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DIAGNÓSTICO Y MANEJO DEL DOLOR NEUROPÁTICO
Dr. Jose Manuel López-Millán
Entender el dolor neuropático (DN) es un aspecto clave para poder diagnosticarlo y tratarlo
adecuadamente. En circunstancias fisiológicas un estímulo doloroso activa neuronas sensitivas primarias
de alto umbral. Por el contrario a lo que sucede en el dolor nociceptivo, el DN se ocasiona por el daño
estructural o funcional del sistema nervioso central o periférico. La afectación funcional del sistema
nervioso puede producirse por un estímulo doloroso no neuropático persistente en lo que podríamos
denominar un “exceso de nocicepción”. El DN se caracteriza por una compleja combinación de déficits
sensoriales incluida la pérdida parcial o completa de sensación, disestesia o parestesia. Clínicamente
podemos establecer dos grandes grupos de signos y síntomas, los positivos (alodinia, hiperalgesia,
disestesia, parestesia, hiperpatía) y los negativos (hipoestesia, anestesia, pérdida de fuerza), en ocasiones
no menos incapacitantes. Al igual que otros síndromes de dolor crónico, el DN no aporta al paciente
ninguna ventaja biológica.
Muchas situaciones clínicas de DN se asocian a infección o inflamación. Con frecuencia, la activación
inmune se produce de forma simultánea a la lesión del sistema nervioso o de los tejidos adyacentes. Sin
embargo el DN se puede producir como consecuencia de la activación del sistema inmune aun en
ausencia de trauma neural o neuropatía. Tanto la lesión del sistema nervioso central y periférico como la
inflamación mantenida, se traducen en cambios en la expresión de genes en las neuronas del ganglio de la
raíz dorsal y en neuronas centrales. La neuroplasticidad neuronal inducida en las estructuras que procesan
los cambios nociceptivos, comparten mecanismos similares a los procesos de la memoria.
La complejidad de abordaje de todo síndrome de dolor crónico, en su doble vertiente sensorial y
emocional, siguiendo el modelo biopsicosocial tiene su máxima expresión en el dolor neuropático
craneofacial como producto de la activación aberrante de procesos periféricos, espinales y supraespinales.
Diversos estudios funcionales de neuroimagen (RNMf, PET, SPECT) han puesto de manifiesto la
implicación de una matriz central del dolor que determina aspectos sensoriales, afectivos, cognitivos y
atencionales de la percepción de dolor al tiempo que modulan la respuesta individual. Por ejemplo,
sabemos que el DN derivado de una lesión neural traumática puede ocasionar una reducción en el
volumen de la sustancia gris en el tálamo contralateral así como una reorganización cortical. Estos
cambios de la sustancia gris talámica se correlacionaron positivamente con el tiempo de evolución de la
lesión e implica directamente al tálamo en la patología traumática trigeminal que cursa con DN.
Con todo, el diagnóstico del DN es eminentemente clínico y suele realizarse a la cabecera del paciente.
Una historia clínica minuciosa acompañada de una exploración neurológica detallada suelen
proporcionarnos cuanto menos un diagnóstico fisiopatológico del DN. En este contexto, la evaluación de
la intensidad del dolor en una escala visual analógica (EVA) y la utilización de un cuestionario para DN
como DN4 o Pain Detect son dos recursos básicos de uso habitual en nuestra práctica clínica.
Por último, en el plano terapéutico, el DN parece ser sensible a nuevos grupos de fármacos no
convencionales, llamados co-analgésicos (antiepilépticos, inhibidores de la recaptación de noradrenalina
y serotonina, antidepresivos tricíclicos), que no vienen precedidos por los modelos preclínicos
tradicionales de dolor o por estados de dolor habitualmente experimentados por el ser humano. El
tratamiento estándar del DN craneofacial es farmacológico y muy similar al recomendado en otros
síndromes de DN como la neuralgia postherpética o la neuropatía diabética dolorosa. Mientras que las
tasas de respuesta para estas patologías ronda el 20-40%, en el caso de las neuropatías faciales no supera
el 10% como es el caso de la neuropatía postraumática del trigémino.
En este contexto, resultan clave aspectos como: una estrategia preventiva del DN craneofacial centrada en
la identificación de factores de riesgo, minimizar la agresión quirúrgica y establecer un tratamiento
multimodal del dolor agudo postoperatorio y mejorar la atención al paciente con DN craneofacial para su
tratamiento precoz o derivación cuando proceda.
La dificultad de comprensión del DN en una vertiente fisiopatológica, ya per sé compleja, la aún lejana
utilización de las pruebas funcionales de neuroimagen en nuestra práctica clínica habitual y la escasa
eficacia analgésica y evidencia científica de los fármacos disponibles para su tratamiento, son en mi
opinión barreras que debemos salvar para obtener óptimos resultados clínicos en este campo.
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