Download AYUDAME A RECONOCERTE EN EL TABERNÁCULO

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LLEVEMOS JUNTOS ESTE DOLOR
Oración:
Nunca habrá nada, Padre, que no puedas enviarme,
haz todo lo necesario para doblegar mi yo:
únicamente Cristo viva y actúe en mí,
y yo en Él sólo te cause alegrías.
Padre, nunca me mandarás una cruz o un dolor
sin darme suficientes fuerzas para soportarlo.
En mí, el Esposo comparte mi carga entera
y la Madre vigila: así somos siempre tres...
¡Concédeme, por fin, la conversión total!
En el Esposo quisiera anunciar al mundo entero:
el Padre tiene en sus manos el timón
aunque yo no sepa el destino ni la ruta.
Ahora me dejaré conducir ciegamente por ti,
quiero escoger sólo tu santa voluntad;
y como tu amor me guarda siempre,
atravieso contigo por las tinieblas y la noche. Amén.
(Extractos tomados de la oración “Padre, te pido todas las cruces”, del Hacia el Padre, Pág. 134)
Querido Jesús, hoy me quiero arrodillar un momento delante de tu tabernáculo y hablarte de
mi dolor, de lo que tiene apretado mi corazón y me preocupa, pues sé que Tú lo vas a entender
como nadie ha podido hacerlo hasta ahora...
A veces, hasta yo misma pienso que no vale la pena molestarte con esto. Mirando el dolor
ajeno, lo mío parece una ridiculez, o tal vez no, no lo sé... Sólo sé que quiero compartirlo
contigo, porque es mío. Yo sé que a Ti puedo decirte que me siento sola, porque has
experimentado profundamente la soledad; puedo decirte que me duele algo de mi cuerpo,
porque Tú también padeciste dolor físico; puedo hablarte de mis miedos, porque Tú también lo
experimentaste.
Yo sé que si te digo que estoy triste por una tontería o algo de poco peso, Tú no te vas a reír ni
me vas a encontrar absurda por preocuparme de esas cosas; no te vas a escandalizar porque me
afecte ante una mala mirada de otro o porque hoy no me sienta bonita. No, no me vas a
condenar porque lo que Tú quieres es acogerme con todo lo que soy, con todo lo que tengo, con
todo mi corazón, así como él es.
Por eso Buen Jesús, no quiero esconderte nada, estoy delante de Ti y quiero abrirte entero mi
corazón. Te pido que lo conozcas y lo recibas con toda su pequeñez y con todo el dolor que
lleva. Recíbelo y déjalo descansar un momento en Ti.
Hoy, no te pido en primer lugar que me quites esta pena, sino que me ayudes a sobrellevarla con
sencillez y alegría a tu lado... experimentando así tu compañía.
Tú, Señor, que por dolor sudaste sangre en el Huerto de los Olivos y que fuiste insultado,
golpeado, humillado; Tú que no te detuviste en el camino hacia la cruz, porque sabías que mi
salvación dependía de que sobrellevaras el dolor hasta el final. Por favor, ayúdame a descubrir
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el valor que tiene cada pequeño o gran sufrimiento y a unirlo a tu dolor y entrega en la cruz.
Regálame tu consuelo y ayúdame desde el tabernáculo a fin de que esta pena no se pierda, no
sea en vano, sino que, en Ti y por Ti, dé muchos frutos para quien Tú quieras regalárselo.
Amén.
(Momento de silencio para reflexionar y rezar estas palabras)
Oración:
Querida Mater
Tú que permaneciste fiel al pie de la cruz
y después recibiste en tus brazos,
muerto, al Hijo de tu corazón:
recibe en este día
el dolor que carga tu hija
y abrázame también en tu regazo como a Él.
Para ti,
ni el más grande
ni el más pequeño de los sufrimientos
te es indiferente,
sino que es un llamado de Jesús
que en la cruz te vuelve a repetir:
“Ahí tienes a tu hijo”.
Recíbeme, querida Madre,
consuélame,
y aseméjame a ti,
para poder permanecer
de pie en el dolor
y amar y ofrecer
así como tú me amaste
y ofreciste a tu Hijo por mí. Amén
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