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Domingo XXIV. Tiempo Ordinario. Ciclo C. domingo 15 de septiembre 2013. Colecta mas por menos
Éxodo 32, 7-11.13-14; I Timoteo 1, 12-17; Lucas 15, 1-32
Evangelio
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta
parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a
buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la
oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». Y les dijo también: «Si
una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque
encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierte». Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de
ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes
en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a
sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo
para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se
las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy
aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió
a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser
llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle
un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta. El
hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la
danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: "Tu hermano ha
regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". Él se enojó y no
quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin
haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis
amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar
para
él
el
ternero
engordado!".
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y
alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».
Comentario
Las tres parábolas de la Misericordia
En este domingo, la liturgia de la Palabra nos presenta tres ingeniosas parábolas, brotadas del corazón de
Jesús, como respuesta a la acusación de los escribas y fariseos, por comer con publicanos y pecadores. Llevan
como titulo la oveja y la dracma perdida, y el hijo prodigo. Pero el protagonista de estas parábolas es Dios
Padre, rico en misericordia, que ante la perdida de su hijo, lo busca, lo encuentra, se llena de alegría y festeja el
regreso. Esto es lo que hizo Jesús. El vino a buscar lo que estaba perdido. Así dice la segunda lectura,
Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores
En una primera mirada podemos entender el contexto de esa época, con los problemas que suscitaban la
relación entre los fariseos y los publicanos, considerados pecadores y personas impuras, por trabajar bajo el
régimen del imperio romano, en la cosa publica, de ahí su nombre. En una segunda mirada, esto se va a
extender luego a la relación entre los cristianos convertido del judaísmo y los paganos que ingresaban a la
Iglesia, no vistos con buenos ojos, ni aceptados fácilmente por la nueva comunidad, la Iglesia. El Señor va a
presentarse el mismo, como aquel que actúa igual que Dios, recibe a los pecadores y come con ellos. Es decir,
que en el fondo, las actitudes de Jesús, son las actitudes de Dios.
El hijo prodigo
Es una de las parábolas que mas se ha meditado y escrito, e inspirado a los artistas, pintores y músicos,
pero también ha acercado a los pecadores a la casa del Padre.
Podemos descubrir los elementos de esta narración. El padre es Dios, el hijo menor, es el pecador, (los
publicanos) la herencia es la libertad, el viaje a un país lejano es el pecado, y su vida licenciosa, las
consecuencias, el regreso el arrepentimiento, el abrazo es la misericordia, la casa del Padre, es la Iglesia, la
fiesta es la alegría de Dios, la comida es la eucaristía. El hijo mayor es el fariseo, el orgulloso, que no acepta ni
comprende la actitud escandalosa del Padre, cerrándose a la invitación de participar en el banquete.
Podemos pensar que no solo el hijo menor era el que más estaba alejado del padre, sino también el
mayor. El que estaba mas cerca era el que estaba mas alejado, porque uno regresa arrepentido y el otro se aleja
por su endurecimiento.
El Señor, como el verdadero hijo mayor, se preocupo del hermano alejado, que somos nosotros, y sale a
buscarlo, hace un viaje del cielo a la tierra, haciéndose hombre y de la tierra al cielo, para regresarlo a la casa
del Padre, con su muerte, resurrección y ascensión, cargando sobre sus hombros a la oveja perdida, y los
pecados de la humanidad llevando la cruz.
La conversión
El camino del hijo pródigo es un llamado a la conversión, que se concreta en el sacramento de la
reconciliación, con los pasos que el mismo joven realizo: recapacitó, (el examen de conciencia), Padre, pequé,
(el arrepentimiento o dolor de corazón) ahora mismo iré a la casa de mi padre, (el propósito de enmienda) no
merezco ser hijo tuyo (la confesión de los pecados al sacerdote) trátame como a uno de tus jornaleros (cumplir
la penitencia)
Si el pecado, es abusar del don de la libertad, eligiendo un mal camino, haciendo un mal viaje, la
reconciliación es un viaje de vuelta. Así se llamaba la comunidad terapéutica de jóvenes adictos a las drogas,
donde, esa mala experiencia era como un viaje, y cuando encontraban a Dios en su camino y en su conciencia,
se trasformaba en un viaje de regreso o de vuelta a la casa del Padre.
La actitudes del Padre, que representa la bondad misericordiosa de Dios, están maravillosamente
expresadas en el texto: su paciencia en esperar, y su acción divina en actuar desde lejos en su conciencia através
del recuerdo y la nostalgia de cuando estaba dichoso en su casa. De lejos lo vio, lo conocía por sus pasos, por su
andar, porque el amor llega lejos, y se conmovió profundamente, comienza como a llorar de alegría, cuando
antes sufría su ausencia con dolor, corrió a su encuentro, para mostrar que si el pecado camina, la misericordia
corre, lo abrazó y lo beso, mostrando su amor reconciliador y su bondad de Padre, el que seguramente abría
experimentado otros abrazos y besos pecaminosos. Tampoco le permite terminar su confesión, porque sabe que
esta arrepentido, y prepara su vestuario, ropa nueva, anillo, sandalias, comida, un cordero engordado, ya que se
fue de una manera y volvió de otra, sucio, descalzo, hambriento, sin dinero, hasta el anillo vendió, y organizo la
fiesta, la alegría del reencuentro, porque su hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y fue
encontrado. Que extraordinaria es la bondad de Dios, que nos hace como llorar de amor, y que mezquindad la
nuestra.
Por eso en nuestros corazones puede estar reinando cualquiera de estos corazones, o podemos pasar por
etapas de la vida donde, domine el corazón del hijo menor, alejado y metido en el chiquero del pecado, puede
estar dominando el hijo mayor, lleno de orgullo, alegando meritos, indiferente antes los demás, o puede estar, y
este es el desafío, el corazón del Padre, que acoge a ambos hijos y los espera. Que este evangelio suscite deseos
de volver a Dios, espíritu de conversión y renovar el corazón de Dios, Padre.
Oración: Jesús, si alguna vez perdí algo material, que peor es que se pierda un hijo, un hermano, un amigo,
por caminos del mal. Señor ayúdame a tener el corazón del pastor, la perseverancia de la mujer, y la paciencia
del Padre, para que yo también que fui encontrado por el Señor ayude a otros a volver a Dios.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario