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EL AIMARA Y SU CONCEPTUALIZACIÓN
EN LA COMUNIDAD PACEÑA CITADINA
Por: Mgr. Mirka Rodríguez Burgos
Carrera de Lingüística e Idiomas
1. INTRODUCCIÓN
La Constitución política del Estado aprobado en 1994 (Nuevo Compendio de
legislación sobre la Reforma Educativa y leyes conexas) en su artículo 1º expresa que,
“Bolivia es nación libre, independiente, soberana, multiétnica y multicultural”.
Precisamente, las características multiétnicas y multiculturales son las características
más sobresalientes de nuestro país porque ambas reflejan y se conjuncionan en la
realidad multilingüe de nuestro país. Siguiendo la misma premisa que plantea Mendoza
(1996), son los individuos quienes determinan si un país es monolingüe, bilingüe o
multilingüe. En ese sentido, se puede afirmar que Bolivia es un país multicultural y
multilingüe no sólo por las diversas culturas que coexisten en el territorio boliviano y
que hacen prevalecer sus propias perspectivas del mundo sino también por los más de
treinta diferentes idiomas que se hablan en las diferentes regiones del territorio
boliviano. Esta situación es teóricamente reconocida en los documentos oficiales de
nuestro país mediante decretos que oficializan lenguas originarias en teoría. Este es el
caso, por ejemplo, del decreto 25894 que oficializa 35 lenguas tales como el aimara,
quechua, guaraní, ayoreo, bésiro, chácobo, chimán, sirionó, etc. Obviamente, dentro de
la variedad lingüística que se identifica en Bolivia, sobresalen tres idiomas que se
reconocen no sólo por el número de hablantes que tienen sino también por el rol que
juegan en los asuntos nacionales del país; siendo estos tres idiomas el castellano, aimara
y quechua.
A pesar de los documentos oficiales que oficializan el reconocimiento de lenguas de
pueblos originarios, en los hechos, en Bolivia, se reconoce sólo un “idioma oficial” y
este es el castellano. Se hace esta afirmación categórica porque se puede evidenciar que
el castellano es el idioma oficial de Bolivia reconocido no sólo en los documentos
oficiales sino también en el uso efectivo en diferentes ámbitos del quehacer boliviano
no sólo por el obligado acceso de los hablantes de aimara y quechua al castellano para
poder participar en la vida social del país sino también en la vida política y económica
del país. En un sentido general, el caso del aimara y quechua se debe tratar de manera
diferente, ya que el uso del aimara y quechua está dividido en ciertas regiones de
Bolivia. El quechua se identifica mayormente con los valles y con ciertas regiones
occidentales de Bolivia mientras el aimara con el altiplano básicamente.
La ciudad de La Paz está ubicada en el altiplano, o más específicamente en la “región
del altiplano boliviano”, donde los idiomas más hablados son el castellano y el aimara;
ya que con la migración de los campesinos hacia las principales ciudades en busca de
un mejor nivel de vida y mejores oportunidades de estudio para sus hijos configura la
complejidad de la relación entre el aimara y el castellano. Este es el contexto que nos
servirá de marco de referencia para poder analizar el comportamiento lingüístico que se
constituirá en el núcleo de nuestro análisis. Dentro del comportamiento lingüístico se
1
analizará el cambio de código en una comunidad castellano/aimara desde una
perspectiva sociolingüística tomando en cuenta las características más sobresalientes de
los diferentes modelos desarrollados en este campo para describir, explicar, y predecir
el cambio de código en comunidades bilingües. Es decir, la situación del aimara será
tomada en cuenta sólo como una estrategia de ejemplificación para analizar los
principios más importantes dentro de los enfoques sobre el cambio de código
desarrollados en el campo de la sociolingüística.
Por lo tanto, para alcanzar el propósito informativo de este trabajo, en principio una
definición breve de cambio de código será presentada. Luego el aimara será analizado
dentro de los paradigmas de asignación e interpretativo que fueron desarrollados gracias
a los diferentes estudios realizados por diferentes sociolingüistas siguiendo varios
enfoques para analizar el cambio de código. Para finalizar el análisis en este trabajo, se
presentará algunas consideraciones finales en relación al tema que nos atañe.
2. ¿QUÉ ES UN CAMBIO DE CÓDIGO (Code switching) ?
El cambio de código, lo mismo que la concepción del aimara, ha sufrido una evolución
en su definición. De ser considerado un hiperónimo para una gran variedad de
fenómenos de contacto de lengua, a considerarlo una clave de contextualización que
ayudaba a la interpretación de lo que se decía; para finalmente, evolucionar en la
concepción actual que es la yuxtaposición del habla que pertenece a dos sistemas dentro
de un mismo intercambio de comunicación (Romaine, 1989:111). Esta última
definición además de ser incluyente refleja la situación real acerca de lo que sucede
cuando dos bilingües coordinados se comunican; esta es la razón por la que, el presente
análisis será presentado tomando en cuenta la yuxtaposición de dos sistemas dentro del
mismo acto de comunicación, lo cual nos proporciona la contextualización que
identifica al cambio de código como un comportamiento sociolingüístico.
Es interesante considerar que la formulación de esta definición además de presentar una
perspectiva sociolingüística, también nos obliga a considerar no sólo la evolución del
desarrollo de los enfoques de cambio de código, sino también reflexionar sobre la
manera en que la concepción del aimara como lengua ha evolucionado.
3. EL CASTELLANO Y EL AIMARA EN UNA SITUACIÓN DIGLÓSICA
REFLEJADA EN EL DOMINIO DEL USO
El tratamiento de cambio de código ha evolucionado de ser investigado con criterios
estrictamente formales (es decir, con un enfoque gramatical) a ser analizado a través de
enfoques funcionales. La última perspectiva permitió la emergencia de modelos que
tomaban en cuenta tanto los fenómenos sociales como discursivos que están implícitos
en un cambio de código. Como ejemplo de estos modelos, podemos mencionar el
surgimiento de dos paradigmas de interpretación: el paradigma de asignación
(allocation) y el paradigma interactivo o interpretativo (Montes, 2002). Dentro del
paradigma de asignación, se puede mencionar más específicamente los estudios de
2
diglosia y los de dominio llevados a cabo por Ferguson (1959) y Fishman (1968)
respectivamente.
3.1. La diglosia castellano/aimara
Antes de tratar de manera específica el punto que nos concierne en esta sección, se hace
necesario proporcionar una rápida revisión general del paradigma de asignación. El
paradigma de asignación tiene sus orígenes en los estudios de diglosia desarrollados por
Ferguson (1959). La Diglosia se refiere a la coexistencia de dos variedades de lengua
en la misma comunidad, dos variedades relacionadas lingüísticamente (Holmes, 1992).
De acuerdo con Holmes (1992) la diglosia, un concepto sociolingüístico, en su sentido
original tiene tres características distintivas. La primera característica se refiere a la
división lingüística de las variedades de alto (A) y bajo (B) estatus. La segunda
característica tiene que ver con las diversas funciones que cumple cada variedad.
Finalmente, la tercera característica apunta al hecho de que nadie utiliza la variedad alta
en conversaciones habituales.
La situación lingüística en la ciudad de La Paz, en cierto sentido, se ajusta a estos
criterios para la elección de una lengua. Durante la colonia el castellano fue
introducido a una gran cantidad de países Latinoamericanos, obviamente Bolivia no fue
la excepción. El uso del castellano ayudó a los españoles a centralizar el poder en sus
manos y constituirse de esta manera en una elite lingüística tanto en pueblos como en
ciudades. Esta situación todavía se refleja en la situación lingüística en Bolivia ya que
como Mendoza (1996) establece, los hablantes nativos de lenguas originarias son
todavía “obligados” a aprender el castellano, para ser tomados en cuenta en los asuntos
nacionales y para recibir la educación en niveles altos de educación. En otras palabras,
todavía se puede identificar un cierto grado de dominación, probablemente no una
sujeción colonial pero si una dominación lingüística que tiene sus efectos en la pobreza
de muchos ciudadanos bolivianos.
La población de la ciudad de La Paz lingüísticamente está constituida “básicamente”
por dos grupos de personas: aquellos que nacieron en la ciudad y aquellos que
inmigraron del campo a la ciudad. Ya que el castellano, es uno de los idiomas oficiales
en Bolivia con plenos derechos con respecto a los otros idiomas originarios, se
constituye en la variedad alta en La Paz; y el aimara ,el idioma originario, es la lengua
de variedad baja. Básicamente, se supone que los habitantes de las ciudades hablan
castellano y los inmigrantes del campo aimara. En base a la suposición anterior, se
concluiría que, ambos idiomas se utilizan en dominios o contextos institucionales
mutuamente excluyentes (Fishman, 1968).
Tomando en cuenta esta situación, es fácil predecir cuándo se utilizará ya sea la
viariedad A o B, básicamente dependiendo del domino al que se hace referencia.
Usualmente el castellano es la lengua que se utiliza en contextos formales y el aimara
en contextos informales, aunque se podrían considerar excepciones como se presentará
en los ejemplos considerados en las secciones que vienen.
3
Luego de la independencia y desde la creación de la república, el gobierno, de alguna
manera, todavía apoya esta división lingüística ya que al ser el castellano el idioma
oficial de instrucción terciaria, desde ya se implica la dirección de la educación,
obviamente basándose en las implicaciones políticas que una situación diglósica puede
presuponer. Una dirección que favorece el castellano obviamente, convirtiendo a los
bilingües aimaras en monolingües castellano hablantes, por un lado y por otro,
sometiéndolos a vivir una vida de pobreza que está marcado por el bilingüismo que no
fue su elección pero una imposición.
Aunque con la Reforma Educativa, se intenta remediar esta situación , en la práctica
según Mendoza (1996), cuando hizo su denuncia en 1994, la Reforma Educativa en su
contenido aún adolece de un ingrediente fundamental que tiene que ver con la
perspectiva ideológica de la lengua.
Tomando en cuenta esta situación, una pregunta que se hace evidente es si los aimara
hablantes que inmigran a la ciudad empiezan a utilizar el castellano y el aimara como
bilingües aditivos o más bien sustractivos (Ellis, 1995:208). En otras palabras, si estos
aimara hablantes mantienen su lengua materna, añadiendo a su repertorio lingüístico su
segunda lengua (castellano) (aditivos) o si reemplazan su L1 con su L2 (sustractivos).
Las respuestas a estas preguntas parecen ser desalentadoras ya que según Xavier Albó
(1996) de acuerdo con las estadísticas en Bolivia, y en países Latinoamericanos en
general, siempre existe un decremento en el número de hablantes de lenguas originarias
ya que las nuevas generaciones que viven en la ciudad están más expuestos al castellano
no sólo a través de la educación sino también a través de las demandas de su nuevo
entorno.
Este bilingüismo sustractivo también se debe al hecho de la creencia generalizada de
que era mejor para los hablantes aimaras y quechuas aprender el castellano incluyendo
sus valores occidentales que son parte de la lengua. Esta creencia atentaba contra la
sobre vivencia de estas lenguas originarias que han sufrido una involución en vez de
una evolución tomando en cuenta más específicamente el desarrollo del componente
léxico de estos idiomas (Mendoza, 1996).
Hasta este punto, las dos características que definen a la diglosia parecen estar
reflejadas en la situación descrita en La Paz. La tercera característica que establece que
nadie utiliza la variedad A en conversaciones en situaciones diarias parece estar en
divergencia si tomamos en cuenta el uso corriente del aimara. Hace algunos años atrás,
esta característica podría haber sido válida tal vez en un cien por ciento. Sin embargo,
para asegurar este hecho ahora sería necesario considerar antes las actitudes hacia los
dos códigos por la situación diglósica y por la emergencia de los sentimientos de
revalorización de identidad propia últimamente.
De acuerdo con Holmes (1992), la gente admira la variedad A, aunque no puedan
entenderla. Entonces, las actitudes hacia esta variedad son de respeto, prestigio, y
estatus alto. Esta aseveración nos lleva a considerar la diglosia como un fenómeno que
refuerza las distinciones sociales (Wardhaugh, 1992).
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En el caso del castellano y el aimara, las actitudes no son realmente claras por las
tendencias divergentes que se pueden encontrar. Actitudes de respeto y prestigio hacia
la variedad A pueden probablemente ser evidenciados en el hecho de que tanto en la
ciudad como en el campo, existen grupos diversos de acuerdo a su competencia en
cualquiera de las lenguas; por supuesto, de acuerdo a su nivel de educación también. Un
nivel de educación al que se accede gracias al conocimiento y manejo del castellano.
Por ejemplo, en algunos pueblos existen tres grupos fácilmente identificables: 1) los
“vecinos” quienes son los terratenientes y quienes tienen ascendencia tanto originaria
como española (los mestizos); que por nacimiento han adquirido el castellano en su
hogar; 2) el segundo grupo se constituye por los originarios que han aprendido
castellano en la escuela; por lo tanto, sienten que tienen un estatus más alto que aquellos
originarios que no hablan castellano. Finalmente, 3) el tercer grupo, conformado
mayormente por los originarios campesinos que no hablan castellano, sólo el idioma
originario. Obviamente, aquellos que ejercerán el poder serán aquellos que hablan
castellano con fluidez ya que como es reconocido por Albó (1996) el uso de una lengua
hace posible determinar la identidad étnica de una persona que se constituirá en la
diferencia en cualquier situación o contexto.
Parece existir la misma distinción en la ciudad aunque la taxonomía no puede ser tan
clara como en el campo. Por ejemplo, si se hace una división en términos de la
taxonomía previamente presentada, en la ciudad de La Paz, de manera general, los que
no hablan ni entienden aimara habitan los barrios residenciales, de la “zona sur”. Se
utilizan comillas por dos razones: primero, porque las tierras en el sur de la ciudad de
La Paz pertenecía a los campesinos o pastores que tuvieron que venderlas por la
inminente expansión de los citadinos en sus tierras; y segundo, porque sería interesante
determinar a través de una investigación el número de habitantes originarios por la
zona. La gente que de alguna manera entiende el aimara y probablemente lo habla cubre
el centro de la ciudad y los suburbios de la ciudad. Finalmente, el tercer grupo que
definitivamente habla imara, al menos en su mayoría, viven en El Alto (antiguamente
un barrio más en La Paz, ahora una ciudad más por el número de habitantes que tiene y
la característica principal de los habitantes que tienen un origen aimara). Parece que en
la ciudad esta taxonomía se basa fundamentalmente en el nivel educacional ya que el
nivel económico no se constituye en un indicador válido ya que muchos aimaras con un
nivel económico alto prefieren vivir en El Alto por el tipo de negocios que realizan. Al
respecto, se dice que los que manejan importantes cantidades de dinero en relación a la
economía de nuestro país son aquellos empresarios que habitan en La Ceja, un barrio
comercial de El Alto.
La diglosia que refuerza la distinción social es reconocida por la división del estatus
alto o bajo sólo por la competencia con la que uno se identifica en cualquiera de las
lenguas: aimara o castellano; y también por el área donde uno habita en la ciudad.
Definitivamente, el hecho de hablar castellano; la variedad A, y no así aimara, nos
proporciona la sensación de tener un estatus más alto y relaciones de “poder” entre los
grupos sociales más que la referencia que se hace al estatus financiero.
5
Las actitudes que se mencionan más arriba se refuerzan por el hecho de que la variedad
alta , el castellano, es la lengua que se estandariza en los libros y documentos. Este
hecho tuvo sus consecuencias algunos años atrás al extremo de negar la competencia en
aimara ya que este idioma era considerado una “lengua de cocina” o una lengua que se
utilizaba en los mercados populares. Estas connotaciones tuvieron su apoyo en el hecho
de que la gente joven que inmigraba del campo ( generalmente mujeres jóvenes)
empezaban su vida en la ciudad trabajando ya sea como empleadas domésticas en una
casa de familia o vendiendo verduras en los mercados.
Algo más que refuerza esa relación diglósica entre el castellano y el aimara es el hecho
de que aunque el aimara es escuchado por muchos , aún hablado por muchos, no es
leído o escrito por muchos básicamente por ser una lengua de tradición oral. Una vez
más, ¿el gobierno favorece esta situación diglósica? La gente en La Paz tiene contacto
con el aimara cuando hace compras en los mercados populares o cuando viaja al campo
durante los feriados, y muchos tratan de hablar por lo menos algunas frases en el
mercado cuando se negocia los precios de los productos con las “caseritas” (vendedoras
de mercados); sin embargo, no existen periódicos en aimara (a excepción del
suplemento quincenal Kimsa pacha de la prensa) o trabajos literarios acerca de la
cultura aimara. Hablamos de trabajos literarios en toda la extensión del concepto que
permitan a la gente conocer acerca de la concepción ideológica y política de los
hablantes aimaras, no sólo textos de gramática o vocabulario. En el contexto de esta
situación, parece que el aimara queda en una tradición oral simplemente y no
precisamente porque no tenga ya un código escrito desarrollado. Sin embargo, aún en el
medio oral como es la televisión , los programas de aimara son reducidos a algunos,
para no decir uno o dos programas de televisión generalmente en horarios de poca
audiencia ya que no existe un solo canal de televisión que produzca y emita programas
de televisión durante todo el día en idioma aimara. Es verdad que algunos canales de
televisión tratan de demostrar solidaridad con los hablantes aimaras, lo hacen de
manera paternalista utilizando el castellano como medio de comunicación lo cual ya nos
dice sobre sus actitudes.
Los sentimientos de poseer un estatus más bajo o más alto todavía prevalecen, de
alguna manera debido a la división que se hace de acuerdo al área de la ciudad donde se
vive. A pesar de esta situación, existen recientes manifestaciones de fuertes
sentimientos que tratan de demostrar que los orígenes aimara y quechua son los
verdaderos orígenes de una ciudadanía real de ser boliviano. Este tipo de sentimientos
han estado ganando fuerza primero en manifestaciones políticas y más recientemente
también en las calles. Parece que los aimara hablantes finalmente reconocieron que una
lengua es el instrumento que las personas utilizan como una lucha diaria en contra de la
dominación ya sea en nuestra condición como individuos o como grupo social. Por lo
tanto, si afirmamos que el aimara se habla sólo en el nivel familiar de los hogares
podría constituirse en una falacia a pesar de sus limitaciones.
Pese a existir crecientes actitudes positivas hacia la utilización del aimara, también es
cierto que si nos referimos a las lenguas castellana y aimara, algo que no se puede negar
es el hecho de que existe un uso institucional del castellano, lo cual llama nuestra
atención ya que esta situación nos da ya una pauta en términos de los dominios en los
6
que se desempeñan estas lenguas; situación que apunta a la segunda característica
distintiva del concepto de diglosia.
3.1.1. Los dominios del castellano y el aimara
El paradigma preponderante al analizar la relación de diglosia del castellano y el aimara
fue el paradigma de asignación (allocation). Esta perspectiva de código de lengua o
selección de lengua también se encuentra reflejada en el modelo de dominio de
Fishman (1968). Lo que Fishman enfatiza con su modelo es la segunda característica de
una situación diglósica. A saber, esta segunda característica tiene relación con las
diferentes funciones que cumple cada variedad de acuerdo al contexto o a ciertos
factores sociales.
Un dominio de acuerdo con Montes (2002) es un concepto abstracto que se refiere a
una esfera de actividad que toma en cuenta temas, locaciones y relaciones de rol
específicos. “Interacciones típicas entre participantes típicos en locaciones típicas”
(Holmes, 1992). Por lo tanto, este modelo considera la alternación de código como
predecible basándose en el domino o el contexto en el cual ocurrieron. Por ejemplo:
Una típica interacción familiar



Contexto
:
Participantes:
Temas
:
Hogar
miembros de una familia
actividades familiares
Aunque este modelo recibió varias críticas por su validez predictiva ya que no existen
situaciones de contacto en lengua realmente estables por la discrepancia emergente
entre las normas y el uso actual debido a razones políticas y religiosas (Montes 2002),
todavía es posible utilizar la noción de los dominios para describir la manera en que los
paceños bilingües urbanos seleccionan diferentes códigos en situaciones diversas y así
tener una idea general de lo que ocurre en relación a la alternancia de códigos. Holmes
(1992) sugiere cinco dominios, los cuales pueden ser identificados en muchas
comunidades. De acuerdo a esos dominios se utilizaría el castellano o el aimara en la
ciudad de El Alto, por ejemplo, de la siguiente manera:
Tabla 3.1.1. Dominios de uso de lengua en La Paz – Bolivia
Domino
Interlocutor
Contexto
Tema
Lengua
Familia
Amistad
Religión
Educación
Educación
Administración
Administración
Padre
Amigo (a)
Sacerdote
Profesor(a)
Disertante
Oficial de policía
Cajero
Hogar
Restaurante/ fiesta
Iglesia
Escuela primaria
Universidad
Jefatura de policía
Banco
Relaciones familiares
Planificando un viaje
Liturgia del bautismo
Contando un cuento
Escritura de ensayos
Obtener una cédula
Cobrar el BONOSOL*
Aimara
Aimara (castellano)
Castellano
Castellano (Aimara)
Castellano
Castellano (Aimara)
Castellano (Aimara)
* Bonosol: un estipendio que se hace efectivo a ciudadanos que tienen más de 65 años
7
El modelo arriba presentado sirve para hacer generalizaciones acerca de la comunidad
oral de castellano y aimara en La Paz. Sin embargo, algo que nos previene de presentar
un panorama más detallado de la situación real en La Paz es el hecho de que este
enfoque que se basa en los dominios sólo permite una opción de lengua por dominio;
básicamente el idioma más utilizado la mayoría del tiempo en ese dominio (Holmes,
1992). Sin embargo, como se puede evidenciar en la tabla 3.1.1., la misma persona
puede utilizar ambos idiomas o uno u otro dependiendo de ciertos factores tales como el
tipo de contexto, participantes, temas, etc.
En el caso del dominio de educación en el contexto de la escuela primaria, por ejemplo,
la otra lengua que puede ser utilizada es la lengua en paréntesis. Esta elección de lengua
dependería de variables como si la escuela es privada o pública. Si es un colegio
privado definitivamente la elección de lengua será el castellano mientras que si la
escuela es pública, se debería considerar si la escuela está siguiendo los lineamientos de
la Reforma Educativa que plantea la educación bilingüe en escenarios de escuelas
públicas para así promover el uso del aimara o de otra lengua originaria de acuerdo a la
región donde se encuentra ubicada la escuela. Como Holmes (1992:3) bien lo afirma,
las interacciones donde las personas hacen un cambio de código no pueden ser
presentadas de manera completa en un diagrama como lo prueba este caso.
A pesar de sus limitaciones, este modelo nos ayudó a presentar una perspectiva general
de la situación lingüística en La Paz para identificar el código que se elige en diferentes
situaciones. Sin embargo, todavía existe la necesidad de complementarlo y describir
este comportamiento lingüístico a través de un análisis más detallado de interacciones
particulares.
3.2. Una perspectiva interpretativa del aimara y del castellano
Hasta este punto se presentó una perspectiva general de la situación del cambio de
código en relación al castellano/ aimara en La Paz utilizando dos modelos desde una
perspectiva macro lingüística. Sin embargo, tomando en cuenta que esos modelos no
tenían una adecuación empírica, Bloom y Gumperz (1972) propusieron el modelo
denominado etnográfico. Este enfoque fue generado como una manera de proporcionar
otra perspectiva de analizar los datos generados en un proceso de interacción donde
interviene el cambio de código.
3.2.1. Elección intencional del castellano o aimara
De acuerdo con Gumperz (en Romaine, 1989:159) en su enfoque pragmático, los
hablantes no sólo siguen reglas para cambiar de códigos de acuerdo con los dominios en
los que ellos interactúan, sino que también juegan un rol activo al elegir la perspectiva
y el marco social en el cual se va a situar su discurso. Por lo tanto, el cambio de código
de Gumperz es intencional y se basa en usos estilísticos y metafóricos de la lengua. Con
esta premisa, él introdujo la idea de cambio de código como un fenómeno transaccional
o situacional., con una base muy fuerte en el concepto de situación, el cual es
controlado por los componentes del evento del habla tales como el contexto, el tópico o
8
tema y el participante (Montes, 200s:183). Por lo tanto, el cambio de código no es
predecible para nada y debe ser interpretado sobre la base de los cambios en los
componentes de la situación. El punto clave de innovación presentado por Gumperz
propone interpretar cada interacción como si fuese única.
Por el contrario, el cambio de código metafórico ( no situacional o no transaccional)
que va en contra del modelo de dominio, establece que el cambio de código ocurre por
el efecto comunicativo que el hablante desea convenir (Romaine, 1989:148). Es decir
que, los hablantes se comunican estructurando lo que quieren decir y cómo quieren ser
interpretados basándose en normas situacionales. Esto implica que los hablantes
comunican siguiendo las dos funciones para las que la lengua se utiliza: las funciones
comunicativas y expresivas.
La función comunicativa está encargada de convenir los mensajes de manera clara entre
los diversos participantes del proceso de comunicación de manera que nadie
malinterprete lo que se dice. Esta función presta más atención a las reglas sintácticas y
gramaticales de la lengua. Mientras que la función expresiva de la lengua tiene que ver
con la proyección de los sentimientos internos del hablante. Entonces no tiene que ver
con lo que se dice sino cómo se lo dice tomando en cuenta el ritmo, un gesto o una
simple mirada de parte del hablante (Albó, 1996). Entonces está función se mueve más
en el área de la comunicación afectiva, evaluativa e interpretativa.
Tomando en cuenta esta idea, si volvemos a visitar la información en la tabla 3.1.1. en
el mismo contexto que es el restaurante; definitivamente, si se utiliza el castellano o el
aimara, o si se da un cambio de código dependerá mucho del lugar donde está ubicado
el restaurante; es decir, si está ubicado en El Alto en cuyo caso el cambio de código
podría ocurrir tal vez con una predominancia del aimara. Sin embargo, el hecho de que
los participantes sean dos adultos aimaras bilingües y/o un adulto y un hablante aimara
joven o miembros de la misma familia también tendrá un rol importante en la
alternación de códigos. Entonces, la ubicación, la edad, tipo de relación, sentimientos y
el tipo de tema al que se hace referencia determinarán el cambio de código.
Obviamente, si pensamos en un hablante aimara joven dirigiéndose a un profesor, la
elección de lengua será el castellano como la elección no marcada.
Otra contribución importante del enfoque pragmático de Gumperz fue la distinción
simbólica entre los códigos “nosotros” y “ellos”. “Nosotros” hace referencia a la
lengua minoritaria que implica actividades internas, informales y personalizadas, de un
grupo. “Ellos” marca la lengua mayoritaria haciendo referencia a un grupo externo,
donde existen relaciones más formales (Romaine, 1989:151).
La distinción que se hace líneas arriba parece ser aplicable en cierta medida a discursos
políticos de representantes originarios. Para esos representantes, parece más fácil usar
aimara cada vez que hablan acerca de la explotación de que ha sido objeto su raza por
más de 500 años. La elección del aimara como una manera de excluir a los castellano
hablantes de una experiencia que es relevante sólo para los aimaras parece ser el caso
en este ejemplo. Al delimitar el trato de sometimiento sólo hacia los aimaras, ellos
decrecen la distancia entre los aimara hablantes e incrementan la distancia con los
9
castellano hablantes. Sin embargo, cada vez que tienen que hacer promesas electorales,
utilizan castellano porque esta lengua parece ir en contra de la premisa de ambas
culturas, la aimara y la quechua, “ama qella, ama sua, ama llulla” ( no ser flojo, ni
ladrón ni mentiroso). Por estas implicaciones culturales; o simplemente, porque los
políticos tradicionales, que discursan en castellano, usualmente prometen y nunca
cumplen una vez que se llevaron a cabo las elecciones, el aimara parece estar prohibido
para su uso en este contexto. Por lo tanto, parece que el aimara se identifica con el
hecho de demostrar una identidad social.
Otro ejemplo de elección de lengua que se puede mencionar es cuando se va a los
mercados populares y se pide un cierto producto y se negocia el precio, existe una
alternancia de lenguas entre los interlocutores: la vendedora ( generalmente aimara
hablante) y el/la comprador(a) que puede ser bilingüe o monolingüe, generalmente
proveniente de la clase media. Ambos tratan de usar las dos lenguas: castellano y
aimara negociando el precio del producto, tal vez tratando de acomodarse con sus
propósitos funcionales: las vendedoras intentando vender y los clientes intentando
comprar algo a un precio más rebajado. Sin embargo, si la negociación es fallida y el
cliente abandona el lugar dejando a la vendedora con el producto ya embolsado, la
vendedora insultará al cliente en aimara mofándose del cliente con el resto de sus
compañeras.
En la descripción recién desarrollada, parece pertinente remarcar la contribución más
valiosa de Gumperz en la alternancia de códigos que es la equivalencia existente en las
funciones del discurso cuando se hace un cambio de estilo en comunidades
monolingües y cambio de código en comunidades bi- o multilingües (Montes,
2002:184). Esta noción adquiere especial importancia en el ejemplo anterior. El
intercambio comunicativo en esa situación en particular podría realizarse enteramente
en castellano, en cuyo caso, sólo se llevaría a cabo un cambio de estilo, pero si el
intercambio se lleva a cabo en aimara y castellano, esta interacción reflejará un
intercambio de cambio de código. En consecuencia, el hecho de que el cambio de estilo
o registro se cumple para el monolingüe como lo hace el cambio de código para el
bilingüe está plenamente demostrado. En este caso, al lograr una función de marcar la
personalización versus la objetivización y enfatizando la multifuncionalidad del
cambio de código de Gumperz.
Si hablamos de interacción, existe una referencia inmediata a la secuencia que se sigue
en un evento de habla, el cual será nuestro punto de discusión en las secciones que
siguen.
3.3. El castellano y el aimara en secuencias conversacionales
Cuando Gumperz enfatizó en la multifuncionalidad del cambio de código, MyersScotton criticó esta perspectiva ya que ella consideraba que las teorías explicativas
deberían ser desarrolladas no simplemente con una taxonomía descriptiva sino también
con un poder predictivo. Entonces ella propuso el modelo de la norma (markedness
model) (Montes, 2002:185). Este modelo toma en cuenta el reconocimiento de las
consecuencias de la selección de código. Auer en la misma línea, al rechazar tipologías
10
de funciones del cambio de código, propuso una teoría conversacional de elección de
lengua. Estos dos modelos serán analizados en mayor detalle con relación al aimara y
castellano.
3.3.1. Elección marcada y no marcada del aimara y castellano
Las normas de la comunidad son reconocidas por los hablantes, lo que nos hace deducir
que ellos conocen las cualidades simbólicas que tienen las diferentes lenguas en su
comunidad de habla. En consecuencia, por el conocimiento que los hablantes tienen de
estas normas de la comunidad, las personas utilizan la lengua con plena conciencia de
los costos y las retribuciones de sus elecciones. Bajo estos términos, el cambio de
código es considerado entonces como una estrategia para negociar y transmitir
identidades sociales aceptando los derechos y las obligaciones asociadas a ellas. Razón
por la que, las elecciones de actuación de los individuos se convierten en la premisa
central ya que existe una intencionalidad detrás de su elección de lengua (Montes,
2002).
En resumen, el cambio de código se constituye tanto en una herramienta como en una
guía o un catalogador (index). Para el hablante es una herramienta ya que se constituye
en un medio para hacer algo, mientras que para el oyente el cambio de código se
constituye en una guía, un símbolo de las intenciones del hablante. Consecuentemente,
se puede hacer el cambio de código en tres niveles de negociación: intercambios
convencionales, elección no marcada, y elección marcada (Myers-Scotton en Heler ed.,
1988:155-157).
Los intercambios convencionales se refieren a interacciones para las que los bilingües
tienen un conocimiento establecido de los códigos a utilizar, por lo que la variedad a ser
utilizada es predecible como en el caso del castellano y el aimara en los mercados, sólo
castellano en las oficinas de administración pública, sólo aimara en el campo; o
probablemente, en el último caso sería cuestión de una elección exploratoria ya que el
castellano también podría constituirse en una elección posible dependiendo de los
interlocutores.
Esta última situación, también se puede presentar en las instituciones de administración
pública tales como la oficina de identificaciones dependiente de la policía nacional. En
esta repartición existe una fuerte sugerencia de una elección no marcada (unmarked) de
utilizar el castellano, aunque siempre existe la posibilidad de realizar una elección
exploratoria de parte de la gente proveniente del campo que acude a este lugar ya que
los agentes policiales en un gran porcentaje tienen origen aimara. Sin embargo, este tipo
de situación parece ser catalogadora porque aunque el oficial de policía reconozca a su
interlocutor aimara por su forma de vestir, de todas maneras elegiría el castellano como
una manera de mostrar superioridad y una educación superior al del ciudadano aimara.
Los hablantes aimaras también pueden hacer elecciones marcadas ( una elección de
código no esperada en ese contexto) en intercambios convencionales como el que se
describió líneas arriba sólo para catalogar la situación y el significado de lo siguiente,
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“No puedo hablar castellano”o “ tú tienes el mismo origen que yo y deberías entender
aimara”. Sin embargo, también existe la posibilidad de hacer una elección marcada
bajo esas circunstancias de parte del ciudadano aimara y el oficial de policía para
expresar deferencia o para acomodarse al interlocutor cambiando a la variedad utilizada
por su interlocutor ya sea como una manera de ayudar o identificarse con el grupo
étnico en cuestión. En consecuencia, parece ser que las situaciones no son tan
determinantes como las motivaciones de los hablantes (Myers-Scotton en Helter,
1988:161). Aún así, sería necesario realizar estudios actitudinales para apoyar esta
interpretación de manera significativa y confiable.
El ejemplo presentado anteriormente parece coincidir con la idea de que ya que una
elección marcada se constituye en una violación de lo convencional, se constituye de
cualquier manera en algo molesto ya sea de una manera positiva o negativa (MyersScotton en Heler, 1988:167). Si analizamos con mayor atención los discursos políticos
con relación a este punto, existe tanto un registro positivo como negativo. Tomemos en
cuenta, por ejemplo, los discursos de “El Mallku” ( representante político aimara). En
La Paz, se espera que todos los discursos políticos se hagan en castellano. Sin embargo
este político aimara empezó una tradición de hacer sus discursos en aimara. El lado
positivo de este hecho puede ser que la elección del aimara sea catalogado
positivamente por los aimaras; puede que ellos lo interpreten como una manera de
superar la distancia social, demostrando solidaridad, o con el significado de que el
pueblo aimara debería ser parte del gobierno o del poder político lo cual era prohibido
para ellos no hace mucho. O, por el contrario puede ser catalogado negativamente por
aquellos ciudadanos que sólo hablan castellano; en el sentido de que aumenta la
distancia social porque conlleva cólera, el deseo de hacer sobresalir una raza o
directamente excluir del partido político liderizado por este representante aimara a los
hablantes monolingües del castellano. Probablemente, lo mismo también se puede
afirmar en relación a otros políticos castellano hablantes que discursan únicamente
haciendo uso del castellano.
3.3.2. La percepción aimara y castellana del mundo como claves de
contextualización
Auer analizó el bilingüismo desde una perspectiva conversacionalista. Por lo que
desarrolló una teoría de interacción en relación a la alternancia del código
conversacional, que depende de un contexto secuencial (Auer en Milroy ed., 1995:115).
Este contexto secuencial o alternancia de código secuencial primeramente toma en
cuenta un contexto, luego los modelos de interacción y la función de los eventos de
habla. En el análisis que se hace en este trabajo en adelante el énfasis será en el
contexto y las funciones del habla.
De acuerdo con Auer, la alternancia de códigos tiene lugar dentro de un modelo
conversacional que toma en cuenta el modelo de etnometodología de Gumperz ya que
éste considera al participante, el tema, y el lugar o el contexto. Sin embargo, para Auer
el contexto tiene mayor dinamicidad en un intercambio conversacional. El contexto se
constituye en un proceso dinámico de inferencia ya que los participantes deben darle
forma, mantenerlo, y cambiarlo (Montes, 2002). Por lo tanto, la alternancia de código es
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una clave de contextualización ya que se refiere a ambos tipos de expresiones tanto
precedentes como subsecuentes; los cuales o proveen un marco contextual para una
expresión actual o reflejan la interpretación de los participantes de la expresión
precedente.
Este énfasis del contexto, tal vez explica las malas interpretaciones que las personas
tienen en un nivel conversacional. Por ejemplo, en la carrera de lingüística e idiomas en
la UMSA, si tomamos en cuenta la noción de cambio de estilo como un fenómeno
equivalente al cambio de código, los “Consejos de Carrera”, reuniones donde muchos
problemas académicos deben resueltos por una directiva de representantes que
pertenecen a las cinco diferentes especialidades en la carrera (Inglés, Francés,
Castellano, Aimara y Quechua), las discusiones se llevan a cabo en torno a dos maneras
de percibir el mundo: la perspectiva occidental (la de los castellano hablantes) y la de
los originarios de aimara principalmente, y quechua como una lengua minoritaria en La
Paz. Probablemente sería justo mencionar en este punto que las percepciones del mundo
que intervienen no se pueden reducir sólo a dos maneras de ver el mundo ya que se
puede identificar una tercera perspectiva que interviene en el caso de los profesores que
representan a las lenguas extranjeras como el inglés o francés. En consecuencia, estas
reuniones presentan discusiones interesantes que toman en cuenta múltiples
percepciones del mundo, por lo tanto percepciones de diferentes maneras de hacer o
concebir las cosas.
Para los hablantes de castellano aunque estén acostumbrados a discutir acerca de un
solo tópico por un periodo de tiempo prolongado, una vez que se ha tomado una
decisión, el próximo paso es implementar los lineamientos de esa decisión. Sin
embargo, para los aimara hablantes el tomar una decisión no necesariamente implica
implementar esa decisión ya que ellos pueden volver a discutir el mismo problema una
y otra vez; no sólo el mismo día cuando se pensó que se agotó todas las posibilidades de
discusión y soluciones propuestas, pero también pueden retomar el tema en otra ocasión
o sesión. Un tercer grupo se constituye en los docentes que tienen cierta influencia del
mundo anglosajón donde el principio es identificar el problema, sugerir un plan de
acción e implementarlo inmediatamente. Entonces, los “Consejos de Carrera” pueden
tomar muchas sesiones antes de llegar a un acuerdo y una posible vía de solución. En
consecuencia, el hecho de que cada expresión refleje la interpretación de cada
participante acerca de la expresión puede ser verdadera en este caso; especialmente, si
se toma en cuenta que los participantes tienen diferentes perspectivas del mundo y no
están interesados en negociar su posición sino que más bien hacen énfasis solamente en
la función que ellos quieren alcanzar para su beneficio personal.
La situación arriba detallada claramente ejemplifica un problema que surge en relación
a las diferencias culturales. Algunas veces, como miembros del grupo dominante con
frecuencia la gente olvida que cuando los aimara hablantes tienen problemas de
comunicación, no se debe a su deficiente manejo de la lengua en cuestión, sino más
bien por la interferencia de diferentes perspectivas culturales que se hacen evidentes en
la función expresiva de la lengua. En este punto, se debe hacer una reflexión para
evaluar la falla en la comunicación en los “Consejos de Carrera” como un caso para el
análisis. Una reflexión que debe llevarnos a considerar las razones para esa falla en la
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comunicación sin dejar toda la carga y la culpa en el hecho de que los aimara hablantes
no se acomodan o no entienden la manera de hacer las cosas en el castellano, el francés
o el inglés sino que también los castellano hablantes por su parte deberían contribuir a
tratar de entender la otra percepción del mundo y tratar de llegar a un consenso cada vez
que surge un problema a ser solucionado. Debe proponerse la conciencia de que es en el
uso de la función expresiva que la gente puede tener malentendidos ya que como se ha
establecido anteriormente, es esta función que usualmente expresa los sentimientos más
profundos por ende los valores de los hablantes.
Al respecto, Mendoza (1996) afirma que las diferencias culturales están entrelazadas
tan profundamente en la lengua que pueden causar interferencia o malentendidos en un
proceso comunicativo. Para evitar los malos entendidos y los argumentos en los
“Consejos de Carrera” sería probablemente cauto que la gente que asiste a esas
reuniones lo haga informándose acerca de las diferencias culturales y la manera en que
cada grupo afronta el análisis y la resolución de problemas.
Con el propósito de reconocer estas diferencias culturales lo primero que se debe hacer
en tales situaciones es estar consciente del hecho de que no seguimos un paradigma
social común; por lo tanto, no somos un país homogéneo. Este entendimiento nos
ayudará a aceptar la etnodiversidad y el multibilingüismo que son parte de las
características más sobresalientes de nuestro país. En consecuencia, esta aceptación nos
ayudará a reconocer, valorar y respetar las demás culturas y las diferencias lingüísticas
que son parte de nuestra realidad compleja (Mendoza, 1996).
4. CONCLUSIONES
Obviamente, existen muchas más implicaciones en el análisis de la elección de lengua;
sin embargo, el objetivo en este trabajo fue revisar los criterios más importantes
desarrollados por diferentes investigadores y expertos en el campo de la sociolingüística
considerando la situación lingüística de La Paz, Bolivia, en relación al castellano y al
aimara.
Cada modelo de cambio de código parece ser adecuado para reflejar una parte de la
situación que existe en La Paz y de esta manera, cada uno de ellos sirvió para el
propósito de describir esta parte para así reflexionar sobre todo acerca de las actitudes
que los paceños tienen hacia cada lengua tomada en cuenta en este análisis y las
implicaciones de esas actitudes.
Algo que se debe puntualizar a estas alturas del trabajo, sin embargo, es que las
reflexiones y observaciones en este trabajo se basaron básicamente en consideraciones
personales tratando de apoyar la comprensión de los diferentes modelos de cambio de
código con ejemplos acerca de la conceptualización del aimara desde la perspectiva de
una persona “externa” a la lengua siendo el caso que la autora de esta artículo no habla
aimara.
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