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Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén . (Isaías 40,1-2 “ Es una consolación unida a la alegría, a aquel “alegraos” que acompañó toda la vida de María desde el primer SÍ hasta Pentecostés. Es la experiencia del amor de Dios; de quien ha abierto la puerta del corazón a la voz del Espíritu Consolador. No es solo un texto para consolar a los afligidos, sino una invitación a gustar la embriaguez del Espíritu que abre caminos inéditos para explorar y que el Magisterio del Papa hace visibles con gestos y opciones evangélicas: la ternura, la misericordia, la cercanía La consolación no es un mero sentimiento, sino la experiencia de sentirnos abrazados por la ternura de Dios. Es una realidad que hemos experimentado y que cada día se renueva en nuestro corazón, en el de las Comunidades y en los jóvenes. Estamos llamadas a redescubrirla y a comunicarla en la gratuidad de cada día. Nuestros Fundadores hicieron esta experiencia en su vida y la conservaron como una misión que Dios les había confiado para transmitirla a los jóvenes más necesitados de Amor, de consuelo, de esperanza. D. Bosco y M. Mazzarello son nuestros maestros de consolación Dios en sí mismo es Amor y el Amor es difusivo y se manifiesta como consolación. Consolar es hablar al corazón para confortarlo, darle Buenas noticias, hacerle saber que Dios es ternura, Amor sin limites Jesús mismo en Isaías se compara a una madre que no abandona a sus hijos ni los deja solos. Aunque una madre se olvide de sus hijos , El jamás se olvidaría de nosotros. Dios no abandona a su pueblo sino que lo lleva de la mano hacia pastos abundantes, lo consuela, lo libra de la esclavitud, le habla al corazón , lo invita a la alegría. El Evangelista Lucas nos dice que Simeón esperaba la consolación de Israel y que al ver a Jesús en el templo, reconoció en Él al Mesías esperado y se alegró de ello. Simeón ya podía terminar sus días en paz Jesús mismo expresa la conciencia de ser el Consolador enviado por el Padre , cuando al abrir el rollo del libro de Isaías en la Sinagoga afirma: “Hoy se ha cumplido esta escritura” En el pasaje de Isaías Jesús se manifiesta como enviado del Padre, como signo de cercanía a la gente, de liberación de sus tristezas, angustias, enfermedades, pecados Cuando Jesús se acerca a nosotros – dice el Papa – “nos consuela” “siempre abre las puertas” y nos da esperanza para ir hacia adelante. Es una obra de consolación “tan fuerte que Él hace nuevas todas las cosas”. Cuando el Señor nos visita, nos recrea, en la confianza, el Amor, la compasión, la esperanza del futuro. Su cercanía nos da esperanza. La consolación de Jesús tiene el rostro de la misericordia. Conviene recordar la parábola del padre que espera al hijo, y al verlo de lejos corre a su encuentro y lo abraza. “Hijo te quiero mucho”, “te había perdido”, “hagamos fiesta porque tu presencia es un regalo”, finalmente te he hallado”. Es el Espíritu de alegría, de Amor el que conforta en los momentos difíciles, en los cambios de época, en las decisiones personales y comunitarias. El es fuente de dinamismo, de audacia, nos empuja a salir para ser misioneros del Amor y manifestar cercanía y acogida a los pobres, superando la cultura del descarte. El vacío existencial, la tristeza, la soledad de algunos cristianos y quizás de algunas de nosotras, ¿no podrían tener sus raíces en el encerrarnos en nosotros mismos, no siendo sensibles a las necesidades de las personas con quienes nos encontramos en la vida? Nuestra vida de FMA es una continua relación, en la Comunidad y en la misión. ¿Cómo crece en nosotras esta atención, esta pertenencia recíproca, esta capacidad de dejarse conmover y de moverse para actuar? Hay alegría y esperanza solo si, guiadas por el Espíritu Santo, salimos de nosotras mismas para ir hacia los otros . Solo si nos sentimos consolados, podremos ser consolación para los demás, sabiendo que el Espíritu obrará en nosotras y nos llenará de ánimo y de alegría. Es una gracia que podemos pedir para nosotras, los jóvenes y las personas que nos encontramos diariamente Pienso que el sueño de Dios y de nuestros Fundadores es reconocer nuestras Comunidades como casas donde vibra la alegría y la consolación. Hoy tenemos muchos motivos para descubrir la consolación de Dios hacia su pueblo. Un acontecimiento muy significativo: la canonización de los dos Papas que fue para todos la fiesta de la santidad. Ellos gustaron la consolación del Evangelio en momentos difíciles para la historia de la Iglesia y de la humanidad. Realizaron el auspicio de Pablo VI, retomado en la “Exhortación Evangelii Gaudium”. ¿No es este un don muy significativo para la Familia humana, para la Iglesia, para el Instituto presente en todo el mundo, para todas las Comunidades, para cada una de nosotras? La consolación que hoy Dios quiere darnos, habla de misericordia, de un abrazo que da fuerza y es paciente cercanía para encontrar el camino de la confianza que está muy lejos de ser superficial y sentimental. ¿Creemos de verdad que somos amadas por Dios? ¿Estamos dispuestas a dejarnos amar? Esta es una condición para que también nosotras podamos amar. Así piensa Dios nuestras Comunidades, donde se recibe y se da consolación, es decir, Amor. Muchas Hermanas quieren de verdad ser FMA signos del amor de Dios experimentado en varios momentos de su vida pero alguna puede sentirse frenada a veces por limitaciones personales o por realidades comunitarias no siempre abiertas a acoger este bien que se nos da. No nos desanimemos porque el desánimo provoca esterilidad, falta de confianza en el Señor. El bien es siempre más fuerte que la mediocridad, que la tibieza, que la indiferencia. Puedo aseguraros que en lo profundo del corazón de cada FMA hay una sed insaciable de “agua genuina”. ¿Qué agua es ésta? Voy a ponerle un nombre: la relación Hay una gran necesidad de cuidar la calidad de nuestras relaciones, de potenciarlas día tras día con espíritu evangélico al estilo Mornesino. En Mornés como en Valdocco, las relaciones tenían el rostro de la consolación que caldeaba la esperanza, irradiaba el bien. En Mornés y en Valdocco se percibía la alegría de llevar el Amor de Dios. Nuestros Fundadores la vivían como una misión inderogable: hacer encontrar al Señor, ayudar a abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo, el Consolador, que nos da fuerza y aliento en las pruebas y abre a la esperanza En las cartas de M. Mazzarello son muchas las expresiones sobre la consolación. “Mis buenas Hermanas, amaos… ¡Oh, cuánto me consuela cuando recibo noticias de las casas y siento que tienen caridad, que obedecen con gusto, que viven la Santa Regla. ¡oh! Entonces mi corazón llora de consuelo…” “Estad alegres ¡eh!..., no os ofendáis nunca; antes bien, apenas os deis cuenta que alguna necesita algún alivio, ofrecedlo pronto y consolaos y ayudaos recíprocamente. Siempre hay alguna Hermana de nuestra Comunidad, o una joven, o un joven, o una familia, que necesita consuelo, signos de cercanía, expresiones de ternura. Para nosotras ésta es una llamada que encuentra su fecundidad en la Eucaristía, donde se funda y se renueva la Comunidad y todas las relaciones verdaderamente humanizadoras Os confieso que es motivo de sufrimiento, de preocupación y de oración encontrar en algunas de nuestras realidades rostros tristes, estados de ánimo amargado, insatisfechos, que debilitan y hacen pesadas las relaciones, y sobre todo, son indicio de infelicidad. Esta situación la encontramos entre nosotras, en los jóvenes y también en las familias. El Señor quiere que sea feliz cada persona que se entrega a Él. Es en la relación, corazón del carisma salesiano, donde se realiza nuestra vocación y la misión evangelizadora en la que todas nos sentimos involucradas. La fraternidad, es la profecía que el mundo de hoy comprende de manera más inmediata. El Papa Francisco ha habado de la vía de atracción, del contagio, cuando se refiere a la Evangelización . El carisma salesiano tiene en sí mismo esta gran fuerza de atracción que permite llegar al corazón de los jóvenes y de todas las personas, mediante relaciones que expresan bondad y compromiso en la educación. Os propongo comprobar la fuerza atrayente de nuestra vida y buscar aquello que podemos cambiar o potenciar para hacerla más genuina y auténtica . Nuestras limitaciones no son un impedimento sino un estímulo para crecer en la confianza en el Señor y entre nosotras. Es importante convencernos de que estamos en condiciones de decir a los jóvenes, con intrepidez carismática “ven y ve” que los lleve a encontrar al Señor de la vida. Si somos signos de consolación, podemos contagiar la alegría, Es necesario realizar un éxodo de nosotras mismas en un camino de servicio. Solo abriendo la puerta de nuestro corazón y de las Comunidades es posible salir al encuentro, escuchar, aliviar soledades, acoger las fragilidades como fuerza constructiva. Como Instituto celebramos este año el centenario de la muerte de la gran misionera Sor Angela Vallese y los 160 de su nacimiento. También nosotras estamos llamadas a reavivar la vocación misionera y salir al encuentro de la gente, a ser comunidades de frontera, para dirigirnos como Iglesia hacia las periferias existenciales. En la Familia Salesiana hay muchos recursos, pero no siempre están activados. Convoquemos con audacia a los jóvenes y adultos a colaborar en esta misión que parte del da mihi animas cetera tolle y crea sinergia para multiplicar las fuerzas Comprendo que no siempre es fácil ser mujeres consagradas audaces y disponibles para vivir la precariedad en una obra de frontera. El Papa Francisco nos anima diciéndonos que nuestra fe es un camino, una fe histórica. Estar en frontera es encontrar el camino para convertirnos en casa para y con los jóvenes. Llevo en mi corazón tantos jóvenes que buscan una casa donde reunirse, ser escuchados, dialogar y donde poder encontrar sentido a sus vidas. Los jóvenes son frágiles, fragmentados, pero también son capaces de opciones generosas. De apertura al Evangelio basta que estén motivados por un gran ideal, por un sueño posible de realizar La frontera más cercana a nosotras es la relación educativa que se convierte en “palabra evangelizadora”, propuesta liberadora, pasión por la construcción de una nueva humanidad Esta última circular del sexenio quiere ser una circular de consolación, de agradecimiento por cuanto hemos vivido y por lo que se nos espera. Un sueño que debe continuar para mantener vivo el carisma hoy. Agradezco al Señor las vocaciones que Él sigue enviando al Instituto y la determinación de las Provincias de cultivar la dimensión vocacional de la Pastoral juvenil. Espero que también lo hagan las Comunidades. En mi peregrinar entre vosotras he pedido al Espíritu Santo que me de el gozo de acoger su Consuelo y la fuerza de consolar. Espero que esto se haya realizado. A María le confío nuestra vida, la de los jóvenes, las preocupaciones y las esperanzas de las familias, la paz y la justicia en el mundo. El don de la consolación haga siempre más profunda la comunión de nuestro Instituto que es una familia toda de María