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LECTIO DIVINA
PARA EL
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
(CICLO A)
LECTURAS
Hechos 2, 1-11
El relato de Pentecostés está admirablemente construido y tiene un núcleo interior en
el inicio y en el tiempo y es eficaz para la Iglesia y para la humanidad. Toda la renovación
comienza en Pentecostés. Lo que narra Lucas es histórico y configura un relato único a
partir de hechos que posiblemente sucedieron varias veces.
Hay dos relatos que se pueden distinguir muy fácilmente: los vv. 1-4 y 12-13, y otro
más desarrollado en los vv. 5-11. El primer relato tiene un estilo llamativo, carismático:
viento impetuoso y lenguas como de fuego. ¿Tendrá esto algo que ver cuando a los
discípulos se los califica como borrachos? El segundo relato es más tranquilo, tiene estilo
evangélico: hablan los profetas, hablan en su lengua natal y todos entienden ¿Cuál es la
nota más expresiva en este contexto?: “todos los oímos contar en nuestras lenguas las
maravillas del Señor”.
El don del Espíritu se da a la comunidad reunida: son los apóstoles, la asamblea de los
120, María, la madre de Jesús, el grupo de mujeres y el grupo de los hermanos de Jesús. El
dato de que están reunidos tiene también un aspecto propio: “estaban reunidos con un
mismo propósito”. La venida del Espíritu “irrumpe”, tiene “violencia”, es la fuerza interna
del Espíritu que transforma al grupo presente y anima a la comunidad hacia una misión
profética y misionera. Pentecostés es el bautismo del Espíritu Santo anunciado en 1, 5. De
ahí procede no solo la conversión personal sino también la transformación de la comunidad
de los discípulos en una comunidad apostólica para dar testimonio de Jesús en todos los
confines de la tierra.
Si hasta aquí el espacio público se ha reducido a la comunidad, desde ahora el marco
es amplio, abierto a la multitud: judíos piadosos o devotos procedentes de la diáspora y
establecidos en Jerusalén. Una reunión como la anunciada por los profetas (Is 26, 13;
49, 22; 60, 4. 9; Zac 8. 7-8) con carácter más ideal que real. La lengua de los apóstoles es
universal, como la del cielo (Salmo 19). La división y dispersión de Babel (Génesis 11)
invierte la dirección. La diáspora judía convertida será el ámbito primero de la confluencia,
luego vendrán los prosélitos. Un solo Espíritu se posa y se distribuye. Pentecostés es el
bautismo en el Espíritu Santo, realizado por Jesús resucitado y exaltado.
1 Cor 12, 3b-7. 12-13
Pablo quiere que los corintios no sigan viviendo en la ignorancia acerca de los dones
del Espíritu Santo. Lo importante es averiguar los creyentes auténticos admiten
verdaderamente a Jesús como Señor. Los carismas o los dones provienen de un solo
Espíritu. La diversidad de los dones, sobre la que tanto insiste, parece indicar que el
cristiano no recibe el Espíritu Santo en abstracto sino siempre bajo la forma de una actitud
que debe poner disposición de la Iglesia.
La diversidad de los dones, donados por un mismo Dios, se presenta en los vv. 4-11 y
esta diversidad se reitera al final del capítulo pero con un tono polémico que delata que hay
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS, CICLO A
rivalidades en torno a los dones. En la triple reiteración de diversidad (vv. 4-6) aparecen
tres términos distintos para los dones; son carismas, ministerios, actuaciones. Todos
proceden de una misma fuente, que también es pluriforme: Espíritu, Señor, Dios.
Recordemos que en esta yuxtaposición de términos la Iglesia posterior encontró una base
para el desarrollo de la doctrina de la Trinidad.
La misma relación uno-muchos que se presenta en la multitud de dones distintos y su
fuente única en Dios quedará dibujada a partir del v.12 en la imagen de la pluralidad de
miembros diversos que forman un solo cuerpo. Se ejemplifica la diversidad dentro de la
Iglesia con cuatro grupos que representan profundos contrastes de raza (judíos y griego) y
de estado económico y legal (esclavos y libres).
Convertidos por la fuerza del Espíritu, han sido incorporados todos por igual a este
único cuerpo de Cristo.
Juan 20, 19-23
Este episodio ocupa un lugar importante en el relato de la Resurrección. Juan
concentra aquí el envío de los discípulos y el don del Espíritu Santo que los sinópticos
desarrollan en otros lugares. El evangelista distingue los siguientes momentos: aparición y
saludo de la paz (vv. 19-20); nuevo saludo de la Paz y envío (v. 21) y efusión del Espíritu
Santo y concesión del poder de perdonar los pecados (vv. 22-23).
Las palabras “La paz con vosotros” son la forma habitual habitual entre los judíos y
entre los semitas en general. La paz es el conjunto de los bienes. El saludo de Jesús va
acompañado de un gesto muy expresivo: dicho esto, les enseñó las manos y el costado.
Jesús muestra los signos de su sacrificio: tanto las manos como el costado van a jugar un
papel importante en la aparición a Tomás. El evangelista narra a continuación la reacción
de los presentes: los discípulos se alegraron de ver al Señor. Sin duda, esta alegría es la
que Jesús había prometido a sus discípulos en el discurso de la última cena (16, 22).
Sigue un nuevo saludo y añade Jesús: como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo. Es el acto de envío de los discípulos por Jesús, como Jesús había sido enviado
por el Padre. Los discípulos son, pues, mandatarios de Cristo como Cristo lo es del Padre.
El hecho del envío se concreta y se especifica luego con la donación del Espíritu
Santo para el perdón de los pecados.
MEDITACIÓN
Cristo prometió el Espíritu a todos los tiempos, también a los nuestros ¿Lo creemos?
El Espíritu es un Espíritu de vida. Está delante de nosotros. Pero, desgraciadamente,
muchas veces no reconocemos esa realidad. Por eso ¿dónde encontrar huellas del Espíritu
que renueva, que crea nueva vida, que promueve futuro? Si cada uno nos empeñamos en
descifrar la vida del Espíritu, que no es sino vivir la presencia de Dios, sentiremos la
inmensa alegría que proviene de Él.
El texto de san Juan en el evangelio (16, 13) merece nuestra atención: cuando venga
Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena pues no hablará por su cuenta
sino que hablará de lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. O sea: el Espíritu de
Dios quiere introducirse en nosotros y Él nos enseñará cómo debemos entender el presente,
cómo debemos afrontar y transformar el presente. Los discípulos del Señor abren
totalmente su corazón y se dejan llenar por el Espíritu en quien encontrarán la fuerza y la
audacia para anunciar el reino de Dios. Un reino que llevará consigo el perdón de los
pecados y que es la garantía de un futuro colmado de plenitud.
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LECTIO DIVINA
Una talla de identidad cristiana conlleva la “sabiduría” del Espíritu: una síntesis de
experiencia y de la inspiración y acción del Espíritu en cada uno de los creyentes para que
nos conduzcamos con humildad y fidelidad. Y esa sabiduría interior modela el corazón de
quien se deja afectar por Dios, por la realidad de cada día y por los signos de nuestro
tiempo, hasta el punto de convertir en realidad lo de Ven, Espíritu Santo, llena los
corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
ORACIÓN
1. Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
2. Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
3. Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
4. Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el
hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
5. Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
(SECUENCIA, Liturgia de Pentecostés)
CONTEMPLACIÓN
Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo
respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Cf. Col 1, 18). El Espíritu Santo obra en la
Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Mas ved de qué
debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un
cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: una mano,
un dedo, un pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo
vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera el cristiano es católico mientras
vive en el cuerpo; el hacerse hereje equivale a ser amputado, y el alma no sigue a un
miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la
caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén.
(SAN AGUSTÍN, Sermón 267, 4)
ACCIÓN
Durante el día meditar y gozar el himno al Espíritu Santo.
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