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“Himno Nacional de México”
Himno Nacional de México
Coro
Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón;
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañon.
I
Ciña ¡oh patria! tus sienes de oliva
De la Paz el arcángel divino,
Que en el cielo tu eterno destino
Por el dedo de Dios se escribío.
Mas si osare un extraño enemigo
Profanar con su planta tu suelo,
Piensa ¡oh patria querida! que el cielo
Un soldado en cada hijo te dío.
Coro
II
En sangrientos combates los viste,
por tu amor palpitando sus senos,
arrostrar la metralla serenos,
y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas
de tus hijos inflama la mente,
los laureles del triunfo tu frente
volverán inmortales a ornar.
Coro
III
Como al golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el ondo torrente,
la discordia vencida, impotente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos;
solo encuentre el acero en sus manos
quién tu nombre sagrado insultó.
Coro
IV
Del guerrero inmortal de Zempoala
te defiende la espada terrible,
y sostiene su brazo invencible
tu sagrado pendón tricolor.
El sera del feliz mexicano,
en la paz y en la guerra el caudillo,
porq' él supo sus armas de brillo
circundar en los campos de honor.
Coro
V
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
De la patria manchar los blasones!
¡Guerra, guerra! Los patrios pendones
En las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! En el monte, en el valle
Los cañones horrísonos truenen
Y los ecos sonoros resuenen
Con las voces de ¡Unión! -¡Libertad!
Coro
VI
Antes, patria, que inermes tus hijos
Bajo el yugo su cuello dobleguen,
Tus campiñas con sangre se rieguen,
Sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
Se derrumben con hórrido estruendo,
Y sus ruinas existan diciendo:
De mil héroes la patria aquí fue.
Coro
VII
Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera
!Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra;
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid.
Coro
VII
Vuelva altivo a los patrios hogares
el guerrero a contar su victoria,
ostentando las palmas de gloria
q' supiera en la lid conquistar
Tornaránse sus lauros sangrientos
en guirnaldas de mirtos y rosas,
q' el amor de las hijas y esposas
también sabe a los bravos premirar
.
Coro
VIII
Y el q' al golpe de ardiente metralla
de la Patria en las aras sucumba,
obtendrá en recompensa una tumba
donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
a su espada sangrienta enlazada,
de laurel inmortal coronada
formará de su fosa la cruz.
Coro
IX
¡Patria! ¡patria! Tus hijos te juran
Exhalar en tus aras su aliento,
Si el clarín con su bélico acento
Los convoca a lidiar con valor.
¡Para tí las guirnaldas de oliva!
¡Un recuerdo para ellos de gloria!
¡Un laurel para ti de victoria!
¡Un sepulcro para ellos de honor!
Si lees lo que viene
a continuacióncuando tengas
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uno de los milagros
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LA VIRGEN DE GUADALUPE
En el siglo XVI, diez años después de la conquista de México por Hernán Cortés, acontecieron unos hechos
maravillosos, cuyos efectos aún perduran en la actualidad.
La Santísima Virgen María se apareció a un indígena y dejó como testimonio de su venida una imagen de si
misma.
Al identificarse, María usó la palabra náhualtl -Coatlallope-; un sustantivo compuesto formado por -coatl =
serpiente-, la preposición -a- y -llope = aplastar-; es decir: -la que aplasta la serpiente-.
Esta palabra -Coatlallope- sonó a los oídos de los de los monjes cristianos como un eco de Guadalupe, un
antiguo santuario mariano de Extremadura, en España.
La Iglesia afirma que no es un dogma de fe, que el católico que no crea en esta aparición no por eso deja de
ser católico. Es decir, se trata de un acto de fe y eso es lo que mantiene viva la veneración a la Virgen
Morena. mariana, e incluso se acordarán de esta cita bíblica:
Muchos se negarán a creer en cualquier tipo de aparición
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos los conoceréis”
Y los frutos de la Virgen de Guadalupe son espectaculares.
Es indudable el inmenso efecto que supuso en la cristianización de toda la población indígena de
México. En muy poco tiempo, unos nueve millones de indígenas abandonaron sus ancestrales prácticas
paganas, con sacrificios humanos incluídos, y se convirtieron al cristianismo. Esto ya supuso en si
mismo un logro espectacular. Hay que tener en cuenta que la religión azteca era extremadamente cruel.
Cada año eran sacrificados a sus sanguinarios dioses no menos de veinte mil hombres, mujeres y
niños. Y en ciertas ocasiones especiales, estas cifras se multiplicaban horriblemente. Por ejemplo, en
1487, durante la consagración de un nuevo templo en Tenochtitlán ochenta mil cautivos fueron
masacrados y ofrecidos en hecatombe a esos dioses paganos sedientos de sangre en una auténtica
orgía sangrienta que se alargó durante cuatro días.
¿Que provocó esta súbita conversión masiva sin precedentes históricos?
Es simplemente imposible describir las innumerables gracias particulares recibidas
por los fieles que todos los años peregrinan al santuario de la Virgen. Ya desde los
primeros momentos de la aparición, surgió una espectacular riada de peregrinos
hacia Tepeyac. Actualmente más de cuatro millones de fieles peregrinan cada año al
Santuario. Y el hecho de que este inmenso flujo humano perdure casi 500 años
después resulta en si mismo un acontecimiento extraordinario.
Incluso actualmente, la Virgen de Guadalupe parece seguir ayudando a mantener la
ortodoxia cristiana en México, uno de los países más católicos del mundo, frente a la
proliferación de innumerables sectas heréticas y destructivas que se extienden como
una plaga por toda latinoamérica. Por poner un ejemplo, mientras en México la
población católica supera el 90%, en la vecina Guatemala un maremágnum de
sectas y de muy variados grupúsculos religiosos de todo tipo llegados
principalmente de los Estados Unidos ya han apartado del catolicismo al 40% de la
población.
HISTORIA DE LAS APARICIONES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indígena llamado Juan Diego, iba muy de
madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a clase de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto
al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan Dieguito".
Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras
muy amables y atentas le dijo: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero
Dios, por Quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor,
compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en
Mí confíen. Vas donde el Señor Obispo y le manifiestas que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu
esfuerzo".
"Ten seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré. Vas a merecer que yo te recompense el trabajo y fatiga con que procuras
hacer lo que te encomiendo".
Él se arrodilló y le dijo: "Señora mía, voy corriendo a cumplir lo que me has mandado. Yo soy tu humilde siervo". Y se fue de
prisa a la ciudad y en derechura al Palacio del Obispo que era Fray Juan de Zumárraga, religioso franciscano.
Cuando el obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente le dijo: "Otro día vendrás y te oiré
despacio".
Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y
encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo: "Señora, la más
pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Sr. Obispo, pero pareció que no lo tuvo por cierto. Comprendí por la
respuesta que me dio, que pensó que quizás es una invención mía que Tú quieres que te hagan aquí un templo, y que eso no
es una orden tuya. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de los principales que le lleve tu mensaje para que le crean,
porque yo soy un pobre hombrecillo, el último de todos. Perdóname que te cause esta gran pesadumbre, Señora y Dueña
Mía".
Ella le respondió: "Oye, hijo mío, el más pequeñito, es preciso que tú mismo solicites y ayudes a que con tu mediación se
cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y aún te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Sr. Obispo. Dile que yo en
persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber mi voluntad: que deben hacer aquí el templo
que les pido".
Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para que se
pudiera creer que sí era cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió.
El lunes Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora, porque su tío Bernardino se puso muy grave y le
rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del Tepeyac para que no lo
detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más pronto a la capital. Más Ella le salió al encuentro en el camino por donde
iba y le dijo: "Ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que no es tan importante lo que te asusta y aflige. No se entristezca tu
corazón ni te llenes de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección? No te
aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano. Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás
distintas flores. Córtalas y tráelas".
Juan Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un
tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana
blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo. Ella le dijo: "Hijo mío, esta es la prueba que
llevarás de parte mía al Sr. Obispo. Te considero mi embajador, muy digno de mi confianza. Ahora te ordeno que sólo delante
del Sr. Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás todo lo que viste y admiraste para que puedas inducir
al prelado, con objeto de que se construya el templo que he pedido".
Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del obispo le dijo: "Señor, hice lo que
me mandaste hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me despachó a la cumbre del cerro y me mandó cortar
allá unas rosas y me dijo que te las trajera. Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas su voluntad.
Helas aquí".
Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en
ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el templo de
Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Sr. Obispo y todos los que allí estaban se arrodillaron llenos de admiración. El
prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción
al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Señora del
Cielo.
La ciudad entera se conmovió y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración y le pusieron por nombre la Virgen
de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino que estaba muy
grave. El Sr. Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío que estaba muy contento y que
nada le dolía. Y supieron que había quedado instantáneamente curado en el momento en que la Santísima. Virgen dijo a Juan
Diego: "No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano".
El señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo. La ciudad entera desfilaba a
admirar y venerar la Sagrada Imagen, maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna persona
de este mundo pintó su preciosa imagen.
Texto tomado del escrito indígena Nican Mopohua
LA IMAGEN
La imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia
de la pintura. Es inusual, incomprensible e irrepetible.
En 1979 los estadounidenses Philip Callahan y Jody B. Smith estudiaron la imagen con rayos
infrarrojos y descubrieron con sorpresa que no había huella de pintura y que el tejido no había
sido tratado con ningún tipo de técnica. Entonces ¿Cómo es posible explicar esta imagen y su
consistencia en el tiempo sin colores y con un tejido que no ha sido tratado? Es más, ¿cómo
es posible que, a pesar de que no haya pintura, los colores mantengan su luminosidad y
brillantez?.
Cahallan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo
de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridescencia, una técnica que no se
puede reproducir con manos humanas.
Exponiendo la imagen a los rayos infrarrojos se ha descubierto que la tela no tiene esbozos
previos como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano, sino que fue pintada directamente, tal
cual se la ve, sin tanteos ni rectificaciones.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se
trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino
de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del
maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre él.
El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no
habían mestizos de esa edad en México.
María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los
indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide
aproximadamente 167 x 103 centímetros y la imagen de la Virgen ocupa unos 143 centímetros del mismo. La
Virgen está de pie y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas". Esta
oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El
manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la
nobleza y la importancia del portador.
El 22 de diciembre de 1981 el padre Mario Rojas descubre en el Observatorio Laplace de la ciudad de México,
que las estrellas del manto corresponden al Solsticio de invierno del día 12 de diciembre de 1531, que pasó por
México a las 10.26 de la mañana. O sea que a esa hora Juan Diego desplegó el poncho y en esa hora de ese día
los astrónomos han comprobado tal acontecimiento al analizar la disposición estelar de las estrellas que
aparecen en el Manto de María.
Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven
doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero
abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumentan a la altura del vientre. Su
pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con
gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
LA TELA
La tela es de hechura extremadamente grosera, muy poco apropiada para pintar sobre ella. Está hecha con
una fibra de ayate mexicano que se descompone por putrefacción a los veinte años. La fibra de maguey que
constituye la tela de la imagen, no puede en condiciones normales perdurar mas que 20 o 30 años. De hecho,
hace varios siglos se pintó una réplica de la imagen en una tela de fibra de maguey similar, y la misma se
desintegró después de varias décadas. Mientras tanto, a casi quinientos años del milagro, la imagen de María
sigue tan firme como el primer día. Se han hecho estudios científicos a este hecho, sin poder descubrirse el
origen de la incorruptibilidad de la tela.
No se ha descubierto ningún rastro de pintura en la tela. De hecho, al acercarse uno a menos de 10
centímetros de la imagen, sólo se ve la tela de maguey en crudo. Los colores desaparecen. Estudios científicos
de diverso tipo no logran descubrir el origen de la coloración que forma la imagen, ni la forma en que la misma
fue pintada. No se detectan rastros de pinceladas ni de otra técnica de pintura conocida. Los científicos de la
NASA afirmaron que el material que origina los colores no es ninguno de los elementos conocidos en la tierra.
En el año 1936 el Obispo de México hace analizar tres fibras del manto por el que posteriormente sería premio
Nobel de Química del año 1938 y 1949, el Dr. Richard Khun.
Este descubrió que la pintura no tenía ningún origen vegetal, ni mineral, ni animal, ni ningún otro elemento de
los 111 conocidos, por lo que dedujo que la pintura no es de origen conocido. El profesor Kuhn dejó atónitos a
los oyentes: "estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni animales”
El cuadro de la Virgen de Guadalupe estuvo 116 años expuesto a las inclemencias del ambiente, sin protección
alguna contra el polvo, la humedad, el calor, el humo de las velas y el continuo roce de miles y miles de objetos
que fueron tocados a la venerada imagen, además del constante contacto de manos y besos de innumerables
peregrinos. Se ha comprobado que el tejido de maguey es de muy fácil descomposición; cualquier tejido de
esta fibra vegetal no puede conservarse más allá de veinte años y sin embargo el ayate de Juan Diego ha
resistido mucho más de cuatro siglos en perfecto estado de conservación.
El cuadro ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una
bomba de gran tamaño que, en 1921, un criminal escondió entre flores que malvadamente le ofrecía
Al explotar la bomba, causó gran destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen
quedó retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del marco de la image
no se rompió.
En el año 1791 se vuelca accidentalmente ácido muriático en el lado superior derecho de la tela. En
un lapso de 30 días, sin tratamiento alguno, se reconstituye milagrosamente el tejido dañado.
Actualmente apenas se advierte este hecho como una breve decoloración en ese lugar, que
testimonia lo ocurrido.
Este lienzo lleva cuatrocientos setenta años, desde el tiempo de Hernán Cortés, sin desgarrarse, ni
descomponerse, y por causas inentendibles a los expertos, es refractaria a la humedad y al polvo.
La pintura que cubre la tela es otro misterio.
Se podía pensar que la tela resistía tanto porque la habían colado y preparado de manera especial
como a otras pinturas famosas para que tuviera gran resistencia.
Pero el profesor Callagan, de la NASA, de Estados Unidos, la ha estudiado con aparatos de rayos
infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservante, y que no se puede
explicar cómo esas pinturas han resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario.
Las pupilas de la Virgen
En los ojos de María se han descubierto imágenes humanas de tamaño diminuto,
que ningún artista podría pintar.
En 1929, Alfonso Marcué, quien era el fotógrafo oficial de la antigua Basílica de
Guadalupe en la ciudad de México, descubrió lo que parecía una clara imagen de
un hombre con barba reflejada en el ojo derecho de la Virgen. Al principio no podía
dar crédito a lo que estaba viendo: ¿cómo podía ser?, Un hombre con barba dentro
de los ojos de la Virgen de Guadalupe?. Pero luego de varias inspecciones de sus
fotografías en blanco y negro de la imagen ya no tuvo mas dudas y decidió que era
tiempo de informar a las autoridades de la Basílica. Así lo hizo, y le fué indicado por
éstas que se guardara completo silencio sobre el descubrimiento, lo que Marcué
cumplió al pie de la letra.
Mas de 20 años después, el 29 de mayo de 1951, el dibujante mexicano José
Carlos Salinas Chávez, luego de examinar una buena fotografía de la cara de la
imagen, redescubre la imagen de lo que parece ser un busto humano reflejado en
el ojo derecho de la Virgen, y luego también en el ojo izquierdo.
Desde entonces, mucha gente ha tenido la oportunidad de inspeccionar
de cerca los ojos de la Virgen en la tilma, incluyendo mas de 20 médicos
oftalmólogos.
El primero fue el prestigioso médico oftalmólogo mexicano Dr. Javier
Torroella Bueno, el 27 de marzo de 1956. En lo que constituye el primer
reporte emitido por un médico sobre los ojos de la imagen, él certifica la
presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) característico de
todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes resultantes se
ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto, y
también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con
la curvatura de la córnea.
Trece figuras humanas se han identificado en un espacio de 8 milímetros
de diámetro. Existen dos escenas: la primera contiene al obispo
Zumárraga sorprendido frente a Juan Diego, que abre su tilma y
descubre la imagen de María justo en el momento en que ésta se grabó
en la tela. Otros testigos complementan la escena del milagro, como el
traductor de lengua náhuatl al español, una mujer de raza negra, etc.
La segunda escena, mucho más pequeña que la anterior, se ubica en el centro de los
ojos y contiene una imagen familiar típica de indígenas americanos: un matrimonio
con varios hijos alrededor. Las dos escenas se repiten en ambos ojos con una
precisión sorprendente, incluida la diferencia de tamaño producida por la mayor
cercanía de un ojo respecto del otro, frente a los objetos retratados.
Los científicos han utilizado tecnología digital similar a la usada en las imágenes que
se reciben desde los satélites, para analizar las figuras impresas en los ojos de María.
La imagen del obispo Zumárraga fue agrandada a su vez mediante tecnología digital,
hasta poder observar qué se refleja en su mirada, en los ojos del obispo retratados en
los ojos de María. Allí se halló la imagen del indígena Juan Diego, abriendo su tilma
frente al obispo. ¿El tamaño de ésta imagen?. Una cuarta parte de un millonésimo de
milímetro.
Es radicalmente imposible que en un espacio tan pequeño como la córnea de un ojo
esté situado una imagen de tamaño natural;
ni el más experto miniaturista lograría pintar todas esas imágenes que ha sido
necesario ampliar dos mil veces para poderlas advertir.
El Dr. José Aste Tönsmann, especialista en el estudio informático de las fotos
tomadas por los satélites, tomó unas fotografías de los ojos. Después las digitalizó
para ser leídas por el ordenador, y realizó ampliaciones y un filtrado de las imágenes.
La técnica utilizada por el ingeniero Aste Tönsmann es la del proceso digital de
imágenes usado por los satélites y por las sondas espaciales para transmitir
informaciones visivas.
Con esta técnica, fue posible distinguir a varios personajes grabados en los ojos de
la Virgen: un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Fray Juan de
Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego); una
mujer negra (una esclava); un español con barba; y por último, una familia indígena
con padre, madre, tres hijos y dos adultos más, que pueden ser abuelos o tíos.
Para saber quién es cada cual, hay que ir a los archivos históricos
El anciano que aparece en los ojos de la Virgen guarda gran parecido con
los cuadros del obispo Zumárraga que hay de la época. Sobre la
esclava negra, Zumárraga dice en su testamento que le da la libertad, e incluso
sabemos que se llamaba María. En el Archivo de Indias de Sevilla se conserva el
acta de embarque del obispo cuando marchó al Nuevo Mundo.
Muchos se preguntarán si esas figuras no pueden ser obra humana. Pero hay al
menos tres motivos por los cuales es imposible:
En primer lugar, no son visibles al ojo humano, salvo una: la del español, que es la
más grande. Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas.
En segundo lugar, los pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen tienen.
Ocurre lo mismo con la imagen de la Virgen: no está pintada, y nadie sabe aún cómo
se estampó sobre la tilma de Juan Diego.
Y el tercero: las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué artista haría eso?.
Además, su tamaño varía de un ojo al otro, dependiendo de lo cerca que estuviera el
personaje del ojo izquierdo o derecho de la Virgen.
En conclusión: ni siquiera el más experto miniaturista podría pintar todas esas
imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil quinientas veces para poderlas
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