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Historia del pensamiento musical
Ejercicios para subir nota
Con objeto de mejorar la media de notas del curso y obtener una mejor calificación en la evaluación final, se pueden realizar estos ejercicios: se trata de hacer
comentarios libres —siguiendo el modelo propuesto a lo largo del curso— de uno o
más de los textos que siguen; pueden también realizarse comentarios comparados
de dos o más textos resaltando las relaciones entre ellos. Pueden utilizarse también todos los textos proporcionados para el tema sobre el siglo XX, excepto
los que cada persona haya comentado en las exposiciones de clase.
Cada ejercicio será puntuado de acuerdo con el baremo general indicado en la
programación de la asignatura:
• Comprensión del texto: 3 puntos
• Explicación de los contenidos: 3 puntos
• Contextualización histórica y relación con otros autores: 3 puntos
• Corrección lingüística: 1 punto
Texto 1
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Hay que considerar que todo arte, al igual que toda disciplina, tiene por naturaleza propia
mayor dignidad que cualquier otro oficio que se realiza con la actividad manual del ejecutante. En efecto, es mucho más elevado y noble conocer lo que hace alguien que hacer nosotros
mismos lo que algún otro conoce, ya que la habilidad manual sirve como un esclavo, mientras
que la razón ordena como una señora, y si la mano no ejecutase lo que la razón decide, habría
un inútil caos. ¡Cuánto más digna es, por tanto, la ciencia de la música, entendida como conocimiento teórico, que el hacer sólo con la obra y los gestos! […] Existe en ello una superioridad
semejante a la de la mente sobre el cuerpo que, si carece de razón, cae en la servidumbre,
mientras que la razón ordena y lo guía hacia lo justo, y si el cuerpo no obedece al deseo de
la mente, la acción misma, carente de razón, puede ser derrotada. La contemplación racional
no necesita de actividad operativa alguna, mientras que no podría existir obra manual si las
manos no estuviesen guiadas por la razón. Se puede comprender la grandeza de la gloria y el
mérito de la razón por el hecho de que todos aquellos que realizan una actividad física toman
su nombre no de la disciplina, sino de los instrumentos utilizados. Por ejemplo, el citarista recibe su nombre de la cítara; el flautista, de la flauta, y los demás, del nombre de su instrumento.
Sin embargo,el músico es aquel que, meditada reflexión, se dedica al conocimiento musical no
con la esclavitud de la acción, sino con el señorío de la especulación. […]
En el arte musical se pueden distinguir tres tipos de actividad: la primera concierne a los
instrumentos, la segunda crea los cantos y la tercera discierne y juzga la obra de los instrumentos y el canto. Aquellos que se dedican a los instrumentos y que agotan su labor en ello, como
los citaristas y cuantos demuestran su habilidad en el órgano o en los demás instrumentos
musicales, son ajenos a la inteligencia de la doctrina musical porque actúan como servidores
—como ya he dicho— y no aportan nada racional, por carecer de toda especulación. El segundo grupo que tiene que ver con la música es el de los poetas, los cuales son llevados al canto
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más por un instinto natural que por la razón y la especulación; por ello tampoco esta segunda categoría debe considerarse partícipe de la música. El tercer grupo es el que alcanza una
capacidad de juicio para valorar los ritmos, las melodías y su texto. Todo ello, si se produce
en el ámbito especulativo de la razón, será considerado muy pertinente a la música. Por ello,
músico es aquel que posee la capacidad de juzgar, según criterios racionales y especulativos
apropiados y convenientes a la música, todos los temas que explicaremos más adelante y los
cantos de los poetas.
Texto 2
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Las palabras son y serán siempre para la música un añadido extraño de valor secundario,
porque el efecto de los tonos es incomparablemente más potente, más infalible y más rápido
que el de las palabras: incorporadas a la música deben ocupar tan solo una posición del todo
subordinada y plegarse a las exigencias de los tonos. La relación es inversa cuando se trata
de una letra dada, canción o libreto de ópera a que se adapta una música. En este caso, el
arte musical demostrará enseguida su poderío y su superior capacidad: la música nos da la
más profunda, íntima y secreta información del sentimiento expresado por las palabras o la
acción presentada en la ópera; nos desvela la naturaleza auténtica y verdadera, nos descubre
el alma misma de los acontecimientos y los hechos, de los cuales la escena no ofrece más que
el cuerpo y la envoltura. Dada esta superioridad de la música, y teniendo en cuenta que ella
está respecto al texto y a la acción en la relación de lo universal a lo particular, de la regla
al ejemplo, componer texto para la música podría parecer más conveniente que componer la
música para el texto. Sin embargo, el método usual lleva al artista, a través de las palabras y los
incidentes del libreto, a las emociones de la voluntad que constituyen su fondo y suscitan en
él los sentimientos que ha de expresar, actuando así a manera de estimulantes de su fantasía
musical.
Si, por otra parte, siempre aceptamos con agrado el acompañamiento de la poesía a la
música, si una canción con palabras inteligibles nos produce tan profundo gozo, ello se debe
a que nuestros dos modos de conocimiento, el inmediato o directo y el mediato son, al mismo
tiempo y en coordinación, ejercidos y estimulados. El conocimiento más inmediato es aquel
para el que la música expresa las emociones de la voluntad misma; el más mediato es el de los
conceptos expresados por las palabras.
Texto 3
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Todos se preguntan por qué el alma se ve tan afectada por las consonancias y rehúye tanto
las disonancias. Para comprender sus causas y razones, observemos primero que hay dos cosas
que deben considerarse en las consonancias: la colisión de los cuerpos que se produce por el
movimiento de los sonidos, y la proporción. Estos son los dos principios, respectivamente
físico y matemático, por los que se originan todas las consonancias. La física considera el
movimiento, las matemáticas la cantidad, el número, el peso, la medida y las proporciones de
un sonido con respecto a otro. Ahora bien, puesto que cada ascenso y descenso de las notas y
sonidos deriva del movmimiento más lento o más rápido, es necesario que la nota o el sonido
se más agudo, más tenso y más denso cuando el movimiento es más rápido: más grave y más
flojo cuando es más lengo. Todo esto fue sabiamente examinado por Boecio en De Musica.
[…]
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De todo esto deduzco que el maravilloso poder que tiene la música para despertar las emociones no procede directamente del alma, pues esta, siendo inmortal e inmaterial, ni da proporción a las notas y a los sonidos ni puede verse alterada por ellos: procede más bien del espíritu,
que es el instrumento del alma, el punto principal de conjunción por el que se anexiona al
cuerpo.
Este espíritu es un cierto vapor sanguíneo muy sutil, tan móvil y tenue que fácilmente
puede elevarse armónicamente por el aire. Ahora bien, cuando el alma siente este movimiento,
los diversos impulsos del espíritu inducen en ella los efectos correspondientes: es estimulada
o incluso sacudida por los movimientos armónicos más rápidos o más fuertes del espíritu. De
esta agitación procede un cierto erarecimiento que hace que el espíritu se expanda, y de ahí
se derivan júbilo y alegría. Las emociones sentidas serám más fuertes en la medida en que
la música sea más acorde y esté más en proporción con la constitución y la configuración
naturales del hombre. Por tanto, cuando escuchamos una armonía perfectamente elaborada o
una melodía muy hermosa, sentiremos una especie de cosquilleo en nuestras fibras sensibles,
como si fuéramos agarrados y absorbidos por la emoción.
Texto 4
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Como hay ocho [modos], parecen imitar los movimientos celestes. Los filósofos dicen que
hay un círculo superior del cielo al que se da el nombre de «Zodíaco» […] Bajo este círculo
están los siete astros llamados planetas […] Los nombres de los planetas son Saturno, Júpiter,
Marte, Sol, Venus, Mercurio, Luna; estos, igual que difieren en la amplitud de su órbita, difieren
también en el tiempo invertido en recorrerla. […]
Estos movimientos, pues, de los astros son ocho, siete de los planetas y uno de lo que
se llama Zodíaco, que, según dicen todos, crean la armonía más dulce del canto, que es la
consonancia. Incluso el Señor, en la respuesta que dio al santo Job desde el torbellino, llamó a
esto la armonía del cielo. […]
Los escritores científicos afirman que todas las consonancias del arte de la música se derivan de números multiplicados, o de uno y un medio, uno y un tercio, uno y un octavo.