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Apuntes
sobre
historia de
la Iglesia
Están tomados de:
J. COMBY, Para leer LA HISTORIA DE LA IGLESIA,
Verbo Divino
APUNTES SOBRE HISTORIA DE LA IGLESIA
-Primera Parte-
LOS COMIENZOS
Tema 1: Nacimiento de la Iglesia
I. Los tiempos apostólicos
La Iglesia comienza por el año 30, un día de pentecostés en
Jerusalén. Doce hombres anuncian a sus compatriotas una buena noticia. La
historia de la Iglesia comienza así con los sucesos que se nos narran en el
Nuevo Testamento. Nos han llegado algunas tradiciones por otros caminos:
Eusebio de Cesarea ha recogido algunas y están también los apócrifos
(texto misterioso, de sentido oculto; acabó significando inauténticos).
Por entonces, Pedro proclama: “Jesús el nazareno… lo hicisteis morir
crucificándolo… Dios lo ha resucitado… arrepentíos y que cada uno de
vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo”. (Hch 2). Se hicieron
bautizar tres mil personas. ¡Había nacido la Iglesia! Esos primeros miembros
de la Iglesia son judíos, hablan arameo, siguen llevando una vida de judíos
piadosos, aparecen como una nueva secta “los nazarenos”. Lo que les
caracteriza es el bautismo, la asiduidad a la enseñanza de los apóstoles, la
fracción del pan (eucaristía) y la constitución en comunidades fraternales.
Se añadieron pronto, en la comunidad, otros judíos de cultura griega,
los helenistas. Mientras que los doce están al frente de la comunidad
“hebrea”, otros “siete” asumen la responsabilidad de los helenistas.
Esteban, el jefe de los siete, entiende el evangelio como un judaísmo
depurado. Lo lapidan por blasfemo y pasa a ser el primer mártir cristiano.
(Hch 7). Los helenistas perseguidos tuvieron que huir de Jerusalén a
Samaría, se hicieron misioneros entre los judíos. Pablo que había asistido a
la lapidación de Esteban, se mostró obstinado perseguidor de los discípulos
de Jesús, pero camino de Damasco se convirtió en el primer predicador del
evangelio.
Una visión hace comprender a Pedro que el evangelio se dirige a todos
los hombres. (Hch 10). En Antioquía es la primera vez que los discípulos de
Cristo reciben el nombre de cristianos. Antioquía será el punto de partida
de la evangelización del imperio romano. A lo largo de un primer viaje
misionero, Pablo y Bernabé, se dirige primero a los judíos en las sinagogas y
luego a los paganos sin imponerles las prácticas judías. Tendrá lugar lo que
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ha dado en llamarse el “concilio” de Jerusalén: por un lado, Santiago, jefe
de la comunidad de Jerusalén; por otro lado, Pablo y Bernabé; y Pedro que
actúa de pacificador. Se admite la posición de Pablo y la Iglesia se hace
realmente universal.
En el curso de su segundo viaje que Pablo emprende a través de Asia
Menor el evangelio pasa a Europa por el año 50, se dirige incluso a la capital
cultural, Atenas. A lo largo de su tercer viaje, Pablo visita de nuevo las
comunidades de Asia y Europa y no faltan las dificultades. Un cuarto viaje
conduce a Pablo a Roma, pero ya hecho prisionero.
La persecución de Nerón en el año 64, según la tradición, trajo
consigo la desaparición de los apóstoles Pedro y Pablo, los historiadores
vacilan sobre una fecha concreta. La destrucción de Jerusalén el año 70
marca más todavía el corte entre la primitiva Iglesia y el mundo judío. La
comunidad cristiana habría abandonado la ciudad para refugiarse al otro
lado del Jordán. Dios mostraba de ese modo que la antigua ley había
cumplido ya con su misión, el acontecimiento reforzaba el universalismo del
evangelio.
A lo largo de este periodo se van formando las Escrituras cristianas.
A finales del siglo I, el cristianismo se había vuelto decididamente hacia
occidente, utilizando las estructuras que le ofrecía el imperio romano.
II. El imperio romano
Una ciudad, Roma, fundada el año 753 a. C. termina la conquista de
toda la cuenca mediterránea a lo largo del siglo I a. C. Octavio convertido en
Augusto instaura un nuevo régimen, el imperio, que nace el año 27 a. C. El
imperio está dividido en provincias cuyos gobernadores son designados en
Roma por el emperador o el senado. Las guarniciones instaladas por todas
partes mantienen el orden, es la “pax romana”.
La unidad base de los países mediterráneos es la ciudad, conservan
una amplia autonomía. El cristianismo antiguo es una religión urbana: la
Iglesia es ante todo la comunidad local. Las personas y las mercancías
circulan de un extremo a otro del imperio tanto por tierra como por mar,
son también los caminos de las doctrinas y del evangelio. La precariedad y la
duración de los viajes explican la importancia de la hospitalidad que se
recomienda sin cesar en los escritos del Nuevo Testamento. Uno de los
escritos más antiguos, la Didaché (Doctrina del Señor), recomienda que se
desconfíe de los gorrones, aun cuando apelen a la predicación del evangelio.
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El imperio agrupaba a una muchedumbre de pueblos que conservaban
sus costumbres, sus lenguas y sus culturas, sin embargo, en el conjunto del
imperio se imponían dos lenguas: el griego, que tras la conquista de
Alejandro (356-323 a. C.) era la lengua común a todo oriente; y el latín, que
tuvo una difusión menor y era la lengua de la administración y del derecho,
en la Iglesia fue utilizado como la lengua habitual a finales del s. II.
La predicación cristiana se encontró en el imperio con sistemas
religiosos muy variados. Había una religión rural, cultos “naturistas”, que
cuando el campo se hizo cristiano, elementos de estas religiones pasaron al
folklore popular. Por otro lado, cada ciudad tenía sus propias divinidades
tanto griegas como latinas, era un acto de civismo participar en los cultos de
la ciudad, aunque uno fuera totalmente escéptico. Además hay que tener en
cuenta el culto al soberano, es decir, una religión al servicio de la política,
que se hace obligatorio en el siglo III, cuando se quiso obligar a los
cristianos a rendir culto al emperador, éstos se negaron. Desde la filosofía
se va caminando lentamente hacía el monoteísmo y muchos ambientes
populares practican religiones orientales, todo esto hace que se vaya
caminando hacia un sincretismo religioso. En este ambiente aparece el
cristianismo. Pero el evangelio no admitirá concesiones.
La civilización greco-romana de los tres primeros siglos busca la
felicidad, pero esa felicidad sólo aprovecha a una minoría de privilegiados.
La economía se basa en la esclavitud, algunos consiguen la libertad y pasan a
la categoría de libertos. También los hombres libres están lejos de ser
iguales, se distingue entre los que tienen la ciudadanía romana y los demás.
La mujer es considerada como menor, es verdad que se habla de
emancipación, pero esta sólo afecta a las mujeres acomodadas. También se
desprecia a los niños, el padre puede rechazar al recién nacido.
Sin proponer una revolución social, la comunidad cristiana acoge a
todos los hombres porque son iguales ante Dios y salvados por Cristo. En un
mundo duro para ellos, los esclavos, los pobres, las mujeres y los niños son
especialmente sensibles a la buena nueva. Y van contra ciertos
comportamientos: rechazan una religión reservada a iniciados, se oponen al
desprecio de la vida humana, al laxismo sexual, al afán del lujo y del dinero,
rechazan el relativismo religioso y no aceptan la divinización del estado.
Tenemos aquí la explicación de una lucha del imperio contra los cristianos,
pero también la del atractivo del evangelio para los habitantes del ese
imperio.
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SIGLOS I-III
Tema 2: Los cristianos en un mundo que no los comprende
Aumenta el número de los cristianos, se les distingue de los judíos, a
partir del momento en que constituyen una minoría importante, empiezan a
causar problemas. Son algo así como unos inmigrantes cuyas costumbres no
acaban de comprenderse. Algunos escritores cristianos, los apologistas,
intentan defender a su comunidad ante la opinión pública y las autoridades,
pero no pueden impedir que la persecución caiga sobre ellos.
I. La mirada de los otros
Tres acusaciones circulan contra los cristianos: son ateos, porque no
participan de los cultos tradicionales, ni del culto imperial, ni de las
religiones orientales, los dioses se sienten ofendidos y se vengan en
calamidades; practican el incesto, porque se reúnen en banquetes nocturnos
y se entregan a las peores torpezas entre “hermanos” y “hermanas”; y son
antropófagos, porque comen del cuerpo y beben la sangre de un niño víctima
de un asesinato ritual. Despreciados por la masa, la religión cristiana recibe
calumnias de superstición irracional y sin medida (Plinio), de superstición
nueva y peligrosa (Suetonio), de personas obstinadas en el error (Marco
Aurelio), o de gente ingenua (Luciano).
Celso y Porfirio emprenden una refutación más rigurosa y ven que los
cristianos se reclutan entre las clases sociales inferiores, el cristianismo
pone en entredicho los valores de la civilización romana, no participan en los
cultos de la ciudad, rechazan las magistraturas y el servicio militar. Si todos
los ciudadanos actuasen como los cristianos, pronto se acabaría el imperio.
La encarnación es un absurdo, ya que Dios (perfecto e inmutable) no puede
rebajarse a ser un niño; la resurrección es una formidable mentira; el Dios
pacífico del evangelio está en contradicción con el dios guerrero del Antiguo
Testamento; el bautismo fomenta los vicios, ya que un poco de agua perdona
a la vez todos los pecados; y la eucaristía sigue siendo un rito antropofágico.
Ante estos ataques, los cristianos quisieron iluminar a la opinión
pública y defender su comunidad. Los apologistas se dirigen a los que no
comparten su fe y necesitan encontrar un lenguaje que comprendan sus
destinatarios, de este modo helenizan el cristianismo y cristianizan el
helenismo. Elaboran así una primera teología. Acusan a la sociedad romana
de infanticidio y aborto, de que exaltan la sexualidad contando las hazañas
amorosas de los dioses. Justino afirma: “Nosotros somos ateos de vuestros
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falsos dioses”. Tertuliano afirma que hay cristianos por todas partes,
incluso en el ejército, pero diez años más tarde piensa que un cristiano no
puede ser soldado.
Textos cristianos del mismo periodo muestran una profunda
reticencia frente a la presencia de cristianos en el ejército y en las
funciones públicas, por dos razones: porque esas actividades pueden estar
en contra del evangelio y porque están obligados a participar en ceremonias
idolátricas. Al cristiano se le puede exigir que no se aliste, pero qué hacer
con el que ya está alistado. Cuando aumentó el número de cristianos y
empezó el problema de la defensa de las fronteras, todo se complicó.
II. Las persecuciones
Los apologistas no convencieron, cuando se busca a los responsables
de las desgracias de la época, las calumnias provocan motines contra los
cristianos. Las autoridades pronuncian entonces condenas contra los
supuestos culpables. Tal es el origen de las persecuciones. Los cristianos no
estuvieron celebrando su culto en la catacumbas durante tres siglos, tan
sólo a comienzos del siglo III adquirieron esos cementerios, que no podían
servir como lugar de refugio ya que eran concesiones inscritas en el
catastro.
¿Qué es un mártir? Significa testigo, el mártir atestigua su fe en
Jesús como único Señor. El cristiano puede huir de la persecución, pero
cuando es detenido, da testimonio hasta el fin. Conocemos las persecuciones
a través de fuentes diversas: relatos de historiadores no cristianos (Tácito
y Plinio), informes judiciales llamados “actas de los mártires” y algunos
testigos presenciales. Después de la paz de la Iglesia (año 313), el prestigio
de los mártires fue tan grande que muchas comunidades apelaron al
patrocinio de mártires inciertos. Nacieron entonces relatos más o menos
legendarios.
Durante los dos primeros siglos las persecuciones fueron locales y
muy limitadas en el tiempo. La persecución de Nerón, en el año 64, es
consecuencia del incendio de Roma, tradicionalmente se consideran a Pedro
y Pablo víctimas de esta. Trajano considera que no hay que buscar a los
cristianos, ni aceptar denuncias anónimas; sin embargo, es preciso condenar
a los que sigan afirmándose cristianos. En tiempos de Marco Aurelio fueron
condenados en Roma, Justino (el apologista) y en Esmirna, el obispo
Policarpo (discípulo de Juan).
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En el imperio existían religiones lícitas e ilícitas, pero se practicaba la
tolerancia. Lo más probable es que los cristianos cayeran bajo el golpe de
leyes existentes sobre el orden público que los gobernadores aplicaban a su
antojo. Cuando estallaba un motín contra los cristianos, las autoridades
hacían recaer sobre ellos la responsabilidad, así bajaba la tensión de la
opinión pública y había víctimas para los juego en el anfiteatro.
Desde finales del siglo III, el imperio empieza a tambalearse, guerra
civil, el peligro de los bárbaro, despoblación… Se acentúa entonces el culto
imperial, los cristianos se niegan y entonces aparece una legislación
anticristiana para el conjunto del imperio. Septimio Severo declaró el
catecumenado ilegal y los cristianos eran fichados por la policía. Maximino
hizo morir a los miembros del clero para debilitar a la Iglesia. Decio obligó a
sacrificar a los dioses del imperio y expedir un certificado de haberlo
hecho. Valerio tomó medidas contra el clero, prohibió el culto y las
reuniones en los cementerios. Galieno publicó un edicto de tolerancia (261) y
se construyeron numerosas iglesias. Diocleciano hizo del imperio una
tetrarquía e instituyó un estado autoritario y fue cuando el culto al
soberano alcanzó su apogeo. En el 312 Constantino vence a Majencio en el
puente Milvio y se pone fin a la guerra civil. Constantino había visto en el
cielo una cruz luminosa con estas palabras: “Con esta señal vencerás”.
Convertido hizo inscribir en la bandera imperial el monograma de Cristo
asegurándose así el éxito.
El año 313, los dos emperadores, Constantino y Licinio, se pusieron de
acuerdo para una política religiosa común en una carta al gobernador de
Bitinia: es lo que se llama tradicionalmente el “edicto de Milán”.
Aparentemente, todas las religiones se encontraban en un plano de igualdad.
Sin embargo, muy pronto se rompió el equilibrio, esta vez a favor del
cristianismo.
¿Cuántos fueron los mártires? Para unos, centenas de millares, para
otros, unos tres mil, la verdad se sitúa seguramente entre los dos extremos.
Los mártires dan testimonio de Jesús, pero no se les puede separar de
todos los demás testigos que van jalonando los siglos hasta nuestros días.
Con ellos, son los testigos de la libertad de conciencia afirmada hasta la
muerte frente al poder totalitario.
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Tema 3: Ser cristiano en los primeros siglos
Ser cristiano es acoger la buena nueva de Jesús y cambiar de vida
dejándose transformar por ella, el cristiano pertenece a una comunidad, la
Iglesia, que poco a poco se va organizando.
I. La liturgia y la oración
En los comienzos de la Iglesia, los cristianos se reúnen en las casas
particulares: la sala de baños sirve para los bautismos. A partir del siglo II,
algunos cristianos regalan sus casas dedicadas ya especialmente al culto. Los
discípulos de Jesús recogen para la iniciación cristiana el baño de agua, al
valor de conversión, le añaden el renacimiento por el Espíritu que hace al
cristiano participar de la muerte y resurrección de Jesús. La preparación y
los ritos han variado en el tiempo y en el espacio. En Roma, desde el siglo
III (Tradición apostólica de Hipólito) el catecumenado dura hasta tres
años, tiene que ser presentado por otros cristianos (padrinos y madrinas),
tienen que renunciar a ciertos oficios y a comportamientos, al final se
examina la conducta de los candidatos. El ritual se refiere ante todo a los
adultos, los niños pueden ser bautizados a la vez que sus padres o cuando
sus padres ya son cristianos, pero muchos (Tertuliano) se oponen.
Celebran cada domingo la resurrección del Señor, en la fracción del
pan, pero de modo más solemne lo hacen el día de Pascua, en algunas
provincias el mismo día de la pascua judía, otros sitios el domingo siguiente a
la pascua judía, prevaleció este segundo punto de vista. Justino recoge bien
la estructura de la celebración. El comulgante recibe el pan consagrado en la
palma de la mano y el obispo le dirá: “El pan del cielo en Cristo Jesús”.
En el siglo II, la Didaché invita a los cristianos a confesar sus
pecados antes de la eucaristía, se trata de faltas ordinarias. Un bautizado
no debe ya pecar gravemente; y se admite, con ciertas reticencias, la
reconciliación por pecados graves (apostasía, asesinato y adulterio).
Al amanecer, se invita al cristiano a que rece mirando hacia oriente,
reza luego a las nueve, a mediodía y a las tres y con los brazos levantados y
las palmas abiertas, no se juntan las manos para rezar. Los cristianos dan un
nuevo sentido al matrimonio, la indisolubilidad se presenta como novedad,
pero lo esencial es que compartan la misma fe. Los responsables de las
comunidades eran invitados a visitar a los enfermos y a ungirles con aceite
consagrado. Los cristianos veneran a sus muertos. A partir del siglo III
adquirieron sus propios cementerios, en Roma eran las catacumbas.
-7-
II. La institución de los ministerios
La primitiva comunidad de Palestina tiene una doble organización: los
doce para los de lengua hebrea, y el grupo de los siete para los de lengua
griega. La comunidad de Jerusalén se estructura según el modelo de las
comunidades judías y al frente de ella está el colegio de presbíteros y un
jefe al frente (Santiago). Los doce fundan varias comunidades de este
género. A partir de Antioquia, nace una Iglesia con una doble organización:
unos misioneros itinerantes (apóstoles -no necesariamente de los doce-,
profetas y doctores; y unas comunidades fundadas por los misioneros y con
responsables al frente de las mismas (epíscopos-presbíteros y diáconos).
Entre el s. I y s. II cada vez se destaca más el epíscopo. Y aparecen
ministros subalternos vinculados a él, que son los diáconos. Quedan así los
tres grados del ministerio que conocemos actualmente, de ello da cuenta
Ignacio de Antioquía en sus cartas. Los ministros itinerantes fueron
desapareciendo, los apóstoles se hacen sedentarios y se confunden con los
obispos y desde entonces aparecen todos ellos como sucesores de los
apóstoles. Existen otros ministerios considerados inferiores: subdiáconos,
acólitos, exorcistas, lectores y ostiarios.
Sólo el obispo preside la eucaristía, predica, bautiza, reconcilia a los
penitentes. Los presbíteros no hacen más que asistir al obispo, cuando los
cristianos aumentan, se crean varios lugares de culto que atienden los
presbíteros. El clero y el pueblo intervienen en la elección de los ministros,
el rito esencial de la ordenación es la imposición de manos.
En el Nuevo Testamento los ministros ponen el acento en el anuncio
del evangelio, incluso cuando presiden oraciones o celebran la fracción del
pan. No se les compara con los sacerdotes del judaísmo, todo el pueblo
cristiano es sacerdotal; poco a poco, el acento recaerá para los ministros
cristianos en su función litúrgica. También aparecen en el Nuevo
Testamento varias mujeres que siguieron a Jesús y participaron luego en el
anuncio del evangelio y en la profecía, pero es difícil encontrar paralelos
exactos con los ministerios masculinos. Aparecen las viudas (consagradas a
la oración y a diversos servicios entre las mujeres).
En el siglo III las diaconisas están atestiguadas de manera clara en
Siria, equivalentes a los diáconos y reciben la imposición de manos. A
menudo las vírgenes constituyen un grupo distinto. Se da cierta
convergencia entre el papel de viudas, diaconisas y vírgenes.
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III. Fermentos de división y vínculos entre las Iglesias
Desde finales del siglo II, los cristianos tienen conciencia de que la
universalidad de la Iglesia es una realidad: hay cristianos por todos los
rincones del mundo, esencialmente en el imperio romano, pero también en el
reino de Edesa y en el imperio persa. Esta Iglesia está amenazada en su
unidad: costumbres litúrgicas, reconciliación de apóstatas, pique entre
personas por cargo episcopal, doctrinas que dan lugar a grupos rivales, ¿cuál
es la regla de la verdadera fe?
Los judeo-cristianos siguen fieles a sus costumbres (circuncisión,
prohibiciones, etc.) y por salvar al monoteísmo bíblico ven en Jesús un
hombre adoptado por Dios. Otros cristianos están marcados por el dualismo
griego que oponen la materia al espíritu (el cuerpo y el alma), niegan la
encarnación y apelan a la gnosis. Marción y Manes entre ellos.
Ireneo, obispo de Lyon, en su obra Contra las herejías indica dónde se
encuentra la verdadera fe y doctrina. Los cristianos tienen que referirse a
la tradición de los apóstoles y esta nos llega en las Iglesias donde podemos
remontarnos a los apóstoles a través de la sucesión. Exige que no se tengan
en cuenta para nada las Escrituras transmitidas fuera de la sucesión
apostólica. Para él, hay cuatro evangelios universalmente reconocidos y son
obra directa o indirecta de uno de los cuatro grandes apóstoles: Mateo
(evangelio), Pedro (cartas y evangelio de Marcos), Pablo (cartas, evangelio
de Lucas y Hechos) y Juan (evangelio, Apocalipsis y cartas).
El fragmento Muratori (escrito descubierto en el siglo XVIII)
ofrece datos muy similares a los de Ireneo. Algunas veces se duda de
algunos escritos (Apocalipsis, Judas…), otras se quiere incluir a la Didaché o
El Pastor de Hermas. A finales del siglo II, la Iglesia tiene ya constituido
su canon de las Escrituras del Nuevo Testamento.
En medio de la proliferación de doctrinas, los responsables de las
comunidades se esfuerzan en iluminar a los cristianos sobre lo que es la
verdadera fe de la Iglesia. Comentan las escrituras mostrando como Cristo
es el cumplimiento de la revelación bíblica. Lo expresan en las homilías y en
las catequesis. Ignacio, obispo de Antioquia se esfuerza por salvaguardar la
unidad doctrinal. Ireneo, ordena todo su pensamiento como una
recapitulación en Cristo, la vida de la humanidad es un lento progreso
siguiendo al Verbo de Dios. A Tertuliano lo convirtió el coraje de los
cristianos. Orígenes consagra su vida a la enseñanza y a la predicación. Y
Cipriano encontró en el cristianismo una liberación moral.
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SIGLOS IV-V
Tema 4: La Iglesia en el imperio cristiano
En el año 313 comienza la “Iglesia constantiniana”: un nuevo modo de
relaciones entre la Iglesia y la sociedad. El estado interviene en la vida de la
Iglesia y espera de ella un apoyo ideológico. El emperador regula los
conflictos doctrinales que perturban el orden, la Iglesia obtiene ventajas
económicas, materiales y jurídicas. El catolicismo pasó a ser religión del
estado con Teodosio (380). Se trata de una lenta impregnación de la Iglesia
por parte del ambiente cultural y jurídico en el que está sumergida.
I. De la libertad religiosa a la religión del estado
Constantino nació en el año 280, su madre Elena era cristiana, algo le
ocurrió (leyenda puente Milvio) para que pasara a considerarse cristiano
(312). Fue bautizado en su lecho de muerte (337). Tuvo costumbres poco
cristianas, fue verdugo de su propia familia. Choca con Licinio, emperador de
oriente, este empieza a castigar a los cristianos y Constantino marcha
contra él, venciendo y quedando como único emperador en el año 324.
Quiere quedarse en oriente y en la ciudad de Bizancio funda Constantinopla,
la “segunda Roma” atrayendo a ella a los cristianos de cultura griega.
Los emperadores tienen el título de sumo pontífice, cabeza de la
religión tradicional, una vez cristianos quieren desempeñar ese papel en la
Iglesia, los cristianos aceptan el carácter sagrado del emperador y este
llega a convocar concilios. El emperador les concede edificios oficiales
(basílicas) y palacios para uso religioso, hace construir hermosos lugares de
culto, las comunidades cristianas pueden recibir legados, el clero obtiene
privilegios, los tribunales eclesiásticos tienen jurisdicción civil y los obispos
son considerados como gobernadores.
Constantino había traído la libertad de conciencia y permiso para
practicar todos los cultos; prescindiendo de oriente, la mayor parte del
imperio tenía una religión no cristiana, que estaba muy arraigada tanto en
los ambientes senatoriales romanos y los intelectuales, como en los
campesinos. La legislación durante el siglo IV va siendo cada vez más
desfavorable a la antigua religión, los emperadores prohíben poco a poco los
cultos paganos. El paganismo consiguió algo de respiro con Juliano, apodado
por los cristianos como el apóstata, que intentó revivificar la religión
tradicional, pero tras su muerte se multiplicaron las medidas contra el
paganismo y contra los herejes cristianos.
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En el 379, Graciano rechaza el título de sumo pontífice, en el 380,
Teodosio proclama el catolicismo religión de estado. Dejan de celebrarse
fiestas paganas, los templos son demolidos y los cristianos se creen
autorizados a cometer actos de violencia. El poder estatal, antes al servicio
del paganismo, está ahora al servicio del cristianismo; pero siguen
funcionando las mismas estructuras mentales, la religión seguía siendo
fundamento y cimiento de la sociedad. Sólo que la religión había cambiado.
¿Penetró el espíritu cristiano en las instituciones del bajo imperio? El
calendario cristiano puso ritmo a la vida social, el domingo es día feriado, la
ley prohíbe el adulterio, se pone obstáculo al divorcio, se prohíbe separar a
las familias de los esclavos y se facilita su liberación, hubo mayor humanidad
en las cárceles y se crearon instituciones caritativas. Sin embargo, la
cristianización de la sociedad sigue siendo limitada. Los nuevos bautizados
no siempre están preocupados de cambiar sus costumbres: la legislación
prohíbe el infanticidio, pero no la exposición de niños, la prohibición de la
lucha de los gladiadores sigue siendo letra muerta, desaparecen las
reticencias de los cristianos contra el servicio militar, la justicia recurre
frecuentemente a la tortura.
II. El desarrollo del culto y el progreso de la evangelización
Hasta el 313 hacerse cristiano suponía un riesgo, luego los habitantes
del imperio desean en gran número hacerse cristianos por oportunismo,
aunque rechazando las exigencias morales del bautismo. Muchos se
eternizan en el catecumenado; como perdona todos los pecados y la
penitencia sólo se recibe una vez en la vida prefieren bautizarse cuando las
pasiones se calman. La Iglesia se va interesar por los que piden el bautismo
para una fecha cercana, la cuaresma se va a convertir en el tiempo de
preparación durante el cual reciben catequesis bautismales (centradas en
el credo y en la conversión) y después del bautismo recibirán catequesis
mistagógicas (para la comprensión del bautismo y de la eucaristía). San
Agustín insistirá en el bautismo de niños como perdón del pecado original.
Los cristianos ahora caen con mayor frecuencia en pecados mortales,
por eso retrasan la penitencia hasta la hora de la muerte. No están
sometidos a ella más que los que han cometido un pecado grave, los
penitentes llegarán a constituir un orden (grupo particular), llevarán
vestidos pobres, no se asearán, no comerán carne, ayunarán, darán limosnas
y tendrán prohibidos algunos oficios. Quien no acepte estas exigencias será
considerado un apóstata. En el siglo V, la orden de los penitentes era cada
vez más abandonada porque los pecadores no aceptaban aquellos rigores.
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La eucaristía va revistiendo cada vez más fastuosidad; en occidente,
se empieza a recibir la eucaristía todos los días; en oriente, los usos varían.
Desde finales del siglo II, se consideraba que la pascua debía prolongarse
cincuenta días, la cuaresma aparecerá poco después de la paz de la Iglesia,
en el siglo IV aparecen dos fiestas en fechas fijas el 6 de enero para
oriente y el 25 de diciembre para occidente: la epifanía y el nacimiento de
Jesús respectivamente. El culto a los mártires conoce un desarrollo
exuberante, sobre sus restos (reliquias) se construyen basílicas. Cada vez
hay mayor interés por los lugares de la historia bíblica, nacen entonces las
peregrinaciones, la más conocida es la de Egeria a Jerusalén por el año 400.
Dentro de las fronteras del imperio, las ciudades pasan a ser en su
mayoría cristianas y se dedican ahora a destruir los últimos templos
paganos. Los obispos dirigen sus esfuerzos a la evangelización de las aldeas.
La evangelización del campo tiene como consecuencia la creación y la
multiplicación de las parroquias, territorios autónomos confiados a
sacerdotes desligados de la ciudad episcopal.
III. Los comienzos del monaquismo
Desde el principio, las comunidades cristianas mostraron su respeto
por los que elegían la virginidad y la castidad por el reino de los cielos, pero
podía haber otras motivaciones como era para las mujeres la liberación de la
sujeción social que era el matrimonio. Las vírgenes consagradas siguen
viviendo en sus familias, se reúnen de vez en cuando, se les aconseja la
pobreza y se les manda a practicar obras de caridad.
Con la paz de la Iglesia, hacerse cristiano no lleva consigo ningún
riesgo y muchos empiezan a relajarse. No faltan quienes desean llevar una
vida más fervorosa y se van al desierto, ese es el origen del monaquismo.
Antonio (251-356), es el padre de los eremitas o anacoretas en los
desiertos de Egipto; Pacomio (286-346), funda la vida monástica cenobita
para hombres, mientras que su hermana María establece la primera
comunidad femenina. También hubo excentricidades (dendritas, reclusos,
rumiantes, estilitas y adamitas) que Basilio, obispo de Cesarea (330-379),
intentó corregir con sus reglas.
Algunos viajeros llegados de oriente hacen propaganda de la vida
monástica, la regla de san Benito (480-547) inspiró a casi todos los
monasterios de occidente hasta el siglo XII, la pieza clave es el abad a
quien se le debe obediencia, la jornada se distribuye entre oración, trabajo
y descanso.
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Tema 5: La formación del Credo
Lo primeros cristianos no empezaron proponiendo una filosofía o una
teología. Dieron testimonio de Jesús, que murió, pero “Dios lo ha hecho
Señor y Cristo, a ese Jesús que vosotros habéis crucificado” (Hch 2, 24.36).
Los cristianos afirman su fe a través de las fórmulas de la Escritura, pero
tienen que darse también a comprender al mundo que les rodea. ¿Cómo
puede Dios ser uno y trino?, ¿cómo un hombre puede ser Dios? Las
respuestas a veces son divergentes y los concilios tendrán que decidir.
I. ¿Cómo Jesucristo y el Espíritu Santo son Dios?
Desde el siglo II, la reflexión cristiana se vio solicitada en varias
direcciones para salvaguardar a la vez el monoteísmo bíblico y la profesión
trinitaria del bautismo. Arrio, un sacerdote austero y bien considerado,
quiso salvaguardar los privilegios del Dios único: Si Dios es Padre, tuvo que
engendrar en un momento, por tanto el Hijo tuvo un comienzo y no es
exactamente de la misma naturaleza que el Padre, está subordinado a Él.
Alejandro, obispo de Alejandría, no aceptó la teología de Arrio y defendió
que: El Hijo existe desde toda la eternidad igual al Padre, de lo contrario el
hombre no sería divinizado, porque Dios no se habría encarnado.
Constantino el emperador quiso apaciguar las cosas en oriente y
decidió reunir a los obispos en un concilio general. Así en el año 325 se
reúnen en Nicea unos 300 obispos dando lugar al primer concilio ecuménico
(universal). Los obispos en su mayoría aceptaron la condenación de Arrio. A
petición de Constantino, los obispos añadieron, para hablar del hijo de Dios,
el adjetivo homoousios, que significa, la misma sustancia del Padre. Como
fue el emperador quien lo propuso, todos los obispos lo ratificaron, a
excepción de dos de ellos que fueron condenados al destierro junto con
Arrio. Se decidió que la fecha de la pascua fuera la que habían adoptado
Roma y Alejandría. Se fijaron algunas reglas para el episcopado. Se limitó la
cohabitación de las mujeres con el clero.
Muchos rechazaban el término homoousios por no encontrarse esta
palabra en la Escritura: los latinos lo aceptan y los orientales lo rechazan.
Constancio, hijo de Constantino, durante su reinado (351) optó por el
arrianismo. Estos conflictos siembran la división dentro de las Iglesias
locales. En medio de las agitaciones, la reflexión teológica va haciendo
progresos. Se clarifica el vocabulario. Se llega a distinguir entre ousía
(sustancia) e hypóstasis (persona), lo cual permite compaginar la igualdad
del Padre y del Hijo en la sustancia y la distinción de las dos personas.
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Basilio se planteaba: el Espíritu ¿es Dios? Y demuestra que también el
Espíritu es de la misma sustancia que el Padre. Los arrianos lo negaban.
Graciano en occidente y Teodosio en oriente, están decididos a poner fin a
las disputas. Teodosio hace del catolicismo la religión del estado y convoca
un nuevo concilio en Constantinopla (año 381). Fue sólo un concilio oriental y
se han conservado cuatro cánones: recoge el credo de Nicea, al que añaden
una afirmación sobre el Espíritu Santo. En occidente, el concilio convocado
en Aquileya, por Graciano no reunió más que a unos cuantos obispos.
II. ¿Cómo están unidos Dios y el hombre en Jesucristo?
Admitida la igualdad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, se pregunta
cómo hay que comprender la unión entre la divinidad del verbo y la
humanidad de Jesús. ¿Puede decirse que Dios nace, pasa hambre, sufre y
muere? Si se separa demasiado a Dios y al hombre en Jesús, ¿Cómo hablar
de la encarnación, de esa carne asumida por el Verbo? En Alejandría se
insistía en la unidad de Cristo y en Antioquía se ponía más bien el acento en
los dos aspectos del ser de Cristo. Se utilizaba la palabra physis
(naturaleza) en sentidos diferentes: para unos, hay una sola naturaleza en
Jesús; para otros, dos. Esta divergencia de puntos de vista se transforma
en un conflicto entre Cirilo y Nestorio, este último, denuncia la piedad
popular por invocar a María como theotokos (madre de Dios).
Teodosio II (430) convoca un concilio en Éfeso. Nestorio fue
depuesto por unos 200 obispos. Aunque no se había tocado explícitamente la
cuestión, la theotokos había triunfado. Pronto llegaron en gran número los
partidarios de Nestorio, condenando a Cirilo y sus amigos. El contenido
dogmático del concilio parece más bien escaso, ya que el único documento
oficial es la condenación de Nestorio. Éfeso reforzó la autoridad de Nicea e
insistió en la unidad de Cristo. Ya nadie discutió el término theotokos. En el
433, Juan de Antioquía propuso una fórmula de unión: “de las dos
naturalezas se hizo la unión /…/ y por causa de esta unión confesamos que la
Virgen es theotokos”.
Volvió la disputa entre Teodoreto y Eutiques. Para este, el cuerpo de
Cristo no es de la misma sustancia que el nuestro y fue condenado y
excomulgado. Teodosio II, amigo de Eutiques, convoca un concilio invitando,
casi únicamente, a los partidarios de Eutiques y al obispo de Roma. León les
confía una exposición sobre la encarnación (Tomo a Flaviano). Los
representantes del obispo de Roma, que no sabían griego, no pudieron
expresarse. Flaviano fue depuesto con todos los que hablaban de dos
naturalezas. Teodoreto apeló a Roma y León se indignó.
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Un nuevo emperador, Marciano, cambia de política religiosa. Le pide a
León que venga a presidir un concilio. León no puede desplazarse. El obispo
de Roma envía un legado y el concilio se reúne en Calcedonia el año 451. Es la
primera vez que el obispo de Roma preside un concilio, en adelante, será ésa
la condición requerida. Flaviano es rehabilitado, se lee el credo de NiceaConstantinopla y el Tomo a Flaviano de León. Este último texto suscita el
entusiasmo: “¡Esta es la fe de los apóstoles! Cristo es una persona en dos
naturalezas, esa es, la base de la cristología, pero sin que esto impida
buscar formulaciones renovadas cuando las culturas cambian.
Continuaron las disputas cristológicas. Los que se oponían se
separaron de la Iglesia oficial. Las opciones fueron tanto políticas como
dogmáticas. Los emperadores seguían manteniendo la esperanza de lograr
de nuevo la unidad dogmática y política por medio de fórmulas de
compromiso, fue inútil.
III. La organización eclesial y los vínculos entre las Iglesias
Los concilios ecuménicos fueron la ocasión para que se encontraran
obispos de todo el imperio. Intentaron armonizar las reglas de
funcionamiento de las comunidades. La organización de las Iglesias va
tomando el modelo de la organización política, administrativa y económica. El
obispo es el jefe; el de la capital de la provincia, la metrópoli, desempeña un
papel más importante: confirma e instala a los obispos. Hay sitios que son
mejores que otros, por eso, los cambios resultan tentadores.
Hay sedes episcopales que representan un papel particular por encima
del de los metropolitanos: Roma, Alejandría, Antioquía y Cartago. Las
provincias se agruparon en grandes territorios llamados diócesis. Quedan
situadas cuatro circunscripciones orientales: Constantinopla, Antioquía,
Jerusalén y Alejandría. Y una occidental: Roma. La “pentarquía”.
No se entiende el papado como en la actualidad. El obispo de Roma
representaba en occidente, lo que el obispo de Alejandría en Egipto. Pero
Roma siempre ocupó un lugar excepcional por la presencia de los apóstoles
Pedro y Pablo y por ser la capital del imperio. Los obispos de Roma
intervienen en la vida de las otras Iglesias, las Iglesias de oriente apelaban
para los casos más difíciles. Los obispos de Roma le dan a su sede el título
de “sede apostólica”. Calcedonia destacó el papel doctrinal del obispo de
Roma. Los otros obispos sólo han sido llamados a “participar de su solicitud
pastoral, pero no de la plenitud de su poder”. Hoy habría que hablar de
colegialidad, teología más próxima a la del oriente y más ecuménica.
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Tema 6: Los padres de la Iglesia
Estos personajes no nos interesan solamente porque nos proporcionan
datos históricos, sino también porque, todavía hoy, representan un papel
importante en nuestra fe y en nuestra existencia cristiana.
I.
¿Quiénes son los Padre de la Iglesia?
La palabra “padre” nos orienta hacia los orígenes, hacia lo que está al
principio, es sinónimo de antepasado. Es aquel que tiene hijos, que los educa
y los conduce hasta la madurez. En los primeros siglos de la Iglesia, el cargo
de enseñar corresponde por derecho al obispo, a quien muy pronto se le dio
el nombre de padre. Por extensión, otros muchos enseñantes y predicadores
recibieron este título de padres aun sin ser obispos. Hay en este término
una evocación de seguridad y de confianza. El padre es portador de la
tradición, todos estos rasgos nos hacen comprender el lugar de los padres
de la Iglesia.
Los escritos de los padres nos conducen a las fuentes de nuestra fe
en Jesús, de quien están más próximos que nosotros en el tiempo. Son los
primeros lectores del Nuevo Testamento, que dan en alimento a los
cristianos en un lenguaje que está aún sin sistematizar, al mismo tiempo que
proponen una lectura del Antiguo Testamento a la Luz de Cristo. La
tradición considera que el tiempo de los padres comienza con los escritos
que siguen al Nuevo Testamento y se termina con el siglo VIII. Sin
embargo, esta ruptura no es tajante.
Los padres no se limitan a una simple meditación de la Escritura o a
una exhortación moral. Las circunstancias les han obligado a defender el
cristianismo atacado en nombre de la razón. Anunciaron el evangelio
utilizando las categorías de la cultura greco-latina. Buscaron las
convergencias entre la sabiduría griega y el mensaje cristiano. Poco a poco,
los padres hacen suya toda cultura antigua cristianizándola. Esto no siempre
es fácil de conseguir. Los conflictos en torno a la Trinidad y a la persona de
Cristo nacieron de la dificultad de elaborar un lenguaje adecuado para
explicar los dogmas cristianos. Las circunstancias hacen así una teología o
quizás mejor varias teologías. Los padres se expresan en las dos grandes
lenguas, el griego y el latín, pero en oriente algunos utilizan el siríaco, el
copto, el armenio. El ejemplo de los padres nos invita a buscar para el
anuncio del evangelio un lenguaje comprendido por nuestros
contemporáneos. Por otra parte, el ecumenismo de hoy descubre en el
cristianismo de los padres una especie de tronco común de la teología.
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Los padres son testigos del evangelio vivido en los primeros siglos. Si
la tradición cristiana pide a un padre la ortodoxia, le exige igualmente la
santidad. Un padre es alguien que ha hecho pasar a su vida la enseñanza que
impartía. Hay que comprender debidamente esta santidad y esta ortodoxia.
Se trata de una santidad común, la que bastaba para obtener una especie de
canonización popular. En cuanto a la ortodoxia, esto significa que se da un
acuerdo entre los padres, un consenso en los puntos esenciales de la
doctrina en un momento determinado.
II. La edad de oro de los Padres de la Iglesia
Alguno de los padres de la Iglesia ya han sido presentados
anteriormente: Ireneo, Orígenes, Tertuliano… La paz de la Iglesia y la
reunión de los grandes concilios permiten el desarrollo de la literatura
cristiana. Se habla de la edad de oro para el período que va desde el Concilio
de Nicea (325) hasta Calcedonia (451).
Efrén cuando Nisibin, su ciudad natal, cayó en manos de los persas, se
refugió en Edesa, centro de una Iglesia muy antigua de lengua siríaca. Murió
allí. Como diácono, predicó, comentó la Escritura y animó la plegaria de los
fieles. La teología de Efrén, está más cerca de los orígenes bíblicos y ha
recibido poca influencia de la cultura griega.
Los más ilustres escritores cristianos del siglo IV pertenecen a la
cultura griega. Atanasio siendo diácono acompañó al obispo de Alejandría al
concilio de Nicea. En el 328, fue nombrado a su vez obispo de Alejandría.
Defendió la fe de Nicea contra los arrianos. Su obra está consagrada
esencialmente a la defensa y a la presentación de la teología del Verbo
encarnado, igual al Padre.
Capadocia fue la patria de tres padres de primer orden. Bautizado en
edad adulta, Basilio eligió la vida monástica antes de ser obispo de su ciudad
natal, Cesarea, su episcopado estuvo marcado por tres preocupaciones: la
organización de la caridad, de la vida monástica comunitaria, el cuidado de la
ortodoxia y de la unidad en una época agitada por las disputas arrianas.
Gregorio de Nacianzo, compatriota y amigo de Basilio pasó por la sede
episcopal de Constantinopla. Indeciso, no era hombre de gobierno. Tenía
más aptitud para la escritura.
Gregorio de Nisa, hermano de Basilio, se casó y luego entró en un
monasterio antes de ser obispo de Nisa. Buen teólogo, jugó un papel
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importante en el concilio de Constantinopla. El aspecto más original de su
pensamiento concierne a la teología mística y a la contemplación.
Juan Crisóstomo, nacido en Antioquía, llevó una vida monástica, fue
ordenado diácono y sacerdote de Antioquía. Tuvo un inmenso éxito como
predicador, lo que le valió la elección de obispo de Constantinopla, para
desdicha suya. Es ante todo un pastor que comenta la escritura en sus
sermones, que prepara para el bautismo y exhorta a los cristianos en sus
diferentes estados de vida.
Si exceptuamos a Agustín, el pensamiento de los padres latinos es
menos original que el de los padres griegos, a los que copian en abundancia.
Ambrosio, gobernador de Milán, siendo todavía catecúmeno velaba por el
buen orden de la elección difícil de un nuevo obispo, cuando una voz de niño
exclamó: “¡Ambrosio obispo!”. En unos cuantos días, el catecúmeno recibió el
bautismo y el episcopado. Distribuyó sus bienes entre los pobres y pidió a
los cristianos la justicia social. Exigió al emperador Teodosio una penitencia
por la matanza de 7000 tesalonicenses.
Jerónimo (347-420) natural de Dalmacia llevó primero una existencia
vagabunda. Fue en Roma un estudiante disipado; saboreó la vida monástica y
recibió el sacerdocio a disgusto. Se puso al servicio del papa Dámaso y de
varios círculos de damas piadosas. Se retiró a Belén donde, en compañía de
sus amigas, fundó varios monasterios de hombres y de mujeres. Consagró lo
esencial de su actividad a la Escritura. El papa Dámaso le había encargado la
revisión del texto latino de la biblia (La Vulgata).
Agustín, era hijo de la piadosa Mónica. Estudiante y luego profesor en
Cartago, pasó a Roma y a Milán. Estuvo buscando la verdad a través de las
filosofías y del maniqueísmo. Creyó que le sería un obstáculo la vinculación
con una mujer, que le había dado un hijo. Encontró finalmente la luz bajo la
influencia de Ambrosio. Había decidido llevar la vida monástica cuando los
cristianos de Hipona le eligieron como sacerdote y luego como obispo.
Predica, viaja a través de África. Se encuentra además los conflictos con
los donatistas que constituían una Iglesia rival y la disputa sobre la gracia
con el monje Pelagio. Agustín es el que nos ha dejado más obras, es pastor y
pedagogo en sus sermones y sus catequesis.
Los commonitoria de Vicente de Lérins o las Etimologías de Isidoro
de Sevilla tuvieron una gran celebridad. También se incluye entre los padres
latinos a los papas León Magno y Gregorio Magno de quienes ya hemos
hablado anteriormente.
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SIGLOS V-XI
Tema 7: La alta Edad Media
Se necesitaron tres siglos para que la Iglesia fuera aceptada en el
imperio romano. Pero, al final del siglo IV, los cristianos no piensan que la
Iglesia pueda subsistir fuera de aquel marco. El imperio está enfermo y al
morir Teodosio quedó dividido en dos partes. En occidente desaparece en el
siglo V por los bárbaros y en oriente se sigue manteniendo hasta el siglo XV.
La Edad Media es el tiempo que va entre la Antigüedad y el Renacimiento.
I. Invasiones y nueva geografía religiosa
En los primeros años del siglo V, varias poblaciones germánicas,
empujadas por los Hunos, invaden el imperio romano. El imperio se mantenía
en oriente, pero el occidente latino había explotado en una multitud de
reinos bárbaros: ostrogodos, visigodos, alamanes, etc. Muchos cristianos
creen que ha llegado al fin del mundo.
La Iglesia es la única institución organizada. Muchos obispos tienen
que suplir a la administración imperial que se ha venido abajo. Hay que
resignarse a pactar con los bárbaros. Los germanos son arrianos, los francos
son paganos hasta que Clodoveo se convierte y los visigodos abandonan el
arrianismo y se harán católicos con la conversión de Recaredo. Justiniano,
emperador bizantino, se lanza a reconquistar los territorios en manos de los
bárbaros. Lo logra parcialmente, pero sus mayores éxitos son la
construcción de Santa Sofía y la publicación del Código de derecho romano,
que será el fundamento del derecho de la sociedad civil y religiosa europea.
En el siglo VII otros invasores llegados de Arabia modifican la
geografía de la Iglesia mediterránea. Arabia en el siglo VII es una
encrucijada de civilizaciones y de religiones. La mayor parte del país la
recorren tribus nómadas politeístas que tienen en común la adoración de la
piedra negra (kaaba) en la Meca, adonde peregrinan. Hacia el año 610,
Mahoma proclama un mensaje recibido del cielo: no hay más Dios que Alá al
que el creyente (musulmán) debe una sumisión (islam). Restaura en Arabia el
monoteísmo y da a su pueblo, en su propia lengua, el Libro (Corán) que lo
iguale a los demás pueblos. Ante el rechazo de las gentes de su tribu, huye a
Medina (622), es la hégira, que marca el comienzo de la era musulmana. Al
no poder atraerse a los cristianos ni a los judíos, Mahoma entra en conflicto
con ellos y proclama su nueva religión como universal.
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Los árabes constituyen una fuerza militar nueva y se lanza a
conquistas fulgurantes. Aceptan la muerte con entusiasmo. La pasividad de
las poblaciones orientales, facilita la acción de los conquistadores
considerados a veces como libertadores. Jerusalén es tomada el año 638. El
año 711 comienzan la conquista de España. Llegarán hasta el corazón del
reino franco (Poitiers, 732). El islam aparece entonces como el gran enemigo
de los cristianos. Es el comienzo de guerras sin fin: la reconquista (7111492) y las cruzadas.
Las Iglesias cristianas más antiguas de oriente y del norte de África
cayeron bajo el dominio árabe. El imperio romano de oriente se convierte así
en un estado asiático de lengua griega. Se habla entonces de imperio
bizantino, se refuerza así el papel del patriarca de Constantinopla. En los
reinos bárbaros de occidente, la vida urbana desaparece al mismo tiempo
que el comercio. Sólo queda la actividad rural en los grandes territorios. La
fe cristiana contribuye al nacimiento de una civilización en la que se mezclan
la herencia greco-latina y las aportaciones germánicas. Las parroquias
rurales se multiplican en los grandes territorios. El catolicismo, a través del
arraigo rural, del culto a los santos y a sus reliquias se constituye en una
religión popular y campesina. Mientras que los sacerdotes y los obispos
dejan bastante que desear, los monjes son los mantenedores de la vitalidad
cristiana.
II. La primera reestructuración del mundo cristiano
En la descomposición de los reinos merovingios, Carlos Martel,
mayordomo de palacio es quien designa obispos y dispone a su gusto los
territorios eclesiásticos de Francia. Su hijo y sucesor, Pipino el breve, le
exige al papa Zacarías que autorice un cambio de poder, quiere ser rey. Y en
el año 751 se hace coronar rey por Bonifacio. Amenazado en Roma por los
lombardos, el papa pide ayuda Pipino que restablece al papa en Roma y le
concede plena soberanía sobre los territorios recuperados a los lombardos.
Nacen, así, los Estados Pontificios (756-1870).
Carlomagno refuerza la unidad de Europa occidental, rechaza a los
árabes en el norte de España y extiende su reino por el este, convirtiendo
por la fuerza a los sajones. El día de navidad del año 800, el papa le corona
emperador. Sin embargo, la corte de Constantinopla le considera un
usurpador. Este nuevo imperio, fuertemente germanizado, quiere ser el
heredero del imperio romano. Los soberanos carolingios consideran como un
deber de su cargo poner orden en la Iglesia. Carlomagno reforma
vigorosamente la Iglesia franca. Escoge juiciosamente a los obispos, que
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considera como altos funcionarios. Para el clero secular, favorece la función
de comunidades de canónigos. Para los monjes, generaliza la práctica de la
regla benedictina.
Para impedir la decadencia de la liturgia Carlomagno introduce e
impone la liturgia romana. Se borra el aspecto comunitario de la oración.
Para los fieles que no comprenden ya latín, la misa se convierte en un
espectáculo misterioso y sagrado. El sacerdote empieza a celebrar de
espaldas al pueblo. Los capitularios quieren acabar con el éxito de la
penitencia tarificada y restaurar con todo vigor la penitencia litúrgica
antigua. Estimula la fundación de escuelas para los clérigos. Intenta
restaurar el latín clásico, así como el estudio de la Escritura, de los padres
y de la liturgia. Talleres de copistas ofrecen numerosos manuscritos. La
teología vuelve a contar con grandes autores.
La disputa sobre las imágenes ocupa el primer plano en el imperio
bizantino. Los cristianos de los primeros siglos habían manifestado su
oposición. Sin embargo, desde el siglo III, las catacumbas fueron decoradas
con representaciones de personajes y de escenas de las Escrituras. La
tradición bizantina concede a las imágenes una función pedagógica. Son
“sermones silenciosos”, “libros para analfabetos”. Se las venera como si
fijaran la presencia de aquel o de aquella que representan. Algunos empiezan
a preocuparse y hablan a propósito de las imágenes de superstición y hasta
de idolatría. El año 726, el emperador León III destruye una imagen de
Cristo muy venerada que se encuentra encima de la puerta de su palacio de
Constantinopla. Es el comienzo de aquella política iconoclasta (de
destrucción de imágenes). Bajo el emperador Constantino V (741-775)
varios monjes sufren el martirio por defender las imágenes. La emperatriz
Irene promueve la calma convocando un concilio en Nicea (787), el séptimo
ecuménico, que reconoce la legitimidad de la veneración de las imágenes.
A finales del siglo IX se observa un impulso de la vida monástica: el
monje Atanasio funda el primer establecimiento del monte Athos, al norte
de Grecia. La Santa Montaña se convertiría en una república de monjes y en
la cumbre de la espiritualidad ortodoxa.
Griegos y latinos compiten por la evangelización de los países eslavos
en las llanuras del Danubio. El patriarca de Constantinopla envía en el año
863 a dos hermanos, Constantino (Cirilo) y Metodio, naturales de
Tesalónica, que traducen al eslavo los libros sagrados y los textos litúrgicos.
Pero entran en conflicto con los obispos bávaros, pues según ellos, no se
puede rezar más que en una de las tres lenguas que sirvieron para la
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inscripción de Pilato sobre la cruz de Jesús. Los dos hermanos emprenden
un viaje a Roma donde son bien acogidos. El papa Juan VIII acepta la
liturgia eslava. Pero, a su muerte, los obispos alemanes obtienen de un nuevo
papa la condenación de la liturgia en lengua eslava. Perseguidos, los
discípulos de Metodio se refugian en Bulgaria. Los búlgaros vacilaban entre
Roma y Constantinopla y adoptan el alfabeto cirílico y la liturgia eslava. En
el siglo siguiente, los rusos reciben de los búlgaros su alfabeto y su liturgia.
III. Nuevo caos y lento regreso al equilibrio
La unidad del imperio franco se rompe en el tratado de Verdún
(843): surgen Francia, Alemania y Lotaringia; desaparece la dignidad
imperial; las guerras civiles y nuevas invasiones provocan la desorganización
de occidente.
A finales del siglo X, se esboza cierta estabilidad: se restaura el
imperio en beneficio de Otón I (962); los invasores se estabilizan y
constituyen nuevos estados. En muchos casos, el nacimiento de una nueva
nación coincide con el bautismo de su caudillo: El reino de Hungría nace con
el bautismo del rey Esteban; con el bautismo del duque Mieszko, comienza la
Polonia católica. La lucha contra el islam da origen a varios reinos cristianos
en España.
Las guerras civiles como las invasiones llevan consigo la
descomposición del estado. Sólo cuentan los vínculos que los hombres
establecen entre sí mediante un juramento. La tierra pertenece al guerrero
que la defiende. Este apela a un señor más poderoso, que reconoce a su
vasallo la posesión y la gestión de un feudo o beneficio.
La Iglesia, que posee importantes terrenos, se ve atrapada en el
sistema. El obispo es señor y vasallo por el mismo título que los laicos. Se
comprenden entonces las ambiciones que suscitan los cargos eclesiásticos.
No se respetan ya las reglas antiguas de la elección por el clero o por el
pueblo. Al no ser hereditarios los obispados y las abadías vuelven a
distribuirse a la muerte de sus titulares. Como el feudo episcopal
comprende una doble jurisdicción espiritual y temporal, ésta se concede en
una misma ceremonia de investidura: el señor le entrega a su candidato el
báculo y el anillo. Es la investidura laica, luego, la consagración episcopal la
confiere un obispo, generalmente el metropolitano.
La calidad de los obispos deja mucho que desear. Son elegidos por ser
hijos de militares, de nobles o por comprar el cargo (simonía). A malos
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obispos corresponden malos sacerdotes y malos fieles. Se acusa a muchos
sacerdotes de nicolaísmo; la verdad es que no siempre estaba clara la
legislación eclesiástica en materia de matrimonio y de celibato de los
sacerdotes. En el siglo X, las mujeres de una familia romana manejan el
episcopado romano. Esto explica los papas concubinarios y los papas menores
de veinte años. El sistema feudal encuentra cierto equilibrio, algunos
autores descubren en él la voluntad de Dios en la organización de una
sociedad tripartita: unos rezan, otros combaten y otros trabajan.
No deja de agrandarse las diferencias entre la Iglesia latina y a la
Iglesia griega desde el siglo V. Las razones son a la vez políticas, culturales
y dogmáticas. La Iglesia griega está ligada al poder bizantino. Los obispos
de Roma se han liberado de la tutela teórica de Constantinopla. Oriente
ignora el latín y occidente el griego. Para los bizantinos, los latinos son un
país de tinieblas, zafios y salvajes incultos, que sólo piensan en comer. Para
los latinos, los griegos son unos degenerados, unos afeminados, que se
dedican a cuidarse tan sólo el cabello.
En occidente, se distingue más fácilmente la doctrina del rito. Para un
oriental, cambiar los ritos es cambiar la fe. En oriente, los monjes y los
obispos son célibes, pero los sacerdotes se casan. En occidente, se exige el
celibato a todos los sacerdotes. Los griegos reprochan a los latinos haber
modificado la fórmula de fe añadiendo el filioque (y del Hijo) los latinos
dicen que los griegos recortaron la fórmula. Mientras que los griegos tienen
una concepción más colegial del episcopado, el papa, se reconoce a veces un
poder de intervención en la Iglesia universal. Para los orientales, Roma tiene
tan sólo una primacía de honor.
El año 1054 el papa y el emperador bizantino tenían entonces un
enemigo común, los normandos, al sur de Italia. Una alianza habría permitido
hacerles frente. Pero la reconciliación religiosa era una premisa necesaria.
Desgraciadamente, los dos personajes encargados de realizar el acuerdo no
eran los hombres adecuados: el cardenal Humberto excomulgó al patriarca
Cerulario, Cerulario excomulgó a Humberto, esto dio lugar al cisma de
oriente. Nadie concedió especial importancia a esos sucesos. Por otra parte
el papa había muerto antes de estas excomuniones ¿tenía todavía poderes el
cardenal? Las cruzadas ensancharon más aún el foso y la toma de
Constantinopla por los turcos acentuó el aislamiento de los cristianos
griegos.
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FINALES DEL SIGLO XI-XIII
Tema 8. La cristiandad: los fundamentos de una sociedad.
El término “cristiandad” designa un modo de relación entre la
sociedad y la Iglesia de la edad media. Los pueblos de Europa forman una
gran comunidad cimentada en la fe cristiana. La Iglesia y el imperio son las
dos caras de una misma realidad. Esta comunidad no tiene sentido más que
en su realización sobrenatural, el reino de Dios. Uno de los rasgos de esta
cristiandad es el lugar cada vez más importante que va adquiriendo el
papado en la Iglesia y en la Europa medieval.
I. Los fundamentos de la cristiandad medieval
Nicolás II (1059) precisa las reglas de la elección pontificia: será
designado por los cardenales; el resto del clero y el pueblo se contentaran
con aclamar al recién elegido. El emperador lo acepta de mala gana.
Gregorio VII piensa en una reforma: atacando a la simonía y a los
sacerdotes que siguen viviendo maritalmente e invitando a la santidad.
Prohíbe a los obispos recibir su cargo de un laico y al arzobispo consagrar a
los que hubieran aceptado esa investidura. Quiere el episcopado
independiente del poder temporal y afirma su autoridad sobre la Iglesia
universal y sobre los príncipes. El emperador de Alemania se opone, tal
decisión le hace perder parte de su autoridad en un país donde los obispos
se cuentan entre los más grandes señores, de modo que, proclama la
destitución del papa y este depone al emperador y dispensa a sus súbditos
del juramento de obediencia. El emperador se humilla ante Gregorio VII en
Canosa para recuperar sus poderes.
Fueron necesarios varios decenios para zanjar el problema. El
concordato de Worms (1122) y el concilio de Letrán (1123) trajeron de
nuevo la paz. El emperador renuncia a la investidura y el papa admite que el
emperador le conceda al obispo sus poderes temporales por el cetro,
debiéndole obediencia. Los papas son los encargados de convocar los
concilios y sus cartas tienen la misma autoridad que la sagrada Escritura. El
derecho canónico se hace omnipresente en el gobierno de la Iglesia romana.
Los conflictos entre emperadores y papas renacen periódicamente.
Con Inocencio III el papado alcanza la cumbre de su poder: es el árbitro de
Europa; designa a su candidato para el imperio y en nombre de la
preeminencia de lo espiritual, interviene en los asuntos políticos cuando esté
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en juego la salvación de los cristianos. Las pretensiones pontificias se
oponen cada vez más a las ambiciones imperiales de Federico II. Las luchas
entre el papado y el imperio debilitan a las dos instituciones y muchos ven la
necesidad de una reforma. En 1294, los cardenales creyeron obedecer a una
inspiración del Espíritu a buscar a su gruta a un ermitaño de 80 años para
hacerlo papa (Celestino V). Fracasó.
En el medievo los monjes representan al cristiano ideal. La Abadía
Cluny, que terminará siendo una orden extendida por Europa, restaura la
regla benedictina: libre elección del abad, independencia respecto a los
príncipes y los obispos, pone el acento en la liturgia y la oración, practica la
caridad con los pobres y extiende el arte románico. A finales del siglo XI,
se desarrolla fuertemente la vida eremítica: viven en lugares aislados la
penitencia y pobreza, tienen fama de santos, atraen a las gentes y se
convierten predicadores populares. El más famoso Pedro el ermitaño.
Roberto de Molesmes intenta volver al rigor benedictino y funda la
abadía de Cister (1098). Es una vuelta a la pobreza de hábito, de
alimentación y de edificios, a la sencillez de la liturgia y a la soledad en
medio de los bosques. A partir de la abadía de Clairvaux, Bernardo da a la
orden cisterciense un desarrollo considerable: contribuye a la reforma del
clero, invita a los obispos a una mayor pobreza y al cuidado de los pobres, se
esfuerza en cristianizar la sociedad feudal. Sin embargo, las
reivindicaciones de los ciudadanos contra los señores y los obispos le
parecen un atentado contra el orden feudal. Bernardo es maestro espiritual.
II. Las obras de la fe
Dios aparece en la cumbre de la jerarquía feudal. Es querido, pero
sobre todo temido. Dispensa el terror y el gozo, la vida y la muerte, los
éxitos y los fracasos, las hambres y las epidemias. Los movimientos
evangélicos insistirán cada vez más en la humanidad de Dios en Jesús. El
calendario de los santos admite, casi de modo exclusivo, a obispos, monjes y
religiosas. Al no poder hacerse monje, el laico piadoso se esforzará en
acercarse lo más posible a la vida monástica.
Las poblaciones europeas eran cristianas en su conjunto, pero con un
cristianismo bastante diferente del nuestro. Hay una gran distancia entre
las hermosas síntesis de los teólogos y la religión de los aldeanos toscos y
analfabetos que luchan por sobrevivir en medio de las epidemias y de la
intemperie. En el desarrollo del año litúrgico, el cristiano vuelve a vivir las
grandes etapas de la salvación y celebra al mismo tiempo la muerte y el
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renacimiento de la naturaleza. A la vez, las tradiciones antiguas quedan
cristianizadas y las fiestas pasan a formar parte del folklore.
La Iglesia fija su doctrina sobre los siete sacramentos y se esfuerza
en establecer una disciplina universal que todavía dura en algunos aspectos.
Se bautiza a los niños poco después de nacer, los niños muertos al nacer son
llevados a algunos santuarios, en donde se dice que recobran la vida el
tiempo suficiente para recibir el bautismo. Se impone a los cristianos la
obligación de confesar sus pecados y de comulgar al menos una vez al año. El
sacramento de la penitencia se le llama la “confesión”. Los más fervorosos
no comulgan más que dos o tres veces al año. La misa se ha convertido en un
espectáculo misterioso y sagrado. Más que comulgar, lo importante es ver:
de ahí el lugar desmesurado que toman la elevación, la exposición del
Santísimo Sacramento y la fiesta del Corpus.
En la alta edad media no estaba clara la teología del matrimonio y
hasta el siglo XIII no es definido como uno de los siete sacramentos. Es de
competencia única de la Iglesia, que define los impedimentos y las
condiciones de validez. Lo esencial era pasar por la iglesia para poder ir
luego a celebrar alegremente el acontecimiento. Es la comunidad la que
transmite la fe. Los padres y padrinos enseñan el Padrenuestro y los
mandamientos. La cifra de siete sirve de medio mnemotécnico. Los
predicadores se hacen más accesibles y utilizan el lenguaje del pueblo. Los
oyentes manifiestan su opinión, preguntan, aplauden o contradicen a lo largo
del sermón. El predicador interpela a los que se duermen o a los que se salen
de la iglesia al comenzar el sermón.
Lo que caracteriza a la edad media es la omnipresencia de una religión
que pertenece a la vida pública. Las iglesias y las catedrales son lugares
públicos cuyo uso va mucha más allá del culto. Se usan como refugio y
alojamiento. Si la misa dominical es una obligación, la participación en ella
suele ser de baja calidad: unos entran en la elevación, otros salen después
de la elevación; se charla, se salen durante el sermón, se dan citas…
El desarrollo del año litúrgico nos impresiona por esta mezcla de ritos
religiosos con ciertas costumbres de origen y de significado oscuros. Se
conserva la antorcha de navidad que volverá a encenderse los días de
tempestad. Los santos Inocentes, los niños toman el poder. El miércoles
santo, en Reims, después del canto de tinieblas, los canónigos organizan una
procesión arrastrando una sardina; cada uno tiene que proteger su sardina
del canónigo que le sigue. Los cristianos desean palpar lo sagrado y por eso
compran reliquias, las roban o las cortan en trozos pequeños.
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¿Bastan las prácticas religiosas y las fiestas para describir una
existencia cristiana? ¿Cuáles son los rasgos generales de la moral cristiana
medieval? A tener en cuenta: se juzga más severamente la avaricia que la
fornicación, hay pocos documentos donde los laicos hablan de su fe, la gente
pudiente quiere tener grandes funerales y hacen celebrar muchas misas por
sus almas, en los pobres y los vagabundos se ve presente a Cristo y dar
limosna es santificarse.
III. La fe inspiradora de la inteligencia y del arte
La actividad intelectual se había convertido en una especialidad
monástica y no tenía más que una finalidad religiosa: poder leer la escritura
y los textos tradicionales, comentarlos y alimentar así la vida espiritual del
monje. Los obispos tenían junto a su catedral una pequeña escuela episcopal
encargada de dar los rudimentos de la formación a su clero.
La expansión de la cristiandad (siglos XII-XIII) desarrolla las
necesidades intelectuales. La reforma gregoriana estimula los estudios
jurídicos. Con la extensión de las ciudades, hay una nueva clase social que
desea acceder a la vida intelectual. Algunos maestros independientes
fundan sus propias escuelas, pero el obispo se empeña en conservar su
derecho de conceder a los maestros la licencia de enseñar. Esto le permite
mantener su autoridad sobre los maestros y los estudiantes. Los
estudiantes desean liberarse de esta tutela.
En el siglo XII, escritos no bíblicos caen en manos de los pensadores,
por ejemplo, las traducciones de Aristóteles. Nacen las universidades,
corporaciones de maestros y de alumnos con autonomía, librándose de la
jurisdicción laica y del obispo, pasando a depender del papa. Nace entonces
la escolástica. Tomás de Aquino, en la Suma teológica, emprende una
síntesis armoniosa de la ciencia antigua y de la revelación cristiana. La
filosofía es esclava de la teología.
La fe de los cristianos se expresa también a través del teatro
religioso popular. Los dramas litúrgicos ponen en escena el Antiguo y el
Nuevo Testamento en el interior mismo de las iglesias. Los Milagros ilustran
las intervenciones de la Virgen y de los santos. Los Misterios son
representaciones de episodios bíblicos. El arte medieval es el románico
caracterizado por las bóvedas de cañón, las esculturas de los tímpanos y de
los capiteles y los frescos. El arte gótico tomó el relevo en el siglo XIII. Se
desarrolla la vidriera y la estatuaria. Las esculturas, las vidrieras y los
frescos constituyen una biblia y un catecismo en imágenes.
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Tema 9: Expansión, contestación y defensa de la cristiandad.
La cristiandad no tiene más remedio que luchar contra los enemigos
de la fe (armarse, organizar cruzadas y emplear la justicia represiva –
inquisición-) porque toda la sociedad se basa en ella. Por fuera, son los
musulmanes y por dentro, los herejes. Pero el evangelio no se impone por la
fuerza, de las dudas sobre la cruzada nace la voluntad misionera. De la
contestación a la institución eclesial nacen nuevas formas de vida religiosa.
I. Cruzada y misión
Las cruzadas tienen su origen en la peregrinación a Jerusalén. Son al
principio un rito de purificación y de penitencia. Yendo a Palestina, el
peregrino quiere participar de la existencia terrena de Jesucristo y de sus
sufrimientos. En el siglo XI, los turcos amenazan el equilibrio oriental. Las
peregrinaciones corren el riesgo de ser más difíciles. El emperador griego
solicita ayuda.
En el concilio de Clermont (1095), el papa Urbano II pide a los
caballeros de occidente que socorran a los cristianos de oriente y a
reconquistar los Santos Lugares. La Iglesia organiza la guerra santa dándole
el nombre de cruzada. A los que toman la cruz se les concede indulgencia
plenaria. Conquistan Jerusalén (1099) en medio de atroces matanzas y
manifestaciones de piedad. Se fundan varios estados feudales cristianos,
entre ellos el de Jerusalén. A pesar de la fundación de algunas órdenes
militares (templarios, hospitalarios,…) para defenderlos, esos estados
fueron desapareciendo y así Jerusalén fue reconquistada por Saladino
(1187). En 1291, no había ya cruzados en Palestina.
Las cruzadas contribuyeron a hacer más sólida la cristiandad y a
confirmar el poder del papa. Pero ensancharon el foso entre los cristianos
de oriente y de occidente. Así, en la cuarta cruzada (1204), los cruzados se
apoderaron de Constantinopla y la saquearon. El fracaso de las cruzadas
hace evolucionar a los espíritus. ¿No habría sido mejor convencer a los
musulmanes que exterminarlos? Raimundo Lulio, un franciscano español,
piensa que la conversión es una obra de amor realizada por la inteligencia.
Pide la fundación de escuelas de lenguas orientales para la evangelización.
La cristiandad no sólo se va a definir por sus relaciones violentas con
los pueblos que no comparten su fe. En el siglo XIII, los mongoles paganos
siembran el terror hasta en Europa. Corre el rumor de que hay entre ellos
algunos cristianos. El papa Inocente IV y San Luis envían algunas embajadas.
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Luego llegan los misioneros franciscanos y dominicos. Se les halla en Asia
central, en el golfo Pérsico, en la India y hasta en China, donde el
emperador pide misioneros al papa, pero la distancia y las vicisitudes
políticas hicieron desaparecer aquella primera Iglesia china.
II. La cristiandad contestada
En la medida misma en que obtuvo demasiado éxito, la Iglesia
institucional tropieza con la contestación, a veces incluso en nombre del
evangelio. Como la fe es el cimiento de la cristiandad, los que no comparten
la fe oficial son acusados de minar las bases de la sociedad.
Los disidentes religiosos son englobados muy pronto en la categoría
de herejes. La reforma gregoriana había dado sus frutos. Algunos cristianos
habían reaccionado contra los sacerdotes ambiciosos o concubinarios.
Mantuvieron exigencias frente a la institución eclesial, que deseaban se
mostrase más fiel. Los ciudadanos reaccionan contra una Iglesia feudal y
poderosa.
Entre los movimientos evangélicos, uno de los más conocidos es el de
los “pobres de Lyon”. Valdo (Valdés), rico mercader, abandonó sus bienes y
predicó la pobreza a sus paisanos. Se le juntaron numerosos hombres y
mujeres; rezaban, leían la Escritura, predicaban sin ser sacerdotes y
criticaban las riquezas de la Iglesia. El papa, subordinó la posibilidad de
predicar a la autorización del arzobispo, este se opuso y los valdenses
fueron a incrementar la lista de los herejes. Rechazados por la Iglesia,
negaban la necesidad de la institución.
En una sociedad muy dura donde eran numerosas las injusticias,
algunos esperaban un reino de justicia en el que se invirtieran las
situaciones. En algunos grupos reaparecieron ciertas doctrinas extrañas al
cristianismo, es el caso de los cátaros, es decir, los puros: profesarán el
dualismo, se consideran como “los buenos cristianos”, rechazan la
encarnación de Cristo y condenan el matrimonio. Tuvieron mucho éxito,
¿cómo explicarlo? Suscitaba admiración la pobreza y el rigor de los
ministros cátaros. También tenía cierto atractivo la doctrina de la
reencarnación: una segunda vida podía restablecer el equilibrio y la justicia
a favor de aquel que había sido desgraciado en una primera vida.
El ideal de la vuelta al evangelio no es monopolio de los grupos
disidentes, sino que va a suscitar una nueva forma de vida religiosa, las
órdenes mendicantes. Domingo, nacido en España hacia el año 1170 saca en
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consecuencia que la pobreza efectiva de los predicadores es el único
remedio eficaz. Con unos cuantos compañeros sale al encuentro de los
herejes “imitando la pobreza de Cristo pobre” y aceptando las controversias
dogmáticas con ellos. En 1216, es el papa quien aprueba a su vez la orden de
hermanos predicadores, que adoptan la regla de san Agustín. Los hermanos
predicadores son sacerdotes que viven pobremente en pequeñas
comunidades urbanas. Reparten sus actividades entre la predicación y el
trabajo intelectual. La organización de la orden es democrática, los cargos
son electivos y temporales. Tan sólo el maestro general es elegido para toda
la vida. Obtienen de las limosnas los medios de subsistencia.
Francisco de Asís, nacido hacia el año 1181, hijo de un rico mercader,
abandona en 1205 sus sueños de caballería para consagrarse a la Dama
Pobreza. Se encuentra con Cristo pobre en un leproso. Cree al principio que
Cristo le pide que repare las iglesias como la de san Damián. En 1208, oye el
evangelio en la iglesia de la Porciúncula: “Id, proclamad que está cerca el
reino de Dios. No llevéis oro ni plata…”, es una revelación. Trabaja para vivir
o pide limosna. Predica sin ser sacerdote. Pero Francisco no quiere
pronunciar ningún juicio sobre los sacerdotes, ni sobre la Iglesia. Inocencio
III aprueba en 1209 el género de vida de los que desean ser “menores”,
estar entre los más pobres en la escala social. En 1209, Francisco tiene 12
compañeros, diez años más tarde, son 3000. En 1212 Clara y sus compañeras
siguen el ejemplo de Francisco. Aunque el evangelio sea su única regla de
vida, es preciso redactar una regla (1223). La navidad de ese año la celebra
organizando un Belén viviente. Queda marcado con las llagas el año
siguiente. Acoge con serenidad a “nuestra hermana, la muerte corporal”, el 3
de octubre de 1226. Dos años más tarde es canonizado.
III. La represión de la herejía
Ya bajo el imperio se había elaborado una legislación antiherética.
Algunos obispos la habían aceptado, aunque rechazando la pena de muerte
La Iglesia se muestra generalmente reticente ante el uso de la violencia
contra los herejes hasta el siglo XI. En los siglos XI y XII se produce un
cambio. Los disidentes parecen más numerosos. La unidad de fe es la base
de la sociedad. Hay que salvaguardarla.
El decreto de Graciano (1140) considera tres etapas contra la
herejía: persuasión, sanciones canónicas y entrega a la justicia de los
príncipes. Estos procederán a la confiscación de bienes y a los castigos
corporales, pero sin pensar explícitamente en la pena de muerte.
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Cuando el legado que había enviado a luchar contra la herejía fue
asesinado en Languedoc (Francia), Inocencio III lanzó en 1208 una llamada
a la cruzada contra los albigenses (Albi era el centro de una región donde
había muchos herejes tanto cátaros como valdenses) que se convirtió en una
guerra en la que muchos señores encontraron allí la ocasión de recuperar
sus feudos. El episodio más conocido fue la matanza de la población de
Béziers que se había refugiado en la catedral (1209).
La Inquisición nace entre 1220-1230, cuando el poder civil y el poder
religioso colaboran en la búsqueda sistemática (inquisitio) de los herejes y
en su castigo, y cuando por voluntad del papa se generaliza esta
organización al conjunto de la Iglesia. La pena de muerte no es la más
habitual; hay otros castigos: cárcel, multas, peregrinaciones, etc.
En 1233, el papa Gregorio IX hace de la Inquisición un tribunal de
excepción que depende directamente del papado, que se lo confía a los
dominicos y a los franciscanos. Sólo faltaba buscar una justificación
teológica, y de ello se encargó santo Tomás.
Resulta difícil explicar cómo una Iglesia que apela al evangelio pudo
llegar a quemar vivos a los que no aceptaban sus enseñanzas. La cristiandad
utilizó, para su supervivencia, los medios de la justicia de la época: la
tortura y la muerte.
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SIGLO XIV-XV
Tema 10: El otoño de la cristiandad
Se habla habitualmente de decadencia de la cristiandad en los siglos
XIV y XV. Esta se basaba en la supremacía del papado, que había llegado a
desempeñar el papel de árbitro universal de Europa en tiempos de Inocencio
III. Este equilibrio era frágil y se fue rompiendo poco a poco: los soberanos
discuten el papel del papa y en la Iglesia las divisiones desembocan en un
cisma. Sin embargo, se operan algunas transformaciones que anuncian una
época distinta. También hay una profundización en muchos cristianos.
I. El nacimiento del espíritu laico
La lucha de los papas contra los emperadores alemanes había
originado el debilitamiento del poder imperial. El ocaso del imperio es
aprovechado por las monarquías occidentales, que se van afirmando con el
empleo en su favor del derecho feudal: en Francia e Inglaterra se va
imponiendo la autoridad real; los reinos españoles van eliminando a los
musulmanes de la península. Estos reinos occidentales se van convirtiendo en
estados y se enfrentan entre sí en los primeros conflictos nacionales: la
guerra de los cien años (1337-1453) entre Francia e Inglaterra.
Los príncipes rechazan cada vez más las intervenciones del papa en la
Iglesia de sus reinos, al mismo tiempo que afirman su propia autoridad en
los asuntos eclesiásticos de sus dominios. El rey de Francia, Felipe el
Hermoso, preocupado por la moral de sus súbditos es, sin embargo, poco
escrupuloso con los medios de conseguir dinero. Bonifacio VIII le niega al
rey el derecho a poner impuestos sobre los bienes de la Iglesia. La
canonización de Luis IX calma los ánimos. El segundo conflicto tiene por
objeto la inmunidad judicial de los clérigos. Mientras que el papa amenaza
con deponer al rey, los legistas de la corte pasan a la ofensiva contra un
papa acusado de todos los vicios. Fuertemente conmocionado, el papa, ya
anciano, muere un mes más tarde.
Otro conflicto entre el papa Juan XXII y Luis de Baviera, a quien el
papa no quería reconocer como emperador desembocó en la multiplicación de
obras escritas que proponen una reflexión sobre la naturaleza del estado y
de la Iglesia. El término “laico” no significa antirreligioso, a veces puede ser
sinónimo de anticlerical. Dos grandes afirmaciones caracterizan el espíritu
laico: la independencia del estado en el terreno temporal, y la insistencia en
definir la Iglesia como el conjunto de creyentes (no sólo el clero).
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Pero Marsilio de Padua defiende que sólo el estado tiene la soberanía,
y es el que concede sus poderes a los clérigos y convoca los concilios. Es la
teocracia al revés, el embrión de un sistema totalitario. Signo de este
espíritu laico es la bula de Oro de 1356, que excluye toda intervención del
papa en la designación del emperador de Alemania.
II. Las tribulaciones del papado
En junio de 1305, después de estar vacante la sede de Pedro más de
un año, los cardenales divididos eligieron papa al arzobispo de Burdeos.
Felipe el Hermoso le pidió su ayuda para el arreglo de las diferencias
franco-inglesas, por otro lado, los Estados Pontificios andaban agitados y
estos asuntos retuvieron a Clemente V en Francia. No era la primera vez que
los papas dejaban Roma, pero nunca estuvieron tanto tiempo ausentes.
Como los cardenales elegidos eran casi exclusivamente franceses,
todos los papas de Avignon fueron franceses y dieron la impresión de estar
al servicio del rey de Francia. Los papas de Avignon desarrollaron
considerablemente la administración pontificia. Sus intervenciones en la
designación de los obispos se multiplican y las elecciones desaparecieron
poco a poco y se estableció la regla de que el papa designara a todos los
obispos, regla que se sigue hasta hoy. Los papas de Avignon se limitaron al
terreno temporal. No conocieron ningún éxito verdaderamente religioso.
La opinión cristiana presiona para que el papa vuelva a Roma. Urbano
V, después de tres años en Roma, vuelve a Avignon. Gregorio XI se decide al
restablecimiento definitivo en Roma, pero la vuelta se hace en malas
condiciones. Los cardenales franceses se sienten a disgusto en Roma y
apenas reinstalado Gregorio XI muere. Los romanos quieren un papa italiano
y eligen a Urbano VI que se muestra insoportable con los cardenales
franceses, que abandonan Roma. Alegando presión en la elección del papa,
proceden a elegir como nuevo papa a Clemente VII (1378) que no consigue
apoderarse de Roma y se instala en Avignon: confirmándose el cisma La
muerte de los dos papas da lugar a nuevas elecciones en cada bando.
Los cardenales de los dos partidos creen que solucionarían el
conflicto convocando un concilio en Pisa (1409), deponen a los dos papas y
eligen a uno nuevo Alejandro V. La cristiandad se encuentra con tres papas.
El medio para salir de la crisis será afirmar la superioridad del Concilio
sobre el papa (Constanza 1414-1418). El cisma terminará en noviembre de
1417 con la abdicación de dos papas, la deposición del otro y la elección de
Martín V.
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Martín V convocará un concilio en Pavía, otro en Basilea y cada vez el
papa encuentra más oposición en el concilio. Eugenio IV trasladará el concilio
a Ferrara, luego a Florencia. Los partidarios del papa lo siguen, los otros
siguen en Basilea, y deponen al papa eligiendo a Félix V. Los resultados de
Florencia son mucho más brillantes. Los emperadores de Constantinopla
deseaban la ayuda militar de occidente, pero esto presuponía la unidad
religiosa, llegando a firmarse un decreto de unión en 1439. Algunos
orientales la aceptan, pero el clero y el pueblo no. Los occidentales se
desinteresan por la suerte de Constantinopla que cae en manos de los turcos
en 1453 interrumpiendo toda relación entre oriente y occidente.
Félix V abdica. Los papas salen reforzados en su autoridad, pero en
lugar de usarla para las reformas tan necesarias, se preocupan sólo de casar
a sus bastardos y de embellecer Roma
III. La agitación de los hombres
Las calamidades caen sin cesar, la más terrible es la peste negra,
epidemia que llega de Asia desolando a Europa. Muere la tercera parte de
los europeos. La guerra se ceba igualmente de forma endémica, las víctimas
no son tanto las de los campos de batalla, como las de la población civil que
sufre saqueos y pasa hambre por culpa de las tropas. La muerte se
convierte en una obsesión, más que llorar a los desaparecidos, se teme la
propia muerte y se procura estar bien preparado para ella.
La muerte omnipresente invita al examen de conciencia: Dios castiga
los pecados de los hombres, hay que expiarlos (procesiones de flagelantes),
pero no se detienen las epidemias (la culpa de los judíos). Pero el gran
causante de las desdichas es Satanás. Una fiebre satánica recorre toda
Europa, Satanás interviene por medio de sus agentes, los brujos y las
brujas. La tortura provoca confesiones y la represión alimenta las hogueras
con millares de víctimas. Una teología defectuosa y una mala psicología
interpretan como satánica cualquier manifestación patológica.
La filosofía y la teología pierden aquel bello equilibrio y seguridad que
habían adquirido en el siglo XIII. Guillermo de Occam, toma partido por el
emperador contra Juan XXII y critica la concepción de la Iglesia del papa;
para él no se puede alcanzar a Dios por la razón, los conceptos teológicos no
son más que construcciones verbales, e invita a la lectura de la biblia y al
ejemplo de los santos.
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John Wyclif destaca la Escritura frente a la tradición y rechaza la
transubstanciación eucarística. Cuando dos papas se disputan la tiara lo
mismo que dos perros un hueso, no se puede identificar a la Iglesia con los
prelados, la Iglesia es la totalidad de los predestinados que tienen por
cabeza a Cristo.
Juan Hus no puede pensar que la Iglesia verdadera se confunda con
la institución, es la comunidad de los elegidos, predicador cada vez más
violento, tropieza en su camino con el rico clero checo y con el papa Juan
XXIII. La ejecución de Hus desencadenó en Bohemia una revuelta que duró
varias decenas de años.
La angustia ante la muerte, la preocupación por la salvación y la
pérdida de confianza en la institución eclesial transforman la existencia
cristiana. La experiencia personal prevalece sobre la referencia a la
jerarquía. Juana de Arco en 1431 tenía más confianza en sus voces que en
los obispos. Este individualismo va desde un incremento de la superstición
hasta una real profundización en la vida cristiana.
Florece más que nunca el culto de los santos y de las reliquias. Carlos
VI distribuye entre sus amigos las costillas de su antepasado san Luis. Se
multiplican las indulgencias. La piedad se hace cuantitativa: se suman misas.
Un cristiano tiene que sufrir y sentir los dolores de la pasión. Por otro lado,
surgen las terceras órdenes (laicos vinculados a una orden). Más insertos
en su tiempo insisten en la psicología religiosa y en los medios de progresar
en la vida espiritual. Se habla de la “devoción moderna” y destaca como obra
“la imitación de Cristo” atribuida normalmente a Tomás de Kempis.
Ignoramos en occidente toda la riqueza histórica y la tradición
espiritual de los cristianos de oriente. Las Iglesias búlgara y serbia oscilan
entre la atracción de Constantinopla y la de Roma. Herederas de Cirilo y
Metodio, se inspiran más en Constantinopla. Se hacen autocéfalas. El
imperio bizantino lucha desesperadamente por su supervivencia durante dos
siglos; Constantinopla cae en 1453, había sucumbido la segunda Roma. Moscú
recogía la herencia como “tercera Roma”.
Hay varios puntos en común que vinculan entre sí a estas Iglesias: su
espiritualidad de inspiración monástica y sus tradiciones artísticas que
resumen los iconos. La santa montaña del Athos se cubre de monasterios
que representan a todas las nacionalidades de la ortodoxia. Todo el mundo
conoce el icono de la Santa Trinidad, pintado por el monje ruso Andrei
Rublev en 1411.
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-Segunda Parte-
FINALES DEL SIGLO XV - XVI
Tema 11: Renacimiento y reforma
A finales del siglo XV aparecen las naciones modernas que intentan
independizarse del papado y del imperio de Alemania. Hay hombres
decididos a emprender una reforma de la iglesia, esto provocará el cisma.
I. La Europa del Renacimiento
En Francia, Francisco I obtiene del papa León X la designación de
todos los obispos y abades del reino. En Inglaterra, Enrique VIII ocupa un
lugar de primer orden en Europa. En España, Isabel de Castilla y Fernando
de Aragón sellan la unidad de la nación, acogen con entusiasmo los intereses
de la iglesia que son los suyos propios. Reorganizan la Inquisición, que
persigue a los herejes, a los musulmanes y a los judíos. Polonia constituye la
avanzadilla del cristianismo latino frente al ortodoxo. Los soberanos de
Rusia se consideran como los herederos de Constantinopla. Moscú es la
tercera Roma y no mantiene muchas relaciones con la Europa occidental.
Desde que tomaron Constantinopla, los turcos prosiguen su avance
hacia Europa oriental, sometiendo a las poblaciones cristianas ortodoxas de
los Balcanes y amenazando periódicamente al occidente cristiano. Es verdad
que bajo el régimen turco la iglesia griega conserva sus estructuras
administrativas, pero los cristianos viven en un ghetto.
En Alemania, el emperador no tiene mucha autoridad sobre una
multitud de principados, prácticamente independientes. Desde 1438 detenta
el trono la casa de Habsburgo que rivalizará con Francia y el papado por
controlar Italia. Los papas enriquecen a su familia, las fiestas de la corte
romana se convierten a veces en orgías bajo Alejandro VI Borgia. El papa
Julio II acude al asalto de las ciudades enemigas armado de casco y coraza.
Sin ser una ruptura radical con la Edad Media, el Renacimiento vuelve
a descubrir la antigüedad. Los literatos sienten interés por las obras
antiguas que duerme en los monasterios. La invención de la imprenta por
Gutenberg, revoluciona la transmisión del pensamiento. Los humanistas
acuden a las fuentes para dirigir sus vidas y guiar a sus semejantes; la
mayoría siguen siendo cristianos deseosos de que sus trabajos mejoren a la
iglesia y a sus fieles. Destacan: Tomás Moro y Erasmo de Rótterdam.
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La visión optimista de algunos humanistas contrasta con
especulaciones sobre el Apocalipsis, con la imagen de un Dios todopoderoso
y arbitrario y con las amenazas de un Satanás omnipresente que conlleva un
incremento de la hechicería y de la caza de brujas. Inocencio VIII da una
consagración oficial a la hechicería y encarga a los dominicos que redacten
“El martillo de las hechiceras”, un tratado de demonología y de
procedimiento para obtener confesiones. La caza de brujos y hechiceras
durará hasta mediados del siglo XVII y se calcula que unas cien mil personas
murieron en la hoguera.
Muchos sacerdotes no responden a los deseos de los fieles, quizás
más por culpa de su ignorancia que de su mal comportamiento. Interesados
tan sólo por las rentas, muchos obispos acumulan sedes episcopales, en las
que no residen. Buscando dinero para sus construcciones, los papas cobrarán
a los obispos por dispensas de residencia y prebendas, y además venderán
indulgencias a los fieles. Los cristianos reclamaban un concilio de reforma.
El V Concilio de Letrán, deploró los abusos y elaboró un programa de
reforma, que no tuvo resultados. El concilio se clausuró en 1517, año en el
que Lutero publica en Wittenberg, sus 95 tesis contra las indulgencias.
II. Los Reformadores
La Reforma se ha hecho sinónimo de ruptura, pero tuvo su origen en
una búsqueda apasionada de Cristo en el evangelio. Se considera como fecha
de nacimiento de la Reforma el 31 de 0ctubre de 1517, pero lo que ocurrió
aquel día es la conclusión de un camino que había comenzado mucho antes.
Martín Lutero nació en 1483 en Sajonia. Durante una infancia dura, escuchó
con terror historias de demonios y de brujas. Ante el miedo a morir y
condenarse, entró en un convento, llevó allí una vida austera y se hizo
sacerdote. Le confiaron un curso de sagrada Escritura en la universidad de
Wittenberg. A pesar de su observancia, no encontraba la paz y leyendo la
carta a los romanos encontró la solución: “El hombre es justificado por la fe
sin las obras de la ley”.
El asunto de las indulgencias le dio a Lutero la ocasión de proclamar
su descubrimiento. Lutero rechazaba la falsa seguridad que dan las
indulgencias, pues el cristiano no puede comprar la gracia. Se mostraba
moderado en su ataque al papado y no pensaba romper con Roma. Pero, fue
acusado ante la corte de Roma y esta disputa despertó el nacionalismo
alemán. Convocado a la Dieta de Worms, ante el emperador Carlos V, Lutero
mantuvo sus posiciones. Fue desterrado del imperio y tuvo que ocultarse. En
su retiro tradujo la Biblia al alemán.
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Alemania se dividió, unos a favor y otros en contra de Lutero. Pero las
motivaciones de sus partidarios eran múltiples: los nobles se lanzaron al
asalto de las tierras eclesiásticas; los campesinos se sublevaron contra los
señores que los explotaban, en nombre de la igualdad de los hombres ante
Dios. Al no poder aplacar a los campesinos, Lutero invitó a los señores a
matar a los revoltosos. Se casó con una antigua religiosa, Catalina Bora.
No tenía intención de fundar una nueva iglesia. Pero las divergencias
de interpretación de la Escritura y los movimientos extremistas lo llevaron
a ciertas precisiones doctrinales rechaza: todo lo que va contra la primacía
de la Escritura y de la fe; el culto a los santos, las indulgencias y los votos
religiosos; los sacramentos que no están atestiguados por el Nuevo
Testamento. Sólo cuenta el sacerdocio universal de los fieles. Mantiene dos
sacramentos: el bautismo y la eucaristía –aceptando la presencia real, pero
no el sacrificio-. El anuncio de la palabra y la celebración de los sacramentos
necesitan de un mínimo de organización de la que se encargarán los
príncipes. Así, Lutero, que niega el poder eclesiástico, refuerza el poder de
los príncipes sobre la iglesia y se convertirán en iglesias nacionales.
Al mismo tiempo que Lutero, surgieron en Alemania y Suiza numerosos
reformadores. Casi todos eran sacerdotes y a menudo religiosos. Zwinglio,
humanista, discípulo de Erasmo, párroco de Zurich: seculariza los conventos,
cambia la liturgia al alemán, destruye las estatuas; quiere organizar una
iglesia según el evangelio y liberar a su pueblo de la dependencia extranjera.
En la eucaristía no ve más que una presencia simbólica de Cristo y en el
bautismo el momento en que Dios acoge a esa persona.
Calvino es un laico francés, cuando tomó en serio la vida cristiana, su
conversión, lo hizo con las ideas reformadas. En Francia, ante la reforma, el
rey manifestó cierta tolerancia, pero la colocación de unos carteles
injuriosos contra la misa provocó la persecución de los disidentes religiosos.
Calvino dejó París, se hizo teólogo al servicio de los reformados, pasó a
Ginebra, donde organizó la iglesia, cuyo modelo se extenderá por Europa y el
mundo. En su doctrina la Escritura y la fe ocupan el mismo lugar.
Todos deberíamos condenarnos, pero Dios salva a los que ha escogido:
es la predestinación. La vida moral es ratificar que Dios nos ha aceptado
como hijos. El bautismo es el signo del perdón de los pecados, por ello
defiende el bautismo de los niños. En la eucaristía Cristo se nos da al mismo
tiempo que recibimos el pan y el vino. Reconoce cuatro ministerios: pastores,
doctores, ancianos y diáconos. La vida religiosa está controlada por el
consistorio (pastores y doce ancianos escogidos por las autoridades).
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El consistorio lo vigila todo en la iglesia y el poder civil se encarga de
aplicar sus decisiones. Se da una distinción entre el poder civil y el
eclesiástico. Sin embargo los dos están muy ligados. La fundación de la
Academia de Ginebra contribuye a la irradiación de la reforma calvinista.
III. La Europa de las Confesiones Religiosas
Carlos V mantuvo la esperanza de rehacer la unidad religiosa del
imperio. Los príncipes católicos y los favorables a la Reforma se organizaron
en ligas dispuestas a la guerra civil. La Dieta de Spira (1526) había dejado a
los príncipes la libertad de reforma en sus dominios. Una nueva Dieta anuló
esta concesión y los príncipes protestaron. En la Dieta de Augsburgo, el
emperador quiso encauzar la situación, pero no lo consiguió y estalló la
guerra civil. La paz de Augsburgo materializó la división confesional de
Alemania. Sólo los príncipes tienen libertad para escoger su confesión y los
súbditos tienen que seguir la opción de su príncipe o marcharse al destierro.
Un asunto matrimonial está en el origen del conflicto entre
Inglaterra y el papado. Enrique VIII no logró obtener la nulidad de su
matrimonio con Catalina de Aragón; se proclamó jefe de la iglesia de
Inglaterra (Acta de Supremacía). Los que siguieron fieles a Roma fueron
ejecutados (Tomás Moro). Enrique VIII mantuvo lo esencial de la fe
católica. María Tudor, al convertirse en reina , restableció el catolicismo e
Isabel II establece definitivamente el anglicanismo, que se presenta como
un compromiso: una teología cercana al calvinismo y el mantenimiento de las
formas tradicionales.
Los reyes franceses, por interés, son fieles a Roma. Después del
asunto de los carteles, la represión se fue haciendo cada vez más dura
contra los reformados (hugonotes). La regente Catalina de Medicis les dio
algunas libertades, pero la matanza en Wassy señaló el comienzo de las
guerras de religión. El rey Enrique IV, que abjuró del protestantismo, trajo
la paz firmando el Edicto de Nantes, que reconoce la libertad de conciencia
y de culto, aunque con ciertas restricciones.
En los Países Bajos, se difundió el calvinismo. El duque de Alba llevó a
cabo una represión. En las provincias del norte, alrededor de Guillermo de
Orange, el calvinismo se convirtió en religión oficial.
La antigua cristiandad europea explotó en múltiples iglesias opuestas
a Roma. La iglesia romana intentó reformarse: algunos príncipes católicos
se lanzaron incluso a una conquista armada. Esto es la Contrarreforma.
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SIGLOS XVI - XVII
Tema 12: La renovación católica
Paralelamente al movimiento protestante, hubo en la Iglesia Romana
un deseo de reforma. El papado consiguió reunir un concilio general en
Trento. Se necesitaron dieciocho años para que el concilio llegase a término.
I. La Reforma Católica en el siglo XVI
Como hemos visto hubo reformadores que se separaron de Roma, pero
también hubo numerosos intentos de reforma dentro de la iglesia romana.
La fidelidad franciscana hizo nacer una nueva rama religiosa, los capuchinos.
Sus miembros rezaban juntos y se ocupaban de los pobres y de los
enfermos. Cayetano de Thiene fundó una sociedad de sacerdotes, los
teatinos, que asocian el apostolado a la regularidad de la vida religiosa. Fue
el punto de partida de los clérigos regulares, nueva forma de vida
sacerdotal y religiosa cuyos más ilustres representantes fueron los jesuitas
fundados por Ignacio de Loyola.
Durante mucho tiempo, los papas se mostraron reticentes ante la
convocatoria de un concilio. Las guerras entre el emperador y el rey de
Francia eran un obstáculo para la reunión. El papa Pablo III se decidió a la
reunión de un Concilio que logró abrirse en Trento el 13 de diciembre de
1545. Al principio sólo hubo 34 participantes, el número aumentó poco a
poco hasta alcanzar los 237. Estuvo presidido por los legados del papa que
no podían tomar ninguna decisión importante sin consultarle. Hubo que
reanudar tres veces el Concilio: con Pablo III (1545-47), con Julio III
(1551- 52)1 y con Pío IV (1562-63).
El Concilio precisó muchos puntos dogmáticos que nunca se habían
definido y exigió reformas pastorales. Muchos textos conciliares fueron
fruto de una larga reflexión, como los que tratan de la justificación. Otros
están marcados por el antiprotestantismo, por ejemplo, la liturgia en lengua
vernácula. Entre las decisiones pastorales, la de la fundación de seminarios
tuvo grandes consecuencias para el porvenir de la Iglesia. El concilio le
había dejado al papa la función de aplicar sus decisiones. Pío IV publicó los
decretos y constituyó una comisión de aplicación.
1
El papa Pablo IV decidió reformar la iglesia sin el concilio por sus propios medios,
esencialmente la Inquisición y el Índice de libros prohibidos: se quemaron las obras de
Erasmo, se prohibió la traducción de la Biblia.
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El papa Pío V publicó el Catecismo romano, el Breviario y el Misal
romanos. Gregorio XIII reformó el calendario, instituyó los nuncios
permanentes ante los soberanos, fundó colegios y seminarios. Sixto V
organizó un gobierno central de la iglesia bajo la forma de 15
congregaciones, especie de ministerios que asisten al papa en el gobierno de
la iglesia y de los Estados Pontificios. Finalmente, Pablo V publicó el Ritual
romano: textos y reglas que hay que seguir en la celebración de los
sacramentos. Se trataba se suprimir los abusos, de instruir a los cristianos,
de formar al clero. Pero al mismo tiempo se quería luchar contra la reforma
protestante y conquistar de nuevo el terreno perdido, a veces incluso por
las armas. La aplicación del Concilio en los países católicos dependió de la
voluntad de los soberanos.
Pedro Canisio, jesuita holandés, recorrió los países germánicos para
poner en pie la reforma católica. En Milán, Carlos Borromeo representa el
modelo de obispo, lleva una vida de gran austeridad, reunió sínodos
diocesanos. En España, la Inquisición persiguió a los alumbrados e incluso, a
veces, a personas espirituales. Teresa de Ávila fundó en 1562 el primer
convento reformado de carmelitas en Ávila y recorrió España para
establecer la reforma del Carmelo con la ayuda de Juan de la Cruz. Éste,
en medio de verdaderas persecuciones, expresó su experiencia espiritual en
poemas que son una verdadera obra maestra. En Roma, Felipe Neri, reunió a
laicos y sacerdotes para rezar, cantar, comentar la Escritura, estudiar y
dedicarse al servicio de los enfermos y de los peregrinos. Es el Oratorio.
Por todas partes, las órdenes religiosas conocieron un prodigioso
desarrollo: los jesuitas superaron los 10.000 miembros en 1600 y los 15.000
en 1650; los capuchinos eran 20.000 a comienzos del siglo XVII. Sin
embargo, la multiplicación del clero en España (200.000 por el año 1650)
significaba también la huída ante el trabajo en un país en donde sólo tenían
consideración el clero y el ejército.
Las órdenes femeninas chocaron con la oposición de Roma y de los
obispos. La mujer necesita “un muro (el claustro) o un marido”. Por eso las
ursulinas y las visitandinas tuvieron que encerrarse en claustros. Mary
Ward, fundadora de la Damas inglesas, sufrió las peores desventuras por
empeñarse en que su fundación mantuviese su finalidad pastoral y educativa.
“Católico” designa ahora a un grupo particular de cristianos frente a
los protestantes y los ortodoxos. El concilio integró armoniosamente el
pasado de la Iglesia con su presente, pero guardó silencio ante muchos de
los nuevos problemas, como las transformaciones económicas y sociales.
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II. La expansión religiosa del siglo XVII
En este siglo de absolutismo, los soberanos tanto católicos como
protestantes intentan adueñarse de todas las instituciones. La religión tenía
que servir a sus intereses políticos. El emperador no ha perdido las
esperanzas de restablecer íntegramente el catolicismo en sus estados. La
negación de concesiones a los protestantes de Bohemia desencadenó la
guerra de los treinta años. Conflicto que se extendió a toda Europa y que
acaba con el tratado de Westfalia. Hubo también algunos espíritus
pacíficos, poco numerosos ciertamente, que trabajaron por la aproximación
de los cristianos de las diversas confesiones: Leibniz, Spínola.
Las iglesias ortodoxas estaban distribuidas en tres sectores
políticos: el reino de Polonia, el imperio ruso y el imperio otomano por lo que
les costaba mucho trabajo mantener la comunión de fe y de liturgia.
Algunos maestros espirituales hicieron surgir un nuevo tipo de
sacerdotes que reformaron al pueblo cristiano. Francisco de Sales se
caracteriza por un humanismo optimista, por un estilo de predicación
sencillo y evangélico. Pierre de Bérulle introdujo en Francia el Carmelo
reformado y fundó una compañía de sacerdotes, el Oratorio. Vicente de
Paúl fundó la congregación de la Misión (lazaristas) para la evangelización de
los campesinos y las Hijas de la Caridad para el servicio de los pobres.
Todos se preocuparon de la evangelización gracias a las misiones
populares y se interesaron por la formación de los sacerdotes. Entonces no
había ninguna condición precisa para acceder al sacerdocio. Los seminarios
propiamente dichos fueron naciendo poco a poco a lo largo del siglo. No se
instalaron en todas las diócesis hasta comienzos del siglo XVIII. Los
seminarios contribuyeron a formar el tipo de sacerdote que se ha mantenido
hasta hoy; un hombre separado del mundo por su hábito y su género de vida,
que celebra la misa todos los días, reza su breviario y se muestra consciente
de sus deberes pastorales.
El clero mejor formado, pero también los laicos más cultivados,
agrupados a veces en asociaciones, intentan conformar la religión del pueblo
con la de los grupos selectos. Esto implica el rechazo de las costumbres
religiosas populares. Los obispos, los sacerdotes, los laicos piadosos se
proponen con el apoyo de las autoridades civiles, enseñar en profundidad el
credo, hacer practicar la moral cristiana, lograr comprender la separación
de lo profano y lo sagrado, establecer una liturgia decente e incitar a una
práctica regular.
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Se toman medidas contra las fiestas folklóricas, las poblaciones se
resisten. Las misiones parroquiales suplen las deficiencias del clero secular.
Cuando el clero parroquial está mejor formado, la misión se convierte en una
institución periódica. Los párrocos se esfuerzan por obtener la regularidad
de los gestos cristianos: el bautismo a los tres días de haber nacido, la
confirmación cuando la visita del obispo, la comunión pascual. La comunión
solemne de los adolescentes se va extendiendo poco a poco. La asistencia a
la misa dominical se hace más rigurosa, pero los fieles pasan el tiempo como
pueden durante la misa. La devoción eucarística consiste más en visitar al
Santísimo Sacramento e ir a la procesión del Corpus, que en comulgar.
Se insiste en el deber de los párrocos de enseñar a los niños, pero
también a los adultos poco formados, todos los domingos. Pronto cada
obispo impone para su diócesis un manual de catecismo. Algunos cristianos
fundan numerosas escuelas gratuitas. Juan Bautista de la Salle, funda los
Hermanos de las Escuelas cristianas. Los grandes predicadores no tocan
ante sus oyentes distinguidos la cuestión de sus responsabilidades sociales.
Se contentan con invitarles a dar limosna. Todas estas acciones contribuyen
a crear ese cristianismo que se ha mantenido hasta épocas recientes y que
sirve a veces de referencia a nuestras nostalgias
III. Conflictos y crisis internas
Trento no resolvió todos los problemas teológicos, las discusiones se
prolongan. La tradición bíblica comienza a confrontarse con las primeras
investigaciones y descubrimientos científicos. Los teólogos constituyen en
adelante un nuevo poder en la iglesia. El teólogo Roberto Belarmino
intervino en dos asuntos significativos: las condenaciones de Giordano Bruno
y de Galileo.
Copérnico había revolucionado la concepción tradicional del mundo: no
es el sol el que gira alrededor de la tierra, sino que la tierra da vueltas
sobre sí misma y alrededor del sol. Para los teólogos romanos, así como para
los protestantes, el sistema de Copérnico se opone a las afirmaciones de la
Escritura. Bruno sacaba de Copérnico conclusiones muy alejadas del
cristianismo y se le reprochaba el abandono de sus votos religiosos, fue
quemado. Galileo, a pesar de decir que en la Biblia “la intención del Espíritu
Santo no es mostrar cómo van los cielos, sino cómo se va al cielo”, tuvo que
ver cómo se condenaba el heliocentrismo. Terminó su vida en residencia
vigilada. Era el comienzo de un malentendido entre la iglesia y la ciencia que
iría creciendo cada vez más.
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Aumentan los comentarios y las traducciones de la Biblia. En medio de
las lecturas apologéticas y espirituales aparecen las primeras lecturas
“científicas” en las obras de Spinoza y R. Simon, que es uno de los padres
de la crítica bíblica, plantea el problema de la naturaleza de la inspiración y
muestra la imposibilidad de ver en Moisés el autor único del Pentateuco.
El jansenismo tiene su origen en el debate teológico de la Reforma:
¿Cuál es el lugar de la gracia y de la libertad en la salvación? La tradición
agustiniana pone el acento en la gracia y en la predestinación. Los jesuitas
se esfuerzan en salvaguardar el lugar de la libertad. Jansenio expuso sus
tesis sobre la gracia en una obra póstuma, “Augustinus”, que mostraba un
gran pesimismo respecto a la naturaleza humana caída por el pecado original.
Roma condena cinco proposiciones sacadas del Augustinus. La discusión
sigue adelante entre jansenistas y jesuitas.
El término “galicanismo” tiene múltiples contenidos: los reyes quieren
ser dueños de los bienes de la Iglesia; los magistrados desean que toda
decisión romana tenga su autorización para que valga como ley en Francia y
los obispos y los teólogos pretenden que el concilio este sobre el papa. El
orgullo y la vanidad de Luis XIV provocaron varios conflictos con el papado:
las regalías. El rey quería percibir en todo el reino las rentas de los
obispados vacantes. El papa Inocencio XI se negó a reconocer a los obispos
designados por el rey. Pronto quedaron vacantes 35 diócesis y ante esta
situación el rey convocó una asamblea del clero en 1681 que redactó la carta
del galicanismo: el rey es señor en su reino, hay que respetar las costumbres
galicanas, el concilio es superior al papa. Un nuevo papa y una coyuntura
política difícil permitieron un arreglo en 1693.
Si la mística ha tenido siempre un lugar destacado en la tradición
cristiana, a menudo ha resultado también sospechosa. Se la acusa de
minimizar la encarnación y la humanidad de Cristo, de tender al panteísmo o
de justificar el laxismo moral. Las condenaciones de los alumbrados en
España intentaron poner coto a estas desviaciones. Un sacerdote español,
Miguel de Molinos publica su “Guía espiritual”, que propone una mística del
abandono y de la contemplación, minimiza el papel de las obras; su error
sería el quietismo (quietud o reposo), será condenado por herejía.
La reforma católica había tenido éxito. En una sociedad enamorada
del orden no quedaba ya sitio para lo que intentara escaparse de lo
razonable y de los marcos estrictos. Mística y religión popular se situarán
muchas veces al margen.
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SIGLO XVIII
Tema 14: La Iglesia durante la Ilustración y la Revolución
Muy entrado el siglo XVIII se advierten ya en la iglesia algunas
señales del nuevo giro que han tomado las cosas, es la Ilustración. La
Revolución francesa se presenta como el triunfo de las luces y de los
adversarios de la Iglesia.
I. Las transformaciones del siglo XVIII
Es a comienzos del XVIII cuando los esfuerzos de renovación del
siglo precedente producen sus frutos. En 1789, casi toda Francia, todavía
cumple con pascua. Los franceses que no aceptan la condena el jansenismo,
descontentos de las orientaciones romanas, eligen un arzobispo que se hace
consagrar por un obispo apelante francés. Tal es el origen del cisma de
Utrecht. El gobierno quiere reducir esta con diversas medidas represivas.
Se conocen muchos sacerdotes y obispos de gran calidad, pero se
nota su absentismo. Los Papas casi todos son ancianos escogidos al final de
unos cónclaves interminables y se centran en el gobierno de los estados
pontificios. Solo destaca la figura de Benedicto XIV que se interesó por las
ciencias y mostró cierta apertura por los problemas de su tiempo.
Voltaire, Diderot, D´Alembert,… educados en el cristianismo, quieren
juzgar todas las cosas según la razón, que se oponen a la revelación. La obra
de referencia de la Ilustración, la enciclopedia, tuvo entre sus suscriptores
al futuro Pío VII. Es raro un ateísmo explícito. La mayor parte de los
filósofos piensan que se necesita una religión para el pueblo: Dios es la
garantía del orden. Muchos se inclinan por el deísmo (religión natural
conforme con la razón). La iglesia se distingue por su intolerancia. Hay que
luchar por la desaparición de la iglesia y del cristianismo.
La iglesia intenta defenderse contra los ataques con los medios
tradicionales: censura de libros, peticiones para que intervengan los poderes
públicos, obras apologéticas. Sin embargo, esta idea racional inspiró
reformas dentro del catolicismo. En Alemania se propuso un retorno a las
fuentes, una purificación de las devociones, una renovación de la teología y
una aproximación a los protestantes. Estas corrientes hacen causa común
con las corrientes antirromanas: galicanismo; febronianismo, que reduce el
poder del papa; josefinismo, que prohíben a los religiosos depender de un
superior extranjero, suprimen los conventos y reorganizan los seminarios.
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II. Los movimientos de despertar del protestantismo y de las iglesias
orientales
En las iglesias de la reforma el espíritu de la ilustración orienta a la
teología por los caminos del racionalismo y de la secularización de la cultura.
Las iglesias protestantes son instituciones del estado funcionalizadas. La
experiencia personal había dejado su lugar a la ortodoxia doctrinal. Muchos
protestantes deseaban devolver el primer lugar al elemento personal en la
fe. El pietismo recogió estas aspiraciones en el interior del protestantismo,
cuyos puntos esenciales son: el conocimiento de la biblia, la valoración del
sacerdocio universal, la caridad en las polémicas teológicas. La experiencia
de la conversión es capital y se adquiere a través de una profunda crisis. El
pietismo dio lugar a numerosas instituciones caritativas: escuelas, orfanatos
y vocaciones misioneras.
Demasiado ligado al poder y a los propietarios de tierras, la iglesia
anglicana había perdido todo contacto con el pueblo de las ciudades mineras
y de la industria. George Fox, zapatero, predicó una doctrina de la luz
interior que hace secundarios los dogmas y las estructuras. Invito a sus
oyentes a temblar delante de Dios (cuaqueros) y a agruparse en una
sociedad de amigos de Dios. John Wesley reunió con su hermano Charles a
los estudiantes de Oxford en Clubs de santidad, donde se leía la biblia, se
rezaba y se practicaban obras de caridad. El rigor que demostraron les valió
el sobrenombre de metodistas.
El zar Pedro el Grande suprimió el patriarcado de Moscú y ponía al
frente de la iglesia un colegio compuesto de obispos y sacerdotes. Preside
este sínodo un procurador laico designado por el zar que se convierte en la
verdadera cabeza administrativa de la iglesia. Independientemente de los
problemas políticos, la tradición espiritual ortodoxa se mantuvo viva tanto
en el mundo griego como en el ruso y el monte Athos siguió siendo el gran
foco religioso de la ortodoxia. Entre las iglesias de Oriente Medio, la iglesia
Maronita libanesa permaneció unida a la iglesia romana.
III. El choque de la revolución
Para intentar resolver la crisis financiera y política, el rey de Francia
convocó los estados generales (clero, nobleza y tercer estado). Ante las
reivindicaciones y las agitaciones campesinas en 1789 triunfa la revolución.
El clero y la nobleza renunciaron a sus privilegios. El 26 de agosto la
asamblea nacional votó la declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano: la libertad, la igualdad y la propiedad son derechos inalienables,
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los bienes del clero fueron puestos a disposición de la nación, el estado se
encargaría de la subsistencia del clero y de los servicios que este
aseguraba. Adquiridos por la burguesía y los campesinos ricos, los bienes
nacionales convirtieron a estas dos clases en aliadas de la revolución. La
asamblea constituyente de 1790 prohibió los votos religiosos.
La geografía eclesiástica cambió: las diócesis pasaron de 135 a 85,
una por departamento; los obispos y los párrocos serían elegidos por los
mismos electores; los obispos protestaban porque la modificación del
estatuto de la iglesia se hubiera hecho sin el acuerdo del Papa. La asamblea
exigió que el clero en ejercicio prestase juramento de fidelidad a la nación y
al rey y mantener la Constitución. Solo siete obispos prestaron este
juramento y la mitad de los sacerdotes. Los que no habían prestado este
juramento no podían ejercer su ministerio. El papa Pío VI, en 1791, condenó
la Constitución Civil del Clero, pedía la retractación de todos los que habían
prestado juramento y prohibía ejercer todas las funciones a los obispos
recientemente elegidos. Era el cisma. Por un lado, una iglesia constitucional;
por otro, una iglesia refractaria.
Durante unos diez años, la vida religiosa se vio profundamente
sacudida. Los sacerdotes se disputaban los enterramientos, los bautismos o
los matrimonios. Las dificultades interiores y la guerra contra Austria
obligaron a una radicalización de las medidas contra los refractarios y
contra cualquier forma de vida religiosa. Se le quitó al clero el registro de
nacimientos, matrimonios, fallecimientos para confiárselo a los municipios.
Se autorizó el divorcio. El odio contra el cristianismo y el deseo de
destruirlo alcanzó su cima durante el Terror: calendario republicano,
destrucción y mascaradas en las iglesias, ejecuciones de sacerdotes,
religiosas y laicos. La iglesia constitucional no funcionaba. La caída de
Robespierre señala el fin del Terror. La cuaresma de 1795 vio de nuevo
llenas las iglesias. Sin embargo, persistía la oposición entre las dos iglesias.
Las victorias de los ejércitos de la Revolución trajeron consigo
algunas anexiones a la República creando estados satélites. Los decretos
relativos a la religión se aplicaron de diversas maneras. Los franceses se
llevaron a Pío VI prisionero murió el 24 de agosto de 1799. Los cardenales
reunidos en Venecia eligieron a un nuevo papa el 14 de marzo de 1800, Pío
VII.
Napoleón Bonaparte, al convertirse en primer cónsul, creyó que no
podría gobernar sin una reconciliación religiosa de los franceses, pero su
visión religiosa era totalmente política. Se llegó así a al concordato de julio
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de 1801: obtuvo la dimisión de todos los obispos del antiguo régimen,
mantuvo la nacionalización de todos los bienes de la iglesia y el gobierno
aseguraba el mantenimiento del clero. El concordato trajo la paz religiosa.
El 18 de abril de 1802, día de pascua, se celebró en la catedral de París el
restablecimiento del culto católico.
En los países satélites y en los territorios anexionados a Francia,
Bonaparte reorganizó la iglesia siguiendo el modelo francés. Hubo que abrir
de nuevo los seminarios, restaurar los lugares de culto… Así comenzó aquella
renovación que adquirió toda su amplitud bajo la Restauración. Bonaparte
obtuvo su mayor popularidad entre los católicos cuando consiguió que el papa
fuera a coronarlo emperador en Notre-Dame.
En 1806 surge la tensión entre el papa y el emperador, que duró hasta
la caída de Napoleón. En su lucha contra Inglaterra quiso que el papa
apoyase el bloqueo comercial a la isla. El papa se negó, Roma es ocupada, los
estados pontificios quedan incorporados al imperio francés y Pio VII es
trasladado en residencia vigilada a Savona. El papa excomulgó a Napoleón y
se negó entonces a conferir la institución a los obispos nombrados por él.
Para salir del atolladero de las diócesis sin obispo, Napoleón hizo que
se reuniera un concilio nacional en París. A la fuerza el papa hizo algunas
concesiones, de las que pronto se retracto. Los desastres militares
obligaron a Napoleón a permitir que el papa volviera a Roma. El catolicismo
francés y europeo salió profundamente transformado: los bienes de la
iglesia habían pasado a manos laicas, se integró la libertad de cultos en la
legislación.
La fe de la iglesia salió purificada de la prueba. La iglesia tenía que
volver a su misión esencial. Un clero digno y fuertemente jerarquizado, los
obispos son dueños absolutos en sus diócesis. El sacerdote tiende a
convertirse en un funcionario serio y aplicado.
Las desventuras de los papas conmovieron al pueblo cristiano, que vio
en el recurso a la Santa Sede, la única manera de defender a la iglesia de
las pretensiones de los poderes públicos. Esta adhesión al papa, que se
designó como ultramontanismo, fue progresando a lo largo del siglo XIX.
La herencia revolucionaria ha mantenido divididos a los franceses
hasta época reciente.
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SIGLO XIX
Tema 15: Restauración y Liberalismo
Cuando Napoleón desapareció de la escena política, el cuarto de siglo
que acababa de transcurrir les pareció a muchos como un paréntesis que
había que borrar. Era preciso restaurar la Europa y la Iglesia de antes de
1789. La libertad no podía verse trabada por el autoritarismo de los
príncipes o por la ortodoxia de una iglesia. La iglesia se creyó muchas veces
obligada a luchar contra ese liberalismo amenazador. Para encontrar una
solución el papa Pío IX convocó el Concilio Vaticano I en 1869.
I. Restauración
El congreso de Viena (1815) emprendió una reorganización de Europa.
El Zar de Rusia, el emperador de Austria y el rey de Prusia, representantes
de las tres confesiones cristianas, firmaron la Santa Alianza: se
comprometían a aceptar los principios cristianos y a prestarse ayuda mutua.
El trono y el altar se apoyan mutuamente. El catolicismo vuelve a ser religión
del estado. Casi todos los obispos son elegidos entre la nobleza y aumentan
los presupuestos para el culto. La iglesia se propuso recristianizar las masas
populares. Se reorganizan los seminarios y las ordenaciones anuales alcanzan
en 1829 la cifra record de 2357, por tanto, pueden multiplicarse las
parroquias. El cura de Ars da a la humilde función de cura de aldea una
irradiación no alcanzada hasta entonces.
Las antiguas órdenes renacen y se crean muchas congregaciones
nuevas que quieren responder a las necesidades locales: enseñanza, servicio
a los enfermos y a los pobres. Las misiones lejanas son para algunos una
nueva dimensión. Se multiplican las asociaciones piadosas y caritativas, las
cofradías y demás obras. La iglesia vuelve a las misiones interiores para
llevar las masas a la práctica religiosa. Los misioneros repiten las recetas
del pasado con escenificaciones espectaculares. La iglesia se esfuerza en
hacerse con la universidad y los sacerdotes se convierten en rectores de las
academias o en profesores de filosofía.
La práctica religiosa varía según las regiones. El bautismo, la primera
comunión, el matrimonio y los funerales religiosos los pide la mayor parte de
la población. El rigorismo clerical se manifiesta en la condenación del baile,
en la negación de los funerales a los divorciados y a los suicidas y en las
exigencias de la confesión. La incredulidad y el anticlericalismo caracterizan
más a la burguesía con ideas revolucionarias que a las clases populares.
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La piedad va pasando de considerar, un Dios terrible que exige
víctimas expiatorias y reparadoras, a un Dios bueno: se hace más
cristocéntrica con la devoción al Sagrado Corazón y a la eucaristía. La
devoción mariana se ve favorecida por numerosas cofradías y apariciones: el
rosario viviente, la medalla de la milagrosa, el dogma de la Inmaculada
Concepción, apariciones de Lourdes.
En Italia, los estados pontificios se esfuerzan en borrar las huellas
de la presencia francesa. Aparece un fuerte movimiento a favor de la unidad
italiana, que supondría la desaparición de los antiguos estados, inaceptable
para el papado. En Alemania, los arreglos territoriales son el final del
antiguo principio cujus regio, ejus religio. Los católicos se encuentran ahora
bajo la autoridad de príncipes protestantes. Hay que encontrar soluciones
aceptables. En Gran Bretaña, los católicos no llegan a 100.000, en Irlanda
son la gran mayoría (seis millones), que fueron siempre explotados por los
propietarios protestantes. O´Connell llevó a la emancipación de todos los
católicos del Reino Unido que en adelante podían ser elegibles y admitidos
en todos los empleos. En Prusia, el rey Federico III impuso la fusión de la
iglesia luterana y la calvinista en una iglesia evangélica unida. Varios estados
alemanes siguieron su ejemplo. En el imperio otomano, tras la sublevación de
Grecia, el patriarca de Constantinopla es colgado, posteriormente obtendrá
su independencia y la iglesia griega se proclamará autocéfala. En Rusia, la
sumisión de la iglesia al poder no le impide a ésta mantener la tradición
espiritual de los pasados siglos.
II. Dios y la libertad
La restauración católica origina una fuerte oposición de la burguesía
liberal, especialmente en Francia. El resentimiento contra el régimen
adquiere un tono violentamente anticlerical. La muerte de Pío VIII dio
ocasión a una sublevación en los estados pontificios. Se necesitaron 50 días
para elegir al papa Gregorio XVI, monje poco al corriente de la política
El sacerdote Lamennais compartió el celo por la reconstrucción de la
Iglesia en Francia bajo el Imperio y la Restauración. Quiso impedir a sus
contemporáneos que se dejasen llevar por el ateísmo. Funda las Hijas de la
Providencia y los Hermanos de la instrucción cristiana para la enseñanza
primaria. Propone la separación de la iglesia y el estado. Tras la revolución
de 1830 funda un periódico, LÀvenir, que tenía como lema “Dios y la
libertad”. El periódico se interesaba por los pueblos que luchaban por su
independencia. Proponía una renovación de la iglesia y de la sociedad basada
en la libertad. Los obispos, creyendo inconcebible la idea de separación de la
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iglesia y del estado, manifestaron su desaprobación sancionando a los
abonados. Lamennais decidió llevar el asunto al papa. Esperó tres meses
hasta obtener un encuentro banal con Gregorio XVI. El papa condenó el
periódico. Sus adversarios se encarnizaron contra él y llovieron sobre sus
cabezas las censuras episcopales. Se hundió el sistema de Lamennais, pero
él siguió durante 20 años defendiendo a los pobres y a los oprimidos. Todo
lo que Lamennais había deseado se ha hecho realidad hoy: separación de la
iglesia y del estado, libertad de enseñanza y de prensa,… El
ultramontanismo, corriente basada en sus ideas progresó. Poco a poco se
fue abriendo paso un liberalismo católico.
El liberalismo económico, consecuencia de la industrialización, no
conocía ninguna regla en materia de salarios y de higiene. Los católicos, a
menudo conservadores en política, lamentaban la desaparición de las
corporaciones del antiguo régimen que imponían algunas reglamentaciones.
De momento, fundaron obras caritativas para aliviar las miserias inmediatas
e incitaron a los obreros a una conducta más moral y religiosa; denunciaron
la explotación obrera y propusieron una nueva organización económica y
social. Estos primeros católicos sociales son contemporáneos de los
primeros socialistas, muchos de los cuales se inspiraban en principios
cristianos. Se trataba de obtener justicia y de transformar la economía y
la sociedad.
La convergencia de los descontentos -republicanos, católicos
vinculados a la antigua dinastía, obreros en paro- condujo a la revolución de
febrero de 1848. La república fue acogida favorablemente por todos. El
gobierno provisional pidió oraciones. Los sacerdotes bendijeron los árboles
de la libertad. Todo el mundo parecía reconciliado. La revolución llegó a toda
Europa: Austria, Alemania, Italia. Estos dos últimos países creyeron llegado
el momento de la unidad nacional. Pío IX, en la cumbre de su popularidad, se
negó a dirigir una cruzada contra Austria, que dominaba parte de Italia.
Empezaron las decepciones. En Francia, las elecciones se desarrollaron en
medio del entusiasmo. Los electores, en su mayoría campesinos, designaron
una asamblea conservadora, ignorante de los problemas sociales de la
capital. Los parados acudían a París para trabajar en los talleres nacionales.
Cuando éstos fueron suprimidos, los obreros levantaron barricadas en París
y la guerra civil hizo estragos. Había desaparecido la unidad. Así pudo ser
elegido presidente de la república el príncipe Luis Napoleón por una mayoría
aplastante. Pío IX abandonó Roma y los romanos proclamaron la república en
1849. El gobierno de Luis Napoleón envió un ejército que tomó Roma y
reinstaló al papa. El absolutismo volvió a imponer sus derechos.
- 51 -
III. El Concilio Vaticano I
La ayuda militar de Napoleón III permitió al rey de Piamonte, Víctor
Manuel, reunir la mayor parte de los territorios italianos y proclamarse rey
de Italia. El papa perdió la mayor parte de sus territorios. Napoleón III
mantuvo tropas en Roma para que el papa siguiera siendo dueño de Roma y
de sus alrededores.
Los católicos estaban unidos en defender el poder temporal del papa
y en formar un frente común contra las doctrinas socialistas, pero estaban
divididos sobre la actitud que tomar con la sociedad de su tiempo. Los
intransigentes querían ver a la iglesia recobrando su influencia y sus
privilegios, los liberales pedían al estado una neutralidad benévola y a los
católicos que se contentasen con la libertad común. El cristianismo se ve
discutido por la filosofía y la ciencia del siglo XIX: Kant afirma que no es
posible alcanzar a Dios por la razón y Comte niega todo lo sobrenatural.
Al proclamar Pío IX en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción
de María, el papa afirmaba indirectamente su infalibilidad. En la encíclica
Quanta cura condenaba el racionalismo, el galicanismo, el socialismo, el
liberalismo… y unido a esta encíclica iba un catálogo (Syllabus) de 80
proposiciones condenadas. Decidió convocar el concilio Vaticano I que se
reunió el 8 de diciembre de 1869. De un millar de obispos, participaron algo
más de 700. Estaba representado el mundo católico, pero sólo por obispos
europeos. La constitución Dei Filius definió la existencia de un Dios personal
que la razón puede alcanzar, aunque afirmando la necesidad de la revelación.
No puede haber conflicto alguno entre la razón y la fe. La constitución
Pastor Aeternus contiene esencialmente la afirmación del primado y de la
infalibilidad del papa.
El 19 de julio de 1870 se declaró la guerra entre Alemania y Francia.
Napoleón III retiró de Roma las tropas que protegían al papa. Las tropas
italianas ocuparon Roma, que se convirtió en la capital del reino de Italia. El
concilio había concluido definitivamente. La aceptación de las decisiones
conciliares fue general. Sólo las rechazaron algunos universitarios alemanes.
En realidad, la definición de la infalibilidad tuvo menos consecuencias que
las del primado. El papa no ha ejercido la infalibilidad más que en la
definición de la Asunción en 1950. Por el contrario, al afirmar el primado, el
concilio le reconocía al papa “una jurisdicción ordinaria, inmediata, episcopal
sobre toda la iglesia”. La afirmación de la colegialidad vendrá en el Concilio
Vaticano II.
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SIGLO XIX-XX
Tema 16: Secularización, defensa religiosa, pluralismo
El fenómeno de la secularización se extendió por toda Europa. Los
gobiernos intentan controlar: el estado civil, la enseñanza y la asistencia,
que habían dependido de la iglesia. Esta se cree desposeída e intenta
derribar la política desfavorable y reconstruir instituciones paralelas a las
del estado: una contra-sociedad cristiana frente a una sociedad laica.
I. A través de Europa hasta 1914
Pío IX, muere después de 32 años de pontificado; León XIII, que es
un hombre acogedor, reina 25 años y se interesa por todos los grandes
temas de su época; y Pío X, elegido en el conclave de 1903, se preocupará
sobre todo por la pastoral.
En Italia, la cuestión romana movilizó todas las energías de los
católicos. El papa se consideró como prisionero del Vaticano. Los católicos
tenían prohibido participar en la vida política. Esta actitud dejó el campo
libre a los gobiernos anticlericales. Los católicos se sentían divididos entre
la adhesión al papa y el amor a su patria. Algunos laicos y sacerdotes
pidieron la autonomía de los cristianos en las materias temporales y la
posibilidad de participar en la vida política.
La proclamación del imperio alemán consagra la unidad de Alemania en
torno a Prusia. Los católicos a disgusto en aquel estado de predominio
protestante se organizaron: abordaban los grandes problemas del momento,
formaron un partido político, propusieron un programa social, se opusieron a
la germanización de Polonia. El gobierno de Prusia atacó entonces a la iglesia
católica. Los católicos resistieron.
En España alternaron los momentos de favor a la iglesia y las crisis de
anticlericalismo, como en tiempos de la I república (1873-1875). En
Portugal, el asesinato del rey en 1908 fue pronto seguido de la proclamación
de una república anticlerical. La segunda parte del siglo XIX vio un
verdadero renacimiento del catolicismo en Inglaterra, sobre todo en las
ciudades.
II. Los católicos franceses y la tercera república
La caída del II Imperio francés 1870 se vio acompañada de violencias
anticlericales. Las elecciones de 1871 dieron una asamblea con mayoría rural
- 53 -
y conservadora. El régimen se mostró especialmente favorable a la iglesia en
los años siguientes, el tiempo del “orden moral”, estas medidas indisponían a
la otra parte de la opinión que esperaba una mejor coyuntura política para
tomarse la revancha. A finales de 1875, Francia estaba dotada de una
constitución republicana con una asamblea conservadora de simpatías
monárquicas. Posteriormente, todo el aparato estatal pasó a manos de los
progresistas. Era el resultado del sufragio universal.
El “republicano” se define entonces por su admiración a la Revolución
que liberó a los franceses de la esclavitud en que los mantenían los nobles y
el clero. El católico le parece un adversario político que quiere restaurar la
monarquía. Los republicanos quieren reducir la religión al terreno de la vida
privada y desarrollar una enseñanza que quede libre del dominio de la iglesia.
Estimulan el anticlericalismo, parece imposible que un católico sea
republicano. Las leyes de 1881-1882 establecieron una enseñanza primaria
gratuita, laica y obligatoria. Los religiosos y religiosas fueron sustituidos
por un personal laico. A los católicos les parecía imposible enseñar una moral
sin referencia a Dios. Los obispos pidieron a los padres y a los sacerdotes
que asumieran su responsabilidad: enseñar el catecismo. Se constituyen
grupos de catequista voluntarios. Frente a las instituciones oficiales la
iglesia mantiene o crea otras instituciones cristianas. Una sociedad cristiana
responde punto por punto a una sociedad laica: Las dos Francias.
Hay movimientos y periódicos que quieren la fundación de un gran
partido demócrata cristiano. Dos congresos de sacerdotes proponen una
renovación de la pastoral en función de la época: “actuar y adaptar”. Los
obispos y los enemigos de la democracia se preocupan, tienen miedo de que
el sacerdote “se laicice”…
Varios asuntos ocasionaron la ruptura de relaciones diplomáticas
entre Francia y el Vaticano. La ley de separación reconocía la libertad de
conciencia y suprimía el presupuesto de cultos. Los bienes de la iglesia se
entregaban a asociaciones culturales. La iglesia tuvo que abandonar
seminarios, casas parroquiales, obispados…, que eran entregados a las
colectividades. Sin recursos, la iglesia apeló a los donativos de los fieles.
Algunos sacerdotes pensaron en trabajar y fundaron una “alianza de
sacerdotes-obreros”. El clero cayó a menudo bajo la dependencia de los
fieles más acomodados. Se desinfló el anticlericalismo, la iglesia de Francia
recobró su libertad y pudo construir nuevos lugares de culto y crear
parroquias, contribuyó igualmente a la aproximación entre los obispos y el
papa, que los designaba ahora directamente.
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III. De la primera guerra mundial a los años treinta
A lo largo de la guerra, los católicos se identificaron con los objetivos
de sus estados nacionales. En Francia, permitió a los católicos encontrar de
nuevo su sitio en la comunidad nacional. La solidaridad de las trincheras hizo
que se reencontraran las dos Francias. La Santa Sede tuvo algunas
dificultades en situarse e intentó algunas acciones humanitarias:
intercambio de heridos, organización de capellanes militares… Benedicto XV
lanzó numerosas exhortaciones a la paz.
Los diez años que siguieron a la guerra estuvieron marcados por el
apaciguamiento de numerosos conflictos entre la iglesia y los estados. Hubo
incluso un intento de aproximación a la Rusia soviética. En Francia, la guerra
disipó las antiguas disputas, fue canonizada Juana de Arco, se
restablecieron las relaciones diplomáticas y la iglesia recobró su apoyo legal.
Bajo Pío XI se firmaron unos quince concordatos con los estados,
reconocimiento mutuo de los derechos de la iglesia y de dichos estados.
Reconocía el reino de Italia con su capital en Roma, mientras que Italia
reconocía la soberanía del papa en la Ciudad del Vaticano, minúsculo estado
de 44 hectáreas.
Cuando en 1924, en Francia, llega al poder una mayoría anticlerical
reaparece con vigor la “Action française” que se opone a la república, desea
la instauración de la monarquía y persigue a los judíos. Muchos católicos
simpatizaron con el movimiento. Pío XI se inquietó, pronunció una condena
contra la “Action française” y esto provocó, para unos, problemas de
conciencia y para otros, les liberó de las estrecheces de la defensa
religiosa. Los caminos estaban abiertos a la Acción católica.
El término Acción católica es una acción específica de los laicos,
complementaria a la del clero y en unión con ella. Tiene su fuente en el
bautismo y consiste en un anuncio del evangelio en un mundo que no es o que
ha dejado de ser cristiano. La Asociación católica de la juventud francesa
(ACJF), proponía a los jóvenes de la burguesía una recristianización de la
sociedad. En 1925, un sacerdote belga, el abate Cardijn, lanzó la Juventud
obrera cristiana. Mira al mundo obrero, y lo mira tal como es para que cada
joven obrero cristiano pueda dar allí testimonio de Jesucristo. De ahí la
célebre trilogía: “ver, juzgar y actuar”. Después de la JOC nacieron la JAC y
la JEC. Pío XI, “el papa de la Acción católica”, le dio una base doctrinal,
definiéndola como “una participación de los laicos en el apostolado
jerárquico”.
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En Italia, los fascistas se aproximaron a los conservadores católicos
que temían al comunismo y desconfiaban de una democracia poco segura.
Así, pues, la opinión católica siguió a Mussolini. El fascismo quería integrar al
ciudadano desde el nacimiento hasta la muerte en todas las organizaciones
del partido. Los movimientos eclesiales resultan competitivos para las
organizaciones fascistas. En 1931, son saqueados algunos locales religiosos,
Pío XI protesta contra el totalitarismo del estado.
En Alemania, Hitler agrupó a los descontentos en una formación
política y expresó su ideología en la obra Mein Kampf. Racismo,
antisemitismo, anticristianismo son sus componentes. Este movimiento fue
condenado por los obispos: un cristiano no puede ser nazi. En el contexto de
la crisis económica, Hitler llegó al poder en enero de 1933, como un
salvador. Los católicos no quisieron pasar por malos alemanes oponiéndose a
él. Tenían miedo de una alternativa comunista. Hitler obtuvo plenos poderes
con los votos del centro católico, al que hizo naufragar unas semanas más
tarde.
Desde octubre de 1917, el socialismo tenía una patria, Rusia. Los
cristianos de occidente conocían un poco los acontecimientos de Rusia, pero
el comunismo empezó a inquietarles de verdad cuando se convirtió en una
fuerza política. En 1931, la proclamación de la II república en España trajo
las primeras violencias anticlericales. Los republicanos, entre los que los
comunistas sólo eran una parte, se encarnizaron contra la iglesia: 2000
iglesias quemadas, 7000 sacerdotes asesinados. La guerra de Franco se
presento como una cruzada anticomunista. La casi totalidad de los obispos
aplaudió a los nacionalistas de Franco. Pero hubo minorías que siguieron
fieles a la república.
Pío XI protesta contra los abusos del fascismo en la encíclica Non
abbiamo bisogno (1931). Tomó posición contra el nazismo y el comunismo. En
Mit brennender Sorge, condena categóricamente el racismo, el
antisemitismo y la idolatría del estado. En Divini Redemptoris, condena el
comunismo ateo como “intrínsecamente perverso” y prohíbe toda
colaboración con él.
La opinión de la época fue más sensible a la condenación del
comunismo que a la del nazismo. Pío XI murió en febrero de 1939 y unos
meses más tarde, los totalitarismos hacían explotar la segunda guerra
mundial.
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Tema 18: El peso de la modernidad
Hasta 1789, la iglesia estaba en todos los sectores de la vida humana.
Después de la revolución, se constituyó un mundo fuera de la iglesia (la
sociedad industrial y urbana, las nuevas filosofías, las ciencias naturales e
históricas) que se puso a combatir las tradiciones que transmitía desde
hacía siglos. Los cristianos van a levantar barreras contra las amenazas del
mundo exterior, pero llegará el momento en que tendrán que tener en
cuenta las transformaciones de la sociedad en la que viven.
I. Los cristianos en la sociedad económica
Se ha repetido a menudo una frase atribuida a Pío XI: “La iglesia
perdió a la clase obrera en el siglo XIX”; y es un lugar común afirmar que la
iglesia ha sido solidaria de las clases capitalistas. Pero realmente la
situación difiere según los países: en Alemania, Estados Unidos y Australia,
las fuerzas vivas del catolicismo se sitúan en los obreros; en Francia, la
clase obrera parece haber nacido fuera de la iglesia. Los obispos no han
cerrado todos ellos los ojos, pero adolecen de una incapacidad para analizar
sus causas y descubrir sus remedios. Las antiguas parroquias urbanas
aumentan desmesuradamente y no hay un encuentro personal con el
sacerdote. El clero se limita al plan estrecho de la moral individual: patronos
generosos/obreros virtuosos.
Los primeros socialismos que se referían al cristianismo, van
abandonando su inspiración cristiana, se muestran irreligiosos y se oponen a
la iglesia considerada como solidaria del poder político y económico
explotador. De ahí, que Marx considerase que “la religión es el opio del
pueblo”. Los responsables religiosos se oponen a este socialismo que niega a
Dios y que quiere derribar la iglesia. Los católicos conservadores se van a
interesar por los problemas sociales y consideraban que el liberalismo
económico era el responsable de la miseria; por tanto, había que restaurar
una sociedad jerárquica en la que los capitalistas encuadrasen a los más
pobres en un sistema corporativo. Este paternalismo irrita a los obreros
atraídos por el socialismo.
En Alemania, Monseñor Ketteler opuesto al capitalismo liberal y al
socialismo, desea una organización corporativa de la sociedad y pide al
estado que intervenga para limitar las horas de trabajo, imponer el
descanso dominical, hacer participar a los obreros de los beneficios y
ayudar a las madres en el hogar. En Viena, se funda una revista que se
convierte en órgano de expresión de los católicos sociales. En Suiza,
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Monseñor Mermillod reúne todos los años a los católicos sociales de varias
nacionalidades. En Italia, se desarrolla una reflexión social. La convergencia
de estas actuaciones desembocó en la Rerum novarum (1891). Esta encíclica
de León XIII constata que la sociedad ha cambiado. La concentración de las
riquezas trae consigo la miseria. El socialismo es un remedio falso, ya que
propone la supresión de la propiedad privada. Es necesaria la unión de todos
y por eso no es aceptable la lucha de clases. El estado tiene que intervenir
para una distribución de los bienes, la duración del trabajo, el descanso
semanal, el salario familiar. Por tanto, se condena el liberalismo económico.
El papa prefiere las corporaciones (patronos y obreros), pero no excluye los
sindicatos (obreros solos).
En Francia, aparecen numerosas iniciativas sociales, pero siguió
adelante el paternalismo. La Semana social de 1904 es la primera de un larga
serie. Cada año en un lugar distinto, esta “universidad ambulante” estudia un
problema de la sociedad a la luz del evangelio y de las enseñanzas
pontificias. Pronto surgieron dificultades con la jerarquía eclesiástica.
¿Pueden los laicos ser independientes del clero en un terreno social tan
cercano al político? Pío X y los obispos quieren controlar y dirigir. Algunos
aceptan someterse y otros rompen con la iglesia. Este trabajo de reflexión
lleva a la constitución de lo que se llama la doctrina social de la iglesia. La
encíclica Quadragesimo anno de Pío XI.
II. La difícil confrontación entre la tradición católica y la ciencia moderna
El progreso de las ciencias pareció que ponía en discusión algunos
datos revelados. Para Kant, Dios no puede ser alcanzado por la razón. Para
Comte, la edad de la religión ha terminado; la humanidad ha llegado a la edad
de la ciencia. Si el hombre ha evolucionado, ¿qué pasa con la creación de
Dios y con el pecado original? Strauss ve en Jesús el producto de la
imaginación de las primeras comunidades cristianas. La primera reacción fue
defensiva. El Syllabus condena algunas de estas doctrinas. El Concilio
Vaticano I intenta una primera clarificación dogmática sobre las relaciones
entre la fe y la razón.
Unos intentan conciliar las adquisiciones recientes del saber y las
exigencias permanentes de la fe. Los católicos “conservadores” rechazan
toda utilización de la ciencia moderna en la expresión de la fe. Los
“progresistas” quieren poner las disciplinas científicas al servicio de la
religión. Los “modernistas” piensan que la ciencia moderna impone una
revisión profunda de las ideas recibidas. La ciencia es lo primero y el
cristianismo tiene que adaptarse a ella, se han hecho racionalistas.
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Alfred Loisy opina que Moisés no fue el autor del Pentateuco y que
los once primeros capítulos del Génesis no pertenecen al género histórico.
Le piden que abandone su enseñanza. En 1902, su obra, L’Evangile et
l’Eglise, hace un ruido enorme; se prohíbe su lectura y se pusieron en el
Índice cinco libros suyos. Él se sometió, aunque afirmando que no podía
destruir el resultado de sus trabajos; aquello no le gustó al Papa. En
Inglaterra, George Tyrell, convertido al catolicismo, quiso elaborar una
doctrina de lo sobrenatural y de la fe compatible con la filosofía de la
época. Los dogmas son los resultados de las creaciones de la experiencia
religiosa. Tienen un valor moral y son útiles al progreso de la humanidad.
Distingue entre la fe viva y la teología muerta. Estas ideas le acarrearon la
excomunión.
La iglesia se parecía a una plaza fuerte asediada por todas partes. El
Papa Pío X en dos documentos: el decreto Lamentábili y la encíclica
Pascendi, considera el modernismo como “La cita de todas las herejías”. Se
invita a los clérigos a la filosofía de santo Tomás. Las diócesis deben
constituir comités de vigilancia que revisen las publicaciones y la enseñanza
de los sacerdotes. Los clérigos no deberán acudir a las universidades
estatales, siendo los más peligrosos los cursos de historia y filosofía. Se
impone la obligación de prestar un juramento antimodernista.
El Papa parecía haber restablecido el orden teológico. El asunto
afectaba esencialmente a los sacerdotes. Pero los problemas del encuentro
entre la fe y la modernidad seguían en pie. La corriente modernista estaba
dirigida por una supervaloración de la ciencia y del progreso, pero con el
primer conflicto mundial, esta omnipotencia de la ciencia se difumina un
poco. No responde a todos los problemas del hombre, no se puede edificar
una moral científica.
Las condenaciones de modernismo esterilizaron durante algún tiempo
la investigación de los exegetas católicos. Hubo que esperar a 1943 para que
con la Encíclica Divino Afflante Spiritu del Papa Pío XII se sintieran los
exegetas animados en su trabajo. Jacques Maritain afirma la distinción
entre lo espiritual y lo temporal. Los cristianos no deben renunciar a
edificar un mundo inspirándose en los valores evangélicos. Pero a la iglesia
no le corresponde ejercer una tutela sobre lo temporal.
III. Los tímidos comienzos del ecumenismo
Las migraciones de la población y la libertad de cultos llevan a las
diferentes confesiones a encontrarse y a vivir en un mismo lugar. La Europa
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oriental y balcánica se libera del yugo de los turcos, recobrando su
independencia. Los cristianos orientales se instalan en todas las partes del
mundo y el genocidio armenio y la revolución rusa traen consigo la
dispersión.
El protestantismo se caracteriza siempre por la multiplicación de
denominaciones y por los movimientos periódicos de despertar. Varios
teólogos renuevan el pensamiento protestante: K. Barth rompe con la
corriente liberal redescubriendo y afirmando la trascendencia de Dios,
devuelve la seriedad al protestantismo a los ojos de los católicos y R.
Bultmann, fundador del método de la historia de las formas en el estudio de
la formación de los evangelios.
En un primer tiempo los cristianos de una misma confesión quisieron
salvaguardar cierta unidad. En 1910 la conferencia de Edimburgo reunió a
representantes de diversas sociedades misioneras protestantes que
manifestaron el escándalo que sentían ante las divisiones de los misioneros
cristianos que trabajaban cada uno para su grupo confesional. No fue
posible celebrar un servicio de comunión durante la conferencia. Pero el
ecumenismo había nacido.
Durante la I Guerra Mundial el Arzobispo luterano de Upsala creó el
movimiento Life and Work. Durante la conferencia de Edimburgo nació otro
movimiento, Faith and Order. Muchos participaron de los dos movimientos.
De ahí vino la idea de fundar un organismo común, el consejo ecuménico de
las iglesias que no pudo realizarse hasta después de la II Guerra Mundial.
Fernand Portal, lazarista, se encontró en Madera con el anglicano
Halifax en 1890. Los dos simpatizaron y Portal creyó que pronto ambas
iglesias podrían reunirse en un solo cuerpo, después de que se entendieran
las dos jerarquías. Pero en 1896 Roma declaró que las ordenaciones
anglicanas eran nulas. Portal creyó entonces que la unidad solo podía venir
de la base de una transformación interior de los cristianos. Benedicto XV no
podía hacer otra cosa más que invitar a todos los cristianos a reunirse en la
verdadera iglesia y Pío XI prohibió a los católicos participar en los diversos
movimientos ecuménicos. Los católicos salieron de este callejón sin salida
abordando el ecumenismo por la oración.
Dos sacerdotes anglicanos habían organizado en 1908 una semana por
la unidad y se vio que la unidad no puede ser el fruto de un proselitismo de
una iglesia respecto a otra. Sino que solo puede venir de Dios y ha de ser
objeto de la oración de todos los cristianos. La semana de la unidad se hizo
verdaderamente ecuménica.
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SIGLO XX
Tema 19: De la Segunda Guerra Mundial al Concilio
La II Guerra Mundial marca profundamente a los cristianos y a las
iglesias en medio de las naciones comprometidas en el conflicto. En algunos
países, los cristianos se ven golpeados y por todas partes la conciencia
cristiana se siente interrogada. Es también un periodo de reflexión y
maduración; este periodo conoce también dificultades y crisis en los últimos
años de Pío XII.
I. Los cristianos en el segundo conflicto mundial
Los cristianos tuvieron que enfrentarse con las consecuencias de la
guerra: destrucciones, muertes en toda la Europa bajo dominio nazi. ¿Hay
que someterse? ¿Es posible permanecer pasivo? ¿Es legítima la violencia
para liberar a la patria?
En Polonia, los alemanes, en su intento de germanizar, persiguieron a
la iglesia polaca. Los judíos se vieron amontonados en el ghetto de Varsovia.
Los católicos se dirigieron al Papa, que tuvo miedo de empeorar la suerte de
aquellos desventurados si levantaba la voz. En Rusia, el avance de las tropas
alemanas fue ocasión de una restauración religiosa y de una constitución de
iglesias que se declararon separadas de Moscú. Hitler ofreció un estatuto
de independencia a Eslovaquia. El jefe del gobierno, Mons. Tiso, tuvo que
seguir su política racial, participando en la eliminación de los judíos. La
pseudo independencia de Croacia fue vista por muchos católicos como una
revancha contra la Serbia ortodoxa. Mons. Stepinac se vio dividido entre su
patriotismo croata y su voluntad de protestar contra la violación de los
derechos humanos.
En Holanda, católicos y protestantes se unieron para protestar
contra la deportación de los judíos. En represalia, los alemanes extendieron
el arresto a los cristianos de origen judío; entre las victimas estaba Edith
Stein. En Bélgica, el cardenal Van Roey quiso ser realista: salvar lo que
pudiera salvarse sin demasiadas protestas oficiales.
Fueron muchos los que leyeron la derrota de 1940 como un castigo
divino por la laicización de Francia. El mariscal Petain apareció como una
nueva Juana de Arco, el régimen fue favorable a la iglesia, pero muy pronto
se tomaron medidas raciales. Casi no hubo reacción oficial de los
responsables cristianos hasta julio de 1942 por la deportación sistemática
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de los judíos de Francia a Alemania; algunos obispos protestaron: todos los
hombres, arios y no arios, son hermanos al haber sido creados por Dios; sea
cual fuere su raza o su religión, tienen derecho al respeto de los individuos
y del estado.
En Alemania, la resistencia a Hitler fue mínima, ya que oponerse al
régimen era querer la derrota de Alemania. Los protestantes tomaron muy
pronto partido contra la política racial y muchos de sus miembros fueron a
los campos de concentración. Los obispos católicos no se entendieron entre
sí y se contentaron con condenas generales, aunque algunos sacerdotes y
militantes murieron por sus opciones valientes.
A diferencia de Benedicto XV, que había sido muy criticado por sus
llamadas a la paz durante la I Guerra Mundial, Pío XII recibió en vida
unánimes alabanzas. Pero en 1963, Rolf Hochhuth, lo acusó de no haber
condenado explícitamente el exterminio de los judíos por los nazis. Pío XII,
sin ninguna simpatía por el nazismo, prefería las intervenciones diplomáticas
discretas más que las declaraciones solemnes. Invitó a Mussolini a
mantenerse fuera del conflicto, y a las potencias europeas a negociar para
solucionar sus problemas. Durante toda la guerra en los radio mensajes,
insistía en los excesos de la guerra y los beneficios de una negociación y una
paz. Las informaciones sobre el exterminio de los judíos eran muchas veces
imprecisas y difícilmente creíble. Pío XII indicó su temor de que su
intervención se volviera contra los que él quería defender. Las
intervenciones diplomáticas tuvieron cierta eficacia en Eslovaquia, en
Croacia y en Hungría. Pío XII debería haber protestado con mayor firmeza.
Pero en todo caso no hay derecho a poner en duda la absoluta sinceridad de
sus motivos ni la autenticidad de sus razones profundas.
En los campos de prisioneros, en la deportación, en la resistencia, los
sacerdotes y los militantes cristianos entraron en contacto directo con
hombres y mujeres con los que nunca se habían encontrado. A finales de
1944, los primeros sacerdotes-obreros intentan responder a la dificultad de
una verdadera presencia sacerdotal en el mundo del trabajo. Vieron la luz
muchas iniciativas.
II. Las repercusiones religiosas de los acontecimientos políticos de la
posguerra
La URSS avanza hacia el oeste, muchos cristianos sufren la opresión
soviética. En la Europa occidental, los cristianos constituyen una tercera
fuerza frente a comunistas y socialistas. Los católicos salen del ghetto
- 62 -
donde los había encerrado el laicismo de principios de siglo. Los partidos
demócratas cristianos contribuyeron a la aceptación de la democracia y el
parlamentarismo entre los católicos antes reticentes. Los partidos
comunistas de estos países son considerados como cómplices de lo que
ocurre tras el telón de acero. En 1949, un decreto del Santo Oficio, prohíbe
toda colaboración de los católicos con los comunistas; pero los partidos
comunistas reúnen también a los más desfavorecidos. De aquí se siguen
dramas de conciencia.
III. Dinamismo pastoral y teológico
La imposibilidad para los sacerdotes de entrar en contacto con los
trabajadores les llevó a convertirse en obreros de fábrica. A pesar de su
escaso número, esta experiencia marca un cambio de estilo de vida del
sacerdote que se creía definitivamente fijado por el concilio de Trento y la
Escuela francesa. Esos sacerdotes no llevan sotana, viven en pisos, tienen
acciones comunes con los no cristianos y con los comunistas. Este es el punto
de partida de muchas discusiones.
Algunas experiencias muestran la posibilidad de transformar una
parroquia en comunidad misionera. El abate Remillieux parte de la liturgia
para hacer de su parroquia una comunidad; sus iniciativas (misas de cara al
pueblo, preparación para el matrimonio y el bautismo,…) han pasado a la vida
corriente de todas las parroquias. La posguerra es también un periodo de
expansión del modo catequético. Se subrayan las insuficiencias del
catecismo, se pide para la enseñanza religiosa una vuelta a las fuentes
bíblicas y religiosas. El catecismo debe ser progresivo.
Con la encíclica Divino Afflante, los católicos gozan de mayor libertad
para el estudio de la Escritura. Una floración de traducciones, entre las que
destacan la Biblia de Jerusalén, atestigua un verdadero descubrimiento de
la Biblia en los ambientes católicos. Muchos de los textos fundamentales de
la liturgia y de los santos padres son traducidos y editados críticamente. La
teología se renueva en sentido cristológico y eclesiológico.
La guerra fue la ocasión de encuentros en medio de las pruebas
comunes: unieron a los cristianos en el servicio a los refugiados y a los
judíos. En 1948 se fundó en Amsterdam el Consejo Ecuménico de las
iglesias. Cualquier iglesia puede entrar sobre la base de profesión de fe:
Jesucristo, Dios y Salvador. Las reticencias católicas se mantienen todavía,
sigue la tensión entre los partidarios del unionismo, de la vuelta de los
hermanos separados y los partidarios del ecumenismo, de un diálogo entre
- 63 -
interlocutores iguales. En 1950 el Santo Oficio reconoce en el movimiento
ecuménico una obra magnífica que es fruto del Espíritu.
Los últimos años del pontificado de Pío XII conocen una serie de
tensiones y crisis. En la Humani Generis el Papa pone en entredicho lo que se
ha llamado a veces la nueva teología, una reflexión teológica adaptada al
hombre contemporáneo; pide que se vuelva a la ortodoxia tomista. No se
menciona a ninguna persona ni se enuncia ningún catálogo de errores, pero
se descubren las teologías y los teólogos condenados.
La definición del dogma de la Asunción el 1 de noviembre de 1950
llenó de gozo a la mayoría de los católicos, pero creó cierto malestar en los
ambientes ecuménicos, entre los protestantes y los ortodoxos.
Algunos católicos piensan que por solidaridad pueden comprometerse
al lado del partido comunista y constituyen una unión de cristianos
progresistas. Los sacerdotes obreros entran en la Confederación General
del Trabajo. El Santo Oficio prohíbe la colaboración con los comunistas. Muy
pronto Roma empieza a inquietarse por el estilo de vida y los compromisos
de los sacerdotes obreros. Pío XII desea salvaguardar la integridad
sacerdotal. Los sacerdotes obreros tienen que renunciar a un trabajo en la
fábrica a tiempo completo. La mitad se sometieron, los demás continuaron.
El asunto tuvo profundas repercusiones.
En Francia se manifiestan ciertas tensiones entre los diversos
movimientos especializados de jóvenes de Acción Católica. En 1957 surge el
asunto del catecismo. Algunos ambientes integristas habían denunciado a
Roma el catecismo “progresista”. Se le reprocha el no enseñar los dogmas,
se le acusa de naturalizar las verdades sobrenaturales apelando a la
experiencia humana y religiosa de los niños. Roma pide su retirada.
Al final de un pontificado muy rico en iniciativas, han surgido algunos
puntos del bloqueo. Un nuevo pontificado y el anuncio del concilio permitirán
a estos esfuerzos de la posguerra dar todos sus frutos.
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Tema 20: La Iglesia del Vaticano II
La historia inmediata es siempre peligrosa. Falta la perspectiva
necesaria para apreciar unos acontecimientos que no han dado todavía todos
sus frutos. El Concilio Vaticano II se presenta a la vez como la conclusión de
una veintena de años de investigaciones pastorales y teológicas y como una
cierta ruptura con la iglesia salida del Concilio de Trento.
I. El Vaticano II
El 28 de octubre de 1958 sucedía a Pío XII, Juan XXIII. El nuevo
pontífice tenía 77 años y se pensaba como un Papa de transición. Fue el
primer Papa en salir del Vaticano desde 1870 y el 25 de enero de 1959 el
anuncio de un concilio provocó la sorpresa general. Juan XXIII señaló dos
objetivos: una adaptación de la iglesia y del apostolado a un mundo en plena
transformación y la vuelta a la unidad de los cristianos. De los 2800 Padres
invitados estuvieron presentes 2400. Era la primera asamblea católica
verdaderamente mundial. La innovación fue la invitación de observadores de
otras confesiones cristianas: ortodoxos, anglicanos y protestantes.
El 11 de octubre de 1962 tuvo lugar la solemne apertura. Se dibujaron
dos tendencias: una mayoría preocupada de la adaptación de la iglesia al
mundo, del diálogo ecuménico y de un retorno a las fuentes bíblicas y una
minoría, sobre todo miembros de la curia romana y obispos de los países de
“cristiandad”, más preocupada de la estabilidad de la iglesia y de la
salvaguardia del depósito de la fe. A lo largo del todo el Concilio hubo que
negociar entre las dos tendencias. Juan XXIII muere el 3 de junio de 1963.
El 21 de junio fue elegido Papa Pablo VI, que decidió la prosecución
del Concilio. La segunda sesión tocó: la colegialidad episcopal, el ecumenismo
y la libertad religiosa y promulgó la Sacrosanctum Concilium y el decreto
sobre las comunicaciones sociales. En 1964, Pablo VI peregrinó a Tierra
Santa. Hacía mucho tiempo que un Papa no había salido de Italia; se
encontró con el Patriarca de Constantinopla. Durante la tercera sesión se
votaron y promulgaron varios textos, el más importante la Lumen Gentium.
En un viaje a Bombay, el Papa tomó contacto con el tercer mundo. La cuarta
y última sesión concluyó con el voto y la promulgación de todos los textos
discutidos anteriormente. En 1965, Pablo VI se dirigió a New York para
hablar en la tribuna de la ONU, en donde su exhortación: ¡Nunca ya más
guerras! causó una fuerte impresión. Pablo VI y el patriarca Atenágoras se
levantaron las mutuas excomuniones pronunciadas en 1054. El 8 de
diciembre de 1965 fue la clausura solemne del Concilio.
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El concilio quiso ser un concilio pastoral, aunque fue profundamente
doctrinal. La Dei Verbum insiste en la unidad de la revelación, no hay que
distinguir entre una Escritura y una Tradición oral. La vuelta a la palabra de
Dios permite revalorizar en la iglesia algunos aspectos olvidados: el
sacerdocio universal de los fieles, la iglesia como pueblo de Dios, así como la
colegialidad episcopal. En la Lumen Gentium, el Concilio presenta a la iglesia
en su misterio: pueblo de Dios llamado a la santidad y en la Gaudium et Spes
compromete a la iglesia en un diálogo con el mundo. La Sacrosanctum
Concilium reformó la liturgia: lengua nativa, comulgar bajo las dos especies,
revalorización de la liturgia de la palabra, concelebración, etc.
En distintas Declaraciones y Decretos el Concilio proclama: la
libertad como valor universal, no puede ser reclamada solamente por los
católicos cuando están en minoría y se ven perseguidos. Vale también para
las minorías no católicas en medio de los católicos; no hay que acusar a los
cristianos no católicos de pecado y de cisma, que los católicos reconozcan
también sus deficiencias y responsabilidades; y hay que descubrir la parte
del conocimiento de Dios que se mantienen en cada una de las religiones.
Muchos compartieron la impresión de que comenzaban una nueva era para la
iglesia.
II. Las consecuencias más o menos imprevistas del Concilio
Se constituyeron en todos los países las conferencias episcopales, uno
de los signos de la colegialidad. Otro aspecto de la colegialidad fue el sínodo
de obispos que rodea al Papa para ayudarle en el gobierno de la iglesia
universal. A menudo con más dificultades se organizaron los consejos
presbiterales en las diócesis. Los religiosos y religiosas reactualizaron sus
constituciones y modos de vida. La iglesia parece haber encontrado una
dimensión mundial. Los viajes, los encuentros y los gestos del Papa le
granjearon la simpatía de los cristianos y de los no cristianos.
Internacionalizó el gobierno central de la iglesia (curia romana). Los
cardenales romanos pasaron a ser minoritarios.
Las agitaciones de mayo del 68, nacidas en la universidad se
prolongan en las fábricas para alcanzar finalmente a la sociedad en su
conjunto y a la Iglesia. Se discuten las instituciones eclesiales. Los
cristianos toman la palabra en las iglesias: “el Espíritu Santo está en la
barricadas, Dios no es conservador”. Para algunos, la aplicación del Concilio
va demasiado lenta. En pentecostés algunos cristianos, sacerdotes y
pastores celebran una eucaristía común para acelerar la unión de las
iglesias. Se multiplicaron los abandonos de los sacerdotes.
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Después del Concilio, dos encíclicas vieron la luz: la Populorum
Progressio, encíclica social que fue muy bien acogida y la Humanae Vitae,
encíclica moral que fue mal acogida. En agosto de 1968, Pablo VI se dirige a
Colombia con ocasión de la Asamblea del CELAM. El Papa proclama: “el
desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Rechaza la violencia de los
movimientos de liberación. Los teólogos de la liberación piensan que los
cristianos tienen que participar en los combates a favor de la justicia de los
más pobres. Los conservadores e integristas hacen responsable al Concilio
de todas las efervescencias. Pablo VI siente dolorosamente esta situación:
“habíamos creído que el día siguiente del Concilio sería un día de sol, pero
nos rodean las nubes, la tempestad y las tinieblas”.
III. Desilusión y esperanza
Se pensaba que el concilio había hecho a la iglesia más atractiva, pero
en los años que siguieron se pudo comprobar un franco retroceso de las
prácticas religiosas en el mundo occidental: disminuyen los bautismos, las
ordenaciones, los matrimonios y la asistencia a las catequesis. Para unos
este retroceso es fruto de la secularización que se remonta al siglo XIX;
para otros la crisis sería el fruto de una iniciativa poco afortunada, el
Concilio. Hay sin duda un amplio abanico de posiciones. El integrismo de
Monseñor Lefebvre rechaza de manera absoluta el Concilio. Otros hablan de
una mala interpretación del concilio y piden una recepción correcta del
mismo, aunque admitiendo que la iglesia sufre el contragolpe de una crisis
global en la civilización occidental.
Junto con el deterioro de las religiones oficiales aparece desde los
años 60 un retorno de lo sagrado y de lo religioso. Se trata muchas veces de
un mundo irracional y de un mundo de lo sagrado lejos del mundo religioso
cristiano: videntes, ocultismo, esoterismo. La multiplicación de sectas se
sitúa en este contexto.
Todo un movimiento en torno a Jesús, un “jesuismo”, emprende su
marcha sin vinculación alguna con las iglesias: Jesucristo super-star,
Godspel, pegatinas (Jesús salva, Jesús te ama,…) En el marco de las iglesias
se desarrolla el pentecostalismo protestante, que entre los católicos toma
el nombre de movimiento carismático: el sentimiento y la afectividad priman
sobre lo intelectual y lo político. De una manera algo distinta, el movimiento
de Taizé reúne a una muchedumbre de jóvenes de todos los países. La
religión popular ofrece un nuevo tema de estudio a los sociólogos. Las
peregrinaciones, que son a veces una forma de turismo piadoso, ponen en
movimiento a las masas.
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Pablo VI recibió en varias ocasiones a dirigentes soviéticos. En su
escala de Hong Kong en 1970, saludó a China. El concilio abrió ampliamente
los caminos del ecumenismo para los católicos. Pablo VI se reunió con
numerosos responsables de las iglesias cristianas. La legislación católica
sobre los matrimonios mixtos se suavizó notablemente.
El sínodo de obispos de 1974 tuvo como lema “la evangelización el
mundo contemporáneo”. Los obispos de los países desarrollados piensan más
en los problemas de la secularización y del ateísmo. Los de África y Asia se
preocupan del anuncio del evangelio a los no-cristianos y los de América
latina intentan establecer una relación entre la evangelización y la liberación
económica y política. El sínodo no llegó a hacer la síntesis de sus
deliberaciones y confió al Papa la tarea de realizarla. Pablo VI publicó en
1975 la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi.
Cada uno de los grandes sectores de la iglesia tiene sus propios
centros de interés y sus prioridades. La iglesia de occidente está
preocupada por los problemas de la secularización. La iglesia de América
latina se siente interpelada por la miseria. Las relaciones entre grupos
religiosos diferentes son generalmente corteses en occidente, pero son
sinónimos de intolerancia y de guerra civil en el Medio oriente. Si a ello se
añaden las tensiones en el interior de las iglesias locales por razones
teológicas o políticas, se comprende la dificultad de conseguir una palabra
única para la iglesia universal.
Todos estos rasgos de la vida eclesial marcan el final del pontificado
de Pablo VI, que expresa frecuentemente en sus últimos años su inquietud y
a veces su tristeza. En Juan Pablo I, los cardenales eligieron a un hombre
de conciliación. La elección del cardenal Wojtyla fue la consecución de la
internacionalización de los cardenales. Marca un deseo de distanciamiento
de la iglesia respecto a la política italiana y las iglesias occidentales.
No hay conclusión ni punto final en una historia de la iglesia. Lo que
comenzó en pentecostés el año 30 continúa todavía hoy. Los cristianos de
antaño se enfrentaron con las dificultades de su época; nos toca hoy a
nosotros enfrentarnos con las nuestras.
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SIGLOS XV – XVIII
Tema 13: La evangelización del mundo
Los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI abrieron la
puerta a una evangelización universal. Mezclada al comercio, a la
colonización, a las vicisitudes de la política y de los conflictos mundanos, la
evangelización sufrió sus consecuencias y perdió muchas veces su pureza.
I. El gran esfuerzo misionero de los tiempos modernos
Las coyunturas económicas impulsan a ir en busca de oro, tierras de
plantación y mano de obra. Mientras que los relatos de viajes inflaman las
imaginaciones, la idea de cruzadas sigue viva. La toma de Ceuta (1415) por
los portugueses, la conquista de Granada (1492) por los españoles son el
punto de partida de las grandes expediciones. Los descubridores, los
conquistadores y los misioneros tienen comportamientos que hoy nos
parecen contradictorios y escandalosos. Cortés, en México, hace bautizar a
la india Marina antes de tomarla por concubina. Pizarro, en el Perú, exige un
rescate a Atahualpa, lo bautiza y después lo hace estrangular.
El descubrimiento de las Indias occidentales (América) por Cristóbal
Colón en 1492 motivó una tensión entre las dos potencias ibéricas. El papa
Alejandro VI fue árbitro de la cuestión en 1493: delimitó el campo de los
descubrimientos, dando el oeste a los españoles y el este a los portugueses.
Deja a los dos reyes, la responsabilidad de la organización de la iglesia. Los
soberanos pasan a ser los jefes de las nuevas iglesias. Todas estas
concesiones constituyen el derecho de patronato.
En 1622 la Santa Sede a asume la dirección de la evangelización
creando la congregación de la Propagación de la Fe. Sin embargo, no era
posible prescindir de los derechos del patronato. La Propaganda, hoy
Congregación ofreció medios a los misioneros: imprenta políglota, seminarios
y universidades; creó los vicarios apostólicos y los obispos misioneros
dependientes directamente del papa. Los primeros misioneros de los nuevos
mundos fueron ante todo los miembros de las antiguas órdenes religiosas.
Tuvieron que enfrentarse con los grandes problemas de la conquista y
de la colonización. Los conquistadores crearon un sistema de explotación en
el nuevo mundo (la encomienda) que conllevaba una esclavitud de los indios y
causó gran mortandad. Las protestas del dominico Montesinos conducen a
las leyes de Burgos (1512) que mantuvieron la encomienda, pero exigiendo
que los indios fueran tratados como hombres libres y que los amos se
preocupasen de su vida cristiana. Las cosas no cambiaron mucho, pero la
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lucha por la justicia a favor de los indios fue seguida por Bartolomé de las
Casas (1474-1566). El papa va a afirmar que los indios son hombres libres.
Inspiró las Leyes nuevas por las que Carlos I suprimía la encomienda, sin
embargo, la explotación continuó. Tanto es así, que como hacía falta mano de
obra, se sustituyó el trabajo de los indios por la esclavitud de los negros.
Los conquistadores y los misioneros se enfrentaron de una forma
brutal con unas civilizaciones y culturas de las que no tenían la menor idea.
Los misioneros propusieron un cristianismo fruto de quince siglos de
maduración en la cultura europea, que supuso la destrucción las religiones
tradicionales así como de las culturas y sociedades. Hubo necesidad de
comprender esas culturas tan extrañas. Bartolomé de las Casas pidió
respeto por las culturas indias. En la India y en China, los jesuitas
reconocieron la grandeza de civilizaciones milenarias y se preguntaron si no
sería necesaria una “adaptación” del cristianismo europeo.
II. A través de los continentes
En África:
La expansión portuguesa por las costas de África está en el origen de
una primera evangelización de este continente. Con el bautismo del rey
Alfonso I se estableció una iglesia en el Congo y su hijo fue el primer negro
nombrado obispo (1521). Más tarde los misioneros franceses continuaron la
cristianización de Costa de Marfil bautizando a un hijo del rey.
En América:
El gobierno español tomó en serio su tarea de organizador de la
iglesia. Creo treinta y cuatro obispados entre 1511 y 1620. Los obispos
fueron conscientes de su misión; reunieron numerosos concilios provinciales
y sínodos diocesanos. Aunque la primera evangelización fue a menudo una
demostración de fe y fuerza, los misioneros realizaron un serio esfuerzo
por conocer las lenguas locales. Compusieron catecismos, sermones y
teatros en lengua local, y se hicieron cronistas de las antiguas civilizaciones.
Si el bautismo se concedía con rapidez los misioneros se mostraban más
recatados para administrar la eucaristía, el sacerdocio se les negó.
En Paraguay y Uruguay los jesuitas intentaron la evangelización y la
pacificación de las poblaciones nómadas mediante las reducciones. Se
organizó una vida comunitaria, no existía la propiedad individual. Cada
reducción estaba dirigida por dos o tres jesuitas. El tratado de los Límites
hizo pasar las reducciones del dominio español al portugués. Los guaraníes
resistieron algún tiempo; quedaron pocas cosas, los jesuitas no habían
formado verdaderos responsables. La evangelización de Canadá comienza
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con la fundación de Quebec (1608), donde se instalaron jesuitas y las
primeras misioneras, las ursulinas. Los sulpicianos se instalaron en Montreal.
Canadá fue el punto de partida para las misiones de la Luisiana.
En Asia:
Francisco Javier designado por Ignacio como misionero para las
Indias portuguesas, llegó a Goa, en 1542. Sin conocer las lenguas y las
culturas, bautizó a millares de personas. Con algunos compañeros llegó a
Japón y tuvo que reconsiderar su método misionero. Comprendió la
necesidad de aprender con cuidado la lengua, de conocer la filosofía y las
costumbres del país. La atracción que sentían los japoneses por las
novedades de la civilización europea está en el origen de numerosas
conversiones. Pero las rivalidades de europeos entre sí y de japoneses
motivaron la persecución de los cristianos. Japón quedó cerrado a los
misioneros hasta el siglo XIX.
En el siglo XVIII se instalaron algunos luteranos en Tranquebar
(India). Fue una de las primeras misiones protestantes y en 1733 fue
consagrado el primer pastor indio.
Los portugueses se instalaron en Macao (China) en 1557. El jesuita
Mateo Ricci llegó a Pekín en donde se instaló. La evangelización de China
planteo problemas difíciles. ¿Qué palabras chinas había que utilizar para
designar las realidades cristianas? ¿Cómo constituir un clero chino? ¿Es
necesario el latín? En 1615 el Papa Pablo V autorizó la traducción de la biblia
y de los textos litúrgicos al chino, pero sin que la liturgia china se hiciera
realidad. A finales del siglo XVII, la disputa de los ritos, los conflictos de
jurisdicción entre el patronato portugués y Propaganda Fide indispusieron a
los emperadores que desencadenaron varias persecuciones.
III. Las misiones vistas desde Europa y la crisis del siglo XVIII
El conocimiento de las misiones provocó en Europa dos cuestiones: una
a favor de la fe: ¿no podrían las religiones paganas considerarse como una
“figura” del cristianismo? Otra en contra: si los chinos son moralmente
mejores que los europeos cristianos, ¿para qué evangelizarlos?
La decadencia de las potencias católicas supuso al mismo tiempo el
debilitamiento de la actividad misionera. Los tratados de Utrecht (1713) y
de París (1763) dieron la hegemonía a Inglaterra frente a España y Francia.
Surgieron misiones protestantes que encontraron el terreno libre. La
prohibición de la Compañía de Jesús puso fin a la actividad de 3000
misioneros en el mundo. La revolución francesa acabó con la fuente de los
recursos y de los efectivos.
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SIGLOS XIX – XX
Tema 17: Un cristianismo de dimensión mundial
Con la restauración religiosa de comienzos del siglo XIX, renacieron
también las misiones de ultramar, que habían estado dormidas durante la
Revolución. A finales del siglo, los imperialismos europeos se reparten el
mundo e introducen a sus misioneros nacionales en sus colonias. Aparece la
preocupación por hacer que nazcan iglesias locales con su propio clero y una
expresión religiosa sacada de sus propias culturas.
I. En los orígenes del despertar misionero del siglo XIX
La batalla de Trafalgar (1805) concedió a Inglaterra el dominio de los
mares e impidió a los misioneros católicos dirigirse a ultramar. Los tratados
de 1814-1815 restablecieron la libertad de navegación. Inglaterra será la
protectora de las misiones protestantes y Francia las misiones católicas.
Los exploradores penetran en el interior de los continentes, de los
que tan sólo se conocían las costas. Los cristianos se preocupan sobre todo
de la salvación eterna de “todos los pueblos sentados en las tinieblas y
sombras de muerte”. El misionero se encuentra en la situación de los
apóstoles de la iglesia primitiva evangelizando a poblaciones que reciben por
primera vez el cristianismo. La evangelización irá acompañada de un
esfuerzo civilizador y humanitario. En el siglo XIX se quiere organizar las
misiones, encontrar fondos y personal. La competencia protestante es un
aliciente para los católicos y para su generosidad económica. También se
multiplican las polémicas
Muchos sacerdotes europeos son solicitados por los obispos de
Estados Unidos entre otros. Renacen las antiguas órdenes y congregaciones,
y se fundan congregaciones específicamente misioneras. En adelante, la
Congregación de Propaganda Fide dispone de un personal importante. Casi
las dos terceras partes de los sacerdotes y religiosas en misión en 1914 son
franceses.
Los misioneros protestantes proceden ordinariamente de las ciudades
y tienen esencialmente una formación bíblica. Los misioneros católicos
proceden sobre todo del campo y se adaptan más fácilmente a los
campesinos de los países evangelizados. Los protestantes insisten en la
Biblia y en la actividad económica; los católicos en el culto y en la asistencia
caritativa.
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II. A través de los continentes
En América:
La fuerte natalidad de los canadienses y la aportación de la
inmigración irlandesa hicieron crecer la comunidad católica de Canadá. Los
católicos canadienses prosiguieron la misión en su país en dirección hacia los
indios y luego hacia los esquimales. Todas las confesiones religiosas se
aprovechan ampliamente de la libertad que les concede la constitución de los
Estados Unidos. Los baptitas y los metodistas se convierten en las primeras
confesiones del país. El catolicismo crece con la inmigración europea, son
más bien pobres y obreros que viven en las ciudades. Temiendo la
contaminación protestante, desarrollan una red de escuelas católicas. Dos
obispos (Mon. Gibbons e Ireland) se esforzaron en integrar la iglesia
católica en la sociedad americana, en defender su originalidad frente a las
antiguas iglesias de Europa.
En Oceanía:
Va a acontecer una carrera entre protestantes y católicos. Australia
se convirtió en una tierra de inmigración a comienzos del siglo XIX, donde
los irlandeses constituyeron un núcleo católico con su propia jerarquía.
En Asia:
La reanudación de las actividades misioneras hizo reaparecer en la
India los antiguos problemas. El poder británico favoreció la libertad de
circulación y predicación. Protestantes y católicos entran en competencia
por sus escuelas que reciben gentes de todas las religiones. En China, los
cristianos perseguidos continuamente no representaban más que el 1% de la
población China. La presión occidental logra abrir Japón cerrado a Europa
desde el siglo XVII, autorizando la libertad de culto; y en Nagasaki un
misionero descubrió a los descendientes de los cristianos que habían
conservado la fe y los ritos sin clero.
La evangelización del Asia rusa progresó con la colonización de
Siberia. Los rusos conservaron la tradición bizantina de traducir la Biblia y
la liturgia a las lenguas que hablaban las poblaciones con que se encontraban.
La iglesia rusa también evangelizó fuera de sus fronteras: la misión de
Japón fue la más importante.
En África:
Este continente estaba marcado por la trata de negros. Los gobiernos
europeos la prohíben, pero solo desapareció cuando la esclavitud quedó
abolida en las diferentes colonias y países de América.
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En el mundo católico se orientaron nuevas congregaciones hacia
África. La evangelización parte de las colonias europeas hacia el interior, los
misioneros van tratando con los soberanos locales. África es la tumba de los
misioneros, estos tendrían que adaptarse a las costumbres indígenas, porque
África no entraría en la iglesia más que por medio de los africanos.
Los misioneros protestantes ingleses se instalaron en Madagascar,
siendo acogidos por el rey Radama I. Sus escuelas alcanzaron gran éxito y la
evangelización parecía poner en discusión las estructuras sociales del reino.
Por eso, la reina Ranavalona atacó al cristianismo, murieron 150 cristianos,
pero el cristianismo se mantuvo y se transmitió en ausencia de todo
misionero extranjero. Posteriormente llegaron los jesuitas y empezó la
competencia entre católicos y protestantes.
III. Las misiones después de la I Guerra Mundial
La guerra fue un duro golpe para las misiones. Las congregaciones
perdieron parte de sus medios de acción. La expulsión de los misioneros
alemanes o su confinamiento cuando franceses o ingleses ocuparon las
colonias alemanas supuso un grave problema. Benedicto XV hacía una
autocrítica de la iglesia, se confesaba asustado del nacionalismo de los
misioneros, que habían confundido la causa de Dios con la de su patria. El
papa Pío XI reforzó la centralización romana y el papel de Propaganda Fide.
Para afirmar la independencia de la iglesia respecto a los gobiernos, Pío XV
envió delegados y visitadores apostólicos sin función diplomática. En 1926 se
instituyó el domingo de las misiones (3º domingo de octubre).
Entre las dos guerras se habló con valentía de “adaptación” del
catolicismo a las culturas indígenas, especialmente en el arte. El punto de
partida seguía siendo Europa. Pero, muchos comprendieron que el
cristianismo tenía que expresarse a partir de los recursos de cada pueblo.
Después de la II Guerra Mundial, los pueblos colonizados acceden a la
independencia. El cristianismo aparece como la religión de los colonizadores.
Los nacionalismos revaloran las culturas antiguas, muchas veces idealizadas.
Encuentran apoyo en la URSS y se inspiran en el marxismo. La lucha de
clases pasa a ser una lucha de los pueblos. Van a constituir el tercer mundo
que culpa a los occidentales, entre ellos a los cristianos, de su pobreza.
Queriendo distinguir la evangelización de la colonización, Pío XII
afirma que la iglesia es supranacional; la descolonización da origen a iglesias
jóvenes verdaderamente autónomas.
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