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EL CAMINO DE LA *LECTIO DIVINA, MISIONERA Y CLARETIANA+
Querido seglar claretiano:
Hoy te escribo una carta. En fraternal comunión de bienes te hago partícipe de un
camino, que puede conducirnos hasta el encuentro vivo con Dios. A nosotros, claretianos y
servidores de la Palabra, nos ayudará para llenarnos del dinamismo misionero de la Palabra de
Dios y para hacer conocer su mensaje de vida a nuestros hermanos, a quienes somos enviados.
Providencialmente, el método de la *lectio divina+, ha vuelto a ser actual. Es un claro
signo de nuestros tiempos, que debemos atender y acoger. Constituye una verdadera gracia de
Dios, un don del Espíritu Santo quien conduce sabiamente a la Iglesia con nuevo vigor. El
Concilio Vaticano II la ha recomendado de manera explícita: *Es necesario que todos
conserven un contacto continuo con la Sagrada Escritura a través de la >lectio divina=...por
medio de una meditación atenta y recuerden que la lectura debe ir acompañada de la oración.
Es ciertamente el Espíritu Santo el que ha querido que esta forma de escucha y de oración sobre
la Biblia no se pierda a través de los siglos+ (Dei Verbum, 25).
Más recientemente, la misma Iglesia reconoce su valor permanente: *La finalidad de la
lectio divina es suscitar y alimentar un amor efectivo y constante a la Sda. Escritura, fuente de
vida interior y de fecundidad apostólica+ (La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993,
114-115).
Debemos profesar, por tanto, un amor sincero, afectivo y efectivo por la Palabra de
Dios. La Biblia, leída y orada, es el lugar que Dios mismo ha elegido para encontrarse con
nosotros, a fin de convertirnos a Él y recibir gratuitamente de Él la plenitud de su vida divina;
porque *es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor
de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida
espiritual+ (Dei Verbum, 21).
Nuestro carisma de seglares claretianos nos impele a encontrarnos con la Palabra de Dios,
porque * La misión de San Antonio María Claret fue la evangelización, y dentro de ella, “el
servicio misionero de la Palabra” + (Ideario 20).
Estamos consagrados al Corazón de María + (Ideario 35), un Corazón atravesado por
una espada (Lc 2,35): *Viva es la palabra de Dios como espada de doble filo+ (Heb 4,12).
Nuestra Madre vivió siempre en la escucha y obediencia a la Palabra de Dios: fue mártir de la
Palabra.
Somos hijos de san Antonio M0 Claret, un hombre encontrado por la Palabra,
transformado por ella, y él mismo entregado a la Palabra en alma y cuerpo. Así la vivió durante
toda su existencia. Leía cada día al menos dos capítulos de la Sagrada Escritura. En la lectura
orante de la Palabra descubrió su vocación evangelizadora y halló energía para cumplir con
fidelidad la misión encomendada: *Lo que más me movía y excitaba era la lectura de la Santa
Biblia, a la que siempre he sido muy aficionado. Había pasajes que me hacían tan fuerte
impresión que me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía...Con estas
palabras conocía cómo el Señor me había llamado sin mérito ninguno...En muchas partes de la
Santa Biblia sentía la voz del Señor que me llamaba para que saliera a predicar+ (Autobiografía,
n1113.114.120).
Somos familia claretiana. El Movimiento ha hecho una decidida apuesta por la Palabra de Dios.
Basta recordar: “La Palabra de Dios es la fuente primaria de nuestra espiritualidad. Nos
descubre el plan de salvación de Dios y nos fortalece y anima en la construcción del Reino.
Aceptada con docilidad, nos exige un constante cambio de vida para cumplir la voluntad del
Padre y seguir a Jesucristo” (Ideario 37). Y nuestro más reciente documento: “MISIÓN DEL
SEGLAR CLARETIANO EN EL MUNDO DE HOY” de la Asamblea General 2003:
“Promover una lectura contextualizada de la Palabra de Dios a través de métodos diversos
(lectura orante, grupos bíblicos, etc.), para que su mensaje interpele verdaderamente a las
personas y las motive a trabajar por el Reino” (2.1.4).
Con cuanta vehemencia insisten en la práctica diaria de la escucha de la Palabra de Dios, en la
lectura orante y comprometida de la Biblia, al estilo de nuestro Padre Fundador. Esta práctica
-se nos recomienda- debe convertirse en el núcleo de nuestra espiritualidad y en rasgo
inconfundible de nuestra familia claretiana.
Da alegría saber que vivimos en comunión con tantos hermanos nuestros que, mediante
la fidelidad de cada día a la lectura creyente de la Biblia - personalmente, en comunidad o con
otro-, siguen redescubriendo la grandeza de su vocación misionera y se llenan con nuevo brío
para su compromiso evangelizador.
Más recientemente, los Misioneros Claretianos han hecho el proyecto *Palabra
-Misión+. Se ha ofrecido una extraordinaria ayuda para leer toda la Biblia en clave claretiana
y misionera. Existen testimonios de respuestas generosas, que han dado hermanos nuestros.
Conocerlos nos llenan de gozo y de entusiasmo. Pero esta tarea de lectura de la Biblia, personal
y compartida, no debiera terminar con la última publicación de último fascículo; tiene que ser
un proceso renovador que empeñe toda nuestra vida. No debemos poner nunca la palabra
*fin+, pues nuestro carisma evangelizador nos compromete y no podemos ya dejar de ser lo
que somos en la Iglesia: misioneros al servicio de la Palabra.
Además, hoy existe en nuestra humanidad una verdadera hambre y sed por la Palabra.
El pueblo de Dios nos pide con urgencia el alimento de la Palabra. Debemos sentir esta angustia
y clamor, y responder generosamente como hizo nuestro Padre Fundador. Es lo que mejor
podemos hacer por nuestro pueblo necesitado y lo que Dios nos pide: darles el pan de la Palabra.
Pero difícilmente sabremos responder si antes no tratamos de hacer vida en nosotros la Palabra
de Dios que hemos de anunciar.
Querido seglar claretiano: Soy un hermano tuyo, un Misionero Claretiano, a quien mi
Congregación ha dado la gracia de poder estudiar la Palabra y enseñarla. Realizar esto
constituye para mí un privilegio y también un compromiso. Con toda humildad y confianza
fraterna, a la sombra de *Palabra-Misión+ y siguiendo sus pasos, quiero ofrecerte un camino
que nos sirva eficazmente para leer la Biblia como Palabra y Fuerza de Dios que nos unge para
nuestra misión evangelizadora.
Hoy existen en la Iglesia abundantes publicaciones sobre la *lectio Divina+. Ésta
consiste en la lectura, personal o comunitaria, de un pasaje de la Biblia, acogida como Palabra
de Dios, y que se desarrolla bajo la inspiración del Espíritu santo en meditación, oración y
compromiso cristiano. Lectura en el Espíritu, Biblia orada: eso es la *lectio divina+.
Te ofrezco un itinerario de los pasos metodológicos de la *lectio divina+, realizada a
partir de las propuestas de los autores actuales que han escrito más profundamente sobre el
tema (entre otros: E. Bianchi, M. Magrassi, C. M. Martini, J. Castellano...). No es resumen
apretado de sus propuestas, sino síntesis personal, hecha sobre todo a partir de nuestro carisma
misionero. Ya verás que son pasos muy simplificados -cuanto más claros y sencillos, más
operativos- y efectuados en decidida clave claretiana.
***
Siempre, antes de comenzar la lectura, ora al Espíritu Santo con toda sinceridad y
humildad, confortado con la más firme certidumbre de ser escuchado, a fin de que venga sobre
ti, como vino sobre el Corazón de María, nuestra Madre, en la Anunciación, y sobre toda la
Iglesia con ella reunida en Pentecostés. Pide al Espíritu que te ilumine, te fortifique, te guíe y
te consuele; que revele en ti el gran misterio de Dios y de Cristo, presente en su Palabra.
Hay que hacer esta invocación o epíclesis al Espíritu Santo con entrega absoluta, sin
desfallecer nunca, pues el Espíritu es la única llave que nos abre a la inteligencia sobrenatural
y a la sabiduría de Dios. Sólo así se podrá evitar la insidiosa rutina, desconfiaremos de nuestras
frágiles fuerzas humanas y pondremos toda nuestra esperanza en el Señor.
Existen hermosas oraciones. Aquí tienes una oración de un hermano claretiano, que
vivió en docilidad a la Palabra. Puede ayudarte rezarla.
*!Estremecerse ante sus palabras! Es la fe humilde que adora, tiembla de respeto y se
abre de par en par a la Palabra de Dios, 'doblando las rodillas del corazón'; es la pobreza
de espíritu que se conmociona y vibra de gozo ante ella, porque sólo de ella espera el
don de Dios y la salvación; es la pureza y simplicidad de corazón que, dejando de lado
cualquier curiosidad, especulación o rentabilidad intelectuales y toda pretensión de
acomodarla y manipularla en vez de someterse sencillamente a ella, no busca otra cosa
sino que el Señor le abra los ojos del corazón para conocer su voluntad y cumplirla+
(M.Orge, sacerdote claretiano, +27-5-1991, muere en Granada, a los 60 años).
1. LECTURA (LECTIO). *LO QUE EL TEXTO DICE+:
Consiste en leer y releer el texto. Esta lectura contiene tres niveles:
Literario: Toma un fragmento de la Escritura, una perícopa. Puedes leer los textos de
la liturgia de la Eucaristía de cada día, en comunión con la vida de la Iglesia. Mejor es seguir
el ritmo de la liturgia, o también la lectura de un libro de forma continuada, que no leer
improvisadamente, al azar. Léelo con atención, sin prisas. Ábrete a su novedad como si lo
leyeras por vez primera. Busca la maravilla de su lenguaje (el estilo bíblico es rico y variado:
salmo, historia, carta, parábola...). Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos,
los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Recréate en su belleza y encanto. No creas que
pierdes tiempo. La Palabra de Dios se ha hecho palabra humana. Sólo a través de la
contemplación de esta palabra encarnada, podremos escuchar la voz de Dios.
Histórico: Se trata de ver este texto en su contexto; analiza la situación histórica para
percibir mejor su mensaje. Puedes formularte éstas o parecidas preguntas: )En qué época se
sitúa la acción descrita? )Cuál era la situación de los destinatarios?
Teológico: Descubre lo que Dios quería decirle al pueblo, a sus discípulos en aquella
situación concreta.)Cómo les habla y qué les dice la Palabra de Dios?
Esta lectura detenida produce un conocimiento sorprendente del texto por la
multiplicidad de aspectos nuevos que se pueden detectar. Nunca se ponderará suficientemente
la fuerza iluminadora que posee la lectura reflexiva de la Palabra. Nosotros, por la insana
rutina de la costumbre, normalmente no *leemos con atención la Palabra+, sino que la
sobrevolamos pues pensamos que ya la conocemos casi de memoria. La energía de la Palabra,
entonces, no nos penetra ni nos impregna íntimamente; nos resbala y lamentablemente se
queda en algo externo, sin capacidad real de transformación.
Lee también los lugares paralelos que cualquier Biblia te ofrece, ayúdate de algunos
instrumentos exegéticos, algún diccionario bíblico, comentarios patrísticos, espirituales, para
entender adecuadamente, en profundidad y en extensión lo que el texto de la Escritura dice en
sí. De esta manera podrás evitar los dos grandes peligros que hoy nos acechan: el
fundamentalismo, es decir, interpretar la Biblia al pie de la letra; y el espiritualismo
desencarnado: pensar que Dios me habla al instante y sin mediaciones humanas ni previo
discernimiento.
Pero no caigas en la acumulación erudita de datos. No es una clase de exégesis lo que
estás haciendo. Lee despacio, tratando de imprimir en el corazón lo que dice el texto. Es Dios
quien con su palabra encarnada te habla y te interpela.
2. MEDITACIÓN (MEDITATIO). *LO QUE EL TEXTO ME DICE+:
)En qué momento se debe pasar de la lectura a la meditación? Es difícil delimitarlo.
Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda
resonar con todas las vibraciones. Dale calor a la Palabra. Hay que comer, asimilar ese alimento
porque es palabra *viva+ que da *vida+y nutre la fe. No es cuestión de meditarla fríamente con
el cerebro, sino de permitir que descienda a la hondura de nuestro espíritu. Hay que emplear el
método que usaba María, nuestra madre. Dice de ella san Lucas (2,19) en un verso densísimo:
*María, en cambio, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón+. Se trata de
una *rumia+ (ruminatio) que hace posible que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del
todo hecha carne propia. Es repetir la vivencia del profeta (Ez 3,1-3) y del vidente del
Apocalipsis (10, 8-11), quienes se tragan el libro, mostrando con tal gesto ese proceso de
interiorización de la Palabra. Es preciso reproducir la íntima experiencia de Jeremías, quien
padece hambre y sed de la Palabra de Dios: *Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba;
tus palabras era mi gozo y la alegría de mi corazón+ (Jer 15,16). A imagen de nuestra Madre,
en fin, se trata de dejar que el Espíritu Santo realice una renovada encarnación de la Palabra en
nuestro corazón (Jn 1,14). Pero, por favor, no te pierdas en un exceso de psicología o
complicados mecanismos de introyección. Déjate, más bien, seducir por la Palabra. Sigue sus
hondos impulsos. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón.
3. ORACIÓN (ORATIO). *LO QUE YO DIGO A DIOS Y LO QUE DIOS ME DICE A
PARTIR DEL TEXTO+ (*HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA)+:
Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias, las inspiraciones, al
mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Ora con sinceridad, con confianza, sin caer en la
charlatanería espiritual. Orar es permitir que la Palabra acogida en el corazón se exprese con los
sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica,
arrepentimiento...Deja libre tu capacidad creativa, tocada y potenciada por la gracia de la
Palabra. El corazón habla directamente a Dios con palabras sencillas, o con un silencio lleno de
amor. Es el momento de la celebración personal y comunitaria.
Y, sobre todo, deja hablar a Dios, nuestro Padre: *En los Libros sagrados, el Padre que
está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos+ (Dei
Verbum, 21). No se trata de una experiencia de gracias místicas extraordinarias: arrobamiento
o trance extático. Es entrar directamente en una relación de fe y de amor con el Dios de la
verdad y de la vida que en Cristo se nos ha revelado. Basta dejarse mirar por Dios (*mirar que
Él nos mira+, como tanto gustaba hacer a Sta.Teresa de Jesús, compatrona de la Congregación),
y admirar su grandeza. Es quedarse en contemplación gozosa ante su presencia buena, ante el
misterio de Dios-Santísima Trinidad, ante el designio de su voluntad, que quiere que todos los
hombres se salven y que a nosotros, siervos humildes, nos ha elegido como instrumentos de su
salvación. Es reclinarse en la adoración del misterio de Dios y llega a reconocer: *Padre
nuestro, santificado sea tu nombre+. Consiste en dejarse llevar por Dios y saborear la ternura
infinita de su amor.
4. ACCIÓN MISIONERA (ACTIO). *HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA+:
Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, acaba siempre con una
misión. Así acontece fielmente en los encuentros del Resucitado con sus discípulos (Mt
28,19-20; Mc 16,15-18; Lc 24,46-49; Jn 20,23). Es preciso acabar este proceso espiritual tal
como lo hizo María, nuestra Madre: en completa disponibilidad para actuar el designio de Dios
(Lc 1,38). Hay que realizar la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra es semilla que
no puede quedarse encerrada infecunda en la intimidad, sino que crece, se desarrolla y da fruto
(Mc 4,26-29). No nos está permitido clausurar el dinamismo expansivo y misionero de la
Palabra de Dios. La Palabra, si se han hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz
suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de
la Palabra es la caridad: la caridad que urge, que nos empuja a la evangelización universal, al
cuidado solícito de nuestros hermanos más pobres y necesitados. Deberíamos acabar
pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor que solicita nuestro
compromiso: *Aquí estoy, envíame+ (Is 6,8).
Hay que desconfiar de todo compromiso que no esté enraizado en la fe, en una fe
alimentada por la escucha de la Palabra. Entonces, nuestra respuesta de vida, nuestra
conversión y ardor misionero no serán un vano propósito, hecho a base de férreo voluntarismo
o sólo con la cabeza calculadora, sino que nacerá de la fuerza íntima de la Palabra y se
convertirá en luz poderosa que posee energía para ser cumplido, en docilidad a la voluntad de
Dios. Así lo hizo María, nuestra Madre, quien, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación,
se puso en camino (Lc 1,39). Como hizo nuestro San Antonio María Claret, quien sentía la voz
de Dios que le hablaba en la Escritura, y le fue fiel. Como procuramos hacer también
nosotros...
Hemos llegado al final de este maravilloso proceso. Te deseo que la práctica de la
*lectio divina+ llegue a convertirse en hábito diario de tu vida. Pero requiere un aprendizaje,
que debe ir acompañado de un mayor estudio, conocimiento y profundización de la Biblia. La
forma ideal para realizar esta experiencia es el grupo, la comunidad o la reunión con el pueblo
creyente. Además, el grupo que escucha la Palabra de Dios es expresión de la Iglesia, en cuyo
seno la Palabra resuena de una manera más plena. Sobre este grupo cristiano recae la
felicitación del Señor: *Dichoso el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y
cumplen lo que en ella están escrito+ (Ap 1,3).
La práctica de la *lectio divina+ misionera es la experiencia de un camino. El camino
que hicieron juntos Jesús y dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-24). Seguro que, durante este
tiempo, sentirás también tu corazón caldeado con un fuego interior, al escuchar y acoger las
palabras del Señor. Así lo reconocían sinceramente los discípulos: *)No ardía nuestro corazón
dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?+ (Lc
24,32). Este fuego ardiente no es otro sino el Espíritu Santo, que descendió sobre el corazón de
la Iglesia, sobre María y los discípulos reunidos en Pentecostés (cf. Hch 2). Es el Espíritu que
enciende al seglar claretiano y lo hace abrasar por donde pasa. Este Espíritu levantó a aquellos
dos apesadumbrados discípulos de Emaús y los hizo volver con entusiasmo a dar testimonio del
Señor a los hermanos (Lc 24,33). Ese mismo Espíritu de fuego se derramó sobre todos los
apóstoles, les quitó el miedo y la cobardía, los llenó de coraje (parresia) para predicar con
alegría el mensaje de la verdad (Hch 2,14; 5,32). Que este mismo Espíritu, don del Padre y de
Cristo resucitado, descienda sobre tu corazón y te haga descubrir las riquezas infinitas de la
Palabra de Dios; que te infunda viva pasión por la Palabra.
Que a todos nosotros, el *Espíritu de nuestro Padre -y de nuestra Madre-+ (San
Antonio M0 Claret) nos haga arder en caridad apostólica; que nos dé fuerza para cumplir su
designio de salvación universal y realizar con fidelidad nuestra misión claretiana: inflamar a
todo el mundo con el fuego del amor divino; llevar la Palabra de Dios como luz de salvación a
tantos hermanos que yacen en las sombras de la ignorancia y de la muerte, a tantos hermanos
nuestros a quienes hemos sido enviados y que nos están esperando.
Con afecto de hermano: Francisco Contreras Molina cmf. Del equipo *Palabra-Misión+
(Aplicación a Seglares Claretianos por Juan Carlos Monroy cmf)