que, por ejemplo, los
hijos de madres que no tienen pareja puntuarán
en las pruebas cognitivas, como media, un diez
por ciento menos que los niños de las familias
con dos progenitores (cuando todos los factores
relativos se mantengan constantes).
La curva del Gran Gatsby
Si los dualismos cada vez mayores del
bienestar infantil se producen por el aumento
de la renta o las diferencias de crianza, o peor,
por ambas cosas simultáneamente, es probable
que el resultado neto sea el mismo: menos
movilidad entre las generaciones.10
La “Curva del Gran Gatsby” fue acuñada,
en primer lugar, por Alan Kruger como una
forma de ilustrar cómo la estructura de
oportunidad de las generaciones futuras se ve
influida por los niveles de desigualdad de su
infancia.
La curva conecta dos variables: en primer
lugar, la fuerza de la asociación entre la renta
del progenitor y del hijo (cuando el niño es
adulto): a más correlación menos movilidad;
y, en segundo lugar, el grado de desigualdad
de la renta (medida con el coeficiente de Gini)
que prevalecía cuando el hijo era niño. Lo que
la Curva del Gran Gatsby representa es una
curva claramente ascendente. Los países (como
Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos)
que tienen el mayor nivel de desigualdad de
Esos efectos están muy bien documentados en G. Duncan y R. Murnane, eds, Whither Opportunity? Rising Inequality, Schools, and Children’s Life Chances (“¿Dónde quedan las
oportunidades? El aumento de la desigualdad, los colegios y las oportunidades de vida de los niños”). Russell Sage (2011)
9
Puede encontrarse una síntesis de los efectos sobre el niño presentados aquí en G. Esping-Andersen (2009: capítulo 4)
10 Aquí, otra vez, recurro mucho a Corak (2013, op.cit).
8
23
ingresos son los mismos en los que se observa
una fuerte correlación entre los ingresos de
progenitor y del hijo. Y viceversa, la movilidad
intergeneracional es muchísimo mayor —de
hecho, casi tres veces más— en países (como
los Nórdicos) donde la desigualdad de ingresos
es modesta. El gráfico de abajo representa el
razonamiento.
Conclusión
Hay dos razones de peso por las cuales
la creciente desigualdad actual en la vida de
nuestros hijos debe preocuparnos. En primer
lugar, demográficamente hablando, estamos
envejeciendo; en países donde la fertilidad
es baja, el futuro escenario de población es
dramático. Nuestro bienestar de ancianos
depende no solo del número de trabajadores
jóvenes, sino también de la calidad de su
capital humano. Las sociedades que permiten
desigualdades enormes en el bienestar infantil
terminarán por decreto sin invertir lo suficiente
en su futuro potencial productivo. Los resultados
de la encuesta PISA de la OCDE lo demuestran
con mucha claridad. En países como los Estados
Unidos y España, una quinta parte de todos los
jóvenes de quince años puntúan por debajo del
mínimo PISA; en las sociedades más igualitarias
(como las nórdicas y Alemania), la proporción
de juventud que es cognitivamente disfuncional
está por debajo del 10%.
La segunda razón es sencillamente que la
clase de mundo que la curva del Gran Gatsby
representa, es una vulneración directa de las
ideas básicas de equidad y justicia social que
apoya nuestra civilización, y punto. ■
Nuevas tendencias de
desigualdad de los ingresos
en los países desarrollados
Timothy Smeeding,
Director, Instituto de
Investigación de la
Pobreza, y profesor
distinguido de Letras
y Ciencias de Asuntos
Públicos, Escuela La
Follette de Asuntos
Públicos, Universidad
de Wisconsin-Madison
Este artículo1 revisa la desigualdad
de ingresos en los países de la
OCDE. El Reino Unido y Grecia
están en lo más alto de la lista
con las sociedades más desiguales;
además, también se apunta una
tendencia preocupante porque los
valores máximos se están alejando
del centro.
Introducción
El debate sobre la desigualdad de los
ingresos y sus efectos sobre las oportunidades, la
movilidad social y otras implicaciones ha recibido
un gran impulso, en parte por la Gran Recesión,
y en parte porque se tienen datos de ingresos
a largo plazo del uno por ciento máximo de las
unidades tributarias en la mayoría de los países
ricos. Este artículo revisa las recientes tendencias
de desigualdad de ingresos en los países
relativamente ricos (OCDE), aportando los hechos
más destacados de estas tendencias y sugiriendo
asuntos importantes que deben tenerse en
cuenta al hablar de pautas de desigualdad en los
países ricos.
Hay varias razones que explican que cada
vez interese más el tema distributivo. En primer
lugar, muchos países han llegado a niveles
de desigualdad que solo se habían visto en el
periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, lo
cual plantea preocupaciones que son apremiantes
sobre la inclusión y la justicia del crecimiento
económico, así como sobre la eficacia y el futuro
de las políticas sociales. En segundo lugar, una
concentración cada vez mayor de la renta y la
riqueza en manos de unos pocos plantea grandes
desafíos a los fundamentos de democracias
que funcionan sin problemas, porque el poder
económico engendra poder e influencia política.
Por último, pero no por ello menos importante,
a pesar de la magnitud de la última crisis, las
preocupaciones distributivas están lejos de figurar
en el centro del debate político. En realidad,
las respuestas políticas más habituales tras la
crisis —las políticas de austeridad que restringen
la intervención y la distribución del gobierno—
podrían exacerbar, en lugar de reducir, el alcance
de la concentración de los ingresos.
La buena noticia es que la desigualdad puede
estudiarse ahora porque en los últimos quince
años se ha podido acceder a una gran cantidad
de datos nuevos. Aunque este hecho amplíe la
posibilidad de análisis, debemos ser conscientes
de las limitaciones y las deficiencias de los datos,
así como de los intentos de comparar tendencias
y niveles entre países.
Examinar la distribución de los
ingresos
Al analizar la desigualdad, hay al menos
dos temas importantes que clarificar: la
naturaleza de la dimensión del bienestar que
se investiga y el indicador de desigualdad que
usamos (incluyendo la fuente de los datos).
En primer lugar, nos centramos en el
ingreso familiar que procede del mercado
(IM)2 y no en la riqueza, el consumo u otras
dimensiones del bienestar3-4. Además, nos
enfocamos en la renta familiar disponible
Los autores desean agradecer a sus organizaciones su apoyo a este trabajo; pero la responsabilidad por todas las opiniones y las conclusiones que se expresan en este capítulo recae solo en ellos.
Para reconocer el tamaño y la composición de los hogares, el ingreso de cualquier hogar también se “ecualizaría” (dividido por una escala de equivalencia) para tener en cuenta tanto los costes
adicionales de las familias numerosas como sus economías de escala. La escala de equivalencia utilizada aquí es la “escala modificada de la OCDE”, que da una ponderación de 0.3 a cada niño,
una ponderación de 1 al primer adulto y de 0.5 a cada adulto adicional. Por ejemplo, el ingreso de una familia compuesta por dos adultos y un niño tendría que dividirse por un factor de 1.8.
3
Existe mucho más consenso en torno a la definición “ideal” de ingreso y el tema se ha estudiado ampliamente (ver las dos recomendaciones de los informes del Grupo de Expertos
sobre las Estadísticas de la Renta Familiar; informes Canberra 2001 y 2011), lo que ha permitido que muchos investigadores y agencias de estadística produzcan datos que son
comparables según orientaciones precisas. “Los datos de consumo no pueden compararse todavía lo suficiente para usarse en un análisis transnacional; se ha iniciado la comparación
de los datos sobre los ingresos, pero todavía no ha florecido. Solo existen estudios transnacionales dispersos de ingresos o de pobreza de ingresos”, en palabras recogidas en nuestro
reciente documento para el Handbook of Income Distribution (“El manual de la distribución de ingresos”), volúmen 2 (Morelli, Smeeding y Thompson, próximamente).
4
La comparación entre la renta familiar disponible y bruta subraya el papel que la redistribución fiscal tiene con el tiempo y por países.
1
2
25
(RFD, ingreso de mercado neto de impuestos
directos y contribuciones a la seguridad
social, incluyendo el dinero en efectivo del
sector público y las transferencias de rentas
cuasimonetarias).
En segundo lugar, el coeficiente de Gini se
usa para describir el alcance de la concentración
o desigualdad5. El indicador considera valores de
0 a 100 e indica la presencia de una mayor
desigualdad conforme crece el Gini observado6.
Los coeficientes de Gini que se analizan aquí se
han obtenido únicamente del conjunto de datos
de la OCDE7. Se considera una elección adecuada
por dos motivos básicos. En primer lugar,
los datos permiten comparar los niveles y las
tendencias de desigualdad entre países hasta el
periodo más actual. En segundo lugar, se pueden
encontrar tanto Ginis de ingresos de mercado
como de ingresos disponibles de muchos países
de la OCDE.
La situación de desigualdad en
los países ricos
Estos datos muestran las tendencias de
desigualdad en los países de la OCDE desde
mediados de los setenta a mediados de los
ochenta, como se representa en el Gráfico 1; el
Gráfico 2 muestra la tendencia de la desigualdad
a más largo plazo8.
Niveles
Los países del Cuadro 1 están organizados
según su nivel de desigualdad de RFD (después
de impuestos y de ingresos por transferencias)
y muestra también la desigualdad de IM y la
diferencia entre ambos debido al impuesto
redistributivo y a la política de transferencias.
Empezamos por la parte superior. El Reino Unido
y Grecia parecen ser los países más desiguales
de la OCDE en base al coeficiente de Gini más
reciente (en torno al 2010) de IM de 52 (ingreso
de mercado antes de impuestos directos y
transferencias). Les siguen de cerca Francia, Italia,
Israel y los Estados Unidos. En el otro extremo de
la escala, los Ginis más bajos de IM están en los
Países Bajos, Noruega, Dinamarca y Suecia.
La disparidad de ingresos se reduce al
considerar la tributación y las transferencias,
como lo indican las barras inferiores oscuras. Sin
embargo, el efecto redistributivo de los impuestos
y las transferencias varía sustancialmente por
país. De hecho, los impuestos directos y las
transferencias reducen la diferencia específica
prevista por países entre los ingresos de cualquier
par aleatorio de familias (una parte de la media
de ingresos) aproximadamente veinticuatro
puntos porcentuales (2*12 por ciento) en los
Estados Unidos y Canadá, o cuarenta y cuatro
puntos (2*22) en Bélgica y Finlandia. Esas
diferencias no se correlacionan con el Gini de IM
como efectos menores; se observan diferencias
de entre 12 y 14 puntos entre los IM y los
Ginis de la RFD en países que tienen RFD muy
desiguales (Israel, Estados Unidos) y en países
con RFD más iguales (los Países bajos). Los países
que tienen mayores efectos de redistribución
(20 puntos porcentuales o más) son Francia,
Alemania, Bélgica y Finlandia. Aquellos que
tienen quince puntos o menos de diferencia entre
los Ginis son Japón y Australia.
Las grandes diferencias de redistribución
entre países sugieren que el ranking de la
desigualdad entre países no se mantiene siempre
al pasar de IM a Ginis de RFD.
Salvatore Morelli,
Profesor asistente del
CSEF, Universidad de
Nápoles-Federico II
Jeffrey Thompson,
Economista, Comité
de Gobernadores de
la Reserva Nacional
Merece la pena destacar que el coeficiente de Gini no es ni el único indicador disponible de desigualdad ni necesariamente el mejor. Podemos dirigir a los lectores que estén más
interesados a Atkinson y Morelli (2012) y a Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente) para conocer mejor el debate sobre los distintos indicadores de desigualdad.
6
El coeficiente de Gini tiene una interpretación más intuitiva, aunque se utilice menos: “Un coeficiente de Gini de G por ciento significa que, si cogemos aleatoriamente dos familias cualesquiera
de una población, la diferencia esperable de sus ingresos es 2G veces superior a la media” (Atkinson y Morelli, 2012). Esto ayuda concretamente, por ejemplo, a interpretar el efecto de la
redistribución de impuestos y transferencias (reducciones del coeficiente de Gini) como una reducción específica de la diferencia esperable de renta entre todas las familias de un país.
7
Véase la base de datos de distribución de ingresos de la OCDE, que puede consultarse en http://www.oecd.org/els/soc/income-distribution-database.htm. Existen otras fuentes
importantes de datos sobre la desigualdad en un conjunto mucho mayor de países y durante un periodo mucho más amplio en la base de datos del Estudio de la Renta de
Luxemburgo (LIS, por sus siglas en inglés) en http://www.lisdatacenter.org/
8
Los valores reales están el Cuadro 1 del Apéndice.
5
En concreto, aunque los Estados Unidos,
el Reino Unido e Israel todavía sobresalgan
por su distribución más desigualitaria9, Italia y
Francia muestran mucha más igualdad ahora
que en años anteriores (véase el Cuadro 1
del Apéndice). En el Gráfico 1, existe una
correlación mucho mayor entre los Ginis de
IM que entre los Ginis de RFD, lo que sugiere
que las diferencias entre las políticas fiscales y
de beneficios son motores importantes de la
desigualdad de la RFD.
Tendencias
Observamos en el Gráfico 1 (y Tabla 1
del Apéndice) que, en todos los países, se
ha producido un incremento sustancial de la
desigualdad de los ingresos de mercado desde
mediados de los ochenta (los Estados Unidos
experimentaron un aumento del Gini de
aproximadamente seis puntos porcentuales,
de 44 a 50, mientras que Canadá y el Reino
Unido tuvieron un incremento de cinco
puntos). La única excepción son los Países
Bajos, donde el Gini bruto se redujo en la
década del 2000, después de un aumento a
mediados de los noventa.
Lo que es más importante, casi todos
los países han experimentado una creciente
desigualdad en la renta disponible desde
principios de los ochenta y solo en unos
cuantos casos la distribución de la renta
disponible se ha estabilizado (los casos más
destacados son Japón, Italia y el Reino Unido).
Los Estados Unidos tuvieron grandes aumentos
de la desigualdad a finales de los setenta y
en los ochenta, y solo modestas subidas en la
segunda mitad de los noventa. Sin embargo, el
nivel de desigualdad de finales de la década del
2000 no distó mucho del que se experimentó
Esta pauta se mantiene notablemente sin cambios desde mediados de los 1970 a cerca del 2010.
9
a principios de los noventa. En otros países
(Finlandia, Suecia y Canadá), la desigualdad
experimentó una caída en los setenta o los
ochenta y volvió a crecer en los noventa.
La evolución de la desigualdad de la renta
familiar disponible (equivalente) es, por lo
tanto, claramente el resultado de la evolución
de los regímenes fiscales y las transferencias
de un país específico. Los análisis adicionales
de esos datos mostrarían que la mayor parte
del aumento de la desigualdad se debe a
que la parte superior de la distribución de
ingresos se está alejando de la media. Ese es
ciertamente el caso en países como Suecia y los
países anglosajones (Canadá, el Reino Unido,
Australia y los Estados Unidos). Pero, para
estudiar mejor los cambios en la parte superior
de la distribución, podemos utilizar datos
fiscales que registran más claramente y más
consistentemente dichos cambios.
Porcentaje de las rentas más altas
Esta sección se enfoca en un nuevo conjunto
de datos (la World Top Income Database, WTID, la
base de datos de los mayores ingresos del mundo),
que se calculan a partir de estadísticas fiscales y
que describen la proporción de los ingresos antes
de impuestos y transferencias que acumula el
porcentaje más rico de la población de un país, o
los llamados ‘porcentajes de las rentas más altas”.
Esos datos se obtienen a partir de registros
fiscales y administrativos, o de tabulaciones
agrupadas, y son particularmente apropiados
para calcular los ingresos de mercado de la
parte superior de la distribución de ingresos.
Es realmente muy difícil acceder a los ingresos
de los muy ricos mediante las encuestas de los
hogares. Por otro lado, la utilización de métodos
27
Una concentración cada vez mayor de la renta y la
riqueza en manos de unos pocos plantea grandes
desafíos a los fundamentos de democracias
que funcionan sin problemas, porque el poder
económico engendra poder e influencia política.
de codificación máxima limita la observación de las
rentas altas por estructura.
Los datos basados en los impuestos
también tienen sus propias limitaciones. Más
concretamente, puede que la evasión fiscal
y la elusión fiscal sesguen sustancialmente
la proporción real de la renta nacional que
corresponde a las unidades tributarias de los
ricos. De manera similar, los cambios en la
normativa fiscal podrían significar la ampliación
o la reducción de la base impositiva, lo cual
permitiría la inclusión o la exclusión de un
mercado determinado o de otras fuentes de
ingresos e influiría en el nivel, y potencialmente
en la tendencia, de los porcentajes de las rentas
más altas. Además, esos datos se registran como
unidades tributarias, no como hogares, y no
pueden decir mucho, si es que pueden decirnos
algo, acerca de la redistribución.
Los nuevos datos dejan claro que, en la
mayoría de los países estudiados, la mayor parte
de los movimientos de distribución de la renta se
han producido en la parte superior, especialmente
a partir de la década de los ochenta. Es posible
que se subestimen las tendencias de desigualdad
de los ingresos, como muestra el Gráfico 1, en la
medida en que las mismas no reflejan plenamente
lo que está sucediendo en la parte superior.
Tendencias de los porcentajes más altos
El Gráfico 2 representa las dinámicas del
porcentaje del 1% mejor situado de la renta
nacional de todos los países disponibles de la
OCDE con porcentajes estandarizados a 100
en 1980. Agrupamos los países en distintas
categorías: los nórdicos europeos (Dinamarca,
Finlandia, Noruega y Suecia), los del sur de
Europa (Italia, Portugal y España), los occidentales
de habla inglesa (Australia, Canadá, Irlanda,
Nueva Zelanda, el Reino Unido y los Estados
Unidos) y los países europeos continentales
(Francia, Alemania, los Países Bajos y Suiza) junto
a Japón.
Los hallazgos sugieren claramente que el
porcentaje mejor situado del 1% ha crecido en
la mayoría de los países estudiados. El patrón
común tiene forma de “U”; pero el alcance del
giro y el momento en el que se produce el mismo
cambia según el grupo de países. Hablando en
términos generales, los porcentajes más altos
cayeron a partir del periodo de post-guerra y
la tendencia se invirtió desde principios de los
ochenta a principios de los noventa. Mientras
que el sur de Europa y los países anglosajones
experimentaron una recuperación del crecimiento
de los porcentajes más altos a principios de los
ochenta, los países nórdicos y continentales
europeos (junto a Japón) experimentaron un
crecimiento relativamente pequeño de los
porcentajes superiores en la década de los
ochenta, antes de mostrar señales más claras del
incremento de la concentración de los ingresos
en la década de los noventa.
El aumento de la desigualdad también osciló
según los países. Por ejemplo, el 1% superior
creció un cuarenta por ciento y un quince por
ciento, respectivamente, entre 1980 y 2010 en
Italia y España. Sin embargo, el 1% máximo
se duplicó con creces en Portugal en el mismo
periodo. En Francia y Japón, de los que se
disponen datos de todo el periodo, el porcentaje
superior creció aproximadamente un quince por
ciento y un treinta por ciento, respectivamente,
entre mediados de los noventa y mediados de
la década del 2000, a excepción de Noruega,
donde el 1% máximo se duplicó10 entre 1990 y
el 2000. Los aumentos posteriores a 1990 fueron
menores en otros países nórdicos.
En 2005, Noruega padeció inusualmente un gran pico en el 1% máximo. Esto se atribuye a la anticipación del pago de dividendos que tomo ventaja de los cambios de política fiscal
anunciados para 2006
10 Fuentes
Atkinson, A.B., 1997. Bringing
income distribution in from the
cold. The Economic Journal,
107(441), pp.297–321.
Atkinson, A., Morelli, S. (2012).
“Chartbook of Economic
Inequality: 25 Countries
1911–2010,” Institute for New
Economic Thinking, October.
Canberra Group, (2001). Final
Report and Recommendations
of the Canberra Expert Group
on Household Income Statistics,
Statistics Canada, Ottowa.
Canberra Group, (2011).
Canberra Group Handbook on
Household Income Statistics,
Second Edition, Geneva,
at http://www.unece.org/
fileadmin/DAM/stats/groups/
cgh/Canbera_Handbook_2011_
WEB.pdf
Gottschalk, P., Smeeding,
T.M. (1997). “Cross-National
Comparisons of Earnings and
Income Inequality”. Journal
of Economic Literature 35,
633–687.
Gottschalk, P., Smeeding, T.M.
(2000). “Empirical Evidence
on Income Inequality in
Industrialized Countries”, in A.
B. Atkinson and F. Bourguignon
(eds), Handbook of Income
Distribution. Vol. 1, 261–308,
Amsterdam, North-Holland.
Morelli, Smeeding and
Thompson(forthcoming) “Post1970 Trends in Within-Country
Inequality and Poverty” in A. B.
Atkinson and F. Bourguignon
(eds), Handbook of Income
Distribution. Vol. 2, Elsevier
North Holland
Los porcentajes máximos de Dinamarca
subieron un quince por ciento entre finales de
los ochenta y finales de los noventa, antes de
reducirse nuevamente a finales de los noventa y
principios de la década del 2000. El crecimiento
de los porcentajes superiores a partir de 1990
parece haberse frenado en Finlandia y Noruega
en la década del 2000. Y, sin embargo, Suecia
muestra un aumento más constante y gradual
del 1% máximo: un cambio del 70% en el
porcentaje acumulado desde los ochenta.
El crecimiento repentino de las rentas más
altas es especialmente fuerte en los países de
habla inglesa (excepto Nueva Zelanda). Australia,
Canadá, el Reino Unido y los Estados Unidos
vieron cómo sus porcentajes del 1% superior
aumentaban entre un sesenta y un setenta por
ciento entre 1990 y el comienzo de la crisis
financiera del 2007; Irlanda tuvo un crecimiento
de aproximadamente el noventa por ciento en el
mismo periodo.
El carácter cíclico del porcentaje de las
rentas más altas también se ve claramente en
las tendencias que se calculan con el WTID. Las
recesiones han debilitado especialmente los
ingresos de los ricos; pero sus ingresos se han
recuperado aún con más fuerza.
Conclusiones
Los rankings de desigualdades
transnacionales de la RFD, con los últimos datos
de 2010, parecen muy similares a los de hace
quince o incluso treinta años. Los países de habla
inglesa (encabezados por los Estados Unidos
y el Reino Unido) son los más desiguales, y los
países nórdicos son los menos desiguales. Las
principales diferencias en cuanto a los efectos
de la redistribución crean patrones muy distintos
de distribución. La redistribución, por lo tanto,
es claramente relevante en el nivel final de
desigualdad de las RFD.
Véase Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente)
Véase Gottschalk y Smeeding (1997; 2000)
10 11 La desigualdad de la RFD subió (casi) en
todas partes, en el periodo de 1970 a 2010, con
algún aplanamiento en la Gran Recesión (GR).
Los pequeños cambios anuales crean tendencias
en un periodo de veinte a treinta años. Los
incrementos a largo plazo son evidentes en
los coeficientes de Gini (así como en otras
medidas)10, en la renta familiar disponible y
también en los porcentajes de los ingresos más
altos. Las medidas de distribución de la RFD se
incrementaron más entre la década de los 70 y
de los 90 (dependiendo del país); pero crecieron
menos, y algunas veces fueron estables, en la
década del 2000. Al estudiar los porcentajes de
las rentas más altas, observamos, sin embargo,
que la desigualdad todavía sigue creciendo, sin
que haya señales de que haya alcanzado “su
máximo”.
El periodo de 1950 a 1980 ha destacado
siempre por ser “la edad de oro” del trabajo, con
ingresos y mejoras salariales y una desigualdad
descendiente o estable en los países occidentales
ricos. Pero la pauta es ahora muy distinta: la
mayor parte de los países tienen ahora un patrón
de desigualdad en forma de “U”, y hay cada
vez más desigualdad11. El WTID muestra una
forma de “U” aún más fuerte de las tendencias
de desigualdad. Queda también claro que, al
evaluar las tendencias de desigualdad, hay que
examinar el ingreso de capital, así como los
ingresos de trabajo. Los ingresos crecientes de
capital se concentran más en la parte superior de
la distribución.
El incesante aumento de la proporción de
los ingresos máximos presenta nuevos retos
en el contenido informativo de la desigualdad
de rentas. Medidas convencionales como el
coeficiente de Gini pueden estar subestimando
cada vez más el alcance actual del cambio en la
desigualdad de la renta. Además, existen pruebas
de que la relación entre el Gini y el porcentaje
máximo se ha debilitado en la última década. ■
23
29
Apéndice
Cuadro 1: L a desigualdad de la renta familiar y la redistribución con el tiempo por la intervención del
gobierno en algunos países de la OCDE.
mediados
de los 90
en torno al
2000
mediados
de la
década del
2000
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.467
0.476
0.465
0.469
B. RFD - Gini
0.309
0.317
0.315
0.334
C. Redistribución = A - B
0.158
0.159
Desigualad /
Redistribución
Australia
La
República
Checa
Dinamarca
Finlandia
Francia
Alemania
Grecia
mediados
de los 70
mediados
de los 80
en torno a
1990
en torno
a 2010
0.150
0.135
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.482
0.478
B. RFD - Gini
0.269
0.262
C. Redistribución = A - B
0.213
0.216
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.385
0.395
0.403
0.430
0.440
0.436
0.447
B. RFD - Gini
0.304
0.293
0.287
0.289
0.318
0.317
0.320
C. Redistribución = A - B
0.081
0.102
0.116
0.141
0.122
0.119
0.127
0.442
0.472
0.461
0.449
0.257
0.260
0.259
0.256
0.185
0.212
0.202
0.193
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
B. RFD - Gini
0.232
C. Redistribución = A - B
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.373
0.396
0.417
0.416
0.416
0.429
B. RFD - Gini
0.221
0.226
0.215
0.227
0.232
0.252
C. Redistribución = A - B
0.152
0.170
0.202
0.189
0.184
0.177
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.387
0.479
0.478
0.483
0.479
B. RFD - Gini
0.209
0.218
0.247
0.254
0.260
C. Redistribución = A - B
0.178
0.261
0.231
0.229
0.219
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.000
0.473
0.490
0.485
0.505
B. RFD - Gini
0.277
0.287
0.288
0.303
C. Redistribución = A - B
0.196
0.203
0.197
0.202
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.439
0.429
0.459
0.471
0.499
0.492
B. RFD - Gini
0.251
0.256
0.266
0.264
0.285
0.286
C. Redistribución = A - B
0.188
0.173
0.193
0.207
0.214
0.206
0.471
0.522
0.340
0.337
0.131
0.185
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
B. RFD - Gini
C. Redistribución = A - B
0.424
0.345
0.345
0.354
mediados
de los 80
en torno a
1990
mediados
de los 90
en torno al
2000
mediados
de la
década del
2000
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.472
0.476
0.494
0.504
0.513
Desigualad /
Redistribución
Israel
Italia
Japón
Luxemburgo
mediados
de los 70
Nueva
Zelanda
Noruega
Suecia
Reino
Unido
Estados
Unidos
0.501
B. RFD - Gini
0.326
0.329
0.338
0.347
0.378
0.376
C. Redistribución = A - B
0.146
0.147
0.156
0.157
0.135
0.125
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.386
0.402
0.465
0.472
0.510
0.503
B. RFD - Gini
0.287
0.275
0.326
0.321
0.330
0.319
C. Redistribución = A - B
0.099
0.127
0.139
0.151
0.180
0.184
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.345
0.403
0.432
0.462
0.488
B. RFD - Gini
0.304
0.323
0.337
0.329
0.336
C. Redistribución = A - B
0.041
0.080
0.095
0.133
0.152
0.467
0.464
0.277
0.270
0.190
0.194
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
B. RFD - Gini
0.247
0.259
0.261
C. Redistribución = A - B
Países
Bajos
en torno
a 2010
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.426
0.473
0.474
0.484
0.424
0.426
0.424
B. RFD - Gini
0.263
0.272
0.292
0.297
0.292
0.284
0.288
C. Redistribución = A - B
0.163
0.201
0.182
0.187
0.132
0.142
0.136
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.408
0.468
0.488
0.484
B. RFD - Gini
0.271
0.318
0.335
0.339
C. Redistribución = A - B
0.137
0.150
0.153
0.145
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.351
0.404
0.426
B. RFD - Gini
0.222
0.243
C. Redistribución = A - B
0.129
0.000
0.161
0.404
0.408
0.438
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.389
0.454
0.335
0.317
0.137
0.447
0.423
0.261
0.276
0.249
0.165
0.171
0.174
0.446
0.432
0.441
B. RFD - Gini
0.212
0.198
0.209
0.211
0.243
0.234
0.269
C. Redistribución = A - B
0.177
0.206
0.199
0.227
0.203
0.198
0.172
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.378
0.469
0.490
0.507
0.512
0.503
0.523
B. RFD - Gini
0.269
0.309
0.355
0.337
0.352
0.335
0.341
C. Redistribución = A - B
0.109
0.160
0.135
0.170
0.160
0.168
0.182
A. Índice Gini de
ingresos de mercado
0.406
0.436
0.450
0.477
0.476
0.486
0.499
B. RFD - Gini
0.316
0.340
0.349
0.361
0.357
0.380
0.380
C. Redistribución = A - B
0.090
0.096
0.101
0.116
0.119
0.106
0.119
Fuente: Los datos se obtienen de la OCDE. Stat (extraídos el 30 de octubre del 2013). Datos elaborados por los autores.
Notes: El cuadro muestra el alcance de la desigualdad en una selección de países de la OCDE. La desigualdad se mide con el coeficiente de Gini para el conjunto
de la población usando el ingreso de mercado “ecualizado” (escala OCDE) de los hogares (A. Gini de ingreso de mercado) o el ingreso familiar disponible
“ecualizado” (B. RFD-Gini) que se obtiene restando los impuestos directos y las transferencias al ingreso de mercado. El alcance de la redistribución se obtiene restando los dos índices de Gini (C. Redistribución = A-B). Una medida distinta de la capacidad de redistribución de la intervención fiscal del gobierno
(D. Redistribución (solo en edad de trabajar) se obtiene restando el Gini bruto y neto solo en base a la población en edad de trabajar (de 15 a 65 años).
31
Gráfico 1 Tendencia de los coeficientes de Gini en una selección de países de la OCDE(1980=100)
Gini - Ingreso de mercado
mediados de la década del 2000
en torno al 2000
mediados de los 90
Estados Unidos
en torno a 1990
Reino Unido
mediados de los 80
Nueva Zelanda
en torno a 2010
Países Bajos
mediados de la década del 2000
Alemania
en torno al 2000
Finlandia
mediados de los 90
en torno a 1990
mediados de los 80
en torno a 2010
en torno al 2000
mediados de los 90
en torno a 1990
mediados de los 80
en torno a 2010
Suecia
mediados de la década del 2000
Noruega
en torno al 2000
Japón
mediados de la década del 2000
Dinamarca
Italia
mediados de los 90
en torno a 1990
mediados de los 80
80 100 120 140
80 100 120 140
80 100 120 140
Canadá
en torno a 2010
Gini - Ingreso disponible
tiempo
Fuente: Los datos se obtienen de la OCDE. Stat (extraídos el 30 de octubre del 2013). Datos elaborados por los autores.
Notes: L a desigualdad se mide con el coeficiente de Gini para el conjunto de la población usando el ingreso de mercado “ecualizado” (escala OCDE) de los ingresos de mercado de los hogares
(A. Gini de ingreso de mercado) o el ingreso familiar disponible “ecualizado” (B. RFD-Gini) que se obtiene restando los impuestos directos y las transferencias al ingreso de mercado.
Gráfico 2 L
a tendencia del 1% máximo en los países de la OCDE
(sigue en la página 33) (1980=100)
Dinámica del 1% máximo: habla inglesa
Dinámica del 1% máximo: nórdicos
1980=100
1980=100
350
350
Australia
Dinamarca
Canadá
Finlandia
Irlanda
300
Noruega
300
Nueva Zelanda
Suecia
Reino Unido
Estados Unidos
250
250
200
200
150
150
100
100
50
50
1970
1980
1990
Año
2000
2010
1970
1980
1990
2000
2010
Año
Fuente: Los datos se obtuvieron del conjunto de datos del WTID (extraídos en septiembre del 2013). Datos elaborados por los autores.
Nota: Los datos se elaboraron inicialmente para su análisis en Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente).
33
Gráfico 2 La tendencia del 1% máximo en los países de la OCDE
(1980=100)
350
Dinámicas del 1% máximo: sur
Dinámicas del 1% máximo: continental (y Japón)
1980=100
1980=100
350
Italia
Francia
Portugal
Alemania
España
Japón
300
300
Países Bajos
Suiza
250
250
200
200
150
150
100
100
50
50
1970
1980
1990
2000
2010
1970
Año
Fuentes: Los datos se obtienen del conjunto de datos WTID (extraídos en septiembre de 2013).
Nota: Los datos se elaboraron originalmente para su análisis en Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente)
1980
1990
Año
2000
2010
Los factores de la desigualdad:
los retos actuales y
del pasado de europa
Jean-Paul Fitoussi,
SciencesPo, París,
y LUISS, Roma
Francesco Saraceno,
OFCE-SciencesPo,
París; SGPP, Jakarta;
SEP-LUISS, Roma
Este artículo presenta una
descripción de por qué la
desigualdad sigue creciendo y
las implicaciones que tendrá en
la formulación de políticas. Los
autores afirman que las políticas
actuales promueven la falta de
contribución de los que son muy
ricos y se enfocan en las familias
con ingresos medios o bajos, lo
que ha creado una economía más
frágil y condiciones más duras y
desiguales para la sociedad.
La crisis ha situado el tema de la distribución
de la renta y la creciente desigualdad en
el centro del debate político. Como se ha
documentado ampliamente (FMI, 2007;
OCDE, 2008; Piketty y Saez, 2013; Piketty,
2013; Piketty et al., 2011), la desigualdad
aumentó sustancialmente, tanto en los
países desarrollados como en las economías
emergentes, a partir de finales de la década de
los setenta. Hay razones que llevan a pensar
que el aumento de la desigualdad fue uno
de los factores decisivos de los desequilibrios
cada vez mayores de la economía mundial, lo
que incrementó la fragilidad de la economía
a principios de la crisis financiera mundial
(Fitoussi y Saraceno, 2010, 2011). La crisis, a
su vez, agrandó la desigualdad y ha creado un
círculo vicioso que tiene grandes costes sociales,
especialmente en los países europeos (iAGS,
2013; OCDE, 2011; Pickett, 2013; Stiglitz,
2013). Pero, ¿por qué aumentó la desigualdad
en primer lugar? ¿Y qué generó el círculo
vicioso entre los resultados económicos y las
distribuciones de la renta? ¿Qué supone esto
para las políticas que se aplican en la situación
actual y en los próximos años? Este artículo da
respuesta a todas esas preguntas.
La visión tradicional del
aumento de la desigualdad
La relación entre la distribución de la renta
y los resultados económicos no ha jugado un
papel importante en el debate económico de las
últimas cuatro décadas debido al resurgimiento
de la tradición neoclásica tras la crisis keynesiana
de los setenta. La teoría neoclásica postula que
las reglas básicas de la economía determinan
“objetivamente” los ingresos, concretamente,
la productividad marginal de los factores
de producción. Ese postulado conduce a
la tradicional dicotomía de manual entre la
eficacia y la justicia, que subraya el concepto
de optimización de Pareto, y que ha apoyado
desde hace mucho la idea de que el trabajo
del economista es estudiar las condiciones para
la distribución óptima de los recursos entre
los participantes del proceso económico (para
maximizar el bienestar social). Un vez que el
bienestar general se maximiza, los economistas
dejan a sociólogos, científicos politicos y
antropólogos la tarea de elegir la distribución
de la renta, siempre que esa distribución no
distorsione los incentivos de los agentes.
Teniendo esto en cuenta, el aumento de
la desigualdad se explicaría por el movimiento
conjunto de dos fenómenos. El primero es el
rápido progreso tecnológico que caracterizó
la última parte del siglo veinte; esos avances
están principalmente vinculados a la revolución
de las TI y la difusión de los ordenadores que
beneficiaron, sobre todo, a los trabajadores
muy capacitados, en detrimento de los que
no tenían formación o tenían muy poca (Katz
35
y Autor, 1999; Rajan, 2010). Según la visión
tradicional, el segundo fenómeno que influye
en la desigualdad salarial es la globalización.
La entrada en el mercado laboral mundial de
trabajadores poco capacitados, procedentes
de las economías emergentes o en desarrollo,
redujo la productividad marginal del trabajo.
Además el aumento de la competencia
acrecentó la presión sobre los sindicatos y los
que establecen los salarios para eliminar las
rigideces salariales (véase, por ejemplo, Card
et al., 2004). Las consecuencias de todo ello
ha sido la reducción de la proporción laboral
en relación con el capital en la renta nacional.
El avance de las técnicas que se basan en
capacidades y una mayor competitividad del
mercado laboral mundial explicarían el aumento
de la desigualdad (salarial) como un proceso
ineludible del que se supone que la política no
tenía que ocuparse a no ser que fuera a costa
de la reducción de la eficacia y el crecimiento.
La idea de que “cuando la marea crece, suben
todos los barcos” serviría de justificación del
crecimiento extraordinario de las rentas altas y
muy altas (la “economía superestrella”, véase
Dew-Becker & Gordon 2005) que se produjo en
las dos décadas prósperas de los años noventa
y el 2000.
¿Mérito o depredación?
La crisis financiera desafió la visión tradicional.
En primer lugar, porque a pesar del duro
golpe que se llevó el sector financiero, afectó
desproporcionadamente a las rentas medias y
bajas (OCDE, 2011; Stiglitz, 2013). En segundo
lugar, porque exigió una comprensión más
profunda del impacto de la distribución de las
rentas en los resultados económicos, además de
sus efectos sobre los incentivos. La crisis supuso,
en efecto, el punto de llegada de un proceso
en el cual la desigualdad hundió el crecimiento
o desencadenó el aumento de la deuda de las
familias que se sitúan en la parte baja de la
distribución (Cynamon
and Fazzari, 2008; Fitoussi y Saraceno, 2010,
2011).
En concreto, Galbraith (2012) y Stiglitz (2013)
destacan que lo que cuenta en la mayor parte
del aumento de la desigualdad en las últimas
décadas, mucho más que fundamentos como
la globalización y el progreso tecnológico, es
el aumento del comportamiento depredador.
Precisamente porque las élites se han estado
apropiando de una proporción más que justa
de la riqueza nacional, el aumento de la
desigualdad ha obstaculizado el bienestar y ha
distorsionado la economía. La acentuación del
comportamiento depredador y de búsqueda de
beneficios ha coincidido con el papel primordial
que ha desempeñado un sistema financiero
que está cada vez más desregulado, donde la
desconexión entre los salarios y la productividad
marginal se hizo rápidamente evidente. Galbraith
y Stiglitz argumentan de una manera convincente
que la mayor parte de las rentas más altas se
especializaron gradualmente en aprovechar al
máximo la parte del pastel del que se habían
apropiado en lugar de contribuir al crecimiento
del pastel. Los préstamos abusivos y las prácticas
abusivas de las compañías de tarjetas de crédito,
que están en el núcleo de la burbuja de las
subprimas, son los ejemplos más típicos del
comportamiento de búsqueda de beneficios que
transfirió enormes cantidades de recursos de las
clases medias y bajas a los ricos y los muy ricos.
Incidir en la búsqueda de beneficios ayuda
a explicar por qué el aumento de la desigualdad
de los ingresos de las últimas décadas benefició
a los ingresos más altos (Piketty et al., 2011);
y lo que es más importante, también subraya
la importancia de las elecciones políticas. El
poder económico de las élites y la revolución
conservadora en la política se han reforzado
Europa, más que el resto del mundo, ha entrado
en un círculo vicioso en el que la desigualdad
consigue que la crisis sea más difícil, y la
crisis tiene, a su vez, efectos desiguales sobre
los distintos grupos sociales y de ingresos,
profundizando así más la desigualdad y
aumentando la fragilidad de la economía.
mutuamente, creando sistemas tributarios que
cada vez son menos progresistas y causando
una reducción del estado del bienestar. (Creel y
Saraceno, 2010; Hacker y Pierson, 2010).
Los grandes rendimientos financieros y su
influencia cada vez mayor en el PIB desencadenaron
un círculo vicioso que impedía que ningún
sector de inversión real pudiera competir con
los beneficios que ofrecía el sector financiero. El
resultado, según afirman Galbraith y Stiglitz, ha
sido una enorme desviación de recursos de usos
productivos de los ahorros a activos financieros
cuyo valor generalmente se infló. La tendencia
de las economías avanzadas de saltar de burbuja
en burbuja puede, por lo tanto, explicarse, entre
otras cosas, por el aumento de la desigualdad (ver
también Fitoussi y Saraceno, 2011)
La búsqueda de beneficios y el crecimiento
de las finanzas parecen argumentos más
convincentes que la visión tradicional para explicar
el crecimiento de la economía superestrella.
Después de todo, es difícil relacionar los ingresos
de los altos ejecutivos con su contribución
marginal a los ingresos de su empresa, por no
mencionar al bienestar social.
La desigualdad y la crisis europea
A partir del 2010, la crisis mundial evolucionó
hacia una crisis europea de deuda soberana, que
fue expuesta por los graves problemas financieros
públicos de Grecia. En lugar de interpretarse
como una señal de que había importantes
problemas en la gobernanza de la Eurozona
(Fitoussi y Saraceno, 2013; Saraceno, 2013), los
líderes europeos lo consideraron un problema de
despilfarro fiscal. Las autoridades europeas no
investigaron realmente por qué un problema de
deuda privada, por ejemplo en España e Irlanda,
se convirtió en un problema de deuda pública
(Fitoussi, 2013). La consecuencia ha sido una
austeridad generalizada, en la periferia y el centro
de la Eurozona, que reprimió el crecimiento y
ha retrasado la recuperación. Lo que es más
importante, las políticas de austeridad y las
reformas estructurales liberales afectaron al tejido
social, especialmente de los países periféricos,
y ahondaron más la desigualdad. Mientras los
beneficios y los salarios máximos se encuentran,
en la actualidad, en los niveles previos a la crisis,
una parte cada vez mayor de la población vive
en el umbral de la pobreza y el alto paro se ha
asentado en secciones concretas de la sociedad
(mujeres y jóvenes; véase el iAGS del 2013). El
rumbo que han tomado las políticas de Europa
sigue siendo un puzle; enfrentada a una recesión
del balance general que constriñe al sector
privado al desapalancamiento, no hay motivos
para desapalancar también el sector público,
especialmente cuando el sector bancario está
racionando el crédito a los agentes privados.
Confrontados con un índice de paro que es
históricamente alto, y en algunos países mayor
que en los años treinta, no es muy buena idea
promover políticas de oferta (Saraceno, 2014).
El resultado es que cada vez hay más miedo a la
deflación en la zona euro, cuyas consecuencias
sobre las deudas tanto públicas como privadas
serían complicadas.
En otras palabras, Europa, más que el resto
del mundo, ha entrado en un círculo vicioso
en el que la desigualdad consigue que la crisis
sea más difícil, y la crisis tiene, a su vez, efectos
desiguales sobre los distintos grupos sociales y de
ingresos, profundizando así más la desigualdad y
aumentando la fragilidad de la economía.
Este no es lugar para debatir sobre la raíz de
la crisis europea ni para evaluar las perspectivas
futuras (cf. Fitoussi, 2013). Las políticas que han
seguido los países europeos, la austeridad y las
reformas de la oferta, en un momento en el que
la raíz del problema es la demanda agregada,
no eran inevitables. Esas políticas contribuyen
muchísimo a profundizar la recesión e imponen
grandes costes a las familias de ingresos
bajos y medios (y a las pequeñas y medianas
empresas), endureciendo más la desigualdad y la
subsiguiente fragilidad económica. Esas políticas
no dejan margen para descubrir el índice del
potencial real de crecimiento de la economía;
al contrario, favorecen un camino caótico: el
crecimiento de burbuja en burbuja, seguido de
crisis financieras y económicas. ■
37
Fuentes
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History,” Journal of Economic Literature 49: 3–71.
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15: http://fsaraceno.wordpress.com/2014/01/15/jeanbaptiste-hollande/
Stiglitz, J.E. (2013) The Price of Inequality: How Today’s
Divided Society Endangers Our Future. Norton.
39
¿Puede la redistribución de
ingresos ayudar a que cambie
la creciente desigualdad?
Wiemer Salverda,
Coordinador del
proyecto internacional
de investigación
Growing Inequalities’
Impacts (gini-research.
org) sobre el impacto
de las crecientes
desigualdades (GINI)
del Instituto de
Ámsterdam para
Estudios Laborales
Avanzados, Universidad
de Ámsterdam
En este artículo se compara el
aumento de la desigualdad de las
rentas netas de los hogares en una
serie de países europeos y Canadá,
los Estados Unidos y Australia. Se
utilizan dos factores importantes
para explicar esta tendencia
preocupante: el crecimiento de los
ingresos de mercado desiguales
y/o la distribución en declive de
la renta mediante impuestos y
transferencias.
La creciente desigualdad de las
rentas: Ingresos de mercado y
redistribución
La desigualdad ha aumentado en la mayoría
de los países en las últimas tres décadas. Un
amplio conjunto de países, de Dinamarca,
Finlandia, Suecia y los Países Bajos a los estados
bálticos, otros países de Europa Central y Oriental
(PECO) e incluyendo también al Reino Unido y,
fuera de Europa, a Australia, Canadá y los Estados
Unidos, ha experimentado un crecimiento de
la desigualdad del 28% desde principios de los
ochenta. Sorprendentemente, una gran parte
del aumento (19%) se concentra en los noventa
(Cuadro 1 del Apéndice). Esta proporción de
desigualdad afecta a los ingresos netos de los
hogares, después de añadir las transferencias
sociales y deducir los impuestos sobre la renta
de los ingresos de mercado. Una combinación
de dos factores distintos explica, por lo tanto, el
aumento: la creciente desigualdad de los ingresos
de mercado y/o una redistribución en declive de
la renta mediante impuestos y transferencias.
Podemos empezar estudiando el primer factor.
La dispersión de los ingresos de mercado no
se conoce bien en un formato similar al de la
desigualdad de los ingresos netos. Esto se debe,
en parte, a los problemas de la observación
estadística (especialmente de los ingresos de
capital) y a su definición (por ejemplo, ¿se
incluyen las pensiones de capitalización? ¿O
los alquileres de la vivienda ocupada por sus
propietarios?); en parte, a los problemas de
medición desigual porque es difícil abordar rentas
negativas (lo que también se relaciona con el
capital) con el coeficiente de Gini; y, en parte, al
uso de la “ecualización” en la composición de
los hogares (véase el Cuadro 1 del Apéndice). Sin
embargo, otros datos muestran que los ingresos
de mercado han crecido significativamente más
desiguales. En primer lugar, los ingresos más
altos han ganado notoriedad en los últimos
años1. De nuevo, en una amplia variedad de
países, observamos un crecimiento del 21% en la
proporción del 10% máximo desde 1980, y más
de la mitad de ese porcentaje se ha concentrado
en los noventa (Cuadro 1 del Apéndice). Las
rentas del 1% máximo superan ese crecimiento
con un incremento del 37% e incluso una
concentración más fuerte en los noventa. En
segundo lugar, los ingresos laborales son el tipo
de ingreso de mercado más importante; pero, a
diferencia de los ingresos más altos, no afectan a
toda la población, sino solo a los que tienen un
trabajo remunerado.
Para comparar adecuadamente la desigualdad
de la renta familiar nos centramos en los
ingresos anuales que entran en los hogares. Una
interesante investigación comparativa (RED, 2010)
Los mismos se refieren a los ingresos brutos después de transferencias, pero antes de impuestos, y su proporción en la renta total es una medida distinta al coeficiente de Gini. Como las familias
de ingresos altos reciben de forma plausible relativamente menos por transferencias, su cuota en la renta bruta subestimará de forma plausible la de los ingresos de mercado.
1
muestra un fuerte crecimiento de la varianza (una
medida que presta más atención a la parte inferior
que al coeficiente de Gini) de los Estados Unidos,
el Reino Unido, Suecia y Alemania (+57%, 49%,
71%, y 105%, respectivamente) de principios
de los ochenta a mediados de la década del
2000. De nuevo, el aumento se concentra
significativamente en los noventa. Sin embargo,
no todos los países siguen necesariamente el
mismo patrón: la desigualdad de ingresos de las
familias danesas apenas ha cambiado (+6%).2
Aunque, en principio, parezca que basta con
saber que tanto la desigualdad de ingresos de
mercado como la desigualdad de ingresos netos
es mayor, la investigación directa puede atestiguar
la conclusión de que la distribución de ingresos
se ha reducido y también permite distinguir el
papel de la fiscalidad y las transferencias. Las
aportaciones de RED (2010) también muestran
que la desigualdad de los ingresos disponibles
ha aumentado entre las familias que tienen
ingresos. Sharpe y Capeluck (2012) observan que,
en Canadá, las transferencias y los impuestos
han reducido menos de la mitad la desigualdad
mayor de los ingresos de mercado desde 1980.
Blomgren et al. (2012, 15) apuntan a un fuerte
declive de los efectos redistributivos en Finlandia,
desde mediados de los noventa, a pesar del hecho
de que el papel de las transferencias, en realidad,
creció. Bjørnskov et al. (2012, 14) observan
una mayor redistribución y solo un pequeño
incremento de la desigualdad de los ingresos
netos en Dinamarca; pero también observaron
pocos cambios en la desigualdad de los ingresos
de mercado de los hogares. Brewer y WrenLewis (2012, Cuatro 5) señalan un aumento
de la desigualdad de los ingresos de mercado
británicos de un 74% (variante: he dejado fuera
las pensiones) y un incremento mayor de la
desigualdad de los ingresos netos (90%). En
resumen, aunque la redistribución esté creciendo
es normalmente insuficiente para compensar la
creciente dispersión de los ingresos de mercado.
Bjørnskov et al. (2012, 23).
2
Un cambio laboral básico:
la distribución de los ingresos
de mercado
Ha sido un largo adiós, que todavía no ha
concluido, a un mundo en el que solo había un
sustento familiar (si es que ese mundo alguna
vez existió). En la actualidad, la mayoría de todos
los hogares de Europa (57%) que tienen ingresos
por trabajo remunerado (ingresos brutos anuales)
son familias en las que dos o tres personas
ganan dinero y representan una proporción del
75% de todos los trabajadores. Una observación
muy importante, y sorprendente, es que los
hogares donde varias personas ganan dinero se
concentran en la parte superior de la distribución
de los ingresos familiares. Las familias donde
solo una persona recibe un salario componen
el 88% del decil de las familias de la UE que
tienen ingresos por trabajo y solo el 11% del
decil máximo; e inversamente en el caso de las
familias donde varios miembros tienen un salario
(Salverda y Haas, 2014). Los pocos hogares en
los que solo una persona recibe un salario que
están en la parte superior del cuadro también
ocupan la parte superior de la distribución de
ingresos individuales; sin embargo, muchos
hogares con varios ingresos llegan a esa posición
combinando ingresos de los niveles más bajos de
la misma distribución.
Todo ello ha creado una situación compleja
con la que todavía están lidiando las instituciones
y las políticas de redistribución de ingresos.
Panousi et al. (2013) señalan la naturaleza
permanente del cambio. El crecimiento de la
tendencia de múltiples asalariados ha ido de la
mano con cambios hacia el empleo femenino
y el trabajo de media jornada (en unos países
más que en otros) que se han agudizado
durante la crisis, lo cual ha provocado que el
aumento del desempleo declarado sea más
débil de lo esperado. Las jornadas laborales
41
más cortas y un nivel salarial menor (por horas)
concuerdan ahora más que nunca: los empleos
de media jornada se concentran en los niveles
más bajos de salarios y ocupaciones laborales,
especialmente en el sector privado.
Al mismo tiempo, la “nueva normalidad”
de múltiples ingresos provocó el crecimiento
del empleo adicional, a partir de la década de
los noventa y del 2000, en los hogares en los
que ya había una persona trabajando, lo que ha
causado, en el mejor de los casos, una reducción
limitada del paro familiar, y a veces un aumento.
Por lo tanto, el índice de proporción del empleo
en relación con la población podría crecer
mientras el índice de empleo familiar podría
rezagarse o incluso decaer. El Reino Unido ofrece
el ejemplo más evidente de esa separación.
En 1980, los dos índices de empleo eran casi
iguales entre el 72 y el 74%; pero hasta el 2005
el índice de proporción del empleo con respecto
a la población creció cinco puntos porcentuales
mientras que el índice de empleo en los hogares
cayó siete puntos porcentuales, creando una
diferencia de doce puntos porcentuales entre
ambos (Blundell y Etheridge, 2010, en RED
2010). Hay que señalar asimismo que, en la
UE en su conjunto, el índice de empleo en los
hogares ha sufrido más por la crisis actual (-2
puntos porcentuales).
La nueva situación tiene varias
consencuencias importantes. En primer lugar,
esos desarrollos debilitan la utilización del índice
tradicional de paro como un indicador útil
del mercado laboral. Es importante destacar
también que los múltiples asalariados afectan a
las parejas y a las familias más grandes, mientras
que, al mismo tiempo, la proporción de hogares
integrados por una sola persona ha aumentado
rápidamente y casi se ha duplicado en las últimas
décadas. Así es que, aunque los múltiples
asalariados de una familia puedan ofrecer cierta
protección frente a las consecuencias del paro,
porque el compañero puede seguir trabajando,
este hecho no ayudará en los hogares formados
por una sola persona. En segundo lugar, la
mayor desigualdad de los ingresos individuales
(anuales) ha contribuido mucho al aumento de
la desigualdad de los ingresos de los hogares
que se ha señalado anteriormente. Refleja las
diferencias de los niveles salariales por horas3 y su
creciente confluencia con la media jornada. En
tercer lugar, como resultado de la combinación
de dos o más asalariados en un hogar, en la
actualidad pueden encontrarse trabajadores
que reciben una remuneración baja en familias
que están situadas en la parte superior de la
distribución de ingresos. Este hecho debilita
los instrumentos generales que se centran en
el individuo para limitar la desigualdad salarial,
no solo los instrumentos tradicionales como el
salario mínimo, sino también los más modernos
como la desgravación fiscal por contratar a
trabajadores o las exenciones que se aplican a
las contribuciones del empleador; aunque se
señala la importancia de medidas específicas
destinadas a los hogares dependientes como el
crédito por ingresos del trabajo. En cuarto lugar,
a pesar de sus elevados ingresos, puede que
los hogares que se sitúan en la parte superior
paguen menos impuestos de lo esperable, al
menos en los países que tienen una tributación
independiente de los salarios, y sumar así a la
desigualdad de los ingresos netos. Por ejemplo,
los hogares del decil superior de ingresos de
los Países Bajos pagan un porcentaje medio de
impuestos efectivos ligeramente inferior al 20%
de los ingresos brutos; pero ese porcentaje varía
significativamente entre el segundo asalariado
(12%), los primeros asalariados (22%) y el
asalariado único (27%- 28%). La otra cara de
este hecho es que podría influir en la solidaridad:
¿por qué aceptar pagar más impuestos como
individuo por ser pareja de otro asalariado, y
tener conjuntamente un ingreso familiar mayor,
que otro individuo que gane lo mismo, pero no
tenga una pareja asalariada o directamente no
tenga pareja?
La ratio P90:P10 se disparó en torno a un 30% en los Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, los Países Bajos y Alemania entre principios de los ochenta y mediados de la década del 2000.
3
Aportaciones políticas y remedios
para la desigualdad de ingresos
Las políticas de redistribución incluyen
transferencias sociales, que se basan, por una parte,
en la asistencia social y la seguridad social y, por
otra, en la tributación. La ponderación de ambos,
así como sus efectos, difieren significativamente
entre países. Sin embargo, se han producido ciertos
cambios muy compartidos en las últimas décadas.
La recaudación del impuesto sobre la renta se ha
reducido significativamente. Concretamente, las
tasas impositivas superiores del impuesto sobre
la renta de las personas físicas se han reducido
en una cuarta parte, del 56% en 1981 al 41%
en 20054. La mayor parte de la disminución se
concentra entre 1984 y 1991. Este descenso ha
reducido los actuales ingresos por impuestos y, por
lo tanto, la financiación de la redistribución. Igual
de importante es el hecho de que esa reducción
también tiene un efecto cada vez mayor sobre
el comportamiento a largo plazo: estimula los
salarios altos de las empresas y el crecimiento de
los ingresos máximos (Piketty, Saez y Stantcheva,
2011). También puede estimular los ahorros5 y la
creación de riqueza a largo plazo. La aplicación
de impuestos más bajos sobre los ingresos del
capital en los sistemas binarios ha impulsado más
esta reducción. En Finlandia, el crecimiento de los
ingresos máximos se atribuye a las rentas cada
vez mayores del capital y a la tributación reducida
que se introdujo en 1993; a pesar de observarse
un incremento, la redistribución ha sido incapaz
de compensar el aumento simultáneo de la
desigualdad (Blomgren, 2012). Todo ello se vincula
con la importancia cada vez mayor de la herencia
en momentos de menor crecimiento económico
(Piketty, 2014).6
Sin embargo, el impuesto sobre la renta solo
es la mitad de la historia en la fiscalidad directa.
Muchos países
recaudan contribuciones a la seguridad social que
no son progresivas y la progresividad global difiere
poco entre países, incluyendo aquellos que tienen
impuestos más altos (OCDE, 2012). Si se suma
lo anterior a la fiscalidad indirecta, el impuesto
sobre el valor añadido (IVA) añade otro importante
elemento que tiene un efecto regresivo sobre la
desigualdad de ingresos (Figari y Paulus, 2012).
Los hogares de bajos ingresos consumen la mayor
parte de sus ingresos (y a veces más) y, por lo tanto,
contribuyen relativamente más con el IVA. De
forma inquietante, los países de la UE subieron los
porcentajes del IVA significativamente como una
de las respuestas a la crisis financiera.7
Junto a la fiscalidad, las transferencias son la
principal arteria de redistribución. Como se ha
mecionado, su importancia varía entre países.
Sharpe y Capeluck (2013) atribuyen el 70% del
efecto de distribución a las transferencias y solo un
30% a la tributación. Brewer y Wren-Lewis (2012)
observan que la desigualdad cada vez mayor de los
ingresos de mercado (+74%) se produjo junto a
una mayor atenuación de la fiscalidad (+77%), que
sin embargo siguió siendo insuficiente, mientras
que el efecto mitigador de las transferencias
se quedó muy atrás (+11%). De un estudio en
detalle sobre los efectos de la redistribución ante
la creciente desigualdad, Marx y Van Rie (2014)
concluyen que la reducción de la redistribución
fue, con frecuencia, la principal razón por la cual la
desigualdad aumentó después de mediados de los
noventa. Junto a los impuestos y las transferencias,
que definen el ingreso disponible, el acceso de las
familias a los servicios sociales (cuidado sanitario,
educación, apoyo familiar y transferencias a las
personas mayores) determina el significado real
de su renta neta, que difiere muchísimo en las
comparaciones internacionales. Aquí Marx y Verbist
(2014) concluyen que “los mejores resultados, en
términos de cohesión económica, laboral y social,
se dan en los países ricos, y las consecuencias de
la igualdad tienen una cosa en común: un amplio
estado del bienestar que realiza varias cosas al
mismo tiempo: invertir en las personas, estimularles
y apoyarles para que sean activas, y también
apoyarles adecuadamente, a ellas y a sus hijos,
cuando todo lo demás falla”.
Disponible permanentemente para quince de los treinta países de arriba en la base de datos de los World Tax Indicators (Indicadores fiscales mundiales), véase Sabirianova Peter et al. (2010).
Domeij et al (2010, 193; en RED 2010) observan un mayor índice de ahorros de las rentas altas en Suecia después de 1990.
6
Véase también The Economist, del 4 de enero del 2014, y The Financial Times, del 7 de enero del 2014.
7
Bargain et al. (2013) llegan a una conclusión favorable sobre los efectos redistributivos durante la crisis financiera, pero no incluyen la fiscalidad indirecta.
4
5
43
Debate
Las políticas redistributivas han continuado
reduciendo la desigualdad; pero, aunque su
tamaño haya crecido, su efecto se ha reducido
ante la fuerte desigualdad de los ingresos del
mercado, que es cada vez mayor, particularmente,
entre los salarios por trabajo de los hogares. Este
hecho lleva a la agenda que haya que ocuparse
directamente de la desigualdad del mercado;
de la desigualdad de la renta, por ejemplo,
introduciendo o mejorando los salarios mínimos
y eliminando la búsqueda indebida de beneficios
que parece haber rebasado los niveles máximos
de salarios. Aunque el salario mínimo ayuda, sin
duda, a mejorar el salario digno de los hogares,
su efecto sobre la distribución de los ingresos
se ha amortiguado más. Sus principales roles
son, en primer lugar, como siempre, evitar la
competencia excesiva de los salarios a la baja, lo
cual afecta negativamente al crecimiento de la
productividad y a la inversión en capital humano; y,
en segundo lugar, delimitar las finanzas que hacen
falta para redistribuir entre las familias de bajos
ingresos. El Gobierno británico lo ha entendido
recientemente.8
Se presta mucha atención analítica, y en la
elaboración de políticas, a los bajos ingresos y
a la poberza; pero hay muy poca información
disponible sobre los salarios y los ingresos altos.
Recientemente, la OCDE ha introducido, junto a
la incidencia de los bajos salarios, una estadística
(que es todavía muy incompleta) sobre los
salarios altos; pero incluso cuando se complete
no será más que el comienzo de un estudio
comparativo sistemático de las contribuciones de
las rentas máximas a la desigualdad y sus factores
subyacentes. La base de datos World Top Incomes
ha sido sumamente exitosa a la hora de ayudar
a centrar la atención en esos ingresos; pero su
mantenimiento depende fundamentalmente de
contribuciones voluntarias. Hace falta ampliar y
profundizar la base de datos y la implantación
analítica y sistemática de sus indicadores.
Además, deben estudiarse en detalle
los efectos que tienen los impuestos y las
transferencias en el crecimiento de la desigualdad
de los ingresos de mercado: los efectos del
comportamiento a largo plazo de la tributación
reducida de los altos ingresos, los ingresos
de capital y las herencias. La coordinación
internacional parece muy recomendable para
poner fin a los actuales grandes saltos que se
observan en el establecimiento de los índices
fiscales que, yendo cuesta abajo, solo pueden
acabar en un desastre de piernas y huesos rotos.
Lo mismo se aplica a los efectos de la fiscalidad
sobre el individuo en los resultados de las familias.
No hay razón para reorientar hacia la tributación
familiar y conjunta: en cambio, deben controlarse
los créditos fiscales generales por los efectos
que tienen sobre los hogares y sustituirse por
créditos específicos, cuando sea deseable. Más
allá del efecto inmediato sobre la distribución de
los salarios y las rentas, el enfoque a largo plazo
debe centrarse en la distribución familiar del
empleo, incluyendo explícitamente la dimensión
de las horas trabajadas. De este modo, la eficacia
y la eficiencia del aparato redistributivo puede
mejorarse significativamente al mismo tiempo.
Asimismo, la visión a largo plazo de los
beneficios y las transferencias sociales conlleva
fuertes efectos de desigualdad intergeneracional
duradera por recortes motivados por el corto plazo.
¿Pueden cambiarse la tributación y las
transferencias en un mundo caracterizado por la
reducción cuantitativa como la única política activa
—prácticamente— para superar la crisis y que ha
tenido un efecto pequeño, a parte de incrementar
los valores financieros de los hogares que tienen
las rentas más altas? No será fácil; y el cambio
de rumbo será tanto político como económico.
Todos sabemos que a los vecindarios pobres puede
darseles un giro positivo, ¿por qué no a los países?
En relación con las desigualdades entre países,
el ejemplo latinoamericano indica que puede
hacerse (Bird y Zolt, 2013). Captar las rentas altas
y las mayores riquezas no puede ser demasiado
difícil con la ayuda de las estadísticas cotidianas y
detalladas de Bloomberg sobre los muy ricos. ■
Se prefiere un aumento estructural de su nivel, preferiblemente con el compromiso de la UE con un nivel fijo relativo del 60% del salario medio por hora, a la continua participación
política en la fijación del salario mínimo.
8
Fuentes
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Keane. 2013. Changes in Income Distributions and the
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http://www.gini-research.org/system/uploads/371/
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(with contributions on USA, UK, Sweden, Spain, Italy,
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Salverda, Wiemer, and Christina Haas. 2014. Earnings,
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(eds), 2014. Chapter 3.
Salverda, Wiemer, Brian Nolan, Daniele Checchi,
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45
Apéndice
Tabla 1: Cambios en la desigualdad de ingresos: tendencias en los promedios nacionales, 1980-2010
Coeficiente de Gini de la renta neta
equivalente familiar
Total de 30
países
Porcentajes de rentas altas en los ingresos brutos
de los cuales con un coeficiente
de Gini en aumento
Aumento
(puntos)
Países
Aumento
(%)
1%
máximo de países con
porcentajes en aumento
10% máximo de páises con
porcentajes en aumento
Aumento
(puntos)
Países
Aumento
(%)
Aumento
(puntos)
Países
Aumento
(%)
Cambios
1980-1990
18
8
0.028
12%
13
3.0
12%
12
1.6
18%
1990-2000
22
22
0.044
19%
15
3.4
12%
16
2.1
28%
2000-2010
30
19
0.022
8%
10
1.8
5%
9
0.6
8%
1980-2010
18
17
0.065
28%
16
5.8
23%
16
2.6
37%
6
0.070
30%
7
9.3
37%
6
3.9
62%
Aumento
consistente
Niveles
(países)
Los 30
(Gini)
Los 6
que suben
(Gini)
Nivel de
inicio
0.241
0.256
27.8
28.0
6.4
6.6
Nivel final
0.304
0.327
33.3
37.2
8.9
10.5
Los 17 Los 7 que
(pcpt)
suben
(pcpt)
Los 16 Los 6 que
(pcpt)
suben
(pcpt)
En unos cuantos casos, cuando faltan datos de años específicos, se cubre el periodo comparable más cercano.
Fuente: base de datos de GINI y el WTID: http://gini-research.org/articles/data_2 and http://topincomes.gmond.parisschoolofeconomics.eu/
Cuadro 1: Por qué la redistribución puede ser (cada vez) menor de lo que pensamos
En la actualidad, los efectos de la redistribución se determinan habitualmente comparando
los ingresos del mercado y la renta disponible en base a la “ecualización” de la composición del
hogar. En principio, equiparar ayuda a determinar qué valor tiene un ingreso para una familia,
dependiendo del número de adultos y de niños. Sin embargo, “ecualizar” los ingresos de mercado
vuelve su desigualdad difícil de reconocer “sobre el terreno” (por ejemplo, los ingresos más
altos no se “ecualizan”) y también puede llevar a una estimación equivocada del alcance de la
redistribución por impuestos y transferencias. La “ecualización” tiene un fuerte efecto ecualizador
porque las familias más grandes se concentran en los ingresos de mercado más altos, mientras
que los hogares de una persona se situan en la parte más baja. El gran aumento del número
de solteros en las últimas décadas habrá reforzado el efecto. La “ecualización” es responsable
del 38% de la diferencia total entre la desigualdad de los ingresos de mercado que no están
“ecualizados” y la desigualdad neta “ecualizada” en el caso canadiense que se muestra abajo.
La aceptación silenciosa parece ser que la “ecualización” tiene el mismo efecto tanto en los
ingresos de mercado como en los ingresos disponibles. Sin embargo, un conjunto completo de
datos canadienses muestra que no es así. El gráfico de abajo compara el tamaño de los efectos
redistributivos cuando se “ecualiza” y cuando no. La diferencia relativa entre los dos muestra el
tamaño de la sobreestimación de la redistribución debido a la “ecualización”. El efecto crece del
14%, a mediados de los noventa, al 22% a finales de la década del 2000.
La redistribución canadiense de la renta de mercado a la renta disponible:
el efecto de la “ecualización” de la familia, 1976-2011
25%
20%
15%
10%
Sobreestimación
5%
0%
-5%
1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010
-10%
No equiparado
-15%
-20%
-25%
-30%
-35%
Calculado de http://www5.statcan.gc.ca/cansim/a03.
Equiparado
47
Similarmente, Brzozowski et al. (2010, Gráfico 7; véase RED 2010) muestran un efecto de
“ecualización” en los ingresos familiares que suben del 7%, a mediados de los noventa, al
11%, a mediados de la década del 2000. Salverda et al. (2013, Gráfico 2.12) muestran cómo
la desigualdad de ingresos netos de las familias obreras holandesas después de 1990 seguía sin
cambios después de la “ecualización”, mientras que antes de la “ecualización” aumentó cerca de
un cuarto.
Como resultado, se pasa por alto un aspecto importante: cómo la composición del hogar
contribuye a la evolución de la desigualdad. Es importante estudiar realmente ese efecto. Las
personas pueden cambiar de comportamiento, o verse obligadas a cambiar debido a la creciente
desigualdad, como lo han demostrado muchas personas que han dejado su propia vivienda para
unirse a otra, después de la debacle hipotecaria estadounidense.
Por esa razón, no utilizo aquí la base de datos de pobreza y desigualdad de renta de la OCDE
para los ingresos del mercado. ■
49
La desigualdad
limita las
oportunidades
Jo Blanden,
Profesora de Economía
de la Universidad de
Surrey e investigadora
asociada del Centro de
Resultados Económicos
de la London School of
Economics
La desigualdad de resultados
entre muchos estados miembros
de la UE es considerable. Ello
afecta al bienestar de los
individuos en un determinado
momento. Pero la evidencia
sugiere que también afectará
a la próxima generación
porque a los niños les influyen
muchísimo las circunstancias
de los padres. De hecho, los
datos sugieren que una mayor
desigualdad implica que la
desventaja parental tiene un
efecto mayor en el desenlace
de los niños.
“Una mayor desigualdad de ingresos
sería menos preocupante si los que
tienen menos ingresos consiguieran
tener ingresos altos en algún momento
de su carrera, o si los niños cuyos
padres tienen bajos ingresos tuvieran
una oportunidad buena de subir en las
escalas de ingresos cuando crezcan.
En otras palabras, si hubiera un mayor
grado de movilidad de los ingresos,
nos preocuparía menos el grado de
desigualdad en cualquier año concreto”
(Krueger, 2012)
Dicho de otro modo, creer en la igualdad
de oportunidades implica que los desenlaces
de las personas no deben depender del lugar
donde comenzaron. Sin embargo, hay muchas
razones por las cuales los resultados vitales de las
personas —educación, empleo y renta— podrían
estar relacionados con la situación material de
sus padres. Dependiendo del origen de esas
conexiones, es probable que haya un sentimiento
mayor o menor de que “debe hacerse algo”.
Muchos estarían de acuerdo en que habría que
abordar el acceso a las oportunidades laborales
por el uso de las conexiones que tienen los
padres, mientras que las diferencias debidas a
transmisiones genéticas requerirían medidas
drásticas y revertirlas podría provocar ineficiencia,
si no se permite que los que tengan un buen
potencial puedan acceder a los mejores trabajos.
Los economistas consideran
un solo número —la elasticidad
intergeneracional— para resumir el alcance de
la movilidad intergeneracional. Este dato ofrece
información sobre la cifra media en cualquier
diferencia de ingresos de los padres que se
pasan a los hijos. Pongamos como ejemplo a
dos familias vecinas que tienen dos hijos de la
misma edad; pero una familia tiene una renta que
duplica la de la otra. Si tienen la movilidad media
y la elasticidad intergeneracional es del 0,40, el
hijo de la familia más adinerada ganará cerca de
un 40% más que el hijo de la familia más pobre
cuando trabaje. Por las razones que se afirman
anteriormente, no esperaríamos que no existiera
una asociación de las rentas entre generaciones:
la elasticidad intergeneracional no será cero.
Nuestra opinión de cuál es la cifra deseable en
esta asociación puede apoyarse comparando
los niveles de movilidad intergeneracional entre
países. Con esas comparaciones en la mano, es
posible evaluar la movilidad como “relativamente
débil” y “relativamente fuerte” y entonces
empezar a considerar posibles explicaciones de las
diferencias en la movilidad intergeneracional.
Los datos que miden los ingresos de dos
generaciones no son frecuentes y, a menudo,
difieren entre países de forma sutil, lo cual puede
afectar a nuestras conclusiones sobre si los países
tienen movilidad alta o baja. [1]
Sin embargo, estudio tras estudio se
demuestra que la conexión de los ingresos
entre los padres y los hijos es débil en los
países nórdicos. Además, la noción de “sueño
ameriano” de una movilidad particularmente
alta se contradice por la enorme cantidad
de datos que muestran que, de hecho, las
oportunidades de vida de los niños pobres y ricos
son particularmente desiguales en los Estados
Gráfico 1 La desigualdad de los ingresos y la asociación de ingresos entre generaciones
Beta de ingresos
.5
Valores ajustados
Estados Unidos
.4
Gran Bretaña
Italia
Francia
.3
Noruega
Suecia
.2
Alemania
Canadá
Australia
Finlandia
Dinamarca
.1
.2
.25
.3
.35
Coeficiente de Gini del 1995
Fuente: Datos de Blanden (2013), gráfica ligeramente revisada.
.4
.45
51
Unidos. [2] [3] [4] Es inmediatamente obvio que
el factor determinante en los países nórdicos,
en comparación con los Estados Unidos, es
la distribución comprimida de los ingresos.
Por ejemplo, a mediados de los ochenta, el
coeficiente de Gini en los países nórdicos era
aproximadamente 0,2 en comparación con un
0,35 en los Estados Unidos.[5]
En la actualidad, hay cada vez má datos [6,
4]
que completan el panorama y revelan que
los países con un mayor nivel de desigualdad
de los ingresos en una generación también
tienen desigualdades más persistentes entre
generaciones. El Gráfico 1 muestra mi propia
versión de lo que se ha llamado la Curva del Gran
Gatsby[7], que se basa en una muestra bastante
pequeña de países anglófonos y europeos. Se ve
claramente una relación bastante fuerte entre el
coeficiente de Gini de los ingresos y el alcance
estimado de la movilidad.
Parte de la explicación de esta asociación
puede verse en los hogares y el colegio, mientras
que parte de la conexión está motiva por el
mercado laboral. Los padres con más recursos
pueden realizar inversiones adicionales en el
desarrollo de sus hijos. Algunas de ellas no se
relacionan directamente con la riqueza financiera:
por ejemplo, ayudar a los niños con sus deberes
les resulta más fácil a los padres ricos porque están
más capacitados. Sin embargo, otros tendrán
un coste material y es, por lo tanto, probable
que sean más importantes en los países donde
los ricos son más ricos. Si los ricos de la sociedad
tienen el doble que la clase media (Estados
Unidos) en lugar de un 1,5 más (Escandinavia)
[5]
pueden gastar más riqueza relativa en colegios
privados, tutorías extra escolares y apoyo
universitario, lo que suma un número mayor de
ventajas para la próxima generación.
Parte de la relación entre las oportunidades
y la desigualdad se produce porque ambas están
impulsadas por la medida en la que se premian
las capacidades. Es probable que las diferencias
de inversión lleven a diferencias en los logros y las
capacidades académicas de niños de procedencias
distintas. La medida en la que esas capacidades
y esos logros contribuyen a la desigualdad
intergeneracional dependerá de la medida en la
que son recompensados en el mercado laboral.
Esas recompensas también son un impulsor
importante del alcance de la desigualdad. Una
visión alternativa es que la relación va de la
movilidad a la desigualdad, ya que la falta de
igualdad de oportunidades acaba en un número
restringido de personas que tengan capacidades
valiosas en el mercado laboral; lo cual infla las
remuneraciones por dichas capacidades y lleva a
más desigualdad.
Resulta difícil esclarecer completamente el
peso que debe dárseles a esas explicaciones.[8]
Parece probable que tanto la educación como el
mercado laboral jueguen un papel. Las diferencias
surgen pronto en el sistema educativo y parecen
apoyarse las unas en las otras.[9] Pero también
hay pruebas de una fuerte relación entre países
y, con el tiempo, entre las remuneraciones
por haber cursado estudios superiores y las
elasticidades de ingresos intergeneracionales.[8]
[10]
Si los países tienen el deseo serio de mejorar
la igualdad de oportunidades, entonces hará
falta que el enfoque de poner fin a las diferencias
educativas se apoye con esfuerzos para contener
la desigualdad de los resultados.
Además de estudiar la cantidad media de
movilidad en la sociedad, los economistas también
observan la movilidad que existe entre los distintos
grupos de rentas. Por ejemplo, ¿es más probable
que los pobres mejoren su posición o que los ricos
empeoren? Comparando los países nórdicos con
los Estados Unidos y el Reino Unido, se observa
La desigualdad de
resultados entre muchos
estados miembros de
la UE es considerable.
Ello afecta al bienestar
de los individuos en un
determinado momento.
Pero la evidencia sugiere
que también afectará a la
próxima generación porque
a los niños les influyen
muchísimo las circunstancias
de los padres. De hecho,
los datos sugieren que una
mayor desigualdad implica
que la desventaja parental
tiene un efecto mayor en el
desenlace de los niños.
que en todos esos países los muy ricos son
buenos a la hora de traspasar sus privilegios a la
siguiente generación; lo que es diferente es que,
en los países más desiguales, estar un poco por
encima o por debajo de la media importa más.
[11]
Ello podría sugerir que el estado de bienestar
y el sistema escolar son mejores para reducir las
diferencias en esas sociedades, quizás porque,
para empezar, las diferencias son menores.
Miles Corak cree que comparar los países
nórdicos, que son más pequeños y más
homogéneos, con los Estados Unidos puede
no ser el mejor enfoque para crear políticas. En
cambio, observa lo que puede aprenderse al
preguntar por qué Canadá tiene mayor movilidad
que su vecino del sur.[8]
Sus sugerencias son: más derecho al permiso
parental, un acceso más amplio a la atención
sanitaria y un enfoque igualitario sobre los
recursos educativos. Los datos de otros trabajos
que muestran menos movilidad descendente
en Canadá que en los Estados Unidos también
podrían indicar que el ingreso mayor relativo
entre los ricos de los Estados Unidos se utiliza
para ofrecer un colchón a niños a los que de otra
manera no les iría igual de bien.[12]
Entonces, ¿qué implicaciones tiene este
trabajo para Europa? Un nuevo análisis que
se basa en datos comparables[13] indica que
parece existir una relación entre la igualdad de
oportunidades y la desigualdad en Europa1, lo
que sugiere que la desigualdad también restringe
las oportunidades incluso entre países que, de
otro modo, son razonablemente homogénenos.
Resulta interesante observar que las
investigaciones sobre las actitudes en relación
con la desigualdad 14] en los ochenta y los
noventa muestran una marcada diferencia
en la percepción de la desigualdad entre los
Estados Unidos y Europa, especialmente entre
los grupos más pobres, siendo los ciudadanos
estadounidenses los que menos preocupados
están por la desigualdad. Una explicación que
se ha dado es que, ante la evidencia, en Estados
Unidos las personas pobres creen firmemente
en el “sueño americano” y, por lo tanto, en
sus propias perspectivas de movilidad. Los
ciudadanos de la UE parecen ser más realistas en
sus expectativas.
La importancia de ocuparse de la desigualdad
de ingresos como un recurso político para
fomentar la movilidad podría ser, por lo tanto,
un mensaje político que los europeos están
predispuestos a escuchar. ■
Una excepción a esto son los antiguos países comunistas de Europa del este donde no parece existir evidencia de dicha relación.
1
53
Gráfico 2 L
as desigualdades de ingresos y la relación entre la educación de los
padres y los ingresos posteriores de los hijos
60
Relación entre la educación de los
padres y los salarios posteriores
Luxemburgo
Valores ajustados
50
Grecia
España
Irlanda
40
Italia
Reino Unido
Francia
30
Suecia
Dinamarca
20
Finlandia
Bélgica
Alemania
Los Países Bajos
Austria
10
.2
.25
.3
.35
Gini del LIS, mediados de la década del 2000
Fuente: Estimaciones de Jerrim (2014) combinadas con los coeficientes de Gini obtenidos del LIS por la autora.
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55
Igualdad,
cohesión social
y bienestar
Frank J. Elgar,
Instituto de Salud
y Política Social,
y Departmento de
Psiquiatría de la
Universidad McGill
Resumen:
La creciente disparidad de la
riqueza entre ricos y pobres es
una amenaza para la salud y el
bienestar, inhibe la movilidad
social, y es el factor social más
poderoso para determinar la
violencia y la actividad delictiva
en la época moderna. Los motivos
se deben, en gran medida, a los
efectos socialmente corrosivos
que tiene la desigualdad en la
vida comunitaria. Mantener la
prosperidad, el bienestar y el orden
social a lo largo del siglo veintiuno
requerirá, inevitablemente,
políticas agresivas que refuercen
el tejido social y promuevan una
mayor igualdad económica.
La creciente desigualdad entre ricos
y pobres y la irrefutable evidencia de su
relación con consecuencias sociales negativas
dibujan conjuntamente un panorama
sombrío de futuro. Los salarios reales de
la mitad inferior de la mano de obra han
caído constantemente desde la década de
los setenta mientras que los ingresos del 1%
máximo se han cuadriplicado. La desigualdad
de los ingresos se ha incrementado, en la
mayor parte de los países, en las tres últimas
décadas. La riqueza se concentra más que
nunca en manos de los ricos.
El estudio de los factores determinantes de
la salud y la violencia se enfoca también en la
desigualdad de ingresos. Las consecuencias de la
desigualad son crueles. Como se ha descrito en
otros artículos de este número, la desigualdad
reduce la esperanza de vida, empeora la salud,
limita la movilidad social y contribuye a que haya
problemas sociales, incluyendo el uso de drogas,
la violencia y los delitos.1, 2, 3, 4, 5 Varias revisiones
sistemáticas independientes de esa evidencia
han concluido que la desigualdad contribuye
al comportamiento delictivo y antisocial,
incluyendo homicidios, delitos con armas de
fuego, agresiones, incidentes de racismo, robos
y ataques sexuales.3, 6, 7, 8
Nos se trata de pequeñas curiosidades
estadísticas. La desigualdad de ingresos explica
cerca de la mitad de la variación del índice de
homicidios entre los estados de los Estados
Unidos y las provincias de Canadá.9, 10, 11 Los
estudios internacionales han observado
asociaciones similares con el homicidio y el
encarcelamiento penitenciario.1, 4, 12, 13. La
desigualdad influye negativamente también
en la salud mental y el bienestar de niños y
adolescentes,14,
15
y se relaciona positivamente con la
victimización por acoso escolar,16, 17 el acoso
de otros niño en el colegio,18 beber cuando
se es menor de edad,19 los embarazos de
adolescentes 41 y el abandono escolar. La
disparidad económica —y no la pobreza—
caracteriza los lugares más peligrosos para vivir.
Encontrar vías causales
Que la desigualdad es una amenaza para
la salud y el bienestar está bien consolidado.
Cómo lo hace es una pregunta más compleja.
Las investigaciones en esta área todavía están
57
organizando los mecanismos causales que
subyacen bajo esos efectos; sin embargo, se han
identificado dos vías que son complementarias.
Una es una simple vía material: la desigualdad
inhibe la inversión (como un porcentaje del PIB)
en infraestructuras públicas y servicios públicos
como la atención sanitaria y la educación. La idea
es que conforme aumenta la desigualdad, los
ricos tienen menos que ganar de la redistribución
de la riqueza por el bien común.20, 21
La segunda vía, que es más insidiosa, implica
efectos socialmente corrosivos sobre la vida
comunitaria.1 La desigualdad rompe el tejido
social y divide económicamente a comunidades y
sociedades enteras. El distanciamiento entre ricos
y pobres promueve sentimientos de carencia,
incrementa la ansiedad de clase y el conflicto, y
reduce los niveles de confianza y eficacia de las
comunidades.
Sentirse pobre tiene poco que ver con la
pobreza en un sentido absoluto como carencia
para poder cubrir las necesidades básicas.
Sentirse relativamente desfavorecido implica
comparaciones sociales explícitas entre lo que se
tiene y lo que no. Como el endocrinólogo Robert
Sapolsky escribió: “La forma más segura de
sentirse pobre es ser continuamente consciente
de los que tienen cuando no se tiene”. (p. 98)22
Naturalmente, esas vías materiales y
psicosociales están entrelazadas y se refuerzan
mutuamente. 23, 24 Las sociedades más desiguales,
con bajos niveles de confianza y cohesión social,
tienden a ser más conservadoras en sus valores
y favorecen un papel limitado del gobierno en
la vida social.1 Un estudio de los Estados Unidos
descubrió que los gastos públicos en salud y
educación se relacionaban negativamente tanto
con la desigualdad de ingresos como con la
mortalidad de adultos.21 Sin embargo, como
una vía explicatoria “causal”, las consecuencias
psicológicas de la desigualdad reciben un apoyo
empírico más sólido.3, 7, 24, 25 Por ejemplo, en
treinta países, la relación entre la desigualdad
de rentas y la confianza, que se muestra en el
gráfico de abajo, media en la relación entre
la desigualdad y los índices de homicidio, la
mortalidad de adultos y la esperanza de vida.5, 13
La cohesión social como
instrumento político
Una vez que han sido rotas por la
desigualdad, las comunidades no consiguen
funcionar como comunidades. Disminuyen las
oportunidades para socializar,24 se reduce el
voluntariado,23 crece el miedo a los delitos,26
se debilita el apoyo social,25 se reduce la
confianza y 5 las escuelas se vuelven más
violentas.17 Los controles sociales de la violencia
ya no funcionan.3,11 En pocas palabras, a las
sociedades desiguales les falta capacidad social
para apoyar la salud y el bienestar.
Esa capacidad (o “capital social”) es, en
esencia, el valor que las redes sociales tienen
para los individuos. El capital social puede
medirse en términos de participación en la
comunidad, cohesión social, voluntariado,
afiliaciones a grupos o confianza social
general.26, 27 Se genera mediante la pertenencia
a grupos, ya sean colegios, lugares de
trabajo, pares, grupos religiosos o grupos
recreativos. Vivir y trabajar en redes cohesivas
y cooperativas, donde la reciprocidad y la
confianza son más la norma que la excepción,
tiene beneficios significativos para la salud física
y mental.28, 29, 30 Y, como sucede con el capital
económico, tener reservas de capital social a
mano es especialmente beneficioso en zonas
económicamente desfavorecidas,31 o en las
Una vez que han sido rotas por la desigualdad,
las comunidades no consiguen funcionar como
comunidades. Disminuyen las oportunidades para
socializar, se reduce el voluntariado, crece el miedo a
los delitos, se debilita el apoyo social, se reduce la
confianza y las escuelas se vuelven más violentas. Los
controles sociales de la violencia ya no funcionan. En
pocas palabras, a las sociedades desiguales les falta
capacidad social para apoyar la salud y el bienestar.
épocas de incertidumbre económica.32
Crear capital social es una buena política
pública. Esos activos sociales compartidos de
salud y bienestar subyacen bajo la naturaleza
divisiva de la desigualdad de ingresos. Las
buenas noticias son que las agencias públicas,
incluyendo todos los niveles de gobierno,
pueden incrementar el capital social y el
desarrollo social facilitando los medios y
las oportunidades para que los ciudadanos
interactúen, cooperen y se comprometan con
sus responsabilidades. Y, como la cohesión
social explica las consecuencias perjudiciales
de la desigualdad, las políticas que al mismo
tiempo incrementen la cohesión social y
reduzcan la desigualdad podrían obtener
mayores rendimientos para la salud y el
bienestar que las políticas que se enfoquen
solamente en uno de los dos aspectos.
En 1835, el historiador y pensador político
francés Alexis de Tocqueville escribió que la
vida comunitaria en los Estados Unidos es la
base de todas sus libertades democráticas.
“Los estadounidenses de todas las edades,
en todas las etapas de la vida, y de todas las
inclinaciones están siempre asociándose” (p.
24).33 Casi dos siglos más tarde, los estudios
muestran lo que los primeros académicos
habían intuido, que la esencia de una república
próspera y democrática no radica en sus
estructuras jurídicas o en el comercio, sino en
las conexiones sociales que dieron lugar a esas
instituciones en primer lugar. ■
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59
Gráfico 1 C
orrelación entre la confianza y la desigualdad de los ingresos
4
Dinamarca
Confianza (unidades de SD)
Suiza
Taiwán
Los Países Bajos
2
Noruega
Finlandia
Suecia
República Checa
Reino
Alemania
Canadá Unido Letonia Estados Unidos
Filipinas
Eslovenia
Australia Israel
Japón Corea del Sur
Nueva Zelanda
Francia Irlanda
Portugal
Croacia
España
Venezuela
0
Hungría
Polonia
-2
Federación Rusa
Uruguay
Chile
Sudáfrica
República Dominicana
-4
.2
.3
.4
.5
.6
Desigualdad de ingresos (índice de Gini)
Correlación entre la desigualdad de los ingresos y la confianza en treinta y tres países (r = .51, después de que las diferencias de los ingresos per cápita se mantengan constantes”).
SD = unidades de desviación estándar. Los círculos ilustran la ponderación por población del país.
Fuente: American Journal of Public Health.
La American Public Health Association no es responsable de la traducción de este gráfico.
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61
La desigualdad y la
crisis medioambiental: es el momento
de destronar al neoliberalismo mundial
Roberto De Vogli,
Doctorado, MPH,
profesor asociado
de Determinantes
Sociales de Salud
Mundial del
Departamento de
Ciencias de la Salud
Pública, Universidad
de California Davis
(UCD)
Correspondencia a:
Roberto De Vogli,
Departmento de Ciencias
de la Salud Pública, Facultad
de Medicina, Universidad de
California Davis, One Shields
Ave. Med Sci. 1-C, Davis, CA
95616 (Estados Unidos)
(correo electrónico:
[email protected])
Resumen:
Las tres últimas décadas de
globalización neoliberal y
desregulación del comercio y las
finanzas se han caracterizado por
una aceleración de la desigualdad
económica mundial y de la
degradación medioambiental. Un
amplio corpus de evidencia indica
que la desigualdad económica
es un obstáculo importante
para la adopción de acuerdos
medioambientales internacionales
relativos a la crisis del cambio
climático. La excesiva desigualdad
erosiona las condiciones de
confianza generalizada y promueve
opiniones muy diversas de
soluciones “justas” de la crisis
del clima en los países ricos y
pobres. Las mayores diferencias
socioeconómicas también
promueven más competencia
por el estatus y las aspiraciones
materialistas que, a su vez,
intensifican el consumismo y una
disminución más rápida de los
recursos naturales, que es uno de
los obstáculos más importantes
para lograr la sostenibilidad.
Romper el círculo vicioso de
la creciente desigualdad y del
deterioro ecológico mundial
requiere políticas urgentes para
reducir las emisiones de gases con
efecto invernadero tanto en los
países desarrollados como en los
países en desarrollo. Los cambios
políticos hacia un mundo que sea
más sostenible y justo incluyen un
acuerdo mundial sobre el cambio
climático que se base en el “mismo
derecho a contaminar”, impuestos
mundiales sobre las emisiones de
carbono y una serie de medidas de
redistribución económica entre los
países, y dentro de los mismos. Y
lo que es más importante, requiere
un nuevo modelo de desarrollo
en lugar del modelo actual del
neoliberalismo mundial.
63
El alcance asombroso de
la desigualdad
Según la Universidad de las Naciones Unidas
(UNU) y el Instituto Mundial de Investigaciones
de Economía del Desarrollo (WIDER), en el 2008,
el 2% de los adultos más ricos poseían la mitad
de la riqueza familiar mundial, mientras que la
mitad más pobre del mundo tenía solo el 1%.
Ese mismo año, el coeficiente de Gini de las
desigualdades mundiales de riqueza, un índice
que va de 0 (el valor más bajo) a 1 (el valor más
alto), se estimó en 0,89. Ese es el valor que se
obtendría en una población de diez personas si
una persona tuviera mil dólares y las otras nueve
tuvieran solo nueve dólares. El Gráfico 1 presenta
datos de ciento ochenta países clasificados por
la Renta Nacional Bruta (RNB) per cápita (paridad
de poder adquisitivo en dólares internacionales
actuales) de los indicadores de desarrollo mundial
del Banco Mundial, 2012. Aunque algunos
autores han afirmado que la globalización
económica redujo la desigualdad económica entre
países y creó “igualdad de condiciones”, la forma
que adopta, en la actualidad, la distribución de la
riqueza todavía se parece a una pirámide.
Las últimas décadas de desregulación del
comercio y las finanzas se han caracterizado por
una aceleración de la desigualdad económica
mundial. El Gráfico 2 muestra una tendencia
temporal de la desigualdad de la riqueza mundial
medida como la diferencia media de la RNB per
cápita (método Atlas, en dólares internacionales
actuales) entre ochenta y ocho países, de 1960
a 2010. En línea con las evidencias anteriores,
el gráfico muestra que, después de un periodo
estable en los años sesenta, la desigualdad de la
riqueza mundial creció rápidamente entre 1970 y
2010 en la era de la globalización “neoliberal”.
Países clasificados por el coeficiente de la RNB per cápita
en PPP (dólares internacionales actuales), 2009
Gráfico 1 P
irámide de la desigualdad de la riqueza a nivel mundial entre ciento
ochenta países clasificados por la Renta Nacional Bruta (RNB) per cápita
PPP (dólares internacionales actuales), 2009.
1
20
40
Luxemburgo ($55,940)
Irlanda ($33,170)
Estonia ($19,420)
60
Botswana ($13,060)
80
Bosnia y Herzegovina ($8,840)
100
120
140
160
180
Jordania ($5,790)
Mongolia ($3,660)
Tajikistán ($2,070)
Nepal ($1,170)
RD del Congo ($310)
Fuente: B
ase de datos de los indicadores de desarrollo mundial del Banco Mundial (2012).
[Reimpresión de De Vogli R. Progress or Collapse: the Crises of Market Greed (“Progreso o colapso: las crisis de la codicia del mercado”).
Nueva York y Londres: Routledge (Taylor & Francis), 2013.]
Desigualdades erosionan las condiciones
de confianza generalizada y promueven un
desacuerdo generalizado sobre lo que se
consideran soluciones “justas” o “equitativas”
a la crisis del cambio climático.
Uno de los mecanismos que explica el rápido
crecimiento de la desigualdad económica mundial
se relaciona con el aumento de las corporaciones
transnacionales (TNC, por sus siglas en inglés),
que se localizan en su mayor parte en los países
desarrollados, que han acumulado una cantidad
espectacular de riqueza en las últimas décadas.
Un estudio reciente mostró que 1.318 empresas
mundiales poseen colectivamente, con sus
acciones, la mayoría de las grandes empresas
manufactureras del mundo y de las empresas
líderes, lo que representa cerca de un 60% de
los ingresos globales. El mismo estudio también
mostró, sin embargo, que una “super entidad”
de 147 empresas, menos del uno por ciento
del total, controla cerca del 40% de la riqueza
total de la red. Cuando se consideran actores
financieros mundiales como los fondos de alto
riesgo, los fondos privados de pensiones, los
fondos de inversiones, los bancos de inversiones
y las aseguradoras, la concentración de la riqueza
alcanza proporciones incluso más grotescas. En el
2010, seis bancos —Bank of America, JP Morgan
Chase, Citigroup, Wells Fargo, Goldman Sachs y
Morgan Stanley—controlaban cerca del 60% del
Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense.
Gráfico 2 Tendencias en la desigualdad de la riqueza a nivel mundial (Diferencia de
las medias de la RNB per cápita, método Atlas, dólares internacionales
actuales) entre ochenta y ocho países, 1960-2010.
Diferencia de las medias de la RNB per
capita, método Atlas (dólares actuales)
20000
15000
10000
5000
0
1960
1970
1980
1990
2000
Tiempo (año)
Fuente: Base de datos de los Indicadores del Desarrollo Mundial del Banco Mundial (2012).
[Reimpresión de De Vogli R. Progress or Collapse: the Crises of Market Greed (“Progreso o colapso: las crisis de la codicia del mercado”).
Nueva York y Londres: Routledge (Taylor & Francis), 2013.]
2010
65
El impacto de la desigualdad
en el entorno mundial
Las últimas décadas de creciente desigualdad
también se han caracterizado por una aceleración
de la degradación ecológica y el consumo
material que ha llevado a una serie de crisis
múltiples y convergentes en el entorno mundial.
El rápido cambio climático y la disminución
insostenible de los recursos naturales, incluyendo
el petróleo, el agua, los recursos pesqueros y
los alimentos, indican que la humanidad está
en conflicto con los límites del ecosistema. En
particular, se reconoce cada vez más que el
cambio climático es una amenaza importante
para la salud humana y nuestra seguridad en
el futuro. Las evidencias del calentamiento
progresivo del sistema del clima debido a
concentraciones cada vez mayores de dióxido
de carbono, metano y óxido nitroso por las
actividades humanas son inequívocas. El deshielo
generalizado, el aumento del nivel medio del
mar, las catastróficas inundaciones y las olas de
calor son señales de un deterioro ecológico cuyas
consecuencias podrían incluir el colapso de la
civilización moderna. Los medioambientalistas
proponen que el objetivo de la humanidad debe
ser impedir que las temperaturas mundiales
medias suban más de dos grados por encima
del nivel preindustrial. El techo de los dos
grados se considera “un punto sin retorno”, el
umbral crítico en el que se espera que sucedan
algunas de las retroalimentaciones positivas no
lineares del ecosistema que producirían cambios
irreversibles en términos de estabilidad del clima.
La resolución de la crisis medioambiental
mundial requiere una rápida descarbonización
de la economía, junto a profundos cambios
económicos, políticos y del comportamiento,
que pueden lograrse mediante una acción
internacional coordinada. Sin embargo, hay
muchos datos que indican que la excesiva
desigualdad mundial crea importantes obstáculos
para la adopción de acuerdos medioambientales
internacionales y debilita la cooperación
internacional efectiva para resolver las crisis
ecológicas mundiales. Esas desigualdades
erosionan las condiciones de confianza
generalizada y promueven un desacuerdo
generalizado sobre lo que se consideran
soluciones “justas” o “equitativas” a la crisis del
cambio climático: mientras que los países pobres
temen que se pongan límites a sus esfuerzos
para crecer económicamente y satisfacer las
necesidades de su pueblo, algunos países ricos
se niegan a reducir sus excesos a menos que los
países en desarrollo realicen esfuerzos similares.
Es el clásico ejemplo de “la tragedia de los
bienes comunes” en la que todos pierden a
menos que las partes empiecen a cooperar y a
avanzar más allá de sus intereses particulares a
corto plazo. De hecho, si no adoptamos medidas
eficaces para hacer frente a la crisis del clima y
reducir la desigualdad internacional, el colapso
ecológico debido al cambio climático y al rápido
agotamiento de los recursos será mucho más
difícil de evitar.
Existe otro mecanismo por el cual las
desigualdades económicas nacionales y mundiales
afectan al clima mundial y a la resolución de las
inminentes crisis ecológicas. Los investigadores
han observado que las sociedades más desiguales
son socialmente más divisivas, jerárquicas y
materialistas que las más igualitarias. Cuanto
mayores son las diferencias materiales mayor es
la competencia por el estatus y las aspiraciones
materialistas, lo que implica que las personas
trabajan más horas, gastan una proporción
mayor de su salario en bienes de lujo y ahorran
La evidencia también muestra que las
sociedades más iguales tienen menos huellas
ecológicas menores, reciclan más, su población
vuela menos, consume menos agua y menos
carne, y genera menos residuos. Finalmente,
como muestra el Gráfico 3, los datos
menos. Debido a que las desigualdades excesivas
promueven la competencia por el estatus y las
aspiraciones materialistas, también intensifican el
consumismo y un agotamiento más rápido de los
recursos naturales, que es uno los obstáculos más
importantes para lograr la sostenibilidad.
Cumplimiento de normas medioambientales
Alto
Gráfico 3 L
a desigualdad de los ingresos y el índice de cumplimiento de los
acuerdos medioambientales internacionales entre los líderes empresariales de los diecieste países con las rentas más altas.
Finlandia
Dinamarca
Suecia
Austria
Alemania
Los Países Bajos
Noruega
Suiza
Japón
Francia
Canadá
Grecia
Bélgica
Nueva Zelanda
Reino Unido
Italia
España
Australia
Estados Unidos
Irlanda
Bajo
Portugal
Israel
Bajo
Desigualdad de ingresos
Alto
Fuentes: Los datos sobre la desigualdad proceden de los indicadores de desarrollo humano. Los datos sobre el cumplimiento de los acuerdos
medioambientales por parte de los líderes empresariales proceden de la encuesta del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).
[Reimpresión de Wilkinson R, Pickett K y De Vogli R. Equality, Sustainability and Quality of Life (“Igualdad, sostenibilidad y calidad de vida”).
British Medical Journal 2010 Nov 2;341:c5816.]
67
Si no adoptamos medidas eficaces para hacer
frente a la crisis del clima y reducir la desigualdad
internacional, el colapso ecológico debido al
cambio climático y al rápido agotamiento de los
recursos será mucho más difícil de evitar.
transnacionales indican que es más probable
que los líderes empresariales de países que sean
más iguales estén más de acuerdo que los de
los países que sean menos iguales en que sus
gobiernos consideren una prioridad los acuerdos
medioambientales internacionales.
Todavía se están investigando los mecanismos
que explican por qué es más probable
que una mayor proporción de ciudadanos
de las sociedades más igualitarias adopten
comportamientos ecológicos que los ciudadanos
de los países menos igualitarios. Un gran
conjunto de datos sugiere, sin embargo, que
una explicación plausible tiene que ver con los
mayores niveles de cohesión social, confianza
interpersonal y sentido de la responsabilidad
colectiva respecto a medidas para el bien común
que prevalecen más en las sociedades más
igualitarias que en las más desiguales.
Abordar la desigualdad y
la crisis del clima
Un avance esencial hacia un mundo más
seguro y más sano sería llevar a cabo una
serie de reformas nacionales e internacionales
dirigidas a reestructurar el sistema económico
mundial, no solo hacia un camino que sea más
sostenible, sino también hacia una redistribución
más equitativa de los recursos económicos.
Aquí presento dos ideas que, de implementarse,
probablemente llevarían a considerables avances
a la hora de abordar la crisis medioambiental
mundial: a) contracción y convergencia para
tratar el cambio climático; y
b) un impuesto mundial sobre el carbono.
La crisis medioambiental mundial puede
abordarse mediante regímenes factibles que
sean capaces de persuadir tanto a los países
desarrollados como en desarrollo con la finalidad
de desarrollar políticas que sean más sostenibles
y equitativas. Los países en desarrollo deben
predicar con el ejemplo, no solo descarbonizando
rápidamente sus economías y adoptando un
modelo más sobrio de consumo de los recursos
naturales, sino también ayudando a los países
más pobres con tecnologías medioambientales
que podrían considerarse reparaciones por
las injusticias del pasado del imperialismo, la
colonización y la explotación. Los países en
desarrollo también deben cumplir su “cuota
justa” y comprometerse a frenar el cambio
climático evitando emular el mismo modelo de
desarrollo económico adoptado por los países
ricos mientras se ocupan de los acuciantes
problemas de desarrollo a los que todavía hacen
frente. Tanto los países en desarrollo como los
países desarrollados deben comprometerse con el
principio de que cada ciudadano del mundo tiene
el mismo dercho a la atmósfera.
En los últimos años, ha habido varias
propuestas para abordar el cambio climático
en base a ese principio. Hace más de dos
décadas, Aubrey Meyer, fundador del Global
Commons Institute, propuso un modelo llamado
“contracción y convergencia” para reducir las
emisiones de gases con efecto invernadero
lo bastante para garantizar concentraciones
“seguras y estables” en la atmósfera de la
tierra. El sistema fija, primero, un límite para las
concentraciones de gases con efecto invernadero
a nivel mundial y una fecha en la que los
objetivos deben cumplirse (por ejemplo, 350 ppm
en 2050). Entonces, garantiza que el mecanismo
que se usa para cumplir este objetivo es justo
al dividir la suma de las emisiones de gases con
efecto invernadero entre todas las personas del
planeta y asignando una cuota a cada país en
base a esa población (contracción).
La “tarta mundial del carbono” se repartiría
entre los distintos países del mundo en forma
de “derechos negociables”, donde países
individuales negociarían sus propias cuotas que
serían proporcionales a las poblaciones nacionales.
El modelo prevé que, con el tiempo, los objetivos
de carbono de los países desarrollados y en
desarrollo convergieran en un nivel común de
contaminación per cápita, donde todos los países
aceptarían el mismo objetivo de emisión, que
Las desigualdades excesivas promueven más
competencia por el estatus y las aspiraciones
materialistas; también intensifican el
consumismo y una disminución más rápida de los
recursos naturales, que es uno de los obstáculos
más importantes para lograr la sostenibilidad.
a comprar la cuota que no usen otros países16 .
El mecanismo permitiría comerciar para que los
países en desarrollo que no puedan usar todos sus
derechos pudieran vendérselos a los países ricos a
cambio, por ejemplo, de proyectos de desarrollo,
consiste en un objetivo seguro de 350 ppm a nivel
mundial (convergencia). Mientras se converge
hacia la igualdad de contaminación, los países
que quieran producir más dióxido de carbono del
que se establece en su cuota estarían obligados
Gráfico 4 C
ontracción y convergencia: un acuerdo mundial sobre el cambio
climático y el mismo derecho a contaminar
Estados Unidos
CONVERGENCIA
CONTRACCIÓN
6
Antigua Unión Soviética
OCDE menos los Estados Unidos
Toneladas
de carbono
per cápita
China
Resto del mundo
India
Gigatoneladas de
carbono (GTC)
8 GTC
0
Resto del mundo
India
China
Antigua Unión Soviética
4 GTC
3
OCDE menos los Estados Unidos
Estados Unidos
1800
1900
2000
2030
2100
2200
Fuente: Global Commons Institute (GCI)
Página web: www.gci.org.uk/contconv/cc.html
Nota: Este ejemplo muestra índices negociados regionalmente de C&C. Son para un presupuesto de contracción de 450ppm, con convergencia en el 2030
69
salud y educación. Eso significaría que los países
ricos con emisiones altas pagarían a los más
pobres con emisiones bajas, logrando así cierta
redistribución de los ingresos.
Más recientemente, Chakravarty y sus colegas
propusieron un nuevo marco para asignar un
objetivo mundial de reducción del carbono entre
los países, haciendo hincapié en las personas en
lugar de en los países. Usando la distribución
de la renta de cada país para estimar cómo se
distribuyen las emisiones de gases con efecto
invernadero entre sus ciudadanos, calcularon el
objetivo de redución del carbono de cada país
a partir de la cantidad de población que está
por encima de un nivel individual admisible de
emisiones. El mérito de este marco es que los
objetivos nacionales de reducciones del carbono
se relacionan con el número de grandes emisores
ricos, vivan donde vivan.
Puede que algunos comentaristas consideren
que las propuestas para abordar el cambio
climático, mientras también se promueve la
redistribución mundial y la erradicación de la
pobreza, son demasiado “parciales” respecto
a las prioridades del mundo en desarrollo. Es
importante recordar, sin embargo, que los países
ricos representan solo el 15% de la población
mundial, y aún así emiten la mitad de las
emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial.
Además, cuando el mundo se enfrenta a una
crisis ecológica que no tiene fronteras, nada le
resulta más práctico a los países ricos que ayudar
a los países en desarrollo a crear programas
ecológicos y erradicar la extrema pobreza. Desde
una perspectiva occidental, sería un acto de
generosidad y de interés propio bien entendido;
no hacerlo sería sabotear nuestro propio futuro.
Como Dipesh Chakravarty observó una vez: “A
diferencia de las crisis del capitalismo, no hay botes
salvavidas para los ricos y los que tiene privilegios”
para salvarlos de un futuro desastre climático.
Numerosos autores han propuesto un
impuesto mundial sobre el carbono como
solución alternativa o complementaria para
ocuparse del cambio climático; pero se han
planteado dudas acerca de sus posibles efectos
redistributivos regresivos.
Sin embargo, un estudio reciente de Davies y
sus colegas observó que, aunque es probable que
un impuesto mundial sobre el carbono
tenga efectos distributivos regresivos por sí
mismo, si se dedica una cantidad suficiente de
reembolsos a la redistribución mundial y a la
reducción de la pobreza, el impacto de la creación
de desigualdad del impuesto podría, al menos,
neutralizarse. Según los mismos autores, con un
régimen de redistribución dinámico que favorezca
a los pobres y redirija amplias proporciones de los
ingresos fiscales a combatir la pobreza extrema,
en unos cuantos años podría eliminarse la
pobreza a un coste de solo el 33% de los ingresos
por el precio del carbono.
Aunque se ha atacado enérgicamente a las
propuestas de impuestos sobre el carbono por
sus consecuencias supuestamente negativas para
la economía, es imporante apuntar que algunos
países adoptaron unilateralmente un impuesto
hace más de dos décadas. Finlandia fue el primero
en implementar un impuesto nacional sobre el
carbono en 1990. Suecia, Noruega y los Países
Bajos le siguieron. Incluso algunos países en
desarrollo han adoptado un impuesto sobre el
carbono: Costa Rica adoptó uno en 1997. Todos
esos países tienen economías prósperas y normas
muy buenas de salud y bienestar.
¿Neoliberalismo mundial o
prosperidad sostenible y equitativa?
Aunque hacen falta nuevos regímenes
mundiales y soluciones viables para que
el futuro sea más equitativo y sostenible,
sería ingenuo asumir que con eso basta.
Las últimas décadas, dominadas por la
globalización neoliberal, se han caracterizado
por una aceleración tanto de las desigualdades
económicas como de la destrucción
medioambiental que ha creado aún más
desafíos a la futura viabilidad de la civilización
Las últimas décadas, dominadas por la
globalización neoliberal, se han caracterizado
por una aceleración tanto de las desigualdades
económicas como de la destrucción
medioambiental que ha creado aún más desafíos a
la futura viabilidad de la civilización moderna.
moderna. Con su énfasis en el crecimiento
económico infinito, la maximización
incontrolada del beneficio y la liberalización sin
trabas de las finanzas y el comercio, el modelo
neoliberal de desarrollo está empujando
tanto a las sociedades desarrolladas como en
desarrollo a una competencia descontrolada
por mercados y beneficios a nivel mundial.
Dado el modelo de desarrollo actual,
parece, por lo tanto, muy improbable que
pueda lograrse cualquier avance para reducir
la desigualdad y promover la sostenibilidad.
Con un paradigma como este de desarrollo,
las propuestas y los regímenes para reducir
la desigualdad y promover la protección
medioambiental son contrarrestados por la
necesidad de los países, las empresas y los
individuos de maximizar sus beneficios y su
riqueza sin limites. Las medidas para abordar
la desigualdad y la amenaza del cambio
climático deben, por lo tanto, ir a la par con
medidas estructurales y sistémicas diseñadas
para promover un cambio de paradigma en
el desarrollo económico y el desarrollo de un
nuevo modelo de prosperidad y cooperación
en el que el crecimiento económico, los
mercados y los beneficios sean medios para
lograr los fines humanos, y no a la inversa. ■
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Journal 2010 Nov 2;341:c5816
71
¡Que no haya menos
igualdad de genero, sino
más,en 2014 y después!
Zita Gurmai,
Eurodiputada,
Hungría, presidenta
de las Mujeres del PSE
En este artículo, Gurmai destaca
el impacto significativo de las
políticas de “solo austeridad”
sobre la igualdad de género en
Europa. Afirma que este enfoque
sobre la recuperación ha llevado a
recortes de servicios públicos que
son básicos, como los servicios
sociales y la educación, lo que a su
vez ha incrementado la diferencia
salarial y de oportunidades de
las mujeres en comparación con
los hombres. Este artículo recaba
apoyos de todos los progresistas
para dar prioridad a la igualdad
de género y a los derechos de las
mujeres en las políticas sociales y
económicas.
Con las elecciones europeas a la vuelta de
la esquina, y cuando se están finalizando los
programas electorales y las prioridades de los
partidos para las elecciones de mayo del 2014, es
sencillamente lógico preguntarse por el lugar que
ocupan los derechos de la mujer y la igualdad
de género en esas prioridades. Mi repuesta es:
“por supuesto que deben ser esenciales”. Deben
serlo porque, en primer lugar, la defensa de los
derechos de la mujer y la igualdad de género es
un tema en el que el Partido de los Socialistas
Europeos y los Socialistas y Demócratas del
Parlamento Europeo siempre han sido pioneros, y
debemos seguir siendo el partido de las mujeres
y los derechos de la mujer. En segundo lugar,
porque el actual entorno socioeconómico y
político está creando las condiciones para que
pueda producirse una reacción conservadora
negativa, lo cual nos preocupa muchísimo, que
requiere que haya más igualdad de género, y no
menos, y que se promuevan más los derechos de
la mujer.
Además del ataque contra los derechos de
la mujer, la crisis socioeconómica europea actual
también allana el camino a que los partidos
extremistas tengan más presencia en la escena
política europea y nacional e impongan sus
puntos de vista tradicionales y desfasados sobre
el papel de la mujer y los derechos de la mujer,
volviendo atrás en el tiempo en relación con el
empoderamiento de la mujer. Aunque la crisis
haya afectado negativamente al trabajo, a los
derechos y a la autonomía de la mujer, no puede
usarse como excusa para sacarlos de la agenda
política y, por eso, las Mujeres del PSE creen que
a Europa le hace falta más igualdad de género
como parte de la salida a la crisis.
Garantizar la autonomía
económica de las mujeres
Las medidas adoptadas de “solo
austeridad” se han traducido principalmente
en la reducción de los presupuestos públicos
y en la privatización de la mayor parte de los
servicios. Esos recortes afectan, sobre todo,
a sectores en los que las mujeres tienen
bastante más representación (como media, las
mujeres son el 69,2% de los trabajadores del
sector público de la UE) en servicios públicos
que benefician principalmente a las mujeres
(educación, atención sanitaria, servicios
73
sociales, etc.) y en programas y financiación
para promover los derechos de la mujer y la
igualdad de género, tanto a nivel europeo
como nacional.
Las políticas de “solo austeridad” que
los gobiernos conservadores han aplicado en
Europa han allanado el camino al desarrollo
de “la crisis silenciosa”, que vuelve a las
mujeres víctimas invisibles de la crisis debido
a la doble carga que pesa sobre ellas, como
lo ha confirmado un estudio del Lobby
Europeo de Mujeres titulado “El precio de la
austeridad: su impacto sobre los derechos de
la mujer y la igualdad de género en Europa”.
Los esfuerzos de la UE para que el índice
de empleo de las mujeres aumentase se han
visto resquebrajados en veintidós estados
miembros de la UE que están muy rezagados
del objetivo principal de la UE de llegar a
un 75% de índice de empleo femenino y
masculino en 2020.
Además, la Comisión Europea explica que
las mujeres ya no son “reservas” del mercado
laboral; en otras palabras, se solía llamar a
mujeres cuando la demanda era alta; pero
ahora se les envía a casa cuando la demanda
de contratos es baja. La World Global Survey
(encuesta sobre la situación mundial) del 2005
reveló que casi el cuarenta por ciento de los
encuestados estaba de acuerdo con que en
una situación como esta ¡los hombres tenían
más derecho a tener trabajo que las mujeres!
Las mujeres jóvenes se ven
particularmente afectadas. Generalmente,
la Comisión reconoce que es más probable
que las mujeres jóvenes no tengan estudios,
ni trabajo, ni formación (SETF) que los
hombres, principalmente, porque es más
probable que no estén entre la población
activa (o sean inactivas).
Además de afectar al índice de empleo y a
la calidad del empleo femenino, las políticas de
austeridad también han afectado a los salarios
de las mujeres. En la actualidad, la diferencia
salarial entre hombres y mujeres (GPG, por sus
siglas en inglés) es del 16,2% en la UE. Como las
políticas de austeridad provocan normalmente
congelaciones y recortes de los salarios,
especialmente del sector público, la Comisión
Europea teme un posible aumento de la diferencia
salarial por razón de género en los próximos
meses/años, y que se revierta la tendencial actual.
Considerando que la diferencia media de las
pensiones en Europa es del 39%, lo que supone
más del doble de la diferencia salarial por razón
de género, la situación de las mujeres mayores
preocupa incluso más.
Las Mujeres del PSE se comprometido, por lo
tanto, a defender el fin de la diferencia salarial y a
que se invierta en las mujeres a pesar de la crisis.
Con esta finalidad, las Mujeres del PSE
presentan tres propuestas:
1) Introducir una Auditoría de la diferencia
salarial entre mujeres y hombres para
comprobar si todos los estados miembros
se comprometen a reducir la diferencia
salarial por razón de género en todos
los grupos de edad en un 2% anual por
estado miembro hasta que se logre la
igualdad salarial.
2) En paralelo, la UE debe mejorar el control
de la implementación de la legislación
sobre la igualdad de género y contra la
discriminación, incluyendo la aplicación
de sanciones claras y disuasorias, tanto a
nivel nacional como europeo.
3) L as Mujeres del PSE le piden a la UE que
nombre a un comisario específico para la
Igualdad de Género y los Derechos de la
Mujer a partir del 2014.
Las políticas de “solo austeridad” que los
gobiernos conservadores han aplicado en Europa
han allanado el camino al desarrollo de “la crisis
silenciosa”, que vuelve a las mujeres víctimas
invisibles de la crisis debido a la doble carga que
pesa sobre ellas.
Los recortes que se mencionan anteriormente
también se refieren a recortes en las instalaciones
y los servicios de cuidado infantil y, por lo tanto,
ponen en riesgo la independencia económica de
las mujeres. Debido a las medidas de austeridad,
la mayor parte de las familias están volviendo
al modelo tradicional de cuidados, en el que se
desmantela el papel del Estado para devolver la
carga a los hogares y, más concretamente, a las
mujeres.
La mayor parte de los estados miembros
todavía tienen que realizar esfuerzos sustanciales
para cumplir los objetivos de Barcelona, que
fueron fijados por el Consejo Europeo en el 2002.
Esos objetivos afirman que “los estados miembros
deben esforzarse por ofrecer cuidados infantiles
antes del 2010, al menos, al 90% de los niños
con edades comprendidas entre los tres años y la
edad de escolarización obligatoria y, al menos, al
33% de los niños menores de tres años”.
Las Mujeres del PSE les piden, por lo tanto,
a las instituciones y a los líderes europeos que
mejoren las normas mínimas europeas de cuidado
infantil y permiso parental, incluyendo un acceso
fácil a un cuidado infantil que sea asequible,
accesible a todos y de buena calidad, que les
permita a las mujeres progresar en sus profesiones
y romper la barrera invisible, así como darle a las
mujeres y a los hombres las mismas posibilidades
de compartir las responsabilidades familiares.
Como enfatizamos en nuestra campaña de 2007,
las mujeres del PSE piden que el cuidado infantil
se reconozca como un servicio público básico en
toda Europa.
Ir más allá del empoderamiento
económico de la mujer
La lucha contra la violencia contra las mujeres
también es víctima de los drásticos recortes
presupuestarios que se decidieron como parte
de las soluciones que solo piden austeridad. El
debilitamiento de las organizaciones de mujeres
significa el debilitamiento de la voluntad y la
posibilidad de presionar por una legislación más
firme y por medidas para luchar contra todas las
clases de violencia contra las mujeres.
Como resultado de las respuestas a la crisis
que solo contemplan la austeridad, también
asistimos a recortes en los presupuestos y los
programas destinados a los derechos de la
mujer y la igualdad de género, por ejemplo, se
reducirá drásticamente el programa DAPHNE de
la Comisión Europea, que financia proyectos que
combaten la violencia contra las mujeres.
La violencia contra las mujeres sigue siendo
un problema de “proporciones epidémicas”
que afecta a mujeres de todos los grupos
socioeconómicos. La violencia machista por
motivos de género se considera la principal causa
de muerte e invalidez de mujeres entre 16 y 44
años. Las estadísticas han mostrado que una
de cada tres mujeres será víctima de la violencia
alguna vez en su vida y el 10% sufrirá una
violación o un intento de violación.
Recientemente, en el 2011, el Convenio
de Estambul del Consejo de Europa sobre la
prevención y la lucha contra la violencia contra las
75
mujeres y la violencia doméstica afirmó que no
puede haber verdadera igualdad entre mujeres
y hombres si las mujeres sufren violencia a gran
escala por motivos de género y las agencias y las
instituciones estatales miran hacia otro lado. La
violencia doméstica tiene un efecto traumático
sobre las mujeres, los hombres, los niños y las
personas mayores que están desprotegidos dentro
de la familia o la unidad familiar. Armonizar las
normas jurídicas, garantizando una protección
común y fondos para las víctimas de toda Europa
es, por lo tanto, esencial.
Sin embargo, la crisis actual no es solo un
terreno fertil para un retroceso económico.
Derechos humanos básicos como la salud y los
derechos sexuales y reproductivos (SRHR, por
sus siglas en inglés) están ahora amenazados,
como sucede en España, avivados por partidos
de Derecha que son cada vez más extermistas
y que están imponiendo visiones conservadoras
tradicionales sobre el papel y los derechos de la
mujer. La tendencia general es un importante
revés, con un retroceso conservador espectacular,
que se traduce en un ataque directo contra las
mujeres.
Negar a la mujer el derecho a decidir por
sí misma sobre su cuerpo significa negar un
derecho fundamental; es una forma de violencia
sistemática. El mensaje de campaña de las
Mujeres del PSE “Mi cuerpo, mis derechos”, sigue
siendo, por lo tanto, necesario. “Mi cuerpo, mis
derechos” pide que se protejan los derechos de la
mujer a la salud reproductiva y sexual, que se les
ofrezcan a las mujeres y a los hombres servicios
sanitarios adecuados y que todas las mujeres
tengan libre elección, promoviendo la educación
sexual, la ayuda y el apoyo médico, la prevención,
la contracepción, la píldora del día después y
el aborto, y que todas las mujeres y todos los
hombres puedan permitirse acceder a todo ello,
independientemente de su ubicación geográfica,
su origen o su estatus social. Garantizar derechos
sexuales y reproductivos no es solo un asunto de
salud, sino que también contribuye a la
capacitación de las mujeres y a su
independencia económica.
No podemos aceptar el hecho de que a ciertas
mujeres europeas, por su ubicación geográfica
y/o estatus social, se les vaya a negar pronto, en
el siglo veintiuno, la libre elección y el acceso a
la salud y los derechos sexuales y reproductivos,
incluyendo el aborto.
Las antiguas y las nuevas prioridades no
parecen muy distintas y, por lo tanto, el PSE
seguirá defiendo y dando prioridad a la igualdad
de género y a los derechos de las mujeres. No
dejaremos que Europa utilice la excusa de la crisis
porque no queremos que nuestras hijas, nuestras
compañeras y nuestras hermanas retrocedan
treinta años. ■
La lucha contra la violencia contra las
mujeres también es víctima de los drásticos
recortes presupuestarios que se decidieron
como parte de las soluciones que solo
piden austeridad. El debilitamiento de
las organizaciones de mujeres significa el
debilitamiento de la voluntad y la posibilidad
de presionar por una legislación más firme
y por medidas para luchar contra todas las
clases de violencia contra las mujeres.
Luchar contra la desigualdad:
hacia una combinación eficaz de
respuestas políticas nacionales y europeas
Nicolas Schmit,
Ministro de Trabajo,
Empleo e Inmigración
de Luxemburgo, y
ministro coordinador
de la Red de ministros
de Empleo y Asuntos
Sociales del Partido
de los Socialistas
Europeos.
Este artículo reconoce el impacto
positivo que la globalización
ha tenido en la creación de
oportunidades para que las
personas salgan de la pobreza. Sin
embargo, en el caso de Europa y
los Estados Unidos, la desigualdad
ha explotado y han crecido la
inseguridad laboral y el paro entre
los más jóvenes y los trabajadores
mayores, lo que ha debilitado la
cohesión social en una serie de
países europeos. El autor señala
a la “Troika”, que ha enturbiado
la visión europea y ha dañado el
modelo social original, castigando
a las generaciones más jóvenes.
La desigualdad entre los países está
empezando a reducirse. La globalización ha
permitido que cientos de millones de personas
escapen de la pobreza, vivan con dignidad,
y no sean solo productores, sino también
consumidores. En contraste, en los países
europeos y los Estados Unidos, la desigualdad y la
pobreza realmente han estallado. Ese hecho se vio
amplificado por la crisis, pero se remonta a mucho
antes. La desigualdad y la pobreza se consideran
inevitables, creadas por la nueva distribución entre
países que la globalización ha traído consigo. En
“La mondialisation de l’inégalité” (Globalización
y desigualdad, Ed. du Seuil, 2012), François
Bourguignon analiza cómo “el aumento de la
desigualdad nacional ha intentado eclipsar el
declive de la desigualdad mundial, que es, sin
embargo, indiscutible”. Ignorado desde hace
mucho, el tema de la desigualad ha vuelto al
debate público y a la reflexión económica. El
Fondo Monetario Internacional ya no lo ignora, y
está incluso proponiendo una revisión del sistema
fiscal con el objetivo de fiscalizar los ingresos más
altos, especialmente las herencias (Taxing Times del
FMI,
octubre del 2013). Su directora general está
creando un círculo vicioso que significa que
“cuanto más desigualdad hay, menos sólido es
aparentemente el crecimiento, y cuanto menos
crecimiento hay, menos creación de empleo”. En su
informe para la reunión de Davos del 2014, el Foro
Económico Mundial situó la desigualdad como el
segundo riesgo más importante para la estabilidad
económica, social y, en particular, política.
El aumento de la desigualdad en las
últimas dos o tres décadas ha tenido un
efecto considerable. En la Unión Europea, está
afectando principalmente a aquellos países que
están enredados en la crisis de la deuda, pero
no está perdonando tampoco a los demás. La
diferencia salarial está creciendo y, al mismo
tiempo, se está reduciendo la proporción de
salarios en la distribución del valor añadido.
Según, la OCDE (citada en el Financial Times, el
24 de diciembre de 2013), entre 2007 y 2011, el
coeficiente de Gini, que mide el mayor aumento
de desigualdad de los ingresos, fue de +6,6% en
Irlanda, +6% en España, +2,5% en Grecia, 2,2%
en Francia, y 1,5% en Italia; la media de la OCDE
fue 1,2%.
La inseguridad laboral crea un número cada
vez mayor de trabajadores pobres, incluso en
países muy competitivos como Alemania. El
paro, que afecta en particular a los trabajadores
jóvenes y mayores, se está volviendo una fuente
77
importante de desigualdad y pobreza. En
resumen, el debilitamiento de la cohesión social
en una serie de países europeos está fomentando
los movimientos populistas extremistas.
Hace falta, por lo tanto, con mucha urgencia,
estudiar las razones básicas de ese aumento
de la desigualdad, que no puede aislarse de las
políticas económicas que se han seguido en los
últimos años. En sus “Concluding Notes on the
Social Philosophy towards which the General
Theory might Lead” (“Conclusiones de la filosofía
social a las que podría llevarnos la teoría”), John
M. Keynes saca dos conclusiones que se aplican
en gran medida a la realidad económica actual,
casi ochenta años después de la publicación de
su trabajo:
“Los dos principales fallos de la economía
mundial en la que vivimos son, en primer lugar,
que no se garantiza el pleno empleo y, en
segundo lugar, que la distribución de la riqueza
y los ingresos es arbitraria y le falta igualdad”. (J.
M. Keynes, General Theory (“Teoría General”),
Payot, 2005 p. 366). Igual que en la década de
los treinta, la desigualdad se sitúa en el centro de
la crisis. Hace falta introducir de nuevo el tema
de la distribución de la riqueza y la herencia en el
análisis económico y la intervención pública.
Eso es lo que hay que hacer inicialmente
a nivel nacional. Las políticas fiscales, sociales,
salariales y de redistribución son, ante todo,
responsabilidad del Estado; pero, ¿el margen de
maniobra que tiene el Estado permite realmente
que asuma esa responsabilidad? Las políticas
se llevan a cabo, cada vez más, en el marco de
las limitaciones impuestas por los tratados y las
disciplinas de la Unión Económica y Monetaria.
En este sentido, pertenecer a la eurozona limita
las opciones de un estado miembro, aunque en
teoría las políticas fiscales y sociales sigan siendo
competencia nacional.
La realidad es completamente distinta, lo que
es totalmente normal en una unión monetaria,
aunque al principio se ignorara deliberadamente.
Ciertamente, los tratados europeos no asumen
la batalla contra la desigualdad como una
compentecia de la Unión Europea. Pero, según
el Tratado, “la Unión trabaja [...] a favor de una
economía social de mercado muy competitiva
que aspira al pleno empleo y el progreso social”.
La reducción de la desigualad no aparece,
aunque la batalla contra la exclusión social se
considere una de las áreas en las que la Unión
apoya y complementa las actividades de los
estados miembros. En este contexto, la Estrategia
de la UE 2020 defiende una reducción del
nivel de pobreza, ya que su objetivo es reducir
en veinte millones el número de personas que
están afectadas o amenazadas por la pobreza y
la exclusión en el año 2020. Esa meta está muy
lejos de alcanzarse, y cada vez está más lejos. En
el 2012, 124,5 millones de personas estuvieron
en riesgo de pobreza, con un total del 24,8% de
la UE en comparación con el 23,7% del 2008.
Con un índice del 35%, Grecia experimentó
un aumento del 3,6% en tan solo un año. Los
jóvenes expuestos al paro y la inseguridad laboral
están particularmente en riesgo. ¿Cómo pueden
construir un futuro cuando el cuarenta por ciento
de los jóvenes con edades entre 15 y 24 años que
tienen trabajo no han conseguido un contrato
permanente? Existe una mayor flexibilidad del
mercado laboral que directamente aumenta la
desigualdad.
Sin embargo, el destino de los empleados
mayores no es mejor. Según el informe de la
Comisión sobre el empleo y la situación social,
de junio del 2013, el 25,7% de las personas con
edades entre cincuenta y cinco y sesenta y cuatro
Política Europea necesita una nueva visión que
vuelva al modelo social de origen con el fin de
inspirar esperanza en la gente de Europa una vez más
años —aquellos que están más expuestos al paro
de larga duración—vive en la pobreza o sufre
exclusión social. El número de niños que vive en
la pobreza también ha crecido significativamente,
concretamente en países como Grecia y España.
La situación social ha empeorado, por lo
tanto, en la Unión Europea en los últimos años.
Las políticas defendidas por la Comisión y,
concretamente, por la “Troika” han llevado a un
aumento del paro, una reducción de los salarios
y, en concreto, del salario mínimo, y a una
reducción brutal de los servicios sociales. Según
el informe del Parlamento Europeo sobre el papel
y las actividades de la Troika, “la desigualdad de
la distribución de la riqueza ha crecido más de
la media en los cuatro países en cuestión y la
reducción de los servicios sociales y el aumento
del paro ha llevado al aumento de la pobreza”.
La recuperación de la competitividad externa
ha sido el objetivo clave que se ha logrado con
las políticas de devaluación interna que la Unión
aplicó, en concreto, en la eurozona durante el
estancamiento, y por algunos países que están
en una larga recesión económica. No pueden
minimizarse los riesgos de un periodo de
deflación. Por lo tanto, las políticas de austeridad
no han conseguido nada, salvo destruir el
potencial de crecimiento y sumir a millones de
europeos en la pobreza y la incertidumbre. No
sorprende que la desigualdad haya avanzado
rápidamente. En su libro “The Price of Inequality”
(“El precio de la desigualdad”), Joseph E. Stiglitz
describe este círculo vicioso creado por las
políticas que favorecen el crecimiento explosivo
de la desiguadad. “La desigualdad nos cuesta
muchísimo. El precio de la desigualdad es el
deterioro de la economía, que se vuelve menos
estable y menos eficaz, con menos crecimiento,
y la subversión de la democracia”. No puede
concebirse que la caída de los salarios reales, un
fenómeno que se ha producido en los Estados
Unidos durante treinta años, se compense,
en parte, por el aumento del endeudamiento
privado. Este fenómeno estuvo en el origen de
la llamada crisis de las hipotecas “subprime”
y, por lo tanto, de la crisis financiera. Al mismo
tiempo, la liquidez empresarial explotó, como
lo hizo la rentabilidad financiera. La clase media
sufrió, en concreto, ese shock, pagando el precio
de la crisis financiera en los Estados Unidos y
también en Europa. En Alemania, se redujo el
número de personas que se consideraban parte
de la clase media. De 1999 al 2009, la clase
media cayó del 64% al 59%, lo que equivale a
cuatro millones y medio de personas. Pueden
observarse tendencias similares en otros países.
La escalera social se ha roto; un problema que
sigue afectando cada vez a más y más personas.
La idea neoliberal de que la concentración de la
riqueza está en manos de una pequeña minoría
-el famoso 1% del que habla Stiglitz-, que
invierte, genera crecimiento y crea los empleos
del mañana, no puede apoyarse en modo alguno
con hechos.
Nos hace falta, por lo tanto,
urgentemente, un cambio de rumbo: redigir
las políticas europeas de crecimiento, empleo
e innovación hacia más solidaridad y justicia.
Debemos promover, de nuevo, el modelo
social europeo, no como una debilidad de
Europa sino como una de sus fortalezas. Es
un atractivo indiscutible para personas de
otros continentes.
A los chinos, a los brasileños e incluso
a los estadounidenses les interesa cada vez
más este modelo que puede conectar la
eficacia económica con la solidaridad social
como lo describrió Jacques Delors: creando
“un equilibrio entre la sociedad y el Estado,
por una parte, y el individuo, por otra”.
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Las políticas europeas tienen que apoyar a
los estados miembros en esa reorientación, en
una serie de áreas.
1. La política social ya no puede ser una
simple variable de ajuste. Debe tener
un lugar en las políticas y la gobernanza
europea. Hace falta un reequilibrio dentro
del Consejo. La lógica financiera que
defiende el ECOFIN, y que a menudo
repite el Consejo Europeo, es demasiado
controladora.
Es esencial evaluar el impacto sobre
las políticas sociales. Debe evaluarse
nuevamente, en particular, el papel del
Consejo EPSCO (Consejo de Empleo,
Política Social, Sanidad y Consumidores).
Como establece el Artículo 9 del Tratado,
hay que preguntarse si las políticas van en
el interés del empleo y los derechos sociales
de la amplia mayoría de los ciudadanos. Es,
por lo tanto, necesario tener en cuenta el
tema de la desigualdad que influye en la
economía. Cada vez más, nos deslizamos
en esta “Economía de Darwin”, como la
describe el economista estadounidense
Robert Frank, que llega a la conclusión de
que la competencia generalizada va en
contra del bien común, destruyendo así
cualquier potencial de creación. (Frank R.
The Darwin Economy. Liberty, Competition
and the Common Good (“La Economía de
Darwin. Libertad, competitividad y el bien
común”) Princeton University Press 2011).
Sin embargo, en los últimos años,
la Unión Europea ha avanzado poco
en términos de reforzar la dimensión
social de la UEM. El único resultado
tangible de la reflexión es el marcador
de cinco indicadores, que incluye la
tasa de paro, los ingresos brutos de los
hogares, el índice del riesgo de pobreza
entre la población en edad de trabajar
y la desigualdad. Indudablemente, hay
poco avance en la medida en que esos
indicadores sociales forman parte del
proceso del Semestre Europeo. Pero los
indicadores no deben anteponerse a las
políticas. ¿Qué conclusiones operativas
pueden sacarse a nivel de otras políticas si
sucede, por ejemplo, que las políticas de
austeridad están generando cada vez más
paro y desigualdad? El documento sobre
el marcador de indicadores de asuntos
sociales y paro desarrollado por la Comisión
de Empleo y Protección Social identifica
claramente el hecho de que la desigualdad
se creó en los estados como resultado del
aumento del paro, la reducción del nivel
de redistribución y, en ciertos casos, la
dotación presupuestaria, lo cual es una
observación sin importancia en las políticas
que promueve la “Troika”. ¿Qué lugar
deben tener los indicadores en el diálogo
social que hace falta reestablecer a nivel
europeo? En este momento, la medición de
la desigualdad es un indicador estadístico,
nada más. No basta. Debe existir una
política, al máximo nivel, para definir lo que
el presidente estadounidense Obama ha
Igual que en la década de los años 30, la
desigualdad está en el núcleo de la crisis.
Hay que colocar de nuevo el asunto de la
distribución de la riqueza y la herencia
en el centro del análisis político y la
acción pública.
llamado “la definición de nuestro tiempo”.
2. La competencia social y la reducción
del gasto público y social ya no deben
ser los instrumentos preferidos de
las políticas de investigación de la
competencia. Las políticas de austeridad
presupuestaria que reducen el gasto en
educación, investigación, cualificación,
innovación, etc. no favorecen el refuerzo
de la competitividad. Son políticas
con vistas a corto plazo que reducen
el potencial de crecimiento y castigan
especialmente a las generaciones más
jóvenes. Hacen falta políticas a favor de
una consolidación presupuestaria que
sea inteligente, que no estrangulen el
crecimiento reduciendo brutalmente
la demanda interna y limitando las
inversiones que hacen falta. Todo ello ha
llevado a la desaparición de decenas de
miles de PYMES y, con ellas, de puestos
de trabajo. Según un estudio realizado
por un economista de la Comisión, Jan
In’t Veld, las pérdidas de crecimiento y,
por tanto, de empleo causadas por esas
políticas de austeridad son considerables.
Además, la protección social también es
un estabilizador automático, sin el cual
las consecuencias de la crisis habrían sido
mucho más perjudiciales. A la Unión
Europea, en general, y a la eurozona en
particular, les hace falta un nivel mínimo
de protección social. El dumping social
crea tensiones que son peligrosas para
la cohesión de Europa. Cualquier trabajo
se merece un salario que le permita al
empleado vivir con dignidad, y hay que
adaptar y reevaluar regularmente el
salario mínimo general. Debe reducirse
la creciente desigualdad salarial que
benefició a una pequeñísima minoría. Una
simple reducción salarial no solo agrava
la desigualdad, sino que también resulta
en una recesión de la demanda interna
y, por lo tanto, en una subida del paro.
La economía financiera impulsada por
la especulación desenfrenada ha creado
verdaderas anualidades que favorecen el
crecimiento vertiginoso de la desigualdad
salarial. Existe una importante discrepancia
entre la economía real y la economía
financiera, con lo cual hay que regular esta
última. Debemos relanzar la Europa Social
combinándola con una adaptación de las
políticas macroeconómicas para conseguir
una mayor convergencia con la parte
superior. En este contexto, el empleo debe
volverse un objetivo equivalente real, que
se incluya en la política monetaria, como
sucede en los Estados Unidos y en Gran
Bretaña.
3. L a competencia fiscal favorece el
desarrollo de la desigualdad y afecta a
la financiación del sistema de protección
social. La Unión Europea debe, por lo
tanto, jugar un papel eliminando esa
costosa competencia fiscal, tanto a
nivel europeo como a nivel mundial.
“La mejor oferta fiscal”, que se usa
para atraer capital y a sus propietarios,
no puede ser un modelo económico.
Es, por lo tanto, mejor cooperar dentro
de la Unión Europea, incluyendo a
nivel internacional. En este sentido, la
fiscalidad no puede considerarse un área
en la que deba prevalecer el principio de
subsidiariedad. Esto es así especialmente
cuando las restricciones presupuestarias
son cada vez mayores, en la eurozona
81
en particular. Según esta lógica, los
países europeos deben desarrollar una
base común de principios de fiscalidad
que no se limite meramente al IVA y a la
fiscalidad de los rendimientos del capital.
La contradicción entre los mercados
de capital, los mercados laborales y los
mercados de productos, que unifican
cada vez más, y sistemas fiscales que
siguen siendo esencialmente nacionales
empobrece a los estados y favorece cada
vez más la desigualdad. Los que tienen
más riqueza y una gran movilidad son los
que más ganan. Reducir la desigualdad
también incluye trabajar por una mayor
justicia fiscal.
Durante muchos años, el proyecto europeo
se ha vinculado correctamente a la paz. Se
benefició significativamente del apoyo de
personas “convencidas de que una Europa
reunida quiere seguir en el camino de la
civilización, el progreso y la prosperidad, por
el bien de todos sus habitantes, incluyendo
a los más débiles y los más pobres”. Si este
modelo social se ha visto erosionado por
la creciente desigualdad entre los estados
miembros, esa adhesión al proyecto europeo
es particularmente esencial para el futuro
de nuestros estados. Para proteger frente a
este riesgo, a la política europea le hace falta
una nueva visión que vuelva al modelo social
original para infundir de nuevo esperanza a los
ciudadanos de Europa. ■
PROGRESSIVE ECONOMY FORO 2014
LA DESIGUALDAD
CONSECUENCIAS PARA
LA SOCIEDAD, LA POLÍTICA Y LOS CIUDADANOS
5 Y 6 DE MARZO DEL 2014
PARLAMENTO EUROPEO
BRUSELAS
CON JOSEPH STIGLITZ
PROGRAMA COMPLETO
E INSCRIPCIÓN EN
PROGRESSIVEECONOMY.EU
Hannes Swoboda • Jean-Paul
Fitoussi • James K. Galbraith •
Kate Pickett • Patrick Itschert
• Edouard Martin • Jill Rubery •
Emilie Turunen • Martin Schulz
• Joseph E. Stiglitz • Jörg
Asmussen • Peter Bofinger
• Jutta Urpilainen • Pervenche
Berès • Jim Clarken • Gosta
Esping-Andersen • Nicolas Schmit
CONTACTO:
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Economía Progresista es
una iniciativa que apoya el
Grupo S&D del Parlamento Europeo
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Próximo número:
Edición especial
INFORME POLÍTICO
SOBRE EL FORO ANUAL
DE LA DESIGUALDAD