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LA VOCACIÓN EN LA IGLESIA
II. ACTIVIDAD
COMUNITARIA
I. ENTRA EN
ORACIÓN
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO POR LAS
VOCACIONES
Espíritu de Amor eterno, que procedes del Padre
y del Hijo,
Te damos gracias por todas las vocaciones
de apóstoles y santos que han fecundado la
Iglesia.
Continúa, todavía, te rogamos, esta tu obra.
Acuérdate de cuando, en Pentecostés,
descendiste sobre los Apóstoles reunidos en
oración
con María, la madre de Jesús,
y mira a Iglesia que tiene hoy
una particular necesidad de sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados de tu gracia;
tiene necesidad de consagrados y consagradas,
que manifiesten el gozo de quien vive sólo para el
Padre,
de quien hace propia la misión y el ofrecimiento
de Cristo,
de quien construye con la caridad el mundo
nuevo.
Espíritu Santo, perenne manantial de gozo y de
paz,
eres tú quien abre el corazón y la mente a la
divina llamada:
eres tú que hace eficaz cada impulso
al bien, a la verdad, a la caridad.
Tus ‘gemidos inenarrables’
suben al Padre desde el corazón de la Iglesia,
que sufre y lucha por el Evangelio.
Abre los corazones y las mentes de los jóvenes,
para que una nueva floración de santas
vocaciones
manifieste la constancia de tu amor,
y todos puedan conocer a Cristo,
luz verdadera del mundo,
para ofrecer a cada ser humano
la segura esperanza de la vida eterna. Amén.
Instrucciones:
a) Colocarse en un círculo.
b) Luego leer y pensar
preguntas:
las siguientes
¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
¿A qué le tienes miedo?
¿Cuál es el mayor sueño o ideal para tu
vida?
¿Qué te atrae más de Jesús y en qué
aspecto te cuesta más seguirlo?
c) Compartir con los miembros del grupo.
III. ¿Qué es la Vocación?
- PROYECTAR EL VIDEO O
ESCUCHAR EL AUDIO.
La vocación es un llamado. Es un llamado de
Dios al corazón de los hombres. No tiene en
cuenta la condición de las personas (edad,
raza, estado de vida), solo espera una
respuesta: puede ser SÍ, puede ser NO.
Siempre que Dios llama nos exige una
respuesta, ante su llamado estamos
comprometidos a decidir.
Con su gracia Dios, que tiene siempre la
iniciativa, nos capacita para la misión que nos
encomienda si le decimos que SÍ:
IV. CONOCE LA
PALABRA DE DIOS
“Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un
hombre llamado Mateo, sentado en el
despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.»
Él se levantó y le siguió.” (Mt. 9,9)
BEATO JUAN PABLO II
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Si decimos que NO, respeta nuestra libertad:
“En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro,
¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida
eterna?» El le dijo: «¿Por qué me preguntas
acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas
si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos.» «¿Cuáles?» - le dice él. Y
Jesús dijo: «No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no levantarás falso
testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y
amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Le dijo
el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más
me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser
perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a
los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego ven, y sígueme.» Al oír estas palabras, el
joven se marchó entristecido, porque tenía
muchos bienes” (Mt. 19, 16-22).
El llamado de Jesús a su seguimiento no
es algo espectacular, sino que se da en el
corazón de cada uno de nosotros. Hacia él se
dirige la Palabra de Dios que es viva y eficaz.
Para escuchar su Palabra tenemos que
estar atentos, porque Dios siempre habla.
Para ello es necesario tener momentos de
intimidad a solas y en el silencio con Él.
V. VOCACIÓN UNIVERSAL A LA
SANTIDAD
Desde el bautismo estamos llamados por
Jesús a vivir en la verdad de nuestra
condición de hijos de Dios. Cada vocación
crece y madura en el silencio interior que nos
pone en sintonía con Dios y nos ayuda a
crecer en su amistad. Como la levadura en la
masa tiene que ser la vida de cada cristiano:
“Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos
es semejante a la levadura que tomó una
mujer y la metió en tres medidas de harina,
hasta que fermentó todo”(Mt. 13, 33).
Con la fuerza de la Palabra de Dios
aprendemos a vivir la gran medida de su
amor. En su Palabra, en la oración y en la
Eucaristía todos los cristianos encontramos
un precioso tesoro, que nos lleva a
comprender lo bello que es una vida gastada
totalmente por la construcción del Reino.
Cada uno de nosotros somos fruto de un
pensamiento del amor de Dios. Encontrarnos
con Él, que nos preserva, sostiene y llama, sin
ningún mérito de nuestra parte, es lo que nos
convierte en sus discípulos.

¿Pensaste la posibilidad de una vida
gastada por el Reino?

¿Crees que se puede encontrar la
felicidad en una vida consagrada?

¿Conoces
a
alguna
consagrada que sea feliz?
persona
VI. VOCACIÓN ESPECÍFICA
Todos estamos llamados a vivir nuestra
condición de bautizados, pero Dios llama de
manera especial a hombres y mujeres para
cumplir la misión que Él les tiene preparada
desde toda la eternidad.
“Antes de haberte formado yo en el seno
materno, te conocía, y antes que nacieses, te
tenía consagrado: yo te constituí profeta de
las naciones”.
Las vocaciones consagradas por entero a
Dios, en la castidad, pobreza y obediencia,
son un ejemplo de este llamado que Dios
hace cada día a los hombres. El mismo Cristo
nos propone esta manera de vivir en una
entrega más radical para continuar con su
obra redentora:
“No todos entienden este lenguaje, sino solo
aquellos a quienes se les ha concedido, en
efecto…hay otros que decidieron no casarse a
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causa del Reino de los cielos. ¡El que pueda
entender, que entienda!”.
En el seguimiento de Dios no
encontramos seguridades humanas, sino que
el llamado está garantizado por el amor
gratuito de nuestro Padre. Es lógico que en el
discernimiento de una vocación aparezcan
temores, los cuales no vienen de Dios, sino
que tienen su raíz en nuestro egoísmo que no
nos deja renunciar a los proyectos que
tenemos planeados para nuestra vida, y
abrazar el proyecto que Dios nos tiene
preparado:
“No hay temor en el amor; sino que el amor
perfecto expulsa el temor, porque el temor
mira el castigo; quien teme no ha llegado a la
plenitud en el amor. Nosotros amamos, porque
él nos amó primero”
Pese a nuestras mezquindades Dios nos
sigue convocando para que trabajemos en su
viña; nos sale al encuentro por el simple
motivo de que sigue confiando en los
hombres. No se da por vencido. Quiere que
seamos felices, por esto no deja de insistir y
nos presenta cada día y a cada instante la
posibilidad de trabajar para su Reino:
“En efecto, el Reino de los Cielos es semejante
a un propietario que salió muy de madrugada
a contratar obreros para su viña…Salió luego a
media mañana…Volvió a salir al medio día y a
media tarde e hizo lo mismo… Todavía salió al
caer la tarde y al encontrar a otros que
estaban allí, les dice: “¿Por qué están aquí
todo el día sin hacer nada?” Le respondieron:
“Es que nadie nos ha contratado.” Él les dijo:
“Vayan también ustedes a mi viña.”
Ya que mucha es la mies y los
trabajadores son pocos, es una preocupación
constante de nuestro arzobispo José María el
aumento de vocaciones consagradas y
sacerdotales en nuestra arquidiócesis, por
eso este año, a los pies de Nuestra Madre,
nos convocó a un año de oración por las
vocaciones:
“Sabemos que la vocación sacerdotal y
religiosa tiene en su origen en Dios; la oración
es nuestro primer compromiso. Por ello quiero
convocarlos a que iniciemos hoy, en
Guadalupe, un año de oración por las
vocaciones sacerdotales y religiosas.”
Pero…¿Cómo se va
creciendo la vocación?
despertando
y
“No olvidemos que este llamado debe
encontrar un suelo preparado, un oído atento.
Recuerden que el primer seminario donde se
inicia el cuidado de la semilla de la vocación es
la familia. Luego ella irá creciendo y
madurando en un camino de catequesis y de
compromiso cristiano en la vida de las diversas
comunidades. En esta lenta y profunda
vivencia que se va desarrollando en torno a la
Palabra de Dios, la celebración de la
Eucaristía, el ejercicio de la Caridad y el
compromiso misionero, va despertando y
creciendo la vocación.”
Con todo...¿Nuestra oración es suficiente
para que otros jóvenes se hagan la pregunta
por el posible llamado de Dios y quieran
consagrarle su vida?
“No podemos quedarnos tranquilos porque
pedimos más sacerdotes, sino preguntarnos si
creamos las condiciones necesarias, si
valoramos para nuestros hijos y en nuestras
comunidades el sacerdocio como un don de
Dios, que es plenitud para ellos y servicio a sus
hermanos. La vocación sacerdotal y
consagrada es un desafío a la vida de nuestra
fe y al nivel apostólico de nuestras
comunidades.”
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VII. ACTIVIDAD PERSONAL
 ¿Pensás que Dios te puede llamar a
vos?
 En el caso de que te llame ¿Estarías
dispuesto a renunciar tus proyectos
para seguirle?
 ¿Pedís a Jesús la luz para descubrir
donde está tu verdadera felicidad?
Y VIVIR MEJOR NUESTRA FE
JESÚS ME HA INVITADO A…
Y yo quiero responderle siendo así…
Y haciendo esto…
SEÑOR JESUS,
Necesito vida nueva en…
Dame tu espíritu para…
Te ofrezco…
Amén.
Corazón de Jesús,
déjame fundirme en ti…
Déjame fundir mi historia en tu Corazón
Con toda su carga de debilidad,
Y entregar a tu misericordia
Lo que tu amor dejó atrás.
Déjame fundir mis ojos en tu Corazón
Hasta mirar reconciliado mi propia realidad.
Déjame fundir mis oídos en tu Corazón
Hasta escuchar lo que jamás imaginaron
Que podías y querías pronunciar:
“Yo te perdono; quédate en paz”.
Déjame fundir mi boca en tu corazón,
Hasta aprender en el silencio a decir:”Papá”.
Déjame fundir mi rostro en tu corazón,
Hasta encontrar hecho niño aquel asombro,
Con que un día me acercaba hasta tu altar.
Y si ves que a las puertas de fundirme,
Mi miedo me detiene y te dice:¡”Basta ya!”,
Que tu mano en mi cabeza, me responda:
“Tan sólo, déjate amar”.
P. Javier Albisu, SJ
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