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Año: 7, Septiembre 1965 No. 110
Planificación Económica
Editorial de Orientación Económica No. 15, Venezuela.
LA PLANIFICACION ECONOMICA se ha
convertido, para muchos de nuestros
contemporáneos, en una especie de artículo de
fe. Así como el hombre medieval creía en los
valores de la vida ultraterrena, el burgués del
siglo XIX en la espontánea continuidad del
progreso y el revolucionario de todos los
tiempos en el poder mítico de la revolución, el
hombre actual cree generalmente en la
planificación. No suele saber en qué consiste,
a qué se refiere, ni cómo ha de funcionar. Pero
imagina, sin más, que ha de resolver los
problemas económicos de la sociedad
moderna y ha de eliminar la injusticia, la
pobreza y la inseguridad.
Como resultado de ese modo de pensar, la
planificación y las oficinas de planificación
han invadido la vida administrativa de países
situados en las más distantes zonas
geográficas, en las más diferentes etapas de
desarrollo y en las más contrapuestas actitudes
ideológicas. Hoy se planifica la economía, en
mayor o menor grado, en casi todas las partes
del mundo. Se planifica en Venezuela y en
Francia, en Chile y en Holanda, en la India y
en el Senegal, en Yugoeslavia y en la Unión
Soviética. El hecho de que se depositen tan
diversas esperanzas en los planes y se
planifique en medios humanos, sociales y
políticos tan variados, indica que bajo el
término de planificación económica se
entienden las cosas más dispares. Y aconseja,
por lo tanto, formular algunas reflexiones en
torno a su concepto y significación.
Lo
primero que es preciso señalar es que, en un
sentido general, nadie puede ser opuesto a la
planificación.
Planificar
es
ordenar
racionalmente los medios y los fines de la
conducta humana y, por lo tanto, el hombre,
en cuanto ser racional, es por esencia un
planificador. El dilema no es el de planificar o
no planificar. Todos, en la medida que
perseguimos fines y sustentamos ideales,
somos necesariamente planificadores. El
problema consiste en entender las cosas que
hay que planificar y en planificar de acuerdo
con la naturaleza de esas cosas. Si se nos
permite el retruécano diríamos que el
problema
consiste
en
planificar
la
planificación.
LA PLANIFICACION ESTATAL
EL ESTADO TIENE, no sólo la posibilidad,
sino el ineludible deber de planificar el sector
público de la economía, esto es, el sector que
responde a las necesidades colectivas y que
sólo puede ser acometido por los órganos
representativos de la colectividad. Debe
establecer criterios de prioridad entre sus fines
y ordenar racionalmente sus medios. Debe, en
consecuencia, planificar las obras que ha de
construir y los servicios que ha de prestar.
Debe planificar la organización de la
administración de justicia, de las funciones
policiales, de los servicios sanitarios
educacionales y sociales. Debe coordinar la
actividad de los despachos y entidades
oficiales, evitar pérdidas y duplicaciones de
energía y obtener un máximo rendimiento de
los recursos limitados disponibles. He aquí
una ingente y permanente tarea de
planificación estatal, que tiene la máxima
jerarquía para el desarrollo económico de los
pueblos y que descuidan no pocas veces,
porque es dura y poco espectacular, las
oficinas de planificación.
El Estado no puede en cambio planificar los
bienes que la comunidad ha de producir o
consumir, el modo como se han de producir
esos bienes o lo que se ha de invertir o
ahorrar. Puede en estos casos formular
previsiones, pronósticos y conjeturas. Puede y
debe afirmar el marco institucional que
favorezca, en esas esferas, los resultados más
deseables para la comunidad. Pero no puede
determinar el valor futuro de magnitudes que
dependen de las decisiones independientes y
separadas de millones o centenares de miles
de hombres, de familias y de empresas.
Es posible que parezca excesiva esa
afirmación ante el hecho evidente de que es
una parte considerable del planeta, en los
países dominados por el colectivismo
totalitario,
el
Estado
ha
asumido
coercitivamente la dirección y planificación
integral de la economía. Más cuando lo hace,
como lo prueba la expresada experiencia, es a
costa de sacrificar el bienestar y la libertad de
los hombres. Y aun así fracasa en una tarea
imposible. La fuerza inexorable de los hechos
burla, de una u otra manera, las pretensiones
de los planificadores. La planificación estatal
hubiera privado de alimentos básicos a las
masas laboriosas rusas si no hubieran podido
contar con la posibilidad de comprar trigo en
los países donde el Estado no planifica su
producción. En el informe que presentó Nikita
Krushchev, poco antes de su destitución, ante
el Comité Central del Partido Comunista de la
U.R.S.S. observaba incidentalmente que el
plan de producción y almacenamiento de
alimentos había puesto en peligro el
abastecimiento de Moscú. Eso ocurría en la
capital de un país que posee inmensos
territorios y recursos naturales y que planifica
su economía desde hace prácticamente medio
siglo. Eso no ha ocurrido ni puede ocurrir en
ciudades tan populosas como Londres, París,
Chicago, o New York, donde el Estado, pese a
los ingentes problemas que suscitan esas
formidables aglomeraciones humanas, no
planifica el abastecimiento de la población.
LA PLANIFICACION DEL MERCADO
LA EFICIENTE PLANIFICACION de la
producción y distribución de bienes y
servicios es la que se realiza a través de los
libres mecanismos del mercado. Eso no
significa, como imagina ingenuamente el
crítico superficial, que las cosas marchen sin
plan alguno, a la deriva o a la buena de Dios.
Significa sustituir un plan central, coactivo,
costoso e ineficiente por multitud de planes
descentralizados. Millones de empresas están
trazando, ejecutando y aquilatando todos los
días planes de producción y distribución de
bienes. Millones de hombres están decidiendo
todos los días sobre el modo de orientar sus
esfuerzos y sobre el modo de distribuir los
gastos de acuerdo con sus necesidades
familiares actuales y futuras. El mercado y el
sistema de los precios es el mecanismo
invisible que ajusta y coordina, sin costos
burocráticos y sin imposiciones coercitivas,
esa multitud de planes individuales. Es el que
adapta constantemente el uso de los recursos
productivos a los cambiantes requerimientos
de la población y al progreso incesante de la
tecnología. Es el que estimula a cada uno de
los hombres a producir más para vivir mejor.
Eso no significa tampoco que el Estado deba
cruzarse de manos y contemplar desde fuera
el proceso, como imaginan a su vez los
críticos ingenuos de un utópico sistema
laissez-faire. Al Estado corresponde una
misión fundamental para asegurar el recto
funcionamiento de ese proceso. El mercado
no es algo dado por la naturaleza. Es un
sistema de organización que no funciona sin
un Estado que perciba su significación, que
imponga sus reglas y que ayude a corregir sus
desajustes.
LA PLANIFICACION DEMOCRATICA
¿QUE SIGNIFICAN, entonces, los planes y
organismos de planificación que proliferan en
los países del mundo no colectivista?
Es preciso, en primer término, observar que
sus dirigentes, parcial o totalmente
conscientes de las realidades antes expresadas,
se esfuerzan ordinariamente en subrayar que
esa planificación no tiene nada que ver con la
planificación coercitiva. No se impone
autoritariamente a los hombres y a las
empresas privadas. Respeta, como una pieza
fundamental del sistema, los incentivos y
principios ordenadores del mercado. Hablan
por eso de planificación indicativa, de
planificación concertada, de planificación
democrática.
La mencionada planificación no es otra cosa
que una modalidad o modificación de la
economía de mercado. En cuanto tal, tiene
matices y significados muy diversos, según
sean los hombres que la manejan, los países
en que se aplica y los métodos con que opera.
Es indudable que tiene y puede , sobre todo,
tener aspectos netamente positivos. Los
organismos de planificación realizan, en
primer término, una función de primordial
importancia en la medida que planifican el
sector específicamente público de la
economía, el cual, como antes observábamos,
está siempre urgido de orden, coordinación y
planificación. Realizan, en segundo lugar,
importantes funciones de observación,
estudio, previsión e investigación económica,
que son de incuestionable necesidad en la
compleja economía de la sociedad
contemporánea y que deben en todo caso
efectuarse, sea cualquiera el rótulo de la
institución que las lleve a cabo. Pueden y
deben servir, en tercer lugar, para sistematizar
las medidas e instrumentos de política
económica que contribuyan al mejor
funcionamiento del sistema, que propendan a
la estabilidad del proceso coyuntural y que
corrijan los desajustes del mercado.
Los planes y las oficinas de planificación
desempeñan, a veces, también una curiosa y
conveniente función. En un mundo donde la
pasión, la demagogia y la utopía sustituyen
frecuentemente al argumento racional , la fe
en la planificación sirve a veces para que la
gente acepte medidas económicas saludables
que no hubieran sido aceptadas por la sola
fuerza de la razón. Medidas difíciles de
adoptar porque tropiezan con prejuicios
populares o con intereses creados, se logran a
veces imponer invocando en su favor las
mágicas exigencias del plan. La planificación
debiera, por último, servir para realizar una
tarea que es especialmente urgente en el
mundo actual; la de planificar la progresiva
eliminación de controles, regulaciones e
intervenciones que sólo sirven para restringir
la libertad de los hombres, incrementar la
burocracia y disminuir el ingreso real de los
pueblos.
Frente a esos aspectos positivos , los planes y
organismos de planificación ofrecen dos
resultantes aspectos negativos.
El primero es el más visible y común. Es el
riesgo de que, por falta de suficientes
funcionarios
capacitados,
se
realicen
inadecuada o erradamente las funciones antes
expresadas. El plan puede así consumir
cuantiosos recursos financieros y energías
humanas en la realización de actividades
estériles o contraproducentes. La creación y
funcionamiento
de
organismos
de
planificación es, en tales casos un ejemplo
ostensible de mala planificación de los
recursos.
El segundo es indudablemente el de mayor
gravedad. Es la posibilidad de que los
organismos planificadores, por la acción
consciente o inconsciente de sus dirigentes o
por la inercia inherente a una entidad
burocrática institucionalizada, impongan
medidas crecientes de control que debiliten
los mecanismos competitivos del mercado,
que disminuyan la eficiencia y flexibilidad del
sistema
económico
y
que
abran
paulatinamente las puertas hacia la
planificación de signo colectivista y
autoritario.
PERSPECTIVAS DE LA PLANIFICACION
NO ES INCURRIR en pesimismo excesivo
presumir que, en relación con la esfera de las
actividades económicas privadas, los aspectos
negativos de la planificación pueden hoy
fácilmente superar a sus efectos favorables.
Ello es especialmente cierto en los países en
desarrollo, que disponen de recursos humanos
calificados insuficientes para percibir el
sentido de la planificación y que tienen en
cambio una fácil propensión a dejarse llevar
por falsos postulados económicos. Ello
depende, en todo caso, de las características
del medio social y político en que operan y,
sobre todo, como se ha observado más arriba,
de la calidad y de los conocimientos de los
hombres que lo manejan. Depende
esencialmente de que esos hombres tengan
sensibilidad ante los procesos que generan
efectivamente el crecimiento de la riqueza de
los pueblos, o sean, por el contrario, de
aquellos que imaginan que el empleo, el
ingreso y la conducta de millones de hombres
puede dirigirse y manipularse desde el
escritorio de una oficina de planificación.
Es interesante señalar que en el corazón de la
Europa industrial tenemos hoy ejemplos
sobresalientes de soluciones contrapuestas.
Son los que suministran Francia y Alemania.
Aludimos obviamente a Alemania Occidental.
Alemania Oriental, que funciona bajo un plan
de signo colectivista se ha visto obligada a
complementar ese plan con una frontera de
metralla que frene el éxodo masivo de su
población. Alemania Occidental es en efecto,
un ejemplo manifiesto de una economía de
mercado sin plan. Francia es por el contrario
el ejemplo de una economía de mercado con
plan. Ambos países han experimentado un
inusitado crecimiento en el período de la
postguerra. Es instructivo, en todo caso,
observar que el crecimiento de Alemania ha
sido más estable e intenso que el de Francia, a
pesar de que salió políticamente desmembrada
y materialmente destruida por la guerra
mundial. Es difícil, por otra parte, determinar
en qué medida se debe el progreso de la
economía francesa a los aspectos favorables
del plan o a factores ajenos a él que ha sabido
afortunadamente respetar.
Observaba una vez Voltaire que es posible
lograr la exterminación de una manada de
carneros por medio de artes de brujería
siempre que se les suministre a la vez una
dosis suficiente de arsénico. Ese comentario
tiene evidente relación con los temas que
estamos debatiendo. En nuestro caso la
finalidad perseguida seria el desarrollo y el
crecimiento económico de los pueblos, el plan
equivaldría a las artes de brujería y el
instrumento eficaz que se oculta tras ellas al
marco institucional que estimula el esfuerzo
creador de empresarios y trabajadores . Es
posible que en una sociedad que ha
depositado su fe en la planificación sea útil
recurrir a esas artes para asegurar el
funcionamiento de los verdaderos motores de
la economía. Más no se debe ignorar el
peligro de que los brujos o aprendices de
brujo, deslumbrados o arrastrados por el mito
del plan destruyan los mecanismos que
condicionan la riqueza, la prosperidad y el
bienestar de los hombres.
«La Libertad es como la verdad; apenas hay
alguien que la quiera por si misma».
Renán.
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad
privada, cultural y académica , cuyos fines
son sin afan de lucro, apoliticos y no
religiosos. Con sus publicaciones contribuye
al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la
filosofia de la libertad.
Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala
correo electrónico: [email protected]
http://www.cees.org.gt
Permitida su Reproducción
educativos y citando la fuente.
con
fines