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Autora: Anabel Angélica Beliera
E-mail: [email protected]
Instituição de ensino superior: Universidad Nacional de La Plata –ArgentinaTitulação máxima: Maestranda en Ciencias Sociales (UNLP). Becaria de la UNLP con lugar
de trabajo en el Centro de Investigaciones Socio Históricas- Instituto de investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET).
Passaporte: 32974925N
Endereço: calle 5 numero 278 dpto 2
Telefone ( 0054 ) 221-15-5360915
Necesitamos que todos nos hagamos responsables. Del Estado como
esfera institucional al Estado como conjunto de prácticas y procesos.
Resumen
En la mayoría de los estudios de sociología del trabajo el Estado aparece como
mediador en la relación entre capital y trabajo, pero escasamente se lo ha analizado como
espacio laboral en si mismo. En esta ponencia me propongo contribuir a la conceptualización
de los ámbitos estatales de trabajo, a partir del análisis de mi trabajo de campo realizado en el
Hospital Provincial Neuquén Dr. Eduardo Castro Rendón -HCR- durante el año 2010.
A partir de una estrategia metodológica cualitativa basada en la realización de
observaciones participantes y entrevistas en profundidad, analizaré los distintos sentidos que
los trabajadores del HCR le asignan al Estado. El trabajo en un ámbito estatal se desarrolla en
un proceso de constante conflicto que impacta la organización y sociabilidad de los
trabajadores, por lo que su análisis requiere de una mirada atenta a las interacciones entre
diversos grupos localmente situados. Lejos de referir al Estado como una esfera autónoma,
armónica u homogénea, aquí analizaré al Estado como un conjunto de prácticas y procesos, a
partir del análisis de tres dimensiones registradas en mi trabajo de campo: separación y
jerarquización dentro del Estado, mixturación del Estado y “la comunidad”, y la referencia al
Estado como producto de la lucha.
Introducción: Del Estado como esfera al Estado como conjunto de prácticas y procesos.
Dentro de la sociología del trabajo, la fábrica ha sido el ámbito por excelencia para investigar
las características que asumen los procesos laborales, los entramados relacionales que se desarrollan
alrededor del trabajo, la relación entre identidad y prácticas gremiales, etc. Generalmente, el Estado
aparece únicamente como mediador en la relación entre capital y trabajo, y en escasas oportunidades
1
se lo ha analizado en tanto espacio laboral en si mismo. En mi investigación me propongo contribuir a
la conceptualización de los ámbitos estatales de trabajo, a partir del análisis de mi trabajo de campo
realizado en el Hospital Provincial Neuquén Dr. Eduardo Castro Rendón (HCR) durante el año 2010.1
Esta mirada orientada a aprehender las particularidades del Estado como espacio de trabajo
me llevo rápidamente a percibir que los trabajadores del HCR realizan una fuerte distinción entre los
ámbitos estatales y privados de atención de la salud2. De acuerdo a los relatos de los trabajadores, un
hospital público y una clínica privada se diferencian tanto en las características de los puestos y
procesos de trabajo como en las “concepciones sobre la salud” que fundamentan las lógicas de
atención sanitaria: de acuerdo a los sentidos nativos, en el sector publico predomina la concepción de
que la salud es un derecho que debe ser garantizado desde el Estado, mientras que en el sector
privada predomina “concepción de la salud como un negocio” puesto que generan ganancias a partir
de la atención sanitaria. Las características del proceso de trabajo se relacionan con las “concepciones
sobre la salud” que se tengan, puesto que las mismas condicionan el tipo de relación que se genera
con el paciente, los tiempos del proceso de trabajo, la utilización diferencial de tecnologías, etc.,
como se ve en el siguiente relato de Marcelo:
“No quiero decir que no haya médicos afuera bien formados técnicamente, pero
sacando honrosas excepciones -que las hay- una amplísima mayoría se comporta
con la idea de el paciente o la salud es un elemento de tipo mercancía. (…) Son
corporaciones financieras con médicos metidas en ellas y con otros que no son ni
médicos, que manejan esto claramente desde el rol de la mercancía. Afuera [del
hospital], una amplia mayoría entra en este juego. Cuando ves al paciente en 15
minutos y en tres horas viste veinti-pico de pacientes, estas aceptando esto.
¡Porque a un paciente no se lo puede ver en 15 minutos! Y eso a qué lleva, a
decirle ‘bueno, ahora hacé todo esto, más todo esto, más una tomografía y
1
En esta investigación se diseñó una estrategia metodológica predominantemente cualitativa, aunque se
utilizaron datos cuantitativos de manera complementaria, que me permiten analizar las acciones colectivas,
formas identitarias y trayectorias laborales de los trabajadores del HCR. La importancia del HCR se debe a que
se trata del hospital de mayor complejidad de la provincia, siendo el que más trabajadores emplea y en el que
más tempranamente se organizaron acciones colectivas para denunciar las consecuencias de las políticas
neoliberales en la salud pública. Se realizaron entrevistas semi-estructuradas en profundidad y observaciones
participantes en dicho hospital durante enero, mayo y agosto del año 2010. El trabajo que aquí presentamos se
ha elaborado a partir del análisis de 16 entrevistas semi-estructuradas en profundidad y los diarios de campo
elaborados durante ese periodo.
2
A lo largo de este trabajo, usaré cursivas sin comillas para remarcar expresiones relevantes del análisis
conceptual; en cambio las palabras en cursivas entrecomilladas buscan identificar las categorías nativas que
son objeto de reflexión. Por otro lado, para preservar la identidad de quienes me confiaron sus palabras, he
procurado garantizar su anonimato colocando nombres de fantasía a todos ellos. He decidido dejar los
nombres originales de los funcionarios de gobierno en tanto no establecí con ellos ningún compromiso en este
sentido y porque considero que ello hubiera incidido negativamente en el análisis desdibujando el contexto en
que se produjeron los acontecimientos.
2
volveme a ver la semana que viene’… y a lo mejor con eso después no tenés
resultados, y seguís sobre-generando para ver a dónde llegas con algo que podrías
haber resuelto hablando con el paciente.”
(Marcelo, sector de Internaciones)
En cierto sentido, a partir de esta distinción los trabajadores del HCR le otorgan un sentido
político a su puesto de trabajo, puesto que su desempeño laboral en el sistema de salud pública los
convierte en defensores de una cierta estatalidad en la atención sanitaria.
“Salud pública” y “salud privada” se me presentaban entonces como dos espacios con
dinámicas propias y opuestas dentro la atención sanitaria, cuyas características podía enumerar y
analizar de forma particular. De alguna manera, podía pensar que la dinámica de atención sanitaria
en el hospital público no se encontraría contaminada por la lógica de atención presente en las clínicas
privadas, y que al interior del HCR encontraría un espacio relativamente homogéneo con reglas de
juego específicas y reconocidas como válidas por todos los participantes.
En la raíz de esta diferenciación estaba la idea de que el Estado mismo podía ser representado
como una esfera homogénea y autónoma, formada por un conjunto de instituciones con funciones
especificas dentro de la vida social y que podían ser localizables espacialmente (en este caso en el
HCR). Asimismo, al estar caracterizado por reglas de funcionamiento propias, podía analizar a mis
informantes como actores económicos que persiguen metas con un norte, midiendo la conveniencia y
los efectos de las políticas públicas en cuanto a sus costos y beneficios calculables.
Se podría decir que había aquí tanto una visión ideológica como normativa del Estado. Por un
lado, bajo un cientificismo des-moralizado que divide la vida social en esferas con dominios y
funciones propias, justificaba el interés que ciertos actores estatales quieren imprimir sobre el Estado.
Así, esta visión ideologizada opacaba el hecho de que el Estado no tiene una función trascendente
que valga para todas las sociedades ni todos los momentos históricos, sino que es un campo de
fuerzas donde los distintos balances de poder van definiendo históricamente las formas legítimas de
actuación estatal. Por otro lado, esta conceptualización era normativa en tanto demarcaba
apriorísticamente cuál debía ser la lógica de actuación de los trabajadores del HCR, o en todo caso
evaluar cuánto se acercaban o se alejaban de lo que era su deber ser. Esta visión claramente
desconocía las distintas disputas y tensiones presentes en la definición de la actividad estatal y en la
gestión de las políticas públicas.
La desnaturalización de esta idea fue producto del registro de los múltiples conflictos internos
que se desarrollan en el HCR:
En primer lugar, los referenciales identitarios con los que interactúan los trabajadores del HCR
ponen en cuestión la idea del Estado como esfera uniforme, puesto que visibilizan diversos segmentos
constituidos cotidianamente en un proceso abierto y conflictivo. Los conflictos en los que se
3
involucraban los sujetos no refieren exclusivamente a la diferenciación con las clínicas privadas, sino a
la compleja trama de relaciones intra-estatales: “trabajadores y funcionarios”, “profesionales y noprofesionales”, distintos sectores de trabajo (laboratorios, quirófanos, neonatología, automotores,
lavaderos, etc.). En este sentido, la idea del Estado como un espacio homogéneo o uniforme se ve
cuestionada, pues la trama de relaciones interdependientes presente en el HCR muestra las continuas
disputas respecto a cuál debería ser la lógica de las políticas públicas de salud. La existencia de
conflicto imposibilita pensar en el Estado como un entramado uniforme.
En segundo lugar, mis informantes hacen referencia a “los funcionarios que quieren privatizar
la salud” o “las corporaciones médicas que quieren hacer negocios con la salud de los neuquinos”,
dando cuenta de una gran permeabilidad de lo estatal y no-estatal que dificulta la delimitación de una
frontera rígida entre una esfera pública y otra privada. La distinción entre Estado y no-Estado
presenta limitaciones que ponen en cuestión la idea del Estado como esfera autónoma.
A partir de los resultados obtenidos en mi trabajo de campo, aquí me propongo analizar los
distintos sentidos que los trabajadores del HCR le asignan al Estado, a partir del análisis de tres
procesos: separación y jerarquización dentro del Estado, mixturación del Estado y “la comunidad”, y
referencia al Estado como producto de la lucha.
“Plata hay, lo que no hay es vergüenza.”3 El Estado como patrón.
El año 2010, como tantos otros, ha sido un año de conflictos sindicales de los trabajadores
del HCR. Sumado a las disputas históricas del sector –cuestiones presupuestarias y por condiciones
de trabajo-, ese año se sumaron tres cuestiones particulares: en primer lugar, la problemática del
deterioro de los automotores -puesto que algunas ambulancias no se encuentraba en condiciones de
funcionar por falta de mantenimiento o combustible-; en segundo lugar, el deterioro del sector de
estadísticas del hospital -que se ha humedecido y perjudicado parte de los archivos-; y finalmente, el
conflicto por la inauguración de la nueva guardia de urgencias de adultos, cuya obra se encontraba
terminada pero aún no se habían creado los cargos administrativos y de limpieza necesarios para su
funcionamiento.
La disminución de calidad de la atención sanitaria no sólo es un tema de discusión en las
asambleas hospitalarias, sino también en los espacios de trabajo, locales sindicales dentro del
hospital y movilizaciones del sector. La construcción de la sensación de pérdida de derechos
individuales y sociales, la percepción de la capacidad de agencia para defenderlos y la conformación
de una identidad colectiva que los diferencie de “los funcionarios” son elementos que convergen en
un proceso de agudización del conflicto en las estructuras internas del Estado Provincial y en la
decisión de iniciar un “plan de lucha”. La construcción de un nosotros-trabajadores en oposición a un
3
Consigna escrita en afiche de convocatoria a asamblea inter-hospitalaria (año 2010).
4
otros-funcionarios del gobierno ha sido analizada en otra oportunidad (Beliera, 2012), pero me
gustaría detenerme aquí en el lugar que ocupa la figura del funcionario en tanto patrón en un ámbito
de trabajo estatal.
La negociación paritaria en un ámbito de trabajo estatal tiene ciertas particularidades. Dado
que el Estado no sólo aparece como mediador de la relación salarial sino también como empleador,
se puede afirmar que no se trata de una negociación tripartita en sentido estricto -con
representación del colectivo de trabajadores, del sector patronal y del gobierno- sino mas bien de
una negociación bipartita entre empleadores y empleados. Sumado a esto, el sector de salud pública
presenta una particularidad adicional en la regulación del derecho a huelga respecto de otros
ámbitos de trabajo estatal, puesto que se trata de un servicio esencial. Se considera que un servicio
es esencial cuando la interrupción de la actividad pudiere poner en peligro la vida, la seguridad o la
salud de toda o parte de la población (Ley 25.877); y se establece en estos casos la obligación de
garantizar la prestación de servicios mínimos que eviten su plena interrupción en momentos de
huelga. La Ley mantiene la potestad del Ministerio de Trabajo de fijar unilateralmente la extensión
de los servicios mínimos ante la falta de acuerdo entre las partes y se le otorga además la facultad de
incrementarlos cuando, a su juicio, resultaren insuficientes. De esta forma, la Argentina se aparta de
la recomendación expresa efectuada por la Comisión de expertos de la Organización Internacional
del Trabajo en 2003,
según la cual la determinación de los servicios mínimos no debería
corresponder al Ministerio de Trabajo sino a un órgano independiente (CENDA, 2006).
Obviamente, en los momentos de huelga en el HCR los funcionarios de gobierno provincial
no son interpelados como mediadores de la relación salarial sino en tanto patrones. De esta forma, la
construcción de la figura del funcionario como el patrón de la relación salarial permite la
construcción por oposición de una forma identitaria compartida entre el colectivo de trabajadores,
que posibilita la construcción de una relación de tipo Nosotros y Ellos. Es decir, el heterogéneo
colectivo de trabajadores estatales se ve unificado por la referencia a un Ellos compartido que es
personificado en la figura del funcionario, como se ve en la siguiente “intervención” de una
trabajadora en una “asamblea inter-hospitalaria”:
“Todos sabemos y hemos visto al gobernador Sapag últimamente en el ataque
que está realizando a los compañeros de educación. Y lo que me parece que
nosotros tenemos que hacer conscientes es que si van por los docentes, van por
todos. (…) Todos somos trabajadores, y en este punto tenemos muchas cosas que
nos unifican en tanto clase trabajadora. Tenemos el mismo patrón, tenemos la
misma obra social, todos tenemos salarios que no nos alcanzan para vivir, y en
este punto es que nosotros creemos que tenemos que estar todos juntos en la
calle. ¿Por qué? Porque el gobierno del MPN declara servicio esencial a la
5
educación y no le pone un peso [de presupuesto]. Igual que tampoco le pone un
peso a salud. ”
(Mirta, integrante de equipo psico-social)
El hecho de ser considerado trabajador estatal no es una cuestión que se desprenda
únicamente de la situación contractual, sino que es producto de un complejo proceso de invención
cultural (Jaquet, 1999). Ser trabajador no es un dato contextual sino que los actores lo toman y
utilizan para desarrollar sus estrategias y disputas (Beliera, 2012), puesto que delimita una frontera
interna en las estructuras del Estado provincial de “trabajadores estatales” y “funcionarios”.
De acuerdo a los sentidos nativos, estas dos categorías son opuestas. Dado que se identifica
como “funcionarios” a aquellas personas que ocupan puestos que son designados directamente por
el poder ejecutivo puesto son cargos políticos que varían con la gestión de gobierno, explica que no
todos los “trabajadores” puedan ser identificados como “funcionarios”. Sin embargo, nada invalidaría
la posibilidad de que los “funcionarios” sean considerados “trabajadores”, aunque sean de las altas
capas de la burocracia estatal. Sin embargo, los sentidos nativos asociados a la categoría de trabajo
en el HCR inhabilitan esta posibilidad. Por un lado, la noción de trabajo aparece vinculada al contacto
con la gente que lleva a los trabajadores a forjar un compromiso con la atención de la salud y la
defensa del sistema. Por otro lado, se enlaza a la aprehensión de un conocimiento técnico sobre la
atención sanitaria y un conocimiento sobre el funcionamiento del sistema de salud que les otorga el
derecho a intervenir cotidianamente en las decisiones de política estatal, disputando la gestión de las
mismas a los funcionarios (Beliera, 2012).
La interacción con los referenciales identitarios ligados al trabajo no se reduce a las
formulaciones abstractas de lo simbólico, sino que está claramente conectada y enraizada en las
realidades materiales y sociales históricas de la vida -aunque no son sencillamente derivados de
dichas realidades ni expresiones de las mismas- (Thompson, 1995). Al presentarse como
“trabajadores”, estos sujetos marcan una diferenciación y oposición con los “funcionarios”
identificados como patrones y al mismo tiempo generan lazos de solidaridad con otros trabajadores,
porque como dice Mirta: “tenemos el mismo patrón, tenemos la misma obra social, todos tenemos
salarios que no nos alcanzan para vivir, y en este punto es que nosotros creemos que tenemos que
estar todos juntos en la calle”.
En este sentido, este mecanismo forma parte de un lenguaje de la protesta (Roseberry, 2002)
que permite marcar una separación y jerarquización dentro de la estructura estatal. A través de esta
identificación y construcción de lazos de solidaridad con otros trabajadores, las demandas sindicales
del sector excedieron las cuestiones meramente corporativas y fueron utilizadas para incorporar en
6
ellas las demandas por el mantenimiento de una política estatista de atención sanitaria y el
mantenimiento de la calidad de atención.4
Las huelgas del sector fueron una forma de lograr simultáneamente dos procesos: por un
lado, un diálogo con los representantes del gobierno provincial como parte interviniente en la
relación salarial (como empleador y como ‘mediador’) que les permitió a “los trabajadores” poner en
discusión tanto las demandas sindicales relacionadas con la política salarial y las condiciones
laborales como las demandas relacionadas con las políticas publicas de atención sanitaria; por otro
lado, las huelgas fueron una forma de presentar públicamente sus demandas a “la comunidad” y
promover actividades de denuncia en forma conjunta con otras organizaciones del entramado
político neuquino (otros sindicatos, organización FAVEA5, colectivos de intervención artística,
organismos de derechos humanos, etc.) forzando el compromiso de respuesta de los funcionarios
gubernamentales.
El registro de estos conflictos me permitió desnaturalizar la idea de Estado como dominio de la
vida social relativamente uniforme y homogéneo. Los procesos de formulación de las políticas
publicas no pueden ser conceptualizados como procesos lineales que van de arriba hacia abajo –
comenzando por la formulación y terminando con la implementación, puesto que los procesos de
formulación de las mismas tienen un carácter complejo y plagado de disputas (Shore, 2010). En lugar
de buscar los signos de racionalidad administrativa y jerárquica que aparentemente provee vínculos
ordenados con los aparatos políticos y reguladores de un Estado burocrático centralizado, considero
que es más fructífero para el análisis evaluar las practicas y procesos en donde se relacionan
múltiples grupos.
Las tensiones y disputas presentes en el interior del Hospital Castro Rendón permiten reflexionar
sobre las condiciones de producción y reproducción del Estado, entendiéndolo como un campo de
fuerzas (Manzano, 2008) que es el resultado de múltiples presiones. En este sentido, el Estado es el
resultado de un heterogéneo entramado de relaciones e identidades en disputa, que tienen sentido
en contextos localmente situados. Las prácticas de los sujetos derivan en un proceso de separación y
4
Esta reflexión se originó a partir de la lectura del análisis que realiza Manzano (2008) respecto a la utilización
de la modalidad asociada a las demandas de tierra para incorporar en ella la demanda por trabajo.
5
La organización Familiares, Amigos y Vecinos de Enfermos Agrupados – FAVEA- fue creada en el año 2005 a
partir del decreto gubernamental que declaraba la emergencia sanitaria provincial, y estaba integrada por los
allegados de aquellos pacientes que conformaban la lista de espera para recibir atención quirúrgica en el
Hospital Castro Rendón. Víctimas del deterioro del sistema de salud, estos pacientes vieron la necesidad de
hacer propios los reclamos que tiempo atrás venían manifestando los trabajadores de la salud pública, y
movilizaron sus redes externas al hospital (en sus barrios, grupos de amigos, familia, etc.) para exigirle una
respuesta al gobierno. Y a pesar de que luego se presentaron dificultades para compartir espacios de
militancia, la importancia de esta organización en la ampliación de las redes de movilización en la defensa del
sistema de salud pública es especialmente valorada por los trabajadores del hospital.
7
jerarquización dentro del Estado pues, en tanto ámbito laboral, el Estado aparece fragmentado entre
trabadores y patrones – “trabajadores” y “funcionarios”-.
“La comunidad tiene que estar con los trabajadores”. La permeabilidad Estado/sociedad.
Aun aceptando la idea de que el Estado no es homogéneo, podía seguir en pie la idea que es un
dominio con reglas de juego especificas reconocidas como validas por sus participantes; es decir, la
idea de que se trataba de una entidad física con reglas autónomas dentro de la vida social. Sin
embargo, en mi registro de campo me topé con la imposibilidad de establecer una frontera rígida
que delimite esta supuesta esfera, puesto que lo estatal y lo no-estatal aparecen constantemente
mixturados. Si bien esto se visibiliza en diversas prácticas y procesos dentro de la vida hospitalaria,
aquí analizaré esta cuestión a partir de cómo aparece la “salud privada” y la relación con “la
comunidad” para los trabajadores del HCR.
A pesar de que el sistema de salud argentino es de tipo tripartito -compuesto por un sector
público, uno privado y uno de obras sociales-, en la provincia de Neuquén adquirió rasgos
fuertemente estatistas. Con la elección del primer gobierno provincial en el año 1958 comenzó la
implementación de políticas sociales para enfrentar los problemas sanitarios de la zona, basadas en
la formación de recursos humanos, el desarrollo de políticas migratorias para profesionales, la
ampliación de la infraestructura y la importación de tecnología, entre otras cosas (Taranda y otros,
2009). Sin embargo, a partir de la década del 70’ se vivió un lento proceso de liberalización y una
progresiva transferencia de recursos del sector público al privado, proceso que derivó en la
consolidación de un sistema de salud bifronte: con un subsistema público ampliamente legitimado, y
un sector privado robustecido, alimentado por las obras sociales (Taranda y otros, 2009). Durante la
gestión de Jorge Omar Sobisch (1991-1995, 1999-2003, 2003-2007) este proceso se agudizó,
viviéndose un proceso de vaciamiento y des-financiamiento del sistema público de salud y
fortalecimiento del sector privado.
Los cambios en la política sanitaria de la provincia se sintieron de forma particular en el HCR,
pues el aumento de la demanda de atención hizo visibles las limitaciones acarreadas por la falta de
presupuesto tanto en la compra de insumos como en la contratación de recursos humanos. Al hacer
referencia a este proceso, los trabajadores del HCR refieren a diversas políticas públicas que
avanzaban en dirección privatizante, haciendo cada vez más porosa la distinción entre salud pública y
privada:
“Acá tuvimos conflictos. Primero nos quisieron meter el arancelamiento, ¿qué
implicaba el arancelamiento? Evitar al gobierno que se haga cargo de la plata que
tiene que poner en salud, para que la misma sociedad tenga que pagar. Nosotros
nos oponíamos terriblemente al arancelamiento. (…)Bueno, fue todo una pelea,
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inclusive vino la Consultora [privada para implementar la autogestión
hospitalaria], y directamente ellos hablaban de tercearizar sectores…que
tercearizaron: de mantenimiento en la parte de calefacción, aire acondicionado, se
tercearizó ropería, lavadero - un lavadero espectacular lo desaparecieron, fue toda
una maniobra política-, esterilización con el óxido etileno está tercearizado, parte
de la limpieza, servicios generales…. Sí, hay sectores que se han tercearizado. Y no
se han tercearizado más porque ha sido una pelea, porque si no ya hubiéramos
tenido todo mucho más avanzado.”
(Daniel, sector de mantenimientos generales)
El hospital público se encontraba ahora atravesado por empresas privadas que
“tercearizaban servicios” y “consultoras” a las que se les solicitaba gestionar los recursos. En los
relatos de mis informantes los culpables de esta situación no son las empresas privadas que hacen
sus negocios dentro del sistema de salud publica, sino los “los funcionarios que quieren privatizar la
salud”. Lo paradójico es que esto formó parte de una política de Estado, ya que fueron los
funcionarios del gobierno provincial los que promovieron que la relación entre “salud pública” y
“salud privada” se torne cada vez más porosa. Es decir, no se trata de una contaminación del Estado
por parte de empresas privadas, sino de una decisión que fue tomada al interior de la estructura de
la burocracia estatal por parte de los “ministros inexistentes e incapaces de asumir un rol
protagónico”:
“En nuestra provincia, en la que se viene denunciando una crisis profunda en la
que está inmersa la salud pública, el Ministro de Salud neuquino Dr. Vicent se ha
comportado como un Ministro inexistente, incapaz de asumir el rol protagónico y
necesario para lograr el presupuesto necesario que permita el funcionamiento del
sistema o encarar soluciones frente a la crónica situación de falta de insumos,
medicamentos, y recursos humanos que éste padece. Es imposible pensar que en
este escenario donde es casi inexistente como prioridad política, provisto de
intereses político-partidarios que siguen privilegiando la salud como mercancía y
no como derecho, que la salud pública puede desarrollarse y ocupar el rol que
debería para enfrentar los desafíos que se presentan. (…) Para que la salud
cambie, necesitamos que todos nos hagamos responsables. Todos, no solamente
los trabajadores… la población se tiene que hacer cargo. ¡No puede el paciente
venir a las 4 de la mañana a pedir un turno! ¡No puede aceptar que un turno de
una cirugía tenga cuatro meses o tres meses o cinco meses de retardo!”
(Marcelo, sector de Internaciones)
9
Por un lado, Marcelo refiere a la salud pública como “derecho” de los ciudadanos que debe
ser garantizado por el Estado en oposición a la lógica mercantilizante de la atención en el sector
privado, intentando diferenciar ambas lógicas de atención sanitaria. Pero por el otro lado, se visualiza
la imposibilidad de separar ambas lógicas completamente, puesto que es el propio Ministro de Salud
el que “provisto de intereses político-partidarios que siguen privilegiando la salud como mercancía no
es capaz de asumir el rol protagónico y necesario para lograr el presupuesto necesario que permita el
funcionamiento del sistema”. Los trabajadores del HCR denuncian que dentro del entramado estatal
hay sujetos que violan la moral compartida en tanto permiten que la relación entre salud pública y
privada se haga más porosa y permeable, señalando la existencia de personas que a través de la
política estatal privatizan diversas partes del Estado.
En esta mixturación de la lógica estatal y la no-estatal se evidencia la imposibilidad de pensar
al Estado como una esfera autónoma con legalidad propia y distinta a otras esferas sociales. No se
puede afirmar que el Estado tenga reglas de funcionamiento diferenciales que sean reconocidas
como validas por todos sus participantes, puesto que al interior del mismo encontramos una
coexistencia conflictiva de distintas lógicas y creencias de lo que debería ser el Estado.
Frente a esta situación, Marcelo aclara que “para que la salud cambie, necesitamos que todos
nos hagamos responsables”, y extiende esta responsabilidad tanto a los trabajadores de los ámbitos
laborales estatales como a “la comunidad”.
La apelación a la comunidad no debe verse únicamente como una estrategia de alianza
política basada en un cálculo racional de los trabajadores del HCR. El hecho de presentar sus
demandas gremiales como demandas más amplias que abarcan al conjunto de “la comunidad” de
neuquinos tiene eficacia política porque activa mediaciones compartidas con dicha comunidad; es
decir, la responsabilidad de luchar contra el avasallamiento del derecho a salud pública es creíble
tanto para los trabajadores como para “la comunidad”. Los trabajadores se sirven de un repertorio
de categorías nativas que expresan ideas y valores compartidos con el auditorio (Soprano, 2005),
pues no hay eficacia política posible si el publico no adhiere a los presupuestos que sostienen los
discursos de los oradores en los actos políticos. Aquí no sólo se enuncian los aspectos programáticos
del reclamo sindical sino que también se producen significados respecto a lo que debería ser la salud
pública de acuerdo a las experiencias compartidas.
A través de estos actos de enunciación se intenta delimitar las lábiles fronteras entre
distintos espacios y tiempos del Estado, creando identidades sociales a partir de las cuales los actores
se definen a sí mismos -trabajadores y comunidad- y definen a los otros -funcionarios de gobierno-.
Pero esto no aparece de forma descontextualizada en los momentos de lucha contra los
“funcionarios”, sino que forma parte del trabajo cotidiano en el HCR, como vemos en el siguiente
relato de Jimena:
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“A mi el sueldo me lo paga el Estado, pero ¿quién le retribuye al Estado?: la
comunidad. Entonces ¿vos para quien trabajas? Para el común de la sociedad.
Entonces vos tenés que trabajar a conciencia, yo no te puedo decir ‘si quiero limpio
y sino no limpio’, no, vos limpia porque hay pacientes, porque se labura con seres
humanos.”
(Jimena, sector de mantenimientos generales)
La construcción de formas de identidades es clave tanto para la hegemonía como para las
practicas populares que luchan contra las relaciones de dominación (Nugent y Alonso, 2002). En las
huelgas de los trabajadores del HCR se ponen en juego tanto las demandas sectoriales corporativas
como las concepciones de lo que debería ser el Estado y las obligaciones de los gobernantes y los
gobernados.
La apelación a “la comunidad” se valida como una referencia a imperativos morales
(Thompson, 1995) que actualizan las disputas en torno a las obligaciones que el Estado debe
obedecer -respecto a la política sanitaria en particular y a la política social en general- en una
provincia con una experiencia de la estatalidad ligada a la garantía de derechos sociales y a la idea de
universalidad. Los rasgos fuertemente estatistas que adquirió el sistema de salud neuquino desde la
creación de la provincia (en el año 1955) 6 lo convirtió en un sistema de salud de referencia para toda
la región patagónica, siendo el HCR el hospital de mayor complejidad dentro del entramado
sanitario. Esta experiencia especifica del Estado (Das y Pool, 2008) que tienen los trabajadores y la
comunidad fundamentó luego esta suerte de responsabilidad de defender el sistema de salud y la
negación a aceptar el deterioro de la atención sanitaria –de acuerdo al relato de Marcelo-. Los
trabajadores y la comunidad se presentaron como defensores del derecho a un sistema de salud
“universal, gratuito y con accesibilidad”:
“Yo no comparto lo que dicen [sobre que] los hospitales públicos son para los que
menos tienen, para los más vulnerables. No, yo creo que el sistema público tiene
que ser universal, gratuito y con accesibilidad. Tengas o no tengas obra social. O
6
Neuquén e se convirtió en una provincia recién en el año 1955, desarrollando su perfil económico como
productor de energía (petróleo, gas y energía hidroeléctrica). El Estado neuquino no sólo se ocupó de
garantizar la acumulación privada sino que él mismo se presentó como un agente económico capaz de ponerse
al mando de las ramas productivas de la economía y afianzó un entramado productivo que, al no basarse en la
industrialización, se apoyó en la demanda y las inversiones del Estado, la expansión del gasto público y la
ampliación del sector servicios (Favaro y Bucciarelli, 2003). Producto de las regalías hidrocarburíferas e
hidroeléctricas el Estado provincial gozó de cuantiosos ingresos con los que financió extensas políticas de
cobertura de salud, vivienda, educación y comunicaciones, y tuvo una gran presencia en el mercado de trabajo.
La estructura económica de la zona y las características del Estado tienen su correlato en el sistema político,
puesto que la gran riqueza económica de la provincia posibilitó la aplicación de políticas de bienestar que
legitimaron al partido hegemonico Movimiento Popular Neuquino (MPN) y a su líder caudillista Felipe Sapag.
“Don Felipe” fue gobernador de la Provincia de Neuquén durante múltiples periodos (1963-1966; 1973-1976;
1983-1987; 1995-1999).
11
sea, que puedas elegir… que vos puedas decir ‘yo quiero ir al hospital público’. Y
para eso nosotros, como trabajadores, tenemos que tratar bien a la comunidad,
porque vos sos parte de la comunidad.”
(Ana, sector de neonatología)
Al incorporar a las demandas gremiales las demandas relacionadas con la calidad de la
atención sanitaria, la figura del “trabajador” de salud pública fue redefinida para incorporar en sus
luchas a otros miembros de “la comunidad”. La relación entre “trabajadores y comunidad” se hizo
cada vez mas estrecha en función de las disputas por la política estatal, y muchos trabajadores –
como Ana- insisten en resaltar que los trabajadores también son parte de la comunidad. De acuerdo
con los sentidos nativos, el trabajo en un ámbito estatal funda un compromiso con “la comunidad” e
impone el deber de “pelear en defensa de la salud pública” frente a la incapacidad de los
“funcionarios de asumir un rol protagónico”.
En lugar de concebir al Estado como un actor univoco y auto-consciente, considero que es
conveniente pensarlo como un espacio en donde se relacionan y se expresan múltiples grupos
(Bohoslavsky y Soprano, 2010). El análisis las políticas públicas precisa de una mirada atenta a las
múltiples interpretaciones en conflicto entre diversos actores localmente situados, puesto que –como
indica Shore (2010)- la formulación de políticas públicas es una actividad socio-cultural
profundamente inmersa en los procesos sociales cotidianos y en los mundos de sentido. El trabajo en
el Estado se desarrolla en un proceso de constante conflicto que impacta la organización y
sociabilidad de los trabajadores, por lo que su análisis requiere de una mirada atenta a las
interacciones entre diversos grupos localmente situados.
El registro de esta permeabilidad entre la lógica estatal y no-estatal así como de los procesos
de mixturación del “Estado” y “la comunidad”, me permitieron poner en discusión la idea de que el
Estado es un dominio de la vida social definido por reglas de juego propias, especificas y autónomas.
Es necesario apartarse de la consolidada imagen del Estado como forma administrativa de
organización política racionalizada, para comenzar a analizar cómo las prácticas de los sujetos
moldean las practicas políticas del Estado (Das y Poole, 2008).
El Estado como producto de la lucha.
Los momentos de huelga en el HCR son un momento privilegiado para registrar la
mixturación de los trabajadores de salud pública y “la comunidad” en los procesos de confrontación
con “los funcionarios”. La huelga es una modalidad de intervención que tiene a los funcionarios como
interlocutores principales, puesto que se trata del empleador al que se orientan las demandas
sindicales por mejoramiento de las condiciones de trabajo, actualización del salario, y mejoramiento
de la calidad de atención sanitaria. Esto evidencia la imposibilidad de describir al Estado a partir de la
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metáfora de la esfera homogénea, ya que se trata de un entramado de relaciones conflictivas y
cambiantes.
Se trata de una lucha hacia y desde el Estado, pues los sujetos que demandan respuestas del
Estado son al mismo tiempo parte del entramado estatal. Asimismo, de acuerdo a los sentidos que
los trabajadores del HCR le atribuyen, las huelgas del sector son luchas contra y a favor del Estado:
por un lado, se plantean disputas y conflictos en torno a la política estatal que son vividos por los
sujetos como una oposición a un modelo de Estado neoliberal; y por el otro lado, esta lucha es vivida
por ellos como una cierta defensa de la estatalidad. Paradójicamente para salvar algo del Estado hay
que luchar contra el Estado, como se ve en el siguiente relato de Ana:
“Estamos convencidos que la salud pública es más que necesaria, sobre todo en un
Estado de tanta desigualdad social planteado desde los 90’ en adelante. En los 90
se habla del retiro de Estado… lo retiran de la educación, lo retiran de la salud…
con las reformas tan escandalosas que hicieron en su momento los hospitales
públicos quedaron inermes. Entonces los trabajadores, o por lo menos los que
estamos frete a este desafío [de participar activamente de un sindicato] no
estamos nada más que para defender los derechos de los trabajadores… como
gremialistas no solamente tenemos que defender los derechos de los
trabajadores, sino también la accesibilidad, la gratuidad y la universalidad de la
salud.”
(Ana, sector de neonatología)
Ana resalta que los trabajadores deben luchar contra un modelo de Estado “de tanta
desigualdad social planteado desde los 90’ en adelante”, en función de “defender” el derecho a la
salud. De acuerdo a los sentidos nativos, las huelgas del sector son una forma de defender los
derechos conquistados por la comunidad, enfrentándose a los funcionarios y disputándoles los
modelos de gestión e implementación de políticas sanitarias. En tanto se ponen en juego distintas
concepciones de lo que debe ser el Estado, se puede afirmar que se trata de luchas contra un
modelo de Estado y a favor del mantenimiento de la presencia del Estado en el sistema de salud.
La noción de derecho representa una noción legitimadora (Thompson 1995) de las demandas
sindicales, que les permite a los trabajadores disputar la actual formulación de políticas públicas de
atención sanitaria apelando a las costumbres, normas y expectativas sociales configuradas en la
tradición populista/desarrollista llevada a cabo en las décadas del 60’ y 70’. “Don Felipe” Sapag
difundió una visión paternalista del Estado que les reservaba a “los funcionarios” el papel superior de
calmar las tensiones del organismo social, presentando al Estado como un árbitro neutral del interés
publico y sosteniendo su aparente trascendencia de los intereses sociales particulares (Neugent y
Alonso, 2002).
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La construcción de esta noción legitimadora del Estado basada en la garantía neutral del
interés público no es apropiada de una forma lineal por los trabajadores, sino que los mismos la
modifican a partir de su experiencia. Por un lado, los funcionarios podían legitimar su intervención en
la política sanitaria porque se presentaban como los árbitros neutrales de los problemas de la
comunidad; y por el otro lado los trabajadores y la comunidad podían apelar a la misma noción
legitimadora para obligarlos a mantener los compromisos forjados en el pasado. La apelación a una
tradición selectiva del pasado del gobierno provincial ofrece narrativas retóricas que le sirven a los
trabajadores para condenar el presente (Shore, 2010) y reformular las reglas de funcionamiento
estatal. 7
La reconstrucción de las relaciones entre los funcionarios , los trabajadores ycomunidad a
partir de la demanda de derechos apela a una norma de comportamiento estandarizada de
intervención estatal, experiencias de vida y organización colectiva constituida históricamente en la
provincia de Neuquén. Esto no emana únicamente de normas legales o declaraciones universales de
las obligaciones del Estado, sino de los compromisos fundados históricamente que se imponen como
obligaciones a los gobernantes. Considero que para el análisis de las huelgas del sector es necesario
un abordaje que desplace la mirada del acontecimiento o la protesta para estudiar las tramas de
relaciones y la experiencia de vida de las personas (Manzano, 2008; Fernández Álvarez, 2010).
Con muchas de sus huelgas los trabajadores consiguieron que los funcionarios del Estado
reconocieran aquello por lo que habían peleado y no al revés; es decir, los funcionarios no
obtuvieron de los trabajadores el reconocimiento de la legitimidad de sus dictámenes sobre la
modificación de la atención sanitaria, sino que modificaron las reglas de juego decretadas por “los
funcionarios” a partir de sus luchas. El proceso de demanda y movilización social puede abrir
espacios de disputa desde los que se redefinen o reorientan políticas y acciones estatales (Fernández
Álvarez, 2010). En este sentido, Daniel (sector de mantenimientos generales) me explica que, si bien
en el espacio hospitalario se evidencian las políticas de deterioro y des-financiamiento, sin la “pelea”
de los trabajadores “hubiéramos tenido todo mucho más avanzado”.
A partir de sus luchas, los trabajadores quebrantan la aparente solidez generalmente
atribuida al Estado, puesto que evidencia que al interior del mismo no encontramos una creencia en
una política univoca. El análisis de las disputas en torno a la política pública de salud en la provincia
de Neuquén confirma la tesis de Trouillot (2001) respecto a que el poder del Estado no tiene una
fijeza institucional consolidada sobre bases teóricas ni históricas.
7
Si bien aquí no me ocuparé en detalle de la reconstrucción histórica de esta demanda sindical, es claro que
este proceso tiene que ser analizado en su temporalidad puesto que las demandas y relaciones con los
funcionarios del gobierno se fueron redefiniendo históricamente a partir de las conquistas o derrotas
sindicales.
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Conclusiones
Mi trabajo de campo en el Hospital Castro Rendón y el registro de los múltiples conflictos que
allí se desarrollan me permitieron relativizar mis primeros supuestos respecto al Estado. En esta
ponencia he analizado tres procesos de la política pública de salud provincial que ponen en cuestión
la idea del Estado como esfera homogénea y autónoma, formada por un conjunto de instituciones
localizables espacialmente y con funciones especificas dentro de la vida social.
En primer lugar, se da un proceso de separación y jerarquización por medio del cual el Estado
aparece fragmentado entre trabadores y funcionarios/patrones, poniendo en cuestión la idea del
Estado como dominio de la vida social relativamente uniforme y homogéneo. En lugar de buscar los
signos de racionalidad administrativa y jerárquica que aparentemente provee vínculos ordenados con
los aparatos políticos y reguladores de un Estado burocrático centralizado, considero que es más
fructífero para el análisis evaluar las practicas y procesos en donde se relacionan múltiples grupos.
En segundo lugar, se da un proceso de mixturación del Estado y “la comunidad” que marca la
imposibilidad de pensar al Estado como una esfera autónoma con legalidad propia y distinta a otras
esferas sociales. A través de la apelación a la comunidad, los trabajadores intentan delimitar fronteras
entre distintos espacios y tiempos del Estado, creando identidades sociales a partir de las cuales los
actores se definen a sí mismos -trabajadores y comunidad- y definen a los otros -funcionarios de
gobierno-. En este sentido, no se puede afirmar que el Estado funcione como una esfera autónoma
con reglas reconocidas como validas por todos sus integrantes, puesto que encontramos una
coexistencia conflictiva de distintas lógicas y creencias de lo que debería ser el Estado.
En tercer lugar, las prácticas de los trabajadores del HCR dan cuenta de un proceso de
constitución del Estado a través de “la lucha”. Se trata de luchas desde y hacia el Estado, puesto que
los sujetos que se enfrentan forman parte de distintos sectores del entramado estatal; y al mismo
tiempo son luchas contra y a favor del Estado en tanto estos procesos son vividos por los trabajadores
como una defensa de la estatalidad a partir de la oposición a un modelo de Estado neoliberal.
Paradójicamente para salvar algo del Estado hay que luchar contra el Estado.
A la luz de este análisis, considero que el Estado no puede ser entendido como un espacio en
cual el diseño de las políticas públicas se desenvuelve armoniosamente desde las altas capas de la
burocracia estatal hasta los trabajadores que las aplican; sino que debe ser analizado de forma
relacional, resaltando las tensiones y disputas en su interior así como el impacto de las mismas en los
procesos de organización y sociabilidad de “los trabajadores”, “los funcionarios” y “la comunidad”.
Considero útil pensar al Estado como un campo de fuerzas, en donde la configuración del
escenario de disputa es constituido de forma conjunta por las políticas estatales y las modalidades de
acción de los grupos subalternos (Manzano, 2008). La disputa por control de los recursos humanos,
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materiales y simbólicos conlleva a que el diseño y ejecución de políticas públicas es un resultado
negociado entre actores sociales con desigual poder, pero igualmente implicados (Frederic y Soprano,
2008). Lejos de ser un actor unívoco y auto-consciente es conveniente pensar al estado como un
espacio en donde se relacionan y se expresan múltiples grupos (Bohoslavsky y Soprano, 2010),
resaltando los procesos socio-culturales y en los mundos de sentido que generan.
En suma, no se puede afirmar que el Estado sea una cosa que exista como tal, sino más bien
un conjunto de prácticas y procesos que deben ser analizados contextual e históricamente.
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