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TENEMOS AGUA NOS HACE FALTA SED
Domingo 3 a de cuaresma
P. Clemente Sobrado C.P.
27 de marzo de 2010.
Un Jesús cansado y sediento,
sentado en el brocal del pozo.
Una mujer con sed que acude
con su cubo a sacar agua.
Dos sedientos y con el agua en
el pozo.
Sedientos los dos de agua. Pero
posiblemente, los sedientos de
algo más que agua.
Un Jesús sediento de llenar de
agua viva aquel corazón lleno
de maridos.
Una
mujer
sedienta
posiblemente de algo más que
apagase la sed que sus maridos
no lograban apagar.
Todos la conocemos como la
“mujer samaritana”. ¿Cuál era
su verdadero nombre?
Puede ser cualquiera de los
nuestros.
Todo comienza hablando
agua, de la sed y del pozo.
del
Y los dos terminan metiéndose el
uno del otro.
Jesús comienza como el débil
sediento que se atreve a pedir
agua.
Un Jesús que se va haciendo
comino para llegar al fondo
de aquel corazón.
La mujer muy tiesa se siente
dueña del pozo, del agua y del
cubo.
Una mujer que se resiste pero
que tampoco puede ceder a la
curiosidad.
Y los dos terminan olvidándose de
la sed, del agua, del pozo y del
cubo.
Un Jesús que la va
desnudando
por
dentro
descubriendo sus profundos
vacíos.
1
Una mujer que va sintiendo
que
su
corazón
va
encontrándose con su verdad.
Hoy todos vivimos con la escasez
del agua como horizonte y
preocupación.
Un Jesús que se va olvidando
del pozo de Jacob y va
abriendo un pozo nuevo en
aquel corazón de mujer.
Recién descubrimos lo que vale
cuando comienza a escasear.
Una mujer que se olvida del
agua y del cubo y regresa al
pueblo gritando lo que su
corazón ha encontrado.
Las cosas no se imponen. Basta
abrir el apetito.
Dios no se impone a nadie. Se
ofrece, abriendo el apetito y la sed
de nuestro espíritu.
El Dios que se impone, termina
quedando en la epidermis de
nuestras vidas.
El Dios que se descubre y acepta,
termina
transformándonos
interiormente.
Todos llevamos demasiadas capas
escondiendo lo que llevamos
dentro.
Todos
llevamos
dentro
demasiados maridos escondidos
que no logran llenarnos.
Por eso, el camino de Dios
comienza por insinuarse, hacernos
reconocer esos maridos y esos
vacíos ocultos.
Será desde esos vacíos del alma
que sentiremos su necesidad.
Hoy se habla
climatológicos.
de los cambios
Pero también asistimos a otro
cambio climatológico del espíritu
sobre el que no queremos
detenernos a pensar.
El agua que ofrece Jesús sigue
todavía abundante. Porque Dios
no sufre las escaseces de de la
climatología. Dios es abundante
cada día.
Sin embargo es posible que
nuestro problema hoy no sea
precisamente el de la samaritana.
El problema de la sed, sino el
problema de la “no sed de Dios”,
o tal vez mejor “una sed oculta
que no queremos reconocer”.
Dios está ahí. Jesús está ahí como
“agua viva”.
Pero ¿quién tiene hoy sed de
Dios?
¿Quién tiene hoy sed del agua
viva que nos ofrece Jesús?
¿No preferiremos ahogar esa sed
en el alcohol?
¿No preferiremos ahogar esa sed
en los placeres inmediatos de la
vida?
También la mujer samaritana
escondía su verdadera sed y la
saciaba con el agua del pozo.
2
Puede que hoy abunden otros
pozos para saciar la sed de
nuestros corazones.
Es posible que cada uno tengamos
nuestros propios pozos, unos más
disimulados que otros.
Pozos que de momento pueden
saciarnos.
Pero a los que tendremos que
acudir, como ella, cada día.
Puede que esos pozos, y esa sed
escondida, sean también el camino
para hacer aflorar esa otra sed
escondida, negada, disimulada.
Porque al corazón se le puede
traicionar. Pero no se le puede
engañar. Allá en el fondo,
mezclado con esas otras aguas, es
posible esté brotando esa sed del
agua definitiva que es Dios. Por
eso, antes de imponer a nadie esa
agua, es preferible escarbar en
esos vacíos. Aprovecharse de esos
vacíos y como Jesús ofrecerles
“esa agua que quien bebe de ella
no tendrá más sed”.
En vez de lamentar de la
indiferencia y el silencio de Dios,
mejor es aprovechar de esa misma
indiferencia y silencio para abrirle
a las nuevas voces del espíritu.
Al que está inapetente no
solucionamos
su
problema
empujándole la comida, sino
abriéndole el apetito. Para ello hay
medicinas. También en la Pastoral
tendremos que abrir más el apetito
y la sed de Dios. Pastoral de la sed
de Dios. Pero entonces tendremos
que utilizar la pedagogía de Jesús.
Acercarnos con la humildad del
que pide y conocer el corazón de
los hombres y un Dios que dé
respuestas a sus vacíos. Termino
con una frase de A. de SaintExupéry: “La belleza del desierto
consiste en que esconde un pozo
en algún lugar”. A lo que
añadimos: La belleza de un
hombre consiste en que esconde
un pozo en cualquier lugar de su
vida.
Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com
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