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Pinheiro Guimarães, “Uno de los mayores pensadores
Del Brasil contemporáneo”
por el profesor Luiz Alberto Moniz Bandeira
Lo que sigue es el discurso del profesor Luiz Alberto Moniz Bandeira en la entrega del premio
Juca Patos 2007, al vice canciller de Brasil Embajador Samuel Pinheiro Guimarães, por su labor
como intelectual y escritor de diversos libros y especialmente el que motivo esta distinción
Desafíos Brasileños en la Era de los Gigantes.
Es con inmensa emoción que estoy aquí para entregar el Trofeo Juca Pato al Embajador Samuel
Pinheiro Guimarães, electo por la UBE, Intelectual del Año 2006, en virtud de su notable obra Desafíos
Brasileños en la Era de los Gigantes. Esta no es su primera obra que causa impacto y lleva a las
personas a meditar sobre los problemas de Brasil y de su inserción internacional, sobre los problemas de
un país en desarrollo, en contradicción con los intereses de la potencia hegemónica y sus asociados, i.e.,
en contradicción con las estructuras hegemónicas de poder, como Samuel Pinheiro Guimarães
demuestra en su libro Quinientos Años de Periferia.
Samuel Pinheiro Guimarães es un intelectual que osa pensar y osa decir. Tiene el coraje revolucionario
de la definición.Y adopta actitudes francas no por supuesto dogmatismo político o antiamericanismo (del
cual ha sido acusado), sino, pragmáticamente, en defensa de los intereses de la nación brasileña como
un todo. Desde los años 1990, critica abiertamente las políticas neoliberales, que los Estados Unidos, a
través de instituciones multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial, que controlan, no sólo
recomendaron como de hecho impusieron a los países de América del Sur, al exigir “reformas
estructurales”, como condición para que pudiesen renegociar su deuda externa. Una política de
responsabilidad fiscal era, de hecho, necesaria, para contener la inflación que deterioraba más y más la
economía de los países de América del Sur. Sin embargo, el meollo más nocivo y perverso del llamado
Consenso de Washington, consenso entre el FMI, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los
Estados Unidos, consistió en el objetivo de reducir el papel del Estado, mediante la privatización de las
empresas públicas, y dejar la economía y la sociedad a merced de las fuerzas esotéricas del mercado,
i.e., de las grandes corporaciones multinacionales.
En los Estados Unidos, el Estado ya está prácticamente privatizado, en tanto del gobierno se han
apropiado los representantes del complejo industrial-militar-petrolífero, empleados o accionistas de las
grandes corporaciones vinculadas al capital financiero, como el Carlyle Group, Halliburton, KBS, Kellogg
Brown & Root, Armor Group Internacional y Blackwater Security Consulting, que, contratadas por el
Pentágono, entre otras, emplean mercenarios en Irak, para ejecutar las actividades de seguridad,
asumiendo todos los riesgos, inclusive el de muerte o alejamiento, y eximiendo al Estado de cualquier
responsabilidad por lo que les pudiera ocurrir. Estas firmas, entre otras, se apropiaron de la iniciativa
pública en los Estados Unidos, que tercerizan hasta los servicios militares a fin de burlar la opinión
pública y las limitaciones legales o establecidas por el Congreso.
Sin embargo, incluso en los Estados Unidos, el país que se dedica a la divinización del mercado, del
free-market, el Estado desempeña una función económica de importancia vital, en el proceso de
acumulación capitalista, en la medida en que financia y subsidia en gran medida, con inmensas
dotaciones presupuestarias, las industrias bélicas y toda la cadena de producción a ellas vinculadas, así
como las investigaciones científicas y tecnológicas necesarias a su desarrollo. Sin el militarismo, que el
Estado americano practica, estimula y alienta, sin las guerras que deflagra y/o alimenta, para consumir la
producción de armamentos, escurrir los estoques acumulados y quemar el excedente de producción,
vaciando los arsenales, para que pueda hacer nuevas encomiendas y mantener el proceso de
acumulación de capital, su economía virtualmente dejaría de funcionar. Los Estados Unidos no son
apenas “addicted to oil”, viciados en petróleo, según la expresión del presidente George W. Bush 1. Los
Estados Unidos son también addicted to war, i.e., son viciados en guerra, dependientes de guerra. Y así
miles de millones de dólares, no sólo fueron, sino que aún están siendo quemados, con el gasto de
armamentos, en Irak y en Afganistán, dos guerras perdidas, al mismo tiempo en que sirven, en medio de
la corrupción, a fraudes y sobornos, para el enriquecimiento aún mayor de las corporaciones privadas,
que contratan mercenarios, de los cuales 100.000 están en Irak, al lado de 150.000 soldados regulares,
y también ejecutan operaciones militares, mientras otras corporaciones o las mismas se encargan de los
servicios de logística y de las obras de reconstrucción del país que las Fuerzas Armadas americanas
destruyeron y continúan destruyendo, que las Fuerzas Armadas americanas arruinaron con sus misiles y
bombas de uranio empobrecido, matando a millares de civiles, viejos, mujeres y niños.
En los países situados en la periferia del sistema capitalista, el Estado, entre tanto, casi siempre ejerció
un papel decisivo en la promoción del desarrollo económico, ocupando sectores estratégicos en los
cuales las empresas privadas nacionales no estaban en condiciones de invertir. Fue como un proyecto
de Estado que el presidente Getúlio Vargas, el mayor estadista brasileño del siglo XX, impulsó la
industrialización de Brasil. A iniciativa del Estado, que él, Vargas comandaba, Brasil debe la Compañía
Vale do Rio Doce, la Compañía Siderúrgica Nacional, la Fábrica Nacional de Motores, la Petrobrás, la
Eletrobrás y tantos otros emprendimientos que posibilitaron su transformación de país agrícola,
dependiente del café y el café de los Estados Unidos, en la mayor potencia industrial del hemisferio sur.
Hubo y hay quien pretendiese acabar con la “era Vargas”, lo que, en otras palabras, significó la
privatización y la extranjerización del patrimonio nacional, mediante la alienación, o mejor, la entrega a
los monopolios multinacionales de los grandes emprendimientos económicos y estratégicos, construidos
con recursos públicos, con recursos del pueblo brasileño. Hubo y aún hay, en Brasil, quien defendiese y
aún defienda el Estado mínimo, la miniarquía, i.e., un Estado-miniatura, restringido a la protección de los
derechos individuales – vida, libertad y propiedad privada – absteniéndose de cualquier intervención en
la economía.
No se trata, absolutamente, de defender una economía completamente estatal, una economía
autárquica, lo que es completamente inviable, por cuanto los países están insertos en el mercado
capitalista mundial, del cual dependen. Pero el free-market, con la más amplia privatización de la
economía, es un modelo falaz, fraudulento, hipócrita, por cuanto el mercado no es propiamente libre,
sino dominado y manipulado por los grandes monopolios privados, por los magnates del capital
financiero. Es necesario que la economía de mercado, en Brasil como en otros países, sea social,
regulada por el Estado, de acuerdo con los intereses nacionales y el bienestar de la población. El
Estado cuando interviene en la economía, no debilita, sino que fortalece el mercado. Lo democratiza.
Las inversiones extranjeras son muchas veces necesarias, indispensables. Pero no se puede permitir
que las grandes corporaciones multinacionales, apátridas, pues su patria es el lucro, dominen el
mercado nacional, la economía del país, y se apoderen del Estado brasileño, como sucede en los
Estados Unidos. Cada empresa brasileña, que cae bajo el control extranjero, contribuye más y más para
aumentar la exportación de recursos nacionales, mediante la remesa legal y/o ilegal de lucros, intereses,
royalties y dividendos para sus países de origen, para sus matrices en el exterior. Es una sangría
permanente, dado que la remesa de lucros se hace no solamente sobre el capital extranjero realmente
invertido, sino también sobre las re-inversiones con capital acumulado en Brasil.
Enfrentados a la incoercible tendencia hacia la internacionalización/globalización de la economía, por lo
tanto, más que nunca se torna imprescindible el fortalecimiento del Estado, como instancia superior de
administración y comando de la sociedad, para la defensa de los intereses nacionales, aquellos intereses
determinados por las necesidades del proceso de producción y su desarrollo. Con toda razón, con
mucha lucidez y claridad, Samuel Pinheiro Guimarães, en su obra Quinientos años de periferia, acentúa
que el Estado fue y continuará siendo el principal actor en el escenario internacional, a pesar de los
argumentos sobre su gradual desaparición y sustitución por organizaciones no gubernamentales y
empresas transnacionales internacionales 2. Faltan a estas organizaciones y empresas transnacionales
legitimidad y representatividad para mantener el dominium, que ejerce imperium (poder) sobre los
hombres, de acuerdo al concepto de Niccoló Machiaveli. 3
La organización estatal de la producción, por medio de una burocracia, dentro del molde del Estado
nacional, sin embargo, no significa socialismo y no puede subsistir, en la medida en que depende del
mercado mundial capitalista y del cual no se puede librar. Ni Marx ni Engels jamás concibieron el
socialismo como vía de desarrollo o modelo alternativo para el capitalismo, sino como consecuencia,
producto de su elevado grado de anticipación y madurez. El propio Engels advirtió que sólo con el
aumento de la oferta de bienes y servicios, en cantidad y en calidad, sería posible alcanzar un nivel en
que la liquidación de las diferencias de clase constituyera el verdadero progreso y tuviera consistencia,
2
sin acarrear consigo el estancamiento o, inclusive, la decadencia del modo de producción y de la
sociedad. No se puede presentar la factura a la historia antes del plazo de vencimiento. Una nueva
formación social no emerge antes que estén agotadas todas las posibilidades de desarrollo de las
fuerzas productivas de la antigua sociedad.
El capitalismo constituye el único modo de producción que tuvo capacidad de expansión mundial.
Desde el mercantilismo, el capitalismo se desarrolló, expandiéndose, continuamente, sobre todas las
regiones de la Tierra. El sistema abarca y envuelve no sólo a las potencias industriales sino a los países
en desarrollo o atrasados y meramente agrícolas. Se alimenta y se desarrolla a costa de las economías
naturales y pre-capitalistas. Y su tendencia general siempre fue en el sentido de ampliar y profundizar
las relaciones mundiales, a través, sobre todo, de la expansión del comercio exterior. La economía
mundial es, por lo tanto, un todo, una unidad más alta, superior, potente, no obstante su desarrollo
desigual, irregular y combinado.
Los Estados-naciones, como contradicción dialéctica, emergieron en medio del proceso de
internacionalización de la economía, con la formación del mercado mundial y la división internacional del
trabajo, posibilitadas por los viajes de circunnavegación, a fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI.
En la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo de la industria pesada, el descubrimiento de la energía
eléctrica, la transmisión a distancia, el navío a vapor y las carreteras de hierro, entre otros factores,
continuaron impulsando la internacionalización o globalización del sistema capitalista, ligando las más
remotas regiones, de economía natural o pre-capitalista, a los centros industriales más avanzados y
facilitando así las transacciones comerciales y el movimiento de bienes y capitales, al reducir el tiempo
de circulación de las mercaderías. Y el desarrollo del capitalismo, como economía de escala mundial,
exigió la reorganización de las superestructuras políticas, mediante el robustecimiento de un poder
central, que aventajando la mezquindad y la impotencia de los Estados pequeños, sirviese como palanca
de expansión de los mercados y asegurase la continuidad del proceso de acumulación.
La superación de las formas débiles del Estado, generadas en la época de la economía natural y de la
economía simple de mercado, por el Estado unitario constituyó una necesidad histórica. Pero, también
contradictoriamente, el nacionalismo, como ideología, recrudeció, en la medida en que las
fuerzas de producción generadas por el capitalismo desbordaron el modelo de los Estados-naciones,
dentro del cual no podían desarrollarse más, y las potencias pasaron a competir por los mercados y
fuentes de materias primas. Esta es, la era del imperialismo.
Sin embargo, el imperialismo, luego de la Segunda Guerra Mundial, asumió características de ultraimperialismo, la coalición de las grandes potencias industriales, teniendo a la OTAN como su brazo
armado, y requiere, sobre todo, la expansión y el mantenimiento del poder militar, para asegurar el
sistema de dominación de las naciones más atrasadas y periféricas, así como las fuentes de energía y
de materias primas y mercado para sus manufacturas e inversiones. A pesar de algunas eventuales
discrepancias, los Estados Unidos lideran esta coalición, como la única potencia con capacidad militar
global, que actualmente mantiene bases militares, en las más diversas regiones del mundo y penetra
hasta en los países de Asia Central, integrantes de la extinta Unión Soviética, y del Este Europeo, donde
incluso pretenden instalar sistemas de defensa con misiles, en la República Checa y en Polonia, bajo el
pretexto de evitar ataques con misiles de Irán o de Corea del Norte. Pero no existe una amenaza
concreta a los Estados Unidos. Ningún país – ni Irán ni Corea del Norte – lanzarían ningún misil nuclear
contra los Estados Unidos, cuya capacidad de represalia es infinitamente mayor, devastadora y podría
arrasarlos. Por cierto, el objetivo de este sistema de defensa, entre otros, es atender los intereses del
complejo industrial-militar, sustento de su economía, financiándolo con nuevas encomiendas de material
bélico, así como preservar la hegemonía de los Estados Unidos frente a la emergencia de China y a la
recuperación económica de Rusia. Ya en 1992, en la euforia con el colapso de la Unión Soviética y del
Bloque Socialista, el general Colin Powell, jefe del Estado-Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas,
había recomendado al gobierno americano, en un documento sobre estrategia militar, la preservación de
“credible capability to forestall any potencial adversary from competing militarily” con los Estados Unidos
4, impidiendo a la Unión Europea tornarse una potencia militar, fuera de la OTAN, la re-militarización de
Japón y de Rusia, y desestimulando cualquier desafío a su preponderancia o tentativa de revertir el
orden económico y político internacionalmente establecido, lo que significaba, en otras palabras, un
orden unipolar. Y de ahí, provocan a Rusia y pretenden deflagrar esta nueva carrera armamentista.
Sin embargo, la hegemonía de los Estados Unidos, como único polo de poder mundial, tiende a
declinar, rápidamente, llevados a una grave crisis, pues la economía de guerra es un arma de
doble filo, es una inversión improductiva y contribuye a un creciente aumento del déficit fiscal,
paralelamente al déficit comercial, al déficit de la contra-corriente de la balanza de pagos y a la deuda
interna y externa del país. El destino de los Estados Unidos está depositado en los bancos centrales de
China, que detentan reservan monetarias de más de U$S 1,2 trillones y de la Unión Europea. Y es
necesario resaltar que la Unión Soviética no fue militarmente derrotada en la Guerra Fría. Fue su
sistema económico, que no consiguió liberarse del mercado mundial capitalista que implotó debido,
3
sobre todo, a la carrera armamentista, que hoy los Estados Unidos quieren reencender. Pero Rusia, con
todo su poderío militar, se recupera económicamente. Y, así, lo que despunta es un sistema
internacional de poder multipolar, i.e., la “era de los gigantes”, a que se refiere Samuel Pinheiro
Guimarães. Esta “era de los gigantes” se caracteriza por la emergencia de los grandes bloques
económicos y políticos, la Unión Europea, China e India, que representan enormes masas territoriales,
demográficas y económicas y se contraponen y compiten con los Estados Unidos. La suma del PBI de
China y de India ya supera, actualmente, el PBI de los Estados Unidos, mientras que la suma del PBI de
Brasil, Rusia, India y China es igual al de la Unión Europea.
Mijaíl Gorbachov, en un artículo recientemente publicado, observó que la perspectiva es la del
crecimiento del poder económico y de la importancia política de las potencias regionales de la llamada
“Nueva Ola”, formada por Brasil, Rusia, India y China y conocidas como BRIC. Según él subrayó, estos
cuatro países ya no pueden ser intimidados ni tratados con un aire de superioridad como si fuesen
socios menores en los asuntos mundiales5.
Frente al panorama que se delinea, es evidente que ningún país pequeño, en América del Sur o
aledaños, viabilizará su desarrollo y progreso aisladamente ante los grandes bloques económicos y
geopolíticos en configuración. Y Brasil, aunque sea un gigante, una potencia regional, entiende que
América del Sur, unida, integrada, sería un gigante aún mayor. Como destaca Samuel Pinheiro
Guimarães, América del Sur, posee el doble del territorio y una población mayor que la de los Estados
Unidos. Compuesta por doce países dentro de un espacio contiguo, posee una población total de más
de 360 millones de habitantes, cerca del 67% de toda América Latina y el equivalente al 6% de la
población mundial, con integración lingüística, pues la inmensa mayoría habla portugués o español.
Detenta una de las mayores reservas de agua dulce y biodiversidad del planeta, además de inmensas
riquezas en recursos minerales, pesca y agricultura. Y no sólo su población es mayor que la de los
Estados Unidos (293.027.571, est. 2004). Su territorio, cerca de 17 millones de kilómetros cuadrados, es
el doble del territorio americano, con 9.631.418 kilómetros cuadrados. El Mercosur calculado según la
paridad del poder de compra, posee un PBI de U$S 2.458,70 trillones, para el cual Brasil participa con
U$S 1,616 trillones (est. 2006) 6, Argentina, con U$S 599,10 mil millones (est. 2006), Venezuela, con
U$S 176,40 mil millones, Uruguay, con U$S 36,56 mil millones, y Paraguay, con U$S 30,64 mil millones.
Su integración con los países de la Comunidad Andina de Naciones daría a la Unión Sudamericana de
Naciones una notable fuerza, su masa económica alcanzaría el monto de U$S 3.705,66 trillones, mayor
que la de Alemania, calculada en U$S 2.585 trillones (est. 2006), y muy superior a la suma del PBI de
México (U$S 1.134 trillones, est. 2006) y de Canadá (U$S 1,165 trillones, est. 2006).
No podemos esperar que todos los países de América del Sur se sumen enseguida, como socios plenos,
al Mercosur, viabilizando la construcción económica y política de la Unión Sudamericana de Naciones,
un Estado-continente. De todos modos sin embargo, así como la Unión Europea significa Alemania y
Francia, y Nafta significa Estados Unidos y Canadá, el Mercosur, al cual ahora Venezuela se suma como
socio pleno, significa Brasil y Argentina, de acuerdo a lo que resalta Samuel Pinheiro Guimarães, porque
estos dos países, los más industrializados y los dos mayores mercados, son su fuerza motriz. Además,
el propio presidente de Argentina, Juan D. Perón, que defendía una unión aduanera entre Argentina,
Brasil y Chile (ABC), predijo, en 1953, ser “indudable que realizada esta unión, caerán a su órbita los
demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y
probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o junto, sino en pequeñas unidades”.7
La propuesta de la unión aduanera formulada por el presidente Juan D. Perón fue frustrada. Con todo,
en 1985, los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín (1983-1989), y de Brasil, José Sarney (1985-1990),
retomaron este proyecto, aún sin Chile, entonces bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (19731989). Y fue Samuel Pinheiro Guimarães, aún cuando era Consejero y Jefe del Departamento
Económico de Itamaraty, que, entre 1985 y 1988, operó decisivamente, en la construcción del eje
Argentina-Brasil, al lado del Embajador Francisco Thompson-Flores, entonces sub-secretario general de
Itamaraty. Actualmente, en la condición de secretario general de Itamaraty, como brazo derecho del
notable diplomático, el canciller Celso Amorim, él continúa trabajando para la ampliación, profundización
y consolidación del MERCOSUR, expresando el espíritu integracionista del gobierno del presidente Luiz
Inácio Lula da Silva.
Samuel Pinheiro Guimarães une su condición profesional de operador de política externa, como
diplomático, a la calidad de teórico de las relaciones internacionales, dotado de excepcional comprensión
estratégica, como evidencia su obra Desafíos Brasileños en la Era de los Gigantes.
Es uno de los mayores pensadores del Brasil contemporáneo y sus libros son imprescindibles para la
comprensión del mundo y sus perspectivas. Con justicia fue elegido Intelectual del Año 2006 por la
Unión Brasileña de Escritores, que le confiere el Trofeo Juca Pato.
Traducido para LA ONDA DIGITAL por Cristina Iriarte
LA ONDA® DIGITAL
http://www.laondadigital.com/laonda/LaOnda/362/A6.htm
4
Discurso do Intelectual do Ano 2005, Luiz Alberto Moniz
Bandeira, ao Saudar O Sucessor Deste Ano, Embaixador
Samuel Pinheiro Guimarães
É com imensa emoção que estou aqui para entregar o Troféu Juca Pato ao Embaixador Samuel
Pinheiro Guimarães, eleito pela UBE, Intelectual do Ano 2006, em virtude de sua notável obra
Desafios Brasileiros na Era dos Gigantes. Esta não é a sua primeira obra a causar impacto e levar as
pessoas a meditarem sobre os problemas do Brasil e de sua inserção internacional, sobre os
problemas de um país em desenvolvimento, em contradição com os interesses da potência
hegemônica e seus associados, i. e, em contradição com as estruturas hegemônicas de poder, como
Samuel Pinheiro Guimarães demonstra em seu livro Quinhentos Anos de Periferia.
Samuel Pinheiro Guimarães é um intelectual que ousa pensar e ousa dizer. Tem a coragem
Revolucionária da definição.
E toma atitudes francas não por suposto dogmatismo político ou antiamericanismo (do qual tem sido
acusado), mas, pragmaticamente, em defesa dos interesses da nação brasileira como um todo. Desde
os anos 1990, critica abertamente as políticas neoliberais, que os Estados Unidos, através de
instituições multilaterais, como FMI e o Banco Mundial, que controlam, não apenas recomendaram
como de fato impuseram aos países da América do Sul, ao exigirem “reformas estruturais”, como
condição para que pudessem renegociar sua dívida externa. Uma política de responsabilidade fiscal
era, de fato, necessária, para conter a inflação que mais e mais deteriorava a economia dos países da
América do Sul. Porém, o fulcro mais nocivo e perverso do chamado Consenso de Washington,
consenso entre o FMI, o Banco Mundial e o Departamento de Tesouro dos Estados Unidos, consistiu no
objetivo de reduzir papel do Estado, mediante a privatização das empresas públicas, e deixar a
economia e a sociedade à mercê das forças esotéricas do mercado, i. e., das grandes corporações
multinacionais.
Nos Estados Unidos, o Estado já está praticamente privatizado, assenhoreado o governo pelos
representantes do complexo industrial-militar-petrolífero, empregados ou acionistas das grandes
corporações vinculadas ao capital financeiro, como o Carlyle Group, Halliburton, KBS, Kellogg Brown &
Root, Armor Group International e Blackwater Security Consulting, que, contratadas pelo Pentágono,
entre outras, empregam mercenários no Iraque, para executar as atividades de segurança, assumindo
todos os riscos, inclusive o de morte ou aleijamento, e isentando o Estado de qualquer
responsabilidade pelo que lhes ocorrer. Estas firmas, entre outras, apropriaram-se da iniciativa
pública nos Estados Unidos, que terceirizam até os serviços militares a fim de burlar a opinião pública
e as limitações legais ou estabelecidas pelo Congresso.
Porém, mesmo nos Estados Unidos, o país que se dedica à deificação do mercado, do free-market, o
Estado desempenha função econômica de importância vital, no processo de acumulação capitalista, na
medida em que largamente financia e subsidia, com imensas dotações orçamentárias, as indústrias
bélicas e toda a cadeia de produção a elas vinculadas, bem como as pesquisas científicas e
tecnológicas necessárias ao seu desenvolvimento. Sem o militarismo, que o Estado americano pratica,
estimula e encoraja, sem as guerras que deflagra e/ou alimenta, para consumir a produção de
armamentos, escoar os estoques acumulados e queimar o excedente de produção, esvaziando os
arsenais, para que possa fazer novas encomendas e manter o processo de acumulação de capital, sua
economia virtualmente deixaria de funcionar. Os Estados Unidos não são apenas “addicted to oil”,
viciados em petróleo, conforme expressão do presidente George W. Bush . Os Estados Unidos são
também addicted to war, i. e., são viciados em guerra, dependentes de guerra. E assim bilhões de
dólares não só foram como ainda estão sendo queimados, com o gasto de armamentos, no Iraque e
no Afeganistão, duas guerras perdidas, ao mesmo tempo em que servem, em meio à corrupção,
fraudes e suborno, para o enriquecimento ainda maior das corporações privadas, que contratam
mercenários, dos quis 100.000 estão no Iraque, ao lado de 150.000 soldados regulares, e também
executam operações militares, enquanto outras corporações ou as mesmas se encarregam dos
serviços de logística e das obras de reconstrução do país que as Forças Armadas americanas
destruíram e continuam a destruir, que as Forças Armadas americanas arruinaram com seus mísseis e
bombas de urânio empobrecido, matando milhares de civis, velhos, mulheres e crianças.
Nos países situados na periferia do sistema capitalista, o Estado, entretanto, quase sempre exerceu
um papel decisivo na promoção do desenvolvimento econômico, ocupando setores estratégicos nos
quais as empresas privadas nacionais não tinham condições de investir. Foi como um projeto de
Estado que o presidente Getúlio Vargas, o maior estadista brasileiro do século XX, impulsionou a
industrialização do Brasil. À iniciativa do Estado, que ele, Vargas, comandava, o Brasil deve a
5
Companhia Vale do Rio Doce, a Companhia Siderúrgica Nacional, a Fábrica Nacional de Motores, a
Petrobrás, a Eletrobrás e tantos outros empreendimentos que possibilitaram sua transformação de
país agrícola, dependente do café e o café dos Estados Unidos, na maior potência industrial do
hemisfério sul. Houve e há quem pretendesse acabar com a “era Vargas”, o que, em outras palavras,
significou a privatização e a estrangeirização do patrimônio nacional, mediante a alienação, ou
melhor, a entrega aos monopólios multinacionais dos grandes empreendimentos econômicos e
estratégicos, construídos com recursos públicos, com recursos do povo brasileiro. Houve e ainda há,
no Brasil, quem defendesse e ainda defenda o Estado mínimo, a miniarquia, i. e., um Estadominiatura, restrito à proteção dos direitos individuais – vida, liberdade e propriedade privada –
abstendo-se de qualquer intervenção na economia.
Não se trata, absolutamente, de defender uma economia completamente estatal, uma economia
autárquica, o que é completamente inviável, porquanto todos os países estão inseridos no mercado
capitalista mundial, do qual dependem. Mas o free-market, com a mais ampla privatização da
economia, é um modelo falacioso, fraudulento, hipócrita, porquanto o mercado não é propriamente
livre, mas dominado e manipulado pelos grandes monopólios privados, pelos magnatas do capital
financeiro. É necessário que a economia de marcado, no Brasil como em outros países, seja social,
regulada pelo Estado, de acordo com os interesses nacionais e o bem-estar da população. O Estado
quando intervém na economia, não debilita, antes fortalece o mercado. Democratiza-o. Os
investimentos estrangeiros são muitas vezes necessários, indispensáveis. Mas não se pode permitir
que as grandes corporações multinacionais, apátridas, pois sua pátria é o lucro, dominem o mercado
nacional, a economia do país, e se apoderem do Estado brasileiro, como acontece nos Estados Unidos.
Cada empresa brasileira, que cai sob o controle estrangeiro, mais e mais contribui para aumentar a
exportação de recursos nacionais, mediante a remessa legal e/ou ilegal de lucros, juros, royalties e
dividendos para seus países de origem, para suas matrizes no exterior. É uma sangria permanente,
dado que a remessa de lucros se faz não somente sobre o capital estrangeiro realmente investido,
mas também sobre os re-investimentos com capital acumulado no Brasil.
Em face da incoercível tendência para a internacionalização/globalização da economia, portanto, mais
do que nunca se torna imprescindível o robustecimento do Estado, como instância superior de
administração e comando da sociedade, para a defesa dos interesses nacionais, aqueles interesses
determinados pelas necessidades do processo de produção e seu desenvolvimento. Com toda razão,
com muita lucidez e clareza, Samuel Pinheiro Guimarães, em sua obra Quinhentos anos de periferia,
acentua que o Estado foi e continuará a ser o principal ator no cenário internacional, a despeito dos
argumentos sobre o seu gradual desaparecimento e substituição por organizações não
governamentais e empresas transnacionais internacionais . Faltam a estas organizações e empresas
transnacionais legitimidade e representatividade para manter o dominium, que exerce imperium
(poder) sobre os homens, conforme o conceito de Niccolò Machiavelli.
A organização estatal da produção, por meio de uma burocracia, dentro da moldura do Estado
nacional, porém, não significa socialismo e não pode subsistir, na medida em que depende do
mercado mundial capitalista e do qual não se pode libertar. Nem Marx nem Engels jamais conceberam
o socialismo como via de desenvolvimento ou modelo alternativo para o capitalismo, senão como
conseqüência, produto de seu elevado grau de adiantamento e madureza. O próprio Engels advertiu
que só com o aumento da oferta de bens e serviços, em quantidade e em qualidade, seria possível
atingir um nível em que a liquidação das diferenças de classe constitua verdadeiro progresso e tenha
consistência, sem acarretar consigo o estancamento ou, inclusive, a decadência do modo de produção
e da sociedade. Não se pode apresentar a fatura à história antes do prazo de vencimento. Uma nova
formação social não emerge antes que estejam esgotadas todas as possibilidades de desenvolvimento
das forças produtivas da sociedade antiga.
O capitalismo constituiu o único modo de produção que teve capacidade de expansão mundial. Desde
o mercantilismo, o capitalismo desenvolveu-se, espraiando-se, continuamente, sobre todas as regiões
da Terra. O sistema abrange e envolve não só as potências industriais como os países em
desenvolvimento ou atrasados e meramente agrícolas. Alimenta-se e se desenvolve às custas das
economias naturais e pré-capitalistas. E sua tendência geral sempre foi no sentido ampliar e
aprofundar as relações mundiais, através, sobretudo, da expansão do comércio exterior. A economia
mundial é, portanto, um todo, uma unidade mais alta, superior, potente, não obstante seu
desenvolvimento desigual, irregular e combinado.
Os Estados-nações, como contradição dialética, emergiram
em meio do processo de
internacionalização da economia, com a formação do mercado mundial e a divisão internacional do
trabalho, possibilitadas pelas viagens de circunavegação, no final do século XV e início do século XVI.
Na segunda metade do século XIX, o desenvolvimento da indústria pesada, a descoberta da energia
6
elétrica, a transmissão à distância, o navio a vapor e as estradas de ferro, entre outros
fatores, continuaram a impulsionar a internacionalização ou globalização do sistema capitalista,
interligando as mais remotas regiões, de economia natural ou pré-capitalista, aos centros industriais
mais avançados e facilitando assim as transações comerciais e a movimentação de bens e capitais, ao
reduziram o tempo de circulação das mercadorias. E o desenvolvimento do capitalismo, como
economia de escala mundial, exigiu a reorganização das superestruturas políticas, mediante o
robustecimento de um poder central, que, sobrepujando a mesquinhez e a impotência dos Estados
pequenos, servisse como alavanca de expansão dos mercados e assegurasse a continuidade do
processo de acumulação. A superação das formas débeis de Estado, geradas na época da economia
natural e da economia simples de mercado, pelo Estado unitário constituiu uma necessidade histórica.
Mas, também contraditoriamente, o nacionalismo, como ideologia, recresceu, na medida em que as
forças de produção geradas pelo capitalismo desbordaram da moldura dos Estados-nações, dentro da
qual não mais podiam desenvolver-se, e as potências passaram a competir pelos mercados e fontes
de matérias primas. Essa, a era do imperialismo.
Porém, o imperialismo, após a Segunda Guerra Mundial, assumiu as características do ultraimperialismo, a coalizão das grandes potências industriais, tendo a OTAN como seu braço armado, e
requer, sobretudo, a expansão e manutenção do poder militar, para assegurar o sistema de
dominação das nações mais atrasadas e periféricas, bem como as fontes de energia e de matérias
primas e mercado para suas manufaturas e investimentos. Apesar de algumas eventuais
discrepâncias, os Estados Unidos lideram essa coalizão como a única potência com capacidade militar
global, que atualmente mantém bases militares, nas mais diversas regiões do mundo, e penetra até
nos países da Ásia Central, integrantes da extinta União Soviética, e do Leste Europeu, onde ainda
pretendem instalar sistemas de defesa com mísseis, na República Checa e na Polônia, a pretexto de
evitar ataques com mísseis do Irã ou da Coréia do Norte. Mas ameaça concreta aos Estados Unidos
não existe. Nenhum país - nem o Irã nem a Coréia do Norte - iria lançar qualquer míssil nuclear
contra os Estados Unidos, cuja capacidade de retaliação é infinitamente maior, devastadora e poderia
arrasá-lo. Em verdade, o objetivo desse sistema de defesa, entre outros, é atender aos interesses do
complexo industrial-militar, sustentáculo de sua economia, financiando-o com novas encomendas de
material bélico, bem como preservar a hegemonia dos Estados Unidos em face da emergência da
China e da recuperação econômica da Rússia. Já em 1992, na euforia com o colapso da União
Soviética e do Bloco Socialista, o general Colin Powell, chefe do Estado-Maior Conjunto das Forças
Armadas, recomendara ao governo americano, em documento sobre estratégia militar, a preservação
de “credible capability to forestall any potential adversary from competing militarily” com os Estados
Unidos , impedindo a União Européia de tornar-se uma potência militar, fora da OTAN, a remilitarização do Japão e da Rússia, e desencorajando qualquer desafio à sua preponderância ou
tentativa de reverter a ordem econômica e política internacionalmente estabelecida, o que significava,
em outra palavras, uma ordem unipolar. E daí porque provocam a Rússia e pretendem deflagrar essa
nova corrida armamentista.
No entanto, a hegemonia dos Estados Unidos, como único pólo de poder mundial, tende a declinar,
rapidamente, levados a uma grave crise, pois a economia de guerra é uma faca de dois gumes, é um
investimento improdutivo e concorre para o crescente aumento do déficit fiscal, paralelamente ao
déficit comercial, ao déficit da conta-corrente do balanço de pagamentos e à dívida pública interna e
externa do país. O destino dos Estados Unidos está depositado nos bancos centrais da China, que
detém reservas monetárias de mais de US$ 1,2 trilhão, e da União Européia. E é necessário ressaltar
que a União Soviética não foi militarmente derrotada na Guerra Fria. Foi seu sistema econômico, que
não conseguiu libertar-se do mercado mundial capitalista e implodiu devido, sobretudo, à corrida
armamentista, que hoje os Estados Unidos querem reacender. Mas a Rússia, com todo o seu poderio
militar, recupera-se, economicamente. E, assim, o que desponta é um sistema internacional de poder
multipolar, i. e., a “era dos gigantes”, a que se refere Samuel Pinheiro Guimarães. Esta “era dos
gigantes” se caracteriza pela emergência dos grandes blocos econômicos e políticos, a União Européia,
China e Índia, que representam enormes massas territoriais, demográficas e econômicas e se
contrapõem e competem com os Estados Unidos. A soma dos PIB da China e da Índia já supera,
atualmente, o PIB dos Estados Unidos, enquanto a soma dos PIB de Brasil, Rússia, Índia e China é
igual ao da União Européia. Mikhail Gorbachiov, em artigo recentemente publicado, observou que a
perspectiva é a do crescimento do poder econômico e da importância política das potências regionais
da chamada “Nova Onda”, formada pelo Brasil, Rússia, Índia e China e conhecidas como BRIC.
Segundo ele frisou, esses quatro países já não podem ser intimidados nem tratados com um ar de
superioridade como se fossem sócios menores nos assuntos mundiais .
Diante do panorama que se delineia, é evidente que nenhum país pequeno, na América do Sul ou
alhures, viabilizará seu desenvolvimento e progresso, isoladamente, ante os grandes blocos
econômicos e geopolíticos em configuração. E o Brasil, embora seja um gigante, uma potência
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regional, entende que a América do Sul, unida, integrada, seria um gigante ainda maior. Como
salienta Samuel Pinheiro Guimarães, a América do Sul, possui o dobro do território e uma população
maior que a dos Estados Unidos. Composta por doze países dentro de um espaço contíguo, possui
uma população total de mais de 360 milhões de habitantes, cerca de 67% de toda a América Latina e
o equivalente a 6% da população mundial, com integração lingüística, pois a imensa maioria fala
português ou espanhol. Detém uma das maiores reservas de água doce e biodiversidade do planeta,
ademais de imensas riquezas em recursos minerais, pesca e agricultura. E não apenas sua população
é maior que a dos Estados Unidos (293.027.571, est. 2004). Seu território, cerca de 17 milhões de
quilômetros quadrados, é o dobro do território americano, com 9.631.418 quilômetros quadrados. O
Mercosul, calculado segundo a paridade do poder de compra, possui um PIB de US$ 2.458,70
trilhões, para o qual o Brasil concorre com US$ 1,616 trilhão (est. 2006) , Argentina, com US$
599,10 bilhões (est. 2006), Venezuela, com US$ 176,40 bilhões, Uruguai, com US$ 36,56 bilhões, e o
Paraguai, com US$ 30,64 bilhões. Sua integração com os países da Comunidade Andina de Nações
daria à União Sul-Americana de Nações notável força, sua massa econômica alcançaria o montante de
US$ 3.705,66 trilhões, maior que a da Alemanha, calculada em US$ 2.585 trilhões (est. 2006), e
muito superior à soma PIB do México (US$ 1,134 trilhão, est. 2006) e do Canadá (US$ 1,165 trilhão,
est. 2006).
Não podemos esperar que todos os países da América do Sul logo se somem, como sócios plenos, ao
Mercosul, viabilizando a construção econômica e política da União Sul-Americana de Nações, um
Estado-continente. De qualquer modo, porém, assim como a União Européia significa Alemanha e
França, e Nafta significa Estados Unidos e Canadá, o Mercosul, ao qual agora a Venezuela se soma
como sócio pleno, significa Brasil e Argentina, conforme salienta Samuel Pinheiro Guimarães, porque
estes dois países, os mais industrializados e os dois maiores mercados, são a sua força motriz. Aliás,
o próprio presidente da Argentina, Juan D. Perón, que defendia uma união aduaneira entre a
Argentina, Brasil e Chile (ABC), predisse, em 1953, ser “indudable que realizada esta unión, caerán a
su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo
agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o junto, sino en
pequeñas unidades”.
A proposta da união aduaneira formulada pelo presidente Juan D. Perón foi frustrada. Contudo, em
1985, os presidentes da Argentina, Raúl Alfonsín (1983-1989), e do Brasil, José Sarney (1985-1990),
retomaram esse projeto, mesmo sem o Chile, então sob a ditadura do general Augusto Pinochet
(1973-1989). E foi Samuel Pinheiro Guimarães, ainda quando era Conselheiro e Chefe do
Departamento Econômico, que, entre 1985 e 1988, operou decisivamente, na construção do eixo
Argentina-Brasil, ao lado do Embaixador Francisco Thompson-Flores, então subsecretário-geral do
Itamaraty. Atualmente, na condição de secretário-geral do Itamaraty, como braço direito do notável
diplomata, o chanceler Celso Amorim, ele continua a trabalhar para a ampliação, aprofundamento e
consolidação do Mercosul, expressando o espírito integracionista do governo do presidente Luiz Inácio
Lula da Silva.
Samuel Pinheiro Guimarães alia sua condição profissional de operador de política externa, como
diplomata, à qualidade de teórico das relações internacionais, dotado de excepcional compreensão
estratégica, como evidencia sua obra Desafios Brasileiros na Era dos Gigantes. Ele é um dos maiores
pensadores do Brasil contemporâneo e seus livros são imprescindíveis para a compreensão do mundo
e suas perspectivas. Com justiça foi eleito Intelectual do Ano 2006 pela União Brasileira de Escritores,
que lhe confere o Troféu Juca Pato
http://www.ube.org.br/lermais_materias.php?cd_materias=2017
Resumo Histórico do Juca Pato
Por Caio Porfírio Carneiro
No segundo semestre de 1962, em reunião de diretoria da União Brasileira de Escritores, o
2º vice-presidente, escritor Marcos Rey, sugeriu que se criasse um prêmio ao melhor livro
publicado naquele mesmo ano, e que, no conceito da maioria dos eleitores, fosse significativo
para as letras e a cultura brasileira. O autor receberia o título de Intelectual do Ano. Qualquer
escritor, da área literária ou não, poderia se inscrever. A votação, de alcance nacional, seria
aberta, para que a disputa merecesse ampla divulgação. Seria concurso anual, premiando
obra do ano anterior. Como o ano de 1962 estava no fim, o primeiro concurso seria para obra
desse mesmo ano. A diretoria aprovou prontamente a idéia.
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Pensou-se em prêmio em dinheiro. Mas teria que ser importância alta. E quem bancaria isto todos os
anos? Foi quando Mário Donato, irmão do Marcos Rey, presidente da UBE na gestão anterior,
lembrou-se de um troféu, que poderia ser tirado da figura do Juca Pato, personagem criada pelo
jornalista Lélis Vieira e imortalizada pelo ilustrador e cartunista Benedito Carneiro Bastos Barreto
(1896-1947).
O Juca Pato era figura inteligente, careca, mal vestido num fraque, sempre se defendendo dos
apertos, tal qual a maioria dos escritores que ganham pouco e lutam bastante para publicar seus
livros. As charges, bem-humoradas, eram publicadas na então Folha da Manhã e os leitores vibravam
com as saídas do Juca Pato. Idéia maravilhosa. Então a escritora Helena Silveira, (exercendo a
presidência da UBE no lugar de Mário da Silva Brito, licenciado), responsável pela página social da
Folha de S. Paulo, procurou o diretor do jornal, Otávio Frias de Oliveira, e conseguiu dele o patrocínio
do concurso e a doação da estatueta, de bronze, espelhando exatamente a figura do Juca Pato. E o
concurso se iniciou a 8 de janeiro de 1963, encerrando-se no dia 31 do mesmo mês.
Foi um acontecimento memorável e meio confuso. Sem um regulamento, estabelecendo normas mais
definidas para a votação, qualquer escritor votava em quem quisesse. Muitos autores receberam
apenas um ou dois votos. Mas duas figuras galvanizaram a preferência dos eleitores: Santiago
Dantas, ministro das relações exteriores do Governo João Goulart, e o romancista Afonso Schmidt.
Helena Silveira era ardorosa defensora do primeiro. Foi uma disputa tão acirrada que o sócio da
capital, obrigado a votar na sede da entidade, enfrentava uma cabala muito grande, logo na entrada
do prédio. Acabou vencendo, por estreita maioria, Santiago Dantas.
Outra discussão calorosa se deu para a realização da festa de entrega do troféu. Se na sede da UBE
ou no auditório da Folha de S. Paulo. Optou-se, finalmente, pelo auditório da Folha, bem maior e bem
mais confortável. Santiago Dantas veio de Brasília e a festa foi um sucesso. Mas havia os que não
acreditavam na duração daquele prêmio. As discussões eram muitas, o sistema de votação com
muitas falhas. Dava muito trabalho. Aquilo não podia ir longe, apesar da cobertura excelente da Folha.
Já no ano seguinte, porém, os ânimos não se exaltaram tanto. E na entrega do terceiro troféu, a Alceu
Amoroso Lima (Tristão de Ataíde), a figura heróica do Juca Pato mostrou que veio para ficar.
Enfrentando o golpe militar, Alceu fez um discurso vibrante, inflamado, em defesa da liberdade de
imprensa e de criação, que o auditório da Folha, lotado, “quase veio abaixo” com os aplausos
seguidos. E o Juca Pato seguiu em frente. Ampliou-se o colégio eleitoral, que não parava de crescer.
As diretorias da UBE mudaram, sucessivamente, o regulamento de votação, que as falhas sempre
apareciam. Em 1976, por sugestão do escritor Aluysio Mendonça Sampaio, então 2º vice-presidente
da entidade, afixou-se, na entrada da sede, todo o mapa de nomes e representantes de entidades
culturais que tinham direito de votar. Isto melhorou muito. Mas as falhas persistiam, particularmente
no setor dos escritores não filiados que desejassem votar. Em 1988, finalmente, Cláudio Willer, na
presidência, realizou uma assembléia geral dos associados, definindo as normas do concurso. Mas, já
agora, com os novos tempos eletrônicos, a diretoria da UBE, Levi Bucalem Ferrari na presidência,
tomou providências para se fazer outra revisão geral no regulamento do concurso.
Instantes memoráveis viveu o Juca Pato. Impossível citá-los, tantos foram eles. Destacamos, apenas,
a festa de entrega da estatueta a poetisa Cora Coralina, primeira intelectual mulher a receber o
prêmio (1983), que contou como batalhadora para a sua eleição com a poetisa Dalila Teles Veras.
Depois da festa foi servido, na sede da UBE, quase um jantar, com quitutes e bebidas variadas da
cozinha goiana, que de Goiás era Cora Coralina. Mas nada superou a homenagem de entrega do
troféu a Juscelino Kubitschek de Oliveira (1975). No auge do regime militar, o expresidente,
cassado nos seus direitos políticos, foi recebido como um estadista no exercício do mandato. A Folha
ofereceu-lhe um almoço, ele gravou um longo depoimento para o MISE (Museu da Imagem e Som do
Escritor, da UBE), e, à noite, na sede da UBE, onde se realizou a entrega do prêmio, houve uma
verdadeira “invasão” de escritores e admiradores do ex-presidente. A Rua 24 de Maio ficou tomada de
gente e os prédios em frente iluminados.
O Juca Pato, a maior láurea do País conferida a um escritor nacional, continua o seu curso, em pandas
velas. Houve apenas uma interrupção de dois anos de entrega do prêmio (1993-1994), devido ao
despejo da entidade da sua sede, surgindo, com isto, a inviabilidade para a realização do concurso.
Mas, mesmo assim, o espírito do Juca Pato se fez presente na bela homenagem que Fábio Lucas, na
presidência, organizou, com outras entidades culturais, para homenagear o historiador e crítico teatral
Décio de Almeida Prado, que tinha tudo para receber o troféu. A homenagem aconteceu em 18 de
novembro de 1994, no auditório da Biblioteca Mário de Andrade. A Scortecci Editora reuniu, num
belo livreto, todos os discursos saudando Décio de Almeida Prado, distribuído gratuitamente.
Retornou, inteiro e irreverente, o Juca Pato, em 1995. A láurea foi entregue nesse ano a Marcos Rey,
idealizador do concurso. Nada melhor para definir e sintetizar a importância desse prêmio do que as
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palavras de Afonso Arinos de Melo Franco, vencedor do concurso em 1973: “O concurso Intelectual do
Ano deixou-me muito satisfeito e perplexo. É o único concurso literário do País, com disputa
democrática amplamente aberta, e os intelectuais votantes, embora se dividam nas preferências,
nunca se dividiram no resultado, aplaudindo sempre o vencedor.”
O Juca Pato, pela sua importância e tradição nacional, merecerá, quando atingir os cinqüenta anos de
existência — e está próximo —, um livro, contando a história pormenorizada dessa personagem, que
saiu das páginas do jornal, transformouse em troféu para consagrar intelectuais, e jamais pensou em
morrer... A seguir, a relação completa de todos os vencedores do Intelectual do Ano, ano por ano,
com os respectivos livros premiados e votos recebidos. Em alguns anos apenas um candidato foi
inscrito para o concurso. Como prevê o regulamento, não havendo disputa o candidato único é
proclamado vencedor.
Ao longo de sua história os vencedores do concurso Intelectual do Ano foram: Santiago Dantas
(1962), 450 votantes, Política Exterior Independente; Afonso Schmidt (1963), 330 votantes, Tempo
das Águas; Alceu Amoroso Lima (1964), 472 votantes, Revolução, Reação e Reforma; Cassiano
Ricardo (1965), 332 votantes, Poemas Escolhidos; Caio Prado Júnior (1966), 601 votantes, A
Revolução Brasileira; Érico Veríssimo (1967), 457 votantes, O Prisioneiro; Menotti Del Picchia (1968),
476 votantes, Deus Sem Rosto; Jorge Amado (1969), 135 votantes, Tenda dos Milagres; Pedro
Antonio de Oliveira Ribeiro Neto (1970), 205 votantes, Pastor do Tédio; Josué Montello (1971), 319
votantes, Cais da Sagração; Cândido Mota Filho (1972), 258 votantes, Contagem Regressiva; Afonso
Arinos de Melo Franco (1973), 440 votantes, Rodrigues Alves, Vida e Obra; Raimundo Magalhães
Júnior (1974), 313 votantes, Olavo Bilac e sua Época; Juscelino Kubitschek de Oliveira (1975), 353
votantes, Meu Caminho para Brasília; José Américo de Almeida (1976), 311 votantes, Antes que me
esqueça; Luís da Câmara Cascudo (1977), 323 votantes, O Príncipe Maximiliano no Brasil; Sobral
Pinto (1978), 510 votantes, Lições de Liberdade; Sérgio Buarque de Holanda (1979), 230 votantes,
Tentativas de Mitologia; Dalmo de Abreu Dallari (1980), 1052 votantes, Futuro do Estado; Paulo
Bonfim (1981), 535 votantes, Praia de Sonetos; Carlos Drummond de Andrade (1982), proclamado
vencedor sem votação por não haver nenhum concorrente, Lição de Amigo; Cora Coralina (1983), 928
votantes, Vintém de Cobre, meias confissões de Aninha e Poemas de Goiás; Fernando Henrique
Cardoso (1984), 340 votantes, Les Idées à Leur Place; Frei Beto (1985), 718 votantes, Fidel e a
Religião; Antônio Callado (1986), 849 votantes, O amor nos Tempos de Cólera (tradução do livro de
Gabriel Garcia Marquez); Abguar Bastos (1987), 273 votantes, A Pantofagia ou as estranhas práticas
alimentares na selva; Barbosa Lima Sobrinho (1988), 352 votantes, O Problema da Imprensa; D.
Paulo Evaristo Arns (1989), 371 votantes, Clamor do Povo pela Paz; Ledo Ivo (1990), 584 votantes;
Crepúsculo Civil; Fábio Lucas (1991), candidato único, Mineiranças e Fontes Literárias Portuguesas;
Rachel de Queiroz (1992), 396 votantes, O memorial de Maria Moura; Marcos Rey (1995), 563
votantes, Os Crimes do Olho-de-Boi; Luís Fernando Veríssimo (1996), candidato único, Novas
Comédias da Vida Privada; Sábato Magaldi (1997), candidato único, Panorama do Teatro Brasileiro;
José Mindlin (1998), candidato único, Uma vida entre livros; Jacob Gorender (1999), 329 votantes,
Marxismo sem Utopia; Octávio Ianni (2000), candidato único, Enigmas da modernidade – mundo;
Salim Miguel (2001), candidato único, Eu e os Corroíras; Gilberto Mendonça Teles (2002), 674
votantes, Contramargem; Alberto da Costa e Silva (2003), sem concorrentes, com o livro Um Rio
Chamado Atlântico; Luiz Gonzaga de Mello Belluzzo (2004), 339 votantes, Ensaios sobre o Capitalismo
no Século XX; Luiz Alberto Moniz Bandeira, candidato único, Formação do Império Americano (2005);
e Samuel Pinheiro Guimarães com a obra Desafios Brasileiros na Era dos Gigantes (2006).
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