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De gigantes
No hablo de estatura, evidentemente. Hablo de grandeza, pero
esa grandeza carente de connotaciones de superioridad,
popularidad, soberbia o pecunia.
¿De quién hablamos cuándo afirmamos que alguien es “grande”?
Grande es aquel que hace pequeñas grandes cosas todos lo días.
Y parecen pasar desapercibidas, pero van moviendo el mundo.
Grande es aquel que aúpa en brazos a otros para que puedan ver
al mismo nivel, escuchar al mismo nivel, vivir conforme a las
mismas normas, sin distinción. El grande elimina barreras, no
trabaja porque haya distancia entre unos y otros y se note.
Grande es aquel que asume su circunstancia, la gestiona, la
maneja y sobrevive. Y no necesita el aplauso de nadie.
Grande es aquel que ama porque sí, sin más razón que la de
estar enamorado. Coge de la mano a quien ama, la eleva y le
hace jugar a los saltos de gigante. Le pega el empuje cuando
es necesario y está presente sin necesidad u obligación de
estarlo, solo porque ama grandemente.
Grande son los padres que, día tras día, luchan por sus hijos,
se sacrifican, aguantan situaciones a veces insufribles y, a
pesar de ello, sonríen. Grande es el que hace de su hijo una
persona digna, que se respeta y respeta a los demás. Que educa
en valores. Y no se rinde.
Grande es el que en su trabajo ama lo que hace, sin hacer lo
que ama. El que es justo, tiene disciplina, se esfuerza y
cumple con su obligación. No hay mayor grandeza que el deber
cumplido.
La grandeza, está en el ingenio o en el corazón. Y el grande
de ingenio lo ha de ser de corazón, no siendo necesario que
quien es grande de corazón lo tenga que ser de ingenio.
Grande es el que sueña, imagina, crea, sin necesidad de que se
lo reconozcan. El grande no se compara, su atención se centra
en esa grandeza de lo que hace. Una grandeza que, aunque no
salga del ordenador o un papel, no pierde su condición de tal.
Porque lo que hace grande a las cosas son las personas. Y lo
que hace grande a las personas es su pequeño gran día a día,
junto con su escala de valores y creencias.
En una época en la que solo el que triunfa “a lo grande” es
considerado grande, cabe recordar un par de cosas:
La primera, que se ve más y se llega más lejos a hombros de
gigantes, esos gigantes que aúpan para hacernos ver lo que
seremos capaces de ver nosotros solos si luchamos.
Segundo, que la grandeza no está en el dinero y el éxito. Pues
si ambas cosas no llevan grandeza detrás, de la que hemos
hablado, no es más que un mero timo, un simple enano sobre
zancos que se pegará una buena caída cuando la codicia, la
envidia o la fama lo balanceen.
Tengo monstruos en la mente. Monstruos que agudizan mi ingenio
y me hacen tener que saltar o pedir que me aúpen. No pasa
nada. Creo que voy por el buen camino. Empiezo a dar saltos de
gigante. Me obligan a aprender a serlo. Voy a ser grande.
Estrellas y Estrellados
Una vez leí, fíjense ustedes que creo que en Superpop (qué
nivel de lectura, oigan, pero qué bien lo pasábamos,
#QueremosLaVueltaDeSuperpop), que “los hay que nacen con
estrella y otros estrellados” (luego, con el tiempo, descrubrí
que fue la gran Frida Kahlo quien lo dijo). Hacía referencia a
que hay personas que desde que nacen llevan una estrella, son
Estrella, y el camino de la vida les viene rodado. Sin
embargo, “los estrellados”, son aquellos que desde que nacen
van de caída en caída, movida en movida, mala suerte en el
camino, un camino lleno de piedras que no dan tregua. En aquel
momento, tierna adolescencia, pensé que menuda gilipollez.
Pues no, queridísima. No les voy a decir a qué grupo
pertenezco, creo que es evidente. O al menos en el que yo me
considero incluida. Bueno, con la venia Señoría, he de decir
que las pruebas me avalan. Pero eso es otra cuestión.
Yo he visto Estrellas, me las he cruzado. No son lo más
abundantes pero las hay. Ya lo creo. No las del cielo, no. Las
he visto a lo largo de mi trayectoria juvenil/adulta; me he
relacionado con ellas. Y es que no necesitan ni hablar para
ver que son estrellas, pues brillan y destacan en todo lo que
hacen.
Recuerdo en el instituto una compañera guapísima, de las
mejores de la clase, de buena familia y que se los llevaba a
todos de calle. Pero es que luego abría la boca y era
divertida, simpática, agradable. Así era. Estrella. Pero no
crean que solo fue en esa etapa, no, no. Luego le fui
siguiendo la pista, por amistades comunes, y estudió una
buenísima carrera, se lo pasó de miedo en la universidad,
tiene un buen puesto de trabajo, un marido estupendo y unos
niños preciosos. En este punto debiera aclarar que no se trata
de envidia, no se trata de querer ser como ella (hombre, algo
de su suerte para mí ya la hubiese querido, sí…) sino que no
logro entender porqué los palos en lote van siempre hacia unos
(Estrellados) y no hacia otros (Estrella). No voy a ser
hipócrita, si yo le deseo el bien a todo el mundo, que lo que
importa es lo que yo tengo y haga, que sí, pero ¡lechuga!, que
diría mi madre, solo pido verlos tambalearse un poquito, que
todas las piedras no estén en el camino de los de siempre,
aunque sea una ventisca así rapidilla para ver cómo se
bandean… Sí, necesito ver que los demás también van de zasca
en zasca, al menos una o dos veces en la vida, lo reconozco,
qué pasa. Y todos necesitamos ver un poco de mal en el ojo
ajeno, al menos en el del enemigo. Y quien no lo reconozca,
miente. Pero como un belllaco.
¿Y qué decirles de las redes sociales? ¡La de estrellas que
han dado y dan! Se han multiplicado como por cien. Pero ojo,
de ese porcentaje, las de verdad, las que son Estrella porque
la vida así lo ha querido y no porque lo aparentan, pocas.
Pero haberlas, las hay. Y en las redes, las vemos.
Hoy en día hay otras formas de comunicación, aparte del bocaoreja. Qué me dicen de Whatsapp, es gran plataforma en la que
todo el mundo es guapo, tiene los hijos o nietos más guapos
del mundo o bien somos divertidísimos con “memes” y/u
ocurrencias propias. Es que aquí quien no tiene imagen es
porque no quiere, oiga. Las fotos de familia feliz, las más
transaccionadas. Fotos de bodas alucinantes, viajes
alucinantes, hijos alucinantes, trabajos alucinantes, casas de
ensueño, coches de aúpa y belleza por doquier. Que no les
confundan, los que son Estrella de verdad, de la verdadera, no
necesitan redes sociales ni semejante. De hecho, no lo puedo
probar, pero aquellos Estrella de raza se muestran mucho menos
en las redes que los que lo son por el simple hecho de que su
vida ya es una nube, lo lleva siendo toda su vida, no sienten
la necesidad de mostrarla a nadie. Con vivir, ya son Estrella.
Ya están en el cielo.
Llámenme envidiosa o persona de poco amor propio. Me da igual.
Yo lo que les pongo sobre la mesa es una cuestión muy sencilla
y que se sabe desde que el mundo es mundo: los hay que han
nacido para triunfar, para tener un camino de alfombra roja
por el que, simplemente, pasear. Pero por otro lado, los hay
que nacieron estrellados, ya el propio parto fue el primer
zasca para algunos. Y por mucho que sigan creyendo que su
suerte puede cambiar, que el poder está en nosotros y todas
esas proclamas que están muy bien pero que yo, personalmente,
engancho con pinzas de la ropa, las piedras del camino y el
estrellarse en casi todo lo que hacen los ha hecho de otra
pasta, digamos que proclives a ir con buena coraza o al menos
a verlas venir. Desde luego aquel que haya aprendido el arte
(es un arte) de verlas venir tendrá una mayor probabilidad de
estrellarse menos que el que lleva la coraza puesta. Pues este
último lleva un peso añadido al caminar, y sabe que el ataque
llegará, así que escoge la vía fácil, protegerse, y que Dios
reparta suerte.
No, si al final me descubro, aunque parece ser una obviedad.
Nací estrellada, vivo de estrello en estrello, pero también sé
que he desarrollado un mínimo de ese arte que es “verlas
venir”. El problema estriba en dos cuestiones fundamentales:
verlas venir y saber que no hay nada que hacer, y por otro
lado, verlas venir cuando ya lo tienes encima goteándote.
Yo hubiese querido ser Estrella, no les voy a engañar. Y no
caigan en la postura de pensar que no existen. Existen y si
hacen un poco de memoria saben de al menos una persona
Estrella. O desde que han empezado a leer este alegato de
Estrellada ya tenían en mente una o varias.
Existen Estrellas, conviven entre nosotros y desearíamos, de
algún modo, estar en su pellejo. Que ser Estrellado cansa,
cansa mucho. Reconózcanlo sin miedo a ser juzgados. Y no es
que unos sean mejores que otros. Es que la vida a unos les ha
venido de corrido. Otros, nos pasamos la vida corriendo.
¿Naciste Estrella o Estrellado?