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Laudatio de Rafael Rebolo, a cargo de Ramón Ruiz, catedrático de la
UPCT, en el acto de investidura como doctor honoris causa en la
Universidad Politécnica de Cartagena
Es para mí un honor participar en este acto de investidura como Doctor Honoris Causa de una
personalidad que, sin duda, reúne todos los merecimientos para recibir esta distinción de la
Universidad Politécnica de Cartagena: el profesor Rafael Rebolo López.
Elogiar la carrera profesional de un investigador científico de primera magnitud como nuestro ilustre
doctorando entiendo que debe ser algo más que una simple enumeración de méritos. En este
breve discurso me he propuesto descifrar, en la medida de lo posible, las claves que hacen de
Rafael Rebolo una de las figuras más destacadas entre los investigadores españoles en la
actualidad, sin olvidar su generoso y decidido apoyo a la cooperación científico-técnica con nuestra
Institución.
Antes de entrar propiamente en el elogio del Profesor Rebolo, quizás sea oportuno justificar el
sentido que tiene distinguir con uno de los más altos honores de nuestra Universidad, identificada
de modo distintivo como Politécnica, a un eminente astrofísico, un científico en la más genuina
acepción de este término.
Ciencia y tecnología no son terrenos independientes, ni siquiera están separadas por una frontera
nítida, y eso se conoce muy bien en astrofísica. Más bien constituyen un tándem cuyo mutuo
impulso ha dado lugar a un proceso de avance continuado de ambas, a veces vertiginoso. En este
sentido, resulta curiosamente apropiado que los telescopios se hayan afianzado como símbolos de
la ciencia, ya que los instrumentos, en general, y los telescopios, en particular, impulsaron la
revolución científica.
Parafraseando un reciente artículo de divulgación sobre el telescopio Hubble, escrito por Timothy
Ferris, un conocido profesor norteamericano, periodista y escritor de temas científicos: “Solemos
pensar en la ciencia en términos de grandes mentes que conciben grandes ideas. Pero ese
paradigma es sobre todo una herencia de la época precientífica, cuando el conocimiento se
buscaba principalmente en los libros de los filósofos. En la ciencia, los instrumentos pueden
desmentir los argumentos. Así, el veredicto desinteresado del telescopio de Galileo sirvió, más que
sus argumentaciones, para poner de manifiesto los puntos débiles del modelo geocéntrico del
cosmos, entonces aceptado, y la mecánica de Newton se impuso, no tanto por su indudable
elegancia, como por su capacidad de predecir lo que verían los astrónomos a través de los
telescopios. Johannes Kepler, contemporáneo de Galileo, no tardó en comprender que las
observaciones realizadas con instrumentos científicos podían barrer siglos de discurso inteligente
pero ignorante.”
No debe de sorprendernos, por tanto, que hoy asistamos al reconocimiento de un eminente
investigador en astrofísica, confiriéndole la distinción de doctor honorífico por nuestra Universidad
Politécnica.
Nacido en Cartagena, Rafael estudia ciencias físicas en la Universidad de Granada, e
inmediatamente se traslada a Tenerife para comenzar su carrera en el campo de la astrofísica. Allí
comienza su tesina, en octubre de 1984, tutelado por el doctor John Beckman, director también de
su tesis doctoral. El estudio desarrollado en esta tesina, relativo a la abundancia de litio en ciertas
estrellas, mereció el premio extraordinario de licenciatura.
Sin lugar a dudas, Rafael recordará con cariño y horror esa primera época, condenado a
programar una computadora en la que los procesos de cálculo se lanzaban por la noche,
ejecutándose en secuencias dispuestas ingeniosamente para optimizar los precarios recursos.
Finalizada la tesina, comienza de inmediato a realizar su tesis doctoral, que presenta en el año
1987 y con la que obtiene su segundo premio extraordinario. En su tesis, Rafael recaba datos
espectroscópicos de más de 60 estrellas, lo que le permite investigar aspectos de la cosmología y
la física estelar relacionados con el origen y evolución de los elementos ligeros. Confirma la
presencia de litio en las estrellas más antiguas de nuestra galaxia, sugiriendo un origen pregaláctico para este elemento, muy probablemente relacionado con el Big Bang. De todos los
elementos de la Tabla Periódica, seguro que Rafael siente una predilección especial por el litio, ya
que a este elemento le debe una buena parte de sus éxitos profesionales.
En efecto, en el año 1992 Rafael Rebolo detecta por primera vez litio en estrellas que orbitan
alrededor de agujeros negros. Se trata de un descubrimiento asombroso que merece ser publicado
en la selectiva y muy prestigiosa revista Nature, sin duda una de las publicaciones con más
impacto entre la comunidad científica mundial.
En este mismo año 92 alumbra otra de sus grandes ideas, conocida hoy como “El test del litio”, que
tendrá una importancia capital para la detección de unos cuerpos celestes intensamente buscados
durante mucho tiempo por la comunidad astrofísica.
La historia del descubrimiento de estos cuerpos se inicia en el año 1963, cuando un astrofísico de
la Universidad de Virginia, el Doctor Shiv Kumar, estudiando estrellas de baja masa predice de
forma teórica la existencia de objetos cuya masa se encuentra entre la de una estrella y la de un
planeta gaseoso gigante. Estos objetos son conocidos, hoy en día, como “enanas marrones”.
A partir de los años 80, los astrónomos comienzan una búsqueda exhaustiva de enanas marrones
para confirmar experimentalmente la existencia de tales objetos, pero durante quince años sus
esfuerzos resultan vanos. Sin embargo, el desarrollo experimentado por la tecnología de
observación astrofísica al inicio de la década de los 90 incrementa considerablemente las
posibilidades de encontrar tales objetos, generándose una gran rivalidad entre grupos de
investigación; encontrar una enana marrón se estaba convirtiendo en una competición a nivel
mundial.
Pues bien, gracias al anteriormente mencionado test del litio, el equipo científico liderado por el
doctor Rebolo consigue verificar la existencia de la primera enana marrón, descubierta con un
telescopio del Observatorio del Teide, y a la que, por supuesto, se le da el nombre de Teide 1. El
hallazgo mereció, en el año 1995, una nueva publicación en la revista Nature.
Desde el test del litio, enunciado en 1992, al descubrimiento de la primera enana marrón
transcurren tan sólo tres años. Por la importancia de los resultados obtenidos y la excelencia del
trabajo realizado podríamos pensar que nuestro eminente doctorando estaba dedicando todo su
esfuerzo a este campo de investigación. Ésta al menos sería la lógica aplicable a un científico
convencional, pero Rafael Rebolo no parece encajar en estos cánones.
Paralelamente a la búsqueda de objetos sub-estelares, Rafael pone en marcha un experimento
cosmológico, conocido con el nombre de “Experimento Tenerife del Fondo Cósmico de
Microondas”, llevado a cabo en colaboración con las Universidades de Cambridge y Manchester.
La existencia de la denominada radiación de fondo cósmico de microondas puede ser considerada,
con todo derecho, como uno de los tests fundamentales en los que se basa la cosmología
moderna. Es el testigo de que disponemos de nuestro universo primigenio, el eco de Big Bang.
Durante las cuatro últimas décadas esta radiación se ha investigado reiteradamente, en particular
su anisotropía, esto es, la diferencia de temperatura de dicha radiación en distintas direcciones del
cielo. Es precisamente en el estudio de esta anisotropía donde radica la importancia del
Experimento Tenerife, que constituía el intento más avanzado hasta entonces para la detección y
medida de la misma.
El experimento resultó un éxito y permitió descubrir las primeras estructuras en la radiación que
emergió del Big Bang, midiendo la huella de las primeras inhomogeneidades en el plasma
primordial, que habrían de producir la estructura a gran escala del universo. El hallazgo es
publicado en Nature en 1994, y el laboratorio puesto en marcha en aquel año en Tenerife aún
alberga hoy la mayoría de los experimentos sobre radiación de fondo cósmico que se realizan en
Europa desde tierra.
A estas alturas Rafael Rebolo ya es un reconocido científico a nivel mundial. Los éxitos se van
sucediendo uno tras otro y las publicaciones en las mejores revistas científicas del mundo son
cuantiosas. A modo de ejemplo, se pueden enumerar algunos de los hitos alcanzados:
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1998 Descubre la segunda enana marrón alrededor de una estrella
1999 Consigue la primera prueba empírica de la conexión entre supernovas y formación de
agujeros negros
2000 Realiza la primera detección de planetas gigantes aislados de estrellas
2003 Mide el espectro de potencias angular del fondo cósmico de microondas
2005 Efectúa la primera medida directa de la emisión anómala de microondas de nuestra
galaxia
Este mismo año ha obtenido la segunda imagen directa de un planeta extrapolar
Hay una frase muy significativa sobre Rafael Rebolo pronunciada por uno de sus maestros, el
profesor Eduardo Battaner, Catedrático de Astrofísica de la Universidad de Granada, que puede
dar una idea de la notoriedad científica de nuestro dotorando, y de la admiración que
despierta entre sus colegas. Comentaba en una ocasión el profesor Battaner a unos discípulos:
“En astrofísica, ser bueno en un campo es dificilísimo. Rafael trabaja en tres campos y es el
número uno en los tres. Rafael es lo imposible.” Para corroborar esta afirmación sólo hay que
asomarse al currículum de Rafael Rebolo, lo que sin duda produce una cierta sensación de vértigo.
En números, y muy grosso modo:
• Es autor o co-autor de más de ciento sesenta trabajos de investigación en revistas
internacionales del máximo impacto en astronomía y astrofísica. Las citas de otros autores a estos
trabajos superan las 5000.
• Ha sido director de doce tesis doctorales finalizadas y lo es de otras cuatro en curso.
• Figura como asesor o director científico de once paneles y comités de ámbito internacional, y de
otros diecisiete nacionales.
• Es miembro de cuadros editoriales y árbitro de un buen número de revistas de la máxima
relevancia científica, y revisor de agencias estatales de evaluación de tres países.
• Ha organizado más de veinticinco congresos científicos y proyectos internacionales.
• Ha impartido seminarios en más de treinta y cinco universidades y centros de investigación de
todo el mundo, y dictado más de cincuenta conferencias de divulgación.
La excelencia de este bagaje profesional no ha pasado desapercibida, habiendo sido reconocida
con importantes premios y distinciones, entre los que cabe destacar:
• El Premio Iberdrola de Ciencia y Tecnología, en el año 2000, en cuyo jurado figuraban cuatro
premios Nobel
• El Premio Jaime I de Investigación, en el año 2001, con otros cuatro premios Nobel en el jurado
• El Premio Canarias de Investigación e Innovación, en el año 2000
• La Gran Cruz de la Orden “Islas Canarias”, concedida por la presidencia del gobierno de esta
Comunidad Autónoma
El currículum que atesora Rafael Rebolo es tanto más formidable por cuanto se circunscribe a un
periodo temporal de algo más de veinte años. Resulta sorprendente que todo lo antedicho no se
refiera a un venerable anciano en el final de su carrera, sino a un investigador en pleno apogeo
productivo, con todo el futuro por delante. Es, sin duda, uno de los científicos españoles con mayor
proyección internacional, intensamente implicado en proyectos de enorme envergadura.
Por ejemplo, es uno de los investigadores responsables del satélite Planck de la Agencia Espacial
Europea, que medirá el próximo año, con una precisión no conseguida hasta ahora, la radiación de
fondo cósmico; los datos que se obtengan con este instrumento pueden revolucionar el modelo
vigente de estructura del Universo. También es uno de los científicos promotores del Telecopio
Europeo de Tamaño Extremo, telescopio de más de 42 metros y que deberá construirse en los
próximos años. Este telescopio permitirá, por ejemplo, obtener imágenes directas de planetas
extrasolares del tamaño de la tierra.
Hasta aquí hemos tratado de dibujar el perfil de un brillante astrofísico, la carrera de un científico
excepcional. Pero hay una dimensión añadida en Rafael Rebolo que justifica más, si cabe, la
concesión del doctorado honoris causa por la Universidad Politécnica de Cartagena. Me refiero a
su generosa determinación a colaborar con nuestra Universidad, a implicarla en proyectos del
altísimo valor científico y tecnológico.
Su impulso ha sido decisivo para el establecimiento y consolidación de lazos de cooperación
científico-tecnológica entre la Universidad Politécnica de Cartagena y el Instituto Astrofísico de
Canarias, propiciando la que es hoy una estrecha relación con el grupo de Astrofísica de nuestra
Universidad, cuyos resultados comienzan ya a tener una dimensión notable. Baste recordar, a este
respecto, las reseñas de diarios de ámbito nacional que en el mes de febrero pasado se hacían
eco del registro de la imagen directa de un planeta en la constelación de Escorpio, obtenida en un
trabajo conjunto de investigadores pertenecientes a ambas organizaciones. Es, en términos
absolutos, la segunda imagen directa que se obtiene de un planeta extrasolar, y de ahí su
importancia.
Pero la cooperación impulsada por el profesor Rebolo no se circunscribe únicamente al ámbito más
puramente científico de la observación astrofísica. El carácter prioritariamente tecnológico de
nuestra Universidad ha conducido de manera natural a que esta colaboración se haya extendido a
la investigación y el desarrollo de las tecnologías que soportan la instrumentación en astrofísica.
En esta vertiente, la Universidad Politécnica de Cartagena ha colaborado activamente en el
desarrollo y puesta a punto de sistemas de procesamiento de imágenes, que ya han sido
instalados en observatorios terrestres con excelentes resultados.
Y éste es sólo el inicio. El camino común abierto se vislumbra apasionante y fructífero, en una gran
parte gracias a la generosidad y amplitud de miras de Rafael Rebolo. Sin lugar a dudas, hace
tiempo que Rafael es uno de los nuestros, y este doctorado honorífico que nuestra Universidad le
confiere no es más que la constatación de esta realidad.
Así pues, considerados y expuestos todos los hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito
con toda consideración, y encarecidamente ruego, que se otorgue y confiera al Sr. D. Rafael
Rebolo López el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Cartagena.