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La Inquisición y los derechos humanos
Ensayo presentado en el “Segundo Encuentro sobre Genocidio: Los derechos humanos y la vida
histórica”. Centro Armenio, Arzobispado de la Iglesia Apostólica Armenia, Buenos Aires, diciembre de
2000.
Por Pablo A. Chami
Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir los mismos
errores. Si minimizamos los hechos históricos que nos desfavorecen y enseñamos
sólo aquellos que convienen a nuestros intereses y a nuestras creencias, no
aprendemos y no crecemos como nación. Los dirigentes cometen los mismos errores
y los ciudadanos vuelven a sufrir una y otra vez las mismas injusticias.
En este contexto se sitúa, para los argentinos, la historia de la Inquisición. Es
habitual creer que en el Río de la Plata no hubo Inquisición. Los libros de historia
apenas hacen mención de ella. Existe una amnesia colectiva, como tantas otras que
oscurecen nuestra memoria.
Hemos vivido hace poco más de veinte años, en nuestro país, un proceso donde
las violaciones a los derechos humanos que se cometieron, se asemejan a aquellas
perpetradas hace siglos por la Inquisición. ¿Las violaciones recientes de dichos
derechos se hubieran mitigado, o al menos, habrían sido reconocidas por los
ciudadanos con antelación, si la memoria del pasado no se hubiese silenciado?
La inquisición es la institución creada por la Iglesia Católica que más polémica
ha causado. Se han escrito centenares de libros a favor y en contra de ella. La
tendencia actual de muchos historiadores es minimizar su accionar, como algo
molesto, bochornoso, que no tuvo mayor importancia.
Orígenes de la Inquisición
A partir del año 1000, la Iglesia Católica termina de definir los dogmas de fe:
la Inmaculada Concepción de María, la Trinidad, etc. Una vez establecidos estos
dogmas, el católico que los discutía o los ponía en duda era considerado un hereje.
Los obispos de cada diócesis eran los encargados de velar por la pureza de la fe de
sus fieles. En caso de que se sospechase de alguna herejía, intervenía el obispo
haciendo una inquisición. Esto dio lugar a la primera forma de inquisición llamada
Inquisición Episcopal. La intención era encauzar a los fieles descarriados en la
buena senda de la Iglesia y de la Salvación.
Durante el siglo XI y XII, en algunas zonas de Europa, especialmente en
Francia, comunidades enteras sostienen ideas consideradas heréticas por Roma. La
más importante fue la albigense, llamada así por tener su foco en la región de Albi al
sur de Francia. Los albigenses tomaron gran importancia, por lo que el Papa
Inocencio III decidió crear una Inquisición especial, dependiente directamente de
Roma, para que actuara conjuntamente con el obispo en los casos de herejía.
Domingo de Guzmán, luego Santo Domingo, fue enviado para combatir la herejía
albigense, logrando numerosos arrepentidos. El Concilio de Letrán IV de 1215, puso
en vigencia la segunda forma de Inquisición: la Inquisición Pontificia. Los
inquisidores dependían directamente del Papa. Se encomendó a la recientemente
creada orden dominica para constituir los Tribunales y realizar las inquisiciones. Por
otro lado, Inocencio III forzaba a los reyes para que en la justicia civil castigara con
la pena de muerte en la hoguera a los herejes que no se retractaran. Miles de
albigenses fueron asesinados y quemados durante esas luchas en el siglo XII.
La Inquisición en España
En la España del siglo XV convivían cristianos, moros de religión musulmana
y judíos. Los reyes cristianos estaban empeñados, desde hacía siglos, en la lucha para
desalojar a los moros de la Península. Los judíos vivían desde comienzos de la era
cristiana en España, que ellos llamaban Sefarad. Habían llegando allí luego de la
destrucción del Segundo Templo de Jerusalén por los romanos, durante el siglo
primero. Vivían en los cascos urbanos de las principales ciudades: Toledo, Sevilla
Córdoba, Barcelona, y en innumerables poblaciones más pequeñas. Cuando estas
ciudades fueron reconquistadas por los cristianos, mientras los moros se replegaban a
territorios todavía dominados por los musulmanes, los judíos continuaban habitando
en ellas.
A fines del siglo XIV y comienzo del siglo XV, se producen disturbios en
contra de los judíos. Estos disturbios, que comienzan en Sevilla en el año 1391 y
luego se extienden a toda la península, desembocan en conversiones forzadas de
judíos al cristianismo. Las aljamas o barrios judíos son atacados por turbas
enardecidas, se producen matanzas y, para salvar sus vidas, muchos son llevados a la
fuerza a la pila de bautismo al grito de conversión o muerte. Una vez bautizado no
había vuelta atrás, ya eran cristianos. Algunos de aquellos convertidos a la fuerza
siguieron practicando la religión de sus ancestros en secreto. Exteriormente eran
cristianos, asistían a la iglesia, se confesaban, practicaban los ayunos, pero en el
interior de sus casas, en la intimidad, cumplían con la ley de Moisés. Eran los
cristianos nuevos, criptojudíos, o judíos secretos. En otros, la conversión a la nueva fe
era sincera, había sido ganada por la persuasión.
Estos cristianos nuevos podían acceder a los puestos importantes de los reinos
españoles, pues las trabas que impedían a los judíos ocuparlos, quedaban anuladas
por la conversión.
El matrimonio de Isabel de Castilla y de Fernando de Aragón reunifica en una
corona a los dos reinos cristianos. Tomás de Torquemada, prior de Ávila y confesor
de la reina, se hace eco de la protesta de los cristianos viejos, perjudicados por el
ascenso económico y político de los cristianos nuevos. Hay denuncias de que los
cristianos nuevos judaizan en secreto y entonces los cristianos viejos claman por una
inquisición. El Papa Sixto IV, en noviembre de 1478, mediante una bula, crea la
Inquisición Española. La diferencia fundamental era que los reyes de España, a
perpetuidad, podían nombrar y remover a los inquisidores sin intervención papal.
Además, se creaba un Tribunal Supremo, que era el último órgano de apelación,
dependiente de la corona. No se podía apelar más a Roma. Esto convierte a la
Inquisición Española en un instrumento político del reino pues los reyes están
facultados a nombrar y remover a los inquisidores según su voluntad.
Torquemada fue nombrado Inquisidor Supremo. El primer auto de fe tuvo
lugar en Sevilla en 1481, donde fueron quemados numerosos conversos por
judaizantes.
El Papa Clemente VIII otorgó además, a la Inquisición Española, facultades de
revisar todo tipo de impresos y manuscritos y de prohibir la lectura y circulación de
los libros y papeles que juzgasen perjudiciales a la moral, o contrarios a los dogmas,
ritos, y normas de la Iglesia Católica.
La Inquisición en América
El rey Felipe II, por real cédula del 25 de enero de 1569 crea los tribunales de
México y Lima, la Inquisición Española cruza el Atlántico. El tribunal de Lima tenía
jurisdicción sobre Panamá, Quito, el Cuzco, Charcas, Río de la plata, Tucumán,
Concepción, Santiago de Chile, y todos los reinos de las provincias del Perú.
El 15 de noviembre de 1573 se realizó en Lima el y el primer auto de fe en el
cual Mateo Salado, de nacionalidad francesa, fue “relajado”, o sea quemado, por ser
luterano.
La Inquisición de Lima tenía jurisdicción sobre el Río de la Plata y las
diferentes provincias del virreinato. Mediante los comisarios y los familiares
establecidos en cada ciudad, controlaban las acciones, el pensamiento y las
publicaciones que podían leer los habitantes.
La tortura como método de obtener confesiones y delaciones fue aplicado a
hombres y mujeres, mientras escribanos anotaban los dichos de los torturados,
incluso sus gritos de dolor. Los presuntos herejes no podían tener acceso a sus causas
y tampoco conocer el nombre de los testigos que declaraban en su contra. Los
procesos eran largos y costosos. Los condenados estaban expuestos a la expropiación
de sus bienes y la condena pasaba a sus descendientes que estaban impedidos de
ejercer cargos públicos así como de servir en el ejército y en la iglesia a lo largo de
varias generaciones pues, los estatutos de limpieza de sangre, propiciados por la
Inquisición, se lo impedían. Los delitos de herejía no prescribían con la muerte, se
hacían juicios a los difuntos, con la consecuente expropiación de bienes y la condena
a sus descendientes.
El uso de la tortura era común, muchas veces sólo consistía en mostrar al reo la
sala de tormento, los verdugos y los instrumentos de tortura. Con sólo mostrarlos se
conseguían confesiones y delaciones. En los casos de que el reo insistiera en sus
convicciones era sometido efectivamente a tormento. Los más usados eran: la cuerda,
que consistía en sujetar al reo en una mesa y luego dar vueltas a un cordel arrollado a
sus brazos y piernas: el del agua, que consistía en verter agua sobre el rostro del
torturado impidiéndole respirar; el potro, que era una tabla sostenida por cuatro patas
con garrotes que se ajustaban hasta producir dolor; la garrucha, donde el torturado era
atado de las manos, elevado y dejado caer violentamente sin llegar al suelo, lo que
provocaba intensos dolores en las articulaciones.
Las penas de los condenados podían ser, dependiendo de la gravedad del delito,
en penas de carácter espiritual: reprimendas, abjuraciones, usar el hábito de penitente;
de carácter económico: multas o confiscación de bienes; o físicas: azotes, prisión,
galeras, destierro o muerte en la hoguera.
La Inquisición Española desarrolló su actividad durante más de trescientos
años. En los siglos XV y XVI, actuó en contra de los conversos judaizantes, durante
los siglos XVI y XVII, contra los luteranos, protestantes, y contra las brujas, luego,
en los siglos XVII y XVIII, contra los partidarios de los derechos humanos y los
masones. Por último actuó del lado de los realistas durante las guerras de la
independencia de América Latina.
En el siglo XVIII, siglo de los Derechos del Hombre, estaban prohibidos, tanto
en España como en sus colonias, los libros de los enciclopedistas franceses, así como
los escritos de Voltaire y de Rousseau. Los que los poseyeran eran pasibles de tener
un juicio con la Inquisición, y si se encontraban libros prohibidos, eran sustraídos y, a
veces, quemados. Los derechos humanos y quienes los defendieran eran condenados
y perseguidos.
A pesar de ello, muchos de estos libros entraban de contrabando en las colonias
españolas y fueron la base ideológica de las luchas de nuestra independencia.
Manuel Moreno, en la biografía de su hermano Mariano dice lo siguiente:
“Todos los mejores autores de Europa sobre política, moral, religión, historia,
etcétera, que han pasado de cuando en cuando por entre las severas prohibiciones del
despotismo inquisitorial hasta Buenos Aires, han ido regularmente a parar al Perú,
donde encuentran mejor recepción…siendo los que están encargados de estorbar la
circulación de semejantes obras los mismos que las solicitan y colocan con
preferencia en sus estantes.” (1)
El Precursor venezolano, Francisco Miranda, ya en marzo de 1790, en un plan
presentado al primer ministro inglés, William Pitt “denunciaba la perniciosa censura
de la Inquisición que prohibía a los hispanoamericanos leer libros útiles o
instructivos” (2)
Mientras San Martín era protector del Perú, en el año 1822, se cambió el
nombre de la plaza de la Inquisición de Lima por el de “Plazuela de la Constitución”.
Un párrafo del decreto del 6 de julio de 1822 dice: “…Aquel sitio será tan memorable
en lo sucesivo, como ha sido antes odioso por hallarse en él situado el tribunal del
Santo Oficio, donde han gemido tantas víctimas bajo el imperio de la superstición y
de la tiranía política… Justo es que se conserve la memoria de las causas y época de
este cambiamiento, y que el paraje a donde tantos se han acercado temblando de
horror, ofrezca un monumento cuya magnificencia se aumente cada año, y sirva de
consuelo a los que mediten la opresión en que han vivido las generaciones
pasadas…” (3)
Mariano Moreno, luego del 25 de mayo de 1810 mandó a imprimir el
“Contrato Social” de Jean Jacques Rousseau en la imprenta de los Niños Expósitos.
Vemos que la eliminación de la Inquisición formaba parte de la ideología de
los patriotas de Mayo y también de la Logia Lautaro, de la que formaban parte San
Martín y Alvear. Tal es así que la Asamblea del Año Trece, inspirada por estos
próceres, eliminó la Inquisición en el Río de La Plata y mandó a quemar los
instrumentos de tortura.
Lamentablemente, de todo lo expuesto nada se enseña en las escuelas de
nuestro país. La ignorancia de la Historia impide que formemos nuestras propias
opiniones acerca de la Inquisición.
Aquellos que piensan distinto de la ideología o del dogma oficial, aquellos que
profesan otra religión, aquellos que tienen otras costumbres y tradiciones y que las
quieren conservar, muchas veces fueron perseguidos, torturados, asesinados y
finalmente su existencia fue negada. La historia humana está jalonada de hechos de
esta naturaleza y yo creo que la única forma de evitarlos es mediante el ejercicio de la
memoria. Recordemos para no volver a repetir.
1. Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno. Por su hermano Dn. Manuel Moreno. Biblioteca de
Mayo, Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina. Tomo II, Autobiografías. Pag.
1166/7.
2. La vida de Miranda. William Spence Robertson. Pag. 94.
3. Gaceta del Gobierno de Lima Independiente. Tomos I a III, pag. 549.