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CAPÍTULO IV EL CASTELLANO MEDIEVAL: MORFOSINTAXIS HISTÓRICA 1. ASPECTOS GENERALES Suele decirse que el núcleo más propio y caracterizador de una lengua es su estructura gramatical, el conjunto de esquemas y procedimientos que permiten utilizar y unir los signos para hablar de las cosas y manifestar experiencias, conjunto en que configura a la vez el primer nivel de organización del contenido. En este sentido, desde los primeros textos el castellano aparece ya como lengua perfectamente diferenciada; esa estructura se mantendrá estable, por lo que, quizás más que en otros casos, puede afirmarse que el castellano aparece ya como lengua perfectamente diferenciada; esa estructura se mantendrá estable, por lo que, quizá más que en otros casos, puede afirmarse que el castellano de los textos del s. XIII y el español de hoy son “la misma” lengua. Por el contrario, las diferencias de estructura gramatical entre castellano y latín son numerosas: es precisamente esa divergencia, más allá de los cambios en el plano fónico o de las nuevas palabras introducidas, lo que hace que latín y castellano puedan ser consideradas lenguas distintas, y no variedades temporales de un mismo sistema lingüístico. Sin embargo, ambas continúan siendo lenguas de un mismo tipo (como, en último término, lo son todas las indoeuropeas): en ambas hallamos las mismas categorías primarias (o ‘clases de palabras’: nombres, verbos, preposiciones, etc.), idénticas categorías secundarias (‘accidentes’ gramaticales: género, número, tiempo, modo, etc.) organizados en general sobre los mismos principios (flexión de las palabras por medio de desinencias), y pueden detectarse las mismas funciones oracionales (sujeto, objeto, etc.), así como los mismos esquemas sintácticos básicos. Esos cambios gramaticales entre latín y castellano a que nos refríamos, aunque abundantes, no dejan de ser cambios en los elementos, en la ordenación o en ciertos aspectos significativos de las categorías. No ha habido desaparición de ninguna categoría: se ha eliminado, p. ej., el género neutro, pero ‘género’ pervive. Incluso un cambio, en apariencia tan radical, como la desaparición del sistema de casos en el nombre para marcar las funciones gramaticales puede ser considerado sólo como la eliminación de uno de los modos de manifestar tales funciones: en suma, nos hallaríamos ante un simple cambio en la forma externa gramatical, pues las funciones en cuestión seguirían existiendo. Tampoco ha habido creación de ninguna categoría nueva: ni siquiera los “tiempos compuestos” suponen otra cosa que la ampliación de las diferencias de ‘aspecto’ o de ‘anterioridad’ temporal, ya existentes en latín ; e incluso la aparición del artículo no es sino el desarrollo de un nuevo ‘determinante’. Ahora bien, los cambio dentro de las categorías, las reestructuraciones de éstas, han sido numerosas y, en ocasiones, profundas; ahí es donde se han separado las gramáticas de ambas lenguas1. Naturalmente, cambios gramaticales son también aquellos que han supuesto la alteración de las formas gramaticales; ello puede no ser sino la repercusión, sin más, de los cambios fónicos; pero habitualmente nos encontramos aquí con una compleja red de evolución fonética e interferencias analógicas (entre formas de un mismo paradigma, de distintos paradigmas, etc.). Todo esto no tiene por qué ir relacionado con el cambio de los contenidos gramaticales: el paso de AMAVERAM a amara no tiene que ver con su conversión de pluscuamperfecto de indicativo a en imperfecto de subjuntivo; otras veces sí; la contienda, en el castellano clásico, entre amades, amás y amáis no puede entenderse sin referencia a la distinción entre 2da. persona ‘de respeto’ y 2da. persona “normal” (en suma, a la sinonimia, o no, entre tú y vos). Por todo lo expuesto, si bien evolución 1 Esta ambivalencia entre continuidad y renovación, propia de todo devenir lingüístico, es lo que permite que las Gramáticas sobre el español (y sobre otras lenguas románicas) hayan podido mantener, a veces hasta hoy, conceptos y términos de la latina. “morfológica” (en el sentido tradicional) y evolución “sintáctica”, o de los contenidos gramaticales, pueden considerarse independientemente, aquí serán analizadas en forma paralela, para poder ofrecer los posibles puntos de contacto. 2. MORFOSINTAXIS HISTÓRICA DEL SUSTANTIVO El sustantivo, como clase gramatical, presenta en español dos clases de variación, según distinciones de ‘género’ y ‘nùmero’: ambas categorías, aparte de los matices semánticos que puedan contener, tienen una función básicamente gramatical, cual es la de establecer identidad formal derivativa, o ‘concordancia’, entre todos los elementos (determinantes, adjetivos, etc.) que dependen del mismo núcleo nominal. A su vez, ese núcleo nominal, lugar que suele ser ocupado por un sustantivo, cumple determinadas funciones en la frase: aquí es donde se produjo uno de los cambios más notables en la historia sintáctica de las lenguas romances. Historia del ‘género’ en el nombre 2.1. Todos los sustantivos castellanos son o masculinos o femeninos, los dos miembros de la categoría del ‘género’. En algunos casos la diferencia de género se da en el interior del sustantivo (fijo/fija, (h)ermano /(h)ermana, etc.). En una y otra situación se plantea el problema de si el ‘género’ no es más que un modo de clasificar los sustantivos con vistas a la concordancia sintáctica, o si lleva consigo alguna diferencia semántica: tradicionalmente, se afirma que en los sustantivos de rasgo ‘animado’ la distinción de género se asocia a distinciones de sexo; en los ‘inanimados’, salvo en ciertos casos, no parece ser significativa. El sistema latino del ‘género’ contaba con tres miembros: además de los dos existentes en romance, conocía el ‘neutro’, también en los sustantivos. Esa tripartición ya no correspondía a ninguna hipotética distinción ‘animado’ (neutro), por lo que, desde el s. I d.C., se fueron reasignando los antiguos sustantivos neutros a cualquiera de los otros dos géneros, bien en virtud de su terminación o por algún otro motico más particular2. El latín, sin embargo, no contaba con terminaciones específicas para el género de los sustantivos. En época tardía debió de darse un proceso de reanálisis morfológico, cristalizado luego en romance, por el que determinados finales se atribuyeron a uno u otro género; ello dependió de que ciertas clases formales de sustantivos (o “declinaciones”) tuvieran mayoría de unos u otros: así, los de la primera declinación, en -A, eran, en buena parte, femeninos, y los de la segunda, en -US (> o), masculinos; por otro lado,, muchos adjetivos, los de “3 terminaciones” reservaban la forma en -A para concordar con cualquier nombre femenino, y la forma en -US para los masculinos (además de -UM para los neutros). De este modo, -a quedó como característica de ‘femenino’, en menor grado -o para ‘masculino’, y los otros finales se consideraron indiferentes (en los demás adjetivos latinos ya no había distinción formal de género, y la otra declinación que pervivió, la tercera, no ofrecía mayoría de un género u otro)3. Por tanto, la historia del ‘género’ en castellano antiguo, y a lo largo de todo el español, se limita, aparte de la conservación etimológica del género latino, mayoritaria, a los cambios de género para adecuarlo a la desinencia (o al significado), a los cambios de terminación para adecuarla al género, y en ocasiones a ambos fenómenos a la vez. 2.1.1. El latín había varias parejas de heterónimos, cuya diferencia de ‘género’ se establecía a través a través de palabras distintas: PATER/MATER, FRATER/SOROR, ARIES/OVIS, etc. El castellano conservó algunas: hombre/mujer, padre/madre, toro/vaca, perdió 2 Como veremos, el ‘neutro’ se mantuvo en el sistema pronominal, gracias a haber desarrollado un valor ‘abstracto’, ‘genérico’ o ‘colectivo’. 3 Existen sufijos cultos para formar ciertos femeninos: triz (o -driz en el XIII), aunque casi todos terminaban también en -a: -essa, -issa, -ina, -etc. otras: (h)ermano / (h)ermana (por FRATER/SOROR), y ganó otras: caballo/yegua (frente a EQUUS/EQUA), fraile/monja (aunque hubo también fraile, frayre/freyra, y monje/monja). 2.1.2. Los cambios de género en función de la desinencia son raros tratándose de sustantivos ‘animados’, etc., ya que en éstos el género depende habitualmente de su significado. No obstante, encontramos en el XIII masculinos en -a, que adoptan concordancia femenina: evangelistas, patriarcas, profetas, aluazeas, etc.; al ser, por lo general, nombres de origen “culto”, mantendrán su género etimológico, coincidente, a la vez, con el “real” (Berceo, Alfonso X, Etc. los suelen emplear como masculinos): ese tratamiento será el que reciban desde entonces todos los cultismos masculinos en -a (p. ej.: pirata, rapsoda), los en -ista, etc. Más normales son estos cambios de género en sustantivos ‘inanimados’: naturalmente, los masculinos cultos en -a muestran fuerte tendencia al femenino (así, cometa, planeta, etc.), refrenada por la conciencia etimológica. En cambio, los nombres de árboles, muchos de ellos femeninos en -US, se hicieron masculinos: pino, fresno, olmo (de los femeninos PINUS, FRAXINUS, ULMUS), lo que ocurrió también con el genérico ARBOR (fem.) > árbol. A pesar de la terminación, día y mano conservaron su género originario sin vacilaciones (pero: la manita). Con otras terminaciones, los cambios de género no tienen motivos claros VALLE (fem.) > valle (aún en el Libro de Alexandre: una val oscura; cfr. Valbuena, etc.), LIMITE (masc.) > linde (vacilante), los abstractos, en -or (masculinos en latín, y con fuerte atracción románica por el femenino, perpetuada en los castellanos labor, color, calor); tampoco tienen explicación clara las vacilaciones de lente (fem. en latín) o puente ( de masc. latino); pero perpetúan una vacilación latina fin, canal o crin. 2.1.3. Esa atracción formal fue la que actuó sobre los neutros latinos: los en -UM se hicieron masculinos (VINU > vino, etc.), así como los en -US (PECTUS > pecho(s), TEMPUS > tiempo(s), etc., donde se crean nuevos singulares), mientras que los en -A, aunque fueron por lo general al masculino como género ‘no marcado’, se vieron atraídos al femenino, de forma estable (chusma, calma) o vacilante (clima, cisma, fantasma, etc.). En los demás casos, han ido al masculino (*NOMINE > nombre), al femenino (COCHLEARE) > cuchara), o han vacilado (MARE > mar), sin que podamos explicar los motivos. En bastantes casos pervivió un plural neutro en -A que se reinterpretó como femenino singular (proceso ya atestiguado en latín tardío), aunque manteniendo el valor ‘colectivo’ derivado de su origen: OPERA > huebra, LIGNA > leña, HORTA > huerta, *FRUCTA > fruta (obsérvese el contraste con los masculinos correspondientes: leño, huerto, fruto), VOTA (boda), etc.; en ocasiones se ha llegado a una diferencia semántica radical (comp. gesto y gesta, velo y vela, etc.). Es posible que éste sea el origen del valor aumentativo que tienen femeninos como caldera, hoya, cuba, frente a los correspondientes masculinos; también puede ocurrir que designen realidades distintas (río/ría, punto/punta), o que el femenino indique lo menor (cesta, barca, poza, etc.). 2.1.4. Los cambios de terminación de acuerdo con el género se han producido sobre todo en sustantivos ‘animados’, donde una mejor distinción formal parece más necesaria. Esos cambios han consistido en: - Cambiar la terminación por otra más “regular”: es lo que ocurrió con SOCRU (fem.) > suegra (de ahí suegro), NURU > nuera, donde la contradicción entre forma y contenido era mayor , y también en PULICE > pulga, TURTURE > tórtola, GRUE > grulla ( a veces cambian, sin que sepamos por qué, género y terminaciones: TALPA > topo). - Crear formas propias para un género, normalmente el femenino: así surgieron infanta, señora, ya en el XIII; y en nombres de animales: leona, tigra, cisna, etc., formas también primitivas. De todos modos, diferenciar los géneros sólo mediante la concordancia (el/la sirviente), o emplear un único género para ambos sexos (los llamados epicenos: avestruz (masc.) o cigüeña (fem.)), han seguido siendo procedimientos muy habituales. El número en los sustantivos 2.2. La categoría del ‘número’ ha sufrido pocas variaciones: sus dos miembros, ‘singular’ y ‘plural’, se mantienen, con el mismo contenido (los restos latinos de ‘dual’: DUO, AMBO, etc., ya en latín se trataban como plurales). Por otro lado, la expresión deriva directamente de la latina. 2.2.1. El latín tampoco conocía marca específica para el número: sólo presentaba desinencias distintas de ‘caso’ en singular y plural (DOMINUS o DOMINUM frente a DOMINI o DOMINO), pero sin que pudiera aislarse en esas terminaciones la propia del número. No obstante, uno de los casos más utilizados, el acusativo, terminaba en s en plural: ROSAS, DOMINOS, HOMINES; a la vez, en latín tardío reaparecieron con fuerza formas arcaicas y dialectales de nominativos como ROSAS (frente a ROSAE), e incluso DOMINOS (frente a DOMINI): aparte de las confusiones originadas, al añadirse al nominativo clásico HOMINES todo ello vino a aumentar de forma extraordinaria la presencia de -s en el plural. De esta forma, se produjo un nuevo reanálisis morfológico, por el que dicha terminación asumió la expresión del plural, y con este valor permaneció ya en romance castellano4. Por otro lado, la evolución fonética eliminó vocales finales, en especial /-e/: de ese modo surgió un alomorfo de plural, -es, utilizado cuando la palabra termina en consonante (leon(e)/leones > león/leones), y de forma vacilante cuando termina en vocal acentuada (en castellano medieval eran mucho más frecuentes maravedís o marroquís que maravedíes o marroquíes; otras vocales acentuadas en posición final eran aún raras); también las palabras terminadas en 4 Debido a ello, singulares como pechos (< PECTUS), tiempos (< TEMPUS), cuerpos (< CORPUS), hubieron de crear nuevas formas analógicas: pecho, tiempo, cuerpo. semivocal: buey, rey, ley, vacilaban al formar el plural, pues ya en el s. XIII alternaban bueis y bueyes, reis y reyes, leis y leyes (en la variante sin diptongo los plurales eran, naturalmente, bues, res). 2.2.2. Los valores del ‘numero’ en español perpetúan los latinos: en los nombres ‘contables’, el plural indica cantidad superior a la unidad (niños, mesas, etc.), mientras que en los ‘no contables’ : abstractos, colectivos, etc., puede indicar clases (“las aguas del lugar”, “los vinos de Castilla!), objetos hechos con determinada materia (hierros = “objetos de hierro”), acciones que participan de determinada cualidad (en la lengua medieval, vergüenças ‘afrentas’, saludes ‘noticias de salud’, fes, ‘promesas de felicidad’); al mismo tiempo, el singular puede tomar valor genético (“son aves pequeñas papagayo e orior”). De esta forma, singular y plural pueden acabar con significados muy distintos: cfr. letra y letras (como “actividad literaria”), arma y armas (como “actividad militar”), amor y amores; pero también pueden no ser sino variantes expresivas: “en tiempo-tiempos de los moros”. El español posee desde sus primeras manifestaciones plurales polisémicos: “los reyes” puede significar más de un rey, pero también “el rey y la reina” (lo mismo ocurre con “los padres”, “los duques”, etc.). Este particular valor dual del plural se atribuyó a influjo arábigo, pero se ha comprobado que ya se daba en latín, al igual que está hoy presente en otros dialectos románicos. En la lengua medieval, un sustantivo en plural atraía a este número a los sustantivos relacionados con él con mayor facilidad que en épocas posteriores: así se explican expresiones como “ivanlos ferir de fuertes coraçones”(Pcid), “metieron manos a las espadas (Primera Crón. Gral.), “dun logar eran todos e dunos coraçones” (Fernán González). Funciones sintácticas del sustantivo 2.3 Las funciones del sustantivo dentro de la unidad oracional venían expresadas en latín mediante desinencias: ese sistema de ‘casos’ era prioritario, según hemos visto, respecto de los morfemas de género y número, y a la vez establecía clases formales e sustantivos, según los distintos tipos de desinencias empleadas (las llamadas “declinaciones”). Al mismo tiempo, con determinados ‘casos’ (acusativo y ablativo) el latín podía emplear también preposiciones, las cuales, aparte de redundar en la relación funcional ya manifestada por el ‘caso’, venían a precisar los valores significativos de dichas relaciones. Ese sistema empieza a romperse en época tardía (desde el s. I d.C.), aunque se mantiene en los textos escritos, con mayores o menores quiebras, incluso en épocas de tan decaída latinidad como los siglos VI, VII u VIII. Sin embargo, las lenguas romances, desde sus orígenes, muestran la desaparición radical de dicho sistema (con mínimas supervivencias en galorrománico medieval y en rumano): las preposiciones, el orden de palabras a veces, o simplemente la interpretación del sentido serán, desde entonces, los únicos elementos que nos den a conocer esas funciones sintácticas. 2.3.1. Muy discutidas han sido tanto los modos en que se produjo este proceso como los factores que lo desencadenaron. En los textos tardíos y “vulgares” hallamos, por una parte, que determinados casos son sustituidos por sintagmas preposicionales (así, el genitivo cede su puesto a DE - Abl., y el dativo a AD + ACUS.), el mismo tiempo que se recurre a preposiciones en entornos donde la lengua clásica no las empleaba; por otro lado, las confusiones en el uso de los casoa apropiados en cada construcción son cada vez mayores (sobre todo, en los textos menos cuidados), y si bien el acusativo se hace cada vez más frecuente no puede decirse que se convierta en el “caso universal”. En cuanto a los motivos, lo más probable es que se diera una actuación conjunta de factores de diverso tipo. Entre ellos podemos señalar: -Confusiones entre los distintos ‘casos’ debidas a cambios fónicos tales como pérdida de consonantes finales (sobre todo -M y -S), desaparición de la cantidad vocálica y neutralizaciones entre vocales átonas: así, p. ej., confluirían en una forma de singular como ROSA en nom. ROSA, el acus. ROSAM y el abl. ROSA, o en DOMINO el acus. DOMINUM y el dat.-abl. DOMINO (quizá también el nom. DOMINUS); en plural las confusiones serían menores, pero también notables. Todo ello incrementaba, además, las interferencias entre declinaciones, conocidas ya desde antiguo. No obstante, si bien tales confusiones son ciertas, también lo es el que por sí solas no pudieron producir la ruina total del sistema de ‘casos’ (quedaban muchas formas inequívocas): sólo hubieran llegado a su simplificación. - Como conjunto de formas, los ‘casos’ latinos eran un sistema complicado: había numerosas homominias (p. ej. ROSAE podía ser genitivo o dativo singular y nominativo plural), y las desinencias de cada ‘caso’ eran diferentes en cada declinación (así, el genitivo singular se expresaba por -AE en la primera declinación, -I en la segunda, -IS en la tercera…); al mismo tiempo, carecían de flexibilidad para aumentar si se quería expresar alguna nueva relación. Frente a ellos, las preposiciones, como marca de la relación funcional, se mantenían idénticas junto a cualquier nombre y podían incorporarse nuevas unidades sin necesidad de reorganizar todo el sistema. - Desde el punto de vista significativo, los ‘casos’ latinos no agotan todas las posibles funciones: de ahí la polisemia de casi todos, en especial de acusativo, genitivo, ablativo (este último, además, reunía en sí ‘casos’ distintos en épocas anteriores). Por ello surgieron las preposiciones, para precisar el valor semántico-funcional de algunos ‘casos’: pero su uso acabó por convertir en redundante el empleo de esos ‘casos’ (así, cuando tal preposición, o tal verbo, “exigía” o “regía” acusativo, etc.); también desde este punto de vista las preposiciones eran preferibles (aunque las haya polisémicas como los ‘casos’, o más, y aunque en latín tardío se perdieran bastantes). Por otro lado, en época tardía se fue generalizando el orden Verbo + Objeto (o también Sujeto + Verbo + Objeto), frente al clásico Objeto + Verbo, con lo que seguía siendo posible distinguir dichas funciones, pese a la ausencia de marcas casuales. 2.3.2. Tradicionalmente se ha venido defendiendo la tesis de que fue el acusativo el caso que en época tardía ocupó todas las posiciones posibles del sustantivo, y, por ello, el que constituye el origen formal de sustantivos (y adjetivos) románicos. Hoy se piensa más bien en un sincretismo de casos distintos que llevaría a un ‘caso oblicuo’, originado a partir del acusativo y el ablativo5 pero capaz de desempeñar cualquier función como complemento, opuesto a un ‘caso recto’, procedente del nominativo y que funcionaría como sujeto. Salvo en ciertas zonas, tal distinción se perdería en época prerrománica dado el escaso número de sustantivos en que podía mantenerse. Junto a ello, puede señalarse la existencia de determinados sustantivos que escapan a la regla general, al proceder de ‘casos’ latinos bien precisos: - Proceden del genitivo los topónimos que remontan a un nombre genérico (VILLA, ECLESIA, etc.) más la denominación del poseedor, patrón, etc.: CASTRUM SIGERICI > castrojeriz, VILLA GOTHORUM > (Villa)toro, SANCTI EMETERII > Santender, Santander, SANCTI FACUNDO > Sahagún, etc., así como los días de la semana: (DIES) LUNAE, (DIES) MARTIS , etc. A lunes, martes, etc. También ciertos sustantivos contienen un sintagma latino con genitivo, bien en el orden clásico: PEDIS UNGULA > pezuña RIVI ANGULU > Riaño, como en el tardío y románico: COMES STABULI > condestable, FILIU ECCLESIAE > feligrés, etc. Al ablativo remontan sobre todo los adverbios: todos los terminados en -mente: BONA MENTE ‘con buen ánimo’ > buenamente), HAC HORA > agora, HOC ANNO > hogaño, IPSA HORA > essora, TOTA VIA > todavía, LOCO > luego, y correlaciones como tanto… cuanto. Del nominativo proceden sobre todo nombres propios, bien del ámbito 5 Ya hemos indicado que genitivo y dativo habían sido sustituidos por DE + Abl. Y AD + Acus. respectivamente. religioso: Dios (< DEUS, frente a Dio < DEUM de los judíos), Jesús (también hubo Jseu), Pablos, o de la épica gala: Carlos, Oliveros. Algunos galicismos presentan la forma del ’caso recto’ del francés medieval: maestre, chantre, etc. Por cultismo latinizante derivan del nominativo generacio, rebello, o el aún usado cansa(n)cio. Y de su uso sintáctico como predicativos quedaron convertidos en adverbios LAXUS > lejos, INVITUS > amidos.2.3.3. Para la expresión de sus funciones, el castellano mantuvo, e incrementó, el empleo de preposiciones, mecanismo ya conocido por el latín clásico. Pero en algunas de estas funciones (entre ellas, las tan importantes de Sujeto y Objeto) no hubo paralelismo sustitutivo de ninguna clase6.Al no haber expresión directa de las relaciones de Sujeto y Objeto, éstas han de reconocerse, aparte de por la interpretación semántica, por la concordancia en número y persona con el verbo (el sujeto), la posibilidad de sustitución por los nombres lo(s), la(s) y la de pasar a sujeto de la correspondiente frase pasiva (el objeto). El castellano no generó ningún orden fijo, gramatical, para estas funciones, aunque la secuencia Verbo + Objeto puede considerarse la “normal”. El orden aquí depende más bien de factores estilísticos y rítmicos, semánticos (los verbos que significan ‘acontecer’, ‘empezar’, etc. suele llevar pospuesto su sujeto) y enunciativos; así, se anteponen los objetos que se convierten en ‘tema’ de la frase (la calçada de Quinea, ívala traspassar”, en Pcid) o por énfasis (“Dos enemigos ha la paçiençia…”, en Castigos e documentos del rey don Sancho IV; también en la lengua medieval era relativamente frecuente anteponer los complementos al verbo en las frases subordinadas, quizá no por latinismo (como ocurría en las Glosas) sino por arcaísmo gramatical o por una curiosa inversión románica aún inexplicada.2.3.3.2. El Objeto, principal función del acusativo latino, presenta en castellano desde los orígenes el empleo de la preposición a en ciertos contextos. Ello es 6 Es lo que LAPESA llama “restos sintácticos de los casos” en español: “Los casos latinos: estos sintácticos y sustitutos en español”, Boletín de la Real Academia Española, XLIV, enero-abril 1964, páginas 57-105. De este magnífico estudio, todavía único en su género, deriva en gran parte nuestra clasificación. un rasgo compartido con otros dialectos románicos peninsulares (portugués y catalán), del Centro y Sur de Italia, y también en rumano (que emplea p( re) < PER), por lo que quizá remonte a época prerrománica, aunque carecemos de datos. En los primeros textos la presencia de a es constante si el objeto es un pronombre personal o un nombre propio de persona; es frecuente con otros nombres propios (los geográficos) y vacila con los demás pronombres (es habitual con los demostrativos pero no con los indefinidos), así como con sustantivos comunes: en estos casos su presencia se da si hay referencia a personas. En esta época el uso de a parece deberse a la necesidad de destacar el objeto, bien por precisión, como ocurre en textos jurídicos: “qui firiere a vezino”, “quien matare a vezino”, “qui desornare ad hospite” (Fuero de Madrid), o por realce expresivo al señalar a los protagonistas de la acción, como ocurre en el Poema del Cid: “reçibir salien las dueñas e al bueno de Minaya”, “ vere a la mugier a todo mio solaz”, “a mis fijas bien las casare yo”; en cambio,, si no interesa destacar a ese personaje, la preposición falta: “veremos vuestra mugier””, “cassates sus fijas”, etc. (lo mismo vale para nombres propios geográficos: “gaño a Valençia” / “ganaron Peña Cadiella”). En los textos del XIII se observa cómo el rasgo ‘personal’ del sustantivo y su determinación (por artículo, etc.) en el discurso van condicionando cada vez más la presencia de a; de todos modos, en esta época aún prima la individualización plena del objeto sobre la simple determinación, por lo que a suele faltar ante nombres en plural: “era omne que amaua mucho los gentiles & sennalada miente los de tierra de Caldea”, e incluso ante sustantivos individualizados pero no conocidos. “Et este Abolays auie un su amigo…” (ambos ejemplos del Lapidario). También se halla a ante casos muy concretos de objeto ‘no personal’ (además de los nombres propios, geográficos o no); cuando se destaca por énfasis (“... Dios ... alunbra e escalienta a toda cosa segunt conviene”, en Setenario), o por analogía o paralelismo con otras construcciones (“reçibo en mi guarda... al monesterio de Piedra & al abat & al conuento… & a todo quanto que an…”, en un documento de 1260). En cambio, en estos primeros textos muy pocas veces se halla la preposición para distinguir el objeto del sujeto: tal función, simplemente gramatical, no parece, pues, haber estado en el origen de a + Objeto, frente a lo afirmado por muchos romanistas.2.3.3.3. Diversos tipos de complemento circunstancial aparecen en castellano sin ir introducidos por preposición. En casi todos los casos, tales construcciones heredan directamente otras latinas donde la función venía indicada sólo por la desinencia de caso (en general, el ablativo). Entre dichas construcciones podemos señalar: - Expresiones de ‘duración’ temporal, procedentes de un acusativo sustituido por ablativo desde el s. I d.C. y recuperado en época tardía: “Esta noch yagamos…”, “Que rueguen por mi las noches e los dias”” (Pcid), “e uiuas muchos annos” “Primera Crón. Gral.).Expresiones de ‘localización’ temporal (para las que el latín tardío prefería ya la preposición: “In illo tempore…”), confundidas a veces con las anteriores, y por ello, con acusativo en lugar de ablativo en algunos textos: “Todos los días a mio Çid aguardavan”, “Otro día mañana pienssan de cavalgar” (Pcid), “un día que fue a caça… mando parar las redes” (General estoria), etc.; no obstante, aparece ya en algunos casos la preposición, tendencia que se incrementará posteriormente: “en buen ora fostes nado” (PCid).- En expresiones ‘locativas’ sólo en dos secuencias muy delimitadas: con sustantivos como exida, ori(e)lla¸ribera, etc. seguidos de un sintagma con de: “Et fuit isto firmado… exida del uado de Humara” (Fuero de Madrid), “Uedia me en un fiero lugar… / oriella de un flumen” (Berceo, Vida de Santo Domingo); y con sustantivos seguidos de adevrbios como arriba, adelante, etc.: “Vansse Fenares arriba” (PCid). - En expresiones fijas, de valor causal, como fe que devedes (muy propia del lenguaje épico) o mal pecado, malo nuestro pecado, y y también mal grado (a…), mal mi grado. - Construcciones semi-independientes de sustantivo + adjetivo (o participio, sintagma preposicional, etc.), de carácter descriptivo, herederas del ablativo latino modal o “concomitante” (aunque también hubo un acusativo ‘absoluto’ descriptivo en ciertos contextos): “Recibiolo el Çid abiertos amos los braços” (PCid), “Los condes… fueron pora ell, los uenablos en las manos, pora matarle” (Primera Crón. Gral.), etc. Muy próximas a éstas, aunque emplean sólo participio aún con valor verbal, no adjetivado, y expresan ‘anterioridad’ temporal (o causa, condición, etc.), son las construcciones de participio ‘absoluto’, frecuentes en castellano, y no sólo por latinismo sintáctico: “La missa dicha, penssemos de cavalgar” (PCid), “Estas cosas puestas e firmadas, llegó Annibal” (Primera Crón. Gral.), etc.; sí es latinismo emplear el heredero del particpio presente latino: “Un sábado esient, domingo amanezient…” (Disputa del Alma y el Cuerpo), etc.2.3.4. La mayoría de los complementos lleva en castellano una preposición como elemento introductor. Estas construcciones son muy variadas, tanto por las preposiciones utilizadas como por las funciones y sentidos que presentan. De todas ellas destacaremos las más relevantes, las que expresan las principales funciones el sustantivo (aparte de sujeto y objeto), y a las que puede asignarse el resto de sintagmas con preposición.2.3.4.1. El sintagma a + sustantivo (ya visto en ciertos casos del objeto) manifiesta las siguientes funciones: - Complemento indirecto, el principal valor del dativo latino, y que en castellano se reconoce, además, por su posible sustitución por le(s): “Qui dat a los misquinos” (Glosas Emil.), “Fijo, a tus vasallos no les seas irado” (Libro de Alexandre), “non lo dixeron al padre” (Prioridad de Poridades), etc. - Próximo al valor anterior, con el que a veces concurre, es el de ‘dirección’: ya en latín se usaba el dativo, algo más el acusativo, y sobre todo AD o IN con este último caso )’aproximación’/’entrada en el lugar de destino’, oposición perdida en época tardía). De ahí: “exir a la batalla”, “e entrando a Burgos…” (PCid), etc., complemento que si es ‘personal’ se identifica con el indirecto: “Vinoli la Gloriosa plena de bendición” (Berceo, Milagros). - Muy próximo es el complemento de ‘finalidad’ (noción que puede ir en el indirecto), heredado también del dativo latino: “fiziemos estas leyes… a seruicio de dios & a pro comunal” (Partidas), y que puede depender de adjetivos: “Falsso a todos e más al Criador” (ibid). - Puede indicar también ‘situación’, valor que ya tenía AD en latín, a partir de la idea de proximidad’, y por el que contendía con APUD; dicho valor puede ser espacial: “afeuos los a tienda del Campeador”, “prisos a la barua” (PCid), o temporal: “uayamosnos al matino” (ibid), “falleçer” te ha a la coyta” (Libro de Alexandre). - En ocasiones, a + sust., analizable como compl. Indirecto, parece tener valor de ‘procedencia’ o ser sutituible por una expresión con este sentido: “Minaya Albarfañez al buen rey se espidio” (PCid) (cfr. “despedirse de alguien” - despedírsele”, “comprar (pedir…) algo a/de alguien”, etc.). En estos casos a puede proceder de AB, que a veces contendía con el dativo (“petere aliquid ab aliquo/alicui (- ad aliquem)), y que se confundió frecuentemente con AD en latín “vulgar”. A esa confusión podría remontar un sintagma con a, de valor ‘agentivo’, que aparece con infinitivos dependientes de verbos como dexar, fazer, etc., en forma refleja: “A los judíos te dexeste prender” (PCid), “Fizieron se matar ellos mismos a los suyos” (Primera Crón. Gral.), o en otros contextos. “se pueden connoscer a omne que sea entendudo” (ibid), “Non vos acompannedes a ladrones nin a fornicadores” (Bonium); esta construcción puede remontar el ablativo agente con AB, pero también al poco usado dativo agente7. Quizá a esa misma confusión remonten usos de a como el ‘causal’: “Las firiestes a e a K espolones” (ibid.), y ‘modal’: “a mala fe ganan los hombres heredades” (Partidas). 2.3.4.2. La construcción de + sustantivo ofrece también valores muy variados como corresponde a sus diferentes orígenes latinos: - Como complemento de ‘origen’, tanto referido al espacio como al tiempo como a desplazamientos metafóricos, supone la neutralización del ablativo de separación y de las preposiciones AB (‘alejamiento’) /DE (‘de aariba a abajo’) /EX (‘desde dentro’); para distinguir algunos de esos sentidos surgirán otras preoposiciones (des(d)e p. Ej.), pero de será la principal para esta función. Así, expresa ‘punto de partida’: “partíos de la puerta! (Pcid), “bien fiieron en vida, meior de que murieron” (Berceo, Vida de San Millán), ‘procedencia’: “myo Çid es de Bivar” (PCid), ‘agente’: dexadas seredes de nos (ibid.), “due del rey Garçia la ylesia byen lidiada”” (Poema de Fernán González), ‘asunto’: “fablar de”, “decir de”, 7 Cfr. “Dexosle prender” (PCid) (=2dejóse prender por él”). etc., ‘causa’: “nol pueden catar de verguença” (PCid), ‘instrumento’: “firieronse de las lanças” (ibid), “dezir de la lengua, de manos non labrar” (Berceo, Sacrificio de la Misa), ‘modo: “damor e de grado” (PCid), etc. -Todos los valores del genitivo latino vienen expresados en romance por construcciones con de. Así, el complemento ‘partitivo’, dependiente de expresiones cuantitativas: “diez de sus parientes” (PCid), “tanto echaua de lumbre” (Libro de Alexandre), empleado incluso cuando el cuantitativo concuerda con el nombre: “vedie muchos de moros e pocos de cristianos” (Berceo, Vida de San Millán), “tanta de bondat e de santidat e tanta nobleza” (Historia Troyana); también hallamos partitivo dependiendo directamente del verbo: “dando del agua” (PCid), “empezoli a dar de grandes palancadas” (Berceo, Milagros), pero también como sujeto: “murien de los de Greçia” (Libro de Alexandre) o tras otra preposición: “e mezclola con del agua en la copa” Primera Crón. Gral.). Con valor ‘posesivo’ o de ‘relación’: “de largos reynos señor”, “fijas del Çid” (PCid), ‘denominativo’: “robredo de Corpes”, “mes de maio” (ibid.), ‘subjetivo’: “el amor de myo Çid ya lo ivan provando” (ibid.), u ‘objetivo’: “fallola bien çerrada / por miedo del rey Alfons” (ibid), tras verbos como acusar, olvidar(se), (a)rrepentirse, etc. Son notables las construcciones caracterizadoras que emplean un nombre con intención cualitativa: “aquel perro de aquel Cid / prenderelo por la barba” (Romancero), o un adjetivo sustantivado: “el bueno de Minaya” (PCid), “la mesquina de Espanna” (Primera Crón. Gral.), etc., construcción que puede aparecer sola, como exclamación: “¡mesquina de muger!” (Castigos e documentos), o unida también a una interjección (ya en el s. XIV: “¡ay de mí!” en el Libro de Buen Amor). En latín el genitivo contendía con la ‘oposición’ de un sustantivo a otro (ambos en el mismo caso), estructura de valor calificador (“Archia poeta”) o denominativo (“Urbs Roma”). El castellano continuó esa alternancia en denominaciones geográficas: “la ciudad de París” / “Paris la ciudad” (sintagma muy frecuente en la lengua épica)8, “el río 8 Esta aposición con artículo intercalado se daba en denominaciones de lugar (“Silos la mongía”, “Valençia la casa”, etc.), y también en personales. “Tarsiana la infante”, David el varón” (de) Ebro”, “el año (de) mil dozientos”, etc. Por el contrario la estructura apositiva es única con título y nombre propio, tanto si el título precede (“señor abad”, “don abad”, “rey Alfonso”, etc.) como si sigue (“don Paulo apostolo”, en las Glosas), esquema éste menos habitual. Desde los orígenes es muy frecuente la aposición de un adjetivo sustantivado por artículo por artículo, bien con intención especificativa: “Alfonso el castellano”, “María la Egipciaca”, “Castilla la Nueva”, o realzadora: “Castiella la gentil”, “San Millán el caboso”, “Tarquinio el sobervio”; esa caracterización suele hacerse fija, pero también puede ser ocasional: “to padre el viejo” (Primera Crón. Gral.), “Breçayda la fermosa” Historia Troyana). Por último, las aposiciones bimembres, separadas por pausa del nombre al que especifican o explican, son en esta época muy características de la lengua épica. “Felez Muñoz so sobrino del Campeador”, “doña Ximena, la mi mugier tan complida (PCid).2.3.4.3. El sintagma formado por en y sustantivo presenta menor variedad de usos: - Conserva, aunque cada vez más restringdo, el valor ‘direccional’ que tenía IN + acusativo en latín (con el rasgo específico de ‘penetración’): “entrad conmigo en Valençia la casa” (PCid), “guía los romeros que van en Ultramar” (Berceo, Sacrificio), “passo aquend mar en Espanna” (Primera Crón,. Gral.), etc. Muy relacionado con el anterior está el valor de ‘finalidad’, expresado también en latín por IN + acusativo (y ambos posibles igualmente en dativo): “somos en so pro quanto lo podemos far” (PCid), “l el tesoro de la glesia non serie derechura darlo en malos usos” (Bercei, Martirio de Sant Laurençio), “tengotelo en amor” (Libro de Alexandre), etc. - El valor fundamental de esta construcción es el de indicar ‘localización’, tanto en el espacio (donde hereda IN + ablativo y los restos del ablativo ‘locativo’) como en el tempo (con orígenes latinos similares): “Vedada l’an conpra dentro en Burgos la casa” (PCd), “vayamos en la mannana alas vinnas” (Biblia Escur.), etc. A partr de aquí surgen valores como los de ‘asunto’ (“fablar en”, “creer en”, “pensar en”, etc.) o ‘modo’: “en paz o en guerra de lo nuestro abra” (desplazadas pronto por el más habitual “la infante Tarsiana!”, etc.). (PCid), “paranlas en cuerpos y en camisas y en ciclatones” (PCid). 2.3.4.4. Las preposiciones latinas PRO (con ablativo) y PER (con acusativo) conocieron en época tardía un proceso de extensión semántica que llevó a su confluencia en algunos romances, entre ellos el castellano. Dada la complejidad de sus valores, se combinó por con a, de donde surgió una nueva proposición, pora, más tarde convertida en para. Los valores de por heredado de PRO son: - ‘Sustitución’ o ‘equivalencia’: “por mano del rey… douos estas dueñas” (PCid), “por un marcho… dare yo quatro” (ibd.), y expresiones como “tomar por” , “tener por”, etc.- De frases como “rogar /por mio Çid el Campeador” (PCid), “fio por Dios” (ibid), (para las que en latín competían dativo y PRO + ablativo) deriva el valor ‘final’ de por: “fizo enviar por la tienda” (ibid.), “muchos se juntaron… por ver esta lid” (ibid), “… porque entiendan que non diçe derecho… “ (Berceo, Vida de Santo Domingo), etc. - El valor ‘causal’ puede derivar tanto de PRO como de PER: “por amor de mio Çid rica cena les da” (PCid), “Mas por las grandes guerras… muriera la gente” (Lapidario), etc. (de ahí la conjunción causal porque). Derivados de PER parecen los siguientes valores: - El ‘espacial’, concretado en las ideas de ‘paso a través de”: “partíos de la puerta, por Burgos aguijaua” (PCid), ‘lugar aproximado’: “por todas esas tierras yuan los mandados” (ibid.) y ‘lugar sobre el que se coge’: “Priso la por los cabellos” (Libro de Apolonio).- En el campo ‘temporal’ puede indicar ‘momento’: “que bueno es el gozo por aquesta mañana” (PCid; de ahí las expresiones “por la mañana”, etc.), o ‘duración’: por consieglo e por jamas” (Fazienda de Ultramar), “Non fue bien por dos días en su recuerdo tornado” (Libro de Apolonio). - ‘Instrumental’: “Por lanças e por espadas auemos de guarir” (PCid), “… buscar los sus libros & de estudiar por ellos” (Lapidario), “Por Dios vos ruego e por caridat que…” (Vida de Santa María Egipcíaca). A partir de aquí puede deslizarse hacia un sentido próximo al de ‘agente’ de pasiva: “conosco que por ti so guarida” (Berceo, Vida de Santo Domingo). El valor de ‘modo’ se halla en expresiones más o menos fijas, frecuentes en la lengua medieval: “por verdad”, “por qual guisa (manera…)”, “por juego”, “por vero”, “por burla”, “por (a)ventura”, etc. La preposición compuesta pora (a veces, ya para) se desarrolló en dos áreas, en las que, sin embargo, debía competir con por: -‘Finalidad’: “non amanesçio pora mi tan buen dia” (Libro de Apolonio), “Yo adobare conducho pora mi & pora mis vasallos” (PCid), “aquello que y convinie poral servicio de Nuestro Sennor” (Fazienda de Ultramar), “non sodes pora conmigo” (Razón de Amor), etc. - ‘Virtualidad’ en espacio, es decir ‘dirección’: “De Castiella uso ydes pora las tentes estranas” (PCid), “tornose pora do estaua Eneas” (Historia Troyana), “sean adobados poral tercer día” (ibid.), ‘duración futura’: “ pora siempre jamás” (documentos).Morfosintaxis histórica del adjetivo3.1. La historia morfológica del adjetivo es, en su mayor parte, idéntica a la del sustantivo (como ‘nombres’ que son ambos): dado que en él género y número y caso eran simples reflejos, por concordancia, de los portados por el sustantivo, su trayectoria en el adjetivo fue también un reflejo de la ya señalada para el núcleo del sintagma nominal. Únicamente en la ‘comparación se producirán cambios propios del adjetivo.Según su flexión, hay dos tipos de adjetivos en español: los que diferencian el género, bueno/buena (herederos de los latinos “de tres terminaciones”: BONUS/, -A/ -UM, en los que se igualaron masculino y neutro), y los invariables, fuerte (que en latín sólo distinguían el neutro: FORTI/ -E). En este sentido, los cambios habituales han sido el paso del segundo al primer tipo (RUDIS/ -E > rudo/ -a), y sobre todo la creación de femeninos específicos (en el s. XIII aún los en -or carecen de forma femenina, y coexisten burguesas junto a leonés invariable). Por ello, están aún sin explicar doble, triple, múltiple, simple, firme y libre (procedentes del tipo US/-A/-UM), en los que se produjo el fenómeno contrario9. La formación del plural en uno y otro tipo sigue las mismas pautas que en los sustantivos de contextura fónica semejante.3.1.2. En algunos adjetivos la apócope, habitual en el XIII, acabó perpetuándose. En 9 En los primeros pudieron influir los multiplicativos DUPLEX… SIMPLEX; en FIRMU, -A > firme quizá el adverbio FIRME (pero INFIRMU > enfermo); para libre podría pensarse en el nominativo LIBER, pero no se sabe por qué se perdió el término LIBERA. casi todos los casos se trata de la caída de la -o del masculino al preceder a sustantivo. Buen(o), mal(o) (de forma paralela a lo ocurrido con ciertos indefinidos y numerales), aunque en la lengua medieval también se apocopa el femenino si el sustantivo empieza por vocal “en buen hora” (PCid), etc.; en sant(o) la apócope (y la posterior reducción san) sólo permaneció como título ante nombre propio (salvo en unos pocos casos: “Santo Tomás”, “Santo Domingo”). En cambio, en grand(e) (> gran), como invariable, la apócope se dio en cualquier género y ante cualquier sonido: “grant recabdo”, “grand iura”, y no sólo delante de sustantivo: “el de la barba grant”, etc. (PCid); luego quedará sólo en posición prenominal.3.1.3. Para la ‘comparación’ por medio de adjetivos el latín dotaba a éstos de una flexión peculiar (IOR para masculino y femenino, -IUS para neutros) si establecían una relación de ‘superioridad’; en otro caso, recurrían a esquemas sintácticos 8MINUS + Adj. + QUAM, TAM + Adj + QUAM), opcional también en el primer caso: aquí empleaba MAGIS y, posteriormente, PLUS (el primero pervivió en la Romania arcaizante, y el segundo en la innovadora). En romance, y en castellano, la comparación del adjetivo es exclusivamente sintáctica, con algunas excepciones: las formas supletivas mejor y peor, mayor (en latín correspondía a MAGNUS, en castellano a grande) y menor (de PARVUS, y luego de pequeño); el sustantivo señor; y los relacionales interior y exterior, inferior y superior, anterior y posterior (éstos en latín no correspondían a adjetivos sino a adverbios; en castellano tienen rección de adjetivos: “superior a …”, etc., no *superior que…”). Por otra parte, el ablativo del segundo término de la comparación fue sustituido por un sintagma con de (“un cavallo muy mayor e muy mas ligero de todos…” (Historia Troyana), aunque predominó siempre la construcción con que (sustituto del QUAM latino, salvo con TAM, donde entró como < QUOMODO).3.1.4. Los adjetivos latinos tenían también un grado ‘superlativo’ (-ISSIMUS era su forma habitual), que podía indicar la cualidad en su máximo grado, o referida a un grupo (complemento que iba en genitivo). Estas formas se perdieron en latín tardío, de forma que en los primeros textos romances sólo hallamos, para el primer valor, secuencias de-adverbio intensivo (muy, o much(o), bien, fuert(e), etc.) más adjetivo10; y para el segundo el comparativo con artículo y un complemento con de (“Ya, Rey, el meior de toda Espanna” (PCid)). El superlativo -is(s)imo apenas se usa en el XIII (y sólo, como ocurriría luego casi siempre, con el primer valor): algún caso de dulcissimo en Berceo, o de altissimo en Sancho IV es todo lo que hallamos.3.2. Las funciones sintácticas del adjetivo se reducen, básicamente, a ser complemento del sustantivo: bien unido a él por medio de un verbo. Toda otra función puede considerarse extensión o derivación de ésta11.3.2.1. El orden latino adjetivo + sustantivo (con excepciones bien delimitadas) fue sustituido progresivamente en época tardía por el de sustantivo + adjetivo, al irse perdiendo, por el uso, el valor expresivo que en época clásica se asociaba a este último orden, y al irse generalizando la secuencia lineal de Núcleo + Complemento (cfr. el cambio Objeto + Verbo > Verbo + Objeto). De ahí que en romance el adjetivo antepuesto al nombre sea el que presenta especiales valores significativos. En castellano el orden no marcado (Sust. + Adj.) es el que manifiesta, por lo general, la función lógica del adjetivo: la de restringir la referencia del sustantivo ( “alço su mano diestra” (PCid), etc.), aunque no falten casos del orden contrario, bien por rima (“en tierra de moros non a bivo omne”) PCid)) o por contraposición rítmica (“la suzia mano non pued onrar las cosas santas” (Primera Crón. Gral.). El adjetivo sin función restrictiva tiene colocación más libre, aunque para anteponerlo se prefiere que tenga valor “cualitativo”, aportando así una dimensión más subjetiva (“la mi buena fama y el mi buen prez” (ibid.), “una fardida lanca” (PCid), etc.), o que se le dote la intención valorativa (a eso responde la distinción medieval entre “rico home” y “home rico”). En esta época es 10 Adverbio y adjetivo podían separarse; “mucho avie grandes cuidados” /PCid), “mucho les es dura” (Santa María Rgipcíaca), rasgo que se daba también con otros adverbios: “tanto es limpia” (PCid). 11 Véase: R. LAPESA, “La colocación del calificativo atributivo en español”, Homenaje a… Don Antonio Rodríguez-Moñino, Madrid: Castalia, 1975, págs. 329-345; y “Sintaxis histórica del adjetivo calificativo no atributivo”, Homenaje al Instituto de Filología “Dr. Amado Alonso”, Buenos Aires, 1975, págs. 171-199. todavía muy rara la anteposición literaria o retórica del adjetivo: “una limpia fuent”, “myo natural señor” (PCid). En cambio son muy característicos tanto el disponer los dos adjetivos coordinados a ambos lados del sustantivo (“buenas donas e ricas” (PCid), etc.), como la separación de adjetivo y sustantivo, en general por el verbo, rasgo muy propio de la lengua juglaresca (“gentes se le alegan grandes” (PCid), “mançebos auia hi liuyanos” (Santa María Egipcíaca), etc.)12.3.2.2. Referido al sustantivo a través de un verbo, el adjetivo cumple una función sintáctica propia en el esquema oracional, no siendo entonces suprimible (como lo es cuando sólo constituye un elemento adjunto al núcleo nominal). Herencia directa del latín es que el adjetivo sea el ‘predicado nominal’ con verbos copulaticos como ser, estar o parecer (donde es conmutable por el pronombre neutro lo)13; pero el castellano amplió la posibilidad de unirlo a otros verbos, y se caracterizó por usarlo con verbos de movimiento, perdido, o extenuado, el significado primitivo de éstos, como variantes expresivas de la predicación. “anda bastito” (Cancionero de Ben Quzman), “andas trist e pesado” (Libro de Apolonio), etc. Es también habitual en castellano referir el adjetivo al objeto, formando así una cierta “doble predicación<”, bien para indicar el esatdo, características, etc. de éste: “Uiba las decolaren” (Glosas Silenses), “Redondas auie las orejas” (Santa María Egipcíaca), etc., o para indicar la situación en que queda por efecto de la acción verbal: “Por siempre vos fare ricos” (PCid), “Io le tornare alegre (Libro de Apolonio), etc. Tanto en uno como en otro caso el adjetivo puede ir introducido por preposición o equivalente. Las más habituales son por (aquí heredero sintáctico de PRO): “ Por muertas las dexaron en el robredo de Corpes” (PCid), “Este rey… ovo por amigas dos duennas” (Primera Crón. Gral.); y como: “Guardaua bien su grey como muy sabidor” (Berceo, Vida de San millán), “Respondio Apolonjo como 12 Esta separación era más frecuente aún con cuantitativos o demostrativos como mucho(s), tal(es), tanto(s), etc. 13 A veces secuencias de ser y un adjetivo en -or o en -nte podía equivaler a un verbo simple: “Dios es recebidor del sacrificio” (setenario), “Eram asemeiant que…” (Disputa del Alma y el Cuerpo). ascalentado” (Libro de Apolonio), etc. (en el s. XIII apenas se halla de en tal función)14. En esta estructura el orden no marcado vuelve a ser el de Núcleo + Complemento, es decir: Verbo + Adjetivo; la inversión supone siempre expresividad: “Antes fu minguado, agora rico so” (PCid), etc.Hay situaciones en las que la función del adjetivo es más difícil de precisar. Una de ellas es la denominada por Lapesa ‘adjetivo incidental’, separado del sustantivo mediante pausa, del que supone un comentario adicional; para muchos lingüistas hay ahí un predicado subyacente: “Alto es el poyo, maravilloso e grant” (PCid),, “una hermana que dizien donna Sancha, grand e muy fermosa” (Primera Crón. Gral.), etc. En otros casos, el adjetivo puede analizarse como adverbio (de hecho, cuando cualifica al nombre por medio de un verbo también suele calificar a éste). Así pudieron convertirse en adjetivos el adverbio latino FIRME o el romance lueñe, y acercarse a la función adverbial adjetivos con variación: “ca nunca lo vieran, ca nuevos son llegados” (PCid) como sin ella: “Por Rachel e Vidas vayadesme privado”, “Fermoso sonrisava” (ibid.).MORFOSINTAXIS HISTÓRICA DEL PRONOMBRE La categoría del pronombre sufrió un amplio reajuste en el paso del latín al romance. Conservó sus funciones propias: referencia deíctica a elementos del contexto lingüístico o “situacional”, y determinación del sustantivo (esta última no con todos los pronombres); mantuvo también sus clases fundamentales: personales, demostrativos, etc., con sólo la creación del ‘artículo’ como una nueva forma de determinante. Pero dentro de cada uno de los grupos de la categoría hubo notables variaciones: pérdidas e incorporación de lementos, cambios de posición en las estructuras, etc. El resultado, no obstante, fue un sistema bastante parecido al latino: hasta tal punto ello es así que algunos pronombres conservan el ‘neutro’ y el ‘caso’, dos categorías perdidas en el resto del sistema nominal.Los pronombres personalesEn este grupo la novedad más notable fue la incorporación definitiva de una forma para la “tercera persona”, la que no interviene 14 En este como en otros casos un sustantivo puede aparecer en estas posiciones, siempre que incluya alguna connotación ‘cualitativa’. en el diálogo (no es ni ‘yo’ ni ‘tú’): para ello, se recurrió, en época tardía (no hay muchos datos al respecto), a diversos demostrativos, prefiriéndose al final el de lejanía, ILLE, el más próximo al nuevo contenido que se quería expresar.4.1.1. Los pronombres personales mantuvieron las formas de nominativo de primera y segunda personas: E(G)O > yo (¿a través de *ieo > *ío-ió, o fue directo el paso * EO > io? ¿influyó el uso proclítico en el desplazamiento acentual?), TÚ > tú, NOS > nos, VOS > vos. Yo y tú se emplearon sólo como sujeto (y predicado nominal), pero nos y vos hubieron de usarse también tras preposición (NOS y VOS eran también acusativos en latín, y en casi toda la Romania los dativo-ablativos NOBIS, VOBIS desaparecieron); por otro lado, podían usarse con valor singular, NOS por las altas jerarquías y VOS en el tratamiento entre nobles, usos ambos que arrancan del latín tardío. La oposición entre ME, TE (acusativo y ablativo) y MIHI, tibi (dativo) se perdió, aunque originándose una nueva diferenciación: me y te quedaron en castellano como formas de complemento (directo e indirecto) afijas al verbo, mientras que mí (surgida por la contracción de las vocales de MIHI) y ti (analógica con la anterior)15 pasaron a usarse sólo tras preposición (con la excepción de entre, que desde los orígenes pudo regir a yo y tú). La composición MECUM, TECUM se regízo en con-migo, con-tigo (y los plurales NOBUSCUM, VOBISCUM en connusco, convusco, con u inexplicada). En el plural las formas afijas fueron las mismas: nos, vos, con algunos casos ya de os (en general, tras forma verbal terminada en consonante). En el pronombre elegido para la tercera persona se produjo una diferenciación semejante: él, ell(elle en textos primitivos, elli en Rioja) < ILLE, ella < ILLA, ello < ILLUD (en el masculino se eligió el nominativo para evitar confusión con el neutro) sirvieron como sujeto y como términos de preposición. Las formas afijas conservaron la distinción acusativo/dativo: lo (masc. Y neutro), los, la(s) < ILLUM = ILLUD, ILLOS, ILLAM, ILLAS / le(s) (li(s) en Rioja) < ILLI(S), con 15 De TIBI surgieron tibi, tive, de los textos primitivos, y, por analogía, mihi, move, etc.: ninguna de ellas sobrevivió. simplificación de LL y pérdida de vocal inicial por el carácter átono de estas formas; en la secuencia de dativo + acusativo surgió un sonido palatal en el dativo: ge lo, ge la, etc., quizá a partir de una forma primitiva como +(e)li elo (< ILLI ILLI… ), forma extendida por analogía al plural (no hay casi ningún caso de les lo). Por último, las formas ‘refkexivas’ se adecuaron a la nueva estructura pronominal: SE (acus. Y ablat.)/ sibi > se (afijo)/sí (preposicional), y SECUM > consigo.Dos fueron las principales alteraciones que afectaron a la forma de los pronombres afijos:- La apócope en el singular de estos pronombres (salvo en el fem. la y en el neutro lo) era frecuente desde fines del s. XI, siempre que la palabra anterior, en la que se apoyaba el pronombre como enclítico, terminara en vocal: lexol, quem, sis, etc., surgiendo formas como quen (=”que me”), didi (“dite”), por neutralización de consonantes implosivas. En secuencias de pronombres la apócope originó grupos consonánticos resueltos como los de interior de palabra:: que m(e) lo > quemblo, ni m(e)la > nimbla, “tove t(e)lo” > toveldo”, “yo t(e) lo …” > “yollo…”, formas todas ellas bastante escasas.- Menos intensa fue la asimilación entre la -r del infinitivo y la l- de alguno de los afijos de tercera persona: serville, fazello, etc. (en algunos textos como en el Auto de los Reyes Magos se emplea l sola: aoralo, sabelo, etc.). Alguna vez hay asimilación también con la s de se: tornasse, adovasse (en PCid). Otra asimilación habitual se produce entre la -d del imperativo y la l- del pronombre: avello, prendello, etc., aunque fue más frecuente la metátesis: dalde, prestalde, etc. (también presente en dandos, tenendos, inversión ésta casi exclusiva del PCid). Mucho más raras son asimilaciones como partanna, tuvieronna, devenna (por “partan la”, etc.), quizá de origen dialectal (leonés).En la reestructuración del sistema pronominal, resultó que las funciones de complemento indirecto y de objeto directo con referencia ‘personal’ tienen dos modos de manifestarse: bien mediante los afijos me, te, lo, la, le, etc. o por los sintagmas preposicionales “a mi”, “a ti”, etc. De los dos, mientras que la expresión con afijos era la “normal”, el empleo de “a mi”, etc. supone claro énfasis. “a ti adoro e credo””,”, “a mi lo dizen, a ti dan las orejadas” (Pcid), “corten a el los pies” (Espéculo), etc. Hasta el s. XIII es muy rara la reduplicación pronominal: expresiones como “a mi mon m’inchal”, “te crie ati) (PCid) muestran clara redundancia enfática. En cambio, es mucho más normal reduplicar el objeto, directo e indirecto, mediante el afijo cuando se trata de un sintagma nominal. Ello ocurre cuandose antepone este complemento (como ‘tema’ o ‘asunto’ de la frase): “la calçada de Quinea yvala traspassar”, “al Çid la manol va besar” (Pcid), pero también anunciándolo, en general, con valor ‘enfático’: “yo las caso a vuestras fijas”, “muchol tengo por torpe qui non conosçe la verdad” (Pcid), “… cómo lo fazia aquel pan” (Libro de los Engaños)16.4.1.4. Los pronombres afijos eran básicamente enclíticos, por lo que en castellano medieval no podían iniciar frase después de pausa, ya que habían de apoyarse en algún elemento anterior. Así, si el verbo iba al comienzo de la oración (o tras las conjunciones e, mas) se le posponía: “ascondense de mio Çid” (Pcid), “E dixo me otrossi…” (General Estoria), etc.; si esa forma verbal era un futuro (o condicional) o un tiempo compuesto, el afijo podía intercalarse entre los elementos componentes: “laorgansan” (Glosas Emilianenses), “Convidar le yen de grado”, “auedesme olvidado”, “vedada l’an conpra” (Pcid), etc. Si la frase comenzaba por algún otro elemento, en general el afijo se le posponía (quedando, así, delante del verbo): “non lo desafie nil torne enemistad” (PCid), “… plazo qual le demandaron” (Libro de los Juegos); pero si ese elemento no es un adverbio o cojunción (como non, que, ya, quando, etc.), el pronombre puede seguir pospuesto al verbo: “el rey dioles fieles” (PCid), “e ella dixoles” (Primera Crón. Gral.)17 Por último, hay que señalar que, según estos principios, el afijo podía quedar separado del verbo, bien por adverbio: “que gelo non ventassen” (PCid), por el pronombre sujeto: “que me tu dizies” (Primera Crón. Gral.), y más raramente por otros elementos: “que lo el rei e la reina quieran”” (ibid), “los sabios que se mas desto 16 Con frecuencia, el neutro lo anunciaba la oración posterior: “ya lo vieron que es a fer” (Pcid). Estas reglas valían para cualquier forma verbal, incluyendo infinitivos, gerundios e imperativos: “non saven que se far”, “ e todos se alegrando” (PCid). 17 trabaiaron…”) (Lapidario).4.1.5. La oposición lo(s), la(s)/le(s) es el único resto, en todo el sistema lingüístico castellano, de los casos latinos (aquí, acusativo/dativo). Ese aislamiento debió de ser un acicate, ya desde los orígenes, para sustituir dicha oposición por otras más arraigadas en la lengua.4.1.5.1. Desde muy pronto, construcciones con objeto directo (acusativo latino) pueden referir éste mediante (le(s), con lo que nos hallamos ante el naciminto del leísmo. Eso ocurre cuando el objeto lleva un predicativo: “El mismo David le llama Sennor” (Evangelio de San Marcos), “fiçole Dios... en çielo parçionero” (Berceo, Vida de Santo Domingo); y cuando es el sujeto de un infinitivo subordinado, sobre todo cuanto éste lleva su propio objeto: “fazle entender aquella vision” (Fazienda de Ultramar), “Fazieles la grant cueyta el miedo olvidar” (Libro de Alexandre), pero también en otros casos: “Viedales entrar” (PCid). Por otro lado, las construcciones de doble acusativo latino habían convertido el acusativo ‘personal’ en complemento indirecto (así “rogare (docere…) aliquem aliquid” > “rogarle (enseñarle…) algo”, lo que también había ocurrido ante oración subordinada (Mandoli que ixiesse” (Berceo, Vida de santo Domingo), etc.)18. Finalmente, hay que señalar que siversos verbos latinos que regían, siempre o en ocasiones, dativo se hicieron transitivos n castellano, pero conservando, al menos con el pronombre, su antiguo régimen (p. ej. (a)menazar, ayudar, acorrer, obedeçer, servir, etc.). Todo ello contribuyó a que desde comienzos del s. XIII hallemos le(s) como forma de objeto directo con numerosos verbos transitivos. Dado que en casi todos los entornos mencionados arriba el objeto implicado retenía referencia ‘personal’, este rasgo semántico debió convertirse en decisivo para la posterior propagación del fenómeno. Sin embargo, hay que señalar que el leísmo se produce con menor intensidad en plural, y sobre todo, que son muy raros los casos de le(s) por el femenino la(s), aun con 18 Quedarron restos, sin embargo, de la vieja estructura. “E los prophetas amonestvanlos la ley del Criador” (Fazienda de Ultramar), “Rogáronlos que fuessen” (Berceo, Vida de San Millán), etc. Y, naturalmente, la posibilidad de lo(s), (la(s) ante predicativo o infinitivo subordinado pervivió (sobre todo, en plural o en femenino). referencia personal: aquí primaba, pues, la distinción de ‘género’ (inexistente en el dativo pronominal). La distinción de ‘género’ operó también en el caso de lo, en el que se reunían el masculino ILLUM y el neutro ILLUD. Para evitar tal homonimia se recurrió a le como masculino (tanto para objeto directo como para indirecto), reservando a lo para el neutro. Es un empleo menos extendido que el de le como ‘acusativo personal’, pero es también antiguo: “El arbol echavanle en tierra” (Fazienda de Ultramar), “Este casamiento otorgovosle yo” (PCid): único caso), “…un carro… que ge le cerrasen de redesiellas” (General Estoria), etc. 194.1.5.2. Bastante menos extendidos están los usos contrarios al reseñado: empleo de los acusativos lo(s), la(s) en función del dativo. El primero tiene cierta vigencia en los textos antiguos. “Todos… davanlos vasos de oro…” (Pzienda de Ultramar), “para lo toller las armas” Historia Troyana), (mercet los començo a pedir” (Libro de la Infancia); podría explicarse a partir de la extensión de los casos de doble acusativo conservados en castellano antiguo; este loísmo, por otra parte, es más frecuente en plural: se ha pensado que la inexistencia de ‘neutro’ en plural pudo favorecer esta extensión (los tiene una forma más parecida a ellos). En cambio, el laísmo, o extensión de la(s) al dativo para diferenciar al femenino (carente de forma propia en este caso), es, hasta el s. XIII, mínimo: “la començo a dezir: “por Dios…” “Historia Troyana).4.1.6. Las formas ‘reflexivas’ continúan en castellano la función de señalar la identidad de referencia entre un complemento (expresado por el reflexivo) y el sujeto de la frase; esa función podía ser expresada por todos los pronombres, pero sólo en tercera persona tenía formas propias: “Alabandos ivan infantes de Carrión”, “cada uno por si sos dones avien dado”, “non lo conpra, ca el se lo avie consigo” (PCid). En ocasiones puede haber valor recíproco: “non te iuntaras conmigo” (ibid)20. Y, al igual que el dativo pronominal no 19 Hasta ahora, es dudosa la influencia que la apócope (en -l’ confluyeron -lo y -le) pudo tener en la confusión de ambos pronombres. 20 Sí se perdió en romance la posibilidad de que un reflexivo en frase subordinada aludiera al sujeto de la frase principal. reflexivo, puede tener valor de ‘dativo ético’:… “a Murviedro, ca el ganada se tenie çiento” (ibid.). Ya en latín los verbos ‘medio-pasivos’ y ‘deponentes’ (forma ‘pasiva’ y significación ‘media’) alternaban con la construcción reflexiva, y a la vez podían tener sentido ‘reflexivo’. La igualación entre ambos tipos se intensificó en latín tardío, de modo que en romance la construcción reflexiva amplió extraordinariamente sus usos y sentidos, pasando a constituirse en un cierto tipo de ‘voz media’, en principio con verbos transitivos: alegrarse, olvidarse, moverse, verstirse, esforçarse, abrirse, etc. con sujetos ‘animados’ o ‘no animados’), que así se “intransitivizan” en cuanto a su sentido. Esta proximidad actuó ya en latín vulgar, donde SE pasó a combinarse con verbos intransitivos, posibilidad ampliamente desarrollada en castellano: irse, salirse, serse, morirse, etc. Por último, las relaciones señaladas entre ‘(medio-)pasivos’ y ‘reflexivos’ llevaron al desarrollo de la llamada ‘pasiva refleja’ (uso éste exclusivo ya de la forma se), donde, frente a la construcción ‘reflexiva’, se supone un ‘agente’ externo21. Este empleo no se documenta en latín, pero debió de existir en él ya que es pan-románico. En castellano era frecuente con perífrasis: “Dotra guisa se deve esto interpretar” (Libro de Apolonio), “de guisa que se non puedan probar” (Partidas), pero también con verbo simple: “Las puertas… que non se abriessen de día nin de noch”, “Non se faze assi el mercado” (PCid); en cambio, era poco habitual con sujeto ‘animado’ (podía confundirse con el reflexivo “propio”: cfr. “con tal cum esto se vençen moros del campo” en (PCid): “La su yent… non se podrie contar” (Primera Crón. Gral.). Esta construcción presentaba un claro sentido ‘impersonal’, aunque en el XIII ello aún no se traduce en la forma sintáctica (no se da con verbos intransitivos, y el verbo siempre concuerda en número con su ‘sujeto paciente’).Pronombres posesivos4.2. Los pronombres posesivos, formados sobre los personales, mantuvieron en castellano la estructura latina: a más del género y número de lo “poseído” diferencian el número del “poseedor”; se ha perdido, sin embargo, el 21 Éste, si se expresa, aparece con la construcción propia del ‘agente de pasiva’ (de todos modos, no es habitual la manifestación de dicho ‘agente’). carácter ‘reflexivo’ de SUUS (formado sobre SE), con lo que éste ha venido a emplearse para cualquier referencia a tercera persona; por otro lado el castellano no empleó ninguna forma para “poseedor” plural de tercera persona (frente a otros romances, que lo tomaron del genitivo ILLORUM).4.2.1. La derivación fromal de los posesivos castellanos no plantea demasiados problemas: MEU > mío o mió (¿a través de un diptongo *MIEU, o de forma directa?), TUU > to, SUU > so (y los plurales mios, tos, sos), para los masculinos de “poseedor” singular. El femenino MEA (con E -cerrada- por disimilación ante /a/ dio mía, con mueva disimilación vocálica; de forma análoga, TUA > tua, SUA > sua. Estos femeninos se relajaron, cuando eran proclíticos ante sustantivo, en mie, tue, sue, (formas todas ellas de los ss. XI-XIII), y a principios del XIII quedaron en mi, tu, tu por apócope (en esta época hubo, sin embargo, casos de so ante femenino y su ante masculino, por la vacilación propia de las vocales átonas), esta distinción por el género del “poseído” llega hasta la segunda mitad del XIII, aunque con frecuentes confusiones entre to y tu, so y su (como átonos, era fácil su confusión, y además, -o/-u era excepcional para distinguir ‘masculino’/’femenino’); en el último tercio del siglo quedan sólo las formas más “neutras”, tu y su, para ambos géneros. Por su parte, tua y sua habían generado unos masculinos tuo y suo, de muy poco uso; pero ya en el XIII hay algunos casos de tuyo (-a), suyo (-a) (con -y- tomada del posesivo relativo CUIU, -A > cuyo, -a), todavía sin empleos especiales. Los posesivos de “poseedor” plural existen en castellano sólo para primera: NOSTRU > nuestro, y segunda: VOSTRU (analógico, en lugar del clásico VESTER) > vuestro (pueden referirse a singular, en mención de ‘respeto’.4.2.2. Los empleos de los posesivos no diferían en unas y otras formas. Así, mio(s), to(s) y so(s) iban ante sustantivo, pero también tras artículo: “los sos”, “los to” (PCid), o como predicado: “ser siempre sos” (Libro de Alexandre): por su parte, tuyo, suyo podían ir ante sustantivo: “un suyo ombre” (ibid), “por tuyo consejo” (Calila). En cambio, los femeninos mi(e), tu(e), su(e) sí eran exclusivos de la posición proclítica. El posesivo en castellano había ampliado sus usos respecto del latín: se emplea en los nombres de ‘posesión inalienable’ (partes del cuerpo o parentesco), para los complementos ‘objetivo’ o ‘subjetivo’: “Por la mi amor” (PCid), “con su miedo” (Libro de Apolonio), y para otros complementos con de sin sentido ninguno posesivo: “so vuetro pagado” (PCid), etc. Esta diversidad de valores, junto con las posibles ambigüedades, sobre todo en so, su…, incrementó en castellano expresiones pleonásticas, ya conocidas en latín, del tipo: “so sobrino del Campeador”, sos mañas de los yfantes”, “en Burgos del entro su carta (PCid), etc.4.2.3. El castellano antiguo podía oponer a la secuencia de posesivo + nombre otra con artículo antepuesto, secuencia ésta claramente marcada, de especial valor afectivo, retórico o realzador de la posesión, como atestiguan los textos: “De los sos oios tan fuertemientre lorando”, “doña Ximena, la mi mugier tan complida” (PCid), “pues que yo perdi en ti la mi buena fama y el mi buen prez que yo mereçia auer segund los mios fechos…” (Primera Crón. Gral.), etc. Tal posibilidad se daba también con demostrativos: “estos mis tres cavalleros”, “aquesta nuestra compaña” (PCid), y con algún indefinido: “…auie un su amigo… “ (Lapidario).Pronombres demostrativos4.3. El sistema de los demostrativos latinos era algo complejo: junto a la tríada básica HIC/ISTE/ILLE, existía un anafórico, IS, y dos formas de “identidad”: IDEM e IPSE (de las que pronto sólo quedó IPSE ). IS desapareció, por su debilidad fónica, algo que también eliminó a HIC 22 . El sistema binario está en la base de la mayoría de las lenguas románicas, pero las más arcaizantes reconstruyeron el sistema ternario: el castellano eligió el heredero de IPSE para ocupar la posición intermedia, la menos marcada. 4.3.1. El masculino singular de los demostrativos parece derivar del nominativo latino, para evitar confundirse con el neutro (no hay que olvidar que todos los demostrativos pueden funcionar como términos primarios). Así, ISTE > e(s)te, IPSE > es(e) (mantuvo la -e por analogía con los demás), *ECCU-ILLE > aquel (en Rioja: esti, esi, aquelli). Las demás formas no plantean problemas: ISTA(M), ISTUD, ISTOS, -AS > esta(s), esto, 22 Sobrevivió en compuestos: HAC HORA > agora, HOC ANNO > hogaño, PER HOC > pero. estos; IPSA(M), IPSUM, IPSOS, -AS > esa(s), eso, esos; *ECCUILLAM, -ILLUD, -ILLOS, -AS > aquella(s), aquello, aquellos. El refuerzo inicial (en el que intervinieron ECCE, y ECCE (E)UM, AC, ATQUE, ya usados en latín) se dio también en los otros pronombres: aqueste, aquese, formas intercambiables con las simples (de ahí que entre él y aquél las troneras fueran poco nítidas). El valor de ‘identidad’ del heredero de IPSE pervivió (aparte de en ciertos usos antiguos de ese) en compuestos como anes (<EN-IPSE), desusado ya a mediados del XIII, sise (<SIBI-IPSE), suyose, y en “sibi-eleiso” (< ILLE IPSU) de las Glosas. De la expresión enfática latina “egomet ipse…” o “…ipsimus” se formó el compuesto MEDIPSIMU que originó meismo, me(e)smo o mismo, usado con pronombres o artículos para señalar ‘identidad’.4.3.2. Los valores y usos de los demostrativos castellanos, continuadores de sus correspondientes latinos, se hallan fijados desde sus orígenes. No obstante, como herencia del amplio uso de los demostrativos den latín tardío, aparecen en tantas situaciones que su referencia, deíctica o anafórica, parece diluirse (no falta quien haya querido igualarlos en valor con el artículo). Se da en documentos: “.. damus a aquela niña… aquel ferrenal que iaze…” (Sahagún, 1222), pero sobre todo en el lenguaje épico o en sus derivados: “es dia es salido”, “grado a Dios… e âquel rey don Alfons”, “yo vos dire d’aquel Felez Muñoz” (PCid), “maldize essa hora en que nasçiste” (Santa María Egipcíaca), “Este rey don Pedro fue… et coronol a este rey don Pedro esse Inocencio papa” (Primera Crón. Gral.) (el más empleado es esse, pero también los otros dos). En casi todos los casos nos hallamos ante el deseo de precisión o el recurso de la poesía juglaresca a los artificios deícticos; más debilitado parece el demostrativo ante oración de relativo; “ a estos cavalleros quel sirven” (PCid), “valie mas essi pueblo que la avie vecina” (Berceo, Milagros).El artículo4.4. El notable incremento de uso de los demostrativos, en especial del ILLE, ante sustantivo hizo que en muchos casos su función señaladora quedara reducida a la simple determinación. En tal situación, perdía el acento: ello nos permite entender cómo surgieron las dormas y el contenido del artículo románico (y del español, en concreto=. 4.4.1. Los primeros textos castellanos muestras ya las formas el /ell era frecuente ante sustantivo iniciado por vocal), la, lo, los, las23. En plurales y femeninos la derivación es clara (< ILLA(M), ILLOS, -AS); se conservan las marcas de género y número, mientras se pierde la vocal inicial y se simplifica -LL-. El es más problemático; suele afirmarse que desciende del nominativo ILLE, por claridad, pues el acusativo ILLUM hubiera dado lo, homónimo con el neutro; ello choca con las otras lenguas peninsulares, y también con algunos casos castellanos de lo masculino tras preposición: de ahí que se afirme que el procede de una apócope de elo, precisamente para evitar confundirse con el neutro; o que hubo declinación bicasual en el artículo. El(e) > ILLE/el(o) < ILLUM, eliminada al no haberla en el sustantivo. Por su parte, de ILLUD pudieron surgir también dos formas: el y lo; la primera quedaría con los sustantivos neutros hechos masculinos, y se identificaría así con el masculino, pero también mantendría su valor neutro con adjetivos en ciertos casos: “al contrario” (PCid), “El poco que yo me he… el mucho que has” (Bonium), etc.; lo, en este proceso de distinción progresiva ‘masculino’/’neutro’, acabaría como forma única para ‘neutro’ (con adjetivos, cuantitativos, oraciones de relativo, etc.)24 El castellano apenas si conoció aglutinación entre preposición y artículo, tan frecuente en otros dialectos: sólo se da, con el, si la preposición termina en vocal (al, del, contral, etc.); contracciones como conna(s), connos, enna(s), ennos (más raro polla, etc.) no se dan sino en zonas laterales (Cantabria, Toledo, Rioja) y en época muy temprana.4.4.2. El valor del artículo surgió a partir de ciertos usos de los demostrativos 23 Formas como elos, elle, ile, etc., sólo aparecen en documentos primitivos (aunque elos, ela(s) llegan en León hasta el s. XIV). 24 Hay otros el, surgido por apócope del femenino primtivo ella ante sustantivo iniciado por vocal: “el alma”, “ell espada”, etc. latinos (no sólo ILLE, sino también IPSE)25, en especial el de acompañar a sustantivos ya mencionados o explicados en el texto; a partir de ahí, va a indicar el carácter “real”, “existente” de lo referido por el nombre (frente al carácter “virtual”, “esencial”, del sustantivo sin artículo); al mismo tiempo, el sustantivo con artículo se presupone “consabido” por hablante y oyente. A diferencia de demostrativos, posesivos e indefinidos, el artículo no aporta ningún otro contenido a la determinación: se trata, pues, de un determinante “puro”. Este valor se documenta ya tarde: los casos seguros no van más allá del s. VIII. En castellano está ya consolidado desde los orígenes. “A la exida de Biuar ouieron la corneia diestra” (PCid), “¿o son lospalafres que los quendes ie los res / te solien dar…?” (Disputa del Alma y el Cuerpo), etc. En esta época, además, el artículo exige el carácter ‘individualizado’ de lo referido por el nombre; de ahí que pueda faltar cuanto éste tiene valor genérico: “nin da conseio padre a fijo nin fijo a padre” (PCid), de grupo o cantidad indefinida (muy frecuente en plurales): “burgeses e burgesas por las finiestras son” (ibid), colectivo: “sediendo christianismo en esta amargura” (Berceo, Vida de San Millán), de materia: “latón, que es cobre tinto…” (Libros del Saber de Astronomía). El artículo no penetró por igual en todas las funciones sintácticas: con sujeto es donde más se extendió desde los orígenes; por el contrario, los sintagmas preposicionales, en especial con valor de causa, materia, modo, etc. (“de tierra”, “de coraçon”, “en mano”, etc. en PCid) no suelen llevarlo, dado el carácter “esencial” de su sustantivo; pero también puede faltar en otros casos. “entraron… uilla” (Primera Crón. Gral.).4.4.3. El artículo indica también el carácter de ‘sustantivo’ de lo que le sigue: por ello, es el procedimiento más utilizado (no el único) para convertir en sustantivos, permanentes o no, a elementos de otras categorías. Así, se halla desde el principio con adjetivos: “el mezquino”, “la Gloriosa”, “los encativados”, etc. (en Berceo). En ciertos casos el artículo parece conservar su valor pronominal, de término ‘primario’, cuando alude a 25 IPSE originó el artículo de algunas lenguas románicas. Por otro lado, así podrían explicarse ciertos usos de esse castellano antiguo (cfr. # 4.3.2.). un sustantivo ya enunciado o implícito: “… rey, el meior de toda Espanna” (PCid), “… dos fijas: la mayor, Lía, la menor, Rachel” (General Estoria). Este valor es el que se da ante complementos con de: “myo Çid el de Biuar”, “lo del leon” (PCid), etc., contexto en que el artículo puede funcionar como antecedente de un relativo: “ellos qui naiseren” (Glosas Silenses) “El que bolviere mi cort”,, “Los que foron caualleros” (PCid), etc., contexto en que el artículo puede funcionar como antecedente de un relativo con preposición: “los en qui el mas se fiaua” (Primera Crón. Gral.), “E era rey,,, el contra quien tendiera Alexandre…” (ibid). En cambio, tal valor no se da ante infinitivo, donde el artículo vuelve a ser mero determinante, tanto si la sustantivación es permanente: “los averes”, “el plazer”, “el cantar”, como si es ocasional: “Dios sabe el aiuntar”, “al cargar de las arcas” (complemento ‘objetivo’) (PCid), “el correr de los nauios” (‘subjetivo’) (Primera Crón. Gral.), etc. Pronombres indefinidos y cuantitativos4.5. Los pronombres indefinidos sufrieron un reajuste radical en la formación del castellano: el sistema latino, complejo y no demasiado bien organizado, vino a sustituirle un conjunto de formas, algunas heredadas y otras de nueva creación, que tampoco llegaron a constituir un sistema estable ni cerrado. Frente a su escaso uso en latín, el castellano uno (< UNU) ha resultado fructífero: combinado con ALIQUIS, de sentido próximo, generó alguno y con ni(n) (< NEC) el negativo ni(n)guno; estos dos sufrían apócope de -o ante sustantivo (“algún dia”, “ningún pesar”, pero también: “alguno homine” en la traducción del Fuero Juzgo), al igual que un (“un dia”/”uno figo” en el Auto de los Reyes Magos), quien tampoco podría perder la -a del femenino (“un ora” en PCid). Por otra parte, amplió sus usos: además de numeral, mantuvo la correlación con otro (en ambos usos podría ir con artículo: “el uno”, “el un braço”); asumió el valor de ‘uno cualquiera’; y pasó a ‘introductor’ de sustantivos en el discurso: “Un sabado esient... vi una vision... so un luziello nueuo iacie un cuerpo de omne”” (Disputa del Alma y el Cuerpo), etc.; o ‘clasificador’: “êña Cadiella que es una peña fuerte” (PCid), “vasos que eran d’un fyno oro” (Fernán González)26. Fueron frecuentes las neutralizaciones de indefinidos latinos, parejas de las que sólo queda un miembro OMNIS/TOTUS > todo, QUIDAM/CERTUS > cierto, NEMO/NULLUS > nul (pronto desusado), ALIUS/ALTER > otro, pronombre éste que conoció las formas otri y otrién (semejante a los relativos qui < QUI / quien < QUEM), junto a los más raros otrie y otre. Se conservaron los correlativos tal y tanto, que pueden derivar hacia los demostrativos, o tomar valor ponderativo, bien cualitativo o cuantitativo: “tal eres qual digo yo”, “costumbres auedes tales”, “tanto quanto yo biva”, tantas lanças premer e alçar, // tanta adaraga…// tanta loriga… // tantos pendones blancos…// tanto auien el dolor”) (PCid). También perviven mucho(s), -as, poco(s), -a(s) (que pueden funcionar como adverbios). De los indefinidos que sólo funcionan como términos ‘primarios’ el castellano conservó al < ALID (arcaico por ALIUD) y algo < ALIQUOD. Creó la expresión “omne nado” y nadi (¿del plural latino NATI, o de nado por analogía con qui y otri?) para el indefinido negativo personal; y nada (¿del latino RES NATA?) para el neutro. Los indefinidos compuestos latinos desaparecieron casi en su totalidad. Tampoco tuvieron suerte muchas creaciones castellanas: fueron de poco uso las formadas con quis (quiscataqui (Glosas), quis cada uno (PCid), etc.), al- (alquantos, alguandre < ALIQUANDO), ya(yaquantos, yaquando, etc.) y los herederos de VELLE (qualbis en las Glosas, qualsivuel o sivelqual en Berceo). Sólo pervivieron los construidos con el indicativo presente, apocopado, de QUARERE que en castellano tomó el sentido voluntativo de VELLE: quiquier, qualquier, qualsequier (y quandoquier, etc.).4.5.2. Los numerales cardinales no presentan en su historia otras vicisitudes que las debidas a la evolución fonética; es lo que ocurre desde uno < UNU < quinze > QUINDECIM (en DUOS, DUAS > dos se perdió el femenino duas, dues), en las decenas (donde TRIGINTA > treinta es analógico 26 En estos valores, donde no admite combinación con el, ha sido llamado ‘artículo indefinido’. con VIGINTI > veinte), en CENTUM > ciento (apocopado, cien(t), ante sustantivo) y en MILLE > mil. Todos los demás, salvo quiñentos, quinientos > QUINGENTI son composiciones castellanas, aunque en el s. XIII aún existían dozientos > DUCENTI y trezientos > TRECENTI. De los ordinales latinos sólo sobrevivieron los cinco primeros; formas como siesta > SEXTA, ochavo < OCTAVU o diezmo < DECIMU pasaron a otras áreas semánticas. Por ello, el castellano recurrió, a partir de cuatro, al sufijo -eno, distribuido en latín (cuatreno, cinqueno, seseno, etc.). Por último, quedaron formas multiplicativas como doble < DUPLU, treble < TRIPLU, fraccionarios como tercia < TERTIA, y distributivos como seños, sendos < SINGULI, cada (de la preposición griega ).EL VERBO La historia del verbo castellano es compleja, tanto en la constitución como a lo largo de la evolución del idioma. Y si bien es cierto que pueden separarse con facilidad los aspectos puramente formales de los de contenido al estudiar sus cambios, también lo es que cada uno de esos aspectos encierra intrincados problemas: el formal, por las interferencias entre cambio fónico y analogía; el de contenido, por su relación con la subordinación oracional, situación y contexto, etc.Cambios formales: conjugaciones y acentos5.1.1. Los verbos castellanos suelen ser clasificados en tres grupos, según la llamada ‘vocal temática’, presente en el infinitivo y en algunas otras formas: cantar, cantamos /comer, comemos…/ partir, partimos. Estos grupos heredan los latinos -ARE, -ERE, -IRE, con la pérdida de un tipo, la “tercera conjugación”, cuyos elementos pasaron a la segunda (FACERE > fazer) o la cuarta (DICERE > dezir)27. Hubo algunos otros cambios de conjugación, de la segunda a la cuarta (la tercera del castellano): COMPLERE > complir, cumplir¸ MONERE > muñir, siendo excepcional el paso de la cuarta a la segunda: TUSSIRE > toser (los verbos en -ar (-ARE) no entraron en estos cambios). La desaparición de la tercera conjugación latina supuso la adecuación acentual de sus miembros a los nuevos esquemas: FACIMUS > fazemos o DICIMUS > dezimos; 27 Este cambio es propio de las lenguas iberorrománicas, con excepción del catalán. únicamente parecen haber mantenico el acento en su lugar formas como vamos < VADIMUS, vades (- vais) > VADITIS, gracias a la contracción vocálica producida tras la caída de -D-. Los demás cambios en la posición del acento aon analógicos: los verbos con prefijo tienden a acentuar el radical 8RENOVO > renuevo, RENEGO < reniego, etc.); igualan también la posición los verbos con -Iderivativa: APERIO / APERIS > abro, abres, o RECIPIO / RECIPIS >reçibo, recibes. Con ello y con la caída de vocales postónicas <8RECUPERO > recobro) surgió la regla de que en las formas verbales el acento no cambiara más de una sílaba, distinguiendo así las formas ‘fuertes’, con acento en la raíz (las tres formas del singular y la tercera plural de los dos presentes: cant- o, -as, -a, -an -e, -es, -en) de las ‘débiles’, con acento en la vocal temática (cant-amos, etc.) o en la desinencia (cant-é, etc.), A ese esquema hubieron de adaptarse los cultismos (todavía Berceo acentuaba sacrífica, vivífica, etc.) Por su parte, los imperfectos de indicativo y subjuntivo igualaron, por analogía interna (con amava, amara , etc.), el lugar del acento: AMABAMUS > amávamos, AMA(VE)RAMUS > amáramos, AMA(VI)SSEMUS > amássemos (Berceo: andavámos, etc.). Cambios de raíz verbal5.1.2. Estos cambios pueden producirse en la vocal (sólo hay una vocal radical en cada verbo) o en las consonantes: en éstas no interesan sino las que afectan a la(s) consonante(s) inmediatamente anterior(es) a la vocal temática o a la desinencia.La diptongación de las vocales breves (- abiertas) latinas produjo una notable alternancia en el verbo castellano: los verbos cuya vocal radical era E y O -cerradas y breves- tuvieron diptongo en las formas ‘fuertes’ (pierdo, pierdes, pierden, pierda, o vuelo, vuelas, etc. Esa alternancia pasó a verbos donde no correspondía (sobre todo con -e- (cerrada) < E -larga-, -I breve: PENSARE > pensar-pienso, CUMINITIARE > començar-comienco (¿influjo de empeçar < *IN-PETTIARE?), CONSTARE > costar-cuesto. No se documentan aún en el XIII nivelaciones, ni hacia la vocal simple (eran generales priesto, entriego, etc.), ni hacia el diptongo (por el rechazo a estos diptongos en sílaba átona: dezmar, adestrar, etc.) En la clase -ir presentan también diptongo verbos con -E- (breve): SENTIRE > sentir-siento, FERIRE > ferir. fiero (y alguno atraído por analogía: POEN(I)TERE > (a)repentir-(a)repiento), y sólo dos con -O- (breve): DORMIRE > dormir-duermo, * MORIRE > morir-muero. Pero en ellos la vocal radical, cuando es átona, se cierra en -i-, -u-, ante yod latina en la desinencia: SENTIAMUS, IATIS > sintamos, sintados, DORMIAMUS, -IATIS > durmamos, durmades, o romance: sintiendo, sintió, durmiera, etc. (pero también: sentieron, adormió, etc.); y permanece en el resto (sentí, dormía, etc.)28. Los verbos -ir prefirieron otro esquema vocálico, generalizando las vocales cerradas: pido, pides, pidió…, o cumplo, cumples, cumplió…, salvo cuando seguía -í- en la desinencia: pedir, pedimos, pedía… o complir, complimos, complía… A este esquema se adhirieron verbos con vocales latinas -e- (abierta y breve): PETERE > pedir-pido, -e- (cerrada) > *METIRE > medir-mido, CINGERE > ceñir-ciño, -I- larga-: ORDIRE > ordir-urdo, FUGERE >foir-fuyo, y -u- (larga: ADDUCERE > adoziradugo. Junto a ello, desde los primeros textos se observa el intento de extender la vocal cerrada a todo el paradigma: pidir, siguir, reçibir, y también cumplir, sufrir, murir. La contienda entre estas formas y pedir, recebir, o complir, morir no se resuelve en esta época; como tampoco la que enfrenta a las formas con yod romance en la desinencia: seguió, dormió frente a siguió, durmió, etc. Son muy complejos los factores que llevaron a esta situación (de hecho, aún no hay explicación satisfactoria). Para la generalización de -i- se aducen fenómenos como la inflexión por la yod latina de *METIO, METIAM…, extendida por analogía a *METIS, METIT… La posible monoptongación ie > e en verbos como sierve, vieste, siegue, pieden; y la pervivencia de la vocal radical latina en DICO, DICIS, etc. En todo caso, formas como pedimos, medimos o dezimos hay que contar con la 28 Esa yod latina se daba en la primera del singular del indicativo presente y en todo el subjuntivo; no impidió la diptongación: MORIO > muero, etc. (salvo en VENIO, VENIAM > vengo, venga… y por analogía en TENEO, TENEAM… > tengo, tenga…); pero sí inflexionó la vocal átona: MORIAMUS > muramus, etc. Ni esta yod ni la de las desinencias -iendo, -ieron, etc. actuaron en los verbos -er (comió, temiendo), por lo que estos verbos en ningún caso llegaron a tener vocal radical cerrada. disimilación de la vocal radical átona ante una -í- siguiente, disimilación que, sin embargo, no logró evitar la aparición de formas con la vocal cerrada (pidimos, vivimos, etc.). Para la generalización de -u- se ha pensado también en la posible metafonía: el cierre de ORDIO > urdo o FUGIO > fuyo se extendería, también por analogía, a ORDIS, FUGIS, etc.; y en la pervivencia de la -ulatina en verbos e… ir se produjo también la secuencia o… í (de ahí adozir, complimos, etc.); pero como en estos verbos no hay razón fonética para la disimilación, la extensión de la vocal cerrada pudo hacerse con mayor facilidad.Las variaciones en el consonantismo radical se limitan a los dos presentes (de indicativo y subjuntivo), tiempos en los que la evolución fonética o la analogía acaban oponiendo la primera del singular del indicativo y todo el subjuntivo al resto de formas. Los cambios fónicos regulares actuaron sobre los verbos latinos cuya raíz terminaba en consonante velar: así, surgieron las alternancias g - z (DICO, DICAM, -AS… /DICIS… > digo, diga… / dizes…); ng - ñ (o nz) (TANGO, TANGAM, -AS…/ TANGIS… >tango, tanga… / tañes o tanzes…) 29; y sc - c (PARESCO, PARESCAM, -AS… / PARESCIS… > paresco, paresca… / pareçes… ). En estos dos últimos grupos se produjeron pronto nivelaciones internas: formas como taño, taña compiten con tango, tanga (tanzes, tanzer, etc. fueron pronto eliminadas); y surgen ya parezco, parezca, etc. (aunque sin llegar a la total nivelación leonesa de pareço, pareça, etc.). La alternancia g - z se extendió desde los orígenes a otros verbos: fago, faga… / fazes…, yago… / yazes… etc. Por su parte, la g sola de estos verbos, o la de ngo (y -rgo), pasó a muchos otros: vengo, tengo, salgo, duelgo, pongo, fiergo, etc., con mayor o menor grado de fijeza en casa caso. En cuanto a -sco (o -zco), tuvo también capacidad expansiva, aunque algo menor: lusco (luzco < LUCEO), y más tarde yazco (< IACEO), aduzco (< ADDUCO), etc. Surgió también una -y- en los verbos con -DJ-, -GJ-: AUDIO, AUDIAM… / AUDIS… > oyo, oya… / *oes…, FUGIO, FUGIAM… / FUGIS > fuyo, fuya… / foes… La nivelación interna se 29 Alternancia parecida en los verbos en -RGERE: SPARGO, SPARGAM, -AS / SPARGIS… > Kespargo, esparga… / esparzes… dio muy pronto en estos verbos, generalizando la -y- (oyes, fuyen, etc.) salvo donde seguía -í- (oir, fuir o foir, oimos, fuimos o foimos, etc.); en otros se perdió al absorberse en una vocal palatal contigua (RIDEO, RIDEAM… > ri(y)o, ri(y)a…). La -y- se extendió también a aquellos verbos en que la desaparición de una consonante había producido hiatos intolerables: cayo, caya… / caes… (< CADO, CADAM… / CADIS..), trayo (< TRAHO), royo < (RODO), etc.30Cambios en las desinecias5.1.3. La mayoría de las desinencias adoptó su forma castellana en virtud de los cambios fónicos regulares. Así, se conservan -o (AMO > amo, AMA(VE)RO > amaro, ésta en lucha con amare < AMA(VE)RIM, y -s (AMAS > amas); -MUS dio –mos (AMAMUS > amamus), -TIS , tras vocal, -des (AMATIS > amades), y -NT se simplificó en -n (AMANT > aman). Se perdió ya en latín la -M de primera persona, y en romance la -t de tercera (con lo que ambas personas se igualaron en la mayoría de los tiempos): ésta puede hallarse hasta principios del XII, hecha a veçres -d (matod, abed) e inçrluso -z- (componaz, scripsiz). En cuanto a las desinencias esperíficas de rada tiempo, para los presentes sólo hay que señalar la sustitución de (I)UNT (terçera plural del indicativo presente en la tercera y cuarta conjugaciones latinas) por -en < -ENT, forma de la segunda: así TIMENT > temen = PARTIUNT > parten. Los cambios más notables se dieron en el imperfecto y en el pretérito y tiempos afines.5.1.1.3. En principio, las desinencias de imperfecto surgieron también por evolución fónica: -ABA A –ava, en la primera, e –ía en las otras dos, de –EBA (> -ea > ía por disimilación de /e/ -abierta- ante /a/) y de –IBA (arcaico en lugar del clásico IEBA); es posible que la – b- empezara a perderse en verbos como HAEBAM, DEBEBAM, por disimilación (y se conservaría en la primera para evitar hominimias enojosas con el presente) sólo se conservó en iba (< IBAM), con objeto de no confundirse con (h)ía (< HABEBAM) del condicional. Sin embargo, desde mediados del s. XI la desinencia -ía aparece sustituida por -ie, forma que se halla también en el condicional, pues 30 Hay algunos ejemplos muy tempranos de extensión de -g- a estos ve kaigamus se encuentra en las Glosas Emilianenses. Sin embargorbos: éste se construyó con el infinitivo y el imperfecto reducido (h)ía). Formas como avies, devie, alçariemos, vendrien se hacen mayoritarias, salvo en la primera persona, donde -ia no fue alterada. La acentuación era -íe, de donde, por apócope, surgen algunos raros casos de aví, traí, serín, etc.; pero debió ser mucho más frecuente -ié, según nos confirman las rimas y casos de metafonía como sirviés, viniemos, dizién, etc. (aunque tampoco faltan casos de dizia, etc. En el s. XIII este tipo de imperfecto era general. No están claras las razones de este cambio. Para Menéndez Pidal se trata de una asimilación fonética -ía- > -íe-, con paso a -ié- por atracción del diptongo. Como este proceso no se produjo en ningún otro caso (no lo hubo en fría, ría, etc.), otros lingüistas han preferido pensar en una atracción del imperfecto por las desinencias con diptongo del pretérito en estas mismas conjugaciones: -ieron, pero también -iemos, -iestes (en lucha con -imos, -istes), muy frecuentes en esta misma época.5.1.3.2. En el pretérito se distinguen dos tipos: el ‘débil’ (o “regular”), acentuado en la vocal temática o en la desinencia (y portador en latín de V o VI como marca distintiva); y el ‘fuerte’ (o “irregular”), acentuado en la raíz en primera y tercera personas del singular, sin vocal temática y con notables diferencias en la forma fónica respecto de los anteriores.5.1.3.2.1. En la formación de los pretéritos ‘débiles’ apenas si intervino algo más que los cambios fónicos, tras la desaparición, de V o VI. Así surgieron, en la primera conjugación -A(V)I > é, A(VI)STI > -aste (con frecuencia -este, por analogía con -é), A(VI)MUS > -amos -A(VI)STIS > -astes (a veces también -estes), -A(VE)RUNT < -aron; sólo se mantuvo V en la tercera persona singular: -AV8I)T > ó. La otra conjugación con pretérito ‘débil’ era en latín -IRE (segunda y tercera conjugación tenían casi exclusivamente pretéritos ‘fuertes’). Los cambios fueron semejantes (aquí la pérdida de -V-, al ir entre vocales iguales, se daba ya en latín); -I(V)I > í, I(VI)STI > -iste, I(VI)MUS > -imos, -I(VI)STIS > -istes, I(VE)RUNT); también se mantuvo V en la tercera del singular: I(V)IT > ió (con cambio de acento: *ío > ió, por tendencia al diptongo y analogía con -ó de los verbos -ar). El diptongo de -ieron se extendió por analogía a las otras formas de plural: -iemos, -iestes, y en algún caso también a la segunda persona del singular: -ieste31; no obstante, sólo se mantenía firme en -ieron por el paralelismo con la otra tercera persona (ió); en cambio, -imos. -istes tenían el apoyo de -í, -iste. Este paradigma se hizo también “regular” para los verbos en -er, aunque sólo en los -ir esos diptongos de la desinencia provocaron metafonía, si bien no de forma constante (sirvió/servió, murieron/morieron).5.2.3.2.2. Los pretéritos ‘fuertes’ tienen en español sólo dos formas acentuadas en la raíz: vine y vino, pues la primera y tercera del plural, que en latín también lo eran (VENIMUS, VENERUNT), se han adecuado a la acentuación general (venimos, vinieron). Esas dos formas tienen, además, desinencias propias: -e ( < I), y -o, analógica con las ‘débiles’ ó, -ió (en lugar de -rr). Característico de estos pretéritos es, también el que todos ellos están sometidos a la inflexión por yod desinencial (vinieron, quisieron), mientras que en los ‘débiles’ sólo la conocen los verbos -ir (sirvieron,/temieron). Estos pretéritos se daban en latín en todas las conjugaciones, aunque con preferencia por la segunda y la tercera. Muchos fueron “regularizados” ya en época latina, y mucho más en romance. Así, de los pretéritos con reduplicación sólo pervivieron los de DARE y ESTARE. El primero simplificó, por disimilación: DE(DI)MUS > diemus, DE(DI)STI, -S, DE(DE)RUNT > dieron; DE(D)I > di y DE(D)IT > dio no tienen explicación fonética clara, sino que parecen analógicos con los pretéritos ‘débiles’ de los verbos -ir, analogía que explicaría la aparición de dimos, diste, -s. En cuanto a STETI, hay casos de estide (con -i- análoga de vine, fize, etc.) y estiedo o estido). Los pretéritos en -VI, sin vocal temática que uniera la terminación a la raíz, conocieron en general el paso de esa V a la sílaba anterior, con lo que se alteró la vocal radical. Así, con -a-: HABUI > *HAUBI > ove (y por analogía: tove, estove, andove), SAPUI > sope, CAPUI > cope, PLACUI >plogue, IACUI > yogue; con -e: TRIBUI > (a)trove (crove fue una forma analógica usada como pretérito de creer y creçer); y con -o: POTUI > pude, POSUI > puse. 31 Para este diptongo se ha pensado también en el contagio de DE(D)ISTE, DE(DI)MUS, DE(DI)STIS, DE(DE)RUNT > dieste, diemos, diestes, dieron. Estos dos últimos verbos, aunque conocieron también formas como podieron o posieron, fueron los que contagiaron, en el XIII aún de modo esporádico, la -u- a ove ( (h)uve), etc. (también pudo influir la inflexión de la yod desinencial sobre la vocal radical átona: ovieron > uvieron). También se mantuvo un gran número de pretéritos en -SI (o “sigmático”): DIXI > dixe, MISI > mise, RISI > rise, CINXI > cinxe, DUXI (a)duxe, DESTRUXI > destruxe. Las -i- (<I), -u- (< u) radicales de estos verbos, la metafonía ejercida por la -I latina de primera persona y la ejercida por la yod desinencial de -ieron provocaron la vocal cerrada en muchos de estos verbos: QUAESI > quise, *PRE(N)SI > prise, *RESPONSI > respuse. Caso especial fue el de TRAXI, cuyo resultado esperable, trexe, fue muy raro: o bien conservó la vocal (traxe) o tomó -o- por analogía (troxe)32. Por último, en algunos verbos sólo se produjo la inflexión por -I: FECI > fize, VENI > vine; pero en el XIII aún se hallan fezo, veno (y, naturalmente, fezieron, venieron). Por su parte, VIDI perdió la -d(salvo en Rioja: vide), por lo que vi parece “regular”; en cambio, vido (< VIDIT) sostuvo larga lucha con vío y vió; las demás formas son las esperables (vimos o viemos, etc.; en Rioja: vidiemos, vidieron), salvo la aparición de veyeron, formado quizá sobre el radical ve de veer más ieron.5.1.3.2.3. Los tiempos derivados del pertérito, para la conjugación -ar, sólo suponen (aparte de reajustes acentuales) la pérdida de la sílaba -VE- (o -VI): AMA(VE)RAM > amara, AMA(VI)SSEM < amasse, AMA(VE)RO + AMA(VE)RIM >amaro o amare. En las otras conjugaciones presentan el diptongo: iera, -iesse. -iero/-iere, surgido de -ieron (o de DE(DE)RAM >diera, etc.), que ejercía metafonía, de forma aún vacilante, en los verbos -ir (sirviera o serviera, etc.) y en todos los de pretérito ‘fuerte’ (fiziesse o feziesse, etc.).5.1.3.3. En los demás tiempos heredados del latín, las desinencias surgen de los cambios fónicos habituales. Así, en el imperativo: AMA - AMATE > ama - amad, TIME - TIMETE > teme 32 Los pretéritos nasque, visque (que generó incluso un paradigma: ve-, vi-squir, visquió, etc, trasque, que Menéndez Pidal cree surgidos de una inversión semiculta de -ks-(x), parecen más bien provenzalismos efímeros. temed, PARTI -PARTITE > parte -partid; quedan restos de la apócope de -e en el singular: ven, sal, ten, haz (di continúa el “irregular” DIC). Infinitivo y gerundio tampoco presentan problemas: -RE > -r y -ANDO, -ENDO, -IENDO > -ando, iendo. Sólo el participio de pasado tiene una historia algo más compleja. También había en latín paradigma ‘débil’ y ‘fuerte’ para esta forma. El ‘débil’ unía -TUS a la raíz por medio de la vocal temática: de ahí -ado (< ATUS , -IDO (< ITUS)33. Existía también en latín, para los verbos con pretérito -UI, un participio -UTUS; en castellano existió, para verbos -er: sabudo, conoçudo, entendudo, etc., aunque su rápida desaparición posterior ha hecho pensar que se trataba de un provenzalismo. Los participios ‘fuertes’ unían -(I)TUS a la raíz. Muchos pasaron a ser ‘débiles’ en romance (entre ellos, todos los de los verbos -ar: CREPITU quebrado, pero también otros: CAPTU cabido). Entre los que perviven, se conserva la -t-, no sonorizada al no ir entre vocales: visto (< *VISITU por VISU), vuelto (< *VOLTU), abierto (< APERTU), escrito (<SCRIPTU), etc. Pero otras veces sufrió la evolución propia de su grupo: DICTU > dicho, FACTU > fecho, (EX)CORRECTU > escorrecho. En algunos casos, el latín había convertido esa -t- en -s- de donde: PENSU > preso, EXPENSU > espeso, etc.34Formación del futuro y condicionalLos futuros de la mayoría de las lenguas románicas, entre ellas el castellano, se forman sobre la perífrasis latina constituida por infinitivo seguido del presente (para el ‘futuro’) o imperfecto (‘futuro del pasado’ o ‘condicional’) de HABERE , muy reducido ambos. Así, cantar + (h)e (< CANTARE HABEO) > cantaré… cantar + (h)ía (< CANTARE HABEBAM) > cantaría. La conciencia de perífrasis era aún muy clara en el castellano medieval, de modo que la separación de los elementos componentes de los futuros era posible, aunque sólo si el verbo iba en principio de frase y podía intercalarse un pronombre afijo entre ambos. “alongarsan”, “lebartamus” (Glosas), “Fer lo he 33 De -ETUS sólo hay adjetivos o sustantivos: QUIETU > quedo, SECRETU > secreto. Muchos participios ‘fuertes’ abandonados quedaron como sustantivos: trecho (< TRACTU), venta (< VENDETA), o adjetivos: tinto, (< TINCTU, ducho (< DUCTU), etc. 34 amidos”, “Conbidar le yen de grado” (PCid), “et nos bolueremos estonces pelea con ellos…, et matarlos emos a todos” (Primera Crónica Gral.), “e enbiargela yan otro dia” (Historia Troyana), etc. Frente a ello, el futuro sintético no sólo era general desde los orígenes, sino que conoció también un intenso proceso de pérdida de la vocal protónica (la ‘temática’ del infinitivo) en los verbos -er. -ir. Ello pudo ocasionar secuencias admisibles: querré, morré, sabré, avré, vivré, recibré; podré, odré (< AUDIRE HABEO), cadré (CADERE HABEO), entendré, prendré, metré, mintré (< MENTIRE HABEO), etc. Pero en muchos casos surgieron grupos que hubieron de sufrir reajustes muy variados; entre ellos, -m’r-: combré, tembré; -n’r-: pondré, tendré / porné, trné (también hubo ponrré o porré); -l’r-: saldré, valdré, doldré, moldré (también, aunque raro: valrria); -ll’r-: faldré (de fallir), toldré (o tolrie); -ñ’r-: tendré(de tañir); -ç’r-: conocer, pareçre, vençre /falleztré, conteztrá; -z’r-: yazré, dizré /yazdré, bendizdré (diré y faré, feré se forman sobre infinitivos contractos, ya en latín, de DICERE y FACERE); -ch’r-: fintré (de fenchir); -x’r-: yxtré o ystré (de exir); -z’r-: coxdré / codré / cozré (de coger)35.Formas “irregulares”Muchas de las formas analizadas suelen considerarse “irregulares”, aunque todas ellas pueden encuadrarse en algún tipo de “regularidad”, de mayor o menor alcance. Hay, sin embargo, otras imposibles de encajar en ningún esquema superior, ya que muestran una evolución completamente individual; por pertenecer a verbos muy usados, han resistido las normalizaciones analógicas (si es que han llegado a producirse).- Los subjuntivos presentes de saber y caber, y la primera singular del indicativo presente de caber ofrecen una variación vocálica y consonántica respecto del resto del verbo son paralelo en castellano: sepa (< *SAIPA < SAPIAM)36. Por su parte, en saber la primera singular del indicativo presente: sé, es análoga a he < HABEO.- El presente de haber, al funcionar como auxiliar (tras infinitivo, ante participio, etc.) se simplificó radicalmente: HABEO > 35 Como puede observarse, los verbos -ir, al perder la -i- temática, pueden cerrar su vocal radical: consistré, mintré, fintrá, etc. 36 La -e- es fonéticamente regular, pero no la sorda -p- conservada. (h)e (a través de *HAY(O), con apócope), HABES > (h)as, HABET > (h)a, HABENT > (h)an; sólo en HABEMUS y HABETIS contendieron las formas avemos y (h)emos, avedes y (h)edes. El subjuntivo presente haya (de HABEAM o de *HAJA, con caída de -b-)37 tuvo unas variantes en segunda persona: evas, evades, con valor presentativo.- Ser o seer es el sincretismo de los latinos ESSE y SEDERE. Este último suministró el subjuntivo presente: SEDEAM > *SE(Y)A > sea; el gerundio: SEDENDO > sediendo, seryendo, seendo, siendo; y el participio: seído o sido (analógicos); y quizá el infinitivo, aunque ser puede venir también de un analógico *ESSERE. Además originó otros tiempos, éstos ya en competencia con los derivados de ESSE: un presente seo, sie(d)es (o sees), sie(d)e (o see), se(d)emos (o siemos), seedes (o siedes), sie(d)em (o seeen); un imperfecto seia (SEDEBAM); y un pretérito analógico sove. De ESSE deriva el indicativo presente, por evolución fonética (este verbo, por auxiliar, fue también tratado como átono, de modo que cuando tenía E -breveésta no diptongo): sum > so, EST > es, SUMUS > somos, SUNT > son, por analogía: *SUTIS > sodes, o en la segunda persona, por préstamo del futuro para evitar la homonimia con la tercera: ERIS, (no ES) > eres. El imperfecto: ERAM… > era… Y el pretérito, que desde época latina pasó también a IRE: FUI > fui o fue, FUISTI, -S > fuiste, -s o fueste, -s, fuit > fue, FUIMUS > fuimos o fuemos, FUERUNT > fueron. Existieron también formas contractas: fu, fuste/foste, fu/fo, fumos/fomos, etc.- Ir es también un sincretismo, ya producido en latín, de IRE y VADERE. El primero mantuvo las formas que tenían í: ir, iba, ido (también imos, ides), y sobre él se creó el gerundio yendo. De VADERE proceden los presentes de indicativo: VA(D)O > vo, VA(D)IS, -IT, -IMUS, -ITIS *-ENT > vas, va, etc., y subjuntivo: VADAM > vaya (con -Y- antihiática)38.- Imperfecto y pretérito mantienen su oposición en castellano, aunque el pretérito sólo conserva su valor ‘aorístico’, de ‘pasado absoluto’, pues el sentido 37 En general -BJ- en los verbos -er, -ir no afectó a la consonante (cfr. DEBEO, DEBEAM… > devo, deva…) 38 Los Clásicos VADAMUS, VADATIS pervivieron en los exhortativos “¡vamos!”, “¡vades!”. ‘perfecto’ pasó a la perífrasis con HABERE. El imperfecto es el tiempo del ‘estilo indirecto’, en dependencia de otro tiempo del pasado: “dixo que bien tenie que cada uno le amaua” (Primera Crón. Gral.); se utiliza en la descripción (de ahí su valor ‘durativo’): “un uaso de plata ui estar; /pleno era d’un claro uino /que era uermeio e fino” (Razón de Amor); pero puede suspender su oposición con el pretérito y convertirse en tiempo ‘narrativo’ absoluto (uso muy frecuente en la lengua épica): “Partiós de la glera, por Burgos aguijava… Finco los ynoios, de coracón rogava” (PCid), etc. Puede dislocar su valor de “cortesía”: “Yo que esto vos gané bien merecía calças” (ibid), o en estructuras condicionales: “si yo loca non fuesse, non te deuia amar” (Primera Crón. Gral.). En cambio, el pretérito se mantiene fijo en su valor de ‘pasado acabado’, por lo que es el tiempo básico narrativo: “antes de la noche entró su carta” (PCid), etc.El futuro latino competía con perífrasis de valor ‘aspectual’ (CANTATURUS SUM, etc.) y en época tardía con otras ‘modales’ (infinitivo con VOLO, DEBEO, HABEO, etc.). Dado que el futuro tenía dos tipos: en -BO y en -AM, y podía confundirse con otros tiempos, las perífrasis no sólo expresaron mejor el valor ‘modal’ inherente a todo ‘futuro’ sino que también asumieron su valor ‘temporal’: la mayoría de la Romania eligió CANTARE HABEO para renovar la categoría, mientras que la variante HABEO CANTARE, con un orden de palabras: Aux + V, ya románico, se mantuvo como ‘modal’ en las perífrasis “(h)e (a/de) cantar”. El valor ‘temporal’ es claro: “Vientos ferran en las uelas del tu nauio et te leuaran por la mar” (Primera Crón. Gral.); puede incluir matiz voluntario: “Direvos, Çid” (PCid), pero también de ‘duda’ en imprecaciones como: “ay, meu amigo…, / si me uere yamas contigo!” (Razón de Amor), “atal ujejo mezquijno, ¿agora que farade?” (Roncesvalles), por lo que puede indicar ‘conjetura’: “… Apolonio… era… de tierra desterrado. / “Non será, diz Antioco, en tal logar alçado / que de mi lo defienda, yermo nin poblado” (Libro de Apolonio), “Mas, señor, ¿commo creredes / que yo quisesse la muerte / del rrey Priamo?” (Historia Troyana); ‘futuro’ y ‘eventualidad’ se unen en subordinadas como: “miedo han que y verna”, “quando los gallos cantarán” (PCid), uso frecuente en la lengua medieval. Algo más antigua en latín era CANTARE HABEBAM, que no había de competir con ninguna forma simple sino con perífrasis como CANTATURUS ERAM, usadas en ‘estilo indirecto’ para expresar acción futura respecto de otra pasada. Ése es el valor primario de cantaría en castellano: “comidios que buscarie” (PCid), “et dixol qye nunqua iamas tornarie a su tierra” (Primera Crón. Gral.), etc., aunque puede indicar también ‘conjetura’ en el pasado: “las mas uezes yantarien fasta treszientos caualleros (ibid). Por otro lado, de este valor se desprende con facilidad el de ‘hipótesis’, e incluso ‘irrealidad’, en contextos donde puede hallarse una condición, explícita o no (ya en latín -URUS ERAM compartía este valor con el subjuntivo): “ell olor que d’i yxia / a omne muerto Ressuçitarya” (Razón de Amor), “sis pudiessen ir, fer lo ien de grado” (PCid), “fazer lo ya de buena mient, mas dezir me yen… que por tu miedo… lo fazie” (Primera Crón. Gral.); en estos casos, cantaría se extiende hacia el presente o el futuro, pero también puede volverse hacia el pasado: “… venidos con sobre uso muchas tribulaciones… Ca de todo en todo non vernie sobrel pueblo de Valençia esta tribulación nin los vençrien sus enemigos” (Ibid) (= “habría venido”, etc.).El subjuntivo5.2.2. El latín tardío se produjeron dos tipos de cambio en el subjuntivo: por un lado, disminuyeron notablemente sus usos en favor del indicativo o del infinitivo con preposición (así, desapareció como ‘modo’ de las interrogativas indirectas o de ciertos tipos de causales). Por otra parte, el imperfecto (AMAREM) fue desplazado por el pluscuamperfecto (AMAVISSEM), en virtud de un proceso expresivo por el que las formas más de ‘pasado’ se consideraron más aptas para indicar la irrealidad; de modo paralelo, el pluscuamperfecto de indicativo AMAVERAM empezó a aparecer en contextos ‘irreales’ para destacar aún más ese valor. Por último, la ‘hipótesis’ en el futuro adquirió una forma diferenciada, el futuro de subjuntivo, fusión del futuro perfecto (AMAVERO) y el perfecto de subjuntivo (AMAVERIM).5.2.2.1. El subjuntivo expresa, en primer lugar, nociones de ‘duda’, ‘posibilidad’, ‘eventualidad’, etc. En el siglo XIII aún no se halla con tal valor en frases independientes, pero sí en numerosos tipos de subordinadas. La elección del presente o el imperfecto depende del entorno temporal: si el verbo se aplica a lo presente o a lo futuro, se usa el presente; si se da en contexto de pasado, el imperfecto (aunque éste no indique necesariamente acción “pasada”): ello establece un esquema bastante estable de concordancia temporal entre verbo ‘principal’ y verbo ‘subordinado’. De acuerdo con los expuesto se halla el subjuntivo: - En completivas de verbos de ‘pensae, ‘creer’ negados: “nom semeja que en esto bien fagades” (Poema de Fernán González), “non dubdo yo que piadat no ayan de mi los dioses e que me non den derechos” (Primera Crón. Gral.), pero también en interrogativas indirectas: “ia non se que me faga” (Auto de los Reyes Magos), “non se qui te defienda” (Libro de Apolonio), y tras feases afirmativas: “creemos que sea de provecho de cada un omne” (Fuero Juzgo), “et dizie en las cartas commo sopiessen...” (Primera Crón. Gral.); para referirse al pasado no es preciso que el verbo principal lo sea: “no eran cantares dalegria, mas bien creo que fuessen las endicheras dell ynfierno” (ibid). Tras expresiones de ‘conveniencia’ o ‘necesidad’: “huebos vos es que lidiedes” (PCid), “val mas agora que yo mesmo me mate” (Historia Troyana). Y tras verbos de ‘volición’, ‘mandato’, ‘ruego’, ‘sentimiento’: “quiero que esto sea” (Poema de Fernán González), “mandó que souiese” (PCid), “ruegan al rey que los quite desta cort” (ibid), “nunqua se temieron… que… les fiziessen mal” (General Estoria), etc. - En oraçiones ‘finales’: “Por esso vos la do que la bien curiedes vos” (ibid), “parti de mi la uisitadoras, / que nom fizies mal la calentura” (Razón de Amor). En ‘temporales’ que implican relación de ‘posterioridad’ o ‘eventualidad’: mover a mio Çid ante que cante el gallo” (PCid), “porque quando el finasse no fincassen ellos sin sennor” (Primera Crón. Gral.). En ‘consecutivas’ con el mismo rasgo: “atales cosas fed que en plazer caya a nos” (PCid), o con correlativo negado: “Non hi fue tan casto que con ella non fiziesse pecado” (Santa María Egipcíaca). Y en las ‘causales’ con la causa negada: “mantouieron su sennorio… pero no que ouiessen rey ninguno, ni que mantouissen caualleria… “ (Primera Crón. Gral.).En otros contextos, el subjuntivo imperfecto expresa más bien ‘irrealidad’ (o, más atenuada, ‘improbabilidad’). Cuando puede establecer oposición con el presente, éste se mantiene indicando lo ‘posible’. Sin embargo, la diferencia entre ambas formas ya no depende del ‘tiempo’; si bien el presente sigue aplicándose a lo presente o a lo futuro, ahora el imperfecto puede referirse a cualquier ámbito temporal. Por otro lado, es en estos contextos donde se halla -ra (amara, fiziera, etc.) como forma de subjuntivo, aunque diferenciándose de -se por su valor de ‘anterioridad’ (es, pues, pluscuamperfecto aún). Tal situación se da: - En frases independientes ‘optativas’ el subjuntivo (solo o con que, sí) indica deseo ‘posible’ en presente : “bivades muchos dias””, “que plega a doña Ximena” (PCid), “si nos de Dios salut” (Razón de Amor), de donde se pasa al ‘mandato’: “que uso me fagades agora una uirtud” (ibid), “e diga cada uno lo que por bien toviere” (Historia Troyana); deseo ‘imposible’ o ‘improbable’ en imperfecto: “O agora fuesse acuchillado, agora fues traynado, agora me matase quiquier!” (General Estoria)39; pero también mandato “cortés”, menos inmediato: “fuessedes my huesped” (PCid). Con -ra se expresa deseo imposible referido al pasado: “¡Vos fuerades pora bjuir, & yo pora morjr” (Roncesvalles) (=”hubiérais sido”)40, o resultado imposible de ese deseo: “O… agora me ouiesses muerta… e fueras y suelto…!” (General Estoria) (= “hubieras quedado libre”). - En estructuras ‘condicionales’ con si (donde no aparece el presente) el empleo de cantasse o cantara otorga un claro sentido ‘irreal’ o ‘improbable’ (a veces, devaluado en ‘potencial’). Las combinaciones de tiempos verbales empleados son muy diversas, pero predomina claramente “si se / -ría” en cualquier ámbito temporal: “si esto te negassemos, fariemos lo muy mal” (Berceo, Vida de Santo Domingo), para “no pasado”, o: “Fueron los messageros…espantados / Ya querrian, se podiessen, seer del alongado” (Libro de Alexandre), para “pasado” (= “hubiesen podido”); 39 En tal contexto puede aparecer también -ría: “Quien sería que por rruego /…/ quisiere matar…? … ¿Qui ante non quisiese 7 sofrir..?” (Historia Troyana). 40 Téngase en cuenta que Carlomagno dirige esta imprecación al cadáver de Roldán. alguna vez -se aparece en la apódosis, si ésta va subordinada: “aasi lo avien parado, que si non la quebrantas por fuerça, que non gela abriesse nadi” (PCid). Si aparece -ra, “si -se / -ra” o “si ra / ra” (éste más tardío) la referencia es, en general, al pasado. “Si ellos le vidiessen, non escapara” (PCid) (=”si le hubiesen visto, no hubiera escapado”), “ca sy yo mal le feziera, / en si mesmo se deuiera / vengar” (Historia Troyana) (=”hubiera hecho”, etc.). Idénticas oposiciones se encuentran en estructuras donde subyace, em mayor o menor grado, una condición; así en ‘concesivas’: “que los descabeçemos nada non ganaremos” (PCid), “e aun que quisiessemos y razonar alguna cosa e la sopiessemos, non nos ualdrie contigo” (General Estoria), ciertas oraciones de ‘relativo’: “Qui de tal uino ouviesse / en la mana quan comiesse / e dello ouiesse cada día / nunca más enfermarya” (Razón de Amor): -ra, con el valor señalado, suele aparecer en frases independientes, frecuentemente con verbos modales: “E aquella noche me deuieras tu agrauiar” (General Estoria), “Ouo muy grand plazer ende e quisiera se luego yr por alla” “Primera Crón. Gral.), pero también con otros: “esta lid en Toledo la fizierades mas non quisiestes” (PCid). En la forma -ra, durante el s. XIII, era aún mayoritario el valor etimológico de ‘anterioridad’ en el pasado (pluscuamperfecto de indicativo): “pagaua se mucho de buscar los sus libros… por que oyera dezir que en aquella tierra fueran los mayores sabios…” (Lapidario), por lo que podía sumarse a la forma compuesta: “assil dieran la fe e gelo auien iurado” (PCid), aunque ésta indica más bien el ‘resultado’ de esa acción anterior. Pero también podía aparecer como simple ‘pretérito’: “Fyzo su oraçion el moço… bie le fuera oyda” (Poema de Fernán González), y alguna vez coordinado al imperfecto: “Tu sennora te fiziera bien e tu non gelo gradeciese” (General estoria).5.2.2.3. El llamado futuro de subjuntivo no se distinguía con claridad de los otros tiempos de este modo: como ellos, indicaba ‘hipótesis’, ‘posibilidad’ o ‘eventualidad’, referidas al futuro, , pero también al presente, por lo que se cruzaba con el presente; en contextos donde el matiz de ‘hipótesis’ se intensificaba (p. ej. en las estructuras condicionales), podía sustituirse por el imperfecto. Característico de este tiempo es que estaba limitado a subordindas como las de ‘relativo de ‘generalización’: “ellos qui naiseren (Glosas Silenses), “El que bolviere mi cort…” (PCid), ‘temporales’: “hyo les mandaré conducho mientra por mi tierra fueren”, “mientra que visquieredes bien se fara lo to” (ibid), y sobre todo en condicionales de ‘probabilidad’: “si tu quisieres los thesoros leuar, / nos telos daremos” (Berceo, Vida de Santo Domingo), “& sil firiere lo desonrrare lo matare, deue ser escarmentado” (Partidas), etc.Las formas compuestasEn latín era ya antigua la perífrasis de participio TUS y HABEO para expresar el estado alcanzado y mantenido en el ‘objeto’, conservando HABEO su significado de ‘posesión’ (valores semejantes a los del actual tener + participio); en época clásica se halla también con HABEAM, etc. De todos modos, la adopción por esta perífrasis del valor de ‘perfecto’ (resultado o relevancia presente de acción concluida) y la consolidación del conjunto de formas compuestas debieron de producirse entre los siglos V-VI: con ello se salvó el valor ‘perfectivo’ abandonado por CANTAVI, creándose por paralelismo todo un conjunto de formas para indicar ‘anterioridad relativa’ respecto del tiempo indicado por el auxiliar.5.2.3.1. En castellano medieval auer (también verbo ‘posesivo’, con matiz de “adquirir”, en especial con nombres abstractos), era el auxiliar de los verbos transitivos. Dado el origen de la perífrasis, el participio concordaba en género y número con el ‘objeto’, en especial si éste precede: “los seys dias passados los han” (PCid), pero no sólo entonces “uedada lan conpra”, aunque aquí podía faltar: “dexado ha heredades” (ibid). Los verbos ‘deponentes’ latinos tenían su perfecto en forma pasiva: NATUS EST: al hacerse activos, mantuvieron como perfecto la forma es nado, que transmitieron a los verbos próximos a ellos en tipo semántico, intransitivos y pronimonales (o de voz ‘media’): son idos, venidos son, es leuantado, tornado es41. Ya hay, sin embargo, algunos casos de aver con intransitivos: “an entrado” PCid), y con pronominales, si éstos llevaban 41 En los tiempos compuestos de los pronominales se solía omitir el reflexivo se. su propio ‘objeto’: “Mios averes se me an levado (ibid). Ambos auxiliares, como átonos, no podían encabezar frase o ir tras pausa, por lo que precedía el participio: “Otorgado gelo auie el abbat” (PCid), “Venidos son a Castiella” (ibid.); en los demás casos predominaba Aux + Partic.: “Esto me an buelto mios enemigos malos” (ibid.). Pero tal norma debía ser arcaica, pues en esta época se rompe ya con frecuencia “as tu sacado ende” (Berceo, Vida de Santo Domingo).5.2.3.2. El más empleado de todos los tiempos compuestos era el perfecto de indicativo, pero aún sólo para resultado presente de acción pasada: “pagado vos he por todo aqueste año” (PCid), “Veo que los agueros avedes olvidado” (Libro de Alexandre), o para acción repetida hasta el presente: “Tanto avemos fecho que los dios son yrados” (ibid). El mismo rasgo de ‘resultado’ de acción anterior aparece en los demás: “et besaual en aquel oio que auie sacado” (Primera Crón. Gral.), “Desque Ercules ouo conquista toda la Esperia” (ibid.), etc. En algunos casos por la forma compuesta, aún poco usada, se empleaba la simple correspondiente (p. ej. en -ría), y en otros había d competir con la simple, como en fiziera/avia fecho, o en fiziesse/fiziera frente a ouiesse, -ra fecho (formas compuestas que nunca se opusieron entre sí): estas últimas pueden alternar en la estructura condicional con -ra, para indicar “pasado” (“si… me oviesen, ovieranme guarida” (id. Duelo de la Virgen)). A veces, los tiempos compuestos podían equivaler a sus simples correspondientes, añadiendo matiz ‘incoativo’: “nin un pelo non aurie cortado” (PCid), “nien los ovo bastidos” (ibid.); especialmente ovo + participio puede ser un simple ‘pretérito’: “al rrey… tres colpes le ouo dados” (ibid.), “espada… que me ovo dado en donas aquel Bramant” (Primera Crón Gral.). También fue + participio puede equivaler a un pretérito “en tierras de Egypto fui nada” (Santa María Egipcíaca), así somo el perfecto: “hydo es el Conde, tornós el de Bivar” (PCid). En los verbos pronominales este último podía equivaler al presente (so maravillado = “me maravillo”).Formas no personales del verboEn las formas “no personales”, o “nominales”, del verbo hubo un radical proceso de simplificación del sistema latino. Elementos como los ‘supinos’ o el ‘grundivo’ (o adjetivo verbal) en -NDUS desaparecieron por entero. De los infinitivos (‘activos’ o ‘pasivos’; ‘perfectos’, ‘presentes’ y ‘futuros’) sólo pervivió el ‘presente activo’, aunque es probable que en él se fundiera también el ‘pasivo’ (AMARE + AMARI > amar); puede que tal retroceso se debiera el aumento de la subordinación completiva con QUOD o QUID y verbo en forma ‘personal’ a costa de las construcciones de infinitivo: sin embargo, éste amplió sus posibilidades, pues pasó a usarse también tras preposición, lo que no ocurría en latín clásico. Esta última construcción desplazó los ‘casos’ del gerundio, a excepción del ablativo. Del participio, por último, sólo se mantuvo el ‘perfecto pasivo’, pues el ‘presente activo’ quedó como sustantivo o adjetivo42.5.2.4.1. Los empleos del infinitivo se encuentran ya fijados en su mayor parte en el s. XIII. Así, aparece constituyendo frases complementarias de verbos como querer, desear, osar, etc., en que se da, obligatoriamente, identidad de sujetos entre ambos verbos: “exir querien a batalla” (PCid), etc.; y de otros como fazer, mandar, dexar, ver, etc., donde los dos sujetos han de ser distintos, y donde el del infinitivo, si aparece, lo hace como ‘objeto’ (directo o indirecto) del verbo regente: “& fazieles mucho a menudo razonar… “ (Libro de los Juegos). Depende de relativos: “non saben qué se far” (PCid), “non falló alli a quien uender su quinto” (Primera Crón. Gral.). Puede ir introducido por preposición, dependiendo de verbo: “en ganar aquellas villas… duró tres años” (PCid), sustantivo: “el varon de prestar” (Berceo, Vida de Santo Domingo), o adjetivo: “muy cobdicioso de sennorear” (Primera Crón. Gral.), “ligera de fazer” (ibid.). La secuencia de Verbo + Infinitivo (con o sin preposición) originó numerosas ‘perífrasis verbales’ que expresaron distintos valores ‘modales’ o ‘aspectuales’ no recogidos en la conjugación. Así, son ‘modales’, indicando ‘obligación’, perífrasis de infinitivo regido por aver (a/de) tener (a/de) o tener que, ser tenudo (de/en/a); ‘poder’ o ‘capacidad’ con poder, saber, o ‘posibilidad’ con poder, dever (de); y ‘voluntad’ con querer, etc. Tienen valor 42 En algún momento mantuvo (¿por latinismo?) su valor verbal: “Un sábado esient, amanezient / vi una gran uision en mio lecho dormient” (Disputa del Alma y el Cuerpo). domingo ‘aspectual’, de ‘inminencia’ construcciones con querer (“quieren crebar albores” en PCid), ir (a), etc.; sentido ‘inceptivo’, de “comienzo”, en començar o empeçar, tomar(se) a, ponerse a¸ etc., o ‘terminativo’ en quedar de, cesar (de), etc.; y ‘frecuentativo’ en soler, usar, etc.5.3.4.2. El gerundio puede formar construcciones ‘absolutas’: “Quando vido mio Cid asomar a Minaya, / el cavallo corriendo (PCid), o predicativas del sujeto de la oración: “andaua el tanniendo su uozina2 (General Estoria); en ambos casos, su sentido básico es el de ‘modo’, aunque puede indicar también tiempo ‘anterior’ o ‘coincidente’: “e entrando a Burgos ouieronla siniestra” (PCid). Las perífrasis verbales con gerundio expresan, por lo general, valor de ‘desarrollo’ o ‘continuación’ de la acción; la más habitual, con estar, es la mejor manifiesta ese sentido de ‘duración’ (limitada): “Catando estan a mio Çid quantos ha en la cort” (PCid), valores también presentes con seer, Yazer; con verbos de movimiento, ir, venir o andar la ‘duración’ adquiere matiz ‘reiterativo’.5.2.4.3. El participio puede formar también construcciones ‘absolutas’.: “Estas palabras dichas, la tienda es cogida” (PCid), o independientes de ‘modo’: “recibiolo el Çid. abiertos amos los braços” (ibid.). Pero, además de poder aparecer en los entornos sintácticos propios del adjetivo, su función habitual es la de integrar los ‘tiempos compuestos’, con aver y ser, y también otras ‘perífrasis’ de diverso valor43. Dentro de las ‘perífrasis con participio es de destacar la que emplea ser para heredar la ‘pasiva’ latina. Las desinencias de ‘voz pasiva’ desaparecieron en latín tardío, quedando sólo las antiguas formas de ‘perfecto’ con ESSE (> ser); éstas perdieron el valor de ‘perfecto’ en especial con verbos de acción ‘permanente’, en los que es + Partic. Pasó a ser ‘presente’ (así, es amado equivale a AMATUR, no ya a AMATUS EST); en cambio, el valor de ‘perfecto’ pervivió con verbos ‘desinentes’ (o ‘perfectivos’): “que quomo es dicho (= “ha sido dicho”) assi sea” (PCid). Por otro lado, ser + Partic. Podía indicar también (como en latín) el ‘estado’ resultante de una acción pasada: “la cena es adobada (ibid.), “mi fija 43 No olvidemos que el participio de verbos transitivos tiene sentido ‘pasivo’, mientras que es ‘activo’ el de verbos intransitivos: venido, o pronominales: repiso (“arrepentido”). aquí es soterrada” (Libro de Apolonio); ese mismo valor podía darse con verbos pronominales: era cansado, es desposado, etc.44. En este uso empieza a darse ya estar, y, con menor frecuencia, otros como seer, yazer, etc. La perífrasis con ir, venir, andar, etc. adquiere un especial matiz ‘dinámico’ (p. ej. “estos que comigo andan lazrados” en (PCid); otras perífrasis indican ‘cambio’: con retornar(se), fazer(se), y ‘terminación’ con fincar, quedar, etc.ADVERBIO Y ELEMENTOS DE RELACIÓN Las categorías integradas por el ‘adverbio? Y por los elementos de ‘relación’ (entre sintagmas o entre oraciones) han conocido continuos cruces, pese a la diversidad de funciones sintácticas que realizan. Por otra parte, estas categorías mantienen ciertos lazos con los ‘pronombres’, pues entre los adverbios existen algunos cuyo funcionamiento semántico es propio de aquéllos (aquí, ahí, etc.), y entre los pronombres se incluye un grupo específico de elementos de relación: los llamados ‘pronombres (y adverbios) relativos’. Todo ello se verá reflejado en su historia.6.1. Numerosos adverbios latinos pervivieron en castellano. Entre ellos, los calificativos verbales bien (< BENE) y mal (< MALE), los de afirmación; sí (también de ‘modo’), con su étimo: SIC) y negación: no(n); pueden ir introducidos por algunas preposiciones los ‘locativos’ como fuera(s) (< FORAS), suso < SURSUM, yuso < DEORSUM, cerca (< CIRCA) (que, a su vez, puede regir un sintagma con de), lueñe (< LONGE), y los temporales (h)yo (< HODIE), siempre (< SEMPER), nunca (< NUMQUAM), antes (< ANTE)45, pues (< POST) (pero no aun < ADHUC ni ya < IAM; lo mismo ocurre con los anafóricos í < IBI, en < INDE. Por su parte, los ‘cuantitativos’ más (< MAGIS) y menos (< MINUS) pudieron funcionar también como ‘pronombres’ (sustantivos o adjetivos), posibilidades adquiridas quizá por paralelismo con mucho (> MULTO), el cual también actuó sobre poco PAUCUS, -A, -UM (y, más tarde, sobre bastante, demasiado, etc.): sus variantes muy y 44 Con estos verbos ser + participio formaba también el perfecto ‘activo, por lo que es cansado podía significar “se ha cansado” o “está cansado”. 45 La -s es analógica a la de otros verbos: más, menos, fueras, etc. (en sentido inverso, éste pudo perder la suya: fuera). much (< MUIT(O) + Cons. / Vocal, respectivamente) se usaban sólo ante adjetivos, al igual que tan < TAM / TANT(O). Más frecuente aún puede considerarse la creación de adverbios a partir de la composición de diversos elementos. Se trata por los general de adverbios ‘temporales’ o ‘espaciales’, que, al igual que otros de su grupo, pueden ir regidos por preposición.: Combinaciones de adverbios son jamás IAM MAGIS), en principio refuerzo de nunca, y los ‘locativos’ aquí ( (< ECCU(M) HIC), acá (ECCU(M) HAC) (allí y allá parecen proceder de los adverbios ILLIC, ILLAC, con el prefijo a- < AD); la más habitual es la secuencia de preoposición y adverbio: así surgieron a- y de- fuera, assi, ayuso, denante (< DE IN ANTE: disimilado luego en delante), dentro (< DE INTRO), demás, de- y despues, es- y en-tonce(s) (< EX-, IN- TUNC(E), etc., y en algún caso es posible Adverbio + Prepos.: allende (¿ allen < ILLINC + de?), aquende (¿ aquen > ECCU(M) HINC + de?), aquende (¿ aquen < ECCU(M) HINC + de?), de frecuente empleo preposicional; también se puede partir de Prepos + Nombre: arriba, abajo, a-, y de- pri(e)ssa, encima, Prepos. + Prepos.: Ka- y de- tras (< TRANS), sintagmas latinos en ablativos: agora < HAC HORA (h)ogaño < HOC ANNO, etc. (cfr. # 2.3.2.). El castellano no ha tenido otro modo de formación regular de adverbios que la adición de mente a los adjetivos. Surgido de un sintagma en ablativo: BONA MENTE (“con buen propósito”), etc. que sustituyó en latín tardío a las construcciones clásicas con MODO, todavía en el s. XIII conserva en ocasiones su naturaleza originaria: “lo farien de buenamient”, “cuerdamientre et con gran seso” (Primera Crón. Gral.). Pero el valor más normal ya para estas formaciones es el de adverbios ‘modales’ o ‘cualitaticos’, a partir de adjetivos: fuertem(i)ent(r)e, brauam(i)ent(r)e, etc., o participios: onradam(i)ent( r)e, atrevidam(i)ent( re), etc.; algunos ya parecen referirse a toda la oración, bien estableciendo un ‘orden’: primeram(i)ent( re), o calificándola globalmente: señaladam(i)ent(r)e, funciones ambas en las que el valor primitivo ha sido olvidado por completo. En el s. XIII la forma común era mient(e), con epéntesis frecuente de -r-. A idéntico tipo respondía la combinación con el germanismo guisa (fiera guisa, etc.), pero no tuvo tanta difusión. No hay que olvidar, por último, las adverbializaciones de adjetivos sin variación en la forma: lexos (< LAXUS: “suelto, distante”), fuerte, etc.Ya hemos visto ## 2.3.3. y sig.) cómo las principales preposiciones latinas se conservaron y fueron utilizadas por el castellano para manifestar las relaciones funcionales básicas. Las demás preposiciones con que cuenta el idioma no introducen sino variantes y tipos especiales de los complementos ‘circunstanciales’ ya señalados. Se han conservado bastantes preposiciones latinas: ante (< ANTE), contra (< CONTRA), con (< CUM), entre (< INTER), según(d), t (SECUNDUM), sin (< SINE), so (< SUB), sobre (< SUPER), tras (< TRANS); podía funcionar como preposición cerca, adverbio también al igual que su étimo (CIRCA). Las demás tienen orígenes muy variados. Hay alguna de origen foráneo (lo que es anómalo en Morfología): (h)ata o fatam adta y fasta son las formas que tomó en el s. XIII el préstamo árabe hatta. En Otros casos se recurrió a la unión de preposiciones, latinas: des ( < DE + EX: luego desde), o romances: pora (además de las combinaciones sintagmáticas fasta en , etc.). Proceden de nombres: cab(e) (< CAPUT), baxo (< faz(e) a: cfr. cara a, también frecuente en la época). No hay que olvidar que adverbios como dentro, denante, etc. o locuciones como en cima o por somo podían llevar un complemento con de (ésta podía omitirse), funcionando el conjunto como preposición.6.3. Los ‘elementos de relación’ entre oraciones pueden ser de dos tipos básicos: los que cumplen alguna función oracional dentro de la frase que introducen (los pronombres y adverbios ‘relativos’), y los que se limitan a servir de nexo, indicando en ocasiones el significado de la relación.6.3.1. El sistema de pronombres relativos sufrió un latín tardío un gran caos: cruces de formas de un género a otro, desinencias construidas sobre muy variadas analogías, etc. No es de extrañar, por ello, que el castellano heredara un sistema simplificado al máximo, que no establecía distinciones de género, número o caso, pero sí de ‘persona’: qui (< QUI), quien (< QUEM), frente al no marcado que (¿del neutro interrogativo QUID o de QUEM tomado como átono? Junto a ellos estaba cual, -es (< QUALE), usado como relativo sustantivo (“Dozientos cavalleros quales mio Cid mando” en PCid) o adjetivo (“qual dueno get ena honore” (=”señor que está en…”), en las Glosas Emilianenses), o precedido de artículo, o en expresiones de valor ‘cualitativo’, generalmente en correlación con tal (“tal eres qual digo yo”, en PCid); cuanto(s), -a(s) (> QUANTU), unido con frecuencia a todo o en correlación a tanto; y cuyo(s), -a(s), relativo posesivo arcaico en latín y conservado sólo en la Península Ibérica y en Cerdeña. También se consideran ‘relativos’ los adverbios o (< UBI) y do (en principio, de ‘origen’: de + o), indicadores de ‘localización’, y (d)onde (< UNDE), de ‘origen’; cuando (< QUANDO), más bien simple ‘conjunción’ temporal; cuanto, neutro de ese pronombre; y como (< QUOMODO), que de adverbio relativo ‘modal’ (“la manera como…”) pasó a integrar correlaciones y construcciones comparativas, así como a introducir subordinadas muy diversas.En los nexos o ‘conjunciones’ de carácter ‘coordinante’ hubo también una notable simplificación en la coordinación ‘positiva’ sólo quedó el término de valor más general en latín, e(t) < ET (con forma y, i ante otra e-; “y esso”, o con pronombre enclítico: “yl dixo”), de empleo extraordinariamente abundante en la lengua medieval; en la coordinación ‘negativa’ ni(n) (NEC: con -iinexplicada y -n análoga de non) limitó su uso respecto del latín a la unión de dos elementos ya negados: “Non vos osariemos abrir nin coger” (PCid), mientras que e(t) no(n) generalizó su uso. La disyunción se expresó por o ( < AUT), que a veces equivalía a una simple copulativa: “si escapo sano o bivo” (ibid.). Por último, para la relación ‘opositiva’ o ‘adversativa’ se empleó mas (< MAGIS), muy frecuente, sonre todo en la lengua jurídica, y con un valor de adversación a veces muy débil; pero surgió de PER HOC (“por esto, por tanto”) > “sin embargo””, sentido aún habitual en la lengua antigua), de valor más nítido, próximo a veces a la relación ‘concesiva’: “… ouo ssu uoluntad en ella ha conplir; pero sin grado lo houo ella de consentir” (Libro de Apolonio); la adversación ‘exclusiva’ se expresa desde los orígenes con si no(n). La conjunción ‘subordinante’ de empleos más variados era que, surgida quizá de la extensión de un relativo neutro que (¿< QUEM o QUID?) a las funciones conjuntivas de QUOD, en su origen también relativo neutro y que en latín tardío acaparaba la subordinación expresada en clásico por TU o infinitivo. Así, la encontramos como ‘completiva’: “huebos vos es que lidiedes” (PCid): ‘sujeto), “Yo lo ueo que estades uso en yda” (ibid.: ‘objeto’), “oui miedo que era encantado” (Razón de Amor: complemento nominal, sin de); ‘causal: “nos vos ayudaremos, que assi es aguisado” (PCid); ‘final’: “Sobre un prado pus mi testa / que nom fiziese mal la siesta” (Razón de Amor), ´concesiva’: “Que clamemos merçed, oydos non seremos” (Berceo, Loores de Nuestra Señora); incluso ‘condicional’ (significado “sólo con que”): “soltariemos la ganacia, que nos diesse el cabdal” (PCid). Con más, menos, etc. forma las correlaciones ‘comparativas’ (donde sustituyó a QUAM), y con tal, tanto, los sintagmas de guisa, de manera, o el adverbio assi, las ‘consecutivas’. Precedida de preposiciones, constituye ‘locuciones conjuntivas’, de variados sentidos; ‘temporal’ (ante que, pues que, (f)a(s)ta que, de que, etc.) ‘causal’ (porque, pues que), ‘final’ (porque, y más raro, pora que)46, ‘modal’ (según8d) que). Lo mismo ocurre tras adverbios, formando así locuciones ‘temporales’ (de(s)pues que, mientra que, etc.), ‘concesivas’ (comoquier que, con indicativo, aunque, con subjuntivo, etc. Incluso se sumaba a otras conjunciones: pero que (‘adversativa’, y ‘concesiva’ a veces), maguer que (‘concesiva’, con indicativo). Son pocas las conjunciones ‘subordinantes’ heredadas del latín: ca (< QUIA), ‘causal’ siempre pospuestas; si (< SI); y cuando, como, si lo consideramos ‘conjunciones’ (‘temporal’ y ‘modal’) en lugar de ‘adverbios relativos’, valor éste difícil ya de apreciar a veces en el s. XIII; como parece seguir siéndolo en las correlaciones ‘comparativas’ con así, tan, tantos, etc., o en las subordinadas de ‘modo’, pero no ya cuando es ‘completiva’, ‘causal’ o ‘temporal’ (en este caso, suele ir combinado con assi). Por último, la ‘concesiva’ maguer, usada sobre todo con indicativo, procede del vocativo griego xusado en latín tardío como expresión de ‘deseo’ (“ojalá”), valor del que se desplazó al 46 A veces se encuentran las locuciones por esto (esso…)… que con valor ‘causal’ o ‘final’, lo que parece indicar el origen ‘relativo’ de la ‘conjunción’ que. ‘concesivo en algunas zonas románicas, a través de un proceso semántico poco claro.(FIN DEL CAPITULO IV)