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Transcript
Dios, movido por su bondad, creó libremente el
mundo y al hombre a su imagen y semejanza.
Dios elevó al hombre a participar de la vida divina. Esa
participación sería no sólo un don sino premio al
esfuerzo del mismo hombre. Para ello Dios le dio algo
maravilloso, que es la libertad.
Esa
participación
de la vida de
Dios,
comenzada
en esta vida
y colmada en
la eternidad,
es el “Reino
de Dios”.
Muchos hombres
se apartaron del
plan de Dios. Sin
embargo Dios no
abandonó a la
humanidad sino
que estableció un
plan de salvación
por medio de
Jesucristo.
El hombre,
que es como
el centro del
universo, con
un destino
maravilloso,
es un ser
sociable.
Por eso no sólo debe lograr la propia salvación, sino
trabajar para la salvación de los demás hombres. “Fue
voluntad de Dios santificar y salvar a los hombres, no
aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros,
sino constituyendo un pueblo” (Lumen gentium).
Por ello, además de la gracia de Dios, el ser humano
necesita unirse en grupo para buscar el “Reino de
Dios”. De aquí viene el sentido de “Iglesia”. La Iglesia
es el signo y el instrumento instituído por Dios para la
unión íntima de los hombres con Dios y para la unión de
todo el género humano.
Es "el
germen y el
comienzo
de este
Reino“ aquí
en la tierra.
La palabra “Iglesia” desde antiguo significaba una
asamblea o reunión de ciudadanos congregados en
razón de una convocatoria pública. A veces en los
salmos se refiere a la reunión de Israel o pueblo de
Dios. De aquí que en el N. Testamento significase la
reunión de los cristianos.
La “Iglesia Católica” es la sociedad o congregación de
todos los bautizados que, viviendo en la tierra, profesan
la misma fe y ley de Cristo, participan de los mismos
sacramentos y obedecen a los legítimos pastores,
principalmente al Romano Pontífice.
La Iglesia no es una organización que surge a partir de
proyectos y acuerdos humanos, sino que viene de Dios
por Cristo: «No sois vosotros los que me habéis elegido,
soy yo quien os ha elegido» (Jn 15,16). Como
sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo.
Ella es
asumida por
Cristo "como
instrumento
de redención
universal"
(LG 9).
La Iglesia es misterio.
Indica que su realidad
trasciende a la institución
visible y desborda las
capacidades humanas de
comprender y de decir. “En
ella lo humano está
ordenado y subordinado a
lo divino , lo visible a lo
invisible y lo presente a la
ciudad futura que
esperamos” (C Vat.II). No
es una mera yuxtaposición
entre la comunidad
espiritual y la institución
social. Ambas se
compenetran.
El misterio de la Iglesia
sólo encuentra punto
adecuado de semejanza
en el misterio del Verbo
de Dios encarnado . Si
su santísima humanidad
sirvió a Jesús de
instrumento de
redención universal,
análogamente Dios se
sirve de los elementos
visibles de la Iglesia a
modo de instrumentos
para la salvación de los
hombres.
No es lo
mismo
Iglesia que
Reino de
Dios.
Sin embargo: “El Reino no puede ser separado de la
Iglesia. Ciertamente ésta no es fin para sí misma, ya que
está ordenada al Reino de Dios, del cual es germen,
signo e instrumento. Sin embargo, a la vez que se
distingue de Cristo y del Reino, está indisolublemente
unida a ambos” ( Redemptoris Missio 18 ).
Dios ha querido salvar a los hombres mediante una
sociedad depositaria de toda su doctrina y de los
demás medios de salvación que quiso dar a los
hombres. Pero como la Iglesia es misterio, para
explicar algo sobre su esencia, nos valemos de las
imágenes que trae la Sagrada Escritura y que ponen de
relieve algunos aspectos de su misterio.
La Iglesia se
considera
preparada en
el Antiguo
Testamento:
Después del pecado original está la promesa de un
redentor descendiente de Eva. Especialmente por las
imágenes ligadas al Pueblo de Dios como la Alianza de
Dios hecha con Noé.
La alianza con Abraham es más concreta: promete
hacerle padre de un gran pueblo. Por la alianza con
Moisés, Israel se convierte en el “Pueblo de Dios”.
Pero Israel fue infiel a sus promesas: los profetas
anuncian un pacto nuevo y eterno. Nueva Alianza
sellada con la Sangre de Cristo, definitiva y perfecta,
que sería el “ nuevo Pueblo de Dios”.
El Pueblo de
Dios tiene
características
que le distinguen
claramente de
todos los grupos
religiosos,
étnicos, políticos
o culturales de la
Historia:
1– Es Pueblo de Dios: Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido
para sí un pueblo de aquellos que antes no eran
un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real,
una nación santa" (1 P 2, 9).
2- Se llega a ser
miembro de este
cuerpo no por el
nacimiento físico,
sino por el
"nacimiento de
arriba", "del agua y
del Espíritu" (Jn 3,
3-5), es decir, por
la fe en Cristo y el
Bautismo.
3- Este pueblo
tiene por jefe
(cabeza) a Jesús
el Cristo (Ungido,
Mesías): porque
la misma
unción, el
Espíritu Santo,
fluye desde la
Cabeza al
Cuerpo: es "el
Pueblo
mesiánico".
4- "Su ley,
es el
mandamiento
nuevo:
amar como el mismo Cristo mismo nos amó
(Cf. Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva" del
Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).
5– Su misión es
ser la sal de la
tierra y la luz del
mundo (Cf. Mt 5,
13-16). "Es un
germen muy
seguro de unidad,
de esperanza y de
salvación para
todo el género
humano".
6- "Su destino es
el Reino de Dios,
que él mismo
comenzó en este
mundo, que ha de
ser
extendido hasta
que él mismo lo
lleve también a
su perfección"
(LG 9).
La Iglesia
es un
pueblo
sacerdotal,
profético y
real.
1- "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los
hombres, ha hecho del nuevo pueblo “un reino de
sacerdotes para Dios, su Padre”. Los bautizados, en
efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del
Espíritu Santo, quedan consagrados como casa
espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).
"El pueblo santo de Dios participa también del carácter
profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido
sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y
jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe
transmitida a los santos de una vez para siempre" (LG 12)
y profundiza en su comprensión y se hace testigo de
Cristo en medio de este mundo.
3- El Pueblo de Dios
participa, por último, en la
función regia de Cristo".
Cristo ejerce su realeza
atrayendo a sí a todos los
hombres por su muerte y su
resurrección (Cf. Jn 12, 32).
Cristo, Rey y Señor del
universo, se hizo el servidor
de todos, no habiendo
"venido a ser
servido, sino a servir y dar su
vida en rescate por muchos"
(Mt 20, 28). Para el cristiano,
"servir es reinar"
particularmente "en los
pobres y en los que sufren“.
Una imagen que nos
da el Nuevo
Testamento está
sacada de la vida
pastoril: redil, grey,
ovejas. En esta imagen
importa mucho resaltar
el papel de Jesucristo.
No sólo porque es el
guía, el pastor, sino
que es también la
puerta por donde tiene
que pasar la grey.
Este rebaño de Jesús, que es el “pueblo de
Dios”, no es algo irracional o aislado de Jesús,
sino que es su “Cuerpo místico”, del cual Cristo
es la cabeza.
Sobre esta imagen de
Cuerpo Místico de
Cristo ya hablaba san
Pablo en sus cartas.
La Iglesia es un
organismo espiritual,
no reducible a sus
solas estructuras
visibles. Está
alentado por un alma,
el Espíritu Santo, y
dirigido por su
cabeza, que es Cristo.
Los miembros son
los fieles
cristianos: se unen
con la cabeza y
entre sí por medio
del bautismo y se
fortalecen por la
recepción de la
Eucaristía y de los
otros sacramentos.
Se unen entre sí
por la caridad.
Cristo y la Iglesia forman el “Cristo total” (San
Agustín).
Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su
vida, les reveló el misterio del Reino, les dio parte en su
misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla
de una comunión todavía más íntima entre él y los que le
sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros...
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5).
Otra imagen que nos da
el Nuevo Testamento
sobre la Iglesia está
tomada de la
construcción: morada,
piedra, templo. “Muchas
veces a la Iglesia se la
llama construcción de
Dios (1 Co 3, 9). El Señor
mismo se comparó a la
piedra que desecharon
los constructores, pero
que se convirtió en la
piedra angular (Mt 21, 42
Es un edificio
vivo, del cual
nosotros
somos o
debemos ser
las “piedras
vivas”.
Automático
Pueblo reunido,
Renacidos
del
bautismo,
fuente
de la
salvación.
somos
la
Iglesia
de
Dios.
Somos piedras vivas,
Pueblo reunido, viña de elección.
Hacer CLICK
Cuando Jesús fundó la Iglesia, prometió la responsabilidad principal a san Pedro con el símbolo de la
edificación: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia”; “Las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella”: durará por siempre y nada podrá destruirla.
“Te daré las
llaves del
reino de los
cielos”:
será
gobernada
por Pedro
como
vicario de
Cristo en la
tierra.
"Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó
realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día
de Pentecostés para que santificara continuamente a la
Iglesia" (LG 4).
Lo que el alma
es para el
cuerpo del
hombre, lo es
el Espíritu
Santo para el
cuerpo de
Cristo, o sea, la
Iglesia”.
Desde ese momento la Iglesia se manifestó al mundo y
comenzó su actividad pública en la historia. La Iglesia,
por su misma naturaleza es misionera enviada por
Cristo a todas las naciones para hacer de ellas
discípulos suyos (Cf. Mt 28, 19-20).
Jesucristo
fundó la
Iglesia
para
perpetuar
en la
historia su
misión.
La Iglesia es “sacramento universal de salvación”. Es
signo eficaz y real de la acción redentora de Cristo entre
todos los hombres hasta el final de los siglos. Es
inalterable. Es decir, el hombre no lo puede cambiar y
Dios no muda sus planes eternos.
Otras imágenes que nos trae el Nuevo Testamento son
las referentes a la realidad agrícola; campo, olivo, viña.
"La Iglesia es labranza o
campo de Dios (1 Co 3, 9).
El labrador del cielo la
plantó como viña selecta
(Mt 21, 33-43). La
verdadera vid es Cristo,
que da vida y
fecundidad a los
sarmientos, es decir, a
nosotros, que
permanecemos en él por
medio de la Iglesia y que
sin él no podemos hacer
nada (Jn 15, 1-5)".
Otra
imagen
se basa
en la
vida
familiar:
esposa,
madre,
familia.
Cristo es el corazón mismo de esta reunión de
los hombres como "familia de Dios".
Llamamos a la Iglesia esposa de Cristo porque el mismo
Señor se definió a sí mismo como “el esposo” (Mc 2,
19), que ama a la Iglesia uniéndola a sí con una Alianza
eterna.
Cristo se ha
entregado por
ella para
purificarla con
su sangre,
“santificarla”
(Ef 5, 26) y
hacerla Madre
fecunda de
todos los hijos
de Dios.
Mientras el
término “cuerpo”
manifiesta la
unidad de la
“cabeza” con los
miembros, el
término “esposa”
acentúa la
distinción de
ambos en la
relación personal.
“La Iglesia sólo
logrará su plenitud
consumada en la
gloria del cielo,
cuando llegue el
tiempo de la
restauración de todas
las cosas y cuando,
junto con el género
humano, también la
creación entera
quede perfectamente
renovada en Cristo ”
(Lumen gentium 48).
Hasta ese día "la Iglesia avanza en su peregrinación a
través de las persecuciones del mundo y de los
consuelos de Dios" (San Agustín). Aquí abajo, ella se
sabe en exilio, lejos del Señor y aspira al
advenimiento pleno del Reino.
En cada
siglo los
enemigos de
la Iglesia
Católica
anuncian su
inminente
desaparición
Sin embargo han pasado 2000 años. Todo imperio se ha
derrumbado pero la Iglesia Católica sigue siendo la
misma madre con más de 1.200 millones de hijos e hijas,
más de 420.000 sacerdotes y más de 5.000 obispos.
Hoy la Iglesia es perseguida, despreciada y difamada por
todas partes. Pero su autoridad moral sigue siendo un
faro de luz inextinguible que puede ser odiado pero no
ignorado. La sucesión de Pedro jamás se ha roto. El Papa
sigue gobernando a la Iglesia y los católicos por todo el
mundo siguen unidos en comunión con él.
Todo
esto solo
puede
ser obra
de Dios.
La Iglesia no puede
faltar o desaparecer,
no sólo en el sentido
de perseverancia en el
tiempo, sino en el de
ser tal y como Cristo
la ha querido y
fundado, hasta el final
de los siglos . Esta
verdad se basa en dos
promesas de Jesús:
“las puertas del
infierno no prevalecerán contra Ella”, “Yo
estaré con vosotros
todos los días hasta el
fin del mundo”.
María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia
La Virgen María
precede a la Iglesia,
porque su
concepción
inmaculada es el
primer acto
redentor de Cristo,
y su fe y obediencia
libre son requisitos
previos para la
entrada de Jesús
en el mundo .
El 21.XI.1964, Pablo VI
proclamó a María “Madre
de la Iglesia”. En su
discurso de clausura de la
tercera sesión del Concilio
Vaticano II afirmó: “Por ser
Madre de Aquel que desde
el primer instante de la
encarnación en su seno
virginal se constituyó en
Cabeza de su Cuerpo
Místico que es la Iglesia,
María, como Madre de
Cristo, es también Madre de
los fieles y de los pastores,
es decir, de la Iglesia”.
La Bienaventurada
Virgen María es Madre
de la Iglesia en el orden
de la gracia, porque ha
dado a luz a Jesús, el
Hijo de Dios, Cabeza
del Cuerpo que es la
Iglesia. Jesús,
agonizante en la cruz,
la dio como madre al
discípulo con estas
palabras: “Ahí tienes a
tu madre” (Jn 19, 27).
¿Cómo ayuda la Virgen María a la Iglesia?
Después de la Ascensión de su Hijo, la Virgen María
ayudó con su oración en los comienzos de la Iglesia.
Especialmente en los días anteriores a Pentecostés.
Después de su Asunción al
cielo, ella continúa
intercediendo por sus
hijos, siendo para todos un
modelo de fe y de caridad y
ejerciendo sobre ellos un
influjo salvífico, que mana
de la sobreabundancia de
los méritos de Cristo. Los
fieles ven en María una
imagen y un anticipo de la
resurrección que les
espera, y la invocan como
abogada, auxiliadora,
socorro y mediadora.
A la Virgen María se le rinde un culto singular, que se
diferencia esencialmente del culto de adoración, que se
rinde sólo a la Santísima Trinidad. Este culto de
especial veneración encuentra su particular expresión
en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y
en la oración mariana, como el santo Rosario,
compendio de todo el Evangelio.
Contemplando a
María, la toda
santa, ya
glorificada en
cuerpo y alma, la
Iglesia ve en ella lo
que la propia
Iglesia está llamada
a ser sobre la tierra
y aquello que será
en la patria
celestial.
Terminamos
pidiendo a María,
la Madre de la
Iglesia, que nos
enseñe a amar,
para vivir y gozar
en los bienes de
la Iglesia.
Tu, la
madre de
la Iglesia,
ven,
ayúdanos.
Automático
Enseñaste a caminar a tu hijo Dios.
Madre
del amor
hermoso,
madre
virginal,
todo el
cielo
floreció
en tu
corazón.
Madre,
enséñanos
a amar.
María,
madre,
enséñanos:
Amar
al hijo,
amar
a Dios.
En ti es
siempre
un
mismo
amor.
En ti es
siempre
un
mismo
amor.
AMÉN