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“HIJO MÍO EL MÁS QUERIDO”
12 DE DICIEMBRE
SOLEMNIDAD
DE
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.
Nuestra Señora de Guadalupe ha sido para
México estandarte, caudillo, motor y nuevo
Moisés que nos ha guiado a la tierra prometida.
Hoy es día de fiesta nacional, día de fiesta para
nuestra raza porque es el día de la primera
mestiza, la primera mexicana, la estrella radiante
de la fe en el nuevo mundo.
Este paréntesis festivo dentro del
adviento nos ayuda a prepararnos de
mejor manera a la espera del Señor.
Nuestra Señora de Guadalupe
fundó en sí misma una nueva
raza,
una nueva cultura y parió un
nuevo pueblo,
nuestro pueblo.
Su deseo fue tan simple:
una casa en el cerrito para darnos
a su Hijo, diciendo así:
“Allí mostrárselo a ustedes,
engrandecerlo, entregárselo a Él,
a Él que es todo mi amor, el que es
mi mirada compasiva,
al que es mi auxilio, al que es mi
salvación”
Y como verdadera
Madre prometía:
allí estaré dispuesta a
escuchar su llanto, su
tristeza, para purificar,
para curar todas sus
diferentes miserias,
penas y dolores.
Nuestra Señora del cielo
ha obrado así con
nuestra nación.
Su imagen venerada en todos los
hogares y lugares es un verdadero
evangelio de signos, prodigios, palabras
mudas que gritan
que su ternura nos mueva
urgentemente a la
humildad para agradecerle
a Dios el milagro de
Guadalupe como es debido
y que esta solemnidad sea
un aliciente para un mejor
compromiso en nuestra
vida cristiana y un
incentivo para hacernos
junto a ella una ofrenda a
Dios de nuestros corazones,
un empeño de nuestra
conversión,
la promesa firme
de parecernos a ella
en la aceptación
de la voluntad de Dios
en nuestra vida,
el rechazo al pecado que nos
esclaviza y la proclamación de
su Hijo como único Señor, una
devoción con compromiso.
Qué ganas que nuestro corazón sea un ayate donde se
quede indeleble la imagen de María, de aquella que
nos trae a Jesús, de esa que nos pide hacer lo que Cristo
nos dice, de ella que nos pide enfrentar el mundo y no
perder la esperanza.
En el intento de vivir
como hijos de Dios y
de alcanzar el cielo
no estamos solos, las
dulces palabras de la
Virgen dichas a Juan
Diego ahora nos las
dice a nosotros como
una suave brisa
“Hijo mío el más querido:
no es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro,
tu corazón; por favor no temas esta enfermedad, ni ninguna otra
o dolor entristecedor. ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi
amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás
en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes
necesidad de cosa alguna?
Como Juan Diego tu hijo,
quiero ser tu servidor,
estar atento a tus gracias,
y ser fiel a mi misión.
Cantando tus mañanitas
mientras que brilla el sol,
Madre mía, Guadalupe,
escucha nuestra canción.
No te cantan pajarillos,
ni te canta el ruiseñor,
son las voces de tus hijos,
que imploran tu protección.
Venimos hoy a tus plantas,
elevando el corazón,
para decirte mi Reina:
hoy te entrego lo que soy.
Vestida del universo,
vestida del mismo Dios,
mi Niña, dulce Señora,
Morenita de mi amor.
Hoy quiero que de la mano
me conduzcas hasta Dios,
ya que con dulces palabras
hoy me dices, tu hijo soy.
Las Familias mexicanas,
pedimos tu bendición,
te suplicamos nos cuides
y nos unas en tu amor.
Que con tu santa presencia,
Rosa de mi Tepeyac,
envuelvas toda mi vida
gozo y felicidad.
Honremos a
semejante Madre,
amorosa y solícita,
cada día de nuestra
vida.
En amor y homenaje
a la Reina del Cielo y
Madre de nuestra
nación.
Monasterio de Carmelitas Descalzas
de Nuestra Señora de la Soledad
y San José.