Document related concepts
no text concepts found
Transcript
12º ENTREGA Débora, ¡entona un cantar! ¿Cómo entonar un cantar si hoy se nos muere nuestro amado? Sólo se me ocurre acudir a un poeta andaluz, José A. Muñoz Rojas, que ha escrito el poema “Dos despedidas”: En ellas, aunque sepamos que Cristo no renuncia, por amor a nosotros, a la soledad fría de la tumba, auque sepamos que hay un sepulcro de piedra esperándole, le cantamos: I II “Nunca es adiós partir, “No sabes cómo te siento sabe el alma quedarse ahora que me has dejado. cuando se va. En lo más hondo te quedas cuando te vas. Nunca es adiós partir, El amor que eres no sabe irse, sabe el alma dejarse queda siempre cuando se va, pedazos de su alma, quedándose”. por el aire”. Via Crucis de Guardini DUODECIMA ESTACIÓN JESÚS MUERE EN LA CRUZ “Jesús padece durante tres horas. Al pie de la cruz están su madre y su amigo más amado. "He aquí a tu hijo", le dice a Ella, y "He aquí a tu madre", a Juan. Parece desligar de Sí el amor de estas dos personas que le envuelve. Quiere estar solo. Ha tomado nuestras culpas sobre Él y quiere presentarlas solo a la justicia eterna; nadie le ha de asistir. Completamente solo debe saldar esta terrible cuenta con Dios. Lo que ocurrió en el alma de Jesús en aquellos momentos nadie lo sabe. Clama: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Nadie acertará a descubrir este misterio de que el Hijo de Dios pueda estar abandonado de Dios. Sólo podemos decir que hasta este momento la proximidad de Dios ha sido el consuelo y el apoyo de su corazón. Ahora incluso ésta le abandona. Despojado de sus vestiduras, está solo, abandonado de todos. Completamente solo, cargado con nuestras culpas, ante la justicia divina. Nadie podrá llegar a imaginarse lo que esto significa. Sólo una cosa le sostiene: Su inmutable fidelidad a la misión que el Padre le ha confiado: Su incomprensible amor hacia nosotros. Se entrega, en este amor, hasta que todo está terminado. "Todo esta consumado." Señor, Tú me has redimido; Te doy las gracias desde lo mas profundo de mi corazón. Me has enseñado también a sobrellevar mi dolor y a dominarlo yo solo por amor. Solamente puedo soportarlo si lo acepto, igual que Tú, como venido de la mano del Padre. Si confío y permanezco en Él, seré fuerte, aunque todos me abandonen. Y hasta podré superarlo si lo convierto en bendición para los demás, como Tú lo hiciste. Si lo acepto y ofrezco al Padre por los que amo, por todos los que quiero ayudar, entonces, yo también sentiré alivio al ver que no sufro en vano. Y si llega el momento, en que ya nada puedo hacer y me siento inútil en el mundo, haré realmente lo más sublime, que es ofrecer contigo, sosegada y gozosamente, mi impotencia, por los demás”. Nada puede comentarse después de esta XII estación. Vivimos en soledad, la separación temporal del Señor diciéndole con el poeta portugués, Cesario Verde: “Amigo, amante, amor distante, siempre estas cerca, pero no bastante…” Me pedís siempre: “¡entona un cantar!” No os quejaréis hoy. Débora