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S. Pedro Sochiapam, 25 de abril de 2006
DIOS ES AMOR
33. PRIMERA VISITA DEL NUEVO OBISPO
Primero la Cuaresma
Son las tres de la tarde y un calor sofocante lo envuelve todo. Ni siquiera los perros, las gallinas y
otros animales domésticos se atreven a husmear por la calle… A partir de las cinco de la tarde, mujeres y
niños saldrán por fin de sus hogares a respirar un poco de aire y los hombres regresarán de sus campos. En
un instante las calles cobrarán nuevamente un poco de vida. Una hora más tarde y ya todo será tinieblas
Aunque el “tiempo de seca” en esta sierra de la Chinantla comprenda sólo los meses de abril y mayo, este
año, sin embargo, ha dejado de llover desde mediados del mes de febrero, y los pronósticos del tiempo
predicen que la sequía se prolongará hasta julio. No obstante esta situación en la cual muchos arbustos y
praderas se presentan secos, en general todo nuestro alrededor se encuentra verde, y el agua no nos falta;
parece que me encuentro en el corazón de Galicia durante los meses de julio y agosto.
El día 1 de marzo comenzó el tiempo de Cuaresma con el Miércoles de Ceniza. En este día todos
los cristianos, desde tiempos muy antiguos, nos reunimos en las parroquias o capillas para celebrar el rito de
la “imposición de la ceniza”, una celebración litúrgica que nos invita a todos a la conversión del corazón. El
signo penitencial de la ceniza, cuyo origen bíblico se ha mantenido hasta el día de hoy, nos recuerda la
condición pecadora del ser humano, que somos polvo y ceniza, nada y vacío, que debemos ser austeros.
Con este signo de la ceniza, el cristiano comienza el camino de su conversión, por eso es muy importante
que todos los que ya hemos hecho la primera Comunión hagamos una buena Confesión durante la
Cuaresma para prepararnos a la Pascua. Aunque aquí entre los Chinantecos no es tan fuerte la tradición de
la “imposición de la ceniza” como en España, casi todo el pueblo participó en la celebración. A los bebés y a
los párvulos que todavía no participan en la catequesis no solemos imponerles la ceniza, por las obvias
razones de que la malicia todavía no ha hecho morada en sus tiernos corazones.
En otra ocasión ya os conté cómo vivimos la Cuaresma en san Pedro Sochiapam: las Misas de la
mañana y sus vivientes “vía crucis” de la tarde por las calles del pueblo, las “celebraciones penitenciales
con confesiones” por grupos (hombres, mujeres, jóvenes y niños), todo ello el viernes; sus “horas santas”
con Vísperas cantadas y lecturas, los sábados; etc. Ya desde el año pasado hemos estado insistiendo a la
gente para que utilicen algunos elementos simbólicos para la Cuaresma, tanto en sus casas con la familia
como en la iglesia. Desde el Miércoles de Ceniza hasta el primer Domingo de Cuaresma, cada familia en el
altar de su casa y el pueblo a un lado del altar de su iglesia colocan un recipiente con ceniza y otro con
tierra, recordando a todos nuestra poquedad. El primer Domingo de Cuaresma hasta el siguiente se coloca
una cruz, para recordarnos el camino hacia la Pascua que recorrió Cristo y que todos nosotros tenemos
también que recorrer; se coloca junto a la ceniza, con alguna veladora y adornada con alguna rama verde o
con flores como señal de esperanza en la Resurrección. El segundo Domingo hasta el siguiente el símbolo es
una Biblia o los Santos Evangelios, con las páginas de la pasión de Cristo abiertas; siempre junto a la cruz y
la ceniza. En el tercer Domingo se le añade un folleto del “vía crucis”. En el cuarto Domingo se pone en el
altar familiar y junto al altar de la iglesia un plato con algunas monedas, maíz, fríjol, y frutos de la tierra,
para recordarnos que la Cuaresma es un tiempo especial de compartir y que Cristo sigue muriendo cada día
en muchos hermanos nuestros. Por fin, una imagen, cuadro o estampa de la Virgen Dolorosa será el último
símbolo expresivo para el quinto y último Domingo de Cuaresma. Cada Domingo, después del canto de
entrada, el sacerdote hace una oración especial por el elemento simbólico correspondiente, y un
representante de la comunidad lo deposita en su lugar.
Comienza la visita del Sr. Obispo
El día 1 de abril -ya casi al final de la Cuaresma-, tuvimos la suerte de tener entre nosotros al nuevo
obispo de Tuxtepec, Don José Antonio Fernández Hurtado. Fue una visita breve, pero muy agradable,
cuyo fin consistía tan sólo en conocer la parroquia más lejana de la diócesis. Se trataba de llegar a pie a san
Pedro Sochiapam, pasando por Usila, y regresar en coche a Tuxtepec, pasando por Cuicatlán. Mi vicario
parroquial P. Antonio, un joven sacerdote diocesano y dos misioneras del Buen Pastor salieron con el Sr.
Obispo en autobús rumbo a Usila; después de cubrir un recorrido de cinco horas, almorzaron aquí con los dos
sacerdotes diocesanos de esta parroquia, y por la tarde llegaron al municipio de Tlacoatzintepec (2000
habitantes), donde el honorable grupo de Ancianos, el pueblo entero y una muy escandalosa quema de
cohetes recibieron muy alegremente al Sr. Obispo… A la Eucaristía que él presidió acudió todo el pueblo
católico sin excepción, incluso muchos protestantes se hicieron presentes en el gran templo colonial.
Al día siguiente, muy de madrugada, la comitiva partió hacia Quetzalapa. Aunque esta vez disponían
de bestias mulares, el Sr. Obispo y los dos padres prefirieron recorrer a pie las cuatro horas de camino, dos
de puro ascenso. En la cumbre, un grupo numeroso de gente, especialmente de mujeres, jóvenes y niños,
esperaba y recibía al Sr. Obispo con grandes muestras de cariño: collares de flores, cohetes, pancartas,
aplausos, vivas, flores y cantos. Las muchachas Catequistas habían adaptado la letra de algunos cantos
litúrgicos para aplicarlos al Sr. Obispo… Uno de los cantos, por ejemplo, decía: “Que viva mi Obispo, que viva
mi Rey”, en vez de: “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey…” Y así hicieron por el estilo con varios de estos
cantos litúrgicos o de la religiosidad popular. Y yo me preguntaba que qué dirían los muy liturgistas si algunos
de estos hubieran estado presenciando tan solemne, emotivo y popular recibimiento al pastor de una
diócesis… Al Sr. Obispo la imaginación creativa de estas muchachas le causaba más bien gracia, además su
mayor preocupación ahora consistía en dar la mano y abrazar a todo el mundo, y no tanto en poner atención
a las canciones con tan originales letras. Por el camino iban apareciendo de vez en cuando pequeños grupos
de mujeres y niños que arrojaban pétalos de flores a comitiva tan especial. El repique de las campanas del
pueblo anunciando la visita del Obispo se oía a lo lejos.
A la llegada a Quetzalapa, el grupo de Ancianos, el resto del pueblo (aquí no hay Protestantes),
cohetes y más cohetes, flores, aplausos, vivas y más cantos “adaptados” para la ocasión, dieron una
“calurosa” bienvenida -(la temperatura supera los 40 grados a la sombra)- a personaje tan ilustre. Las
campanas, mientras tanto, no dejan de sonar. Después de descansar un rato, se celebró con gran
solemnidad la Eucaristía. Y terminando la Misa, la mesa. Con una sencilla comida al aire libre, acompañada
de las notas alegres de una tradicional marimba, daba por finalizada la visita a la comunidad de Quetzalapa.
Y ya cuando el sol era menos pesado, El Sr. Obispo y todos los acompañantes emprendieron la
empinadísima subida de dos horas y media, rumbo a san Pedro. Aunque el prelado nunca había montado a
caballo, esta vez tuvo que intentarlo, porque el cansancio de la caminata anterior ya se hacía sentir en todos.
Con mucha ceremonia y teatro –con las evidentes risas incontrolables de la gente-, por fin podía el Sr. Obispo
acomodarse en la cabalgadura y reanudar la marcha. Cuando llegaron a las cercanías del municipio y
parroquia de Sochiapam (3500 habitantes), los vecinos ya les estaban esperando, pero esta vez sin cohetes,
ni pancartas, ni flores, himnos o cantos… Por más que se le había avisado a la comunidad del
acontecimiento, del lugar y la hora del recibimiento, sólo unos pocos y desorganizados Ancianos y un puñado
de mujeres y niños acudieron a la cita con el Sr. Obispo. Se nota, desde luego, la fuerte influencia de los
Protestantes, que aquí son exactamente la mitad de la población. Las misioneras del Buen Pastor y las
catequistas de Quetzalapa rompieron el ambiente gritando vivas y entonando “sus” cantos. Yo había
advertido a la gente, especialmente a los jóvenes: “Cuando se acerquen a saludar al Obispo, quítense el
sombrero, como siempre hacen los Ancianos ante una autoridad, en señal de respeto”. Pues bien, cuando un
servidor se acercó a él, a mí se me olvidó de que también yo llevaba puesto el sombrero –de la emoción, me
imagino-, así que ni me descubrí ni nada, porque mi preocupación en esos momentos era intentar hacer bajar
al Obispo de la mula, pues no hallaba él la forma de hacerlo por sus propios medios, ya que todo su cuerpo
estaba entumecido. Evidentemente, las risas de la gente, como en Quetzalapa cuando al pobre le tocó
subirse a la bestia, no se hicieron esperar.
A medida que avanzamos hacia la iglesia parroquial, mucha gente se va incorporando a la
improvisada “procesión”, que cada vez más se va pareciendo a aquel día en que Jesús entró triunfalmente en
Jerusalén con gran alborozo de multitudes. El Sr. Obispo permaneció ese día sábado con nosotros y todo el
Domingo. El Comité de la iglesia preparó un banquete, también al aire libre, donde las Autoridades
Municipales, los Ancianos del pueblo, Catequistas y otros colaboradores de la iglesia pudieron acompañar a
los ilustres visitantes. A las ocho de la mañana del lunes salí a Tuxtepec con el Sr. Obispo. En Cuicatlán
estaban esperándonos otros dos sacerdotes diocesanos, y tras un agotador pero muy agradable viaje,
llegamos a Tuxtepec a las 9 de la noche. El Sr. Obispo antes de salir de Sochiapam nos reunió a los dos
padres y nos dijo: “Después de haber conocido tan sólo una parte de vuestra parroquia, os concedo a los dos
las facultades para que podáis administrar siempre el Sacramento de la Confirmación”.
Primeros días de la Semana Santa
Para atender los pueblos durante la Semana Santa nos echaron una mano dos Misioneros
Combonianos y doce Misioneras Trinitarias. Mientras el P. Antonio se hacía cargo de La Alianza y el Hno.
Javier de Quetzalapa, el resto del personal atendió seis poblados. Yo me quedé esta vez en san Pedro
Sochiapam.
El Domingo de Ramos, siguiendo la indicación del coordinador de los Catequistas, nos reunimos a
las ocho de la mañana en la entrada del pueblo para iniciar la celebración litúrgica, a casi media hora de
camino de la iglesia parroquial. Al principio todo hacía presagiar un fracaso, pues a la hora señalada sólo un
catequista y yo nos encontrábamos en el lugar, pero poco a poco la gente fue llegando en grandes grupos
con sus ramos en la mano y dimos así comienzo a la celebración, con el rito de la entrada triunfal de Cristo en
Jerusalén. Después, con mis ornamentos de color rojo, me monté en el burrito que me tenían preparado para
ocasión, comenzó la procesión y la gente entonó muy acertadamente: Los niños hebreos, llevando ramos de
olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: ¡Hosanna en el cielo!” y las demás estrofas del salmo 23.
Continuaron con el tradicional canto “Tú reinarás” y otros cantos, hasta llegar a las puertas de la iglesia, que
se encontraban cerradas. El coro y el pueblo entonaron nuevamente el salmo 23: “¡Puertas, abríos de par en
par; agrandaos, portones eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria!”. Sólo finalizado este canto es
cuando se abren las puertas del templo y continuamos la Misa. La presencia y participación de la gente en la
celebración del “Domingo de Ramos de la pasión del Señor” ha sido unánime.
Los días Lunes, Martes y Miércoles Santos los dedico especialmente a confesar. No sé lo que ha
pasado este año, pero durante la Cuaresma y estos tres días santos se han acercado muy poca gente a
reconciliarse con Dios… Para el próximo año tendré que organizar mejor la celebración de este Sacramento.
El Domingo de Ramos por la noche un hombre joven, ya casado y con tres hijos, se accidentó con su
camioneta y murió; su cuerpo lo encontraron, ya cadáver, en la madrugada del lunes. Alfonso Palacios, muy
conocido y estimado en el pueblo, igual que su esposa, se había pasado sus buenos ratos de la tarde
bebiendo y bebiendo con sus amigos, subió a su camioneta, ya de noche, y emprendió el camino de regreso
a su casa, pero por un camino errado, un camino solitario y peligroso, tan peligroso que no se percató de una
curva muy pronunciada y se precipitó en el vacío por un terraplén de unos 250 metros, sin arbustos ni árboles
que detuvieran el auto. Este señor era hermano de la esposa del presidente municipal, cuñado pues de éste.
Ya podéis imaginaros cómo iban a ser los funerales. Por primera vez en san Pedro, según dice la gente,
Católicos y Protestantes se dieron cita respetuosamente en el templo católico para despedir a la Casa del
Pare a tan desafortunado conductor… La causa de la muerte, tan trágica, el parentesco con el presidente
municipal y las condiciones sociales del joven matrimonio hacían prever la afluencia de toda la población,
católica y protestante, dentro y fuera de la iglesia. El ambiente estaba tan preparado para la escucha de la
Palabra de Dios, que el Señor me inspiró una emotiva homilía que sin duda curó muchas heridas.
P. Damián Bruyel
Misionero Comboniano