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La novela realista y naturalista del siglo XIX
Contexto
En la Europa del siglo XIX la antigua confrontación entre Antiguo Régimen y sociedad liberal está ya
superada, pero surgen otras confrontaciones. La burguesía se consolida como clase social y se vuelve más
conservadora, para hacerse fuerte frente a la clase obrera. Las revoluciones de 1848 son las que mejor
ejemplificaron esta ruptura entre burgueses y proletariado, y en este mismo año aparece El manifiesto comunista de
Marx. Surge así una nueva lucha, la lucha de clases.
La nueva sociedad se va a establecer sobre todo en el ambiente urbano, con ciudades polarizadas entre los
barrios burgueses de edificios señoriales y los barrios periféricos donde se asientan los sectores más
desfavorecidos, en condiciones de hacinamiento e insalubridad. Esta sociedad es la que van a reflejar Realismo y
Naturalismo, con sus grandes dosis de crítica social.
En España, si bien la industrialización llegó más tarde y solo a zonas como Cataluña y el País Vasco, la
situación fue parecida a la del resto de Europa, y los escritores españoles beberán sobre todo del Realismo y
Naturalismo franceses.
El Realismo
El Realismo surgió en Europa cuando aún pervivía el Romanticismo, y frente al idealismo de este
movimiento, defendía la representación de la realidad de una forma verdadera y lo más exacta posible. También,
frente a la preponderancia de la poesía y el teatro románticos, los realistas preferirán las novelas, género mucho
más exhaustivo y acorde a los nuevos intereses, que van a ser el análisis y la observación de la realidad, la
objetividad y la crítica social. Por último, frente a la evasión romántica, los realistas aterrizarán en el aquí y el
ahora, con un marco espacio-temporal siempre próximo al momento de creación de la obra. Autores como
Flaubert y su Madame Bovary en Francia, o Dostoievski con Crimen y castigo y Tolstoi con Anna Karenina en Rusia,
serán hitos de este movimiento.
El Naturalismo
Por otro lado, el avance científico y la asunción del positivismo (corriente filosófica que defiende como único
el conocimiento científico) llevó al extremo estas características, que desembocaron en el Naturalismo, un
movimiento que nace en Francia con autores como Émile Zola y su gran novela Germinal, y que también va a
influir en los autores españoles. Para el Naturalismo, la novela, más que una realidad literaria, es parte de un
proceso científico a través del cual el autor se propone analizar la realidad de forma exhaustiva, y fruto de este
análisis, los naturalistas desarrollaron el gusto por reflejar los ambientes más marginales, con una concepción del
mundo predeterminada por la herencia genética y el entorno social, que hacen esclavos a los individuos.
La novela, género total
Como decíamos, la novela se impone como género total, porque se considera la mejor forma de describir la
realidad, con características como la verosimilitud (de la historia y de los personajes), la temática social, un marco
temporal centrado en el presente y con historias que suelen comenzar “in media res”, marcos espaciales descritos
minuciosamente y ambientes que adquieren rango casi de personajes. En cuanto al estilo, destaca la abundante
presencia de contrastes (sociales, económicos…) y los diálogos ágiles, que combinan narradores en primera y
tercera persona (narrador omnisciente) junto con el monólogo interior.
La novela costumbrista como antecedente inmediato del Realismo en España
En España, antes de la eclosión total del movimiento, tenemos un tipo de novela a caballo entre el
Romanticismo y el Realismo, una novela costumbrista que retrata lo local a través de personajes pintorescos y
escenas idealizadas, con un lenguaje cotidiano. Son autores como José María de Pereda y Fernán Caballero (cuya
novela La gaviota será considerada la primera obra del Realismo español).
Los autores realistas españoles
Juan Valera (1824-1905): a pesar de que opta por una postura esteticista, la mayoría de sus obras son fiel
reflejo de la sociedad de su época. Recurre con frecuencia a la ironía para mostrar escenas cotidianas de su
entorno y su temática favorita es el triunfo del amor y la felicidad por encima de los prejuicios sociales. Cuida
especialmente el análisis de la psicología de los personajes. Entre sus obras destacan Pepita Jiménez y Juanita la larga.
Emilia Pardo Bazán (1851-1921): en Los pazos de Ulloa, ambientada en el paisaje rural gallego, se narra la
relación íntima entre don Pedro Moscoso, señor de los pazos, con Isabel, hija del mayordomo. Claro referente del
Naturalismo español, esta obra es una excusa para reflejar la decadencia del ser humano y de la sociedad.
Otros autores destacados son Pedro Antonio de Alarcón, con El sombrero de tres picos, o Vicente Blasco
Ibáñez, con novelas como Cañas y barro. Pero sin duda, los dos máximos representantes de la novela española del
siglo XIX son Galdós y Clarín.
Benito Pérez Galdós (1843-1920) incluyó en su extensísima obra un amplio repertorio temático entre los
que destacan la crítica social, el análisis político del momento, la religión y el clero. Además, destacó por el
profundo retrato psicológico de los personajes y un estilo que se caracteriza por la descripción de ambientes, los
ágiles diálogos, el humor, la ironía y la espontaneidad.
Por un lado, Galdós escribió los Episodios nacionales, creados con el fin de hacer una semblanza novelada del
siglo XIX. Son cuarenta y seis novelas cortas, y en ellas inserta a personajes ficticios en auténticos hechos reales,
como la Guerra de Independencia, los reinados de Fernando VII e Isabel II, la Restauración, etc. Destacan
Trafalgar, sobre la batalla del mismo nombre, o Zumalacárregui, sobre la primera guerra carlista.
De otro lado, el resto de novelas galdosianas reflejan las diferentes etapas del autor, que son tres:
La primera etapa, la de las novelas de tesis, con una gran carga política, y en la que los personajes aún no
gozan de gran profundidad psicológica, pues están al servicio de la trama. El narrador emite juicios de valor moral
frente a la actitud de los personajes, y los diálogos están cargados de ironía y simbolismo. Destacamos Doña
Perfecta.
En segundo lugar, las novelas contemporáneas, que contienen un genial retrato crítico de la sociedad
madrileña tan conocida por Galdós. En estas novelas perfecciona el enfoque psicológico, con una perspectiva
naturalista que refleja el determinismo biológico y social de los personajes. Destacamos La desheredada, La de
Bringas, Tormento, Miau o Fortunata y Jacinta; esta última la más importante de Galdós. El protagonista, Juanito Santa
Cruz, casado con Jacinta (una mujer de clase media que encarna el fruto de la sociedad burguesa) mantiene
relaciones con Fortunata, perteneciente a la clase baja, llena de pasión, naturalidad y bondad. Ambas mujeres
personifican la dicotomía entre el pueblo y la burguesía, la bondad y el resentimiento, la fertilidad y la esterilidad…
A partir de esta situación se presenta el conflicto típicamente naturalista entre los instintos predeterminados
genéticamente y las presiones sociales. Estas fuerzas se equilibran con la redención de Fortunata a través de la
adopción de su hijo por parte de Jacinta. Galdós utiliza el narrador omnisciente, la ironía y cada personaje está
caracterizado por su lenguaje.
La tercera etapa de Galdós es la llamada espiritualista, que supone un gran cambio con respecto a la etapa
anterior, e incluye valores cristianos y evangélicos como el amor y la caridad. Aunque las novelas están
ambientadas en las zonas más pobres de Madrid, la perspectiva aquí es mucho más optimista, brillando los
personajes humildes pero cargados de valores morales que les llevan a superar ese determinismo tan presente en
las novelas anteriores. Destacamos Misericordia y El abuelo.
Leopoldo Alas, “Clarín” escribió más de un centenar de artículos periodísticos donde puso en tela de juicio
a autores, obras y tendencias literarias de la época. Utilizó la crítica ácida y la ironía para adoctrinar al público. De
sus cuentos, podemos decir que algunos han sido considerados ejemplos de estructuras narrativas perfectas, como
¡Adiós, Cordera! o Pipá. En cuanto a las novelas, solo dos componen sus obras extensas. Por un lado, Su único hijo,
de corte naturalista, en la que se narra una historia de amor e infidelidades mediante un complicado análisis
psicológico de personajes que al final se impone sobre la propia trama. Por otro, su novela más importante, y
quizás la más destacada de todo el siglo, es La Regenta, un extraordinario compendio de personajes, situaciones y
sentimientos en un ambiente retratado a la perfección. Se desarrolla en Vetusta, trasunto de la ciudad de Oviedo
que se convierte en un personaje más que influye en el comportamiento de sus habitantes. Ana Ozores, esposa de
don Víctor Quintanar, antiguo regente de la Audiencia, es una mujer inconformista y atormentada que vive
insatisfecha en esta ciudad provinciana, corrompida por una sociedad opresiva. Ella se debate entre la religiosidad,
de la que se aprovecha su confesor Fermín de Pas, y el amor sensual que le ofrece el seductor don Álvaro Mesía.
Finalmente Ana rechaza al sacerdote y sucumbe ante don Álvaro. Don Víctor, enterado del adulterio, reta a
Álvaro y muere, siendo la Regenta despreciada por toda Vetusta. La novela, siguiendo la estela de otras europeas
como Madame Bovary o Anna Karenina, gira en torno al tema del adulterio y el conflicto interior de la protagonista,
que duda entre su espiritualidad y su carnalidad. Presenta una gran perfección técnica y estructural, con magníficas
descripciones y un lenguaje preciso, que emplea entre otras técnicas el monólogo interior y el estilo directo libre.