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6º Domingo de Pascua (C) La Palabra: Dios en nosotros Jn 14, 23-29 1. Oración inicial Espíritu consolador, ven a soplar sobre las inquietudes que pueden retenernos lejos de ti. Y concédenos descubrir las fuentes de la confianza depositadas en lo más profundo de nosotros. (Hno. Roger de Taizé) 2. Posible división del texto: Jn 14, 23-24 Amar y guardar la Palabra, criterio de relación con el Padre y de su Enviado Jn 14, 25-26 El Espíritu Santo reavivará la presencia y la misión de Jesús Jn 14, 27-29 El don de la paz y la confianza en la persecución e incerteza. La obra es del Padre 3. Notas para profundizar y asimilar mejor el texto. 1. En el momento en que Jesús dirige esta palabras a los discípulos está todavía con ellos: “os he dicho estas cosas mientras estoy con vosotros” (v. 25); el texto señala también que será por poco tiempo. La presencia humana de Jesús les será arrebatada para dar paso a un nuevo modo de estar en medio de ellos, más sorprendente y profundo. Jesús ha sido feliz con la cercanía y la amistad de sus discípulos y ellos también. Los discípulos han recibido mucho pero ahora es tiempo de dar. Para que puedan dar fruto es necesaria una ruptura, una separación, conviene que Jesús se vaya si bien no faltará su presencia de un modo nuevo. 2. El discípulo siente que no está solo si ama al Maestro, si lo lleva en el corazón; Él permanece dentro de quien le ama (“haremos morada en él” v. 23). Al marcharse el Señor, nace sin embargo una nueva forma de presencia: la Alianza Nueva y Eterna. En el trasfondo de los discursos de despedida, está esta anhelada promesa que asegura su presencia: la Alianza que es descrita cono amor, adhesión a la Palabra, presencia e inmanencia recíproca, don del Espíritu Santo que da un corazón nuevo (cf. Ez 36, 22-38; Jr 31, 31ss). Vive y se hace consciente de la experiencia de la Nueva Alianza quien la prueba en su existencia (relación personal con el Resucitado). La Palabra, abre a esta relación: “enseña, recuerda”… y se convierte para el creyente en fuente de paz y de alegría. 3. El verbo amar, tantas veces repetido en este capítulo, describe la relación del discípulo con Jesús y con el Padre. Es el amor de Jesús el que va haciendo entrar al discípulo en la Nueva Alianza, desplegando en él la certeza de ser hijo amado, es lo que Jesús ha revelado como vacación para toda la humanidad. Dios ya no está lejos de la humanidad, está con ella, está con nosotros mediante el Espíritu que nos llena de conocimiento y nos hace su morada. La comunión con el Hijo, nos hace entrar en la misma relación que Él vive con el Padre compartiendo su mismo amor, su misma vida. Amarle a Jesús, nos hace semejantes a Él. La Iglesia nace del amor de Jesús por ella. 1 4. Su amor nos lo ha entregado Jesús como tarea para ejercerlo entre nosotros, en la vida de la Iglesia. Pero hemos de recordar una vez más que es su amor, no el nuestro, y que hemos de aprender a amar con él de nuevo. Su amor tomará forma en cada uno de nosotros, paulatinamente, en la medida que lo ejerzamos y en la medida en que tomemos como única referencia del Padre la palabra de Jesús, su Evangelio. De tal modo que guardarlo y amarnos mutuamente es una sola y misma cosa. La guarda del Evangelio y el amor fraterno en la vida de la Iglesia producen el efecto insuperable del permanente suministro de tal amor desde su origen como fuente. Sólo nos amamos porque el Padre nos ama, y nos amamos con su mismo y único amor. Y no hay amor sin coexistencia plena, por ello el Padre llega con el Hijo a donde ya habita su Espíritu de amor, llega hasta nosotros, y hace morada en nosotros. Si así nos amamos, es porque estamos habitados ya por la misma Trinidad. Basta con que honestamente contemplemos el amor que brota en nosotros, para que por la fe reconozcamos agradecidos su origen trinitario. 5. “Aplíquense, en cambio, en aquello que por encima de todo deben anhelar: tener el Espíritu del Señor y su santa operación”… (2R 10, 8). En lo que algunos autores han dado en llamar el corazón de la Regla (capítulo décimo de la regla bulada), Francisco pone el centro de todo deseo para el discípulado en dejarse guiar por el “Espíritu del Señor y su santa operación”. Las obras si están realizadas según Dios, son las que darán al hermano menor la medida de la verdad en el seguimiento. La tendencia a amarnos a nosotros mismos ha de ser rasgada por la llamada transformadora del Espíritu Santo que nos lleva al compromiso de amar a todos como el Padre nos ha amado en Jesús. 4. Orar con el texto El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará El Paráclito que enviará el Padre en mi nombre es quien os lo enseñará todo La paz y dejo, mi paz os doy… que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde Me voy y vuelvo a vuestro lado 5. Otros textos útiles Sal 16; 103; 117; 136; Dt 6, 1-13; Jn 15, 26-27; 16, 7-15; Lc 10, 21ss; 1Jn 3, 11-24; 4, 7-5, 4; Ef 2, 1-22 2R 10; 1R 23, 9-10; 6. Oración conclusiva. Padre, sorprendidos y esperanzados te vemos mudarte del cielo a la tierra, empadronarte en nuestras oscuras e injustas ciudades, compartir nuestra vecindad. Constatamos a un tiempo la hegemonía de la incredulidad de los hombres y, en medio de ella, la de la propia Iglesia también. Condúcela tú con tu Espíritu enviado en nombre de Jesús, para que cada día renueve su compromiso de amor dentro de ella misma y a todos los hombres. No permitas que sus leyes hagan peligrar la fe de los que nos empeñamos en guardar el Evangelio y en dar forma expresa a tu amor recibido del misterio pascual de Cristo. Sé tú su único templo y su única luz, junto con Jesús tu Hijo y tu Espíritu de amor, a fin de que tu gloria se manifieste para la vida eterna de todos los hombres por siempre. Amén. 2