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Jueves 08 de diciembre, 2005 http://www.nacion.com/ln_ee/2005/diciembre/08/opinion8.html Cambio climático Es inaceptable que siga pensándose en el cambio climático como si fuese ficción, no realidad Paulo Manso Director del Instituto Meteorológico Nacional La temperatura en la superficie de la Tierra aumentó entre 0,4 y 0,8º C en los últimos 140 años. Desde 1950, el incremento en la temperatura de la superficie del mar es la mitad del aumento en la temperatura terrestre, y el nivel del mar ha crecido entre 10 y 20 centímetros. El decenio de 1990 fue el más cálido del siglo pasado; y 1998, 2002, 2003 y 2004, los años más cálidos desde 1861. Mientras, siguen informando sobre el desorden climático. Ciclos de sequías más prolongados, inundaciones endémicas más graves y temporadas de huracanes más activas. Estamos ante un problema, y, si continúa, nos exponemos a consecuencias aun peores. ¿Ciencia o ficción? En el 2001, el tercer informe del panel intergubernamental de expertos sobre cambio climático, señaló que "existe una nueva y fuerte evidencia de que el calentamiento observado en los últimos 50 años también se atribuye a las actividades humanas". No es sólo producto de la variabilidad natural del clima, sino también de un ajuste del sistema climático al aumento en las concentraciones de gases de efecto inverna-dero en la atmósfera. De seguir así, al fin de siglo, esas concentraciones se podrían duplicar o triplicar, y la temperatura podría ser hasta 5,8 º C mayor que en 1990; o sea, hasta 10 veces superior al calentamiento del siglo XX, y el nivel del mar podría aumentar hasta 90 cm. Los escépticos no se conmueven y argumentan que señalar el efecto humano en un sistema tan complejo, caótico y no lineal como el climático no tiene sentido. Es un argumento trasnochado y contrario al principio precautorio de la convención marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático aprobada por unanimidad universal. ¿Ciencia o política? Varios rasgos combinados dan, al cambio climático, características exclusivas, como el carácter público y de largo plazo. La responsabilidad histórica de las concentraciones y la necesidad de medidas globales para resolverlas nos plantean la espinosa cuestión de la deuda ecológica. Asimismo, sobre las principales fuentes de emisiones actúan importantes intereses económicos, lo que ha contribuido a politizar el asunto. El primer campanazo lo dio Bush al renunciar al Protocolo de Kioto, dejando en entredicho su meta ambiental, de por sí modesta. Kioto es un proceso que no comienza ni se agota con su entrada en vigor, y las decisiones futuras deberán incluir directrices para un segundo periodo de cumplimiento más allá del 2012, que incluiría compromisos, voluntarios o vinculantes, para países en desarrollo, como India y China. No es ficción. El cambio climático no es una hipótesis científica, ciencia-ficción ni algo del futuro: es una realidad reconocida por los más destacados centros científicos. Es inaceptable que siga pensándose que es una quimera. Al contrario, es una prioridad geopolítica que está en la mira de la opinión pública y de los medios, y cuya solución debe ser un esfuerzo concertado y amplio. Es más, por la compatibilidad que existe con nuestras aspiraciones, se prevé que aventajar la competitividad de la energía renovable con una oferta más eficiente en lo ambiental, la adopción de combustibles y medios alternativos de transporte con bajo contenido de carbono que reduzcan la contaminación, las emisiones y la dependencia del petróleo, la sostenibilidad del programa de pago de servicios ambientales, y la consolidación territorial de las áreas de conservación, podrían formular aportes sustantivos para frenar el próximo diluvio universal.