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El Santo Rosario y la Billetera juntos
Domingo 25 c del Tiempo ordinario
P. Clemente Sobrado C.P.
19 de septiembre de 2010
Es fácil meter juntos, en el mismo bolsillo,
el Santo Rosario y la Billetera. La verdad
que no sé qué se dirán los Padre nuestros y
las Ave Marías con los billetes. De seguro
que en el bolsillo no se hacen mayores líos
y problemas. Y hasta me preguntaría cómo
se llevan esas ediciones de bolsillo del
Evangelio con la Billetera. Porque ahora,
como tenemos esas ediciones que unos
llaman de “bolsillo” y yo llamo
“portátiles”, es muy fácil que en el mismo
bolsillo estén juntitos los Evangelios y los
Billetes. Y de cuando en vez sacamos los
Evangelios y los leemos y de cuando en
vez abrimos la Billetera para contar
nuestros billetes. Es posible que no se
molesten demasiado.
El problema está cuando el Santo
Rosario y Billetera, los Evangelios y
los Billetes, los guardamos juntitos
en el corazón. Ahí es posible que la
armonía no sea tan armoniosa. Y que
haya peleas entre los unos y los
otros. Porque, ¿cómo podemos leer
el Evangelio de hoy y que no pase
nada? “Ninguno puede servir a dos
amos, porque, o bien aborrece a uno
y amará al otro, o bien se dedicará al
primero y no hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero”.
Es posible que muchos nos hayamos
escandalizado hace unos meses
cuando la Televisión nos mostró dos
casos: uno, el de un tipo que se
compró una de esas ediciones lujosas
de la Biblia, la cortó muy bonito por
el interior y en el espacio abierto
aparecía bien acomodado un paquete
de cocaína. El otro era uno de los
presos de Piedras Gordas que hizo lo
mismito con su gran Biblia, sólo que
en vez de cocaína tenía escondido su
celular.
Al principio también yo me sentí
sorprendido de la agudeza de la
gente, pero luego guardé silencio y
me puse a pensar. Pero ¿no hacemos
todos algo parecido con nuestro
corazón? Metemos y llevamos
dentro a Dios y al dinero. Y nos
sentimos tan felices y contentos. Y
les servimos por turno. Cuando
necesitamos a Dios le despertamos.
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Y cuando necesitamos del dinero
abrimos el fajo de billetes.
Lo que Jesús pretende es decirnos
que “no se puede servir” a los dos.
Porque servir es ser esclavo del uno
o del otro. Y lo digo por experiencia.
No resulta fácil convencernos que
tratamos de servir a los dos.
Evidente, nadie se atreve a decir que
sirve al dinero, al contrario, siempre
diremos que servimos a Dios. Pero,
en el fondo habrá que preguntarse
quién es el verdadero dueño de
nuestro corazón. ¿Quién es el que
señala y marca la dirección de
nuestro corazón? ¿Dios o el dinero?
Confieso que me resulta mucho más
fácil abrir el Evangelio y leer
piadosamente una de sus páginas,
que abrir mi billetera y sacar unos
billetes para un hermano que no
tiene para comprarse unas medicinas
para su hijo enfermo. Hace unas
semanas antes de entrar a la radio se
me acercó uno de esos necesitados
mostrándome la receta. Yo ni quise
detenerme para mirarla. Días más
tarde me entero de que un periodista
de la misma radio, que estoy seguro
no va a misa hace tiempo, salvo a la
de difuntos o alguna boda, ahí
mismo le preguntó cuánto costaban.
Metió la mano a la billetera y le dio
para que comprase sus medicinas.
Creo que la bofetada que recibí
todavía me sigue doliendo y me sigo
cuestionando:
“me
resultaría
muchísimo más fácil leerle y
comentarle una página de mi
Evangelio “de bolsillo”, aunque sea
este capítulo 16, versículos 15 y 16
del Evangelio de Lucas, que soltarle
unos billetitos para aliviar el dolor
de un hermano que sufre. Lo que
significa que estoy más desprendido
del Evangelio que de esos papelitos
con timbre y firma del Banco de
Reserva o del Banco Central. Las
cosas son así.
Jesús no nos quiere divididos ni los
unos de los otros, y menos todavía
divididos cada uno interiormente. Y
cuando somos sinceros con nosotros
mismos nos damos cuenta de que en
nuestros corazones hay demasiadas
fisuras, demasiadas divisiones. “Yo
no sirvo al dinero” pero lo guardo en
la Caja Fuerte. ¿A alguien se le
ocurriría guardar los Evangelios en
la Caja de Seguridad? El colmo sería
que guardásemos allí billetes y
Evangelios, Dios y al dinero, el
Santo Rosario y la Billetera.
Jesús nos quiere de una pieza. Jesús
nos quiere enteros. Quiere la unidad
de nuestro corazón. Digamos, que
nos quiere libres y no esclavos de lo
que tenemos. Incluso está bien que
seamos previsores para lo que pueda
suceder más tarde en nuestras vidas.
Pero es que hay urgencias que no
puede esperar para más tarde, porque
el hambre es de hoy, la enfermedad
también es de hoy y las necesidades
son de hoy.
Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com
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