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COLLECTION FUNDACIÓN BBVA ‐ NEOS Nikolay A. Roslavets Works for piano Nikolay A. Roslavets (1881–1944) CONTENIDO DEL CD: NIKOLAY ANDREYEVICH ROSLAVETS Igor Stravinsky, que debía de saber muy bien de lo que hablaba, lo calificó como el compositor ruso más interesante del siglo XX, y escribió el 12 de agosto de 1966 al violinista y musicógrafo Michael Goldstein: “… Con placer doy testimonio de mis siempre extraordinarios encuentros con él y el excitante impacto de su fresca, una y otra vez fresca música, que no es aceptada por los hombres grises rusos. Por supuesto, todas sus obras deberían de ser publicadas en los países políticamente avanzados, que por desgracia se protegen de los movimientos artísticos más avanzados …” Nikolai Roslavets estaba entonces alejado de la historia de la música soviética y su nombre había sido debidamente silenciado. Desde las campañas de la ‘Unión de Músicos Proletarios’ – no sólo contra su música, extremadamente sensible y virtuosística, sino también contra su labor como portavoz de la música contemporánea, cuando luchaba por la compatibilidad de la Nueva Música y la filosofía marxista – había sido apartado como ‘enemigo del pueblo’ de la vida musical y los catálogos de las editoriales. En la década de 1980, compositores como Stravinsky, Hindemith, Schönberg o Webern fueron aceptados de nuevo, también desde el lado soviético, con cautela, y vanguardistas como Charms, Malevitch y Tatlin entraron en el círculo de los autores permitidos. No así los vanguardistas musicales patrios como Roslavets, que siguió siendo visto como ‘enemigo’. Incluso el simple análisis de sus obras fue visto absurdamente como un ataque hostil a la música soviética. Su pensamiento musical y su esfuerzo para “expresar mi propio Yo interno, que soñaba con nuevos mundos sonoros, nunca escuchados”, se remontan a la década de 1910, y están influidos principalmente por Scriabin y la poesía simbolista, cuando el dotado hijo de campesinos (que había empezado como violinista de manera autodidacta) terminó sus estudios en el Conservatorio de Moscú y fue premiado con una medalla de plata. Posteriormente se alejó progresivamente del pensamiento académico, para emprender sus propios caminos experimentales. Era la época del comienzo de la filosofía dodecafónica, en el sentido de una obligatoria equivalencia de los doce grados cromáticos, en la que en aquel tiempo, en occidente, Ferruccio Busoni y Domenico Alaleona eran los predecesores de Schönberg; en Rusia, Arthur Lourié, Jefim Golishev, Nikolai Obukhov – y, con particular consecuencia y sistematización, Roslavets. Su ‘nuevo y sólido sistema de la organización tonal’, que desarrolló entre los años 1913 y 1926, se basa en sonoridades de entre seis hasta ocho notas (y sus correspondientes tonos diatónicos) en forma de acordes alterados (a los que llama ‘acordes sintéticos’), que se alejan de la armonía tonal tradicional y pueden ser transpuestos, siguiendo una ordenación sistemática, en todos los grados 1
de la escala cromática – al igual que en el sistema clásico, los acordes de tres y cuatro notas pueden ser transpuestos en los siete grados de la escala diatónica. En este sentido, aquí se conserva una continuidad con el sistema clásico. A partir de estos complejos sonoros, Roslavets obtiene todo el material de un movimiento, pero también consigue otros principios constructivos – no sólo podemos observar aquí series de doce notas en inversiones y movimientos retrógrados, sino también combinaciones alternantes de acordes sintéticos complementarios respecto al conjunto cromático total. Su sistema sonoro, atonal, pero dotado de sus propias reglas, tiene puntos de contacto con la técnica del ‘acorde místico’ de Scriabin, del que sin embargo Roslavets se declaró absolutamente independiente. Para este tipo de experimentos, incluso procedentes de un compositor proletario, no había ya, desde finales de los años 1920, ninguna tolerancia en la Rusia soviética, ni tampoco ningún interés en occidente, por muy apasionado y virtuosístico que fuera su envoltorio instrumental. Ninguna de sus composiciones de los años 1930 salieron a la luz, y sólo algunas de ellas empiezan a ser conseguidas ahora, a partir del legado adquirido por la editorial Schott. En ellas aparece su música situada en esa misteriosa frontera existente entre un mundo expresivo postromántico extremadamente sensible y un rígido constructivismo, aunque sin embargo no tiene nada que ver con las tendencias contemporáneas de la ‘Nueva Objetividad’ o el populismo. Roslavets, que nunca emigró, es una víctima especialmente trágica de la política cultural soviética, cuyo conocimiento es también en occidente una asignatura pendiente. Sólo desde la ‘Perestroika’ de Gorbachov fue nuevamente posible en Rusia la audición de su obra, con un festival conmemorativo en Brjansk, cerca de su patria, en la frontera entre Ucrania y la Rusia Blanca. Detlef Gojowy Traducción: Rafael Banús 2