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Ciencia y Ética en la Investigación sobre Células Troncales
César Nombela Cano
Catedrático de Microbiología y Director de la Cátedra Extraordinaria
MSD de Genómica y Proteómica. Universidad Complutense.
Presidente del Comité Asesor de Ética en la Investigación Científica
y Técnica MCYT.
El 2003 es un año de celebraciones científicas importantes
porque se cumple el cincuentenario de la formulación del modelo de
la doble hélice, que describía la estructura química y las
propiedades básicas de la molécula que integra el material
hereditario, es decir el ácido desoxirribonucléico (ADN). Asimismo,
los hallazgos significativos en cuestiones que abren expectativas
nuevas para la calidad de vida se suceden semanalmente. Cada
vez más nos referimos a términos como la Medicina Genómica o la
Medicina Regenerativa.
Dentro de este esfuerzo, se materializan en los últimos diez
años un conjunto de hallazgos que culminan en el conocimiento
completo de los detalles del ADN de distintas especies, es decir la
secuenciación de sus genomas completos. Ese esfuerzo tenía,
sobre todo, un objetivo concreto y ambicioso, el conocimiento del
genoma humano, logro fundamental que amplía el marco científico
abriendo notables perspectivas en al ámbito social con sus todas
sus derivaciones. Los pacientes de muy diversas dolencias,
especialmente aquellas a las que no ha alcanzado todavía una
solución terapéutica eficaz se preguntan cuándo van a llegar los
frutos de tan espectacular progreso en el conocimiento
fundamental. El equilibrio entre las expectativas abiertas y los logros
que cabe ir esperando depende de una adecuada información y
divulgación de los alcances, así como de la forma en que se
enfoquen y prioricen las investigaciones.
La biotecnología como intervención
La biotecnología implica, no sólo conocimiento de los seres
vivos en la línea de los objetivos de la biología clásica, sino la
posibilidad de “intervención” en los mismos, modificando sus
características y funcionamiento de manera radical. Las
implicaciones para la sociedad del futuro son innegables, lo que
obliga a una profunda reflexión acerca de la forma de estructurar el
progreso biotecnológico y sus aplicaciones.
Se ha hecho posible fragmentar el genoma y aislar
fragmentos concretos y bien definidos del mismo, es decir genes. El
aislamiento de genes ha podido ir seguido de su manejo en el tubo
de ensayo, su análisis profundo y –esto es muy importante- su
posible modificación controlada para reintroducirlos en las células.
Las intervenciones biotecnológicas por tanto se revelaron como una
poderosa herramienta de actuación para modificar la herencia
genética, incluyendo la de las células germinales de los mamíferos.
Algo tan esencial, determinante de nuestra naturaleza como seres
vivos, está al alcance del hombre en cuanto a su posible
transformación, al igual que se puede incidir en la modificación
genética de otros organismos como microbios, plantas y animales
de toda condición.
El aislamiento, modificación y reintroducción estable de genes
en las células se ha designado como “Ingeniería Genética”,
“Tecnología del ADN Recombinante” y otras designaciones más
imprecisas como “Manipulación Genética”. Es una tecnología que
ha dominado la escena durante los últimos treinta años, que ha
dado lugar a significativas aplicaciones industriales y que abrió sin
duda el paso a la secuenciación de genomas.
Relevancia de los avances biotecnológicos en el campo del
Derecho
Un instrumento científico-técnico tan potente no podía sino
abrir nuevas expectativas y obligar a un examen de las
implicaciones legales que pueden tener todos estos desarrollos.
Desde cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual, es
decir aquellos aspectos que se pueden conceder para hallazgos en
este terreno –por ejemplo derechos de patentes sobre genes,
proteínas, organismos modificados genéticamente- que no estaban
adecuadamente consideradas en los marcos legales vigentes, hasta
la adecuada protección de los derechos humanos en un contexto en
el que podemos tener acceso a la más estricta intimidad genética
de las personas.
Toda esta regulación se hace más necesaria por cuanto la
nueva tecnología tiene un impacto, que se revela como claramente
elevado, en la calidad de vida y en el desarrollo económico y social
que pueda alcanzarse, mantenerse y extenderse a todas las
sociedades.
Las promesas que ofrece la biotecnología en cuanto a su
impacto en la salud conducen a intensas demandas, por parte de la
opinión pública, exigiendo que los frutos de ese progreso científico,
tan atractivos y prometedores, se materialicen cuanto antes en
realidades tangibles, como nuevos tratamientos de enfermedades,
hasta ahora incurables, o nuevas pautas para una medicina
preventiva que permita vivir más y mejor. Cómo hacer que ese
desarrollo sea real, sostenible y accesible a todos constituye un
territorio de análisis fundamental, por la trascendencia, presente y
sobre todo futura, de las decisiones que la sociedad se ve forzada a
tomar continuamente.
Gracias a todo el avance biotecnológico, la vida humana, en
sus fundamentos biológicos, no sólo se hace más accesible al
conocimiento sino más susceptible de acceso a intervenciones, que
reclaman, tanto un análisis de las posibilidades, como su contraste
con los principios éticos que deben fundamentar una valoración
moral de las actuaciones correspondientes.
Por ello, la sociedad presente y futura se enfrenta a
decisiones que sólo pueden abordarse con un conocimiento claro
de sus fundamentos científico-técnicos y sus consecuencias. En
nombre de la sociedad, los poderes públicos que la representan
necesitan construir sistemas de referencia, articular formas de
análisis riguroso, plantear con claridad tanto la protección de los
derechos como la apertura al progreso, establecer criterios para las
decisiones, orientar, en fin, la conducción del avance para ponerlo
al servicio del hombre.
Del análisis de genes al control del desarrollo y la diferenciación: las
células troncales (células madre)
La herramienta poderosa del análisis genético y los
planteamientos éticos, sociales y legales que precisa, se ha visto
desbordada en su relevancia pública por el descubrimiento de las
células troncales y su relación con los estadíos iniciales de la vida
humana. Es sabido que desde hace 25 años se hizo posible tratar
determinados tipos de esterilidad humana mediante intervenciones
que implican la extracción de ovocitos de la mujer y su fecundación
in vitro, de manera que los primeros 14 días del desarrollo del
embrión transcurran en la placa de cultivos y no en el seno materno,
como ocurre en la procreación en circunstancias normales.
En palabras de Djerassi (el químico que sintetizó la molécula
anticonceptiva) practicar la reproducción asistida mediante
fecundación in vitro, es decir cuando el embrión humano se obtuvo
fuera del claustro materno, “el genio escapó de la botella”. A partir
de ahí, muchas manipulaciones son concebibles, desde la
introducción de cambios genéticos en la línea germinal –posibilidad
factible pero que podemos aun considerar remota- hasta la más
común práctica de construcción de embriones en exceso para
proceder a su congelación y mantenimiento con el objetivo de
utilizarlos en circunstancias futuras. Todo ello sin olvidar estrategias
con finalidades distintas a la propia procreación, como la
construcción de embriones para experimentación o el
reemplazamiento nuclear para la clonación humana, ya sea con
fines reproductivos o de investigación para desarrollo de terapias en
el futuro.
El debate sobre la significación del embrión humano obtenido
in vitro, su condición, la licitud de las intervenciones que se pueden
efectuar sobre el mismo, y otras muchas cuestiones, se ha visto
intensificado con motivo del hallazgo de las células troncales. Las
células de la masa interna del blastocisto, ese estadío que se
alcanza a los catorce días tras la fecundación del óvulo, se han
revelado como susceptibles de ser cultivadas para lograr su
multiplicación y diferenciación generando tipos celulares similares a
los de los tejidos del adulto. Cada vez se habla más de la medicina
regenerativa o reparativa, aquella que se plantea reparar órganos o
tejidos dañados por la degeneración patológica. Es un camino
importante el que ya se ha emprendido para desarrollar y consolidar
este concepto, abriendo unas expectativas verdaderamente nuevas
para abordar tratamientos. A partir de aquí los avances se han ido
sucediendo casi a diario, con hallazgos ante los que hay que
combinar la prudencia sobre su interpretación y posibilidades al
tiempo que con la ambición de hacer real cuanto antes el potencial
que encierran.
La reprogramación del desarrollo de las células
El descubrimiento de que en el organismo adulto también
existe una reserva de células troncales que, a juicio de muchos
entre los que me encuentro, supone el potencial principal para esa
medicina regenerativa, añade nuevas posibilidades científicas al
tiempo que enriquece las posibles iniciativas. Células troncales son
aquellas que tienen capacidad de autopropagación al tiempo que se
pueden diferenciar generando diversos tipos celulares,
característicos de los distintos órganos y tejidos. Es decir, en el
adulto hay una reserva de capacidades regenerativas que se
materializa en células progenitoras localizadas en diversos órganos.
La investigación revela a diario el potencial regenerador de las
células troncales adultas, constituye un territorio de exploración
activa, que se beneficia también con los hallazgos sobre las células
troncales embrionarias. Las novedades en este terreno se suceden
semanalmente y consolidan conceptos hasta hace poco
insospechados. Desde los hechos demostrados hasta las
observaciones sugerentes, hay todo un conjunto de datos sobre el
potencial autorregenerador de tipos celulares del organismo adulto.
La médula ósea, precursora del sistema hematopoyético,
alberga lógicamente una reserva de células con capacidad de
proliferar y diferenciarse. Pero también en otras localizaciones
(músculos, glándulas, sistema nervioso, sangre periférica, piel, etc.)
se han encontrado células que responden a ese concepto de célula
autorrenovable cuya diferenciación se puede dirigir. Como son
células multipotenciales, el espectro de tipos celulares que origina
cada linaje es menor que el de las embrionarias (a las que se llama
pluripotenciales), de las que difieren también en cuanto a los
patrones de expresión de genes cuando éstos se analizan de una
manera global. Sin embargo, la proximidad a la clínica de estas
células del propio organismo es mucho más clara, pues ya hay
experiencias diversas de terapias celulares autólogas. Algunas
observaciones recientes acerca de células madre circulantes o la
posibilidad de reparar (en modelos experimentales con animales)
focos múltiples neurodegenerativos, mediante administración
sistémica de células troncales adultas, son realmente notables.
En estas circunstancias, resalta cada vez más la necesidad de
profundizar en un análisis que haga posible el progreso científico
junto con el mantenimiento de unas exigencias éticas rigurosas, que
aseguren la protección de la vida humana embrionaria. Es un
debate que está en marcha en numerosos países si bien hay
variaciones notables en el tiempo de su desarrollo y en la regulación
legal a la que da lugar. El papel asesor de los comités de ética
resulta fundamental, para iluminar el debate y formular propuestas
que puedan motivar las decisiones por parte de quienes tienen la
representación de la sociedad para decidir (parlamentos,
administraciones públicas, etc.).
El trabajo del Comité asesor de Ética en la Investigación
Científica y Técnica que tuve el honor de presidir se centró en la
consideración, primero de las cuestiones científicas que están en
juego, el interés de ciertas investigaciones, las hipótesis científicas
más solventes y las estrategias experimentales para dar respuesta
a esas preguntas. A partir de ahí, el comité se adentró en la
valoración ética de las investigaciones y el marco legal en el que se
habrían de enmarcar.
La posibilidad de abrir camino a ese concepto de Medicina
Regenerativa, poniendo cuanto antes en clínica humana el
conocimiento desarrollado si es que fuera posible, constituye un
impulso fundamental. Hay muchas patologías, cardiacas, neurales,
glandulares, etc. cuyo abordaje se podría beneficiar, pero es preciso
fijar con claridad el horizonte y analizar los aspectos éticos
implicados.
Desde una variedad de posturas y puntos de vista sobre el
embrión temprano el Comité pudo alcanzar un consenso sobre un
conjunto de recomendaciones todas ellas encadenadas, y
adecuadamente priorizadas. El Comité estimó que la investigación
con células troncales es de interés, tanto si son de origen
embrionario como adulto. Las propuestas se resumen en:
Dar preferencia a la investigación con células troncales de
animales o del adulto, cuando ello sea posible.
La abundancia de embriones sobrantes de la reproducción humana
asistida, que no tienen otra alternativa que la destrucción, debe
hacer posible el que algunos se destinen a la obtención de células
troncales, siempre que el proyecto sea de interés, se dé el
consentimiento adecuado y la competencia técnica del grupo de
investigación.
Todo esto debe ir acompañado de medidas que eviten la
acumulación futura de embriones sobrantes y fomenten la donación
de los existentes para procreación.
El Comité no recomienda la creación de ningún tipo de
embrión con la única finalidad de investigar con ellos y estimaba
necesarios cambios legales para poner en marcha las
recomendaciones.
El Comité ha formulado el marco científico de avances en
forma de las preguntas a las que se ha de dar respuesta, como
base para establecer el alcance de la Medicina Regenerativa. Las
preguntas que a juicio del Comité están sobre el tapete y las que se
puede dar respuesta en marco de normas que el Comité proponer
desarrollar son:
¿Es cierto que todas las células de la masa interna del
blastocisto tienen la misma capacidad para generar un tipo
determinado de células troncales y no están polarizadas ya en
origen? ¿Cuáles son las señalizaciones que las convierten en
células troncales estables? ¿Tienen todas las células troncales de
un cultivo la misma capacidad? ¿Cuáles son las señales, in vivo e in
vitro, que inducen proliferación y diferenciación de las células
troncales? ¿Existe una célula troncal embrionaria universal? ¿Existe
algún tipo de célula troncal adulta general, con capacidad de
diferenciación a células de las tres capas germinales? ¿Cómo se
generan las células troncales adultas? ¿Qué es lo que determina su
estado indiferenciado en un tejido determinado y por qué? ¿Cuál es
su grado de plasticidad in vivo? ¿Se pueden mantener y multiplicar
in vitro una vez diferenciadas? ¿Cuáles son los marcadores más
apropiados para definir cada tipo de célula troncal adulta y qué
señales mantienen su estado de troncalidad?
Los cambios legales que ha propuesto el Comité Asesor de
Ética en la Investigación Científica y Técnica, así como el posterior
desarrollo normativo, están ya en marcha, con la modificación en
Las Cortes de la vigente Ley de Reproducción Humana Asistida.
Es evidente que la variedad de posturas sobre estas
cuestiones es notable. Por mi parte, entiendo que la fecundación del
óvulo por el espermatozoide es el acontecimiento clave, el que
marca un antes y un después, de manera que la regulación legal
debe tener en cuenta este hecho, incluso eliminar el confuso
término de preembrión, que no tiene ninguna base científica.
También estimo que puede ser legítimo, cuando existan embriones
sin otra alternativa que la destrucción, el que se empleen, no para
investigar, sino para obtener células troncales. Y todo ello con el
compromiso de evitar en el futuro la acumulación de estos
embriones
La legislación debe promulgarse en el momento que
corresponda y la prudencia siempre es aconsejable. Es de sentido
común valorar con especial cuidado las cuestiones que afectan a la
vida humana, especialmente en sus estadíos más vulnerables,
como son la etapa embrionaria o la terminal o las situaciones de
enfermedad o minusvalía. Ello constituye una conquista de la
especie humana, de su actitud racional. La preocupación por el
hombre, por todo ser humano, es propia del verdadero progreso. En
nuestra cultura constituye una actitud relevante, por ello han tenido
trascendencia no sólo en las legislaciones propias de países
occidentales sino incluso en convenios internacionales. Entre estos
está el Convenio sobre la Biomedicina y los Derechos Humanos
(Convenio de Oviedo) que estableció con claridad que la creación
de embriones humanos in vitro solo es aceptable cuando se efectúa
con fines reproductivos.
El debate social es de enorme importancia y creo que los
científicos debemos implicarnos en el mismo, en especial
transmitiendo con exactitud la situación de la investigación científica
y sus posibilidades. Me perece relevante por ejemplo, señalar que
una muy reciente encuesta en diez países europeos, difundida por
la Fundación BBVA, expresaba una notable sintonía de la opinión
pública española con la iniciativa legislativa del Gobierno a partir del
pronunciamiento del Comité. Una mayoría de los ciudadanos se
pronuncia en contra de la creación deliberada de embriones para
experimentación, al tiempo que acepta la extracción de células
troncales de aquellos embriones sobrantes que necesariamente han
de ser destruidos. Creo que el debate y la deliberación bioética
habrán de acompañar a la Humanidad durante el resto de su
existencia. Tales son las posibilidades tecnológicas de la especie
humana, que ha desarrollado tecnologías con las que puede
controlar totalmente el comienzo de la vida humana, incluso
acceder a modificar y dominar sobre su dotación genética. En este
contexto, creo con el filósofo Habermas, que se ha de analizar la
actuación sobre la vida humana en sus primeros estadíos como
algo fundamental para el conjunto de la especie, basado en la
autocomprensión que los hombres tenemos de la misma. Y me
parece importante proclamar, que la utilización de la ciencia debe
estar inspirada por una actitud ética basada en el respeto a los
derechos de todos, incluidos quienes existan en el futuro.
Todo un conjunto de iniciativas legislativas en diferentes
estados, así como de tratados que pretenden regularlas a nivel
internacional (Declaración de Helsinki, Convenio sobre los
Derechos Humanos y la Biomedicina –Convenio de Oviedo-,
Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos del
Hombre de la UNESCO, etc.) suponen una serie de intentos de
establecer una regulación precisa de carácter legal, basada en
principios éticos.
En la situación actual, creo preciso trazar con claridad el
panorama que tenemos delante en relación con las células
troncales, un panorama en el que cada vez será más necesario fijar
prioridades porque es importante no sólo avanzar sino hacerlo con
eficacia y rapidez. La investigación con células de origen
embrionario, de animales y humanas, proporcionará datos
científicos de gran interés en función del esfuerzo investigador
actual. Tal como hemos dicho en España es posible abordar esta
investigación en un marco ético exigente y de garantías.
Ello puede ser decisivo para plantear la reprogramación de
células troncales adultas. Ya se están dando ejemplos muy
interesantes de iniciativas de tratamiento clínico empleando terapias
celulares basadas en la utilización de células progenitoras de
médula ósea o de mioblastos, para regenerar el miocardio en
enfermos con cardiopatías intensas. En muchos países es posible
investigar con ambos tipos de células de origen humano y animal,
como lo es en España tras la reciente reforma de la Ley de
Reproducción Humana Asistida. Nos encontramos ya en situación
en la que es fundamental fijar bien las prioridades investigadoras en
cada sociedad. Los recursos son limitados y el progreso puede
llegar por vías diferentes. Los responsables de la financiación y
organización de las investigaciones han de saber elegir qué
aspectos fomentar, sin perjuicio de la libertad de los investigadores.
No se deben despertar falsas expectativas en los enfermos, pero
estos deben tener la seguridad de que se administra bien la
priorización de la investigación biomédica, para avanzar con la
mayor celeridad. Debe analizarse con rigor el criterio de los
expertos pero entiendo que la proximidad a la clínica de lo que
llamaríamos el potencial autorregenerador del organismo es un
hecho a tener muy en cuenta.