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OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN MATERIA DE SALUD
AUTOR: Adriano López. Profesor Emérito de las UCA.
Vocal de Honor. Magíster en Bioética Médica.
C.-La OMC, la objeción de conciencia de los médicos y
su posible regulación legal. La profesionalidad como
valor social y ético.
Parece que al fin se va a proceder a la regulación legal de la
objeción de conciencia (ODEC) del médico. Sería de desear, si así
fuera, que los poderes públicos escucharan la voz de los médicos,
y que la Organización Médica Colegial (OMC), representante
legítima de la profesión, pudiera cumplir su deber de colaborar
con el legislador para conseguir una norma eficiente, justa y
equitativa. La ODEC es asunto de considerable importancia en el
ejercicio de la medicina. En este lance, la OMC no parte de cero;
tiene en su normativa deontológica principios éticos y criterios
operativos en los que inspirar esa colaboración con los poderes
públicos. Hay en el Código de Ética y Deontología Médica
referencias directas y específicas a la ODEC en materia de
medicina reproductiva y de equipos de estructura jerárquica.
El Código insta a crear un ethos de respeto recíproco, de no
discriminar a nadie, de tomar en consideración las convicciones
ajenas, de no imponer a otros las propias y de convivir
pacíficamente en el desacuerdo. La conducta profesional que
propone el Código es finamente sensible a los derechos humanos
de pacientes y médicos.
Hace casi diez años la OMC aprobó y publicó una Declaración de
la Comisión Central de Deontología, presidida por Gonzalo
Herranz, sobre la objeción de conciencia del médico. Es un
documento sobre el que convendrá reflexionar ahora, cuando la
ODEC va a estar en el candelero. Y aunque la Declaración no ha
envejecido de modo apreciable, se presenta ahora una oportunidad
de actualizarla y de redefinir los contenidos del documento para
hacerla más eficaz como guía ética de la profesión médica y punto
de referencia para quienes hayan de preparar la norma legal.
Así pues, los directivos de la OMC y sobre todo las Comisiones
de Ética y Deontología, tienen por delante un reto que no deberían
soslayar: el de marcar los límites de la legítima autonomía de
pacientes y médicos, de buscar salidas pacíficas y eficaces a los
eventuales conflictos. Conviene no olvidar que, en un asunto de
este porte, la solución no está en el “relativismo ético”. Tampoco
lo está en la “sumisión servil a la autoridad” de turno y mucho
menos en un trasnochado “absolutismo gremial”. Probablemente
ayude a buscarla una reconsideración de la profesionalidad
médica.
Profesionalidad y ODEC
Una tarea que reclama hoy con fuerza la atención de directivos y
etólogos es la de descubrir y mostrar a los propios médicos, a los
políticos y al público el valor social y ético de la
profesionalidad como integridad ética personal, como
honradez y compromiso ético de los médicos colegiados. Sería
más fácil entonces comprender el papel central que en la
profesionalidad médica juega la apelación a la conciencia.
Para entender la conexión entre profesionalidad médica y la
objeción de conciencia de los médicos conviene superar el
prejuicio falso, por no decir que frívolo o mal inclinado, que
tiende a ligar esta objeción con una mentalidad religiosa, como si
no existieran médicos no creyentes de convicciones éticas serias,
vigorosas, inflexibles. Por justicia y buena ciudadanía, es
necesario restituir la ODEC a su contexto genuino, universal:
como recurso ético que a todos sin distinción confiere su dignidad
humana de proteger aquellos valores, muy pocos, relacionados
con el respeto a la vida y a las personas, que constituyen el núcleo
intangible de la propia identidad moral.
El médico objetor no pierde profesionalidad. Es cierto que el
recurso a la objeción de conciencia puede crear incomodidades a
algunos pacientes y que éstos suelen reaccionar con
incomprensión y antipatía, pero la intensidad de tales reacciones
depende de tomar como una ofensa lo que no lo es en absoluto. El
médico objetor no desea herir, propinar una bofetada moral o dar
una lección; simplemente quiere salvar su integridad profesional.
Denegar una prestación a un paciente supone, también para él,
una contrariedad que le hubiera gustado evitar. Las molestias
inherentes a este derecho serían más llevaderas si en todos
creciera el sentido de la pluralidad civil, la capacidad para el
desacuerdo amistoso, el trato respetuoso de las personas y su
conciencia.
Se repite una vez y otra, que vivimos en una sociedad éticamente
plural, pero se habla poco de cómo aprender el arte de practicarlo.
Mucho pueden hacer los legisladores por el bien común si, al
tiempo que crean derechos permisivos, establecieran mecanismos
inteligentes y fácilmente accesibles que mitigaran los
inconvenientes que puedan derivarse del ejercicio activo y pasivo
de la objeción.
Carácter profesional
La ODEC es, en lo individual, una acción medularmente
profesional. Viene a decir que hay valores profesionales que se
toman tan en serio, que, por permanecer fiel a ellos, se está
dispuesto a correr riesgos, a perder oportunidades y a cumplir
servicios supletorios. La objeción no se hace "por capricho”, sino
por razones serias, sólidas, constantes, defendibles. El objetor ha
de estar dispuesto a dar explicación pacífica, comprensiva y -no
quiero dejar de decirlo- humilde.
La apelación profesional a la conciencia no sólo protege el
respeto ético que el médico objetor se debe a sí mismo. Promueve
también la integridad moral del colectivo colegial. Que haya
médicos objetores de conciencia es un rasgo que dignifica la
imagen ética pública de la legislación entera, que es así vista por
el público como una comunidad moral, constituida por mujeres y
hombres libres, respetuosos, con conciencia, y no como una tropa
mercenaria y sometida.
Por eso, no parece probable que dentro de la profesión se dé una
oposición considerable a una normativa justa de la ODEC. Ésta
no puede provocar faltas de origen colegial; por el contrario, ha
de favorecer entre objetores y no objetores el deferente trato
colegial que prescribe el Código. A los médicos se nos acusa con
demasiada facilidad de corporativismo, de ser demasiado
comprensivos para las flaquezas técnicas y éticas de nuestros
colegas.
Convendría desarrollar un corporativismo de las conciencias,
hecho de tolerancia para la diversidad, de protección de la
integridad ética de los colegas frente a ataques injustos. Sólo en la
profesionalidad podrán los médicos estar unidos para plantar cara
a quienes, desde fuera, traten de imponerles sus propias
preferencias morales.