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N. irak
Jueves 17.11.2016
El Papa recibe al Patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente y expresa su consternación por la
terrible violencia en Irak y Siria
La confirmación de los lazos fraternos ya existentes, la pertenencia al único Cuerpo de Cristo, la cooperación en
la caridad y la memoria común de la actividad evangelizadora han sido los puntos claves del discurso que el Papa Francisco ha dirigido esta mañana a Su Santidad Mar Gewargis III, Catholicós y Patriarca de la Iglesia
Asiria de Oriente durante la audiencia con la delegación encabezada por él encabezada. La audiencia estuvo
precedida de un coloquio privado entre el pontífice y el patriarca y tras ella ambos rezaron en común en la
capilla Redemptoris Mater.
“Este encuentro y la oración que elevaremos juntos al Señor –dijo Francisco- invocan el don de la paz. Estamos
consternados por lo que sigue ocurriendo en el Medio Oriente, especialmente en Irak y Siria. Allí, cientos de
miles de niños inocentes, mujeres y hombres son víctimas de la terrible violencia de conflictos sangrientos, que
ningún motivo puede justificar o permitir. Allí, nuestros hermanos y hermanas cristianos, así como diversas
minorías religiosas y étnicas se han acostumbrado, desgraciadamente, a sufrir grandes pruebas día tras día”.
“En medio de tanto dolor, cuyo final imploro –prosiguió- vemos cómo los cristianos, todos los días, recorren el
camino de la cruz, siguiendo con mansedumbre las huellas de Jesús, uniéndose a él, que con su cruz nos ha reconciliado... Estos hermanos y hermanas son modelos que nos exhortan en todas las circunstancias a
permanecer con el Señor para abrazar su cruz, a confiar en su amor. Nos indican que el centro de nuestra fe
es siempre la presencia de Jesús, que nos invita, incluso en la adversidad, a no cansarnos de vivir su mensaje
de amor, de reconciliación y de perdón. Esto es lo que aprendemos de los mártires y de cuantos hoy en día,
aun a costa de la propia vida permanecen fieles al Señor y con Él vencen al mal con el bien...Como la sangre
de Cristo, derramada por amor, ha reconciliado y unido, haciendo que la Iglesia germinase, así la sangre de
los mártires es la semilla de la unidad de los cristianos”.
El Papa recordó después los fuertes vínculos fraternos que ya existen entre la Iglesia Asiria de Oriente y la
Iglesia Católica, reforzados ulteriormente por la visita del Catholicós, y los pasos dados para reforzarlos, entre
ellos la visita al Vaticano del Patriarca Mar Dinkha IV que firmó con san Juan Pablo II la Declaración
Cristológica Común que hizo posible confersar la misma fe en el misterio de la Encarnación y abrió el camino
hacia la comunión plena, o la creación de la Comisión conjunta para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica
y la Iglesia Asiria de Oriente. Pasos que allanan el camino hacia el esperado día en que “se pueda celebrar el
Sacrificio del Señor en el mismo altar, como signo real de la comunión eclesial plenamente restablecida”.
“Mientras tanto tenemos la oportunidad de dar pasos veloces incrementando nuestro conocimiento mutuo y
testimoniando juntos el Evangelio –destacó- Estamos llamados a obrar juntos en la caridad en todos los lugares
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donde sea posible, para que el amor indique el camino de la comunión. En el Bautismo descubrimos el
fundamento de la comunión real entre nosotros…pertenecemos al único Cuerpo de Cristo. Con esta certeza
caminemos juntos con confianza. ..sin cansarnos de pedir al Señor, médico divino, que cure las heridas del
pasado con la unción benéfica de su misericordia”.
“También nos hará bien renovar la memoria común de nuestra actividad evangelizadora que hunde sus raíces
en la comunión de la Iglesia primitiva. Allí tuvo origen la difusión del Evangelio que, en los albores de la fe –
recordó Francisco al final de su discurso- alcanzó a Roma y a las tierras de Mesopotamia, cuna de
civilizaciones antiquísimas, dando luz a florecientes comunidades cristianas. Los grandes evangelizadores de
entonces, los santos y los mártires de todos los tiempos, todos los ciudadanos de la Jerusalén celeste nos
exhortan y acompañan ahora a abrir juntos senderos fecundos de comunión y testimonio”.