Download pdf El edificio de la Real Academia de Bellas Artes de San

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desee proteger la integridad de ese conjunto arquitectónico pidiendo que sea declarado monumento histérico-artístico.
A las causas anteriores debe añadirse la continuidad histórica: desde la época
de los romanos hasta Alfonso XII la Casa de la Moneda ha funcionado. Se trata, sin
duda alguna, de la principal Casa de la Moneda en España.
EL EDIFICIO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES
DE SAN FERNANDO
En la sesión, celebrada por esta Real Academia el día 14 de diciembre de 1970
se aprobó el dictamen de la Comisión Central de Monumentos, siendo ponente el
Excelentísimo Sr. D. Federico Sopeña Ibáiiez, Secretario general de la Corporación,
relativo a la dechración de monumento histórico-arlístico a favor del edificio de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El actual edificio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se asienta sobre el solar de unos viejos caserones conocidos como «Mesón de la Miel», que
son comprados por D. Juan de Goyeneche en 1724. Inmediatamente encarga a «su»
Arquitecto D. José Churriguera las trazas del que será su palacio, aunque es evidente que, muerto Churriguera en 1725, no pudo ocuparse de la dirección de las
obras. Nuestro único testimonio del aspecto original del edificio antes de la remodelación de 1773 consiste en un dibujo de Diego de Villanueva, conservado en la
Academia, cuya mitad izquierda copia la fachada primitiva. El encuadramiento de
la puerta muestra el típico baquetón mixtilíneo que divulgara Pedro Ribera, así como
la pilastra, el estípite almohadillado y el zócalo rocoso, detalles todos ciertamente
muy barrocos. Pero el resto de la fachada, de tres plantas principales y una de sótanos, la baja con paramento almohadillado y las dos altas recorridas por grandes
pilastras, una especie de mútilos pareados en la cornisa y bustos en el coronamiento,
es, al decir de Bellido, tan clásico, tan seco y tan serio que corrobora la diferencia
entre el Churriguera delirante de los retablos y el más contenido de los edificios,
como nos lo muestra el gran complejo urbanístico del Nuevo Baztán para donde
trabaja desde 1709 por encargo del mismo Goyeneche.
Sin concluir, al parecer, es alquilado para Oficina de Rentas Reales y para el
Real Estanco de Tabaco, que se mudaron al edificio vecino cuando se acabó de
levantar por el arquitecto Carlier la Casa de la Aduana, hoy Ministerio de Hacienda.
Resultando angosto el viejo domicilio de la Academia en la Real Casa de la Panadería, Carlos III adquiere el palacio Goyeneche para nueva sede de la Academia
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en 1773. Es lógico que, en plena fiebre neoclásica, la Corporación piense inmediatamente, al margen de la necesaria adaptación de los locales, en cambiar la «horrenda
fachada» (Ceán), cuyo «mal gusto, especialmente de la puerta, es preciso mudar»
(Fernando de Iriarte). El aplauso que Ponz dedica a esta determinación en el prólogo al tomo III de su Viaje va unido al deseo de raer igualmente la fachada del
Hospicio y otras del estilo abominado. Aparte del dibujo citado, la Academia conserva otro de Diego de Villanueva en el que, suprimidas las pilastras gigantes, convertida la puerta en dórico toscana y suprimido los bustos del coronamiento y el
zócalo rocoso, nos muestra la fachada del edificio tal como hoy está, a excepción
de los dos chatos torrecillos y de la cuarta planta que Velázquez Bosco añade a
finales del xrx en la ampliación para la Escuela de Bellas Artes.
Pero además de los dos nombres gloriosos que van unidos a la construcción del
edificio y de la batalla estilística que sobre él se libra, es preciso considerar que
desde la distribución de premios de 1776 va inseparablemente unido a la historia
de la Real Academia de San Fernando, quien lo comparte con el Museo de Ciencias
Naturales: «Carolus III... Naturam et Artem sub uno tecto in publicam utilitatem
consociavit», como reza aún en su puerta.
La Academia rigió durante más de un siglo las enseñanzas de las Bellas Artes;
hoy, trasladada a la Ciudad Universitaria la Escuela Superior de Bellas Artes, puede
instalar adecuadamente sus incomparables colecciones artísticas. Es decir, se trata
de un edificio estrechamente unido a la historia moderna del Arte español.
Por otro lado, y considerado el edificio desde un punto de vista exclusivamente
urbanístico, su situación al lado de la antigua Casa de la Aduana, para la que Sabatini diseñó «una de las más lisas fachadas de Madrid cuya severidad no es aliviada
por ninguna ruptura vertical» (Kubler), marca uno de los pocos nobles restos de una
histórica calle madrileña excesivamente castigada, como tantas, por la saña de la
piqueta.
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