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Transcript
VIACRUCIS…
1.- Primera estación: Jesús es condenado a muerte
Jesús, nuestro gran amor, es condenado a muerte. Su mayor delito fue declararse Hijo amado
del Padre y “pasar por el mundo haciendo el bien”. Su camino de Galilea a Jerusalén fue un
camino de humanización del mundo y de divinización del ser humano, pero las autoridades
civiles y religiosas no lo entendieron y lo condenaron a muerte… Integremos en esta condena a
muerte nuestras muertes cotidianas y a todos los condenados a muerte injustamente por los
poderes fácticos de este mundo roto, dividido, en guerra, herido y maltratado…
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias se conmueva por todos los condenados a
muerte…
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo…
Padrenuestro…
2.- Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas
Jesús carga con una cruz pesada. Y carga con aquel símbolo que los romanos consideraban el
castigo más ignominioso de la tierra. Y carga con él por amor… porque sabe que el Padre, de
alguna manera, ha querido esta muerte ignominiosa y dura para su Hijo como Redentor. Forma
parte del misterio del amor de Dios, siempre profundo y nunca comprendido del todo por el ser
humano. Nosotras también tenemos que cargar con nuestra cruz, la que sea, y con la cruz de
tantos hermanos nuestros que no pueden llevarla solos. Nuestras cruces, unidas a la cruz de
Cristo, tienen carácter redentor.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias se conmueva con todos los seres humanos que
hoy cargan con pesadas cruces personales o ajenas
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo…
Padrenuestro
3.- Tercera estación: Jesús cae por primera vez
Jesús no puede con la cruz, no puede con las cruces de sus hermanos, no puede con el peso… es
demasiado grande también para Él y cae… Comprendemos perfectamente el dolor del peso y
del dolor de la caída. Y lo miramos con amor. Nuestro amor lo puede levantar. Y, de hecho, lo
levanta. Miramos también con amor a todos los que caen bajo el peso de sus cruces, y los
miramos con amor, sabiendo que el amor siempre levanta a los caídos por cualquier causa.
Poner en pie a otros es una de las grandes obras de misericordia.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias se conmueva por todos los que caen bajo el
peso de sus cruces, pequeñas o grandes
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
4.- Cuarta estación: Jesús encuentra a su Santísima Madre
Qué dulzura contiene la mirada de Jesús a su Madre… Cuánta ternura la de su corazón hacia su
Madre. Qué aprobación tan grande de la maternidad de María por parte de su Hijo… Dentro del
dolor, esta mirada fue para María la confirmación cierta, veraz, total y absoluta de que su
maternidad alcanzaría los frutos eternos del amor. Una maternidad que salta hasta la vida
eterna. Una vocación que alcanzará su plenitud en la fidelidad eterna de Dios, así como su
fecundidad.
Con su mirada a todas las madre que hoy están en el camino del Crucificado, Jesús confirma
también la maternidad de las mismas, a pesar de la profundidad del dolor de algunas de ellas.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias se conmueva por todas las madres que hacen
caminos duros, difíciles y martiriales en el mundo de los hijos heridos
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
5.- Estación: El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
No quería el hombre de Cirene ayudar a semejante ajusticiado… Pero al final, cede ante quienes
le echan mano. Jesús necesita ayuda… y la acepta. Es el humilde abatido que no puede con el
peso de lo que le ha caído encima. Y acepta, cede y agradece la ayuda prestada. Jesús es humano
¡Qué bien lo entendió Él y qué bien nos lo enseñó! Lo humano nunca estuvo reñido con lo divino.
Toda la divinidad está, como tesoro, en la humanidad de Jesús.
Ayudemos nosotros a los ajusticiados por cualquier causa. Derramemos los quilates de nuestra
caridad sobre aquellos despreciados a quienes nadie les echaría una mano. Dejemos que la
divinidad del amor de Dios se cuele en nuestros gestos de caridad.
Que nuestro corazón de mercedarias de la caridad se conmueva ante las personas más
rechazadas de la sociedad para ayudarlas
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
6.- Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
La mujer auténtica, por psicología, tiende a conmoverse. Suele tener entrañas de amor para
todos, se siente atraída a hacer el bien y derramar ternura y bondad. La Verónica fue una de
estas mujeres que caminan por el mundo sin hacer ruido, pero conmoviéndose de las personas
que sufren, de los crucificados de la tierra, como Jesús, de aquellos que necesitan que alguien
enjugue el sudor que brota del dolor intenso ¡Qué agradecimiento tan hondo sentiría Jesús ante
el gesto de esta mujer para dejar su rostro plasmado en su pedazo de tela blanca! Deja tu rostro
plasmado en mi corazón, Señor, como en el paño de la Verónica.
Que nuestro corazón de mercedarias de la caridad se conmueva ante todos los que agobiados
con el sudor de la angustia y el dolor reclaman nuestra entrega
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
7.- Séptima estación: Jesús cae por segunda vez
Las caídas de Jesús bajo el peso de la cruz y del dolor, son reales. Jesús no puede más.
Literalmente no puede con su dolor y con el dolor del mundo, y cae. Destrozado física y
psicológicamente deja que todo el peso herido del mundo caiga sobre su frágil figura. Y entrega
todo este dolor al Padre pidiendo que el Espíritu de Dios lo sostenga. La segunda caída nos revela
la vulnerabilidad de la condición humana. El ser humano caerá muchas veces bajo el peso de
tantas cosas… pero Dios, misericordioso y fiel, que nos reveló en su Hijo que esto acontecería,
tendrá compasión de nosotros.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad se conmueva ante las personas
que caen una y otra vez en el mismo desdén y en el mismo pecado
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
8.- Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Jesús trató bien a las mujeres en el Evangelio, las acogió y se dejó acompañar por ellas. Algo
inaudito en la cultura de su tiempo. Las convirtió también en las primeras evangelizadoras. En
el camino a Jerusalén se encuentra con unas mujeres que lloran, y Jesús, siempre pensando en
los demás, les dice: No lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
Muchas mujeres de hoy vuelven, volvemos los ojos a Jesús, porque Él es el único y verdadero
camino de esperanza para ellas y para la humanidad. En los caminos del siglo XXI hay muchas
mujeres que buscan la mirada furtiva de Jesús como respuesta a sus problemas existenciales.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad se conmueva ante tantas mujeres
que sufren, sobre todo ante las mujeres violadas y maltratadas en su dignidad
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
9.- Novena estación: Jesús cae por tercera vez
Ante la tercera caída de Jesús nuestro corazón no puede aguantar la pena, el dolor y la tristeza
por Él. Contemplamos, adoramos, hacemos silencio y lo acogemos con un corazón lleno de
gratitud y de compasión ¡Gracias, Señor, por tu amor! Un amor que ahora besa el suelo, las
almas, los corazones, las realidades, las noches existenciales, las dificultades de los caminos
polvorientos del mundo ¡Gracias, Señor, por tu gran amor, por tu inmenso amor, por tu
profundo amor! ¡GRACIAS!
Nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad se conmueve ante las caídas
reiterativas de los que quieren y no pueden levantarse, de tantos que van dejando en el asfalto
del mundo la dignidad de sus vidas
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
10.- Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Te dejaron desnudo, Señor, pero no pudieron arrancarte tu yo original vestido y revestido de la
voluntad del Padre, una voluntad de amor para redimir, salvar y liberar al ser humano. Te
dejaron desnudo pero no pudieron arrancar de tus carnes el amor con el que siempre estuvo
revestida tu humanidad y tu cercanía entrañable al hombre. Te arrancaron tus vestidos, pero tu
dignidad es la mejor oración que ha llegado hasta el cielo.
Nuestro corazón de hermanas mercedarias se conmueve ante tu despojo, y ante el despojo de
tantas personas que les quitan y les roban lo mejor de sí mismas y sus pertenencias más
familiares. También estos hechos arrancan de nosotras las mejores plegarias
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
11.- Undécima estación: Jesús es clavado en la cruz
Era necesario para atraer a todos hacia ti… pero qué dolor, amor del alba, verte ahí clavado,
soportando la horrible agonía de tus carnes rasgadas, de tu corona de espinas, de tus clavos
sujetándote, de tus pies colgando, de tu pecho sangrando, de tu boca sedienta, de tus labios
partidos, de tu alma desolada, de tu corazón herido de muerte, de soledad, de angustia, de
ansiedad por la respuesta del Padre. Fuiste clavado en la cruz… Me amó y se entregó por mí…
¡Y cuántos crucificados hoy, Señor! ¡Cuántas personas en una cruz como tú y parecida a la tuya!
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad se conmueva ante tu cruz y ante
las cruces de los crucificados de hoy, tantos y tan solos, tantos y tan aplastados, tantos y tan
desesperados…
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
12.- Duodécima estación: Jesús muere en la cruz
El último enemigo vencido será la muerte. Tú quisiste pasar por este misterio insondable de la
muerte. El misterio que más asusta al ser humano y el que lo hunde en el abismo de las
soledades más grandes. Tú quisiste pasar por Él para decirnos que la última palabra no la tiene
la muerte, sino la vida. Si tú no hubieras muerto, por más que nos hubieras hablado de la
resurrección, no te hubiéramos creído. Gracias, Señor, por hacerte uno de tantos. Uno de
nosotros en todo, menos en el pecado. Tu muerte es nuestra gloria y nuestra victoria. Muriendo
por amor has abierto los únicos caminos de esperanza que llenan de sentido nuestros corazones
y nuestra vida.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad se conmueva ante la cruz y ante
la muerte injusta de tantas personas, y seamos para ellas parábolas de vida resucitada
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
13.- Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz
No hay estampa en este mundo que encierre tanta ternura y dignidad como la de María con el
Hijo muerto entre sus brazos. Jesús es bajado de la cruz y depositado en los brazos de la Madre,
que son los brazos de todos los hijos de Dios, los brazos de la humanidad sedienta de amor.
Estos brazos sostienen a quien dio la vida por ellos, encontrando en Él el camino de la vida
verdadera y de la esperanza. La piedad suscita piedad, fe, confianza y una gran fortaleza. Madre,
gracias por tu maternidad universal. Pon en nuestros brazos femeninos los hijos de Dios que
ahora yacen en las tinieblas de la muerte.
Que nuestro corazón de hermanas mercedarias de la caridad sepa acoger a los crucificados
que bajando de su cruz no tienen ni donde ir ni quién los recoja, consoladoras de merced para
derramar frutos de redención
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos porque por tu cruz redimiste al mundo
Padrenuestro
14.- Decimocuarta estación: Resurrección de Jesús
El Padre ama a Jesús. No lo puede dejar entre las garras de la muerte. Y lo resucita para gloria
suya y gloria del mundo. Aleluya… La muerte ha sido vencida por el amor, por la vida y por la
esperanza. Dios ha permanecido fiel y seguirá siendo fiel por toda la eternidad. Su proyecto era
llevar una multitud de hijos a la gloria, y lo ha conseguido en la entrega de su Hijo muy amado.
La esperanza tiene un nombre ¡Jesús! Él ha vencido, pero con Él, hemos vencido todos. La vida
es la luz de fondo que palpita en la identidad original de todas las cosas. El cosmos, la historia,
la Iglesia, el ser humano no conocerán jamás la muerte, porque la muerte ha sido vencida por la
vida: YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, EL QUE CREE EN MI, AUNQUE HAYA MUERTO VIVIRA
Y EL QUE ESTÁ VIVO Y CREE EN MI NO CONOCERA JAMÁS LA MUERTE.
Que nosotras, hermanas mercedarias de la caridad, acompañando la historia y al ser humano en
la suya, sepamos ser parábolas de esperanza y anuncio gozo de resurrección. Disipemos las
tinieblas del mundo con la caridad que brota en nuestros corazones de la participación en el
misterio pascual de Jesucristo, nuestro gran amor y nuestra esperanza. Que sepamos
acompañar la esperanza de la humanidad con la entrega de nuestra propia vida.