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Pintas contra la Iglesia en lugares públicos y en Iglesias. Mons. Diego Padrón, Presidente de
la Conferencia Episcopal de Venezuela, señala que ya no se trata de casos aislados, sino de
ataques cada vez más frecuentes contra la Iglesia.
Artículo tomado de:
http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?
cod=8086&te=15&idage=15148&vap=0&npag=1
Por Marinellys Tremamunno
"Traidores, terroristas, asesinos, 666, sacerdotes demonio". Estas palabras aparecieron pintadas hace unos
días en una de las paredes laterales de la catedral de san Pedro Apóstol en Barinitas, cuyo párroco, el
padre Franklin Rangel Navas, había denunciado agresiones poco antes, cuando un grupo de gamberros,
presuntamente por orden de la concejala del municipio de Bolívar, en Barinas, Maritza Vargas. Ahora el
sacerdote teme por su vida.
Pero no se trata de un caso aislado. El pasado 30 de enero, el presidente de la Conferencia Episcopal
Venezolana, monseñor Diego Padrón, ya dijo durante una entrevista radiofónica que "los ataques contra
las instituciones religiosas en varios puntos del país no parecen casos aislados, sino más bien acciones
preparadas para intimidar a la Iglesia católica".
Justo el día antes de la denuncia del presidente de la CEV, la iglesia de San Pedro Claver del "23 de Enero",
barrio popular de Caracas, fue asediada por varios grupos durante la misa. "Se presentaron allí los colectivos,
cerraron la iglesia y nos obligaron a todos a oír su agresivo discurso contra la Iglesia. Los fieles protegieron a
monseñor Jesús González de Zárate, obispo auxiliar de Caracas, que afrontó con valor la situación", cuenta el
periodista y exportavoz de la MUD (coalición de partidos opositores) Jesús Torrealba. Una situación parecida
tuvo lugar en la parroquia Claret de Maracaibo, cuando la policía nacional interrumpió la homilía de Ovidio
Duarte e intentó expulsar a los fieles de la iglesia. En aquellos días también se produjeron ataques contra
las residencias de los arzobispos de Barquisimeto, Mons. José Antonio López Castillo; y Adam Ramírez en
Caracas.
El miércoles santo fue uno de los días más difícil para el episcopado venezolano. Un grupo de personas
identificadas con el chavismo irrumpieron en la basílica de Santa Teresa mientras el cardenal Urosa Savino
presidía la homilía, quien tuvo que marcharse protegido por los fieles. Ese mismo día aparecieron en las
paredes de varias iglesias de San Cristóbal (Tachira) amenazas de muerte contra los sacerdotes bajo el
acrónico PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela). Pero la mayor blasfema de aquellos días la sufrió
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la imagen del Nazareno de la catedral de Valencia, que apareció la mañana del sábado 8 de abril cubierto
de excrementos.
¿Pero qué es lo que ha desatado tanta ira? La CEV es la única voz autorizada que denuncia la grave situación
de Venezuela. "Ante el empeoramiento de la situación económica, política y social de los últimos tres años,
hemos enumerado algunos de los errores cometidos por el gobierno y hemos hecho reiteradas peticiones de
cambio de ruta. Esta es la razón de los ataques contra mí, contra el cardenal Baltazar Porras y en general
contra el episcopado. El gobierno no tolera crítica alguna", afirma el cardenal Jorge Urosa Savino.
Los obispos venezolanos luchan sin tregua por la defensa de los derechos humanos en su país. El pasado 12
de abril vimos al cardenal Urosa denunciar en conferencia de prensa la acción de grupos armados, los llamados
colectivos, contra las manifestaciones pacíficas. "Estas bandas armadas son ilegales y cometen crímenes",
dijo el vicepresidente segundo de la CEV. Una declaración que confirma las palabras de su presidente,
monseñor Diego Padrón: "Sin resistencia no hay esperanza, hoy la Iglesia venezolana se encuentra en una
actitud de resistencia frente al poder", afirmó durante su intervención en el VII Congreso Nacional de Laicos,
celebrado a primeros de abril.
En el trasfondo se delinea el verdadero rostro del gobierno de Nicolás Maduro. El portavoz de la CEV, Pedro
Pablo Aguilar, ha declarado que "la situación es realmente difícil", subrayando que "lamentablemente la gente
que sigue al gobierno no tiene escrúpulos y cualquier persona que exprese una opinión contraria puede ser
acusada de terrorismo o víctima de amenazas, mientras los mismos torturadores se dedican a hablar de paz
y diálogo".
Es realmente sobrecogedora la oleada de violencia contra la Iglesia venezolana. El balance de los tres últimos
meses afirma que “las diócesis ha sido objetivo de robos y destrucción de diversos bienes, por ejemplo en
Guarenas y Maracay (donde la curia ha sufrido redadas), en la iglesia de la Consolación de Maracaibo robaron
hostias consagradas y en el convento de la misma ciudad se llevaron el Santísimo Sacramento. En el Instituto
Venezolano de Educación Profesional de la Iglesia Católica han destruido parte de las instalaciones y han
arramplado con todo. En Guayana han asaltado multitud de iglesias, incluso secuestraron y amordazaron a
un sacerdote; en Guarico se han producido varios hurtos y han aparecido muchas pintadas en las iglesias
con mensajes amenazantes”.
Un boletín de guerra duro, al que se añade el homicidio el pasado martes santo de un fraile en la ciudad de La
Victoria, estado de Aragua, el franciscano de la Cruz Blanca Diego Begolla, al que mataron durante el robo de
los ordenadores de la casa de acogida de ancianos que él dirigía. Escenas que en Europa podrían recordar
al bárbaro asesinato del sacerdote francés Jacques Hamel a manos de los extremistas del Isis el pasado 26
de julio, pero aquí no ha tenido eco la noticia de la muerte del fraile venezolano.
¿Cómo vive el episcopado este clima tan intimidatorio? “Los obispos están sorprendidos ante esta oleada
de violencia, pero sostienen su voz profética y enérgica para denunciar lo que está pasando. Es más, estas
amenazas animan al episcopado y hoy más que nunca la Iglesia está presente con sus pastores en todas las
comunidades, acompañando al pueblo en su sufrimiento”, concluye el padre Pedro Pablo Aguilar.
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