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COMUNIÓN Y AUTONOMÍA EN LA IGLESIA DE JESUS
En varias ocasiones y lugares he escuchado comentarios de que las Cebs.
no son Iglesia por no estar articuladas a la parroquia y a la diócesis, por tener una
articulación que va más allá de la parroquia y la diócesis o porque no están en
comunión con los pastores. ¿Se puede afirmar que no están en comunión con la
iglesia, por no estar en comunión con los pastores, si son rechazadas por ellos y
no les permiten articularse con la parroquia o con la diócesis? ¿Qué es la
comunión en la iglesia y de las Iglesias? ¿La autonomía y la comunión están en
contraposición, es decir, si vives la autonomía no vives la comunión y viceversa?
Quiero en el presente artículo reflexionar en primer lugar sobre la
comunión, posteriormente sobre la autonomía en la Iglesia particular, y en tercer
lugar, sobre la Comunidad Eclesial de base, Iglesia que vive la comunión y la
autonomía.
1.- LA IGLESIA MISTERIO DE COMUNIÓN.
La comunión es una dimensión fundamental de la Iglesia de Jesús. Es su
rostro visible. Muchos por ella, se encuentran con Jesús. Jesús pidió al Padre que
sus discípulos y discípulas sean uno como El y el Padre son uno para que el mundo
creyera que el es el enviado (Cf. Jn 17 21). La comunión es el camino que
conduce a la fe en Jesús. Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que los primeros
abrazaban la fe, vivían unidos y compartían el pan en las casas, que poseían todo
en común y se ganaban así el aprecio de las personas (Cf. Hech 2 47). La
comunión es uno de los 5 elementos constitutivos de la Iglesia. Estando en la
etapa de relanzamiento de las Cebs., es importante reflexionar sobre el tema.
La iglesia es misterio de porque es la expresión visible de la comunión de la
Trinidad. “Así toda la Iglesia aparece como ‘un pueblo reunido en virtud de la
unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4). El fundamento de la
comunión de la iglesia es la Trinidad misma. El misterio de la iglesia surge del ser
comunitario, trinitario de Dios. La iglesia es el sacramento de la Trinidad, donde
está la iglesia, ahí está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Tertuliano).
El Espíritu Santo es el principio invisible de la Iglesia; El une a la iglesia y la
comunión es don suyo; pero es también tarea humana, porque en la medida que
los miembros de la iglesia derriban todo muro de egoísmo y de división, de
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intransigencia o discriminación, se abren a la obra del Espíritu Santo y colaboran a
la unidad de la Iglesia. El Espíritu Santo es el agente de la comunión y los
miembros de la Iglesia son el sujeto. El Espíritu es el don de Cristo resucitado, que
vive en la iglesia y que actúa en y a través de ella. Si se deja guiar por el Espíritu
construye la comunidad de amor, colabora a edificar un mundo de paz y de
unidad.
La comunión tiene elementos, que la manifiestan y la refuerzan:
1. La Misión. Compartir la misión de servir al Reino de Dios al estilo de
Jesús, crea la comunión. Este es un elemento central, falla éste, falla la
comunión. Puede estar la Iglesia organizada, pero si no construye el
Reino, no está en comunión ni en ella, ni con las demás Iglesias.
2. El compartir los bienes. Para san Lucas, la comunión consiste en
tener bienes en común, en compartirlos de una manera desinteresada.
Este es la razón por la que, en los sumarios de la Iglesia de Jerusalén, se
dice que “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que
tenían en común las cosas”(Hech 4,32). Esta es la razón por la que “No
había entre ellos necesitados, porque todos los que tenían bienes o
casas los vendía, llevaban el precio de lo vendido y lo ponían a los pies
de los apóstoles, y se repartía a cada uno según sus necesidades” (Hech
4, 34-35). A Bernabé es ejemplo porque vendió su campo y el dinero lo
puso en manos de los apóstoles (Cf. Hech 4, 35-37). En cambio,
Ananías y su esposa Safira son ejemplo de lo que no se debe hacer,
querer engañar al Espíritu Santo, no queriendo compartir todo en lo que
habían vendido su propiedad (Hech 5, 1-11).
San Pablo invita a los cristianos de Corinto a ser generosos en la colecta
de la que ellos mismos tomaron la iniciativa y a la que invitaron a las
comunidades de Macedonia. Esa acción es como un acto de culto, es
decir, una acción litúrgica que glorificará a Dios y dará oportunidad para
que los que serán beneficiados con ella, también glorifiquen a Dios (Cf.
2Cor 9,12-14).
3. La Fracción del Pan, memorial de la muerte y resurrección del Señor
Jesús, quien en la última cena con sus discípulos, haciendo una síntesis
de todas las comidas que había celebrado durante su vida, da su Cuerpo
que será entregado y da a beber del cáliz de su sangre que será
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derramada por todos (Cf. Lc 22, 19-20). Luego dice: “Hagan esto en
memoria mía” (Lc 22,19). Jesús no únicamente pide que se repita esta
acción litúrgica, sino que pide que su gesto de entregarse sus discípulos
lo repitan para que se acuerden de él y se haga presente. La
participación en la Eucaristía nos hace un cuerpo, porque todos
participamos de un único pan que es el Cuerpo de Cristo. “Pues si el pan
es uno solo y todos compartimos ese único pan, todos formamos un solo
cuerpo” (1Cor 10, 17). Es por esto que la Eucaristía hace la Iglesia y la
Iglesia hace la Eucaristía, que refuerza los lazos de comunión. Cuando
la comunidad no vive la comunión, no celebra dignamente la Cena del
Señor. La celebración de la “Fracción del Pan” manifiesta y refuerza los
lazos de comunión de la comunidad celebrante1.
4. Los servicios y ministerios son otro signo eficaz - cuasi-sacramento de la comunión. Los ministerios son carismas dados por el Espíritu Santo
para el bien de la comunidad (Cf. 1Cor, 12). El Espíritu es quien los da, y
como es uno, una es la fuente de los ministerios, por tanto, son fuente
de unidad en la Iglesia. Cada ministerio, es como un miembro del
cuerpo eclesial, y cuando se ejerce en bien de la iglesia, ésta vive la
unidad del Cuerpo de Cristo. Estos servicios no son únicamente para el
servicio de la Iglesia, sino también para el mundo, donde acontece
también el Reino de Dios.
5. Las oraciones y las convivencias. La alegría en el convivir crea
lazos de comunión y los refuerza. Así san Lucas dice que los primeros
cristianos “Partían el pan en las casas y compartían los alimentos con
alegría y sencillez de corazón” (Hech 2,46).
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Las Cebs., como Iglesia, tienen necesidad de celebrar el misterio pascual de Jesús, en la
Eucaristía. Una Ceb que no celebra la Eucaristía carece de una vivencia fundamental de su ser
Iglesia. Algo se remedia la carencia con la celebración de la Palabra, pero aún no se ha resuelto
de fondo la carencia. Se tiene que revisar este punto con detenimiento, porque las Cebs. no
deben carecer de ministros de la Eucaristía. Esto lleva a repensar quién pueda presidir la
Eucaristía, ¿Será posible que sólo sean un presbítero u obispo? ¿No será tiempo de abrir la
posibilidad a los sacerdotes casados? Si en las comunidades apostólicas había la conciencia de
que Cristo resucitado era quien presidía la Eucaristía y no se ponían el problema de si sólo un
ministro ordenado debiera presidir la Eucaristía, ¿No sería posible volver a la tradición? Si es la
comunidad, la Iglesia, la que celebra la Eucaristía ¿no podría presidirla un miembro de ella
aunque no fuera ministro ordenado?
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6. Los intercambios de experiencias entre las comunidades. Son
espacios de formación y de apoyo mutuo, porque de ellos aprende la
comunidad, tanto de lo positivo como de lo negativo.
7. La pobreza es una condición indispensable para vivir la comunión. Sólo
quien se siente necesitado de otros, es capaz de vivir la comunión. Esta
es la razón por la que Dios reveló a los sencillos los misterios del Reino y
los ocultó a los sabios (Cf. Mt 11,25).
La comunión eclesial tiene además dos dimensiones: 1.- La horizontal, es
decir, la comunión de los miembros de la Iglesia entre sí, que se puede llamar
articulación, y la comunión con otras Iglesias. Los pastores viven y promueven la
comunión de las iglesias que presiden, así viven la colegialidad. La comunión de la
iglesia y de las Iglesias es más amplia que la colegialidad, por tanto, la comunión
es fundamento de la colegialidad y el espacio en el que se vive. Si se rompe la
comunión, desaparece la colegialidad. Si se rompe la colegialidad, sufre la
comunión eclesial 2.- La vertical: es decir, la comunión de las Iglesias con las
Iglesias primitivas, el vivir su estilo, sus valores, el compartir la Misión, es lo que se
llama apostolicidad de la iglesia. Los pastores son los responsables de que en su
comunidad se viva la apostolicidad, por eso son la columna vertebral de la
apostolicidad, viven la sucesión apostólica. El consejo comunitario o equipo
coordinador de la Ceb vive por delegación la sucesión apostólica, ya que es su
pastor.
La comunión de la Iglesia es por identidad y no por agregación. Las
iglesias particulares viven la comunión por descubrir en otras comunidades los
mismos elementos fundamentales que la constituyen a ella misma; al descubrirlo,
se identifica con las otras comunidades y vive la comunión.
2.- LA AUTONOMÍA DE LA IGLESIA PARTICULAR.
La Iglesia de Jesús es la comunión de Iglesias particulares o locales. El
Concilio Vaticano II aclaró la particularidad de las Iglesias locales cuando afirma:
“Por su parte, los Obispos son, individualmente, el principio y fundamento visible
de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la iglesia universal,
en las cuales, y a base de las cuales, se constituye la Iglesia católica, una y única”
(LG 23.) Por la comunión de las Iglesias se constituye la iglesia universal y en cada
una de ellas, se expresa, subsiste la Iglesia de Cristo. Si las Iglesias no son
independientes, porque viven en comunión, tampoco son dependientes, como si
fueran parte de un todo, ya que cada una de ellas es Iglesia de Jesús.
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La Iglesia particular no es parte de una Iglesia más amplia, la universal ya
que una parte siempre añade algo nuevo al todo. En cambio la comunidad
eclesial, aunque sea pequeña y viva en la dispersión, es Iglesia por poseer los
elementos fundamentales de la misma (LG 26). La Iglesia particular tampoco es
sucursal de la Iglesia universal, porque ella misma es Iglesia, en ella subsiste la
Iglesia de Jesús. Cada iglesia particular es la Iglesia toda aunque no toda la
Iglesia. Es por esto, tiene una autonomía, no independencia, con respecto a las
otras Iglesias. La autonomía se funda en el carácter local y particular de la Iglesia.
Por autonomía se entiende la libertad en el gobierno y organización pastoral de las
Iglesias particulares.
Los elementos que expresan y fundamentan la autonomía son entre otros:
1. El contexto socio-cultural en el que vive. Este determina las
características de las iglesias locales, que se inculturan en la realidad en
la que peregrinan. Ninguna Iglesia es igual a la otra, es la misma Iglesia,
pero con características diferentes.
2. Por estar inmersa en el contexto socio-cultural la reflexión de fe que
se hace es distinta, el contexto marca la búsqueda de la presencia
salvadora de Dios y por tanto, la concepción que de El y su obra. Cada
Iglesia particular o local tiene su propia reflexión de fe y su propio
magisterio.
3. La organización pastoral para responder a la problemática que se
vive. La pastoral, si es adecuada, parte de la realidad, que es distinta en
cada contexto. De ahí que los planes pastorales y las estructuras
pastorales se diferencian de una iglesia a otra.
4. El Pastor, que es el principio visible de la unidad de la Iglesia, es pastor
propio de cada una de ellas. Coordina la Iglesia no en nombre de otro,
sino en nombre de Cristo, que es el Pastor de pastores.
La Iglesia particular tiene tres niveles. En cada uno de estos niveles
acontece, subsiste el misterio de la Iglesia de Jesús:
1.- La Diócesis, a la que el Concilio Vat. II da mucha importancia. El
concilio Vat. I centró la Iglesia en el Papa y por tanto en la Iglesia universal; el
Vat. II la centró en el Obispos y en en la Diócesis. Las Conferencias episcopales
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de América Latina intuyeron otro modelo y nivel de Iglesia: la Comunidad Eclesial
de Base, pero la reflexión de su magisterio no ha llegado a profundizar estos
elementos constitutivos de la Cebs.
2.- La Parroquia, a la que el Vat. II, llama “porción” (Cf. SC 42), “célula”
de la Iglesia local (Cf. AA 10), lo que significa que los obispos le reconocen ser un
nivel de Iglesia.
3.- La Comunidad eclesial de base, que es la Iglesia de Jesús, en su
dimensión menor, es Iglesia ahí donde el pueblo se juega la vida. Medellín la llama
“célula inicial de estructuración eclesial” (Med 15). En su último documento los
Obispos de Brasil sobre las Cebs. (12 de Mayo del 2010) afirman que las Cebs. son
Iglesia. “En su ya madura experiencia, las CEBs quieren ser Iglesia como lo deseó el
Concilio Vaticano II: una Iglesia toda ministerial al servicio del Reino de Dios” .
Las Cebs. son Iglesia particular, en el nivel menor. Es el nivel de base de la
iglesia. Ser Iglesia es su carnet de identidad eclesial. Es por esto que se esfuerzan
por vivir los 5 elementos constitutivos de la Iglesia.
Ellas están llamadas a vivir los elementos constitutivos de la Iglesia, por lo
que su identidad eclesial es ser Iglesia Sacramento, no carisma comunitario de la
Iglesia como son los movimientos eclesiales o las asociaciones piadosas (Cf. DA
311,312). Esto nos lleva a afirmar de las Cebs. lo que se afirma de la Iglesia.
3.- LA CEB, POR SER IGLESIA DE JESÚS, VIVE LA AUTONOMÍA Y LA
COMUNIÓN.
Por ser Iglesia, las Cebs. viven la comunión y la autonomía. La comuniónarticulación entre las Cebs. y con los otros niveles de Iglesia es fundamental en su
ser de Iglesia. Por la autonomía cada Ceb tiene la libertad de organizarse
pastoralmente de modo distinto. Ambas se interrelacionan: por la comunión, la
autonomía no se convierte en independencia y por la autonomía, la comunión no
llega a ser confusión.
Una Ceb si trabaja para que el Reino de Dios acontezca en ella y a través de
ella, en el mundo y está en comunión con otras Cebs., no está fuera de la
comunión de la Iglesia. Quizás no pueda estar en comunión con el nivel de Iglesia
inmediato y más próximo- su parroquia, su diócesis - pero estando articulada a
otras Iglesias, vive la comunion. Si es rechazada por los pastores inmediatos – los
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de su parroquia o diócesis - , no se le puede acusar de no vivir la comunión con la
iglesia, si está al servicio del Reino y en comunión con otras Iglesias y con otros
pastores; por tanto, no pueden sentirse, ni ser acusadas de ser un movimiento
eclesial o de estar fuera de la comunión. El servicio al Reino y la comunión con
otras comunidades o pastores son los elementos de su comunión eclesial. Los
pastores que acompañan el proceso de las Cebs., se articulan entre sí, para ser
promotores de comunión y poder vivir la colegialidad, que se da no únicamente
entre los obispos, sino también entre qienes las asesoran y las presiden.
Tener claro esto, anima a buscar vivir la identidad eclesial y a vencer lel
desánimo por ser rechazadas y combatidas.
JOSE SANCHEZ SANCHEZ PBRO.
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