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SARA ARROYO CUADRA, La iconografía del dragón y del grifo: mismo origen, distinto destino
La iconografía del dragón y del grifo:mismo origen, distinto destino
Dragon and griffin iconography: same origin, different destiny
SARA ARROYO CUADRA
Becaria de Tercer Ciclo: Universidad de Castilla-La Mancha
[email protected]
Recibido: 26/04/2012
Aprobado: 20/07/2012
Resumen: Una de las principales fuentes iconográficas para la comprensión del arte medieval la constituyen
los bestiarios, en los que texto e imagen se unen para materializar y explicar conceptos abstractos a través de
los comportamientos animales, conceptos cristianizados con el objetivo de transmitir una enseñanza moral
según los principios eclesiásticos. Entre estos animales se encuentran el dragón y el grifo, seres que,
probablemente, compartieron un mismo origen en el territorio mesopotámico, pero que, tras fijarse su
iconografía particular, discurrieron por caminos diferentes, aunque compartiendo siempre su función de
guardianes de tesoros. Y ello solo por haber surgido ambos de un pensamiento simbólico ligado a la
interpretación religiosa del mundo circundante por parte del ser humano de las primeras culturas urbanas.
Palabras Clave:Dragón, grifo, iconografía, tormenta, guardián, tesoro
Abstract: Bestiaries are one of the main iconographic sources for medieval art comprehension. Text and
image are joined in these sources and they were aimed at materializing and explaining abstract ideas through
animal behavior, ideas which were Christianized to transfer a moral education according to ecclesiastical
principles. Among those animals are included the dragon and the griffin, beings whose origin was probably
shared inside Mesopotamian culture, but beings which, after the establishment of their particular iconography,
went by different ways, although always sharing their function as treasure guardians too. And it only
happened because of development of both images since a symbolic thought attached to the religious
interpretation of the surrounding world by human beings in primeval urban cultures.
Key Words: Dragon, griffin, iconography, storm, guardian, treasure
Sumario
1. Entre el mundo real y el imaginario: imagen y simbolismo. 1.1. Los inicios del pensamiento
simbólico. 1.2. Mesopotamia: lugar de partida. 1.3. Evolución y fijación de la iconografía del dragón y el
grifo.2. Dragones y grifos en los textos e imágenes de la Antigüedad y la Edad Media. 3. Conclusiones.
Fuentes y bibliografía.
1. Entre el mundo real y el imaginario: imagen y simbolismo.
[El dragón] Es la mayor de las serpientes (probablemente una anaconda),
pero vuela y calienta el aire por venir de los infiernos1.
Ciertamente está hecho el grifo a semejanza de una fiera y de un ave; su
parte de atrás es como de león, y por delante parece el águila voladora2.
El discurso que nos han legado los diferentes bestiarios medievales, aunque adolecido
de prolíficos detalles anatómicos, muestra, de una manera aproximada, la concepción que
de estos dos seres fabulosos se tenía en la Edad Media. A priori, no comparten ni tan
siquiera el pertenecer a la misma familia de animales (reptiles, por un lado, y
mamíferos/aves, por otro). Pero no debemos olvidar que ambos constituyen seres
1
Bestiario de Cambridge, 165-167. En Ignacio MALAXECHEVERRÍA, Bestiario Medieval, Madrid,
Siruela, 1999, p. 223.
2
Gubbio, 101-102, nº XXXIII. En MALAXECHEVERRÍA, 1999: 78-85.
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imaginarios, fruto de la conjunción de partes de animales reales en un solo ser híbrido que
únicamente se puede encontrar en la literatura o el arte, y no corriendo por las praderas o
volando por los cielos. De ahí que las funciones que predominaban en ellos, más que
biológicas, eran simbólicas, metafóricas o moralizantes. Y es justo en estos ámbitos donde
hallamos una simbiosis conceptual evidente en la Edad Media, aunque procedente de un
origen iconográfico común, que podemos situar en la Antigüedad mesopotámica. Por ello,
para entender todo este proceso, es necesario conocer antes esa “familia iconográfica” de
la que surgieron ambas imágenes.
1.1. Los inicios del pensamiento simbólico.
El miedo es la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo real o imaginario”3.
Esta definición se muestra demasiado espontánea en palabras, pues, si atendemos a
circunstancias particulares, las cualidades de la imagen se presentan como un instrumento
mucho más funcional para explicar nuestros miedos.
Como ahora, en la Antigüedad los miedos eran los mismos: miedo a morir de hambre,
miedo a morir en manos de los pueblos enemigos, miedo a ser devorado por una fiera…
En definitiva, miedo a la muerte, a aquello que la causa, a la falta de control sobre ello y,
por tanto, a lo desconocido. Ante esta angustiosa situación, el ser humano se vio obligado a
dar una explicación a aquellos sucesos que lo rodeaban, quizá albergando la esperanza de
lograr algún atisbo de control sobre ellos, si era capaz de comprender su funcionamiento.
Pero en una era carente de rigorismo científico, el ser humano de la Antigüedad supuso la
existencia de entidades sobrenaturales4 –a las que podríamos llamar divinidades–
propiciatorias de todo lo que sucedía a su alrededor, es decir, tanto de lo que les
beneficiaba como de aquello que les aterraba. Así, el culto hacia tales divinidades fue un
gran aliado para conseguir su favor y, por consiguiente, su protección para, si no eliminar,
sí menguar sus miedos. De ahí la frase de Estacio: “primus in orbe deos fecit timor”5.Sin
embargo, la etereidad de estas deidades dificultaba su veneración, hecho que impulsó su
materialización en forma de imágenes. Pero, ¿qué imágenes elegir y en base a qué? Pues
las de aquellos con los que el hombre compartía su mundo circundante y en base a su
propio comportamiento: los animales.
Por otro lado, igual que en la actualidad, el universo que rodeaba a los pobladores de la
Tierra en la Antigüedad incluía los fenómenos ambientales, fenómenos que no eran
capaces de comprender ni explicar, pero con los que debían aprender a convivir. Además,
no todos causaban los mismos efectos, sino que variaban según la situación geográfica de
los diferentes lugares en los que se producían. En cualquier caso, mediante el proceso
explicado más arriba, crearon imágenes faunísticas para poder adorar a las divinidades que
los dominaban con el objetivo final de poder “controlar” tales fenómenos. No obstante,
debido a la complejidad de algunos de ellos, se tornó necesario combinar partes de
determinados animales en uno sólo, surgiendo así las primeras representaciones de grifos y
dragones, entre otros.
1.2. Mesopotamia: lugar de partida.
El contexto geográfico en el que cada población se veía inmersa fue determinante para
la aparición de un tipo u otro de pensamiento religioso y, por tanto, para la creación de
determinados motivos iconográficos.
3
Definición de ‘miedo’ según la RAE.
Chikako E. WATANABE, Animal symbolism in Mesopotamia: a contextual approach, Wien, Institut
für Orientalistik der Universität Wien, 2002, p. 93
5
“El miedo fue el primero que produjo dioses en el mundo” (ESTACIO, Tebaida 3, 661. En Walter
BURKERT, La creación de lo sagrado: la huella de la biología en las religiones antiguas, Barcelona,
Acantilado, 2009, pp. 64-65)
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En el caso de la Alta y la Baja Mesopotamia, comprendía el valle existente entre los ríos
Trigris y Eúfrates, aproximadamente el territorio ocupado por Iraq en la actualidad. Las
características de ambos ríos eran muy similares: el aumento del caudal en primavera por
las lluvias y la nieve derretida del invierno provocaban inundaciones en las llanuras al final
de la estación, lo que hacía que no hubiera sequía estival, un flujo cíclico del que
dependían la supervivencia de las poblaciones asentadas en el valle y que influyó de
manera determinante en sus conceptos religiosos. Sin embargo, a partir del IV Milenio
a.C., el clima comenzó a ser más frío y seco, y las aguas retrocedieron, dejando a
disposición de los futuros pobladores nuevos y fértiles territorios. Así, hubo diferencias
entre el norte montañoso, en el que pudieron sobrevivir gracias a los frutos de la
agricultura debidos al agua de la lluvia, y el sur, donde se tuvo que desarrollar una
irrigación artificial. En este contexto geográfico, la tormenta proporcionaba un
impresionante despliegue de terrorífico poder y fuerza implacable, que incluía el aterrador
rayo atravesando el inmenso cielo y el estruendo ensordecedor de los truenos, además de
pesadas nubes que se extendían amenazantes por el horizonte6.
La imaginación colectiva de los seres humanos de aquella época, como no podía ser de
otro modo, supuso que una determinada divinidad, en este caso muy poderosa, dominaba
este fenómeno atmosférico: el dios de la tormenta. Y fue justo en relación con este dios
como empezaron a surgir las primeras representaciones de seres híbridos de los que luego
se conformaría la imagen de uno de nuestros protagonistas: el grifo.
Fig. 1. Placa de metal con la imagen de Imdugud, 2600-2400 a.C., procedente del
Templo de Ninhursag (Tell el-Ubaid), actualmente en el British Museum.
Imagen tomada de www.britishmuseum.org (03/04/2012)
Llegados a este punto, recordemos que, de manera generalizada, se conoce como grifo a
aquel animal fantástico integrado por un cuerpo de león y alas y cabeza de águila, de modo
que combina las cualidades del ave y la bestia7. Estos mismos seres, aunque de una manera
diferente, configuran la imagen del águila leontocéfala (Fig. 1.), cuyas representaciones
podemos encontrar desde el 3500 a.C., y que, por tanto, materializaría como motivo
iconográfico las mismas cualidades que el grifo8. ¿Y por qué usar un águila leontocéfala
para representar a la tormenta?
El águila, desde sus primeras apariciones, es mostrada sobre los rebaños, dominando los
animales. Siguiendo las ideas de F. Thureau-Dangin basadas en las fuentes escritas,
6
Alberto R. W. GREEN, The Storm-god in the Ancient Near East, Indiana, Eisenbrauns, 2003, pp. 9-13
Waltraud BARTSCHT, “The Griffin”. En Malcolm SOUTH (ed.), Mythical and fabulous creatures. A
source book and research guide, Connecticut, Greenwood Press, 1984, p. 85
8
Según autores tan reputados como P. Amiet, cuando un ser híbrido está formado por las mismas
partes de animales que otro ser híbrido en principio diferente, significa que su simbolismo es el mismo
(Pierre AMIET, La glyptique mésopotamienne archaïque, Paris, Éditions du ENRS, 1980, p. 141).
7
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Jacobsen estudió el significado del nombre águila en los textos, y confirmó
definitivamente que la representación del águila era la personificación de la ‘nube’. Sin
embargo, ese mismo águila adquirió una cabeza de león ya en la época de las tumbas
reales de Ur (2450-2350 a.C.), aunque seguía protegiendo cérvidos, cápridos, etc., es decir,
que parece desempeñar el mismo papel que el águila, algo que se pudo confirmar gracias,
de nuevo, a las fuentes escritas: el nombre del águila leontocéfala era el de Imdugud,
palabra compuesta por imi (“lluvia”) y dugud (“nube”), cuyo paralelo acadio fue imbaru
(“trueno de la tormenta”)9. Si a esto unimos que se identificaba el ruido de un trueno con el
rugido del león10, lo que resulta es lo siguiente: iconográficamente, al águila (nube) se le
añadió la cabeza de león (trueno) para crear la representación de la tormenta.
Posiblemente Imdugud, como símbolo de la tormenta, provocaba en todo aquel que la
contemplaba un sentimiento de admiración ante su majestuosidad, pero también de temor,
sobre todo en relación al fenómeno natural con el que estaba vinculada: en época de
sequía, una tormenta podía significar un “renacimiento” de la tierra, alimentos, vida en
definitiva, pero, en territorio fácilmente inundable también podía tornarse en catástrofe, a
lo que se une el terrorífico estruendo que significaba su presencia11. Por ello, tanto las
representaciones de Imdugud como las que derivaron de ella tuvieron un simbolismo
ambivalente: por su fortaleza, podía tener un carácter benévolo en cuanto protector de sus
“aliados”, pero también maléfico al poseer igualmente fuerza para castigar a sus
“enemigos”. En todo caso, lo primero que transmitiría sería un sentimiento de respeto, y,
ante esta capacidad, qué mejor utilidad de esta imagen que la de guardar o proteger algo
importante. Debido a todo esto, se convirtió en guardián de templos y tumbas12.
Casualmente, ¿a qué es común esta cualidad de guardar o proteger algo importante?: al
grifo y al dragón, incluso en época medieval, habiendo transcurrido entre ellos varios
milenios. Pero, ¿cuál fue la causa?
Fig. 2. Impronta de sello con Imgudud y un león
alado, 2350 a.C. Probablemente de Uruk. Imagen
tomada de: AMIET, 1980:Pl. 97, Fig. 1278
Fig. 3. Impronta de cilindro-sello con Imgudud y dos leones
alados, ca. 2300 a.C. Tumba de Meskalamshar, Ur. Imagen
tomada de: Pierre AMIET, 1980: Pl. 97, Fig. 1276
9
P. Amiet retoma las teorías de Jacobsen, basadas, a su vez, en las investigaciones de Thureau-Dangin
(AMIET,1980: 140-144).
10
WATANABE, 2002: 27.
11
Quizá esto explique las diferentes representaciones de Imdugud: generalmente se muestra con las
alas expandidas sobre los rebaños, sin haber conexión entre ambos, creando una atmósfera ordenada; pero
otras veces se lanza a atacar al ganado, o es el propio ganado el que se vuelve contra ella, mordiéndole las
alas. Así, el primer tipo mostraría una época en la que las lluvias eran bienvenidas; el segundo tipo podría
representar desastrosas lluvias torrenciales; y el tercer grupo algún tipo de tecnología que sirviera para
controlar el agua pluvial.
12
Donald P. HANSEN, “Art of the early city-states”. En Joan ARUZ (ed.), Art of the first cities. The
third millennium B.C. from the Mediterranean to the Indus, London, Yale University Press, 2003, p. 22
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1.3. Evolución y fijación de la iconografía del dragón y el grifo.
Ya a finales del período del Bronce Antiguo fue surgiendo en esta misma zona una
nueva combinación del águila y el león, concretamente el león alado13, que se podría
considerar como la primera metamorfosis de Imdugud, a pesar de lo cual siguió
constituyendo el emblema del dios de la tormenta, tanto en esta época como en las
posteriores14. Esto queda atestiguado por una impronta de sello (Fig. 2), probablemente de
Uruk, en la que aparece un águila leontocéfala junto a un león alado. Tampoco hay que
olvidar imágenes como la que nos ofrece un cilindro-sello hallado en Ur con
representaciones de dos toros pastando: uno está controlado por un águila leontocéfala, y el
otro por un león alado (Fig. 3).
No obstante, iconográficamente hablando, tras esta primera fase formativa en la que
surgieron tales imágenes de seres compuestos, vino una fase más optimista en la que la
glíptica muestra la captura y el castigo de este tipo de seres15. Esta época (ca. 2350-2000
a.C.) coincide con la aparición del primer imperio de la historia: el Imperio de Akkad,
creado por Sargón. Así, de la mano de este gran soberano, Mesopotamia vivió una época
de esplendor y seguridad que, casualmente, se reflejó en el arte: los dioses dejan de ser
zoomorfos para convertirse en antropomorfos y dominar a esos seres monstruosos, que se
convierten en atributos suyos. De este modo, ese “control del caos” en el mundo terrestre
por parte de Sargón, tuvo también su eco en el mundo celestial.
Por ello, a partir de entonces, más que a Imdugud, se comenzó glorificar al hijo del
“Señor de la Tormenta” (Enlil), conocido como Ningirsu –una variación local del dios
Ninurta16–. Tal y como demuestran algunos textos17, Ningirsu era identificado como el
huracán de Enlil y su estruendosa tormenta, fuentes que confirman que las deidades
sumerias fueron personificaciones de fuerzas, espectros o partes de la naturaleza percibidas
por los humanos18 e identificadas con animales:
Nin.urta x mar.uru ug.gal šen.šen.na ru.ru.gú19
En cualquier caso, a pesar de la profunda simbología y de su expansión por el territorio,
poco a poco, la imagen del águila leontocéfala, fue perdiendo popularidad durante este
período, siendo más usuales las representaciones de leones alados20. No obstante, la
imagen de este ser fantástico fue, más bien, una transición para llegar al establecimiento de
otra iconografía, también ligada metafóricamente al concepto de tormenta, pero con un
matiz de agresividad mucho más patente: la iconografía del dragón alado escupiendo fuego
o ušumbal. Dos son los tipos de dragones que aparecen representados con deidades: unos
con forma leonina, y otros serpentiformes, aunque ambos están al servicio de la divinidad.
A menudo, los dragones sirven de asiento o plataforma para la divinidad, pero también
cumplen la función de corceles de su carro o arado21 (Fig. 4). Además, usualmente una
diosa desnuda con una tiara con cuernos y arroyos de agua o manos elevadas como
invocando a la lluvia también aparece de pie entre las alas del dragón. Tampoco hay que
olvidar que dragones como el de la última imagen poseen cuartos delanteros de león, pero
en los traseros tienen garras y plumas de ave rapaz, quizá como residuo de su origen como
13
Dominique COLLON, First impressions: cylinder seals in the Ancient near East, London, British
Museum Press, 1993, p. 186. D. Collon también lo llama lion-griffin.
14
AMIET, 1980: 107
15
Jeremy BLACK and Anthony GREEN, Gods, demons and symbols of Ancient Mesopotamia: an
illustrated dictionary, London, British Museum Press, 1992, p. 63
16
BLACK and GREEN, 1992: 142.
17
FALKENSTEIN and VON SODEN, Sahg, 147, col. X, línea 2: 160, col. XXIII, línea 14.
18
WATANABE, 2002: 25.
19
“Ninurta, … inundación devastadora, gran león avanzando (caminando) hacia la batalla”
(WATANABE, 2002: 90).
20
COLLON, 1993: 186.
21
GREEN, 2003: 27-28.
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águila leontocéfala. Junto a estos elementos, el dragón presenta una lengua bífida y una
cola ondulada, lo que podría ser un símbolo del rayo y el trueno. De este modo, el dragón
leonino sería el monstruo mítico que amalgamaría las características de criaturas con
cualidades opuestas: la fuerza del león, la sinuosidad y la lengua bífida de la serpiente, y la
velocidad del águila22.
Fig. 4. Impronta de cilindro-sello acadio con un dragón leonino y el Dios de la Tormenta.
Imagen tomada de: GREEN, 2003: p. 28
Con la desaparición de las representaciones del águila leontocéfala a finales del III
Milenio a.C. y la introducción del antropomorfo Dios de la Tormenta, el león-dragón se
convirtió en el ser híbrido que representaba Imdugud, lo que explicaría sus fauces abiertas,
sus plumas en la cola y sus patas traseras como garras de ave rapaz23.
En épocas posteriores, la iconografía de este dragón leonino alado escupiendo fuego por
la boca fue casi exclusivamente el prototipo representado, además de extenderse a lo largo
del territorio, ya que llegó incluso a Mari24. Y es justo en el palacio de esta ciudad donde
encontramos las primeras imágenes de grifos tal y como los conocemos hoy en día (Fig.
5).A partir de esas fechas, el motivo iconográfico del grifo llegó al mundo egeo, donde
multiplicó sus poses y actitudes, aunque hubo una que siempre estuvo muy presente: la de
guardián (de tumbas, del árbol de la vida, de altares, etc.).
Por su parte, el dragón serpentiforme (Fig. 6) lo podemos encontrar representado desde
el período acadio hasta el helenístico como símbolo de varios dioses o simplemente como
un ser híbrido protector no relacionado con ninguna deidad. Esta criatura ha recibido el
nombre de mušhuššu, que se puede traducir como “serpiente furiosa”25.
Fig. 5. Placa de marfil con grifo, s. XVIII a.C.
Anatolia, probablemente de Acemhöyük
Imagen tomada de www.metmuseum.org (21/04/12)
Fig. 6. Dragón serpentiforme, 604-562 a.C.
Puerta de Ishtar, Babilonia
Imagen tomada de: BLACK and GREEN, 1992:166
22
GREEN, 2003: 29-30.
Tallay ORNAN, The triumph of the symbol. Pictorial representation of deities in Mesopotamia and
the Biblical image Ban, Switzerland, Academic Press Fribourg, 2005, p. 128
24
COLLON, 1993: 39.
25
BLACK and GREEN, 1992:166.
23
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Podría parecer que este monstruo, que, en líneas generales, sólo se diferencia del dragón
leonino por su cuerpo escamoso, siguió su propio camino en el arte, en el que contaría, por
tanto, con su propia simbología. Sin embargo, no hay que olvidar que, según la mitología
sumeria, hubo un grupo de monstruos asesinados por el dios guerrero Ningirsu (o por su
otra versión, Ninurta), entre los que se encuentran, casualmente, este dragón e Imdugud,
una mitología desarrollada ya desde la época de Gudea de Lagash. A esto habría que
añadir que este tipo de dragones tenían un carácter tanto maléfico como benevolente26, y
que su función más importante era la de protectores o guardianes, tal y como demuestra el
hecho de que la Fig. 6 se encontrara, junto con otros monstruos, guardando la Puerta de
Ishtar.
En definitiva, se podría afirmar que ambos seres fantásticos surgieron de una misma
iconografía –la de Imdugud– y de una misma idea –la tormenta–, hecho por el que, a pesar
de sus diferencias formales y simbólicas con el paso del tiempo (ver Fig. 7), siempre
tuvieron en común el carácter ambivalente –benévolo y maléfico– y la función de
protectores o guardianes de tesoros.
Fig. 7. Posible esquema de la evolución iconográfica del dragón y el grifo.
Imagen de autor.
Con el paso del tiempo, la imagen del grifo quedó plenamente establecida como la de
un ser híbrido compuesto por un cuerpo de león con cabeza y alas de águila, mientras que
las representaciones de dragones tendieron más a mostrarlo como una gran serpiente alada
con fauces leoninas que expulsaban fuego. De este modo, probablemente la iconografía de
cada uno de estos seres compuestos ya estaba claramente diferenciada, a pesar de su
probable origen común. A partir de ese momento, cada uno siguió su propio camino, tanto
formal como simbólicamente.
2. Dragones y grifos en los textos e imágenes de la Antigüedad y la Edad Media.
Desde la época del esplendor griego, muchos fueron los que escribieron sobre
animales y su comportamiento, elaborando tanto tratados naturalistas como fábulas o
relatos mitológicos, textos que influyeron en el modo en que los artistas plasmaron su
26
BLACK and GREEN, 1992:164.
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iconografía a lo largo del tiempo. Entre los más célebres podemos citar a Aristóteles,
Hesíodo, Plinio el Viejo, Claudio Eliano, Heródoto, Esopo, etc. La mayoría de ellos son
filósofos o historiadores de la Antigüedad, y fueron precisamente ellos y sus textos los
objetos de estudio de los pensadores medievales, que influyeron, a su vez, en las
representaciones artísticas. A esto se une que hubo una marcada tendencia a aunar las
características anatómicas de esos animales, sus comportamientos reales, los pasajes
mitológicos y fabulísticos que protagonizaban, etc. en una sola imagen que transmitiera
todo el simbolismo que los textos les atribuían. Y, finalmente, todo esto se vio plasmado
en una de las más importantes fuentes iconográficas de la Edad Media: el bestiario.
Aunque hubo numerosas variantes y aportaciones propias de cada lugar y época, lo que
realmente sirvió de base a la creación de estos bestiarios fue la cultura griega y su
mitología, influida, a su vez, por elementos orientales.
En dicha mitología y cultura griega podemos seguir encontrando pasajes
protagonizados por grifos y dragones. Con respecto a los grifos, y según el relato de Plinio
el Viejo, se relacionan con los Arimaspos:
En el lugar que llaman Ges Clitron (significa "cierre de la tierra"), se cuenta
que están los arimaspos [...], caracterizados por tener un sólo ojo en medio
de la frente, y que están continuamente en guerra por las minas con los
grifos, una especie de fieras con alas, según la tradición general, que extrae
oro de galerías subterráneas siendo admirable la avidez que ponen las fieras
en custodiarlo y los arimaspos en arrebatárselo27.
Así, de la mano de uno de los primeros naturalistas, el grifo parece dejar de estar vinculado
al fenómeno de la tormenta, aunque no pierde la fiereza que le permite seguir siendo un
guardián de elementos preciados, en este caso del oro.
Sin embargo, a pesar de la mayor profusión del tema de los arimaspos en la literatura,
fueron más abundantes en el arte las representaciones de Apolo montado en un grifo o
subido en un carro tirado por grifos, una divinidad de tipo cósmico –en este caso, solar–
que sigue necesitando las alas del grifo para volar por el cielo, demostrando el grifo la
misma sumisión ante la divinidad que el dragón leonino que era dominado por Ningirsu en
época acadia.
Según Claudio Eliano, que retoma el relato de Ctesias, el grifo es un simple
cuadrúpedo alado con plumas de color azul y ojos que echan fuego, aunque esto sólo lo
sabe por las representaciones de los artistas28. A estas cualidades se le van uniendo otras
con el paso del tiempo, pues, por ejemplo, Isidoro de Sevilla, que ya los describe tal y
como se conciben actualmente, les atribuye además la capacidad de proporcionar marfil y
piedras preciosas tales como diamantes, crisoprasas, perlas, etc., junto al oro que guardan
en compañía de dragones y otros monstruos humanos29. De este modo, se puede observar
que la tradición literaria y mitológica griega del mito de los Arimaspos seguía viva.
Después, Cantimpré habla de que los grifos luchan con los Arimaspos por las piedras
esmeralda30, lo que podría constituir una mera aportación más, un material precioso más
del que el grifo era guardián. Sin embargo, si se analiza más detenidamente, se puede
observar que, en los antiguos lapidarios, se consideraba que la esmeralda tenía el poder de
27
PLINIO EL VIEJO, Historia Natural, Libro VII, 10. En E. del BARRIO SANZ et Ali. (eds.), Madrid,
Gredos, 2003
28
CLAUDIO ELIANO, Historia de los animales, Libro IV, 27. En José VARA DONADO (ed.), Madrid,
Akal Clásica, 1989
29
ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías, Libro XIV 3,7. En José OROZ RETA y Manuel A. MARCOS
CASQUERO (trad.), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1993
30
CANTIMPRÉ, 202 (V:52). En MALAXECHEVERRÍA 1999: 78-85
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ahuyentar las tormentas y el mal tiempo, aunque su color verde también era interpretado
como un símbolo del agua y de la lluvia, y, por tanto, de la fertilidad31. De este modo,
vemos cómo un tema que podría parecer novedoso, a pesar de estar protagonizado por el
mismo motivo iconográfico, sigue dependiendo de su simbolismo inicial, no sólo en
relación al fenómeno de la tormenta, sino también a la doble naturaleza que suponía su
hibridez: de nuevo, tendría un carácter protector –de los efectos de una gran tormenta–,
pero también un carácter benefactor de las propiedades fertilizadoras del agua.
Fig. 8. Apolo montado en un grifo. Museo Kunsthistorisches de Viena.
Imagen tomada de: LIMC “Apollon (mit greifen)”, 367
No obstante, no acaban ahí las aplicaciones de la doble naturaleza del grifo a otros
motivos iconográficos. Así, también se le ha relacionado directamente con Cristo por
poseer connotaciones celestiales –relacionadas con su parte de águila– y terrenales –por su
parte de león–, del mismo modo que Cristo tiene naturaleza humana y divina32.
Por su parte, también advertimos la presencia del dragón en la cultura griega, en la que
aparece continuamente como el símbolo del mal contra el que tienen que luchar dioses y
héroes, tales como Apolo, Cadmo (Fig. 9), Perseo, etc.33, para conseguir algo a cambio:
Apolo lo vence para salvar la vida de su madre; Cadmo mata al dragón de Ares para
conseguir agua; etc.
Fig. 9. Cadmo dando muerte al dragón. Copa laconia, s. VI a.C.
Museo del Louvre, París. Imagen tomada de www.louvre.fr (18/09/2012)
31
“Esmeralda”, en Hans BIEDERMANN, Diccionario de símbolos, Barcelona, Paidós, 1993, p. 175
“Grifo”, en Jean CHEVALIER y Alain GHEERBRANT, Diccionario de los símbolos, Barcelona,
Herder, 1991, pp. 539-541
33
“Dragón”, en J. E. CIRLOT, Diccionario de símbolos, Madrid, Siruela, 2003, pp. 178-179
32
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Pero también eran los vigilantes de las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides,
manzanas que proporcionaban la inmortalidad, y el Dragón de la Cólquida era el
encargado de guardar el vellocino de oro, porque tenía la capacidad de que no necesitaba
dormir nunca. Si atendemos a las representaciones de estos temas en el arte griego,
encontramos que estos dragones son serpentiformes, a pesar de que sus cualidades son las
de los leones: por ejemplo, en Mesopotamia se pensaba que el león era capaz de dormir
despierto, lo que explica que también fuera la imagen de la vigilancia34. Duerman o no,
ambos dragones son vigilantes, algo directamente relacionado con el león, quizá como
recuerdo de ese posible origen común en Mesopotamia, a pesar de que hubiera notables
variaciones respecto a su forma y simbolismo. También es necesario anotar que, según
algunas versiones, ambos dragones son hijos de Tifón, divinidad relacionada con los
huracanes, que suelen venir de la mano de las tormentas, de modo que parece que, por
algún motivo, estos seres estaban unidos a tales fenómenos atmosféricos.
El propio Plinio habla también de él: se trataría de serpientes de gran tamaño que
pelean con toros y elefantes, y, aunque tienen dientes como los de los jabalíes, su fuerza
está en la cola. A esto se une que relaciona al dragón con el demonio que engaña a los
romanos haciéndose pasar por Esculapio35. No hay que olvidar que fue también Plinio el
que llevó a Occidente la tradición de los Naga orientales, es decir, serpientes de siete
cabezas que llevaban en cada una de ellas y en sus fauces piedras mágicas y que
simbolizaban al arco iris como puente hacia la morada de los dioses. Así, influyó en las
ideas posteriores sobre los dragones como depositarios de piedras preciosas36.
Isidoro de Sevilla también habló de él en sus Etimologías, donde lo cita como “la
mayor de todas las serpientes y de todos los animales de la tierra”, además de ser la
causante de los ciclones al salir de su cueva y remontar por los aires37, posiblemente al
mover sus alas. Al fin y al cabo, el dragón “está íntimamente unido a la tempestad y al
incendio”38. Muy semejante al texto de Isidoro de Sevilla respecto al dragón es el relato del
Propietez respecto al grifo, del que dice que sus alas son tan robustas que, con el viento
que producen al moverse, podrían tirar a un hombre39.
Su propia versión del dragón aporta la Biblia, y, concretamente, el Leviatán, donde se
le describe del siguiente modo:
En torno a sus dientes está el terror. Su dorso son filas de escudos cerradas
como por un sello de piedra. Se han unido uno al otro y ni el aire pasa entre
ellos. Están pegados el uno al otro, se unen y no pueden separarse. Su
estornudo hace brillar una luz y sus ojos son como los párpados de la aurora.
De su boca salen llamas, y se escapan chispas de fuego. Su aliento inflama los
carbones y salen llamas de su boca. De sus narices sale humareda como de olla
que hierva al fuego40.
Esa característica de expulsar fuego por la boca sigue presente en todos los textos, casi sin
excepción, a pesar de que ahora se atribuya a su procedencia del mundo subterráneo o
infernal y no a su vínculo con el relámpago.
34
C. BRENIQUET, “Animals in Mesopotamian art”, en B. J., COLLINS (ed.), A history of the animal
world in the Ancient Near East, Boston, Brill, 2002, pp. 157-158
35
PLINIO EL VIEJO, Historia Natural, Cap. XIV. En E. del BARRIO SANZ et Ali. 2003
36
“Naga”, en Federico REVILLA, Diccionario de iconografía, Madrid, Cátedra, 1990, p. 267
37
ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías, Libro XII 4, 4. En José OROZ RETA y Manuel A. MARCOS
CASQUERO (trad.) 1993
38
Miguel Ángel ELVIRA, "Los orígenes iconográficos del dragón medieval", en La tradición en la
Antigüedad Tardía, Antig. crist. XIV, Murcia, 1997, p. 421
39
PROPRIETEZ, 484-485. En MALAXECHEVERRÍA 1999: 78-85.
40
Job 41, 6.
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Ambas características aúna el Bestiario de Cambridge, en el que se le considera, de
nuevo, la mayor de las serpientes, un dragón que es igual que el demonio, el mayor de los
reptiles, y un dragón con el que, cuando echa a volar, se inflama el aire a su alrededor.
Además, cuando vuela se convierte en un “ángel de luz” que engaña a los necios41. Así,
vemos cómo, poco a poco, el dragón va adquiriendo una naturaleza demoníaca y se va
convirtiendo en un símbolo del mal contra el que los héroes de la cristiandad deben luchar.
Uno de ellos fue Daniel, llevado a Babilonia por el rey Nabucodonosor como
consejero por su inteligencia y capacidad para interpretar sueños42. Además del tema del
profeta en el foso de los leones, recurrente en las pinturas murales de las catacumbas –
donde aparece totalmente desnudo, algo más relacionado con las representaciones de
héroes paganos del arte griego que con las imágenes bíblicas43– también fue el
protagonista de un pasaje junto a un dragón:
Había también un gran dragón al que los babilonios veneraban. El rey dijo
a Daniel: “No dirás que éste es también de bronce. Mira, está vivo, come y
bebe. No puedes negar que es un dios vivo; así que adóralo”. Daniel
respondió: “Yo adoro al Señor mi Dios, que es el Dios vivo. Y si tú me das
permiso, majestad, yo mataré a ese dragón sin espada ni palo”. Y el rey le
contestó: “Te lo doy”. Entonces Daniel tomó pez, grasa y pelos; lo coció todo
junto, hizo unas bolas y las echó en las fauces del dragón, que al comerlas
reventó. Y Daniel dijo: “¡Mirad lo que adoráis!”. Cuando los babilonios se
enteraron, se enfurecieron mucho y se amotinaron contra el rey, diciendo: “El
rey se ha hecho judío, ha destruido a Bel, ha matado al dragón y ha degollado
a los sacerdotes44.
Lo que deja muy claro este pasaje es esa dualidad en la concepción del dragón según del
lado del que se esté: para los babilonios el dragón es su dios, pero para los cristianos, como
símbolo del enemigo, es un ser con el que hay que acabar, al no constituir el auténtico dios
de la humanidad.
Fig. 10. Icono: San Jorge y el Dragón, finales del s.
XIV, Escuela de Novgorod. Museo del Hermitage
Fig. 11. Placa de marfil: hombre matando a un grifo,
900-800 a.C., Nimrud. Metropolitan Museum.
41
Bestiario de Cambridge, 167-169. En Malaxecheverría 1999: 180-182.
Libro de Daniel 1, 1-21
43
Louis RÉAU, Iconografía del arte cristiano, vol. 4, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1999, p. 460
44
Libro de Daniel 14, 23-30.
42
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Otro de los héroes cristianos capaz de enfrentarse a un dragón es San Jorge, cuya
leyenda, considerada como un cuento de Las mil y una noches por el presbítero
Delehaye45, versa sobre cómo el santo salvó la vida de la hija de un rey, que iba a ser
devorada por un dragón que vivía en un lago cerca de la ciudad de Silca, dragón al que San
Jorge da muerte con su lanza46. De nuevo, aunque con variaciones más que evidentes, un
personaje cristiano acaba con el mal de las personas matando a un dragón, y, de nuevo,
podemos ver plasmado en el arte este importante tema (Fig. 10). Nada queda ya de aquel
simbolismo de sus inicios, aunque las formas parecen haber sido víctimas de una
metamorfosis menor. Así, contamos con una imagen que no hay que perder de vista: una
placa de marfil datada ca. 900-800 a.C. y encontrada en Nimrud (Fig. 11).
A pesar de que la Fig.11 muestra a un personaje masculino que lleva puesta una
corona roja de tipo egipcio y está matando con su lanza a un grifo, a pesar de la distancia
entre las ciudades en las que fueron encontradas, a pesar de las diferencias culturales entre
las sociedades que las crearon, y a pesar de que las separan siglos, las semejanzas entre
esta imagen y la de San Jorge matando al dragón son más que evidentes, pues la finalidad
última de ambas imágenes es la de mostrar a sus respectivas sociedades cómo el Bien
puede vencer al Mal.
Este mismo objetivo se puede observar repetidas veces en la tradición literaria e
iconográfica cristiana, tal y como muestra un pasaje del Apocalipsis que tiene como
protagonista al arcángel Miguel:
Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles
combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron,
pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue
arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás,
el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron
arrojados con él47.
En otras ocasiones, son las mujeres las que se tienen que enfrentar a tales bestias,
aportando una gran variedad a la temática del dragón en las representaciones artísticas. Un
ejemplo podría ser el de Santa Margarita de Antioquía, que embaucó con su belleza al
gobernador Olibrio, aunque lo rechazó. Debido a este desprecio, él la mandó encerrar en
un calabozo, donde fue atacada por un fiero dragón al que, no obstante, venció atravesando
su vientre tan solo con su crucifijo48. En este caso, el dragón encarnaría el mal, pero un mal
con connotaciones sexuales que Santa Margarita deseaba eludir, dadas las características
de virginidad, blancura, etc. que se le atribuían a la santa.
Pero, volviendo a los bestiarios, el dragón no siempre es una bestia que atemoriza y agrede
a todo aquel que se cruza en su camino, sino que, en determinadas ocasiones, también
siente temor por otras criaturas, tal y como se puede observar en la Fig. 12: Esta imagen
sirve para ilustrar un pasaje del bestiario de Pierre de Beauvais en el que se relata cómo
tiembla el dragón cuando escucha el rugido de la pantera, tanto que corre a guarnecerse
bajo tierra, mientras los demás animales acuden a ella atraídos por su perfume. Así, da
cabida a la siguiente alegorización: “Nuestro Señor” sería la pantera que atrae a la raza
humana, a la que el dragón, es decir, el demonio “mantenía en un estado semejante a la
muerte”49. En cualquier caso, lo que muestra la existencia de estas imágenes y pasajes
45
Louis RÉAU 1999: 153-154.
J. CARMONA MUELA, Iconografía de los santos, Madrid, Akal, 2008, p. 224
47
Apocalipsis 12, 7-9
48
Louis RÉAU, Iconografía del arte cristiano, tomo 2, vol. 4, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1999,
p. 329
49
Bestiario de Pierre de Beauvais. En Malaxecheverría 1999: 29-30
46
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literarios es la diversidad temática que fue adquiriendo cada motivo iconográfico con el
paso del tiempo.
Fig. 12. Pantera. MS Royal 12 F XIII. Biblioteca Británica, Londres, fol. 9.
Imagen tomada de J.J. GARCÍA ARRANZ, 1997, p. 36, fig. 3
Por tanto, aunque es difícil trazar una línea evolutiva cronológica de las formas y
simbolismo de ambos motivos iconográficos desde sus orígenes hasta la aparición de los
bestiarios medievales –tema que merece un estudio mucho más pormenorizado imposible
de llevar a cabo en pocas líneas–, sí que se puede apreciar que, a pesar de las diferencias
que fueron surgiendo entre ambos, es evidente que cuentan con muchos elementos
comunes, probablemente debidos a la cercanía, cronológica y espacial, de sus primeras
apariciones. De ahí las hipótesis que se han planteado a lo largo de este texto, hipótesis que
podrán ser estudiadas más a fondo en futuras investigaciones y que podrían aportar luz a la
comprensión de los usos de ambas iconografías según las necesidades históricas,
religiosas, sociales ... de cada momento.
3. Conclusiones.
Uno es un león con alas y rostro de águila, y el otro es la mayor de las serpientes; uno
vive en Hiperbórea, y el otro en Etiopía; uno trabaja para Apolo, mientras que el otro lo
hace para las Hespérides; uno vuela por el cielo, y el otro surge de la tierra por venir de los
infiernos; y, lo más importante, uno representa la doble naturaleza (humana y divina) de
Cristo, mientras que el otro simboliza el Mal contra el que lucha el propio Cristo. Esto es
lo que nos muestran los textos y representaciones artísticas de la Antigüedad y la Edad
media del grifo y el dragón, respectivamente; dos seres que sólo parecen compartir su
imaginaria naturaleza de carácter híbrido si se les analiza de manera individualizada y
aislada de las circunstancias en las que textos e imágenes surgieron.
No obstante, el grifo tiene ojos de fuego, y el dragón expulsa el fuego por la boca; el
primero guarda el oro de los hiperbóreos y la piedra esmeralda, mientras que el segundo
guarda el vellocino de oro y piedras preciosas; ambos son hijos de Tifón, dios de los
huracanes; y ambos mueren a manos de un héroe con su lanza. Textos e imágenes son los
que, de nuevo, nos muestran la otra cara de estos dos seres fabulosos, revelando un perfil
de ambos cuya similitud se torna más que evidente. En definitiva, son guardianes de
tesoros, es decir, de bienes preciados por los hombres, tesoros que quizá simbolicen lo que
el hombre siempre más ha anhelado y que sólo ha estado a disposición de los dioses, que
tenían que disponer poderosos y fieros guardianes para que nadie consiguiera robárselo: el
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conocimiento50. Y ello debido a que, probablemente, ambas imágenes se originaron en un
territorio, geografía, sociedad, circunstancias históricas, etc. similares: la Antigua
Mesopotamia. Por tanto, aunque ambas imágenes tuvieron un “distinto destino”, siempre
compartieron rasgos comunes por haber tenido un “mismo origen”.
Así, gracias al estudio de las imágenes desde una perspectiva multidisciplinar,
podemos llegar a discernir las causas por las que éstas se originan, se desarrollan y se
transforman, y las consecuencias ideológicas que en cada momento y lugar suponen,
llegando a una comprensión más completa de su existencia, es decir, llegando a
comprender aquello que nos daba miedo: lo desconocido.
Fuentes y Bibliografía
Fuentes
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Madrid, Akal Clásica, 1989
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WATANABE, C. E., Animal symbolism in Mesopotamia: a contextual approach, Wien, Institut für
Orientalistik der Universität Wien, 2002
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Quizá por eso no es de extrañar que la piedra preciosa draconites se extrajera única y exclusivamente del
cerebro del dragón.
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