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El Sistema Monetario y Financiero Internacional Mundial desde Bretton Woods hasta
la actualidad : el refuerzo de la dinámica “centro-periferia”
___________________________________________
Juan Barredo Zuriarrain*
Eje temático: América Latina: Estrategias Nacionales e Integración Regional
Palabras clave: Sistema Monetario Internacional, Centro-Periferia, Asimetría, Divisa, Dinero
Bancario, Soberanía, Dolarización
Para la exposición necesitaré un ordenador con Power Point y un proyector.
La dinámica “centro-periferia”, desarrollada entre otros por los teóricos de la dependencia, nos
dota de instrumentos valiosos para interpretar el panorama geopolítico mundial así como las
estrategias económicas de los países. Numerosos factores de tipo político, comercial, humanos,
sociológicos... ayudan a interpretar dicha interrelación entre centro y periferia mundiales y las
realidades internas a cada región. En este trabajo sostenemos que la actual arquitectura monetaria
mundial refuerza la dinámica centro-periferia a través de la reproducción de ciertas asimetrías cuyo
origen hay que buscarlo en las bases teóricas de los Acuerdos de Bretton Woods.
La estructura monetaria internacional forma parte de las instituciones necesarias al sistema
capitalista, las cuales se modifican a lo largo de las diferentes etapas de regulación del propio
sistema En este sentido, podemos observar una evolución particular del Sistema Monetario
Internacional (SMI) para responder, en cada contexto histórico, a los desafíos planteados por la
acumulación de fuerzas respetando y consolidando la relación de fuerzas entre actores característica
de cada momento. Sin embargo, en dicha evolución del SMI, desde los años 50 se han venido
consolidando las asimetrías de las que hablábamos. Y en la última década, ésta se han hecho más
visibles y su identificación resulta esencial para comprender los cambios incipientes en las
* Juan Barredo es Doctorando en la Universidad del Pais Vasco (España) y en la Université Pierre Mendès France
(Francia), y es profesor asistente en ésta última. Así mismo, pertenece al Colectivo Economía Crítica y Crítica de la
Economía www.economiacritica.net. Tlfno: 0034615709876 Dirección Electrónica: [email protected]
relaciones monetarias entre países.
Analizaremos, para comenzar, la existencia de asimetrías en las relaciones económicas en
general. Y para el estudio del marco económico internacional que haremos posteriormente, nos
serviremos del enfoque aportado por los teóricos del concepto “centro-periferia”. Este análisis
previo sera efectivamente necesario para probar, posteriormente, que la organización monetaria
internacional existente refuerza la citada tendencia centro-periferia. Este texto sera, por lo tanto,
dividido en dos partes.
En una primera parte, recordaremos brevemente los principales enfoques teóricos y el análisis
que cada uno de ellos hace acerca de la existencia de asimetrías intrínsecas a las relaciones
económicas entre diferentes agentes. Acabaremos esta primera parte con un estudio teórico sobre la
estructura de las relaciones monetarias simétricas existentes en una economía bancaria. Estos dos
estudios previos nos permitirán comprender, en una segunda parte, la existencia de asimetrías en la
estructura de pagos internacionales.
I. Simetría y asimetría en las relaciones económicas
La literatura económica nos permite identificar bastantes enfoques que adoptan, con más o menos
flexibilidad dos puntos de vista generales: las relaciones económicas son simétricas o asimétricas.
Las primeras lineas de esta primera parte estarán dedicadas a la confrontación de dos grandes
familias de teorías económicas en su estudio del carácter simétrico o asimétrico de las relaciones
económicas. Después de haber constatado la existencia de asimetrías a diferentes niveles,
observaremos que, en cuanto a la realización de pagos, los agentes económicos que pertenecen a
una misma zona monetaria están sujetos a una estructura forzosamente simétrica.
I.1
La economía política: una economía de clases frente al enfoque
horizontalista moderno
Dos grandes enfoques teóricos integran hipótesis antagónicas acerca del rol de los individuos
en la esfera económica: la teoría moderna y las alternativas próximas a la economía política.
El primero, heredero de la teoría marginalista (Walras 1874-7, Jevons 1875) y fiel al
individualismo metodológico (Menger, C. 1883, Popper, K 1988) centra su análisis en las
interacciones de actores homogéneos qui compran y venden bajo ciertas condiciones que hacen
posible llegar a un equilibrio óptimo [Knight (1921), Hicks (1956), Arrow K.J and Debreu G
(1954), Debreu (1982)]. Este razonamiento fue utilizado posteriormente por los monetaristas para
justificar las políticas de libre cambio a escala mundial (Friedman, M. 1962). Siguiendo este
enfoque podríamos considerar el mercado como el garante de la horizontalidad de las relaciones
entre los agentes económicos para el beneficio de todos.
Contrario a la teoría moderna, el segundo gran grupo reúne teorías bastantes diferentes entre sí
pero que comparten todas ellas la hipótesis según la cual existirían diferentes clases de agentes en la
economía, determinadas por el tipo de relación entre ellas. Nos referimos aquí a las corrientes de
pensamiento que se inspiran del corpus teórico llamado clásico, el cual divide la sociedad capitalista
en clases sociales por intereses económicos opuestos.
En una economía capitalista, el principal conflicto hace su aparición en el proceso de
producción, en la relación entre la clase capitalista y los asalariados. Según el economista Karl
Marx, entre estas dos clases, lejos de encontrar una relación de intercambio de igual a igual, se
distingue una relación de explotación sistemática de la primera a la segunda. El asalariado vende su
fuerza de trabajo a la clase capitalista para obtener un salario. El capitalista obtiene un valor mayor
que aquel del salario pagado: la plusvalía.
La relación entre capitalistas y clase obrera es la base desde la que Karl Marx aborda la
economía. Toda su explicación de la economía capitalista comienza con la constatación de la
existencia de una relación de explotación entre personas en todo proceso de producción: esta es la
relación del capital. Por un lado, el capitalista, propietario de los medios de producción y del otro,
aquel que acepta someterse a una relación salarial y vende su fuerza de trabajo para obtener un
salario. ¿En qué difiere este análisis del que hace Walras y sus discípulos acerca de las operaciones
económicas? La diferencia principal reposa en la forma de entender la naturaleza de la esfera
productiva. La teoría moderna lo reduce todo, incluso los procesos productivos, a una compra venta
entre agentes homogéneos. El análisis marxista distingue la esfera de la circulación, donde sólo hay
intercambio de bienes diferentes con valores idénticos, a la esfera de la producción, donde
encontramos el origen de la plusvalía. El capitalista adquiere unos insumos (materia prima,
infraestructura, gastos corrientes, mano de obra...) por un valor y vende su producto final por un
valor superior. La diferencia se debe al valor aportado por la fuerza de trabajo, superior a la
remuneración de la misma. No hay por lo tanto, un intercambio de valores idénticos entre capitalista
y asalariado, sino una explotación sistemática.
Esta separación entre capitalistas y asalariados es central, aunque sea presentada de otra forma,
en muchos otros autores clásicos como James Steuart (1767/1966) o incluso fuera de dicha
corriente. Incluso Keynes se expresa en términos de empresarios y trabajadores y de una relación
salarial existente entre ellos. Sin embargo, como no defiende la explicación del valor-trabajo, no
encontramos en su reflexión ninguna explicación sobre el origen de la plusvalía Entre Keynes y
Marx, existe una serie de autores que se adhieren a corrientes (post-keynesiana, inflacionista, etc.)
que analizan la dinámica de la economía capitalista integrando en ella elementos de Keynes y Marx.
Ellos también diferenciarán entre capitalista y asalariado pero los elementos definitorios serán
diferentes en función de la interpretación teórica de cada cual.
No obstante, el análisis capital-trabajo no se limita para los clásicos, a la esfera de la empresa.
Este es utilizado por ejemplo, por David Ricardo para desarrollar su teoría de las ventajas
comparativas y postularse como teórico del libre cambio internacional. Argumenta su posición
explicando que la forma última de hacer presión por parte de la clase empresarial sobre el nivel de
salarios de los trabajadores más allá del nivel de subsistencia de un momento dado es hacer bajar el
mismo coste de subsistencia. Y para ello, anima a abrir las fronteras para importar los productos de
subsistencia a un precio menor que el nacional. La supresión de barreras arancelarias a la entrada de
bienes producidos en el extranjero, aplicada a nivel multilateral, llevaría a
cada país a
especializarse en la producción de bienes en la cual tiene una ventaja comparativa en relación a
otros países.
Encontramos en este razonamiento algunas características que hacen referencia a la División
Internacional del Trabajo (DIT) que encontraremos más tarde en la literatura marxista y la de otros
investigadores de la esfera internacional. Según estos, en función de la DIT, algunos países se
centrarían en la producción y exportación de materias primas y productos básicos y otros, en virtud
de sus capacidades en el momento de la apertura comercial, podrán especializarse en una
producción más compleja, de tipo industrial.
Para estos autores (Wallerstein 2007, Arrighi, G. Amin, S. 2002, Emmanuel, A.1985), el estudio
de la relación de explotación en la esfera global resulta central para comprender la dinámica de la
economía capitalista. Una relación jerárquica se impone fundamentalmente en el comercio
internacional y se refuerza gracias a la degradación de los términos de intercambio para los países
menos industrializados, fenómeno explicado por la Ley de Engel (Engel 1857)
Esta jerarquía se refleja en la clasificación entre centro y periferia de los diferentes países
integrados en el proceso de acumulación capitalista. El primer grupo (centro o core en inglés)
reuniría a países que han podido beneficiarse del importante desarrollo tecnológico fruto de las
revoluciones industriales, apoyados por Estados fuertes. La periferia, por su lado, aglutina países
que fueron incorporados al sistema capitalista en función de la necesidad de los países del centro.
Este segundo grupo tendría economías especializadas en la exportación de bienes de débil valor
añadido a los países centro.
Uno de los puntos enriquecedores de este enfoque para la teoría económica es su aspecto
dinámico. Considera implícitamente que no se puede estudiar las relaciones comerciales como una
sucesión de periodos independiente unos de otros, en los cuales los países, en relación de igualdad y
horizontalidad, toman decisiones de producción en función de los precios de mercado. El punto de
partida de análisis de las relaciones económicas internacionales es, al contrario, el considerar la
existencia de una DIT histórica a partir de la cual se crean, se acentúan y cambian las tendencias
que afectan a la estructura económica de cada país. La estructura económica de todo país esta
condicionada y marcada en cada instante por su posición en la dinámica mundial del centroperiferia.
El capital de los países del centro se benefician, según Wallerstein, de la transferencia de un
excedente desde la zona periférica gracias las diferencias de estructura económica entre zonas. Esto
refuerza el proceso de acumulación de capital del centro y, por lo tanto, el progreso técnico del
centro. Este fenómeno, añadido a la degradación de los términos de intercambio de los bienes
primarios, agrava las desventajas de los países periféricos (Di Filippo, 1988, p.8).
La identificación de una estructura centro-periferia, con raíces históricas y con dinámicas
internas a cada zona nos dan elementos potentes para contradecir para afirmar la existencia de
relaciones asimétricas en la economía internacional. Tal conclusión se opone frontalmente a la
hipótesis de horizontalidad absoluta que permite a la teoría moderna explicar
la economía
internacional en base a relaciones simétricas entre países. La naturaleza de los flujos económicos
entre diferentes zonas geográficas, así como la existencia de instituciones que la refuerzan,
demuestra la existencia de tal jerarquía entre zonas. Sin embargo, no es nuestra intención
detenernos en la caracterización de los flujos económicos entre regiones del mundo, pasar a la
cuestión monetaria.
I.2
El pago monetario: una simetría necesaria
El desarrollo de las formas capitalistas ha permitido la generalización, en los países que han
adoptado parcial o completamente este sistema, de una economía de dinero bancario.. Los bancos
poseen el monopolio de la emisión de crédito para los pagos entre agentes económicos, por medio
de la anotación en sus balances contables de las operaciones de débito y crédito simultaneas. La
naturaleza de este dinero, como lo indica Bernard Schmitt(1975), es doble. El dinero bancario es
simultáneamente activo y pasivo. Por esta razón, no puede haber una operación económica grabada
en el lado del activo sin que, por otra parte, se modifique el pasivo. Los bancos centralizan este
doble movimiento de forma que no puede haber un sistema de pagos en la economía sin estos. Para
la realización de un pago, hace falta que una institución actúe de intermediario efectuando, de parte
del agente deudor, el pago al cobrador (Rossi 2007, Schmitt 1975). De esta forma, en el interior de
una zona monetaria, los bancos comerciales sirven de intermediarios para el pago entre agentes, así
como para el pago entre los bancos comerciales hará falta la intervención del Banco Central. Una
estructura piramidal que resulta fundamental para el funcionamiento correcto de la zona monetaria.
Si un agente A decide compensar a B, pero no con la deuda de una institución monetaria
superior (IM), sino con un título propio de deuda privada, el agente B podrá aceptarlo o no, pero el
pago monetario no habrá tenido lugar, porque A no se habrá liberado de su deuda. Lo que el agente
A habrá hecho será reconocer su deuda hacia B. Sin embargo, si el agente A utiliza la deuda de IM
para pagar a B, esta le habrá liberado de su reconocimiento de deuda. Schmitt explica, en este
sentido, que el dinero tiene una fuerza liberadora; « la monnaie a une force libératrice ». (Schmitt
1977, p. 23).
Y así como una IM es necesaria para efectuar el pago de deudas entre los agentes, la existencia
de una Banca Central superior a los bancos comerciales es básica
para garantizar el orden
monetario en una economía con muchos de estos. En el caso de una economía con un sólo banco,
las operaciones de pago monetario entre agentes serían simples movimientos de crédito y débito
entre agentes. Siendo todos ellos titulares de una cuenta en el mismo banco, se pagarían por medio
de la deuda emitida por éste. Por su lado, el banco no tendría más que registrar los movimientos de
los agentes en su balance. Pero la economía muestra la existencia de numerosas entidades bancarias
por zona monetaria, y por lo tanto, los agentes pueden mover su dinero de un banco a otro. Si un
cliente de la Banca A paga a un cliente de la Banca B con una deuda del propio A, esta banca habrá
emitido un reconocimiento de deuda a B, pero no habrá pagado. Sólo el Banco Central permite
entonces - como los bancos comerciales lo hacen con sus clientes - el pago de deudas entre los
bancos con una deuda superior. De esta forma, tanto para los agentes económicos como para las
bancas comerciales, el pago monetario requiere una estructura piramidal en la base de la cual se
encuentran el pagador y el cobrador.
Lo que hemos explicado hasta ahora no significa que haya ausencia de cualquier tipo de
asimetría en un sistema monetario nacional 1 , sino que en la realización del pago, todos los agentes
económicos, independientemente de su categoría, deben deben pedir un intercambio de deuda con
una IM superior para poder pagar a un tercero una deuda privada. El pago de un comprador con su
1
La simetría intrínseca al pago bancario no implica que los sistemas monetarios nacionales carezcan de toda
asimetría. Autores como Cartelier o Benetti (1980) subrayan la desigualdad de los diferentes agentes en el acceso al
crédito otorgado por las Ims.
propia deuda no será posible. Pero esta imposibilidad no se debe a una falta de confianza o a una
dificultad práctica, sino a una imposibilidad teórica . Podrá haber, si las dos partes están de acuerdo,
una transmisión de un reconocimiento de deuda. Pero no será un pago monetario tal y como lo
hemos definido aquí. La simetría en los pagos es, entonces, imposible de evitar.
II La arquitectura monetaria mundial desde Bretton
Woods: la jerarquización de monedas nacionales
El objetivo de la primera parte era doble. Por un lado hemos señalado las asimetrías naturales en
el corazón de las relaciones económicas capitalistas y hemos insistido en las tendencias creadoras
de desigualdades en la economía internacional. Y por otro lado, hemos mostrado el carácter
simétrico del sistema de pagos del interor de las zonas monetarias gracias a unas instituciones
superiores de tipo monetario que emiten una deuda utilizada como medio de pago entre agentes.
En esta segunda parte, intentaremos demostrar que en el Sistema Monetario Internacional,
debido a que la estructura piramidal interna a las zonas monetarias no es respetada en los pagos
entre países, las asimetrías observadas por los teóricos de la dinámica centro-periferia tienden a
acentuarse. Focalizaremos nuestro análisis en torno a tres grandes asimetrías. En primer lugar, que
los países emisores de divisa pueden pagar con su propia deuda. Según la segunda asimetría, los
otros países (los periféricos) están obligados en la práctica a seguir las políticas monetarias de los
países emisores de divisa. Y en un tercer lugar, la perdida de soberanía monetaria en un contexto de
movilidad creciente de capitales fomenta la formación de crisis más graves en los países periféricos
que en los centrales (emisores de divisa).
II.1
La construcción de una arquitectura monetaria de relaciones
desiguales: una aproximación teórica e histórica
La razón teórica de las tres asimetrías mencionadas se encuentra en el corazón de la arquitectura
monetaria internacional construida sobre la base de los acuerdos de Bretton Woods en 1944. En la
post-guerra, el diseño y creación de instituciones internacionales que permitieran la recuperación
económica resultaba una prioridad absoluta. La Banca Internacional de Reconstrucción y Desarrollo
(BIRD), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los primeros grandes acuerdos de libre cambio
debían asumir tal misión. En el plano monetario, el dólar pasaba a ser la única moneda convertible
en una cantidad fija de oro, teniendo que garantizar el resto de monedas la estabilidad de su tipo de
cambio respecto al dólar.
El hecho de limitar la convertibilidad en oro a una sola divisa cambia radicalmente la situación
en comparación con el sistema de patrón oro puro. En este último, el pago entre zonas monetarias
implicaba una pérdida de riqueza, una disminución de la parte del activo en la zona monetaria que
pagaba. Mientras que si la convertibilidad está restringida a una sola divisa -en este caso el oro- el
sistema bancario emisor de esta divisa gozará de ciertos privilegios.
El primer privilegio se vuelve efectivo una vez que el sistema monetario está consolidado y que
las Bancas Centrales de otras zonas comienzan a acumular stocks en divisa convertible sin pedir su
conversión. Si la confianza en la liquidez de tal moneda es generalizada, pero sobre todo, en el
momento en el que cada agente perciba que los otros aceptarán tal divisa en los pagos
internacionales, el país emisor podrá disponer de su moneda como si fuera oro. Pero una diferencia
significativa separa el oro y una divisa utilizada como instrumento para ajustar saldos. Mientras los
límites de producción del metal son físicos - los stocks de oro de los cuales la extracción resulta
rentable -, en el caso de la divisa, su oferta es mucho más elástica, siendo su única barrera la
confianza que los agentes tengan en la estabilidad de su valor.
Observamos aquí por lo tanto la primera asimetría: los países emisores de divisa pueden
compensar a los otros con su propia deuda. Así, estos países no dependen ya más de un stock de un
bien para medir su capacidad de endeudamiento. Dado que su moneda es aceptada a cambio de sus
compras, su pasivo contraído con prestamistas extranjeros podrá aumentar a la misma velocidad que
la oferta de moneda, a condición de asegurar la confianza de los otros agentes hacia la estabilidad
del valor de la divisa. Si volvemos al análisis de Schmitt desarrollado anteriormente, podríamos
considerar que el país emisor de esta divisa puede otorgar, en el intercambio por un producto
extranjero, un reconocimiento de deuda propio. Lo cual quiere decir que la zona monetaria realiza
un no-pago. Se está financiando por otras zonas, cuyos actores (privados y públicos) desean
disponer de una cantidad de divisa internacional para los pagos en sus operaciones exteriores.
Un aspecto impide, al menos desde un punto de vista teórica, la expansión infinita del crédito
extranjero: la confianza. El límite se impone donde los titulares de títulos en divisas comienzan a
dudar de la capacidad de rembolso en oro de sus haberes por parte de las autoridades monetarias
pertinentes2. Tal miedo puede acelerar las exigencias de conversión en oro y provocar una crisis del
valor de la divisa, y consecuentemente, una crisis de liquidez mundial.
Fue este problema emergente en el contexto de Bretton Woods que condujo al economista belga
2
Lineas más abajo, explicamos que en ausencia de dicho patrón metálico, el miedo de los agentes es acerca de la
capacidad de las autoridades monetarias a asegurar la estabilidad del valor relativo de su moneda.
Robert Triffin (1962) a denunciar la existencia de un dilema así como de una crisis deflacionista
mundial en potencia (derivada de una crisis de liquidez) que se estaría desarrollando en los años 60
a causa de los deficits crecientes corriente y público de los Estados Unidos observados ya desde los
años 50. (ver Rueff, 1971, pp. 25-31) .
La razón final que explica la ausencia final de tal crisis de liquidez se encuentra en la propia
evolución del sistema de patrón oro-dolar hacia un sistema de patrón dólar. ¿Pero cómo llegar a
comprender que tal evolución se hubiera producido sin una gran crisis, sin un cambio institucional
brusco? Recordando el razonamiento de Paul De Grauwe (1999) en lo que él llamaba el problema
N-1, nos damos cuenta de que esta transición es el resultado de una aceptación internacional del
leadership del dólar en la esfera de las operaciones económicas internacionales y de la actitud
prudencial de los otros países para que este rol central de la divisa estadounidense no fuera en
ningún momento cuestionado.
A través del problema del N-1 explica que “en un sistema que comprende a N países, no hay
más que N-1 tipos de cambio independientes unos de otros.” (1999, p. 55). Hay por tanto una nésima moneda en torno a la cual los otros N-1 países podrán fijar el precio relativo de sus monedas.
Si se quiere conservar una estabilidad en el precio entre monedas, hará falta una política monetaria
diseñada para ello por cada institución emisora de las N-1 monedas. El país emisor de la moneda
que se acuerda como referencia tiene de esta forma una autonomía en relación a los otros. Una
autonomía de la que se puede servir para fijar un objetivo común o que puede utilizar en beneficio
propio. Tal era el caso de los acuerdos de Bretton Woods, que establecían el dólar estadounidense
como la moneda de referencia en torno a la cual se debía asegurar la estabilidad del valor del resto
de monedas3. El dólar emerge entonces como una divisa de referencia mundial. Por un lado, es la
única moneda convertible en oro, en caso de demanda de los Bancos Centrales, en un momento
histórico donde los Estados Unidos poseían las tres cuartas partes del stock de oro (Aglietta, M.and
Moatti, S. 2000, p 23). Y por otro lado, al delegar la obligación de mantener estables los tipos de
cambio, los Estados Unidos podían aplicar una política monetaria que respondiera exclusivamente a
sus intereses, bajo la condición teórica de asegurar la convertibilidad en oro a una tasa de $35 la
onza. El resto de países signatarios de los acuerdos de BW debían, consecuentemente, asegurar la
estabilidad del tipo de cambio de su moneda respecto al dólar, y por otro lado, asegurar su
estabilidad interna4, lo que implicaba tener que seguir las políticas de los Estados Unidos (De
Grauwe 1999, pp. 66-69). Recordemos que al principio del apartado señalábamos ésta como la
3
Otro ejemplo explicado por el autor en su obra es el de la Serpiente Monetaria puesta en marcha en las
primeras etapas de convergencia monetaria europea, en los años 90.
4
En este sentido, hay una frase atribuída al Secretario del Tesoro Estadounidense (1971-1972) John Bowden
Conally, que afirma:« The dollar is our money and your problem ». El dolar es nuestra moneda, pero es vuestro
problema.
segunda de las asimetrías: los países sin divisa que poder emitir deben seguir prácticamente la
misma política monetaria que los países emisores de divisas.
Esta capacidad de los Estados Unidos de transmitir la responsabilidad de la estabilidad
monetaria a los países acreedores hacía posible que el valor de sus deudas depasara sus haberes en
oro sin provocar ninguna crisis. El dólar fue afirmándose, progresivamente, como único patrón del
SMI.
El paso de un régimen de tasas de cambio fijas a otro en favor de una regulación por el mercado,
que fue institucionalizado en los acuerdos de Jamaica de 1971, provocó una depreciación inicial del
dólar con respecto a otras monedas como el marco alemán, pero las interdependencias entre el
centro (emisor de la divisa) y la periferia (países acreedores) se habían desarrollado lo suficiente
para permitir mantener al dólar su rol de divisa internacional. La lógica asimétrica de las relaciones
monetarias internacionales no estaba en peligro dado que la principal potencia económica contaba
con la confianza y la dependencia desarrollada por agentes privados públicos extranjeros, para
continuar siendo el suministrador del medio de pago internacional
II.2 El escenario monetario actual: nuevas interdependencias, las
mismas asimetrías
La dinámica centro-periferia identificada actualmente muestra un mapa de relaciones
económicas mundiales que diverge de aquel contemporáneo a la crisis de Bretton Woods. Uno de
los cambios más fundamentales es la consolidación, desde hace décadas de lo que llaman una semiperiferia (Wallerstein 1974). En este segundo punto, nos preguntaremos si, frente a estos cambios
en el panorama económico mundial, el análisis en términos de asimetrías monetarias es todavía
pertinente.
Aunque los actores hayan cambiado, así como sus relaciones, las desigualdades en el seno de las
relaciones monetarias todavía permanecen, e incluso se han fortalecido. Es decir, podemos
confirmar que las dos asimetrías descritas antes continúan en vigor : las zonas monetarias que
forman parte del centro económico mundial y que tienen el beneficio de emitir una divisa mundial
pueden pagar con su propia deuda. Mientras que el resto de países han tenido que agudizar el
seguimiento de las políticas monetarias de los países emisores de divisa.
Estando la economía internacional controlada por los países de la Triada (Japón, Europa y
Estados Unidos), existen cuatro divisas que acaparan la circulación internacional de capital. A
modo de ejemplo, las reservas poseídas por los Bancos Centrales están monopolizadas por los dos
grandes monedas – el dólar y el euro - seguidas de muy lejos por la libra esterlina y el yen japonés.
La tabla 1 confirma esta dominación en la configuración de las reservas internacionales. El gráfico
1, por otro lado, muestra que el duopolio es visible también en los intercambios de monedas en el
FOREX (Foreign Exchange Market)
Source : « Report on global foreign exchange market activity in 2010 » Triennial Central Bank Survey. BIS (2011)
Parece por tanto indudable el hecho de que ciertas zonas monetarias continúan pudiendo
aprovechar el privilegio que deriva de la primera asimetría que describíamos lineas arriba, ya que
sus divisas son aceptadas como si se trataran de un pago final.
La segunda asimetría, la que obliga a los países de la periferia a seguir las políticas monetarias
del centro, se ve confirmada desde la multiplicación y aceleración de los movimientos
internacionales de capitales de los años 90. La estabilidad macroeconómica , así como la prudente
gestión de las reservas, obliga a los países periféricos a reaccionar a los deseos de las autoridades
monetarias de los países del centro, centros de destino de las exportaciones de los periféricos y al
mismo tiempo origen de capitales para las inversiones.
Siguiendo estos objetivos, algunos países de América Latina y el Caribe, de África, de Europa o
de Asia han optado directamente por la supresión parcial o total de su soberanía monetaria en
beneficio de un anclaje o substitución de su moneda por la divisa de la cual tengan una mayor
dependencia económica.: anclaje nominal, creación de zonas monetarias que toman como moneda
de referencia una gran divisa, hacer recurso de divisas para ciertas operaciones financieras, o
incluso una dolarización completa de las economías (Ponsot 2006 p.30). Esto podría parecer
paradójico en un contexto de movilidad creciente de capitales en el que los países han abandonado,
al menos oficialmente, desde los Acuerdos de Jamaica, el compromiso de mantener una tasa de
cambios fija o estable. La vuelta a los tipos de cambio flexibles debían, al menos desde un punto de
vista teórico, permitir a cada país conservar su propia política económica frente al desarrollo de la
movilidad de capitales (Mundell 1960). Y sin embargo, lo que se observa es una limitación de la
soberanía monetaria (y en muchos casos fiscal), limitación que parece voluntaria de los países que
siguen esta trayectoria. Calvo y Reinhart (2002) son conscientes de la existencia de tal brecha entre
el supuesto teórico y la práctica real en la elección de los regímenes monetarios de diferentes países.
Señalan que existe un “miedo a flotar” (fear of floating) en lo que ellos denominan los mercados
emergentes, que les incita, por mucho que algunos de ellos hayan anunciado oficialmente que optan
por la flotación pura de sus monedas, a controlar los tipos de cambio con respecto a una divisa de
referencia. Frente a las grandes divisas, que dejan flotar relativamente los tipos de cambio de sus
monedas, los países de la periferia anclan de manera más o menos rígida el valor de su moneda a la
divisa de la potencia de la que más dependan.
Esta limitación de las soberanías monetarias nos lleva finalmente a la tercera asimetría: tales
estrategias de política monetaria no evitan - y en ocasiones agravan - que la periferia experimente
una mayor inestabilidad de la acumulación capitalista. Las regiones en desarrollo, debido a la
acusada orientación de sus economías hacia el Centro Económico 5, sufren con virulencia las crisis
sucesivas, incluso las originadas en el Norte. Si a eso se añade una dependencia monetaria y
financiera, los recursos para controlar la acumulación de capital interna se reducen
considerablemente.
Ligar la política monetaria nacional a las políticas del emisor de una divisa central parece
inevitable en el marco monetario internacional contemporáneo, pero aún así las asimetrías
existentes en la base del mismo hacen a los países periféricos más vulnerables a las volatilidades de
los capitales internacionales. Recientes episodios históricos como la crisis asiática nos lo han
demostrado. Los esfuerzos de algunos países por mantener una estabilidad en los tipos de cambio en
un contexto de fuerte entrada de capitales reforzaba la confianza internacional pero creaba
desequilibrios macroeconómicos insostenibles. Cuando los primeros síntomas de recesión
asomaban, las asimetrías entre monedas se hacían visibles y los capitales se precipitaban en su
huida, multiplicando la amplitud de la crisis. En este contexto de desregulación financiera creciente,
comenzado en los años 70, André Orlean (2010) contabiliza 124 crisis bancarias, 208 crisis de
cambio 63 crisis de deuda soberana en el periodo que va de 1970 a 2007 y que afectan
principalmente a los países periféricos.
La crisis contemporánea no es un caso aparte o un ejemplo que contradiga tal asimetría. Todo lo
contrario, los resultados de la crisis actual refuerzan la afirmación de que existe cada una de las
asimetrías mencionadas. Provocada por un insostenible crecimiento de la deuda de agentes
estadounidenses, la tormenta financiera ha acabado afectando fuertemente al conjunto de los países
en desarrollo. Hay que señalar que en los albores de este largo periodo de crisis, instituciones como
el FMI (2007, p.6) afirmaban que los países emergentes podían actuar como tractor del crecimiento
mundial. Dooley y Hutchinson (2009) reconocen que, aunque en una primera etapa estas economías
parecían aisladas de la tormenta financiera de los países más desarrollados, a partir del verano de
2008 la inestabilidad se expande a gran parte de estos países. La inestabilidad se tradujo, a fin de
cuentas, en una huida de capitales desde los mercados emergentes hacia títulos de inversión más
seguros en el corazón del SMI. Bibow (2010), muestra cómo efectivamente desde mediados de
2008 hay una reducción del ritmo de entrada o incluso una salida de capitales que provocaba una
tendencia a la baja del tipo de cambio de las monedas de dichas economías. El uso de reservas por
parte de las Autoridades Monetarias de países como Argentina, Brasil, Colombia, India, Indonesia,
Corea del Sur, Malasia, ha evitado al menos de momento
y en muchos casos, fuertes
5
Las recetas impulsadas por ciertas instituciones económicas internacionales (OMC, FMI, G-8) resultan
centrales en la institucionalización de esta regulación procíclica, que afecta principalmente a los países periféricos. Las
presiones ejercidas por la OMC a los países en desarrollo para que liberalicen los mercados de bienes y servicios, dejen
entrar a las empresas multinacionales, que abran sus sistemas financieros al ahorro exterior, o incluso para que firmen
los acuerdos bilaterales de libre comercio, dejan un gran poder de regulación al mercado y, por consiguiente, refuerzan
las asimetrías escritas aquí arriba.
depreciaciones con un gran potencial desestabilizador de las regiones periféricas.
Vemos entonces que, a pesar del esfuerzo de orientar todos los instrumentos de política
monetaria a mantener una estabilidad con respecto al Centro Monetario (Estados Unidos, Europa...
según el caso de cada país), la jerarquía existente entre las diferentes monedas se acaba imponiendo
en momentos de crisis y los capitales castigan a las economías periféricas.
Conclusión
Las relaciones económicas propias del capitalismo son asimétricas, desiguales. La esfera más
local -la de la relación capitalista-asalariado- , e igualmente las relaciones más globales, muestran la
existencia de asimetrías en las relaciones económicas entre actores. Sin comprender la naturaleza de
las diferentes relaciones económica, seria imposible distinguir la existencia de jerarquías que
determinan la relación de fuerzas entre actores en sus relaciones económicas. Una de las jerarquías
existentes se basa en la arquitectura monetaria internacional, que privilegia ciertas zonas y perjudica
a otras, reforzando la dinámica centro-periferia. La identificación de tales asimetrías y de sus
consecuencias nos permiten comprender entre otras cosas 1) fenómenos que contradicen la teoría
académica (el Sur está financiando al Norte y no al revés), 2)episodios aparentemente paradójicos
en la crisis actual (la llegada de capital internacional hacia el epicentro de la inestabilidad
financiera), 3)lo que está en juego en regiones periféricas como América latina, e incluso 4) el
rumbo a largo plazo del SMI hacia la consolidación de muy pocos grandes grupos monetarios
mundiales.
En este marco regulatorio de las relaciones monetarias internacionales, los países considerados
como periféricos, no tienen gran margen en su diseño individual de la política monetaria, ya que su
dependencia del Centro les obliga a someter gran parte de dicha soberanía. Salir de tal dependencia
no parece muy factible adoptando uno u otro régimen cambiario, sino que se deben buscar alianzas
para plantear un cambio de las reglas del SMI o, ante la imposibilidad de lograr tal cosa a medio
plazo, para tejer alternativas de coordinación comercial, productiva y monetaria a nivel regional.
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