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Lectio Divina
A la escucha y meditación de la
Palabra de Dios desde
la
Tradición y Magisterio
XXX Domingo Ordinario
Parroquia
Santa María Magdalena
Yacuanquer
A la escucha y meditación de la
Palabra de Dios desde
la
Tradición y Magisterio
La Palabra debe ser esperada y
escuchada
Con buena disposición interior
Oración al Espíritu Santo
Con Corazón limpio y humildad
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
(San Agustín)
Espíritu Santo, inspíranos, para
que pensemos santamente.
Espíritu Santo, incítanos,
para que obremos santamente.
Espíritu Santo, atráenos,
para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo, fortalécenos, para que
defendamos las cosas santas.
Espíritu Santo, ayúdanos, para que no
perdamos nunca las cosas santas.
A la escucha y meditación de
la Palabra de Dios desde la
Tradición y Magisterio
Leer bien y sin prisa
Hay que leer dos o tres veces
Aprende a conocer el Corazón
de Dios en sus Palabras
Leer bien, es escuchar bien
Lectura del Santo Evangelio según Mateo 22, 34-40
A la escucha y meditación
de la Palabra de Dios desde
la Tradición y Magisterio
«Cuando los fariseos se enteraron de que
Jesús había hecho callar a los saduceos,
se reunieron en ese lugar, y uno de ellos,
que era doctor de la Ley, le preguntó para
ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Éste es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo es semejante al
primero: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos
dependen toda la Ley y los Profetas.»
Palabra del Señor
Composición general del
Evangelio de San Mateo

1,1- 4,16:
Presentación de Jesús.

4,17-16,20:
Misión de Jesús.

16,21-28,20:
Pasión, muerte y
resurrección de Jesús.
Nos encontramos con el cuarto episodio
de enfrentamiento que Jesús debe
desafiar con los poderosos de su tiempo.
Los fariseos expertos en la ley y en el fiel
cumplimento de ella, por eso, su nombre
significa piadoso, justo, se reúnen para
someter a Jesús a una nueva pregunta
que tiene como fin “ponerlo a prueba”.
Es bien interesante como el Evangelio de
Mateo, nos introduce en el suceso:
“Cuando los fariseos se enteraron de que
Jesús había hecho callar a los saduceos,
se reunieron en ese lugar, y uno de ellos,
que era doctor de la Ley, le preguntó para
ponerlo a prueba”.
La intensión es meter en problemas a
Jesús, los saduceos quisieron colocar en
ridículo a Jesús con una pregunta sobre la
Resurrección (Mt 22,23-33), ahora los
eternos enemigos de ese grupo buscan al
Maestro para colocarlo en un gran
problema.
Su pregunta no logra llegar al fin que
persiguen, pues ellos esperan que el
Maestro se confunda, pero la verdad, es
que un creyente judío de mediana fe sabía
de memoria el Shemá (Dt 6,7-8), una
oración que se repetía todas las noches y
que tenía como fin presentar la centralidad
de Dios en la vida del hombre creyente.
Lo importante está en la actitud del
Maestro, de la controversia sacará la
enseñanza más célebree importante para
quienes lo seguimos en todos los
tiempos: el amor a Dios es indivisible del
amor al hermano.
Para los oyentes del momento esto tuvo
que sonar terrible, ellos piadosos en la
observancia de la ley se habían quedado
en la minucias de las normas y se habían
olvidado que el templo más grande donde
se revela Dios, es la misma humanidad, y
especialmente, de aquel que está a
nuestro lado y nos necesita.
Vivimos en un mundo muy
parecido al del Maestro, somos
amigos más de las palabras
enredadas,
de
las
normas
minuciosas y preparadas del
culto a Dios, y nos olvidamos
que nuestro Padre, lo único que
nos pide es que manejemos un
solo idioma universal: el del
amor.
Las innumerables leyes que hemos
creado en el mundo social, político y
religioso, muchas veces se quedan
en signos de desigualdad, que no
dejan funcionar nuestra mente, alma
y corazón, por eso, vivimos en un
mundo de injusticias, de guerras, de
conflictos.
No queremos que funcione el Shemá
del amor que pone en el mismo nivel
a Dios y a la humanidad.
Bien lo dice San Juan en su
carta: quien no ama a su
hermano y dice que ama a Dios
es un mentiroso, pues si no ama
a quien ve, cómo puede amar a
quien no ve?. (1Jn4, 20-21).
El Reino de Cristo es práctico y
se construye paso a paso en
cada situación y realidad de cada
día.
No sigamos con esas catequesis del
pasado que se quedaban en la
simpleza de la repetición de memoria
de los mandamientos, es tiempo de
pasar a la práctica cristiana.
A la palabra que se hace carne y se
demuestra con hechos concretos de
justicia y de verdadero amor a Dios en
el amor al hermano.
La verdadera ley de Dios, es la que
hace indivisible el respeto por Dios,
vivo y actuante en cada uno de
nuestros hermanos y hermanas.
Qué dirá Dios de tantas ridiculeces que
cometemos a diario en la defensa del
“amor
a
Dios”,
saltándonos
olímpicamente: el respeto, el perdón, la
justicia, la solidaridad, el apoyo al más
necesitado.
Acaso seguimos siendo de ese grupo de
“piadosos” que afanosamente vamos a
nuestros templos para llegar temprano y
alcanzar puesto, y nos olvidamos de
aquellos que sufren y maltratamos en
nuestros hogares?
DESCUBRIR LOS “AFECTOS” QUE
LA PALABRA VA GENERANDO EN
MI CORAZÓN:
Alegría, compromiso,
interrogantes, nuevas posibilidades
Lo dicho, lo narrado por la Palabra tiene,
ahora, que ser leído con el corazón
Meditemos la Palabra con el Papa
«En el pasaje evangélico que acabamos de
proclamar, un doctor de la ley interroga a Jesús,
con ánimo de ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál
es el mandamiento mayor de la Ley?». La
respuesta del Señor es directa y precisa: «Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón... Amarás a
tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos penden toda la Ley y
los profetas» (Mt 22,36-37.39-40). Amarás. En el
sentido señalado por el Evangelio, esta palabra
implica una innovación profunda; más aún, es la
más revolucionaria que haya resonado jamás en el
mundo, porque al hombre que la escucha lo
transforma radicalmente y lo impulsa a salir de su
egoísmo instintivo y a entablar relaciones
verdaderas y firmes con Dios y con sus hermanos.
Amarás la vida humana, la vida de toda la
comunidad, la vida de la humanidad. Jesús indica
un amor total y abierto a Dios y al prójimo,
introduciendo así en el mundo la luz de la verdad,
o sea, el reconocimiento de la absoluta
superioridad del Creador y Padre, y de la dignidad
inviolable de su criatura, el hombre, hijo de Dios.
Amarás.
Este imperativo divino constituye un llamamiento
constante para cuantos quieren seguir el camino
del Evangelio y contribuir a su difusión en el
mundo. Ese llamamiento resuena sin cesar en la
Iglesia encaminada ya hacia la histórica meta del
año dos mil, que inaugurará el tercer milenio de la
era cristiana.»
Juan Pablo II. Homilía parroquia de San Octavio, 24 de octubre de 1993.
Da gracias, intercede por los hermanos,
por las situaciones que el texto te haya
traído a la memoria.
Da curso libre a tus capacidades
creativas de sensibilidad en la oración.
Lo dicho, lo narrado por la Palabra tiene,
ahora, que ser hablado con el corazón
Dios, Padre nuestro:
aumenta nuestra fe,
nuestra esperanza y,
sobre todo, aumenta
nuestro amor y nuestro
sentido de la justicia,
de modo que vivamos
siempre próximos a
nuestros hermanos,
especialmente a los
más necesitados.
Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén
Ponte en medio de la comunidad y deja
que rebose de tu interior la paz y la
bendición que has recibido.
Actúa con ellos para volver a
reencarnar en la historia a
Jesucristo, la Palabra hecha carne.
Lo dicho, lo narrado por la Palabra tiene,
ahora, que ser practicado en la vida
Mi compromiso en esta semana será:
1. Haz un examen de conciencia a partir de pasaje del
Evangelio de San Mateo 22,34-40. ¿Cómo vivo de
manera concreta el amor al prójimo?
2. ¿Cómo estoy ante los dos valores esenciales que
Jesús proclama, los dos amores, a Dios y al
prójimo? ¿Encierro ahí «toda la Ley y los
Profetas», o tengo una moral complicada de
muchos preceptos no debidamente jerarquizados?
(Desde el Evangelio de San Mateo 22,34-40)
Estamos en http://koinoniadeamor.blogspot.com/