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LA GLOBALIZACIÓN Y LA COMPETITIVIDAD DE LAS EMPRESAS
FAMILIARES: UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA *
Juan Guillermo Saldarriaga Ríos**
Recibido: Diciembre 15 de 2006 Aprobado: Enero 30 de 2007
RESUMEN
Este artículo es el resultado de un proceso de investigación adelantado en el año
2006 acerca de los factores determinantes de la competitividad de las empresas
familiares antioqueñas en el contexto de la globalización. Basado en aspectos de
orden teórico, se trata de realizar una reflexión acerca de las diferentes
intersecciones existentes entre la globalización y la competitividad de las
empresas familiares en el momento histórico actual, razón por la cual se inicia
ofreciendo una serie de elementos conceptuales acerca de cada una de las
categorías claves de la investigación y realizando una relación entre ellos con el
fin de establecer un planteamiento hipotético acerca de la incidencia de la
globalización en la competitividad de las empresas familiares.
PALABRAS CLAVE:
Globalización, Competitividad, Empresa familiar.
El presente artículo es producto de la investigación “Descripción de los factores determinantes de la competitividad de las
empresas familiares antioqueñas en el contexto de la globalización” desarrollado durante el 2006 por miembros del Grupo
de investigación LIUNES-O, de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de San Buenaventura, Medellín y
que actualmente está calsificado en la categoría B de Colciencias. Se presentan aquí algunos apuntes teóricos y
conclusiones a las que se llegó en el proceso de investigación. Esta fué una investigación financiada por la USB.
**
Magíster en Psicología Universidad de San Buenaventura, Medellín. 2006. Psicólogo Universidad Pontificia Bolivariana,
Medellín. 2000. Sociólogo Universidad de San Buenaventura, Medellín. 1997. Docente – Investigador Facultad de Ciencias
Empresariales, Universidad de San Buenaventura, Medellín. Director del Grupo Laboratorio Internacional Universitario de
Estudios Sociales y Organizacionales, Clasificado por Colciencias en Categoría B.
Correo Electrónico:
[email protected]
*
ABSTRACT
This essay represents one of the final products obtained from a research process
carried out during 2006. This research’s objective was to describe the competitivity
elements implied in the globalization context for the family industries in Antioquia.
This essay provides a group of elemental concepts about the main categories of
analysis considered in the research and raises an issue related to the real
influence globalization have on the competitivity of the Family industries.
KEY WORDS:
Globalization, Competitivity, Family Industries.
INTRODUCCIÓN
La globalización como fenómeno sociológico no se circunscribe meramente al
aspecto económico, aunque en el imaginario social pareciera quedarse allí, pues
cuando se hace referencia a ella comúnmente se relaciona con el crecimiento
económico de las naciones (Villagrasa; 2003), con las tramas de intercambios de
bienes y servicios y con la productividad de las empresas que los producen y
comercializan, lo que, de suyo, supone un incremento en los parámetros de
competitividad que deben enfrentar las organizaciones para sobrevivir en un
mundo cada vez más competitivo y con una mayor oferta de esos bienes y
servicios a menor precio y con mayores estándares de calidad.
La globalización es un fenómeno de orden económico sí, pero también y más aún,
es un hecho social de carácter político y cultural en el que intervienen una
multiplicidad de factores que conducen a la homogenización de procesos sociales,
económicos y políticos alrededor del mundo, del cual la expresión aparentemente
más visible es la conformación de bloques económicos y la entrada en vigencia de
diferentes tratados comerciales en los que las naciones pretenden explotar las
ventajas competitivas y comparativas que poseen con respecto a las otras y sacar
la mayor ventaja posible. Es éste un movimiento en doble vía en el que cada uno
de los países participantes desea obtener el mayor beneficio posible, el mejor
posicionamiento en el mercado con base en sus ventajas competitivas (Porter;
1991) y el crecimiento económico que le permita invertir capital en el desarrollo
social. En este sentido, al hablar de globalización es necesario entonces remitirse
1) al intercambio sociocultural que atraviesa todo tipo de relación comercial; 2) a la
mezcla y a la yuxtaposición de valores que permean toda cultura cuando entra en
contacto con otra, y 3) a los patrones de roles y a las pautas de orientación de
valor (Parsons; 1976) que son importantes en cada sociedad y que la diferencian
de otras, pero que se recrean en la interacción con otras sociedades y culturas.
Esta visión sesgada de la globalización, que hace que solamente se tenga en
cuenta su aspecto económico, ha dado origen al pensamiento ampliamente
compartido de que la competitividad de las empresas y las naciones solamente es
posible en la medida en que se logre penetrar exitosamente los mercados
internacionales con productos y servicios de excelente calidad y bajo precio, lo
que de una u otra manera tiene incidencia en el imaginario que las empresas
crean y recrean acerca de lo que es la competitividad y cuáles son las estrategias
competitivas que deberían implementar para ser exitosas en el mercado nacional
e internacional.
Básicamente sobre este aspecto se trabaja en este artículo, sin dejar de lado la
concepción de que tanto la globalización como la competitividad y las empresas
familiares en sí mismas son conceptos y realidades abstractas que no pueden ser
encasilladas en una manera unidimensional de interpretación ni de comprensión y
que sin importar el recorte privilegiado que el investigador pretenda realizar sobre
un concepto o una realidad, ésta siempre será mucho más amplia y desbordará
algunos postulados y realidades empíricas que la evidencian. Así, se pretende
aquí abordar estos conceptos desde su complejidad y realizar la reducción
necesaria al aspecto económico, posibilitando una adecuada comprensión de lo
que un fenómeno como la globalización (en sus diferentes dimensiones) puede
contribuir al desarrollo de la competitividad de las empresas familiares.
ALGUNAS CONCEPTUALIZACIONES
La globalización puede ser entendida como el proceso económico, político y social
que tiene como aspecto central la relación de interdependencia (básicamente
económica, aunque también sociocultural) entre unos territorios y otros. Es una
expresión avanzada de la expansión del capitalismo apoyada por los avances de
la tecnología. En este sentido entonces, aunque uno de sus ejes centrales es el
aspecto económico, puede decirse que cuando se habla de globalización es
pertinente utilizar un término que la contiene: mundialización (Morin; 1982), lo que
significa que hoy más que nunca, los grupos y las personas se relacionan
directamente a través de las fronteras sin la intervención del Estado (Annan; 2006)
y comparten valores, normas, leyes, patrones comportamentales que se
yuxtaponen y que en última instancia terminan por subsumir muchos de ellos en
los que son más fuertes, haciendo así que paulatinamente se conviertan en
patrones culturales transmitidos, aprendidos y compartidos por los miembros de
las diferentes culturas o sociedades que se encuentran en interacción.
En este mismo sentido, Castells (1994; 2002; 2004) afirma que la globalización es
un proceso multidimensional y no sólo económico, del cual la expresión
determinante es la interdependencia global de los mercados financieros,
favorecida por la desregularización y liberalización de dichos mercados, lo que
sitúa a la globalización como un fenómeno económico del cual no se han
abordado sus aspectos sociológicos y han pasado casi inadvertidas sus
consecuencias en lo social, político, deportivo e incluso en la salud pública.
Abordando los aspectos sociológicos de la globalización, Bauman (2002) enfatiza
en el hecho de que en la globalización dependemos los unos de los otros, en que
las distancias no importan ahora, ya que lo que suceda en un lugar puede tener
secuelas mundiales y a consecuencia de los procesos de globalización las
barreras mundiales tienden a desaparecer, siendo la primera expresión de ello que
en el mundo económico fronteras nacionales se derrumban con mayor rapidez que
las que se presentan en aspectos de orden sociocultural y tras resaltar esta
interdependencia, enfatiza en criterios éticos.
Estos mismos postulados son compartidos por Stiglitz (2002) en la medida en que
afirma que más allá de los aspectos puramente económicos, la globalización
presenta dos dimensiones que pueden ser observadas en el escenario social,
dependiendo del lugar en el que se esté ubicado. Estos aspectos pueden ser
positivos o negativos y dependen de forma directa de las maneras como se ha
manejado y adoptado el proceso de globalización y del lugar que ocupan las
naciones en el escenario geopolítico, ya que no puede negarse que lo que para
algunas ha resultado benéfico en cuanto a los procesos de internacionalización de
la economía para otras ha resultado devastador. Ejemplo de ello es que como
este autor afirma que “la globalización ha sido manejada mediante procedimientos
antidemocráticos y desventajosos para las naciones en desarrollo, en especial las
que son pobres”, lo que da como resultado no sólo un deterioro en las condiciones
económicas de estas naciones, sino en sus condiciones sociales y económicas y
un crecimiento en estos mismos aspectos para las naciones poderosas.
Ramoneda (2002) por su parte, al igual que Morin (1982), habla de la globalización
en términos de mundialización y haciendo eco de los postulados de Stiglitz (2003),
enfatiza en que este proceso puede resultar benéfico para todos, pero en tanto se
tengan en cuenta sus aspectos meramente económicos y se siga manejando de
manera inadecuada, sólo podrán verse sus efectos devastadores en el aspecto
económico y no aportará en nada para el avance sociopolítico de las naciones,
como es su función.
Centrándose
en
los
aspectos
económicos
de
la
globalización,
pero
relacionándolos íntimamente con otros aspectos de orden social, Beck (2002)
señala que la relación entre economía, Estado y movimientos sociales fue siempre
un juego de poder en el que las reglas estaban controladas por el Estado de la
nación.
Pero el nuevo orden mundial en el que las fronteras tienden a
desaparecer, la economía global es la que cobra el poder que antes correspondía
al Estado y para ello tiene un medio eficaz: las inversiones que posibilitan a un
Estado, a una nación o a los particulares establecerse en otros territorios, tomar el
control y ejercer el poder sin necesidad de estar allí; es éste el caso de las
empresas multinacionales y transnacionales, que cada vez tienen más poder en
los territorios en los que se instalan y desplazan al Estado en aspectos de vital
importancia, ejerciendo el dominio y por consiguiente, incidiendo en aspectos de la
vida cotidiana de las sociedades en las que se asientan, haciendo que carezcan
de autonomía.
Así las cosas, la autonomía no es ya, en la sociedad globalizada, una cuestión
individual sino social (Castoriadis: 1986) que se encuentra relacionada con las
estructuras heterónomas que se crean en la trama de intercambios relacionales
que potencia la globalización y que tienen su raíz en la dependencia económica de
las empresas y naciones hacia con relación a empresas y naciones más
desarrolladas y que manejan a su antojo el curso de la globalización,
determinando a su vez los parámetros de competitividad que han de seguir las
empresas y naciones, con el fin de posicionarse adecuadamente en el mercado
internacional.
Con este marco de referencia que aporta la globalización, puede introducirse en el
discurso a la competitividad, que entre sus múltiples acepciones significa la
capacidad de respuesta o de acción de un país, una empresa o un individuo, para
afrontar la competencia abierta, ya sea entre naciones, empresas o individuos.
Puede también definirse como la capacidad que tienen las empresas para ofertar
sus productos y servicios de una manera sostenible y sirve para comparar el
estado de estas empresas, naciones o individuos entre sí. Pérez Infante (1994)
define la competitividad de una economía, con relación al resto del mundo, como
la capacidad que tiene dicha economía (y por lo tanto sus empresas) para el
abastecimiento y suministro de su mercado interior y para la exportación de bienes
y servicios al exterior.
Como puede observarse en estas conceptualizaciones, la competitividad hace
referencia directa a la capacidad de las empresas de penetrar en nuevos
mercados, colonizar espacios y mantenerse en ellos desplazando a otras
empresas, lo que se relaciona directamente con los aspectos meramente
económicos de la globalización y las tramas de intercambios y movimientos que
ella permite, posibilita, fomenta y determina.
Cuando se habla de competitividad en nuestra región, casi siempre y sin
excepción se hace referencia en primer término a Michael Porter (1996) como
paradigma último de que lo que en este sentido se ha producido y se hace
referencia a los cinco factores de competitividad descritos por él y por toda la
teoría económica moderna: (tierra, localización, recursos naturales, trabajo y
tamaño local de la población), los cuales podrían ser resumidos en cuatro,
trabajados por el mismo Porter (la dotación del país, la naturaleza de la demanda
interna, la existencia de una estructura productiva y las condiciones prevalecientes
en el país en materia de creación, organización y manejo de las empresas). Estos
factores, más que a las empresas en sí mismas, hacen referencia a la
competitividad del país y aunque éste es el modelo más utilizado para determinar
y analizar la competitividad, no es necesariamente la única forma de mirar la
realidad del objeto de estudio abordado en este trabajo: (la competitividad de las
empresas familiares de una región con particularidades económicas, sociales,
políticas y culturales como es Antioquia), ni la realidad de la inserción de las
empresas de esta región en un entorno cada vez más globalizado.
Por su parte, el Consejo Nacional de Competitividad (1997) la define como “la
capacidad de la sociedad colombiana para hacer frente al desafío de la economía
global y, al tiempo, incrementar sus niveles de bienestar”, en este mismo sentido,
Fajzylber la conceptualiza como la “capacidad de un país para sostener y expandir
su participación en los mercados internacionales y elevar el nivel de vida de su
población”. Esto quiere decir que de una u otra manera la competitividad está
también relacionada íntimamente con procesos sociales de desarrollo o deterioro
de las condiciones de un país o región y para unos países y empresas se ve
favorecida por la globalización, pero no es así para otros, en virtud de su nivel de
desarrollo político, social y económico y de su posición en el mapa del comercio
mundial.
Desde otra perspectiva, Rivas Villatoro (1999) se enfoca no sólo en la producción
y comercialización cuando habla de la competitividad, sino que se centra en los
aspectos conexos a ellas y que se enmarcan en lo social. Una conceptualización
de competitividad que tiene en cuenta estos aspectos es la que la concibe como
“La capacidad estructural de una empresa de generar beneficios sin solución de
continuidad a través de sus procesos productivos, organizativos y de distribución"
(Fea: 1995), lo que quiere decir, según este mismo autor, que “el nivel de
competitividad de una empresa está siempre definido por su intrínseca ‘manera de
ser’ dentro de un determinado contexto socieconómico” y no sólo por las
dinámicas exógenas en las que se desarrolla, ante lo cual Rivas Villatoro (1998)
concluye que:
1) la competitividad es una característica interna al sistema
empresa; 2) un mercado, o mejor un entorno sociopolítico y económico, determina
el nivel temporal de su capacidad competitiva intrínseca y 3) una empresa tiene
continuidad sólo si es capaz de adecuarse constantemente a las nuevas
condiciones del entorno, el que puede estar determinado por factores
institucionales más que por la oferta y la demanda. Estas conclusiones de una u
otra forma remiten la competitividad a factores endógenos de la organización
como por ejemplo su diseño, ya que “una empresa puede ser competitiva en el
proceso de transformación y no serlo en el de distribución o tener gastos
generales o financieros desproporcionados, o estar gravada por un exceso de
personal de estructura, etc” (Rivas Villatoro: 1998).
Así, la competitividad es vista desde el punto de vista meramente organizacional,
subsumiéndola en la productividad y haciendo referencia a aspectos de orden
sociopolítico que inciden directamente en ellas. Charlier (2000; 5) afirma que un
territorio adquiere carácter competitivo si puede afrontar la competencia del
mercado y garantizar al mismo tiempo viabilidad medioambiental, económica,
social y cultural, aplicando lógicas de red y de articulación internacional y
determina que la competitividad social es la capacidad de los agentes para actuar
eficazmente de manera conjunta sobre la base de una percepción consensuada y
fomentada por una concertación entre los distintos niveles institucionales.
Esta perspectiva de asumir la competitividad no está contrapuesta a los
postulados de integración mundial ni a las dinámicas del mercado: más bien las
complementa en procura de que los procesos de intercambio y relación
propiciados por la globalización sean integrales y traspasen los aspectos
meramente económicos, llegando al trasfondo social que los contiene y logren que
todas las naciones que participan de un mundo globalizado puedan obtener los
beneficios que este proceso de integración les pueda ofrecer.
En lo que hace referencia a la conceptualización de las Empresas Familiares
puede afirmarse que son empresas como cualquier otra, presentando algunas
particularidades que las hacen diferentes y que están directamente relacionadas
con su origen como un negocio de familia, por lo que es ésta, sus variaciones y
relaciones las que determinan esas diferencias.
Para Puig (2001) una empresa familiar es aquélla en que una familia controla la
compañía mediante los derechos de propiedad, y con frecuencia mediante una
implicación directa en la gestión. En una empresa familiar, por ejemplo, los
propietarios tienen el derecho de decidir quiénes han de desempeñar los papeles
de alta dirección: por ejemplo, presidente del consejo, presidente y, por supuesto,
director general. También tienen que aprobar el diseño definitivo de su sistema de
gobierno, así como la dirección estratégica de la compañía. Y señala que “una
virtud fundamental de las empresas familiares es el hecho de que los propietarios
pertenezcan a un grupo familiar, por tanto, tengan una identidad y una biografía en
común; comparten una narrativa, por decirlo así, que crece a partir de un cúmulo
de experiencias provenientes de administrar juntos un negocio durante
generaciones. Esta identidad compartida, y los valores que de ella nacen, se
hallan en el núcleo mismo de las compañías creadas por familias emprendedoras.
Estas familias saben cómo construir un entorno de trabajo en el que tanto el
personal como los ejecutivos se sienten como miembros adoptados de una familia
extensa”. Por su parte Lozano Posso (1992; 1993; 1996; 1997) señala que los
cambios y rupturas que se han dado en la familia como institución a lo largo del
tiempo inciden de forma directa y radical en la configuración de este tipo de
empresas y en las formas como se asumen a sí mismas y como enfrentan los
retos que a diario se les presentan.
Lo anterior evidencia que existen algunos parámetros de competitividad que son
dados a las empresas por aspectos exógenos globales, pero que existen también
otros factores potenciadores de la competitividad que se encuentran en el interior
de las empresas y que dependen de su propia dinámica (para este caso de
aspectos de orden familiar en la conformación y mantenimiento de la
organización), siendo éstos bastante importantes en este tipo de empresas, ya
que las estrategias de gestión utilizadas en la mayoría de las ocasiones se
encuentran mediadas por las relaciones familiares.
Teniendo en cuenta estos postulados, puede decirse entonces que la
globalización como fenómeno social mundial que se encuentra en constantes
cambios y mutaciones, incide en las relaciones y negociaciones entre unos
territorios y otros, afectando no sólo estas relaciones, sino aspectos de orden
económico, político y social de las naciones implicadas. Así, aunque pareciera
que solamente se relaciona con aspectos del orden de la producción y
comercialización de bienes y servicios que pretenden incrementar la productividad
y competitividad de las empresas y las naciones, la globalización va mucho más
allá, pues tanto éstas, como todos los movimientos de las economías enmarcados
en la cada vez más sólida economía mundial, contribuyen de forma decisiva a que
se de o no el desarrollo social en un país.
En términos de Stiglitz (2002; 58) “el mundo de las finanzas y la economía es
pasmoso.
Ciertos principios que parecerían básicos, y hasta evidentes, con
frecuencia se ven desmentidos. Uno pensaría que el dinero fluye de los países
ricos a los pobres, pero año tras año ocurre precisamente lo contrario”. Esto es lo
que la globalización no ha podido lograr.
Ciertamente ha impulsado la
competitividad y la productividad, pero no necesariamente el desarrollo (al menos
en los países pobres), ya que, como este mismo autor menciona “la globalización
ha distorsionado la asignación de recursos, a favor de los bienes privados y a
expensas de los bienes públicos” […] “las injusticias asociadas a la globalización
son evidentes hace mucho tiempo para quienes se preocupan por la justicia social
desde una perspectiva global” (Stiglitz; 2002: 59). Es así que la globalización
incide en aspectos económicos, políticos, sociales y culturales, y en el primer
aspecto determina formas como las empresas deben enfrentar los desafíos que
ella supone y que no siempre contribuyen al incremento de su competitividad.
GRÁFICO 1
RELACIÓN DE LOS CONCEPTOS
Fuente: elaboración propia
En este panorama se desenvuelven las empresas familiares en el mundo,
debatiéndose entre ser o no competitivas en los entornos locales y globales y
aplicando diferentes estrategias que en ocasiones son acordes con las exigencias
de una comunidad mundial cada vez más demandante y en otras tantas
considerando sólo los aspectos locales que les permiten sobrevivir.
Estas
empresas, en palabra de Ward (2004) “poseen características especiales que les
permiten aplicar estrategias comerciales distintas y originales con respecto a
aquellas implementadas por las compañías que no son familiares”, favoreciendo
en muchos casos la productividad y el logro de los objetivos estratégicos de la
organización y en este sentido, volviéndose cada vez más productivas y
competitivas en el concierto internacional y contribuyendo de forma decisiva al
logro del desarrollo de sus comunidades.
¿CÓMO INCIDE LA GLOBALIZACIÓN EN LA COMPETITIVIDAD DE LAS
EMPRESAS FAMILIARES?
Teniendo como base las conceptualizaciones realizadas y recurriendo a la
verificación empírica de la manifestación de los fenómenos en la realidad social,
pueden realizarse algunos planteamientos hipotéticos cuya función es ayudar a
dilucidar cuál y cómo es la incidencia de la globalización en las empresas
familiares. Estos planteamientos parten de un proceso investigativo cuyo objetivo
es describir las estrategias competitivas y de gestión utilizadas por las empresas
familiares antioqueñas para afrontar exitosamente los retos que impone la
globalización.
En primera instancia podría decirse de forma simplista que los efectos de la
globalización en la competitividad de las empresas familiares se encuentran
ubicados en dos vertientes: una positiva y una negativa. La primera de ellas es la
que potencia el incremento de la productividad y por ende, de la competitividad de
estas empresas y la segunda es aquella que determina la crisis y el cierre de las
empresas por su incapacidad de competir exitosamente (en su propia región) con
los productos que llegan a ella desde el exterior y/o de incursionar en los
mercados internacionales.
Es bien sabido por todos que una u otra de estas alternativas se encuentra
relacionada no sólo con las empresas y con sus estrategias de gestión, sino con el
lugar que ocupan sus países en la geopolítica mundial. Es decir, es más factible
que las empresas exitosas y que logran ser competitivas en el contexto de la
globalización estén ubicadas en países con más poder y desarrollo, lo que les
otorga en un principio una ventaja comparativa con aquellas que se encuentran
ubicadas en países de menor desarrollo.
Pero esta no es una condición
obligatoria para que las empresas familiares sean o no competitivas.
Es así que como ejemplo de ello Stiglitz (2002; 58) afirma que “Uno pensaría que
los países ricos, por ser mucho más capaces de asumir los riesgos de la
volatilidad de las tasas de interés y de cambio, asumirían el grueso de esos
riesgos cuando prestan recursos a los países pobres. Sin embargo, a los pobres
les toca soportar las cargas”. Esta afirmación es válida no sólo para este aspecto,
sino para todos los relacionados con la negociación internacional, en la que los
países pobres que tienen relaciones comerciales con países ricos son los que
asumen los riesgos en una relación desigual que muchas veces lo que hace es
empobrecerlos y subyugarlos más de lo que ya están,
contribuyendo al
incremento de la riqueza de las empresas multinacionales y transnacionales y
aportando realmente poco al desarrollo de la economía y la sociedad de la que
hacen parte.
Este hecho se encuentra enmarcado en que en los postulados de la globalización
se evidencia la necesidad de que “todos seamos uno” en la medida en que los
productos y servicios puedan transitar libremente a escala mundial y los seres
humanos puedan acceder fácilmente a ellos y satisfacer sus necesidades en
colaboración directa de unos con otros. Pero aunque esta es una intención loable,
las dinámicas de su implementación no han permitido llegar a su cumplimiento,
pues la competencia (más que la competitividad) es la que ha jalonado el proceso
y en esta competencia el aspecto económico es la punta de lanza que todos
quieren poseer.
Es por ello que la competitividad que ha propiciado la
globalización es meramente económica y no tiene en cuenta el aspecto social que
la constituye.
La competitividad social hace de la proximidad física de los agentes e instituciones
que trabajan en el ámbito local un activo para construir una “inteligencia colectiva”
en el contexto de un proyecto de territorio; contribuye a que el territorio sea más
competitivo con relación al mundo exterior, desarrollando al mismo tiempo sus
vínculos de solidaridad internos (Charlier: 2000; 6) y esto es lo que los países en
vía de desarrollo no han logrado hacer y los países desarrollados no les han
permitido. Lo mismo sucede con las empresas (familiares o no), pues a pesar de
agremiarse, no han logrado llevar a la práctica el concepto de competitividad
social que les permita unirse para lograr sus objetivos individuales y grupales para
volverse progresivamente más competitivas.
GRÁFICO 2
EFECTOS DE LA GLOBALIZACIÓN EN LA COMPETITIVIDAD DE LAS
EMPRESAS FAMILIARES
Fuente: elaboración propia
La globalización entonces se ha constituido en un paradigma a seguir, en una
forma de visionar las relaciones y negociaciones internacionales. Pero esta visión
se encuentra sesgada por la forma de concebir el mundo de los países
desarrollados y su afán colonizador, más que por el ideal de justicia social. Así,
mientras las empresas familiares de los países desarrollados florecen e
incrementan sus niveles de competitividad con la globalización, las empresas
familiares de los países pobres o en vía de desarrollo corren diferente suerte. En
el caso colombiano, la fragilidad de las empresas familiares se profundiza a
medida que se acelera el proceso de globalización (Dinero: 2001) y muy pocas
empresas colombianas han resuelto la principal amenaza que se cierne sobre su
supervivencia de largo plazo; la mayoría de ellas ni siquiera ha entendido que el
problema existe. Se trata de un progresivo debilitamiento interno que pone en
entredicho la esencia misma de su capacidad empresarial y de decidir sobre su
propio futuro; si no encuentran una solución, será difícil que sobrevivan en la
economía totalmente globalizada y rápidamente cambiante de la próxima década.
La fuente de la amenaza es simple: son empresas familiares (Dinero: 1999).
Lo anterior no quiere decir que ser una empresa familiar es de suyo una debilidad
o amenaza. Lo que se resalta es que este tipo de empresas en países como
Colombia (con toda la carga política y social que esto implica y los acelerados
cambios que se han dado en las tipologías de familia en las últimas tres décadas)
no han podido aún encontrar las alternativas que les permitan ser viables y
sobrevivir en momentos como el actual y no hayan introyectado en su cotidianidad
que para ser competitivas en un mercado global, deben cambiar y evolucionar, sin
dejar su esencia familiar, sin perder su identidad y aprovechando las ventajas que
poseen por ser familiares.
Algunas de estas ventajas son descritas por Ward (2004; 4), señalando que las
empresas familiares poseen coherencia estratégica, diversificación, integración
vertical, satisfacción de las expectativas, visión a largo plazo, confianza y
dirección. Estas ventajas consisten en que las empresas familiares mantienen un
mayor grado de estabilidad en sus inversiones estratégicas durante períodos de
recesión; son empresas que regularmente aplican estrategias de diversificación
para adaptarse con mayor facilidad a los ambientes y condiciones en los que se
desarrollan, superando en desempeño a otras empresas; son empresas que por
su tamaño y recursos optimizan los beneficios de la integración vertical. De igual
forma, la visión a largo plazo posibilita que la empresa se proyecte al futuro y
genere acciones tendientes al logro de esa proyección, con la base de la
confianza y la dirección adecuada. Estas ventajas, sumadas a las estrategias de
gestión utilizadas por las empresas y a las oportunidades que ofrece para ellas la
globalización, pueden posibilitar que estas organizaciones sean cada vez más
competitivas y exitosas en el mercado internacional.
Puede decirse que las empresas familiares tienen rasgos que las caracterizan y
las diferencian de las que no lo son, pero en gran parte de su estructura y su
funcionamiento no hay diferencias significativas, ya que en la mayoría de los
casos utilizan las mismas estrategias que cualquier otra empresa. Pero es un
hecho que en la medida en que sus particularidades cobren importancia y sean
capitalizadas, la globalización es para ellas una oportunidad de crecimiento y
desarrollo. En este sentido y teniendo en cuenta las ventajas mencionadas, las
estrategias originales de gestión propuestas por Ward (2004; 5) pueden contribuir
de forma decisiva a que la incidencia de la globalización en la competitividad de
estas empresas sea positiva.
Estas estrategias son:
mantener la coherencia
estratégica, diversificarse, integrarse verticalmente, ser muy pacientes, ir contra la
corriente, asumir riesgos percibidos como altos, tomar decisiones rápidas, hacer lo
que a otros no les gusta, fortalecer las relaciones, aprovechar la memoria, la
madurez y la perspectiva histórica. Estas estrategias no garantizan el éxito de
ninguna empresa, pero pueden evitar el fracaso.
Para Ward (2004; 5) estas estrategias comparten tres principios comunes: 1) una
visión de largo plazo que permite a las empresas romper con los paradigmas de la
sabiduría convencional y de la mentalidad de “seguir al rebaño”; 2) confianza que
estimula el valor para pensar a largo plazo; y 3) una excelente estructura de
dirección que genera confianza con respecto a las intenciones de la gerencia. En
el gráfico 3 puede apreciarse la forma como Ward entiende este proceso.
Es un hecho que la globalización puede incidir de forma positiva en una empresa
familiar que se conozca a sí misma, a sus clientes y las dinámicas del mercado,
que se apropie de de los procesos y aproveche al máximo sus ventajas
comparativas y competitivas; que optimice recursos y minimice las amenazas
externas por medio del fortalecimiento interno. Pero también es un hecho que una
empresa por sí sola logrará menos resultados que aquellas que se encuentran
agremiadas, que realizan alianzas estratégicas y que entienden que las
condiciones de sus países de origen y del mundo en general inciden en su
desarrollo. Por ello, sin importar el sector productivo en el que se inscriben, todas
ellas se ven influenciadas de una u otra forma por la competencia que ha
propiciado la globalización.
GRÁFICO 3
ESTRATEGIAS ORIGINALES
Figura 1. Estrategias originales
La ventaja competitiva de las empresas familiares
Estrategias originales
La confianza es tanto un fin como
un medio para aprovechar las
ventajas competitivas que se
desprenden de las estrategias
originales
Una visión a largo plazo hace
posible los beneficios de una
estrategia poco convencional
Visión
a largo plazo
Visión de largo plazo
Planteamiento
a largo plazo
Confianza
Confianza
Compromiso
hacia la propiedad
Nuevas oportunidades
a largo plazo
Estrategia original
Dirección
Fuente: WARD, John. Estrategias Originales: la ventaja competitiva de las empresas familiares
En el entorno de la globalización, una de las desventajas predominantes en las
empresas familiares es su resistencia al cambio, a implementar nuevos tipos de
relaciones laborales, a la contratación de profesionales externos a la familia para
los cargos de dirección y su acceso y apertura relativamente limitados al capital
externo, lo que en ocasiones tiende a estancarlas y a imposibilitar la generación
de los recursos y las relaciones necesarias para sobrevivir exitosamente en el
mercado. Esto, sumado a que suelen ser percibidas como indisciplinadas y poco
profesionales, contribuye a que en muchos casos generen percepción de
inestabilidad y poca credibilidad en el medio externo, limitando aún más su
capacidad de negociación y apertura.
En términos generales las empresas familiares antioqueñas presentan algunas
características generales, entre ellas:
 Desconocimiento de los mercados extranjeros.
 Ausencia de planes de mercadeo.
 Poca implementación de la Norma ISO.
 Baja capacidad comercial y de negociación.
 Altos costos en los procesos administrativos
 Falta de capital de trabajo.
 Presupuesto para formación y capacitación de personal.
 Falta de control y planeación de los recursos financieros.
 Producción insuficiente para atender la demanda.
 Facilidad de acceso a nuevas tecnologías informáticas.
 Capacidad de respuesta a los cambios.
 Tenacidad de los gerentes.
 Conocimiento del sector y sus clientes.
 Organización de la producción.
 Conocimiento técnico en destrezas y habilidades de su talento humano.
 Calidad de los productos.
 Variedad de canales de comercialización.
Algunas de estas características hacen posible su adecuada inserción en el
escenario internacional; otras, por su parte lo limitan. Estas características se
presentan de forma simultánea y se yuxtaponen en las organizaciones, razón por
la cual es difícil que pueda decirse que la globalización tiene efectos positivos o
negativos en su competitividad. Lo que sí puede afirmarse es que estos efectos
son tanto lo uno como lo otro y la diferencia en que sean positivos o negativos
radica en las empresas mismas, en su capacidad de cambio, de evolución y de
adaptabilidad a las condiciones, tanto de mercado, como económicas, sociales y
políticas, que enmarcan el momento histórico actual.
No hay una realidad única ni una sola respuesta de las empresas familiares ante
los retos que les impone la globalización: cada una de ellas potencia aspectos
que cree son los adecuados para su crecimiento y para incrementar su
competitividad, ensayan fórmulas que en ocasiones funcionan como se espera y
en otras conducen a fracasos de los cuales se pueden obtener nuevos
aprendizajes que les permitan seguir adelante o truncan definitivamente sus
aspiraciones de mantenerse en el mercado y ser exitosas.
En todas ellas la
globalización incide de forma diferente al momento de tratar de competir con sus
productos y servicios en el entorno local, nacional e internacional.
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