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ENTREVISTA A UN INFANTE

Dr. Eduardo Camacho y Dr.
Enrique Pineda
Elaborado por:
Ashley Stephanie Wookee Zea
Judith Ivonne Pérez de la Torre
2ºA
Colima, Colima, viernes 17 de Junio de 2005
Reglas para la conversación con un
niño
1.
No debe hablar al niño con
un tono condescendiente sino
como un médico hablaría con
cualquier paciente.
2.
No debe transmitir al niño
su opinión personal de que
tiene sentimientos,
preocupaciones o ideas
“infantiles”.
3 .
No debe reírse de lo que
el niño dice, salvo que este
bastante seguro que el niño
pretende ser ocurrente.
4.
No intente ser siempre
gracioso o divertido con
los niños. Lo mejor es
reservar tales esfuerzos
solo para algunas
ocasiones y para los niños
que conoce y que le
conocen muy bien. Los
niños saben distinguir
entre los médicos y la
gente graciosa.
5. Nunca le tome el
pelo a un niño, salvo
que le conozca muy
bien y que él sepa que
tiene permiso para
tomarle el pelo a
usted a cambio.
6. Los encuentros iniciales u ocasionales con niños
pequeños resultan más fáciles si se les empieza a
hablar en voz baja, lo que el niño puede encontrar
más personal, íntimo y tranquilizador que un tono
jovial; por lo general, ellos responden también en voz
baja.
7. Cuando los niños son suficientemente mayores, hacia los
4-5 años, el médico ha de acostumbrarse a comentar
con ellos sus síntomas, los diagnósticos y los tratamientos
en términos que puedan comprender. Puede ser muy útil
. y explicar los
el empleo de dibujos para ilustrar
problemas médicos.
8.
No comente la enfermedad o el tratamiento de un
niño hospitalizado que haya adquirido funciones
receptivas de lenguaje en su presencia, salvo que
también lo comente con el.
9.
Cuando un niño deja de cooperar en su asistencia en
la consulta o el hospital, lo primero que hay que tener
en cuenta es que el negativismo o la oposición indican
que está asustado y reacciona ante su temor de una
forma habitual en él; esta conducta a menudo se
percibe erróneamente como inmadura e irritable,
embarazosa, provocativa o amenazadora por los
padres y otros adultos.
Estableciendo confianza
Comience la entrevista con un saludo y asentando la confianza
con cada persona presente. Refiérase al lactante o niño por su
nombre, no como “él”, “ella” o “el bebe”.
Aclare el tipo de relación de todos los adultos y los niños. “Es
usted la abuela de Juanito”, “por favor ayúdenme y díganme
cuál es la relación de Juanito con cada uno de ustedes”.
Dírijase a los padres como “Sr. y Sra. Sánchez” y no por sus
nombres de pila ni “mama” o “papa”.
Cuando la estructura familiar no queda clara de inmediato,
puede evitarr la vergüenza si pregunta en forma directa acerca
de los otros familiares, “¿Quién más vive en casa?”, ”¿Quién
más vive en casa”, “¿Quién es el padre de Juanito?”, “¿viven
juntos?”
No suponga que solo uno de ellos participa en forma activa
en la vida del niño porque los padres estén separados.
Para establecer una relación de confianza, la clave es
encontrarse con el niño en su propio nivel.
Utilice sus experiencias personales con niños para guiar su
interacción en la institución de salud.
Algunas buenas conductas universales son mantener el
contacto visual a su nivel (p. ej., siéntese en el piso si es
necesario), participe en una relación de juego y hable acerca
de los que le interese al paciente.
Pregunte a los niños por su ropa, algunos de sus juguetes,
qué libro o programa de televisión le gusta o sobre el adulto que
los acompaña en una forma entusiasta, pero gentil.
La dedicación de cierto tiempo al principio de la entrevista
para calmar a un niño ansioso o un lactante que llora y
conectarse con él puede tranquilizar al niño y el adulto.
Trabajo con familias
Uno de los mayores retos, cuando se trabaja con más de una
persona, radica en saber hacia dónde se dirigen las preguntas.
A pesar de que al final es necesario obtener información del
niño y los padres, es conveniente comenzar con el primero, si ya
sabe hablar.
Incluso a los tres años algunos individuos pueden describir un
problema específico. Si se formulan preguntas sencillas y abiertas
como “¿estás enfermo?”…cuéntame” , seguidas de otras más
específicas, se puede averiguar mucho acerca del padecimiento
actual.
Luego los padres pueden corroborar la información,
proporcionar detalles adicionales que delinean mejor el contexto
e identificar otros aspectos específicos que necesite saber.
Es necesario caracterizar los atributos de los síntomas de la misma
forma que hace con los adultos. Algunas veces los niños se sienten
apenados al comienzo, pero una vez que el padre o la madre inician
la conversación es posible dirigir las preguntas de nueva cuenta al
niño.
“Tu mamá me dice que te duele el estómago con mucha frecuencia.
Platícame acerca e ese dolor”.
“Enséñame dónde te duele. ¿Cómo se siente el dolor?”
“¿Es agudo como un pinchazo de alfiler?”
“¿Se queda en el mismo sitio o cambia de lugar?”
“¿Algo más que te haga sentir enfermo?”
“¿Con qué disminuye el dolor?”
“¿Qué crees que lo ocasiona?”
“¿Cómo te sientes por faltar mucho a la escuela?”
La presencia de los familiares también brinda una buena
oportunidad para observar la forma en que interactúan con el
niño.
Mientras habla con uno de los padres, observe cómo el
niño se relaciona con un nuevo ambiente. Es normal que los
lactantes mayores abran cajones, tiren de algún papel y
paseen por la habitación.
Un niño mayor puede permanecer sentado o sentirse
inquieto y empezar a moverse. Observe la forma en que los
padres establece o no límites al niño cuando es adecuado.
Múltiples órdenes del día
Es posible que cada individuo en la habitación, incluido el
médico, tenga una idea diferente de la naturaleza del
problema y lo que es necesario hacer al respecto.
Su trabajo es descubrir la mayor cantidad de perspectivas
y relacionar todos los pendientes posibles.
Además, es probable que los familiares que no están
presentes (padre o abuelo) también tengan preocupaciones.
Una buena idea es indagar de manera específica cada uno
de estos temores.
“Si el padre de Susana estuviera aquí hoy, ¿qué preguntas
o preocupaciones tendría?”, “Sra. Higuera, ¿ha discutido esto
con su madre o con alguien más?”, “¿Qué piensa ella?”.
La Sra. Higuera lleva a Susana por dolor abdominal, ya
que le preocupa la posibilidad de una úlcera. También le
preocupan los hábitos alimentarios de su hija.
A Susana no le inquieta el dolor abdominal, que rara vez
interfiere con lo que hace. Está preocupada por los
cambios de su cuerpo, sobre todo por la idea se subir de
peso.
El Sr. Higuera piensa que Susana no presta atención
suficiente a los trabajos escolares.
Como médico, usted necesita equilibrar esta
preocupación, por un lado, y la de una niña sana de 12
años al principio de la pubertad con un ligero dolor
abdominal funcional, por otro.
Es preciso que sus objetivos incluyan una ayuda
periódica a la familia para que se desarrolle una actitud
realista dentro de los límites de la “normalidad”, si bien
necesita resolver las preocupaciones específicas de la
familia Higuera.
La familia como recurso
Gran parte de la información del niño proviene de la familia. En
general, casi toda la atención del individuo la suministra la familia,
tanto la general como la relacionada en forma explícita con la salud.
La apertura ante un amplio espectro de comportamientos de
crianza ayuda a establecer esta alianza. La educación de un niño
refleja prácticas culturales, socioeconómicas y familiares. Es
importante respetar las notorias diferencias de esas prácticas.
Una buena idea consiste en considerar a los padres como
expertos en la atención de los padres y minimiza la probabilidad de
que descartes o ignoren su consejo.
La mayoría de los padres enfrenta muchos retos durante la
crianza de los hijos, por lo que los profesionales de la salud deben
brindarles apoyo, no juicios.
Los comentarios como “¿por qué no lo trajeron antes?” o “¡por
qué hicieron eso!” no mejoran la relación con los padres. Siempre se
aprecian las declaraciones que reconocen el duro trabajo de ser
padres y la validación de los éxitos.
Agendas Ocultas
Por último, tal y como ocurre con los adultos, es probable que la
molestia principal no se relaciones con la razón por la que el
padre llevó al niño.
La molestia puede servir como un “llamado de atención” o
puente hacia las preocupaciones que tal vez no parecieran
razones legítimas para buscar ayuda.
Intente crear una atmósfera abierta y de confianza que
permita a los padres expresar todas sus preocupaciones.
Formule preguntas facilitadoras, como las siguientes:

“¿Tienen alguna otra preocupación sobre Raúl que quisieran
tratar?”

“¿Qué esperaba que pudiera hacer por usted hoy?”

“¿Hay algo más que usted deseara decirme o preguntarme?”
BIBLIOGRAFÍA
Kliegman A. Behrman. Nelson Tratado de Pediatría.
Volumen 1. 15º Edición, pp.88-89
Lynn S. Bickley(2003). Bates Guía de exploración
física e historia Clínica. Vol. 2, 8va Ed. Pp. 53-55.