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Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la
consagración perfecta y absoluta de todo
mi ser, que te hago en este día para que
te dignes ser en adelante, en cada uno de
los instantes de mi vida, en cada una de
mis acciones: mi Director, mi Luz, mi
Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi
corazón.
Yo me abandono sin reservas a tus
divinas operaciones y quiero ser siempre
dócil a tus santas inspiraciones.
¡Oh Espíritu Santo!, dígnate formarme
con María y en María según el modelo de
vuestro amado JESÚS.
Gloria al Padre Creador; Gloria al Hijo
Redentor; Gloria al Espíritu Santo
Santificador.
Amén.
LECTURA DEL LIBRO DEL EXODO 22,21-27
Así dice el Señor:
«No oprimirás ni maltratarás al forastero, porque extranjeros fueron
ustedes en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos
gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y a ustedes los haré
morir a espada, sus mujeres quedarán viudas y sus hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo,
no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de
ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo. Si
no ¿con qué va a dormir? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy
compasivo».
PALABRA DE DIOS.
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO
A LOS TESALONICENSES 1,5-10
Hermanos:
Bien saben cómo hemos actuado entre ustedes
buscando su propio bien.
Y ustedes, por su parte, siguieron nuestro ejemplo y el del Señor,
acogiendo la Palabra en medio de tantas tribulaciones con la alegría del
Espíritu Santo. Así ustedes llegaron a ser un modelo para todos los
creyentes de Macedonia y de Acaya.
Y no sólo en Macedonia y en Acaya ustedes han difundido la Palabra del
Señor, sino que en todas partes se ha extendido la fama de su fe, de
suerte que nada tenemos que añadir por nuestra parte, ya que ellos
mismos cuentan los detalles del recibimiento que nos dieron y de cómo
ustedes, abandonando los ídolos, se volvieron a Dios, para servir al Dios
vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el
Cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del
castigo futuro.
PALABRA DE DIOS.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a
los saduceos,
formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley,
le preguntó para ponerlo a prueba:
—«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».
Él le dijo:
—«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todo tu ser”.
Este mandamiento es el principal y primero.
El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas».
PALABRA DEL SEÑOR
Para los maestros de la Ley no todos los
preceptos eran iguales en importancia.
Los dividían en preceptos “ligeros” y
“graves”. También consideraban una
jerarquía entre los últimos, de modo que
podía haber unos más graves porque
superaban en importancia a todos los
demás. La diferencia de opinión en
cuanto a esta gravedad y primacía entre
los mandamientos generaba no pocas
discusiones entre los maestros, dando
origen a diversas listas y clasificaciones.
¿Cuál sería el más importante de todos
los mandamientos para Jesús?
Para el Señor el más “grave” o de mayor
peso es el mandamiento contenido en el
Shemá Israel (que traducido del hebreo
significa “Escucha Israel”), primeras
palabras y nombre de una de las
principales oraciones que todo israelita
varón, no esclavo, ya en el tiempo de
Jesús debía recitar dos veces al día,
expresando su fe en y adhesión a un
único Dios (Dt 6,4-5): «“Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todo tu ser”». Las expresiones
“corazón”, “alma” y “ser”, más que
expresar cosas distintas, son formas
semíticas de decir globalmente lo mismo.
El Señor insistirá en situar por encima de todos los demás
mandamientos el precepto del amor a Dios sobre todas las
cosas: «Este mandamiento es el principal y primero». Sin
embargo, añade inmediatamente: «El segundo es semejante a
él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”». Este segundo
mandamiento también estaba contenido en la Torá (ver Lev
19,18). Al decir “semejante” quiere decir “de igual valor”, de
igual importancia, de igual peso y necesidad de obediencia.
Ambos preceptos, profundamente entrelazados, inseparables el
uno del otro, forman para Él el “máximo” mandamiento que
está por encima de cualquier rito u ofrecimiento: «vale más que
todos los holocaustos y sacrificios» (Mc 12,33). Para Él
“practicar la justicia y la equidad, es mejor ante Dios que el
sacrificio”. Él añade este mandamiento “semejante al primero”
dado el olvido o devaluación en que había caído el
mandamiento del amor al prójimo frente a otros preceptos
ritualistas.
Quien pone a Dios en el centro de sus amores,
no limita su amor a sólo Dios, no ama menos a
los demás, nada “pierde”, sino que
experimenta cómo su corazón se ensancha
cada vez más, su amor se purifica, crece,
madura, ilumina su vida y se expresa en lazos
de verdadera amistad, de auténtico amor y
comunión que nunca pasarán, porque Dios no
pasa nunca, y quien lo ama a Él y en Él ama a
todos, no perderá jamás a quienes ama.
Quien ama a Dios sobre todo, ama como Él.
Nuestra vida está llamada a transformarse en
una manifestación del amor de Dios para con
todos los hombres, un amor que se hace
palpable en la misericordia, la caridad y
solidaridad con los demás. El camino más
seguro para crecer en el amor a Dios es crecer
en el amor concreto al prójimo.
¿VERDADERAMENTE EL SEÑOR OCUPA
EL PRIMER LUGAR EN MI VIDA?
¿DIGO QUE AMO A DIOS Y ME OLVIDO
DE AMAR AL PROJIMO?
¿QUE ACCIONES CONCRETAS
MANIFIESTAN MI AMOR AL PROJIMO?
¿SOY SERVICIAL CON LOS DEMAS?