Download augusto era en

Document related concepts

Eucaristía wikipedia , lookup

Hostia wikipedia , lookup

Transubstanciación wikipedia , lookup

Milagro de Lanciano wikipedia , lookup

Adoración eucarística wikipedia , lookup

Transcript
Desde siempre la Iglesia entera, a través de
todos los siglos, ha creído esta gran verdad:
que por
estas
palabras:
“Tomad y
comed…”
está
verdaderamente el
Cuerpo y la
Sangre de
Cristo, que
nos da su
amor, su
paz.
San Juan Crisóstomo dice
sobre las palabras de Jesús:
«Su palabra es indefectible,
mientras
que
nuestros
sentidos se dejan engañar
fácilmente. Él ha dicho: «Esto
es mi cuerpo... Aceptemos y
creamos. Muchos nos dicen:
«¡Querría ver su cuerpo, su
alma,
sus
vestidos,
su
calzado! Pero helo aquí, tú lo
ves, lo tocas, lo comes. Tu
deseas sólo ver sus vestidos:
pero él mismo se te da a ti no
sólo para ser visto, sino para
que tú lo toques, lo comas y lo
recibas en ti».
Decimos que su
presencia es real, no
como si fuese la única
presencia. Jesús está
también en los pobres,
en los enfermos, en los
que oran, en los otros
sacramentos. Por eso
el estar “realmente” en
la Eucaristía no es de
forma exclusiva sino
por excelencia:
totalmente presente.
Así ya lo entendía san
Pablo cuando decía:
“Quien come el pan y
bebe el cáliz del Señor
indignamente, es reo del
cuerpo y la sangre de
Cristo”. Nos dice que ahí
está verdaderamente el
Cuerpo y la Sangre del
Señor. Parece ser que
algunos se sentían ya
seguros por el hecho de
recibir materialmente la
comunión. San Pablo
recuerda que hay que
recibirle dignamente.
Todo el culto católico,
toda la liturgia y toda la
vida de la Iglesia está
íntima y
perpetuamente
entrelazada con esta
gran verdad, de modo
que sin la presencia
real de Jesucristo en la
Eucaristía toda la vida
de la Iglesia habría
sido un sueño, una
fantasía y un absurdo.
Hay muchos testimonios en los
escritos de los santos Padres.
San Ignacio de Antioquía, por el
año 107, les decía a los fieles de
Filadelfia: «Tened, pues, buen
cuidado de no celebrar más que
una sola eucaristía, porque una
sola es la carne de nuestro
Señor Jesucristo, y uno solo el
cáliz para la reunión de su
sangre, y uno solo el altar, y de
la misma manera hay un solo
obispo con los presbíteros y
diáconos». Y lo decía porque ya
algunos se separaban de la
Iglesia por no ser fieles a la
presencia real de Cristo.
Por aquel tiempo
estaban en contra los
docetas, llamados así
porque todo lo relativo
a Jesucristo decían
que era apariencia, no
realidad. Contra estos
y otros herejes se
distinguieron: San
Ireneo, principalmente
en su obra “Contra los
herejes”. Luego san
Justino, Tertuliano,
san Cipriano, san
Efrén.
San Cirilo de Jerusalén preguntaba: “¿Quién se atreverá
a dudar?” Pues siempre había algunos demasiado
“atrevidos”. Después san Agustín reúne las tendencias
opuestas a la verdadera fe para refutarlas.
Nos invita a
adorar a
Cristo en la
Eucaristía,
porque está
realmente
presente.
Nosotros podemos dar el testimonio de fe, cuando
después de la consagración se nos diga: “Este es el
sacramento de nuestra fe”. Y podamos decir llenos de
entusiasmo:
Automático
Ven,
Señor
Jesús.
Hacer CLICK
Pero cuando más claro
ha expuesto la Iglesia la
verdad de la presencia
eucarística de Jesús es
cuando ha habido
herejías que se han
propagado, como fue en
la Edad Media. En el
siglo XI Berengario,
sacerdote, decía que en
la Eucaristía estaba
Jesús sólo en espíritu.
Era un hombre
inteligente que
convenció a muchos
con su teoría.
Entonces la Iglesia,
especialmente los teólogos
estudiaron más
profundamente lo referente
a este augusto sacramento.
De una manera especial, ya
en el siglo 13, la presencia
de Jesús se hizo más
popular con la fiesta del
“Corpus” y con los himnos
de santo Tomás de Aquino
como el Tantum ergo. La
definición plena del dogma
vendría con el concilio de
Trento.
La proclamación
de la presencia
real de
Jesucristo en la
Eucaristía en el
concilio de
Trento fue el año
1551. La ocasión
fue que gran
parte de los
protestantes
negaban esta
presencia de
Jesús.
No eran todos los protestantes: Lutero no lo negó. Así
que el concilio que se había reunidos unos años antes,
trató todo lo referente a la Eucaristía.
Dice así el concilio de
Trento: Can. 4. Si alguno
dijere que, acabada la
consagración, no está el
cuerpo y la sangre de
nuestro Señor Jesucristo
en el admirable sacramento
de la Eucaristía, sino sólo
en el uso, al ser recibido,
pero no antes o después, y
que en las hostias o
partículas consagradas que
sobran o se reservan
después de la comunión,
no permanece el verdadero
cuerpo del Señor, sea
anatema.
Hay algunos
que comparan
la presencia de
Cristo en la
Eucaristía
como cuando
Jesús dijo que
estaría en los
pobres. Pero
no es igual:
En la Eucaristía está de forma más real y más esencial.
Por todo ello nosotros tenemos que hacer este acto
profundo de fe creyendo lo que no vemos, pero creyendo
en la palabra infalible de Jesucristo y de su Iglesia
depositaria de las verdades de la fe.
Cuando Jesús
instituyó la
Eucaristía no
dijo: Esto
significa mi
cuerpo, sino:
esto es mi
cuerpo. Y cuando
dijo: “esta es mi
sangre”, no era
como en los
sacrificios del
Ant. Testamento,
a los que estaban acostumbrados los apóstoles, donde la
sangre de animales era símbolo de otra inmensamente
superior. Los apóstoles lo entendieron en sentido real.
Esto lo debemos tener
en cuenta, pues los
apóstoles no eran
hombres raros, que
vieran en todo
símbolos, sino eran
hombres sanos y
sencillos,
acostumbrados a ver la
realidad de las cosas
que se ofrecen o se
están presentando.
Y eso es lo que Dios quiere de nosotros: que veamos en
el Santísimo sacramento al Señor que está con nosotros
de una manera más real que en otras presencias.
Automático
su
palabra
es
camino
y
verdad,
Por
nosotros,
camino;
por
nosotros,
verdad.
Él con
nosotros
está.
como hijos
que
comparten
su pan,
Con
nosotros
está el
Señor,
con
nosotros.
su
palabra
es
camino
y verdad,
Hacer CLICK
En la historia de la Iglesia se han producido muchos
milagros verdaderos que manifiestan esta gran verdad de
la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Si no nos
convencen mucho las palabras de la Iglesia y de los
santos Padres, tenemos estas realidades vivientes.
Milagro de Lanciano. Es el milagro más antiguo
científicamente comprobado y es además un milagro
permanente. Era por el año 750 cuando un sacerdote
dudaba sobre la presencia real en la Eucaristía y le
pedía luz a Dios de una manera muy confiada. Vio que
la hostia se convertía en carne
y el vino en sangre.
Lo extraordinario es que,
después de más de 1200
años, aquello es carne
científicamente
comprobado varias veces.
Y la sangre es verdadera
sangre, aunque coagulada.
Es carne del corazón y
pertenece al mismo tipo
sanguíneo que la sangre:
AB, que es lo más normal
en tierras de Jesús. Aunque
parece seco, claramente
está vivo. De los cinco
coágulos de la sangre, pesa
lo mismo uno solo que los
cinco juntos.
Milagro de Daroca, provincia de Zaragoza en España.
Era el año 1239. Estaban en guerra los moros y
cristianos. Los jefes cristianos pensaban comulgar. Por
ello el sacerdote estaba diciendo misa con las formas
precisas. Vinieron los moros y el sacerdote envolvió las
seis formas ya consagradas en los corporales y las
escondió entre piedras.
Cuando después de una batalla vinieron los capitanes a
comulgar, las formas se habían convertido en carne que
estaba pegada a los corporales. Puestos estos
corporales como estandarte, les dio mayor vigor. Siguen
permanentes las formas hechas carne, que analizada es
carne humana. – Es un milagro permanente de Cristo en
la Eucaristía.
Milagro de Bolsena. Bolsena es una pequeña ciudad,
cercana a Orvieto, en el centro de Italia.
En 1264, un sacerdote de
Praga, dudoso de la presencia
de Jesús en la Eucaristía, viajó
a Roma buscando aumento de
su fe. Al regreso, todavía
dudando, celebraba misa en
Bolsena. Al partir la forma
comenzó a caer sangre en los
corporales. El sacerdote
recogió sobre el cáliz la tela
con la sangre, cayéndose
algunas gotas en el mármol
donde aún permanecen. Lo
guardó y se fue a Orvieto a
decírselo al papa que estaba allí.
El papa pidió al obispo de Bolsena que lo investigase.
Lo hizo por medio de san Buenaventura, que era de esa
región. Reconocida la veracidad del milagro, el obispo lo
llevó a Orvieto, siendo recibido solemnemente por el
papa. Hoy día se conservan los corporales con la
sangre, que es adorada y sale en procesión el día del
Corpus, fiesta instituida por el papa al año siguiente.
El 6 de Junio de 1453 se produjo el de Turín. Habían
robado sacrílegamente la custodia de oro con la forma
consagrada. Iba el saco con lo robado a lomos de mula
hasta que, al llegar a la plaza, se paró el animal, que no
se levantaba con los golpes. Se reunió la gente. La
custodia se elevó en el aire hasta que llegó el Sr. obispo
con un cáliz al que la forma sola bajó lentamente.
Hubo un milagro bonito en la
población de Moncada,
cerca de Valencia, España.
Era el año 1343. Había un
sacerdote que dudaba de la
presencia real de Cristo,
porque dudaba sobre todo de
la validez de su propia
ordenación sacerdotal. Dios
le quiso ayudar a través de
una niña de 5 años que,
estando con su madre vio un
Niño muy bonito cuando el
sacerdote consagró la forma.
La niña se lo dijo a su madre
y ésta al sacerdote.
El sacerdote pensó que la
niña debía volver a la misa el
día siguiente. También vio al
Niño hermoso. El sacerdote
les dijo que volvieran un día
más. Ese día puso tres
formas, de las que consagró
dos; una era para su
comunión. Después
preguntó a la niña si veía al
Niño en las otras dos formas.
Ella mirando a la consagrada
dijo: En ésta sí le veo muy
hermoso. En la otro no veo
nada.
Muchos
milagros ha
habido y
algunos
modernos, que
podemos
constatar, con
los que Dios
quiere reforzar
nuestra quizá
débil fe.
Uno de los milagros grandes de la Eucaristía es la misma
vida de la Iglesia. Si Jesús no estuviera presente en la
Eucaristía, no se podría explicar la propagación de la
Iglesia por el mundo y durante todo el tiempo, a pesar de
tantas dificultades y persecuciones. Y no sólo
propagación sino santidad.
Si Jesús no
estuviera realmente
presente en la
Eucaristía, no se
podrían explicar
tantas horas de
oración, y muchas
de rodillas, de
muchas personas
que sienten crecer
su espíritu para
seguir haciendo el
bien y llegar al
heroísmo constante.
Todo esto es para
reafirmar que Cristo
está realmente presente
entre nosotros. Esta
realidad es tan
grandiosa que ha hecho
muchos santos y ha
sido una fuente
inmensa de gracias para
la humanidad. Sabemos
que está en el cielo, en
la naturaleza, en la
comunidad; pero la
Eucaristía es algo muy
especial.
Que nosotros también sintamos esta presencia de
Jesús en la Eucaristía. Será un aliento en nuestra vida,
como un oasis floreciente en nuestro caminar por el
desierto de nuestro vivir. Lo importante es saber que Él,
el Amor, está aquí, está con nosotros.
Aunque
mis
ojos no
te
puedan
ver,
Automático
te
puedo
sentir.
Aunque
mis
manos no
puedan
tocar
tu rostro,
Señor,
Tú
estás
aquí, tú
estás
aquí.
Mi
corazón
puede
mirar tu
hermosura.
Tú estás
aquí, tú
estás
aquí.
Puedo
sentir,
tu gran
amor.
Tú
estás
aquí, tú
estás
aquí.
Acompañado
por
María, la
Madre.
AMÉN