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Institución
Jesús lo que prometió lo cumplió. Había prometido dar
su cuerpo y su sangre como alimento de la vida
espiritual. Quizá los apóstoles entre ellos alguna vez
comentarían sobre esa promesa;
pero no
podían
entender ni
el cuándo ni
el cómo,
hasta que
llegó el
jueves, la
víspera de la
muerte de
Jesús.
En esa tarde-noche, que llamamos la Última Cena, hizo
algo maravilloso: dar a los apóstoles a comer su cuerpo
y beber su sangre bajo las apariencias de pan y vino. Y
aumentó la maravilla dando a los apóstoles el poder para
hacer lo mismo en nombre de Jesús y que todos
podamos alimentarnos comiendo al mismo Jesús.
Jesús, en la tarde antes de morir, quiso reunirse con sus
discípulos para celebrar la pascua judía. Esa pascua iba a
tener una vivencia mucho más importante, porque el
símbolo iba a quedar lleno de la realidad plena que es la
entrega propia de Jesús.
Aquella cena no iba a quedarse sólo en una alusión
simbólica de la muerte de Jesús y de la cena celestial,
sino que se iba a hacer una realidad: presencia ya
anticipada de la muerte de Jesús y presencia también
anticipada de lo que será el banquete eterno del cielo.
La mayoría de los que
no son católicos dicen
que aquello no era una
realidad, sino que era
sólo símbolo de lo que
Jesús presentaba.
Pero ya desde los
tiempos primitivos la
Iglesia lo ha tenido por
verdadero, como lo
han manifestado los
apóstoles y sus
sucesores.
Lo narran tres de los 4 evangelistas y san Pablo en la
1ª carta a los corintios.
El evangelista san Juan
no lo narra, a pesar de
haber narrado el sermón
de la promesa. Este
evangelio desea sobre
todo completar cosas que
no han narrado los otros,
aunque algunas cosas
repite. Pero, como el
evangelio era sobre todo
catequesis, creía que la
institución de la
Eucaristía estaba
suficientemente clara con
la repetición en cada misa
que se celebraba.
Por esta misma razón los otros evangelistas hacen sólo
un breve relato sin detenerse en otras circunstancias.
Parece ser que primero cumplieron actos rituales que
debían hacer. Había unas lechugas y un cáliz primero que
se daba a todos, mientras el padre de familia explicaba el
significado de la celebración. Y se recitaba una primera
parte de salmos.
Luego venía la cena propiamente dicha cuando el padre
de familia bendecía el pan ázimo, ponía las yerbas
amargas y se comía el cordero pascual asado. Después
se ofrecía el tercer cáliz llamado de acción de gracias,
porque se daba gracias por la cena celebrada.
Después
de
retirados
los
restos, se
ofrecía el
4º cáliz y
se
recitaba
la 2ª parte
de los
salmos.
Parece ser que Lucas y Pablo están algo más interesados
en lo histórico y ponen la consagración del pan hacia la
mitad o poco más de la cena, pero la del vino claramente
al final de la cena. Sin embargo Mateo y Marcos, que se
fijan más en lo litúrgico, lo ponen seguido hacia el final.
Es difícil saber
exactamente en
qué momento
realizó Jesús la
consagración
del pan y del
vino.
Así pues, estaban
siguiendo los ritos
tradicionales de los
judíos en aquella
cena. Y en un
determinado
momento Jesús
tomó solemnemente
un pan, levantó los
ojos al cielo, dio
gracias en alta voz a
su Padre y bendijo
el pan.
Luego lo partió, como signo de compartir su propio ser
con los demás. Y se lo fue dando a los apóstoles
diciendo: “Tomad y comed: esto es mi cuerpo”. Y
seguramente añadió: “que será entregado por vosotros”.
Cuando Jesús
dice que eso es
“mi cuerpo”,
debemos
entender el estilo
de hablar de los
hebreos, pues
cuerpo aquí es
toda la persona:
cuerpo y alma. No
se trata de una
separación como
tenían los griegos
entre el cuerpo y
el alma, sino que
va todo unido con
esa palabra.
Del mismo modo tomó una copa, que tendría junto a sí, la
llenó de vino, dio gracias de nuevo a su eterno Padre y
bendiciéndola la ofreció a los apóstoles, para que bebieran
todos, diciendo: “Tomad y bebed todos de este cáliz,
porque es mi sangre, sangre de la Nueva Alianza, que será
derramada para la remisión de los pecados”.
Hay entre los 4, pequeñas diferencias que no alteran lo
esencial. Cuando Jesús está hablando de “mi sangre” se
refiere igualmente a toda su vida hecha realidad. Algo así
es también cuando nosotros rezamos a la “preciosísima
Sangre”. Para los hebreos la sangre era la sede de la
vida o la vida hecha realidad.
Y, como
toda la
vida
venía de
Dios, por
eso
ofrecían
la sangre
a Dios.
En Jesús la expresión “sangre” es algo grandioso porque
se trata de la persona misma. “Cuerpo y sangre” es como
decir: toda la persona, todo su ser. Esta es la expresión de
Cristo, que aparece como superior al templo, superior al
sábado, a Moisés, a Salomón, a Jonás, a los ángeles. Es el
insuperable enviado de Dios.
Más: Es
Dios
mismo,
quien al
pronunciar
aquellas
palabras,
son como
palabras
de
creación.
Y en ese momento el pan y el vino se transforman, se
transustancian (ya veremos esto) en el Cuerpo y Sangre,
que es la misma persona de Jesús.
Automático
cogió el
pan entre
sus
manos,
Hacer CLICK
Después de dar su cuerpo y sangre, Jesús añadió:
“Haced esto en memoria mía”. Sobre estas palabras
siempre ha entendido la Iglesia que no se trataba de una
memoria cualquiera, sino que mandó Jesús a los
apóstoles que hicieran lo mismo que Él había hecho.
Por lo tanto
Jesús les
constituyó a los
apóstoles como
sacerdotes para
que pudieran
ofrecer este
sacrificio y
distribuir la
comunión.
La palabra de Jesús, cuando decía “esto es mi cuerpo”,
era la misma que resucita muertos, cura enfermos,
convierte el agua en vino, multiplica los panes y calma las
tempestades.
Así lo
entendieron
los apóstoles
y así lo
realizaban
con la
primitiva
cristiandad
en lo que
llamaban “la
fracción del
pan”.
Si no hubiera sido verdad, habría engañado a toda la
Iglesia durante tantos siglos: A una Iglesia que no puede
sustentarse sobre una mentira o una locura. Por lo tanto
decir lo contrario sería un absurdo y una blasfemia.
La Iglesia católica sabe de una manera decisiva que la
existencia y el sentido del sacrificio eucarístico tal como
lo hizo Jesús en la Última cena, en la noche en que fue
entregado, es algo cierto; y cree que en la celebración
eucarística se repite lo mismo que hizo el Señor, pues se
hace por mandato suyo.
La Iglesia está convencida que la celebración eucarística
no es una simple rememoración de los misterios de la
Pasión del Señor, sino una verdadera actualización. Para
esto revisamos los textos y sabemos cómo Jesús, antes
de ser llevado a la muerte, viendo su hora llegar, nos fue
dando este gran misterio de amor.
Antes de
ser
llevado a
la
muerte,
Automático
Y
levantando
la copa
de vino:
"esta es
mi sangre
que
os doy
a beber".
Hacer CLICK
Hay 4 narraciones sobre la
institución de la Eucaristía:
Mt 26, Mc 14, Lc 22 y I
Cor 11. Según los
entendidos la 1ª
narración o más antigua
sería la de san Pablo en
la 1ª carta a los
corintios. Hay pequeñas
diferencias; pero
siguiendo dos
tradiciones: Por un lado
Lucas y Pablo, que eran
compañeros en algunos
viajes, y por otra Mateo
y Marcos, que algunos
dicen ser el relato de
san Pedro.
Las pequeñas diferencias son más para entendidos.
Repito una vez más que los evangelistas no trataban de
hacer historia, en sentido de periodismo, sino catequesis.
Por eso no se exponía todo igual en todos los lugares.
Por
ejemplo,
Lucas y
Pablo
ponen “que
será
entregado
por
nosotros”,
cosa que
falta en
Mateo y
Marcos.
También hay que mirar el aspecto litúrgico, ya que estas
escenas habían pasado a la liturgia. Y para la liturgia
siempre ha habido diferencias según las civilizaciones.
De ahí la pequeña diferencia al hablar de “sangre”. Lo
básico es lo que siempre ha creído la Iglesia sobre el acto
de Jesús, lleno de amor y de paz.
Otra razón para ver algunas pequeñas diferencias en las
mismas palabras de Jesús, es por el tipo de lenguaje.
Resulta que Jesús hablaba en arameo y especialmente
san Pablo escribe y piensa en griego.
Por ello, al
poner las
palabras
exactas de
Jesús para la
liturgia, hay
pequeñas
diferencias,
pero ninguna
esencial.
San Pablo
nos dice que
no está
inventando
nada, sino
que todo lo
ha recibido
del Señor.
Al decir que es una tradición quiere decir que se le ha
entregado, se le ha comunicado de manera personal a
través de los apóstoles; pero que en definitiva proviene
de Jesús. Es algo que le ha sido entregado para
entregarlo a otros.
Al principio de la cena, Jesús había comenzado con
mucha gravedad: “Con gran deseo he querido tener esta
pascua con vosotros”. En realidad era una cena muy
especial. No era sólo algo que muchos israelitas
celebraban con emoción. Se trataba sobre todo de la
primera eucaristía.
Y se trataba
del inmenso
amor que
Jesús ponía
en ese
momento.
Terminamos
pidiendo que
el Señor nos
dé a
comprender
y gustar todo
el amor que
nos
manifestó al
instituir la
Eucaristía.
Gustad y ved qué
bueno es el Señor.
Automático
qué
bueno
es.
Dichoso
el que
se
acoge
a Él.
Mi alma
se
gloría
en el
Señor.
Gustad y ved qué
bueno es el Señor.
qué
bueno
es.
Dichoso
el que
se acoge
a Él.
AMÉN