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Transcript
Además de la
palabra, en
toda reunión
litúrgica
están los
signos y
símbolos.
Como seres
humanos
tenemos
parte
espiritual y
corporal.
Y lo mismo que nos comunicamos con signos, además
de con palabras, también sucede en la liturgia. Y como
estamos inmersos en diferentes culturas, también en la
liturgia hay diferentes signos según lugares y épocas.
Dios nos habla con su palabra, pero también con signos
a través de la creación visible, como la luz, la noche, el
viento, el fuego, el agua. Toda la tierra y firmamento,
árboles y frutos, nos hablan de Dios.
Nosotros también, al
rendir el culto a
Dios, lo expresamos
con gestos y
símbolos. Unos son
universales, como
lavar, ungir, partir el
pan… Y otros son
particulares según
las culturas
particulares.
Ya en el Ant.
Testamento
había signos
litúrgicos,
como eran la
circuncisión,
unción,
consagración
de reyes y
sacerdotes,
imposición de manos, sacrificios y sobre todo la
Pascua. Jesucristo en su predicación asumió signos de
los profetas, que se llaman “gestos proféticos”,
siempre unido a su Padre.
Desde el principio de la
Iglesia, el día de
Pentecostés, el Espíritu
Santo santifica en la Iglesia
por medio de signos
sacramentales. Estos
cumplen mucho más que los
figurados en el Ant.
Testamento, pues anticipan o
prefiguran la gloria del cielo.
Los signos acompañan a las
palabras, sobre todo a la
palabra de Dios.
Hay muchos signos y símbolos en las celebraciones
litúrgicas. Cada sacramento tiene sus signos y símbolos,
que iremos viendo. Esto es porque los sacramentos
tienen su parte externa y su parte interna. Ahora nos
fijamos en algunos de estos signos y símbolos que
usamos muchas veces para que nos ayuden en nuestro
caminar hacia Dios, especialmente por medio de la
liturgia.
La luz nos da varios elementos de simbolismo en la
liturgia. Ocupa un gran lugar la luz del sol. A veces
decimos con la Biblia: “Desde la salida del sol hasta su
ocaso”. A Cristo se le llama “el sol de justicia”. La Iglesia
tuvo que luchar contra la moda de dar culto al sol.
Después de los primeros siglos ya el culto al sol no era
relevante y tenía más vigor Cristo como el verdadero sol
de justicia y de amor.
LA LUZ.
La liturgia usaba otras luces como lámparas,
candelabros y cirios. Ya en el Antiguo Test. se habla de
cómo ante el altar de Dios ardía una llama perpetua de
aceite virgen. Era un símbolo. E igualmente los 7 brazos
del candelabro de oro. Es interesante la nube que guiaba
a los israelitas por el desierto. Cuando era de noche
resplandecía para dar luz.
En el Apocalipsis se habla de las 7 lámparas de fuego
que arden siempre delante de Aquel que está sentado en
el trono. En las primitivas asambleas cristianas aparecen
las luces no sólo por necesidad, ya que no había luz
eléctrica, sino que, como ya hacían en las liturgias
judías, había un pequeño rito oracional al encender las
lámparas comenzando la noche. Más tarde se hablará
del lucernario.
El cirio pascual tiene su origen en el lucernario.
El hecho de que el cirio esté alumbrando es al
mismo tiempo signo de alegría y de una
presencia sagrada. Es también símbolo de una
oración.
La luz es también signo
de honor: Con la luz se
acompaña a los obispos
en la entrada, y al libro
sagrado en el evangelio.
Y se coloca en el altar,
no sólo por tener luz,
sino porque significa la
presencia de Cristo que
va a estar allí o que está.
En realidad Cristo es nuestra luz. En el evangelio, sobre
todo el de san Juan, nos dice Jesús: “Yo soy la luz del
mundo”. Si Jesús es la luz, pedimos que nos ilumine.
Cuando
está Jesús
en el
sagrario,
debe haber
una luz
para
indicarnos
su
presencia.
Automàtico
Señor,
tu eres
la
verdad,
Señor,
tu eres
No basta
con rezarte
Hacer CLICK
Entre los materiales de la liturgia encontramos el agua
bendita. – Hay un agua bendita especial, que es la del
bautismo. De ella se hablará en su momento. Ahora
tratamos del agua que se bendice normalmente por una
oración de la Iglesia, con miras a exorcizar o a purificar.
Antiguamente, recordando un gesto del Ant. Test. se
mezclaba con un poco de sal. Esto ha desaparecido al no
verse claro su simbolismo.
El agua bendita se usa principalmente para asperjar a las
personas. Muchos lo hacen sobre sí mismos al entrar en
el templo; pero cuando tiene un papel más litúrgico es
cuando se realiza sobre todos en algunos momentos. De
una manera solemne suele hacerse al comenzar las misas
de Pascua. También en la Vigilia Pascual del sábado
santo. Siempre tiene un sentido de purificación. Y esto de
una manera indirecta se pretende al asperjar una casa o
edificio o cualquier otra cosa.
Método
moderno
Otro elemento
material es el
incienso. Se
usa en
momentos de
solemnidad.
Como en Occidente se usaba en ritos idolátricos, tardó
en ponerse para la liturgia varios siglos después que en
Oriente. Se puso cuando se vio que no había relación.
Significa sobre todo, como dice el salmo 140, que
nuestras oraciones suben hacia Dios.
Por lo tanto es una expresión de oración. En el Ant.
Test. ante el altar del templo se quemaba incienso cada
mañana y tarde “como sacrificio de alabanza”. En el
Apocalipsis se decía que las oraciones de los santos
subían al cielo desde un recipiente especial con
perfumes que se iban consumiendo.
Es signo
también de
honor al
incensar a
las personas
y a las cosas
sagradas.
Entre los objetos de culto
tenemos el cáliz y la patena.
La “copa del Señor” se
nombra en la Última Cena.
Se habla de ella en todas las
descripciones de la
Eucaristía. Según el ritual de
la cena pascual, era una sola
copa para todos los
comensales. De ella nos
habla también san Pablo en
sus cartas. Es un símbolo de
la unidad de la Iglesia. Los
primeros cálices eran
frágiles, quizá de vidrio, un
poco decorados.
Desde la época de san Agustín comenzaron a
confeccionarse con metales preciosos: de oro o al
menos dorados. Y así ha sido en la tradición de la Iglesia
para que no se puedan quebrar fácilmente. Y de la misma
materia fue haciéndose la patena, donde está el cuerpo
de Cristo desde la consagración a la comunión.
Por eso se
bendecían
de una
manera
especial, en
comparación
con el copón
o la
custodia.
Entre los objetos sagrados
están las cruces y las
imágenes, de las que se
habló en otro lugar. Entre
las cruces, para la liturgia
tiene un relieve especial la
cruz procesional. Esto
comenzó desde muy
antiguo. La cruz
procesional debería estar
muy cerca del altar con tal
que no impida la recta
acción litúrgica, sino que la
ayude.
La Ceniza: Se emplea principalmente el miércoles de
ceniza al comenzar el tiempo de cuaresma. Es un signo
de que las cosas pasan o perecen. Por eso es una
invitación a la penitencia por lo que nos hemos aferrado
a las cosas y una invitación a vivir más espiritualmente.
Los ramos, que pueden tener
vigencia otros días, se usan
principalmente el domingo de
ramos, recordando la entrada
de Jesús en Jerusalén.
Significa
alegría y
triunfo y deseo
de seguir y
ensalzar a
Jesús.
El Caminar es un signo en nuestras celebraciones
litúrgicas. En la misa se dan diversas procesiones desde
la entrada a la salida. De esto ya hablaremos al tratar
sobre la Misa. El hecho de que haya marchas y
procesiones en nuestra vida religiosa indica disponibilidad y decisión en nuestro caminar hacia Dios. Indica
que nuestro fin no está aquí, sino que vamos en camino.
Automático
Hacer CLICK
En cuanto a las
vestiduras,
especialmente del
celebrante, hay algunas
que permanecen y otras
que van pasando según
la época y lugares. Hay
algunas con simbolismo
bíblico, como el alba, la
túnica blanca sujeta a la
cintura con el cíngulo. En
el Apocalipsis se habla
algo de ello. La estola
que va encima del alba
es signo de dignidad en
el simbolismo antiguo.
Hay vestiduras que van entrando y pasando. A la estola
se añadió la casulla. La forma sí ha ido variando. A veces
se llevaba capa, llamada “capa pluvial”. Los obispos
siempre han tenido la cruz pectoral, que, junto con la
mitra y el báculo, son signos de dignidad.
También en las
vestiduras, y
quizá en otros
ornamentos, es
digno de hacer
ver los
diferentes
colores, que
tienen su
significado.
Los principales son cuatro: blanco, verde, rojo y morado.
El blanco es signo de fiesta, el verde significa esperanza,
propio para los domingos ordinarios del año, el rojo
significa sacrificio, propio para celebrar a los mártires y
Viernes santo. También es símbolo del Espíritu Santo. El
morado es signo de penitencia.
Antes se usaba el negro, que se ha ido relegando. El azul
o celeste se usa para la Inmaculada. Y el rosado en un
domingo de Adviento y de Cuaresma. El color puede
variar según las culturas propias. Por ello las
Conferencias Episcopales pueden disponer para su
nación en concreto. Lo importante es que nos sirva para
mejor levantar nuestro corazón a Dios.
Entre los signos y símbolos están algunas acciones
litúrgicas como son las actitudes corporales. Nosotros,
además de expresarnos con las palabras, nos expresamos
con actitudes del cuerpo. La actitud de pie es signo de
respeto.
Es actitud del
celebrante o
ministro que
está ante el
altar. Es quien
sacrifica. En los
fieles significa
respeto, pues
uno se levanta
ante una
persona a quien
quiere honrar.
Por lo
cual la
asamblea
está de
pie en la
entrada y
salida del
obispo o
celebrante.
También en la proclamación del evangelio, por respeto a
Jesús que nos habla. Y cuando saluda el celebrante. Ya el
Ant. Test. nos habla de cómo los israelitas se ponían de
pie cuando hablaba el Señor.
Una actitud es
estar de
rodillas. Es una
actitud
penitencial
(para los que
pueden estar
así). San
Basilio, por el
año 300, decía:
“Ponerse de rodillas es mostrar con la acción que el
pecado nos ha derribado por tierra”. Es un signo de
humildad, de arrepentimiento, más propio de Cuaresma
que del tiempo pascual. En algunas preces feriales se
pide (o se pedía) ritualmente ponerse de rodillas.
De rodillas es
una actitud,
no sólo de
penitencia,
sino de
oración
individual en
la presencia
del Señor.
Al ser actitud de adoración, se suele estar de rodillas
durante la consagración. Antiguamente se solía recibir
la comunión de rodillas. Depende de culturas y si nos
ayuda para mejor alabar y adorar a Dios.
Automático
que guarda cuanto queda
venimos
con las
flores
de un
deseo
Hacer CLICK
Otra actitud en
la liturgia es
estar sentado.
Es en primer
lugar la actitud
de quien
enseña o
preside.
Por eso el obispo tiene su asiento especial, la cátedra.
Al pueblo se le invita a sentar en algunos momentos,
especialmente para estar en actitud de escucha. Del
Niño Jesús se dice que estaba sentado escuchando a
los doctores.
También María, la
hermana de Lázaro
estaba sentada a
los pies de Jesús
escuchando.
Conviene estar
sentado, si se
puede, para poder
escuchar más
tranquilamente la
explicación sobre
la palabra de Dios.
Otra actitud es la postración. Se da sobre todo en el
momento anterior a la ordenación sacerdotal, cuando se
hace una invocación especial, por intercesión de los
santos, para que la gracia de Dios descienda sobre quien
está postrado. Lo hacen también monjes y monjas antes
de la profesión solemne. Es un momento especial en que
esa persona necesita una gran protección de Dios.
La Señal de La Cruz: Es principalmente el signo de
pertenencia y seguimiento a Jesucristo. También por
este signo recordamos nuestro bautismo. Así lo
hacemos al comenzar la Eucaristía. También se hace
antes de la lectura del Evangelio como signo de
acogida a la Palabra. Y al final de la Eucaristía
recibiendo la bendición del presidente de la asamblea.
Genuflexión: Es un gesto de
respeto, de humildad y de
adoración, especialmente ante
presencia del Señor en el
Sagrario. Al entrar en un lugar
donde se encuentre el Santísimo
debemos tener una actitud de fe
y de respeto. El gesto que mejor
expresa esta actitud es la
genuflexión. Quizá en otras
culturas puede ser otro gesto.
En la celebración eucarística el
sacerdote que preside realiza
este gesto después de
consagrar el Pan y el vino.
La Imposición de Manos: Es,
sin duda un gesto muy
hermoso y significativo.
Expresa muchas cosas:
bendición, perdón, transmisión
de una fuerza, poder de Dios, y
consagración. Depende en
algunos casos de las palabras
que se emplean al realizar el
gesto. El mismo Jesús imponía
sus manos para sanar o
resucitar. También lo hacía para
bendecir, en este caso a los
niños, como lo describe el
evangelista san Marcos:
”Jesús los abrazaba y luego ponía sus manos sobre ellos
para bendecirlos” (Mc 10, 16).
Elevar las Manos: Es, también, un gesto importante
dentro de nuestra liturgia. Aunque por lo general lo
emplea el que preside, perfectamente puede ser un
gesto de toda la asamblea. ¿En qué momentos?
Puede ser al rezar o al cantar el Padre nuestro, al
canto del Gloria, acompañando alguna aclamación en
la Plegaria Eucarística. San Pablo nos aconseja
diciendo: “Quiero que los hombres oren en todo lugar;
que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni
discusiones”.
Estos gestos
y ritos no
son iguales
en todos los
lugares,
pues hay
diferentes
mentalidades
y culturas.
A través de la historia ha habido y hay ritos diferentes.
Especialmente comparando Oriente y Occidente. Hasta en
una nación hay ritos diferentes. Hay órdenes religiosas
que tienen sus propios ritos.
Hay ritos diferentes, porque hay culturas diferentes. Por
eso los símbolos pueden ser diversos. También las
actitudes corporales pueden significar diversamente. Y
lo mismo los colores en la liturgia, y la música.
Las
culturas
pueden
ser
diversas,
pero el
espíritu es
el mismo.
Hay cosas que no se pueden cambiar; otras sí, las que se
acomodan a su cultura.
Decía Juan Pablo II a los
25 años del concilio: "En
la liturgia, sobre todo en la
de los sacramentos, existe
una parte inmutable, por
ser de institución divina,
de la que la Iglesia es
guardiana, y partes
susceptibles de cambio,
que ella tiene el poder, y a
veces incluso el deber, de
adaptar a las culturas de
los pueblos recientemente
evangelizados.
Y decía allí mismo: “La diversidad litúrgica puede ser
fuente de enriquecimiento, puede también provocar
tensiones, incomprensiones recíprocas e incluso cismas.
En este campo es preciso que la diversidad no perjudique
a la unidad. Sólo puede expresarse en la fidelidad a la fe
común, a los signos sacramentales que la Iglesia ha
recibido de Cristo, y a la comunión jerárquica. La
adaptación a las culturas exige una conversión del
corazón, y, si es preciso, rupturas con hábitos
ancestrales incompatibles con la fe católica”.
Por lo tanto la diversidad de ritos, de signos y símbolos
es una riqueza grande para poder mejor alabar a Dios,
con tal que domine la caridad y amor por encima de las
diferencias. Y que en todos los ritos podamos, como dice
el salmo 141, alzar nuestras manos o nuestros corazones
en alabanza al Señor.
Automático
suba a ti,
como
ofrenda
de la
tarde,
y el
clamor
de mi
humilde
oración,
suba a ti, como incienso
en tu presencia.
Mis
ojos,
Señor,
están
vueltos
a ti.
En ti me
refugio, no
me
abandones.
líbrame de
la trampa
del
malhechor
y el
clamor de
mi
humilde
oración
Que la
intercesión
de María nos
ayude a
alabar a Dios
para siempre.
AMÉN