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Historia de España 1 Historia de España 2 CASTILLA-LA MANCHA CONVOCATORIA JUNIO 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A 쐌 Califato. Término con el que se designa la dignidad del califa, su jurisdicción y el tiempo que dura su mandato o el de sus sucesores. La palabra procede del árabe jalifa, que significa, en referencia a Mahoma, «sucesor» o «lugarteniente». El califa era el líder político y espiritual de los musulmanes. Durante la Edad Media, el título fue utilizado por los omeyas de Damasco, los abasíes de Bagdad, los fatimíes en el norte de África, los omeyas de Córdoba y los almohades. El cargo se mantuvo vigente hasta principios del siglo xx. Durante la época de presencia política musulmana en la Península Ibérica (siglos VIII-XV), el período conocido como califato de Córdoba (929-1031) constituye la fase de mayor poder y esplendor de al-Ándalus. El califato siguió a las etapas del emirato dependiente (711-756) y el emirato independiente (756-929). Se inició cuando Abd al-Rahman III, emir desde el año 912, se proclamó califa en Córdoba (929), restauró la unidad del Estado islámico, muy dañada durante la fase final del emirato independiente, y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica. A nivel internacional, Abd al-Rahman III intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico y promovió el desarrollo artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara). Su sucesor, Al-Hakam II (961-976), fue un notable erudito y un gran protector de la cultura. Continuó la política de su padre, consolidó el centralismo de los omeyas y mantuvo la hegemonía militar de al-Ándalus sobre los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica y en el Magreb. Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II (976-1013), el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Almanzor. Él y sus dos hijos, que le sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes. Almanzor controló la Administración y el Ejército, y emprendió expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. Tras la muerte de Almanzor, uno de sus hijos pretendió ser nombrado sucesor del califa Hisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo. En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes. Por último, en el año 1031, una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato, dando paso a la fase histórica de al-Ándalus conocida como primeros reinos de taifas. © Oxford University Press España, S. A. 쐌 Almanzor. Nombre con el que es conocido el caudillo militar andalusí Muhammad Ibn Abi Amir, llamado AlMansur (el victorioso, 940-1002). Almanzor era miembro de una familia de terratenientes de origen yemení que había formado parte de las primeras oleadas de invasión a principios del siglo VIII. Se formó en Córdoba y se relacionó con los círculos de palacio hasta convertirse en administrador de la sultana Subh, esposa de Al-Hakam II. A la muerte de Al-Hakam II, Almanzor fue nombrado visir y tutor de su sucesor, Hisham II (965-1013). Aprovechó la minoría de edad del nuevo califa para controlar el gobierno, la Administración y el Ejército —cuyo tamaño aumentó considerablemente reclutando mercenarios bereberes—, imponiendo una dictadura militar y la defensa de la ortodoxia religiosa. De su rigorismo son ejemplos la depuración de la biblioteca del califa y la ampliación de la mezquita de Córdoba. Él y sus dos hijos, que ocuparon el poder después de su muerte, son conocidos como los amiríes. Almanzor aumentó la presión sobre los reinos cristianos del norte, contra los que realizó numerosas expediciones. Les exigió además contribuciones y sometimiento. Durante su gobierno, emprendió más de cincuenta aceifas. El objetivo era conseguir botín para sufragar los gastos que suponía el mantenimiento de su ejército y reducir el déficit fiscal del califato, así como aumentar su prestigio y acallar a quienes criticaban la falta de legitimidad de su poder. Entre las principales campañas de Almanzor destacan las de 981 contra León —durante la cual conquistó Zamora y venció en Simancas— y la de 985 contra Cataluña (saqueo de Barcelona), aunque la de mayor resonancia fue la realizada en 997 contra Santiago de Compostela. En la última de sus expediciones se internó en La Rioja y destruyó el monasterio de San Millán de la Cogolla. Al retirarse enfermó y murió en Medinaceli (1002). Algunos cronistas reseñan que fue derrotado en la batalla de Calatañazor (1000); sin embargo, la realidad histórica indica que esta batalla concluyó con una victoria más de Almanzor. A los pocos años de su muerte se produjo una rebelión en Córdoba contra el gobierno de sus descendientes. El califato se internó en un proceso de disolución y desapareció en el año 1031. 쐌 Romanización. Proceso histórico por el cual la población indígena de Hispania asimiló los modos de vida romanos. No fue un proceso homogéneo en el tiempo —se intensificó notablemente a partir del siglo I a. C. Historia de España 3 CASTILLA-LA MANCHA bajo la pax romana— ni tuvo la misma incidencia en todas las áreas, ya que fue muy acentuado en el litoral mediterráneo y más leve en el interior, el norte y el noroeste. La romanización se manifestó en diversas facetas: administración territorial, urbanización y obras públicas, estructuras económicas y sociales, derecho, religión y cultura. La administración territorial varió a lo largo de los siglos. Durante la República (197 a. C.-siglo I a. C), Hispania se dividió en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. En el Alto Imperio (siglos I a. C.-III) se incrementó el número de provincias a tres: Bética, Lusitania y Tarraconense. Durante el Bajo Imperio (siglos III-V) se introdujo una circunscripción de ámbito superior, la diócesis, y se amplió el número de las provincias. La diócesis de las Hispanias englobaba varias provincias: Gallaecia, Lusitania, Bética, Cartaginense, Tarraconense y Mauritania Tingitana, dirigidas por un vicarius (delegado). Hacia 385 se añadió una nueva provincia, Baleárica. La ciudad fue la unidad administrativa básica y el principal instrumento de romanización de los territorios conquistados. Se crearon nuevas ciudades (colonias como Emerita Augusta) o se transformaron poblaciones ya existentes (Malaca, Gades, Saguntum, Cartago Nova y Tarraco). Las ciudades tenían un plano de planta ortogonal con dos grandes ejes —cardo (norte-sur) y decumanus (este-oeste)—. Disponían de un foro o espacio urbano donde se ubicaban los centros de poder del municipio —la basílica, donde se impartía justicia; la curia, centro de Administración municipal; el tabularium o archivo—, los templos y las tabernae o tiendas. En las afueras se encontraban la necrópolis (cementerio) y diferentes edificios para espectáculos públicos: teatros, anfiteatros y circos. Los centros urbanos también estaban dotados de infraestructuras para las comunicaciones (puentes, puertos y faros), higiénicas (red de cloacas) y para el abastecimiento de agua (acueductos y cisternas). Las ciudades de Hispania estaban comunicadas por una red viaria (calzadas) que contribuyó a mejorar las relaciones económicas y a cimentar la unidad peninsular y del Imperio. La economía se basaba en la minería y la exportación de los productos de la trilogía mediterránea (vino, aceite de oliva y trigo), los salazones y el garum o garo (salsa de pescado macerado con sal), así como la cerámica local (sigillata hispánica). La sociedad hispana estaba formada por grupos de diferente situación jurídica: colonos itálicos, élites indígenas, indígenas libres, libertos (esclavos liberados), y esclavos. El latín era la lengua utilizada en el derecho, la ciencia y la cultura. El derecho romano fue un importante instrumento para la romanización. En el ámbito religioso, los romanos respetaron los cultos locales, siempre que no amenazaran la lealtad a Roma y al emperador. Tras la implantación del cristianismo, la © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 Iglesia colaboró en la latinización de la sociedad hispánica, además de en su evangelización. Entre los hispanorromanos que destacaron en el ámbito cultural y científico figuran los Séneca, padre e hijo —dramaturgo el primero y filósofo y preceptor del emperador Nerón el segundo—, el poeta Lucano; el agrónomo Columela y el geógrafo Pomponio Mela. En el terreno artístico cabe destacar los edificios destinados al ocio (teatro y anfiteatro de Mérida), los monumentos conmemorativos (arco de Bará) o las obras públicas (acueducto de Segovia y puente de Alcántara). La creación artística tuvo también notables manifestaciones en el campo de la escultura y el mosaico. División de Hispania en Citerior y Ulterior 197 a. C. Destrucción de Numancia 133 a. C. VIII Concilio de Toledo (Bajo Recesvinto) 653 Batalla de Covadonga 722 El documento 1 está constituido por dos mapas en los que se representa el desarrollo de la Guerra de la Independencia (1808-1814). El primero refleja la fase de predominio francés, entre los años 1808 y principios de 1812; en él se sitúan varias batallas que marcaron las diferentes alternativas del conflicto durante estos años. Aunque en el mapa se indica que prácticamente todo el territorio de la Península Ibérica se mantuvo bajo dominación francesa, lo cierto es que esta estuvo sujeta a una serie de avances y retrocesos. Entre agosto y noviembre de de 1808, tanto España como Portugal se vieron libres de tropas francesas, excepto la región situada al norte de la línea del Ebro. Posteriormente, tras la rendición de Madrid a Napoleón (diciembre de 1808), su hermano José I no inició la conquista de Andalucía hasta principios de 1810 (el sitio de Cádiz se inició en febrero); asimismo, los franceses alcanzaron las cercanías de Lisboa en octubre de ese mismo año y se retiraron meses después. Tanto en Portugal como en España, su dominio del territorio fue precario y se mantuvieron focos de resistencia, además de en Portugal y Cádiz, en Cataluña, Galicia y el Levante español. En el segundo mapa se representa la línea de avance de los ejércitos británico-portugueses y españoles entre 1812 y 1814 y sus principales victorias. La línea de avance aliada, sin embargo, no fue continua. A la toma de Ciudad Rodrigo (enero de 1812) y la victoria de Arapiles (julio de ese mismo año), que hizo posible la toma de Madrid, siguió un «reflujo francés» que permitió José I recuperar la capital de su reino entre noviembre de 1812 y mayo de 1813. Fue a lo largo de ese último año, como consecuencia del desastre de los ejércitos napoleónicos en Rusia, cuando se produjo la retirada francesa y el avance definitivo del Ejército aliado hacia el norte de la Península. La Guerra de la Independencia, provocada por la invasión de los ejércitos de Napoleón para instaurar una monarquía satélite de Francia en España, marcó el inicio de la historia contemporánea en nuestro país, ya que Historia de España 4 CASTILLA-LA MANCHA tuvo como consecuencia el derrumbe de las estructuras de gobierno del Antiguo Régimen y condujo a la primera experiencia de gobierno de corte liberal durante las Cortes de Cádiz (1810-1813). Fue un conflicto complejo por tres razones: 쐌 Tuvo los rasgos de una guerra civil entre los españoles partidarios del rey José I Bonaparte (afrancesados) y quienes se oponían a él por las armas. 쐌 En su transcurso se produjo una crisis política entre los españoles que se oponían a la invasión francesa. Esta se debió inicialmente al vacío de poder provocado por la ausencia del monarca considerado legítimo, Fernando VII, y, más adelante, a la división entre los partidarios del rey ausente: absolutistas, ilustrados y liberales. 쐌 Por último, formó parte de un conflicto internacional más amplio, abierto en 1792 entre Francia y las monarquías legitimistas europeas y que no concluyó hasta 1815. Los prolegómenos de la guerra estuvieron marcados por la debilidad española frente a Napoleón, quien había completado el cerco sobre Manuel Godoy, favorito de Carlos IV y María Luisa de Parma, convirtiéndolo en un mero peón de su política. Por el Tratado de Fontainebleau, firmado en octubre de 1807, el Ejército francés penetró en la Península para ocupar Portugal. De esta forma, el emperador pretendía completar el bloqueo continental emprendido contra su principal enemigo, Gran Bretaña. Tras la toma de Lisboa, el 30 de noviembre, la familia real portuguesa huyó a Brasil; sin embargo, siguieron entrando en España tropas francesas. A medida que transcurrían los primeros meses de 1808, quedó claro que Napoleón, además de completar el bloqueo continental, pretendía acabar con la dinastía de los Borbones. A esta delicada situación se añadió la grave crisis política interna que concluyó con la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII (motín de Aranjuez, 17-19 de marzo de 1808). Carlos IV revocó su decisión unos días después y abrió una crisis dinástica que Napoleón utilizó para alcanzar sus propios fines. Apoyándose en su posición de predominio, el emperador francés «medió» en el conflicto y atrajo a ambos a Bayona (Francia), donde logró que renunciaran a la Corona (5 y 6 de mayo). Mientras tanto, en Madrid se registraron constantes incidentes entre la población y las tropas francesas, que desde marzo habían ocupado la ciudad y se habían convertido en el auténtico poder político. Esta situación desembocó en un motín popular el 2 de mayo de 1808: a la noticia de la salida de la familia real siguió el rumor de que los soldados de Napoleón no venían a apoyar a Fernando VII sino a deponerlo. En esta sublevación, las clases populares madrileñas se enfrentaron a las cargas de la caballería francesa en la Puerta del Sol. También participaron soldados españoles, como los oficiales de Artillería del cuartel de Monteleón. Los soldados de Napoleón acabaron con el motín a las pocas horas y fusila© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 ron a un elevado número de madrileños en las afueras de la ciudad. Durante el mes de mayo, el eco de la revuelta y la noticia de las abdicaciones llegaron a todos los rincones de España. Se constituyeron de forma espontánea numerosas juntas, instituciones formadas por notables locales que actuaban en nombre del rey pero cuya única legitimidad procedía del pueblo. La necesidad de coordinarse obligó a formar juntas supremas provinciales y, más tarde, una Junta Suprema Central en Aranjuez (septiembre de 1808), que posteriormente se trasladó al sur, primero a Sevilla y después Cádiz, ante el avance francés. La persona designada por Napoleón para ocupar el trono español fue su hermano, José Bonaparte. El nuevo rey se rodeó de ilustrados y afrancesados españoles e hizo aprobar una Ley Fundamental para el reino, el Estatuto de Bayona (julio de 1808). Durante su reinado, condicionado por los avatares de la guerra, abolió los derechos señoriales y la Inquisición, suprimió las órdenes religiosas masculinas y las órdenes militares y continuó la desamortización iniciada por Godoy. Para contrarrestar el Estatuto de Bayona, la Junta Suprema Central convocó unas Cortes, que abrieron sus sesiones en Cádiz (1810). Estas Cortes, dominadas por los liberales frente a jovellanistas y absolutistas, promulgaron medidas similares a las del rey José I y aprobaron la Constitución de 1812, que reflejaba el programa de los liberales de la época. Desde la perspectiva militar, la Guerra de la Independencia se caracterizó por la superioridad táctica de los ejércitos de Napoleón —que durante la primera fase del conflicto infligieron severas derrotas a los ejércitos españoles en campo abierto, salvo excepciones como la batalla de Bailén (julio de 1808)— y su insuficiencia numérica para llevar a cabo un control eficaz del territorio conquistado. Tres factores resultaron decisivos en el desarrollo de la guerra. En primer lugar, la presencia de un contingente militar británico, dirigido por Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington, que desde sus bases en Portugal operó en coordinación con las fuerzas españolas. En segundo lugar, el surgimiento de las guerrillas —que hostigaron las líneas de comunicación francesas y obstaculizaron el control del territorio— y, por último, la situación bélica en el resto del continente, especialmente desde 1812 tras el inicio de la campaña de Rusia, que obligó a Napoleón a retraer tropas y recursos de la Península. La guerra se desarrolló en tres etapas: 쐌 Mayo-octubre de 1808. Tras las rebeliones de mayo, los franceses se plantearon la ocupación efectiva del territorio peninsular. En el noroeste el ejército napoleónico derrotó a los españoles en las batallas de Cabezón (junio) y Medina de Rioseco (julio), pero fue frenado en el paso del Bruch (Cataluña) y no pudo tomar Valencia. Asimismo, se emprendieron sin resultados los sitios de Zaragoza y Gerona. El mariscal Dupont se internó en Andalucía sin asegurar su retaguardia, derrotó a los españoles en el Puente de Alcolea y tomó Córdoba. El saqueo de la ciudad provocó el Historia de España 5 CASTILLA-LA MANCHA levantamiento de la comarca. Aislado, Dupont emprendió una retirada que se vio obstaculizada por el botín tomado en Córdoba. El general Castaños le cortó el paso y los franceses sufrieron una estrepitosa derrota (batalla de Bailén), la primera que sufría un ejército napoleónico. El 1 de agosto desembarcó en Portugal un cuerpo expedicionario británico al mando de Arthur Wellesley que, semanas después, derrotó en Vimeiro al general Junot. Este se vio obligado a firmar el Convenio de Sintra, en virtud del cual el ejército francés fue evacuado a Francia por la flota británica. Estas derrotas obligaron a los invasores a replegarse detrás de la línea del Ebro. 쐌 Octubre de 1808-julio de 1812. Inmediatamente se produjo la reacción francesa. Tras asegurar la situación en Europa, Napoleón concentró en el País Vasco, La Rioja y Navarra un ejército de 200 000 hombres (la Grande Armeé) y, dirigiéndolo personalmente, rompió con facilidad el centro del dispositivo español que pretendía frenarlo en Gamonal (Burgos, 10 de noviembre). Continuó hacia el sur y, tras forzar el paso de Somosierra, el 4 de diciembre entró en Madrid. Pocos días después, se produjo el avance hacia Valladolid del cuerpo expedicionario británico, al mando del general Moore (Wellesley había debido regresar al Reino Unido para dar explicaciones sobre el Convenio de Sintra). Napoleón atravesó el Guadarrama e hizo retroceder a las fuerzas de Moore hasta La Coruña, donde fueron reembarcadas en enero de 1809. Se inició entonces una guerra de desgaste (18091811) durante la cual los franceses trataron de dominar el territorio peninsular a través de tres líneas de penetración: Levante, Portugal y Andalucía. Sin embargo, se mantuvieron focos de resistencia y surgió el fenómeno de las guerrillas, dirigidas por líderes de extracción popular, como Juan Martín el Empecinado y el Cura Merino (Castilla) o Espoz y Mina (Navarra). En el este se produjo la confluencia de las fuerzas francesas del valle del Ebro y Cataluña, y concluyó el segundo sitio de Zaragoza, que capituló el 20 de febrero de 1809. Pese a que Gerona resistió hasta finales de diciembre, buena parte de Cataluña estaba en manos francesas a finales de año. En el oeste, el mariscal Soult penetró en Portugal desde Galicia y alcanzó Oporto, pero fue rechazado por los británicos (mayo). Meses después se produjo un avance angloespañol sobre Madrid. En julio de 1809, una fuerza dirigida por Wellesley (que había recuperado el mando del ejército británico) y el general Cuesta derrotó a los franceses en Talavera; sin embargo, las bajas sufridas en la batalla y la estrategia británica de no alejarse de sus bases en Portugal impidieron explotar ese éxito. Tras esta acción, Wellesley fue nombrado comandante de las fuerzas de la Península Ibérica. En octubre la Junta Central planteó una nueva ofensiva sobre Madrid, para lo que reunió un ejército de 50 000 hombres que encomendó al general Areizaga. El rey José salió al paso de esta fuerza y la destruyó en la batalla © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 de Ocaña (19 de noviembre de 1809). Tras esa derrota el avance de las fuerzas imperiales hacia el sur quedó libre. A principios de 1810 los franceses atravesaron Despeñaperros, ocuparon Andalucía y en febrero iniciaron el sitio de Cádiz, donde se refugió la Junta Central. Poco después, esta se disolvió y se formó la Primera Regencia. Paralelamente, las fuerzas de ocupación progresaron en Cataluña (caída de Lérida, mayo) y en el Levante alcanzaron Valencia aunque debieron retirarse al poco tiempo. En mayo el mariscal Masséna inició desde Salamanca una nueva penetración en Portugal. Tras tomar las plazas fuertes de Ciudad Rodrigo y Almeida, se hizo con el control de Coimbra y prosiguió su avance hasta alcanzar la línea fortificada de Torres Vedras (octubre de 1810), dispuesta por Wellesley para la defensa de Lisboa. Ante su solidez Masséna no se atrevió a atacarla y solicitó refuerzos, pero las tropas que podían haber engrosado su ejército se encontraban ocupadas protegiendo de las guerrillas las líneas de comunicación entre Madrid y Francia. Aislado y sin avituallamientos, emprendió la retirada en marzo de 1811. Ese año, la crisis con Rusia provocó una retirada de efectivos de la Península, lo que debilitó las fuerzas de José I. Estas fueron derrotadas en Fuentes de Oñoro (frontera de León y Portugal, mayo de 1811); al mismo tiempo, el general Beresford sitió (sin éxito) Badajoz —tomada en marzo por Soult— y derrotaba en La Albuera a los franceses. Sin embargo, estos siguieron avanzando en Cataluña (toma de Tarragona y Figueras) y en el Levante (nuevo avance sobre Valencia en diciembre, que fue ocupada en enero de 1812). 쐌 Julio de 1812-1814. En esta última fase cambió el signo de la guerra. Los aliados tomaron la iniciativa y finalmente pudieron expulsar a los ejércitos franceses del suelo peninsular. Wellesley inició el avance aliado: en enero de 1812 tomó Ciudad Rodrigo tras un sitio de dos semanas y en abril se apoderó de Badajoz. En julio, el ejército aliado infligió una severa derrota al ejército del mariscal Marmont en la batalla de Arapiles (Salamanca). La derrota obligó a los franceses a levantar el sitio de Cádiz, abandonar Andalucía y retirarse de Madrid (agosto). Mientras el almirante Popham hostigaba a los franceses en el Cantábrico, Wellesley sitió Burgos (septiembre-octubre), pero hubo de iniciar una rápida retirada ante la contraofensiva francesa, que permitió a José I recuperar Madrid (noviembre). El año 1813 estuvo marcado por el desastre de Napoleón en Rusia y la necesidad de defender el imperio frente a las fuerzas rusas, prusianas y austriacas. En mayo, Wellesley tomo Salamanca y Zamora y derrotó a los franceses en Vitoria el 21 de junio. Suchet abandonó sus posiciones en Levante y Aragón, y los aliados iniciaron el asedio de San Sebastián (junio). El día 31 de agosto las fuerzas aliadas frenaron en San MarHistoria de España 6 CASTILLA-LA MANCHA cial, al este de la capital guipuzcoana, un intento francés de recuperar la ciudad. Tras la toma de San Sebastián (8 de septiembre), la guerra se trasladó a la frontera. Los aliados cruzaron el Bidasoa el 7 de octubre y Pamplona cayó el 31 de ese mismo mes. En diciembre de 1813 tuvo lugar la firma del Tratado de Valençay, por el cual Napoleón reconoció a Fernando VII como rey de España. En 1814 los últimos soldados franceses abandonaron la Península Ibérica, aunque el avance aliado prosiguió a lo largo de los meses siguientes hasta la toma de Bayona (abril de 1814). Las principales consecuencias de la Guerra de la Independencia fueron: 쐌 Grandes pérdidas demográficas. Se calcula que murieron unos 200 000 franceses y alrededor de 500 000 españoles. A las muertes ocasionadas por los enfrentamientos armados hay que sumar las producidas por las represalias, la dureza de la vida diaria (hambruna en Madrid en 1812) y las epidemias. 쐌 Enormes pérdidas materiales: edificios destruidos, especialmente, en ciudades sitiadas como Zaragoza y Gerona o bombardeadas, como San Sebastián; campos arrasados y cosechas perdidas por los episodios bélicos y los saqueos de ambos bandos. 쐌 Difusión de una nueva forma de lucha, la guerrilla, que sería empleada en conflictos posteriores, como la Guerra de Secesión Americana y la Segunda Guerra Mundial. El Sexenio Absolutista Tras su confinamiento en Francia, Fernando VII llegó a España en 1814 y fue aclamado por el pueblo en varias localidades españolas como símbolo de la paz, la normalidad y la legitimidad restablecidas después de la guerra. El monarca recibió también presiones (como el célebre Manifiesto de los persas entregado al rey en abril de 1814) por parte de altos oficiales del Ejército, de la Iglesia y de políticos conservadores para anular la Constitución y disolver las Cortes, reunidas entonces en Madrid. En esta línea, el propio rey dio un golpe de Estado el 4 de mayo de 1814 al promulgar en Valencia un decreto que anulaba todas las reformas aprobadas en las Cortes, incluida la Constitución de 1812. Al decreto siguió la disolución de las Cortes por la fuerza y la persecución de los políticos liberales, muchos de los cuales tuvieron que exiliarse. Finalmente, Fernando VII entró en Madrid aclamado por sus súbditos. El rey procedió a restablecer las instituciones de 1808: se restauraron los consejos y la Inquisición, así como la jurisdicción señorial y sus privilegios, y se suspendió la desamortización emprendida en 1813. Sin embargo, el restablecimiento de la monarquía absoluta pronto se enfrentó a una serie de problemas insalvables: 쐌 Una gran inestabilidad en el Gobierno. Los ministros eran relevados de forma continua, en especial el de Hacienda, debido a la influencia de la camarilla y a la incapacidad de gobernar con un sistema político obsoleto. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 쐌 Una crisis en la Hacienda estatal. La deuda del Estado español era un antiguo problema, pero se agravó con la Guerra de la Independencia, que había generado graves trastornos económicos. A estos se unió el proceso de emancipación de los territorios americanos, que privaba a la Corona de unos ingresos fundamentales, dificultaba las relaciones comerciales y el desarrollo de la industria y obligaba al Estado a efectuar un gasto extraordinario por el continuo envío de tropas a las colonias para sofocar las rebeliones que allí estallaban. Además, resultaba imposible imponer un sistema tributario que garantizara al Estado los ingresos necesarios sin alterar los privilegios económicos y sociales de los diferentes grupos. 쐌 La acción de la oposición política liberal. Al no poder expresarse públicamente, los liberales recurrieron a la conspiración y a la rebelión militar. La conspiración se canalizó a través de sociedades secretas como la masonería, mientras que la rebelión militar se expresó en los pronunciamientos, que fueron frecuentes a lo largo del siglo XIX. Tras varios pronunciamientos fracasados (Espoz y Mina, Díaz Porlier, Lacy, Vidal), en enero de 1820 el oficial Rafael del Riego se sublevó con sus tropas en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), proclamando la vigencia de la Constitución de 1812. En ese momento se habían concentrado en Andalucía tropas preparadas para embarcar con destino a América. La acción de Riego, que contó con el respaldo de la burguesía liberal gaditana, no encontró el apoyo del resto de la población. Sin embargo, la pasividad de los partidarios del rey provocó que se produjeran en el mes de febrero insurrecciones militares en otras localidades (La Coruña, Zaragoza) que secundaron el pronunciamiento. En marzo Fernando VII decidió restablecer la Constitución de 1812. El Trienio Constitucional Durante el Trienio Constitucional o Liberal (1820-1823) se intentaron aplicar las reformas aprobadas por las Cortes de Cádiz, como la supresión definitiva del Tribunal de la Inquisición y la abolición del régimen señorial, y se reemprendió la desamortización, aplicándola a los mayorazgos, que fueron suprimidos. También se abordó una reforma eclesiástica para reducir el número de monasterios y órdenes religiosas; los bienes de las órdenes eliminadas se nacionalizaron (pasaron a manos del Estado) y se vendieron. Asimismo, se redujo a la mitad el importe del diezmo cobrado por la Iglesia. En este período se constituyó la Milicia Nacional, un cuerpo de carácter civil, al margen del Ejército, formado por ciudadanos dispuestos a defender la Constitución. También se aprobaron el Reglamento General de Instrucción Pública (la primera legislación española sobre enseñanza), el primer Código Penal y una nueva división del territorio español en 52 provincias. Los liberales se dividieron en dos facciones cada vez más definidas: los moderados, también llamados doceañistas, creían que bastaba con aplicar las medidas aproHistoria de España 7 CASTILLA-LA MANCHA badas entre 1810 y 1813. Los exaltados eran los organizadores de la Revolución de 1820 y reivindicaban reformas más radicales. Los primeros gobiernos del Trienio Liberal, hasta agosto de 1822, estuvieron en manos de moderados. Entre estos se encontraban Agustín de Argüelles y Francisco Martínez de la Rosa, que habían estado en el exilio e incluso habían sido encarcelados durante la primera etapa absolutista de Fernando VII. Por su parte, los exaltados, entre los que figuraban el propio Rafael del Riego, Juan Álvarez Mendizábal y Antonio Alcalá Galiano, lideraron diversas protestas urbanas a finales de 1821 (como la batalla de las Platerías en Madrid), que inauguraron los movimientos populares urbanos de signo liberal característicos del siglo XIX. El grupo de liberales exaltados se hizo cargo del Gobierno en 1822. Durante el Trienio Liberal se generó por primera vez un debate público sobre la acción del Gobierno gracias a las libertades constitucionales de imprenta, reunión y expresión. Dicho debate se canalizó a través de las sociedades patrióticas (clubes de discusión política), los cafés y la prensa libre. En toda España llegó a haber más de doscientas sociedades patrióticas; habitualmente se reunían en un café (como el célebre de La Fontana de Oro, en Madrid, que sirvió de inspiración a Benito Pérez Galdós en su primera novela) y empleaban como medio de expresión la prensa política, que tuvo una gran expansión en esos años. También se popularizaron canciones y tonadillas, como el Trágala y el Himno de Riego. En este período surgió también una oposición de carácter conservador al régimen liberal. El rey, cuyos poderes estaban muy limitados por la Constitución de 1812, se enfrentó en varias ocasiones a sus ministros y a las Cor- CONVOCATORIA JUNIO 2009 tes. Un sector del Ejército y de las élites del Antiguo Régimen lo apoyaban, ya que consideraban que estaba «secuestrado» por los liberales. La mayor parte del clero se oponía también a las reformas y a la desamortización y atrajo a su causa al campesinado, que percibía el liberalismo como un movimiento de clases medias urbanas favorable a los terratenientes. Los miembros de la oposición contrarrevolucionaria, conocidos como absolutistas, realistas o apostólicos y, más despectivamente, como serviles, acuñaron el lema «Dios, patria y rey», frente a la doctrina liberal. La contrarrevolución se manifestó en distintas rebeliones militares urbanas, como la que tuvo lugar el 7 de julio de 1822 en Madrid, cuando la Guardia Real intentó un golpe de Estado con la complicidad del monarca. Los realistas también organizaron una guerra de guerrillas rural que se prolongó hasta 1823. Las guerrillas más activas se encontraban en las zonas montañosas de Cataluña, el País Vasco, Navarra y el norte de Castilla. En el Pirineo catalán se llegó a formar un Gobierno absolutista conocido como la Regencia de Urgel (1822). Fue suprimido por las tropas gubernamentales, y sus miembros se refugiaron en Francia. El régimen liberal fue derrocado por la intervención extranjera, acordada por varios países en el Congreso de Verona (1822) y solicitada por el propio Fernando VII. Francia organizó la expedición conocida como los Cien Mil Hijos de San Luis, que penetró, con muy poca oposición, en España en abril de 1823. El Gobierno , sin apoyo popular, se trasladó a Sevilla y después a Cádiz, llevándose al rey consigo. Finalmente, capituló y liberó al monarca (octubre de 1823). Se inició entonces un nuevo período de Gobierno absolutista conocido como la Década Ominosa (1823-1833). Opción B 쐌 Marqués de la Ensenada. Título nobiliario por el que es conocido el estadista español Zenón de Somodevilla (1702-1781). Tras servir como administrador en las campañas de Italia, fue nombrado secretario de Guerra y Estado por Felipe V en 1741. Dos años después ocupó la presidencia del Consejo de Castilla y se convirtió en el político de mayor peso de la época. Impulsó el fortalecimiento de la Marina y el Ejército y trató de reformar la Hacienda pública implantando una «única contribución»; para ello ordenó la realización del catastro que lleva su nombre. Favoreció además el comercio (supresión de las aduanas interiores), la industria (proteccionismo, exenciones fiscales) y las obras públicas. Acordó un segundo Concordato con el papado (1753), que estuvo vigente hasta el siglo XIX, y que concedía al monarca el derecho de patronato universal (presentación por el rey al Papa de sus candidatos a obispos y a otros cargos eclesiásticos) y la potestad de apropiarse de las rentas de los obispa© Oxford University Press España, S. A. dos vacantes. Tras la muerte de Felipe V, Ensenada mantuvo su influencia durante los primeros años del reinado de su sucesor, Fernando VI, pero cayó en desgracia en 1754 y sufrió el destierro. Regresó a la corte al ser proclamado rey Carlos III. Sin embargo, tras el motín de Esquilache fue acusado de connivencia con los jesuitas y desterrado a Medina del Campo, donde vivió hasta su muerte. 쐌 Ilustración. Corriente de pensamiento que se difundió por Europa en el siglo XVIII. En el caso de España fue la base de las reformas llevadas a cabo por los primeros Borbones, especialmente Carlos III. Los rasgos más importantes del pensamiento ilustrado fueron el empleo de la razón para el análisis y la mejora de la sociedad española, el fomento de la economía nacional (agricultura, industria y comercio), el impulso del conocimiento científico y la educación y la creencia en el progreso y la posibilidad de lograr la felicidad individual. Historia de España 8 CASTILLA-LA MANCHA Los canales de difusión de las ideas ilustradas fueron las academias (Real Academia Española, 1713-1714; de la Historia, 1735-1738, y de Bellas Artes de San Fernando, 1744); las nuevas instituciones de enseñanza superior (Real Seminario de Nobles de Madrid, 1725; Seminario Patriótico de Vergara, 1767); los consulados y las sociedades económicas de amigos del país —cuyos objetivos eran la difusión de la ciencia, en especial las consideradas útiles, y el fomento de la economía, y estaban integradas por nobles terratenientes, clérigos reformistas y funcionarios locales— y las instituciones culturales y científicas (Librería Real, 1714-1716; Jardín Botánico de Madrid, 1755; Observatorio Astronómico de la Marina en San Fernando, 1753). Al ámbito de la Ilustración perteneció también un importante grupo de intelectuales (Gregorio Mayáns y Siscar, Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos), científicos (José Celestino Mutis) y literatos (José Cadalso, Juan Meléndez Valdés, Leandro Fernández de Moratín). La función social del arte era, según los seguidores de la Ilustración, educar la moral pública y el buen gusto. Las manifestaciones artísticas debían atenerse a unas rígidas normas que dieran medida y orden a los excesos formales del Barroco. Consecuente con estas ideas fue el neoclasicismo, estilo artístico que predominó en las reformas urbanísticas llevadas a cabo en Madrid durante la segunda mitad del siglo XVIII por Carlos III (fuentes de Neptuno, Apolo y Cibeles, el Museo del Prado, la Puerta de Alcalá). Mención aparte merece el pintor Francisco de Goya, que de retratista ilustrado de aristócratas, intelectuales y miembros de la familia real pasó a ser un pintor genial, difícil de clasificar. 쐌 Tratados de Utrecht. Denominación que engloba a una serie de acuerdos bilaterales firmados en esta ciudad neerlandesa (1713) y en Rastadt (Alemania, 1714) por las potencias que habían intervenido en la Guerra de Sucesión Española (1701-1715). Dichos acuerdos no solo marcaron el final de la intervención extranjera en el conflicto en España —la guerra se prolongó en Cataluña hasta el asalto a Barcelona en 1714 y en las Islas Baleares hasta la capitulación de Mallorca e Ibiza en 1715—, sino que establecieron un nuevo orden en Europa y en el ámbito colonial tras el conflicto abierto entre Francia y España, donde reinaban los Borbones, y la Gran Alianza de La Haya, formada en 1701 por Inglaterra, Austria, Provincias Unidas y Prusia, y a la que posteriormente se sumaron Saboya y Portugal. En virtud de estos acuerdos, Felipe V fue reconocido como rey de España y de las colonias americanas; en contrapartida, hubo de renunciar a sus derechos a la Corona francesa y realizar importantes concesiones territoriales que pusieron fin a la presencia española en el norte de Europa e Italia. El gran beneficiado de los acuerdos de Utrecht fue el Reino Unido, que se consolidó como potencia naval y comercial © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 hegemónica y pudo frenar el expansionismo francés en los Países Bajos e Italia. Siguiendo las disposiciones establecidas en los tratados de Utrecht, España cedió Menorca y Gibraltar al Reino Unido que, además, vio reconocido su derecho a participar en el comercio con las Indias: el envío anual de un barco de mercancías (navío de permiso) a la feria de Portobelo (Panamá). El Reino Unido, además, se hizo con el monopolio del comercio de esclavos africanos en América, llamado asiento de negros, que estaba en poder de Francia. Asimismo, España debió ceder Sicilia a Saboya y perdió definitivamente los Países Bajos del sur, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña, que pasaron al Imperio alemán. También realizó concesiones territoriales a las Provincias Unidas y Prusia. Por último, cedió a Portugal la Colonia del Sacramento (Uruguay), un importante enclave para el comercio y el contrabando con las Indias de portugueses e ingleses. Comienzo de la privanza del duque de Lerma Tratado de Lisboa Tratados de Utrecht Carlos III ocupa el trono de España 1599 1668 1713 1759 El texto es una fuente primaria histórico-jurídica, ya que recoge algunos artículos de la Constitución española de 1931, que estuvo vigente entre 1931 y 1936 y, en la zona republicana, hasta el final de la Guerra Civil en 1939. Dichos artículos reflejan las características del régimen de la Segunda República: social y democrático (art. 1, 44, 52), igualitario (art. 2), laico (arts. 3, 26, 27) y descentralizado (arts. 1, 21). La Constitución de 1931 estaba compuesta por 125 artículos organizados en nueve títulos, además de dos disposiciones transitorias. De las siete leyes fundamentales promulgadas en España, pertenece, junto a las constituciones de 1869 y 1978, al grupo de las que poseen un carácter democrático. Las de 1812, 1837, 1845 y 1876 establecían algún tipo de limitación en el censo electoral, repartían la soberanía nacional entre las Cortes y el rey en beneficio de este último o no recogían de modo suficiente los derechos individuales. En 1930 dimitió el general Primo de Rivera, que había gobernado España como dictador desde el golpe de Estado de septiembre de 1923. Alfonso XIII confió entonces el poder al general Berenguer, quien intentó retornar a la normalidad constitucional de 1876. En enero de 1931 se formó un Gobierno monárquico de concentración, dirigido por el almirante Aznar y compuesto por políticos aún favorables al rey (de la Cierva, Romanones, García Prieto, Cambó). El nuevo ejecutivo anunció la convocatoria de elecciones municipales y constituyentes, y se comprometió a conceder la autonomía a Cataluña. No toda la derecha favorecía el regreso la situación anterior a la Dictadura: antiguos miembros de la Unión Patriótica creada por Primo de Rivera constituyeron la Unión Monárquica Nacional (1930), que rechazaba el régimen parlamentario. Historia de España 9 CASTILLA-LA MANCHA Entretanto, la oposición republicana había creado nuevos partidos: Acción Republicana (1925), liderado por Azaña; el Partido Republicano Radical-Socialista (1929), dirigido por Marcelino Domingo; la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA, 1929), de carácter autonomista, y Esquerra Republicana de Catalunya (marzo de 1931), una formación nacionalista encabezada por Francesc Macià y Lluís Companys. Parte de la derecha conservadora y católica también se adhirió al republicanismo con la creación de la Derecha Liberal Republicana (1930), en la que militaron antiguos liberales como Niceto Alcalá-Zamora y exmauristas como Miguel Maura. A estas fuerzas se sumaban los radicales de Alejandro Lerroux, representantes del republicanismo histórico. En agosto de 1930 los partidos republicanos firmaron el Pacto de San Sebastián, por el que se comprometían a llevar a cabo una insurrección que instaurara la República. Crearon un comité revolucionario, que era, en realidad, un Gobierno provisional clandestino presidido por Alcalá-Zamora. En octubre se unieron al Pacto el PSOE y la UGT, ofreciendo el respaldo de una huelga general (que no llegó a realizarse). Algunos militares protagonizaron una sublevación fallida en Jaca (diciembre de 1930), que se adelantó a la insurrección proyectada por los firmantes del Pacto de San Sebastián. La República no llegó a través de un pronunciamiento militar sino de una convocatoria electoral que se interpretó como un plebiscito sobre el cambio de régimen: las elecciones municipales (celebradas el 12 de abril de 1931). Los firmantes del Pacto de San Sebastián acudieron a ellas formando una coalición electoral que resultó victoriosa en las grandes ciudades. El rey, falto de apoyos, partió al exilio. El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República española. Ese mismo día se constituyó un Gobierno provisional, constituido casi íntegramente por los miembros del comité revolucionario formado un año antes a raíz del pacto de San Sebastián, que también presidió Alcalá-Zamora. En su primera declaración, el 14 de abril, el nuevo ejecutivo anunció la celebración de elecciones constituyentes. A su preparación estuvieron destinadas algunas de las primeras medidas aprobadas en las semanas siguientes: revisión del censo electoral, nombramiento de una comisión jurídica asesora para elaborar el proyecto de Constitución y rebaja de la edad para alcanzar la condición de elector de 25 a 23 años. Asimismo, antes de la convocatoria de elecciones, se promulgaron algunos de los decretos de reforma militar —preparados por el ministro de la Guerra, Manuel Azaña— y sobre la mejora de las condiciones laborales en el campo, impulsados por el ministro de Trabajo, Francisco Largo Caballero, que indicaban la decidida voluntad del Gobierno de iniciar un amplio proceso de reformas. En mayo se produjo el primer roce con la Iglesia (declaración contraria a la República del cardenal Pedro Segura) y pocos días después estalló un motín popular, que derivó en la quema de conventos y edificios religiosos en varias ciuda© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 des españolas (10-13 de mayo). La derecha hizo responsable de los sucesos al régimen republicano. Las elecciones constituyentes se celebraron a finales de junio y dieron una gran mayoría a los partidos de la coalición gobernante. La fuerza mayoritaria fue el PSOE, seguido por los radicales de Lerroux y los radical-socialistas de Marcelino Domingo; eran minoritarios los partidos de Alcalá-Zamora y Azaña, así como los nacionalistas. Las derechas, que acudieron divididas a los comicios, obtuvieron una escasa representación. El 14 de julio tuvo lugar la apertura de las Cortes y se procedió a la elección de su presidente, el socialista Julián Besteiro. En los días siguientes se constituyó la comisión parlamentaria para preparar el proyecto definitivo de Constitución, bajo la dirección del también socialista Luis Jiménez de Asúa. El proyecto fue presentado a finales de agosto y comenzó a debatirse inmediatamente. Los párrafos, reproducidos en el texto, sobre la naturaleza del nuevo régimen—«España es una República democrática de trabajadores de toda clase […]» y «La República constituye un Estado integral […]»— fueron objeto de un duro debate y se aprobaron por estrecho margen. La polémica volvió a encenderse en octubre, con la discusión de los artículos relativos a la separación IglesiaEstado. La medida era similar a la adoptada en Francia y Alemania; con ella se pretendía reducir a la Iglesia al ámbito exclusivamente religioso, desligándola de la política y de la economía nacional. La aprobación de estos artículos (26 y 27) provocó la dimisión de Alcalá-Zamora y del ministro de Gobernación, Miguel Maura. Ocupó la presidencia del Gobierno Manuel Azaña, líder de una formación minoritaria, Acción Republicana, pero que gozaba de gran prestigio intelectual y estaba teniendo una actuación destacada como ministro de la Guerra. El tratamiento que se daba a la cuestión religiosa en la Constitución provocó la oposición radical de toda la derecha católica y de la Iglesia, que no se identificaron con el régimen republicano a partir de ese momento. Esto explica, en parte, la ambigüedad mostrada por algunos partidos de la derecha española —la CEDA especialmente— con respecto a la República. Por otra parte, la oposición política de la Iglesia incrementó el anticlericalismo popular, y desde algunos sectores se consideró a los religiosos aliados naturales de la derecha antiliberal. Finalmente, la Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 y, un día después se procedió a la elección del primer presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora. La Constitución de 1931 establecía que el régimen político español sería una «república». El origen de la soberanía era explícitamente «el pueblo». La primacía la tenía el poder legislativo unicameral, representado por el Congreso de los Diputados. Sometido a este se encontraban el poder ejecutivo (el jefe del Gobierno y el presidente de la República) y el Tribunal Supremo, cúspide del poder judicial. El presidente de la República contaba con cierto margen para elegir o deponer al jefe del Historia de España 10 CASTILLA-LA MANCHA Gobierno, pero él mismo podía llegar a ser destituido por las Cortes. Se establecía el Tribunal de Garantías Constitucionales, que debía declarar la constitucionalidad de las leyes que se aprobasen. Los diputados a Cortes se elegían por sufragio general masculino; en 1933 se amplió el sufragio a las mujeres. El presidente de la República era designado de forma indirecta a través de compromisarios. Las corporaciones municipales también eran elegidas por sufragio universal. Además de configurar un régimen democrático existía la voluntad de poner fin a las enormes desigualdades económicas y sociales que existían en la época. Como punto de partida, en el artículo 25 de la Constitución se rechaza cualquier tipo de privilegio. Se incluyó, además, una extensa declaración de derechos individuales (libertad de conciencia, garantías procesales, libertad de expresión, etc.) y sociales (protección del trabajo infantil y femenino, limitación de la jornada laboral, salario mínimo, acceso a la Seguridad Social, etc.). También se limitó el derecho a la propiedad, ya que esta era susceptible de expropiación forzosa por motivo de utilidad social, aunque siempre con indemnización. Se establecía, asimismo, la posibilidad de nacionalizar algunos servicios de interés común o públicos (transportes, telefonía…). Tal y como se indica en el texto, el artículo 1 establecía que «la República constituye un Estado integral compatible con la autonomía de los municipios y las regiones». Con la denominación Estado integral se pretendía evitar la definición de España como Estado unitario o federal, mientras se hacía compatible el mantenimiento de la unidad del país con la autonomía de las regiones que lo solicitaran. En este sentido el primer Estatuto de Autonomía aprobado en la Segunda República fue el de Cataluña (septiembre de 1932). El Estatuto vasco se aprobó en plena Guerra Civil (octubre de 1936), al igual que el gallego (febrero de 1938), si bien, este último no llegó a aplicarse. CONVOCATORIA JUNIO 2009 ges (causa justa). El reconocimiento del derecho al divorcio suponía que el Estado asumía la prerrogativa de regular el vínculo matrimonial por encima del derecho canónico, en un claro ejercicio de supremacía de las leyes del Estado sobre las eclesiásticas (de acuerdo con el principio de que España era un Estado laico). La Ley de Divorcio se aprobó en 1932. Aprobada la Constitución de la Segunda República en diciembre de 1931, se produjo la elección del nuevo jefe del Estado: Niceto Alcalá-Zamora, quien había abandonado la presidencia del Gobierno en octubre al estar en desacuerdo con los artículos 26 y 27 de la Constitución, que regulaban las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Su sucesor al frente del ejecutivo, Manuel Azaña, que mantuvo su cargo de ministro de la Guerra, se dispuso a proseguir el programa reformista marcado por el Gobierno provisional. En los meses anteriores, él mismo había iniciado la reforma militar; también se habían dictado medidas favorables a los trabajadores, especialmente los del campo. Alejandro Lerroux, líder del Partido Republicano Radical, se mostró partidario de convocar elecciones al considerar concluido el período constituyente. Al ser derrotada esta opción, se produjo la salida de los radicales del Gobierno. En la Constitución se afirmaba de modo tajante la separación entre Iglesia y Estado. Así, en el artículo 3 se declara la aconfesionalidad del Estado y la libertad de conciencia (art. 27). En el 26 se priva a la Iglesia católica de los privilegios de los que disfrutaba. Esto último suponía acabar con los acuerdos de desamortización, por los que el Estado, a cambio de enajenar los bienes eclesiásticos, se comprometió en su día a mantener a la Iglesia. Se terminaba con el subsidio al clero y se privaba a las órdenes religiosas de inmunidad fiscal. Asimismo, se consideraba a las confesiones religiosas como asociaciones, por lo que estas deberían inscribirse en un registro y no podrían ejercer ni la enseñanza ni actividades comerciales o industriales. También se disolvía la Compañía de Jesús, sin citarla, por obedecer a una autoridad distinta de la legítima del Estado, es decir, al papado. Azaña conservó su mayoría gracias al apoyo de los socialistas y mantuvo su Gobierno hasta septiembre de 1933. Sin embargo, durante su mandato debió enfrentarse a numerosas dificultades: descontento en el Ejército (golpe militar fallido de agosto de 1932), presión creciente de la derecha antiliberal (carlistas, monárquicos alfonsinos y derecha católica) e insurrecciones de los anarquistas de 1932 y enero de 1933. Durante la segunda de estas insurrecciones se produjeron los incidentes de Casas Viejas (Cádiz), que provocaron un fuerte desgaste en el Gobierno y en el propio Azaña. A medida que transcurría el año 1933, el Gobierno comenzó a tener problemas para mantener una mayoría favorable. La crisis económica provocó un aumento del paro y de la conflictividad, y la presión de los militantes del PSOE y UGT sobre los miembros socialistas del Gobierno era cada vez mayor. Además, una mayoría de los parlamentarios republicanos deseaba la salida de los socialistas del ejecutivo y lograron que el presidente Alcalá-Zamora aprovechara una crisis de Gobierno para retirar su apoyo a Azaña y encargar a Lerroux la formación de un gabinete basado en el apoyo del Partido Radical (septiembre de 1933). Los radicales ensayaron varias fórmulas de coalición y, finalmente, se convocaron elecciones para noviembre de 1933, que dieron la victoria a las candidaturas de centro y derecha. Se abrió entonces una nueva etapa: el Bienio Radical-cedista (1933-1936). En su conjunto el balance del Bienio Reformista puede resumirse en los siguientes aspectos: En el artículo 43 se reconocía el divorcio. Se establecía la igualdad de derechos para ambos sexos dentro del matrimonio y la posibilidad de disolución de este por mutuo acuerdo o a petición de cualquiera de los cónyu- 쐌 Reforma agraria, con la que se pretendió realizar una redistribución de la propiedad de la tierra para satisfacer la demanda de los jornaleros. La Ley de Reforma Agraria (septiembre de 1932) tuvo el inconveniente © Oxford University Press España, S. A. Historia de España 11 CASTILLA-LA MANCHA de que se aplicó en todo el país en lugar de ceñirse a los latifundios del sur, molestando innecesariamente a muchos pequeños y medianos propietarios que, sobre todo en Castilla, se opusieron a ella. 쐌 Reformas laborales, promovidas por el socialista Largo Caballero, ministro de Trabajo, que crearon un nuevo marco de relaciones laborales. Destacan la Ley de Contratos de Trabajo y la Ley de Jurados Mixtos, así como las de aplicación exclusiva en el campo (leyes de Términos Municipales, de Laboreo Forzoso y de Accidentes de Trabajo en el Campo). Además, se impuso la jornada laboral de ocho horas en la agricultura. 쐌 Fortalecimiento del Estado civil y laico. A este campo pertenecen las medidas impulsadas por Azaña como ministro de la Guerra. Sus objetivos eran reducir el enorme número de oficiales, reorganizar la administración del Ejército y la enseñanza militar, modernizar las escalas y someter la jurisdicción militar a la civil. Al ámbito del fortalecimiento del Estado laico pertenecen las leyes de Congregaciones Religiosas (1933) y de Divorcio (1932), así como la secularización de los cementerios. Estas medidas, junto a la expulsión del cardenal Segura y la quema de conventos y edificios religiosos de mayo de 1931, además de la tajante separación entre Iglesia y Estado del nuevo régimen, provocaron la oposición del clero (prácticamente en © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 bloque) y del catolicismo militante al Gobierno de la Segunda República. 쐌 Reforma educativa. El objetivo fue crear un sistema educativo público y laico. Se estableció la coeducación y se prohibió a las asociaciones religiosas ejercer la enseñanza. Además, se mejoró la formación de los docentes y se construyeron nuevas escuelas primarias e institutos. En el ámbito cultural destacaron las Misiones Pedagógicas y otros experimentos de socialización de la cultura en medios rurales y obreros (grupos teatrales, Universidades Populares). 쐌 Autonomías regionales. En su artículo 12, la Constitución fijó las condiciones para la aprobación de estatutos de autonomía: propuesta por la mayoría de los ayuntamientos o por aquellos cuya población supere las dos terceras partes del censo electoral de la región, aprobación en plebiscito por las dos terceras partes del censo, aprobación de las Cortes con la condición de que los estatutos presentados respeten los preceptos constitucionales. La acción del Gobierno durante el primer bienio se concentró en la aprobación de un Estatuto de Autonomía para Cataluña (septiembre de 1932). En el proceso de negociación el presidente Azaña jugó un importante papel. También se presentó el estatuto vasco, cuya tramitación quedó paralizada durante el Bienio Radical-cedista. Historia de España 12