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El mundo griego en el siglo IV a.C.
Pervivencias, cambios y transformaciones
José Pascual, Borja Antela-Bernárdez y Daniel Gómez Castro (eds.)
Instituto universitario de investigación en Ciencias de la Antigüedad de la
Universidad Autónoma de Madrid
Portada: El León de Queronea. Tumba de los tebanos de batallón sagrado caí dos
en la batalla. Siglo IV a.C.
Fotografía de José Pascual
Diseño de portada: Miguel Ángel Maroto de Lis
TÍTULO: EL MUNDO GRIEGO EN EL SIGLO IV A.C. PERVIVENCIAS,
CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES
Editor: Instituto universitario de investigación en Ciencias de la Antigüedad.
Servicio de publicaciones de la Universidad Autónoma de Madrid
Fecha prevista de publicación: febrero 2016
ÍNDICE
Prólogo
1
Las ciudades griegas en el siglo IV a.C. Un siglo de cambios
Domingo Plácido Suárez
5
ATENAS Y EUBEA
Redistribution and its Limits: Responding to Financial Challenges
in Fourth-Century in Athens
Marc Domingo Gygax
29
Los labradores del Ática durante el siglo IV y la crisis del ideal
del campesino-ciudadano
Julián Gallego
41
Buscando la seguridad alimentaria en tiempos de crisis.
Consideraciones sobre la ley de tributación del grano de Agirrio (374-373 a.C.)
Fernando Notario Pacheco
59
Demóstenes σύμβουλος (II): La guerra externa y la concordia interna
en Demóstenes (346-338 a.C.)
Laura Sancho Rocher
83
Reformas e n las cargas fiscales y sociedad ateniense en la primera mitad
del s. IV: Entre los problemas financieros y la renovación imperialista
Miriam Valdés Guía
103
Sobrevivir a la sombra de los poderosos. Eubea entre el 411 y el 338 a.C.
Manuel Arjona Pérez
125
ESPARTA Y EL P ELOPONESO
El poco espartano patronazgo de Agesilao
César Fornis
141
Consolidación y expansión de la polis en la Acaya del s. IV. Del modelo
centrífugo de poleis kata komas al modelo centrípeto de poleis con asty
Ignacio Pascual
163
Entre la unión y el enfrentamiento. La búsqueda de modelos hegemónicos
en las poleis protagonistas de Arcadia durante el siglo IV a.C.
Vasilis Tsiolis
177
La población arcadia tras la guerra del Peloponeso: un examen de las
fuentes jenofonteas
Carlos Varias García
197
MACEDONIA
Alejandro de Babilonia. Del imperio macedonio al modelo de estado helenístico
Borja Antela-Bernárdez
207
El ejército macedonio y los cambios militares en el siglo IV
Jorge Juan Moreno Hernández
219
BEOCIA Y GRECIA CEN TRAL
El federalismo en Acarnania y Etolia
Anna Mysłowska
231
Del C iterón a las Termópilas. Confederaciones y poleis en Grecia central
en el siglo IV
José Pascual
245
IG II2 403. Aproximación histórica y propuesta de datación
César Sierra
277
SICILIA Y MAGNA GRECIA
Los griegos de Italia ante los dos Dionisios. Conflictos, alianzas e integración
política
Adolfo Domínguez Monedero
289
Los problemas de Tarento en la Liga italiota y las intervenciones exteriores
en la Magna Grecia en la segunda mitad del siglo IV
María Morán Ruiz
321
Un paréntesis en las tiranías de S icilia: el periodo timoleonteo
Víctor Sánchez Domínguez
335
LA C ULTURA GRIEGA EN EL S IGLO IV
El culto a Pan en el siglo IV
Mª Cruz Cardete del Olmo
353
El registro trágico de la teoría política de Jenofonte. A propósito de
Ἱέρων ῆ Τυραννικός
Ana Iriarte
369
La cerámica ática del siglo IV a.C. P intores y talleres
Carmen Sánchez Fernández
393
El discurso de Critias. En torno a la antigua Atenas en P latón
José M. Zamora Calvo
407
MÁS ALLÁ DEL MUNDO GRIEGO
Contactos entre griegos y escitas en el litoral septentrional del mar Negro
durante el s. IV
Agustí Alemany, Marta Oller
423
Los intelectuales griegos y la monarquía aqueménida: discusiones de escuela
y realidad política
Manel García Sánchez
439
El legado de Jerjes: la desintegración del mundo de la polis y el éxito
del modelo imperialista
Daniel Gómez Castro
453
Bibliografía
465
Prólogo
Que nunca hubo una crisis de la polis es algo que sorprende ya a muy pocos. De hecho,
lejos quedan las interpretaciones decimonónicas en las que la polis griega era casi
definida en parámetros casi vitales, según los cuales c cualquier entidad estatal de
carácter histórico (y la polis era la que correspondía al período clásico de la Hélade)
debía pasar por una serie de fases fijas, de la formación al esplendor y
posteriormente a la decadencia. Lejos quedan también algunas de las afirmaciones más
rotundas que, al hilo de la opinión sobre la muerte de la libertad de los griegos en
Queronea, convertían el fulgurante reinado de Alejandro Magno en una frontera
historiográfica definitiva, a partir de la cual la polis desaparecía después de un
largo proceso de disolución enmarcado en el siglo IV a. C., para dejar paso a una
entidad histórica diferente, como eran los reinos helenísticos. Efectivamente, hubo poleis
más allá de Alejandro.
Es así que el siglo IV griego ha arrastrado habitualmente una serie de tópicos
interpretativos en los que demasiado frecuentemente se contraponía esta etapa histórica
al esplendor de la centuria anterior, el siglo de Pericles. De este modo, los historiadores
del mundo griego antiguo, más que contemplar la complejidad de los procesos que
tuvieron lugar después de la Guerra del Peloponeso, partían de apriorismos
preestablecidos que debían conducir fatal e irremediablemente a la consideración del
siglo IV como un período en cierto modo decadente. Esta interpretación ha quedado,
por fortuna, relegada desde hace tiempo y es que, a la luz de las evidencias, resulta
difícil y poco riguroso plantear el siglo IV griego a través de arquetipos. En primer
lugar, porque la variedad y la complejidad de los procesos históricos que tienen lugar
durante esta centuria rompen con la polarización de poderes que había regido el siglo V
y los enfrentamientos entre Atenas y Esparta. S i bien no contamos con un Heródoto o
un Tucídides, la ausencia de éstos se ve hasta cierto punto suplida por testimonios de
muy diversa índole, como Jenofonte, Eneas el Táctico o Isócrates, por no hablar de la
riqueza de la información que en el ámbito social y económico nos transmiten los
discursos de Demóstenes o Esquines en relación especialmente con muchos aspectos de
la vida y la cotidianidad de los helenos. En segundo lugar, porque la aparición de toda
una serie de nuevos actores históricos que cuestionan la antigua hegemonía de los
espartanos y los atenienses en materia política, llegando incluso a sustituirlos como
auténticos protagonistas del panorama internacional griego. Potencias emergentes como
Tebas, Macedonia o S iracusa comparten espacio, además, con otras entidades políticas,
como los acarnanios, los tesalios o los epirotas, por poner algunos ejemplos, que
reclaman también su propia cuota de protagonismo en su relación con los nuevos
poderes en liza. En definitiva, el siglo IV constituye un momento de capital importancia
para la historia de la Hélade, que es hoy en día valorado de forma intrínseca, a causa de
su propia complejidad.
No obstante, no puede negarse la existencia de importantes cambios. Y quizás sea ésta
una de las constantes rastreables a lo largo de la centuria. C iertamente, a lo largo del
siglo encontramos diversos indicios que nos muestran decididos, incluso acelerados,
avances que afectan a buena parte de las representaciones culturales griegas. La
filosofía, el arte o la guerra, por citar únicamente tres aspectos de una gran relevancia
1
cultural, resultan espacios de importantes transformac iones en esta centuria. Dichos
cambios comprenden todos los aspectos de la evolución histórica e incluso afectaron al
modo de comprender la realidad. En efecto, estamos ante un momento de culminación
de diversos procesos, como la personalización paulatina del poder, la redefinición del
individuo en su relación con la sociedad o incluso la paulatina representación física de
la cotidianidad por medio del arte, que ponen de manifiesto el hecho de que a lo largo
del siglo IV a. C. el mundo griego se encuentra e n un momento específico, de gran
transcendencia en el entorno de lo social y lo cultural.
Pese a ello, el siglo IV no puede, en cierto modo, contabilizarse realmente como una
auténtica centuria. Es, por así decirlo, un siglo corto, o un siglo joven, como podría
haber dicho Hegel. En primer término, porque comienza, de alguna manera, unos pocos
años antes de que acabe cronológicamente hablando su antecesor, ya que podemos
establecer el fin de la Guerra del Peloponeso y la derrota ateniense en el 404 como e l
punto de partida del siglo, aunque tal vez debiéramos considerar otros episodios
también fundamentales como la restauración democrática en Atenas o la muerte de
Sócrates como ejes de referencia en relación al momento de su inicio. Igualmente,
también acaba mucho antes, pues nadie duda que existe un antes y un después de
Alejandro, y tanto si hablamos de su subida al poder en 336 como de su muerte en
Babilonia (323 a.C.), o del final de los sueños de restauración hegemó nica de la
democracia ateniense en 321 como resultado de la Guerra Lamíaca. Los
acontecimientos relacionados con el gobierno de los Diádocos, pese a ser fruto de la
idiosincrasia del s. IV a. C., pueden igualmente vincularse al surgimiento de los reinos
helenísticos, por lo que quizás sería pertinente considerar el período entre 321 y 306 (el
año en los Diádocos comienzan a asumir la titulatura rea l) o incluso 301 (el año de la
batalla de Ipso) como un instante intermedio de reestructuración y adaptación a las
nuevas realidades históricas. En definitiva, el s. IV griego se resume en unas ocho
décadas, poco más o menos, donde el mundo griego se redefine de una manera intensa.
Quizás fueron esta intensidad y las necesidades de dicha redefinición las que condujeron
a un siglo marcado con frecuencia por enfrentamientos de gran violencia, o tal vez haya
sido sólo la herencia y la sombra que la Guerra del Peloponeso dejó sobre los griegos.
Igualmente, a la luz de dichos enfrentamientos surgieron también grandes ideales, como
el panhelenismo o la Paz Común, que resumían en muchos sentidos el malestar ante una
situación que en modo alguno era del gusto de la población griega. La violencia, sin
embargo, traspasa los límites de la guerra para instaurarse en ocasiones en el ámbito de
la convivencia social, donde las diferencias entre ricos y pobres a menudo se
recrudecen. Y en relación con todo ello, la filosofía de ciertas nuevas escuelas formula
posiciones ajenas a la ciudadanía activa del zoon politikon aristotélico. S in duda,
personajes como Diógenes y Epicuro representan perfectamente la búsqueda de nuevas
soluciones a preocupaciones que ya poco tienen que ver con aquellas que en un
momento dado habrían servido de motor a las reflexiones de Sócrates y sus oponentes.
En cierto modo, el siglo IV es tambié n, más que cualquier época griega anterior, el
tiempo de las personalidades, grandes y pequeñas. El siglo que nace con la muerte de
Sócrates, muere con la desaparición de Alejandro, pero también con la de Aristóteles.
Iconos irreemplazables como Epaminondas, F ilipo, Lisipo o Diógenes resultan
ciertamente difíciles de comprender si no es en relación con una nueva época, plena de
complejidades, pero también de nuevas respuestas y soluciones.
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El presente volumen es el resultado de la voluntad de una serie de investigadores por
poner de manifiesto no sólo esta idiosincrasia, sino el importante esfuerzo que a nivel
investigador se está llevando a cabo en el ámbito académico español. De este modo, a
través de trabajos con enfoques diversos, aunque compartiendo en muchos casos un
objetivo común, se han reunido aquí una serie de visiones del mundo griego del siglo IV
a.C., a partir de las cuales puede observarse, de una parte, la diversidad que hemos
mencionado y las profundas transformaciones que marcan este períod o, y por otra, las
diferentes explicaciones que hoy se barajan en relación con los procesos históricos que
marcaron la centuria. Hemos primado, en este sentido, una aproximación estructurada
desde un marcado protagonismo del entorno geográfico, pues entendemos que una de
las características principales del momento es la diversificación de centros de atención,
más allá de los ejes tradicionales de la cultura griega. De este modo, junto con Atenas,
Esparta, S iracusa, Tebas o Macedonia hemos querido prestar atención al resto de la
ecúmene, y por tanto, dar voz a los etolios, eubeos, arcadios, acarnanios, aqueos y tantos
otros. También hemos considerado relevante reservar un espacio a las relaciones
culturales entre griegos y persas, escitas o italiotas. Por último, hemos dedicado un
espacio a los cambios en la cultura griega, que resultan a menudo indicativos de la
profundidad y el impacto de los procesos históricos, como resultado y en ocasiones
incluso como causa o evidencia de los mismos. En resumen, el presente volumen
compila un excelente elenco de contribuciones que ha de servir para poner de
manifiesto la heterogeneidad y complejidad de un momento histórico de importancia
capital para la Hélade.
Finalmente, vale la pena recordar que en modo alguno las siguientes páginas no
hubiesen sido posibles sin el apoyo de diversas personas e instituciones. En primer
lugar, los miembros del comité científico y organizador (Dra. L. Sancho, Dr. C. Fornis,
Dr. J. Pascual, Dr. A. Ñaco, Dr. D. Gómez y Dr. B. Antela), que han sido en buena
medida responsables de idear una reunión científica cuyo resultado está hoy compilado
en las siguientes páginas. En segundo lugar, el apoyo económico y la hospitalidad de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona, que acogió la
reunión. Igualmente, el área de Historia Antigua y el Departamento de Ciencias de la
Antigüedad y la Edad Media de la Autónoma de Barcelona, que en todo momento puso
cuanto estaba a su disposición para que la celebración científica de la que esta obra es
resultado fuesen posibles. Del mismo modo cumple agradecer al Instituto de
investigación en C iencias de la Antigüedad de la Universidad Autónoma de Madrid y a
esta última universidad el hecho de que se hayan hecho cargo de la edición de este
volumen con la colaboración de la Universidad Autónoma de Barcelona, a través en este caso de la
acción complementaria HAR-2011-13480-E del Ministerio de Ciencia e Innovación; por último, el
Proyecto de Investigación del P lan Nacional I+D+i HAR2011 -25443 ha hecho también
posible la integración de sus objetivos con los que esta obra, y la reunión de la que
surge, pretende. Con todo, es mérito esencial de los participantes el haber hecho
realidad este volumen, y sin su contribución nada de esto hubiese sido efectivamente
posible. La deuda de los editores, por tanto, se ha contraído de manera muy especial
con cuantos han expuesto su trabajo y sus ideas en las páginas que siguen.
Los editores
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