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Miguel-A.
“Cuento educativo”
Un inspector de educación visitó, por sorpresa, una escuela primaria.
En su recorrido observó algo que le llamó poderosamente la atención:
La maestra estaba atrincherada detrás de su escritorio, mientras los
alumnos promovían un gran desorden. El cuadro era caótico.
Decidió presentarse:
- Soy el inspector
educativo de turno.
Señorita, ¿tiene usted
algún problema?.
- ¡Estoy abrumada, señor!
No sé qué hacer con
estos chicos. No tengo
libros, ni siquiera
cuadernos. El Ministerio
no me manda material
didáctico. No tengo nada
nuevo que mostrar ni que
decir a los niños.
El inspector, que era un
experto docente, vio un
corcho en el
desordenado
escritorio. Lo tomó, y,
con aplomo, se dirigió
a los chicos:
- ¿Qué es esto?.
- ¡Un corcho, señor! gritó un alumno,
sorprendido.
- ¡Bien! ¿De dónde sale
el corcho?.
- ¡De la botella, señor!.
Lo coloca una máquina
-respondió el niño.
- ¡No! Del alcornoque,
de un árbol... de la
madera -contestó,
animosa, una niña.
- ¿Y qué se puede hacer con madera?, -continuaba, entusiasmado.
- Sillas..., una mesa..., un barco...
- ¡Bien!, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en
la pizarra, y coloca el puerto más cercano para el barquito? Escriban a
qué provincia pertenece el puerto. ¿Y cuál es otro puerto cercano? ¿A
qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que naciera allí? ¿Qué
produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de ese lugar?.
Y el docente siguió con
una lección de geografía,
de historia, de música,
economía, literatura,
religión, etc.
La maestra quedó
impresionada. Al terminar
la clase, le dijo,
conmovida:
- Señor, nunca olvidaré lo
que me ha enseñado hoy.
¡Muchas gracias!.
Pasó el tiempo.
El inspector volvió a la
escuela, y buscó a la
maestra. Estaba otra vez
acurrucada detrás de su
escritorio. Los alumnos, de
nuevo, habían vuelto al
desorden total.
- Señorita, ¿qué ha pasado?
¿No se acuerda de mí?.
- ¡Sí, señor! ¡Cómo podría
olvidarme de usted! ¡Qué
suerte que haya regresado!.
¡No encuentro el corcho!
¿Dónde lo dejó?.
Todos somos alumnos en esta
gran escuela, que es la vida.
Sin embargo, usamos poco la
imaginación. Y por ello,
vivimos a medias, buscando
estímulos en cosas, personas,
o lugares, que sólo nos
ayudan a perder el tiempo,
pero pocas veces nos hacen
crecer, o nos iluminan.
Así, cuando sentimos hastío, y
estamos cansados, o
deprimidos, nos aferramos a
excusas: que no tengo
dinero... que no tengo tiempo...
que no sé qué hacer... Y de
excusa en excusa, seguimos
esperando a que alguien cree
la fórmula mágica que nos
haga sentir y nos estimule.
Debemos dar paso a nuestra creatividad, y dejar que nuestra
imaginación despierte, y nos dé las respuestas. Imaginar es como
soñar despierto... es transformar con la mente lo que, a primera vista,
nos parece que no es modificable.
La vida nos regala diariamente pequeños instantes para ser grandes
artistas. La creatividad despierta el poder que duerme en nuestra
imaginación. La clave es crear y despertar ese poder.