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Tarde te amé
La oración que tal vez mejor resume
la vida de San Agustín
Tarde te amé belleza tan
antigua y tan nueva... Tarde te
amé
Treinta años estuve lejos de
Dios. Durante ese tiempo algo se
movía dentro de mi corazón...
Era un buscador. Buscaba la
Felicidad, como tú, como todos...
Tú estabas dentro de mí y yo
fuera...
Sin embargo, durante los
años de mi juventud puse mi
corazón en cosas exteriores
que al final lo único que
hacían era alejarme cada vez
más de Aquel a quien mi
corazón, sin saberlo,
anhelaba...
«Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los
montes, el oleaje proceloso de los mares, el fácil y copioso curso de los
ríos, las revoluciones y giros de los astros. Y, sin embargo, se pasan de
largo a sí mismos. No hacen turismo interior»
San Agustín, Confesiones 10,8,15
...pero tú me llamaste
y tu grito rompió mi sordera
En medio de la lucha, acudí a mi gran amigo
Alipio y le dije: “Los ignorantes nos arrebatan
el cielo y nosotros, con nuestra ciencia nos
revolcamos en la Carne”.
Así me encontraba, llorando desconsolado mientras me preguntaba a mí mismo
cuándo dejaría de decir “Mañana, mañana...” Fue entonces cuando escuché una
voz que venía de la casa vecina. Una voz que decía... TOMA Y LEE, TOMA Y
LEE
«Me hacías entrar dentro de mí mismo; para no mirarme
me había escondido detrás de mis espaldas, pero tú me
arrancaste de allí y me pusiste delante de mí mismo a fin
de que viese lo indigno que era, lo deforme, manchado y
llagado que estaba»
San Agustín
Brillaste, resplandeciste... Y
ahuyentaste mi ceguera
Entonces tomé la Bíblia, la abrí al azar y leí el primer pasaje que apareció a mi
vista. Pertenecía a la carta de San Pablo a los Romanos y decía así: «No en
comilonas, ni embriagueces, no en lujuria... Sino revestíos del Señor
Jesucristo»
Aquellas palabras resonaron dentro de mí. Parecían escritas por una persona que
me conocía, que sabía de mi vida...
Derramaste tu fragancia,
respiré, y ya suspiro por ti
Dios, de quien separarse es morir,
a quien acercarse es resucitar,
con quien habitar es vivir.
Dios, de quien huir es caer,
a quien volver es levantarse,
en quien apoyarse es estar seguro
Así fue como descubrí a Dios
y me di cuenta que en el
fondo era a Él, sin saberlo, a
quien buscaba ardientemente
mi corazón.
Dios, a quien olvidar es perecer,
a quien buscar es renacer,
a quien ver es poseer.
San Agustín, Soliloquios 1,1,3
Me tocaste y ardo en deseos de tu
paz
«Dios empieza a habitar en ti cuando tú empiezas a amarle a él»
San Agustín, Comentario a la carta de San Juan 8,12
Y ahora, Señor, sólo te amo a ti
Sólo te sigo a ti...
Sólo te busco a ti...
San Agustín, Soliloquios 1,1
Tarde te amé
¡Tarde te amé, oh hermosura siempre
antigua y siempre nueva! ¡Tarde te amé!
Y he aquí que tú estabas dentro de mí , pero
yo de mí mismo estaba fuera. Y por fuera te
buscaba...
Estabas conmigo, pero yo no estaba
contigo...
Pero tú me llamaste, gritaste, rompiste mi
sordera. Brillaste, resplandeciste,
ahuyentaste mi ceguera.
Derramaste tu fragancia, respiré y suspiro
por ti. Gusté, y tuve hambre y sed. Me
tocaste y ardo en deseos de tu paz
San Agustín, Confesiones 10,27,29
Dedicado con todo el corazón agustiniano